martes, 21 de abril de 2015

Visita a Sanlúcar de Barrameda



Después de haber realizado el día anterior una jornada de senderismo a través del Parque Natural de la Breña entre Barbate y Caños de Meca -en compañía de los pinos piñoneros, lentiscos, retamas y palmitos- con efluvios a tomillo y romero, mientras la Torre del Tajo como testigo de la historia nos observaba, llegamos al Faro de Trafalgar, donde nuestras naves quedaron desarboladas por culpa de los elementos meteorológicos. 

Una lluvia torrencial que nos caló hasta los huesos nos sorprendía en el mismo tómbolo de Trafalgar (Taraf al-Ghar la denominaban los andalusíes). La retina de la historia nos recuerda que la Batalla de Trafalgar ocurrida un 21 de octubre de 1805 inmortalizaría el nombre del cabo otorgándole un enorme protagonismo.

Trafalgar fue el mayor desastre político y militar al abrir una enorme brecha a nuestro poderío, por donde se fue el mayor y más débil Imperio que jamás haya existido. La Armada española después de Trafalgar moriría de abandono por falta de carena, decepcionados sus hombres por la incomprensión y el olvido de su propia nación. Sin embargo, el combate inmortalizó el nombre del cabo.

...las pequeñas calas como las existentes en los Caños de Meca, donde todavía en los años 80 caían cortinas de agua y podía uno ducharse por las mañanas en una cascada natural según el libro "Blues de Trafalgar" escrito por nuestro paisano de Morón, José Luís Rodríguez del Corral.



Foto: Bodegas Barbadillo

El domingo 12 de abril de 2015 enarbolamos de nuevo nuestras naves para poner viento en popa hacia Sanlúcar de Barrameda. Desde Barbate iniciamos la ruta transitando por Vejer de la Frontera y las salinas de San Fernando hasta introducirnos en un mar de viñas que empezaba a inundar el horizonte de la tierra de la manzanilla. Una climatología benigna predomina en esta comarca, con más de tres mil horas de sol al año, suavizadas por la influencia de los vientos procedentes del Atlántico, los vientos de poniente, que junto con una ancestral tradición enológica permite la maduración de la uva Palomino, sin duda la madre de la D.O. Manzanilla de Sanlúcar como vino selecto y delicado.

Es evidente que el tiempo junto al desarrollo urbano han unido a Sanlúcar con el puerto de Barrameda asentado en la margen izquierda del estuario del Guadalquivir, frente al Parque de Doñana ubicado en la margen derecha.

Etimológicamente existen varias hipótesis sobre su origen. Unos relacionan el nombre de Sanlúcar con el término árabe shaluqa, que significa viento de Levante cambiando su nomenclatura en tiempos de Guzmán el Bueno como Sant Lúcar, quedando de alguna manera cristianizado por la etimología popular.

Profesores de la Universidad del Cairo han relacionando el vocablo Barrameda con el árabe de la época obteniendo Barraj-el-Medaj, «Tierra a la vista». Sin embargo, parece ser que proviene del término "Bab-rha-mda" o tierra asentada que dificultaba la navegación.


…En una bella rotonda nos esperaba una réplica de las primeras locomotoras que circularon por Sanlúcar en las décadas del siglo XIX, lo que me recordó el tren de mi pueblo durante mi edad de párvulo en tiempos pretéritos.

Muy cerca se encontraba el Museo de la Manzanilla-Barbadillo- al que realizamos una grata visita impregnándonos de la esencia de la manzanilla junto con la arquitectura de las bodegas cargadas de una ancestral historia bajo lustros de cariño y constancia entre manos laboriosas de jornaleros.


Existen diferentes nomenclaturas en las bodegas de la que emanan efluvios liberados por el vino procedente de los diferentes tipos de uva como Pedro Ximénez, Moscatel y Palomino almacenadas en botas de roble americano entre callejuelas estrechas y empedradas. El Museo de la Manzanilla nos recordó que la tierra de Albariza es la que predomina en Sanlúcar así como la de Barros y Arenas predominan en el marco de Jerez. 

En definitiva, nuestra retina quedó impregnada de la cultura del vino con su peso específico dentro de la trilogía mediterránea (trigo, olivo y la vid).



Frente al Museo de la Manzanilla-Barbadillo- paseamos por el castillo de Santiago entre barbacanas y el patio de armas con la Torre del Homenaje erguida dominando el barrio alto. El Castillo de Santiago fue mandado a construir por el duque don Enrique -Casa de Medina Sidonia- entre 1477 y 1478 con el objetivo de proteger la entrada del río Guadalquivir como entrada fluvial a Sevilla y al mismo tiempo defender la villa. Como curiosidad cabe destacar que en esta fortaleza vio la reina Isabel por primera vez el mar en 1477. Históricamente ha sido utilizado como cuartel militar, cárcel y hospital…

El rey Sancho IV otorgó el señorío de Sanlúcar a Alfonso Pérez de Guzmán (Guzman el Bueno) en 1297 por su heroica defensa de Tarifa. Guzmán el Bueno, primer señor de Sanlúcar (León, 24 de enero de 1256-Gaucín, 19 de septiembre de 1309) fundaría la Casa de Medina Sidonia, un poderoso linaje nobiliario.

Desde el barrio alto descendimos hasta la calle Isaac Peral que desemboca en la Plaza del Cabildo. Cerca de la esquina frente al bar Barbiana existen varios azulejos de grandes dimensiones que nos recuerdan la época de los grandes descubrimientos y Sanlúcar como testigo de la historia:
  • Desde Sanlúcar de Barrameda partió Cristóbal Colón en su tercer viaje un 30 de mayo de 1498. 


  • Otro azulejo nos recuerda la gesta histórica de la Primera Vuelta al Mundo de Hernando de Magallanes y Juan Sebastián Elcano un 20 de septiembre de 1519. 
Avatares de la expedición, llevaron a Elcano a seguir navegando hacia Poniente para arribar al puerto de Sevilla un 6 de septiembre de 1522 con tan sólo un barco (nave Victoria) y 18 supervivientes de aquéllos cinco barcos y 234 hombres que iniciaron esa gran proeza. El Estrecho que da al Océano Pacífico tomaría el nombre de “Magallanes”. Una de las gestas marítimas más impresionantes de la Humanidad que ha pasado a la Historia con letras de oro. El escudo de armas con un globo terráqueo con el lema latino «Primus Circumdedisti Me» («Fuiste el primero en circunnavegarme») fue otorgado a la familia de Juan Sebastián Elcano por el emperador Carlos I tras la vuelta de Elcano de la expedición.

El 10 de agosto de 1519 se anunció en esta ciudad la partida de una expedición formada por cinco barcos y 234 tripulantes, organizada y dirigida por Hernando de Magallanes. El 6 de septiembre de 1522 ancló en el mismo lugar de la partida, la Nao Victoria en la que los 18 supervivientes habían completado bajo el mando de Juan Sebastian Elcano, la primera vuelta al mundo.



Capilla de la Virgen de la Antigua, en la Santa Catedral de Sevilla


"En acción de gracias, acudieron a orar ante la imagen de Santa María de la Antigua, que entonces estaba en donde hoy vemos la reja y donde se sitúa esta placa conmemorativa de aquella hazaña".




“Desde que habíamos partido de la bahía de San Lucar hasta que regresamos a ella recorrimos, según nuestra cuenta más de catorce mil cuatrocientas sesenta leguas y dimos la vuelta al mundo entero…” 


(Del diario de Antonio de Pigafetta)

  • Otro azulejo recuerda también que en la primavera de 1545 partía Francisco de Orellana de Sanlúcar de Barrameda para llegar de nuevo a la desembocadura del Amazonas y ascender río arriba para culminar su heroica aventura.




En la plaza del Cabildo, en el Bar Barbiana degustamos el tradicional langostino de Sanlúcar, las tortillitas de camarones, las papas aliñás con melva y las croquetas caseras acompañada de una copa de manzanilla (maridaje) o cerveza. 



En el "Bar Barbiana" le pregunté a un camarero el motivo por el cual se escribe “armarcén” en lugar de “almacén”, contestándome que en Sanlúcar de sustituye la “l” por la “r”. También se dice como localismo “la taberna der…”.

Después de recuperar energías con la rica gastronomía, nos dirigimos hacia el Estuario del Guadalquivir cuyas páginas de la historia nos refrescan la retina de nuestro recuerdo en nuestros tiempos de escolares:

…“El Guadalquivir nace en la Sierra de Cazorla”... pasa por Córdoba, Sevilla y desemboca en el Océano Atlántico, por Sanlúcar de Barrameda.




…Por el Estuario del antiguo Wad-al-Kabir remontaron a contracorriente en el año 844 en tiempos de Abderramán II los hombres del norte o normandos, denominados manchús por los andalusíes, con sus impresionantes bajeles remontando el río a contracorriente después de asolar el puerto de Cádiz hasta Coria del Río que la saquearon y llegaron a la antigua Isbiliyya, la cual quedó arrasada, refugiándose muchos vecinos en la vecina ciudad de Carmona. Un 11 de noviembre del año 844 tuvo lugar la batalla de Tablada en la que fueron diezmadas las fuerzas “vikingas” por las tropas del emir Abderramán II que mandó abundantes tropas desde la antigua Corduba. Gracias a esta amenaza el emir aumentó su flota de guerra construidas en las altarazanas (dar al-sina´a) construyéndose torres de vigilancia a lo largo de toda la costa.

Las torres almenaras de vigilancia se conectaban visualmente entre sí, formando un complejo sistema defensivo. Los torreros comunicaban la presencia de peligro a las otras torres y poblaciones mediante ahumadas de día y con fuego durante la noche. Este procedimiento típicamente musulmán ya existía en todo el litoral africano desde el siglo VIII. En una sola noche podría llegar un mensaje desde Alejandría a Ceuta.




Desde allí paseamos hasta las Covachas en la Cuesta de Belén, una antigua lonja de mercaderes de estilo gótico y declarada Monumento Histórico-Artístico desde año 1978, junto con el Palacio de los duques de Medina-Sidonia. Las Covachas son una galería porticada formada por diez arcos ojivales que recaen sobre pilares, sobre cada uno de los cuales hay una sierpe. Fueron construidas por Enrique Pérez de Guzmán -II duque de Medina-Sidonia-, a finales del siglo XV.


Escudo de los duques de Medina-Sidonia


Adosado a las Covachas se encuentra el Palacio Ducal de Medina Sidonia que parte de la construcción de la época almorávide en el siglo XI sucediéndose diferentes estilos hasta el siglo XIX. Destaca en la fachada principal la reja de estilo gótico florido y la galería porticada del jardín realizada por Pedro Libadotte en la segunda mitad del siglo XVI y el archivo de la Fundación Casa de Medina Sidonia.



Desde el barrio alto como epílogo a nuestra grata visita a Sanlúcar de Barrameda, transitamos de nuevo hacia un mar de viñas que comenzaba a impregnar nuestra retina como señal inequívoca de que estábamos abandonando la ciudad de la manzanilla en busca de la AP-4 que nos llevaría a nuestro punto de origen.


Desde Sanlúcar de Barrameda para el blog de mis culpas…























Enlaces interesantes

Visita al "Museo de la manzanilla-Barbadillo" en Sanlúcar de Barrameda

El Guadalquivir entre Cazorla y Sanlúcar de Barrameda

Cristóbal Colón, una figura enigmática

La primera vuelta al mundo «Primus circumdedisti me»

Guadalupe y el Descubrimiento de América [entre el choque cultural y la controversia]

viernes, 17 de abril de 2015

Visita al Museo de la Manzanilla-Barbadillo, en Sanlúcar de Barrameda


“La manzanilla no es un producto que surge inmediatamente; el proceso de su constitución es lento; exige varios años de crianza, de cuido, de ir pasando, en proporciones mínimas y frecuentes, de una solera a otra; requiere, en pocas palabras, del aire, de un leve e intermitente contacto con el exterior, y de eso que, en el argot vinatero, se titula peinar, que es como una caricia pasajera sobre el vino, como recogerlo y saltarlo y volverlo de nuevo, a suavizar con la jarra…”

Manuel Barbadillo, el vino de la alegría.1951

Breve introducción

La historia del vino ha estado ligada siempre a la historia de la Humanidad. No debemos de olvidar que el trigo (pan) y el olivo (aceite) junto a la vid (vino) sentaron desde tiempos ancestrales las bases de nuestra cultura, conocida actualmente como la trilogía mediterránea.

Aunque en el Medio Oriente ya se conocía la uva silvestre sobre el 8000 a C., la bodega más antigua conocida data del año 6000 a.C., situada en Armenia aunque se puede considerar a la antigua Mesopotamia, situada entre el río Eúfrates y el Tigris como la génesis del vino en el 4000 a.C.



La maduración de los vinos se hacía ya en el Antiguo Egipto. En la tumba de Tutankamón fueron encontradas cientos de inscripciones en ánforas de barro dedicadas al vino pero fue la civilización fenicia la que logró extenderse por toda la cuenca mediterránea gracias a la pericia de sus marineros difundiendo así la alimentación basada en el consumo de los cereales. 

Los fenicios que llegaron a nuestras costas en el siglo VIII a.C. eran conocedores de la elaboración de la cerveza y del vino procedente de Egipto, donde se consideraba tanto una bebida como un alimento nutritivo cuyas virtudes fueron legadas a griegos y romanos. Fueron estos últimos quienes aprendieron la técnica de conservar el vino en barriles de roble.

La Bética exportaba a Roma a través del Mare Nostrum productos de tradición milenaria como el vino, el aceite y el garum de Baelo Claudia que se almacenaban en ánforas fabricadas en los alfares de la Bética.

Por tanto, el vino forma parte por derecho propio de la cultura mediterránea, habiendo tenido siempre su lugar privilegiado en las celebraciones y desenfreno de los pueblos como lo demuestran los antiguos dioses paganos del vino, Dionisios (dios griego) y Baco (dios romano).


La etimología del término vino proviene del latín vinum que deriva a su vez del griego oinos. Los antiguos hebreos lo denominaban wainu.



Después de visitar el Museo del Jamón Ibérico, una almazara de aceite de oliva virgen extra, un horno de pan de pueblo, el proceso de elaboración de la cerveza o el atún rojo de almadraba, ha sido muy grato poder impregnarme de esa cultura ancestral del vino en el Museo de la Manzanilla, en Sanlúcar de Barrameda.




Al acercarnos a Sanlúcar de Barrameda, un mar de viñas inunda el horizonte bajo una climatología benigna, con más de tres mil horas de sol al año, suavizadas por la influencia de los vientos procedentes del Atlántico, los vientos de poniente, que junto con una ancestral tradición enológica permite la maduración de la uva Palomino, sin duda la madre de la D.O. Manzanilla de Sanlúcar como vino selecto y delicado.

En el Museo de la Manzanilla-Barbadillo- ubicado bajo las coordenadas GPS: 36º 46´ 35.91” N - 6º 20´ 59.30” O en Sanlúcar de Barrameda, nos ilustramos a través una visita didáctica e ilustrativa en la que la vid y el vino como referente de la trilogía mediterránea poseen su peso específico. Una situación privilegiada bajo un marco incomparable frente al Coto de Doñana y el Atlántico con la desembocadura del Guadalquivir como flujo y testigo del crisol de culturas en tiempos pretéritos.




En la planta baja pudimos observar una pequeña viña junto a las herramientas tradicionales de la época. Un tractor oruga de la primera serie en la década 1950-1960 que se utilizaban en los viñedos de Jerez y Sanlúcar de Barrameda ocupaba su lugar privilegiado. Muy cerca nos encontramos con una antigua y tradicional embotelladora. En las bodegas observamos su interesante nomenclatura como Bodegas Sevilla, Bodegas de las Mil Pesetas, de tipología mudéjar, etcétera. 

En la planta alta nos esperaban múltiples paneles informativos sobre la cultura del vino. Un lagar, el despacho de Barbadillo con su máquina de escribir antigua, aparatos de laboratorio, cajas de madera para almacenar las botellas y personajes de la literatura ensalzando las propiedades de la manzanilla Barbadillo que nace del alma y del corazón de la tierra.


…De forma artesanal, se pisa primeramente la uva que llega al lagar por dos asistentes ataviados con botas de pisa. Con esta operación se rompen los hollejos para que salga el mosto, al mismo tiempo que se provoca la siembra de levaduras existentes en la piel de la uva y una aireación del mismo. Después de esta primera fase la pasta de uva resultante se prensa, tal y como se hacía siglos atrás. La uva pisada se coloca en unos capachos de esparto, los cuales una vez llenos se van apilando unos sobre otros, colocándose encima del superior una madera gruesa en forma circular, que será el que transmita el peso o empuje de la viga a esta torre de uva pisada y esparto, lo que me recuerda el proceso de las antiguas prensas de viga y quintal en las tradicionales almazaras de aceite de oliva virgen.



La prensa es manejada por cuatro hombres, que lentamente pero sin pausa, la van haciendo girar, para que los pesados tablones de encina hagan que los racimos de uva lloren su preciado líquido. Cuando la uva llega a la planta de molturación, entra en los escurridores, donde se produce la decantación por gravedad de un primer mosto denominado mosto de yema utilizado para la obtención de vinos blancos y manzanillas. Los mostos obtenidos por prensado se destinan a la producción del resto de vinos del marco denominados olorosos.


En el ámbito de las Soleras y Criaderas, los paneles ilustrativos existentes en el Museo de la Manzanilla-Barbadillo- en Sanlúcar, se iban impregnando poco a poco en nuestra retina cuya cultura ancestral del vino ha legado como resultado de un magisterio a lo largo de decenas de lustros de cariño y constancia.

La retina del recuerdo del Museo de la Manzanilla nos recuerda que el sistema de criaderas se puso en marcha en Sanlúcar a finales del siglo XVII. Una vez prensado y fermentado el mosto se procedía al encabezamiento, añadiéndose alcohol vínico para obtener la graduación deseada. El producto resultante se llama sobretablas y es el primer paso para el sistema de criaderas y soleras. Con este sistema se consigue que el vino tenga unas características homogéneas.

1- Se extrae un máximo de 1/3 del volumen total de la bota de la "Solera Hilera" que reposa cerca del suelo, para su embotellado.

2- Este tercio extraído se rellena con la misma cantidad de vino procedente de la hilera anterior llamada primera criadera.

3- La primera criadera a su vez se rellena con vino de la segunda criadera, y así sucesivamente hasta la última criadera que se rellenará con sobretablas.


Es digno de destacar también el peso específico que tiene en el Museo de la Manzanilla-Barbadillo- la arquitectura de sus bodegas en la que existen varios tipos:

Bodegas Moriscas y las Mezquitas, las bodegas de la Edad Media y el Renacimiento, la de los Conventos, los palacios de los Mercaderes de Indias, las bodegas de lujo y las bodegas Catedrales, donde el vino duerme y las soleras descansan sin prisas. 



La mejor bodega la que no trabaja, la que se cierra, la que vemos totalmente orlada de telarañas venerables…”

Manuel Barbadillo, 1951

Lo mismo que las mezquitas andalusíes estaban orientadas al NE-SE, también la arquitectura de las bodegas estaban orientadas en dirección NO-SO, con lo que se consigue un doble objetivo: menos insolación durante el día, y que sobre sus fachadas golpeen los vientos húmedos del poniente.

La oscuridad favorece el trabajo de las levaduras de flor. Se consigue a base de ventanas reducidas, altas, apaisadas y sin cristales. La ausencia de luz evita el aumento de la temperatura. Con luz tenue y suave se consigue reducir la temperatura hasta 10 grados menos en los días de fuertes calores.

La altura procura una mayor cantidad de aire, condición biológica fundamental para el desarrollo de las levaduras de flor. Así mismo provoca la regulación de la temperatura interior de la bodega: a mayor volumen de aire a calentar, mayor resistencia al calentamiento. Y el silencio junto con el aislamiento del edificio influyen en la consecución del microclima que existe en las bodegas.


Son muy escasos en el mundo los vinos que gozan de crianza biológica. En la superficie de estos vinos aparece, de forma espontánea, una capa de levadura (microorganismos vivos) que recibe el nombre de velo en flor.

Las levaduras que componen el velo en flor realizan las siguientes funciones:

· Aíslan el vino del contacto con el aire.

· Consumen parte del etanol del vino.

· Aportan nutrientes.

La acción de las levaduras, que en el cado de la manzanilla permanece durante todo el año, confiere a estos vinos sus características de delicadeza, ligereza, suavidad y finura.


También aprendimos que en el marco de Jerez se cultivan tres tipos de uva: Palomino, Pedro Ximénez y Moscatel.

Pedro Ximénez: uva blanca, jugosa y dulce. Es una variedad de la vitis vinífera. De ella sale el vino del mismo nombre, sabroso y dulce. Se seca al sol antes de que envejezca. De tamaño mediano, forma elíptica corta y color amarillo dorado.

Moscatel: originaria de África, se desarrolla mejor cerca del mar. Se utiliza para la elaboración de vinos dulces con el mismo nombre. De tamaño muy grande, forma elíptica, larga, posee un gran contenido de azúcar.

Palomino: Es la reina de las uvas del marco de Jerez, capaz de generar vinos como la manzanilla. De tamaño grande, forma ligeramente aplastada por los bordes superior e inferior y color amarillo dorado. De hoja grande y pentágona, haz verde intenso y envés belloso. Por su antigüedad en el cultivo, se considera autóctona de la zona. Su limpidez de aromas, permite revelar una gama de matices secos, almendrados y salinos y en los olorosos una variedad de efluvios balsámicos y frutos secos.


La uva Palomino se recoge y transporta bajo el sol de la vendimia y es trasladada a los lagares dispuestos al efecto en el mismo viñedo. Pasarán ocho años hasta convertirse en nuestra inconfundible manzanilla de Sanlúcar “Solear” como resultado del tiempo y el cuidado.

También nos ilustramos un poco sobre lo importante que es el tipo de tierra de la que brotan las cepas en horizontes abiertos, suavemente ondulados, ideal para la producción de la uva Palomino: la tierra Albariza, una marga blanca, rica en carbonato cálcico, sílice y arcilla poseen una gran capacidad de absorción y retención del agua almacenando en las capas inferiores el agua de la lluvia del invierno y primavera, para que en los meses secos suministrarla dosificadamente a las cepas, lo que permite el perfecto cultivo en un clima de cambios bruscos, con veranos de temperaturas muy altas. La riqueza de los fondos marinos se impregna en la uva a través de la tierra albariza. Además de la Albariza, existen otros dos tipos de tierra en el marco de Jerez denominadas Barros de color pardo y Arenas, de color dorado.


El milagro que hace posible la manzanilla, no es otro que la situación geográfica de Sanlúcar, donde confluyen por un lado el océano Atlántico que baña sus costas por el sur, y el río Guadalquivir, por el oeste, en cuya orilla se extienden las marismas frente al Coto de Doñana.

Se produce una variedad de vinos que esconden colores y aromas distintos pero complementarios. Cada vino tiene su momento apropiado del día. Poder combinarlos es saber vivirlos. El producto final accede a un moderno tren de embotellado, con las más rigurosas medidas de seguridad e higiene. En el mismo lugar se realiza el llenado, taponamiento y etiquetado de las botellas, con su precinto de garantía. La misma cadena empaqueta las cajas y las agrupa en palets para su almacenamiento y posterior distribución.



Es significativo “la Conchinchina o palomar” situado en el lugar más lejano de las naves de crianza. El vinatero miraba al trasluz el estado, la limpidez del líquido que tenía el propósito de examinar. Dentro de la bodega, escogía para su inspección enológica una zona propicia de sombra, hacia cuyo final un tenue rayo de luz venía a quebrarse melancólicamente en el cristal translúcido de la copa.

Sumergido allí, en aquella especie de cámara oscura, escrutaba minuciosamente el vino que trataba de reconocer en la Conchinchina o palomar, el sitio más oscuro de la bodega un artefacto en forma de casetita de playa, con su tejadito a dos aguas y abertura en el lugar de la puerta, con una vela dentro para apreciar los aspectos visuales del vino que se criaban y ensoleraban en las bodegas. 

Antigua embotelladora


En el silencio de las bodegas, los caldos ya están listos, tras su larga espera. Habrá que despertarlos de su sueño para que sean embotellados y preparados para el consumidor. Antes del embotellado, los vinos se extraen de sus soleras y se almacenan en depósitos, con el objeto de homogeneizar las posibles diferencias que cada bota tiene. Desde los lugares de almacenamiento, el vino se filtra y se somete a un proceso de enfriamiento para estabilizarlos.

Los vinos de la provincia de Cádiz más afamados internacionalmente y de mayor producción y consumo han sido históricamente los de Jerez de la Frontera, El Puerto de Santa María y Sanlúcar de Barrameda.



Barbadillo cuya tradición se remonta a 1821 con más de 30.000 botas de crianza y 17 bodegas ocupa una superficie de más de 70.000 metros cuadrados, la mayor parte situadas en el "Barrio Alto" de Sanlúcar y rodeando el Castillo de Santiago, en una situación privilegiada.

En el entorno geográfico de Sanlúcar de Barrameda confluyen ambas denominaciones:

D.O. Jerez/Xérez/Sherry con los siguientes vinos: Fino, Amontillado, Oloroso, Palo cortado, Pedro Ximénez, Moscatel y Cream.

Y D.O. Manzanilla-Sanlúcar de Barrameda.

También nos ilustramos con las singularidades de la industria bodeguera en la cual predominaba el orgullo de familia que hacía que nadie quisiera admitir que alguno de sus vinos se había “desviado” a vinagre, denominado mediante el eufemismo “vino para guiso”. El vinagre de Jerez está elaborado de vinos procedentes de la uva del marco de jerez de una graduación alcohólica mínima de 9,5 grados. A través de un proceso químico envejecido en botas de roble durante un mínimo de seis meses, se obtiene un vinagre, de color caoba oscuro, olor denso, refinado y fino.


Y como un tesoro oculto escondido en las bodegas descansa un viejo vino. Desde su fundación, Barbadillo, recoge la tradición que desde el siglo XVI existe en la zona de vinificación de estos aguardientes hoy denominados Brandys. La destilación se realiza con los vinos sin sus lías, separando las cabezas y colas y escogiendo sólo la fracción central de los aguardientes, denominados tradicionalmente holandas, recordando su primer país de origen. Las botas empleadas para el envejecimiento del Brandy han de haber contenido durante al menos tres años Manzanilla, Oloroso, Amontillado, Pedro Ximénez, etc. Los distintos brandys son ricos en recuerdos del vino del que proceden.

Barbadillo, Brandy de Jerez Solera Gran Reserva acredita una vejez de más de veinte años en botas de manzanilla al estilo tradicional. Un brandy de intenso color ámbar-caoba con reflejos verdosos, con un aroma punzante de carácter balsámico con notas de roble y vainilla. Un clásico.



Al terminar nuestra grata visita en el Museo de la Manzanilla [Barbadillo], fuimos obsequiados con una copa de manzanilla “solear” que estimuló nuestro paladar para deleitarnos más tarde en la Plaza del Cabildo con la gastronomía de Sanlúcar de Barrameda degustando el tradicional langostino, las tortillitas de camarones, las papas aliñás con melva o las croquetas caseras que estimulan los sentidos de cualquier viajero a cualquier hora del día. Lo que se denomina el maridaje como el proceso de casar una buena manzanilla con las tradicionales tapas. Posteriormente visitamos la bella ciudad sanluqueña con el Castillo de Santiago o la Casa Ducal de Medina Sidonia en el Barrio Alto junto a la desembocadura del Guadalquivir, pero eso formará parte de otra historia.

Desde el Museo de la Manzanilla-Barbadillo- en Sanlúcar de Barrameda para el Blog de mis culpas...


¡Por la salud, el bienestar y el progreso de todos los pueblos del mundo!


Enlaces interesantes