domingo, 24 de abril de 2016

Una visita al Parque Natural de los Alcornocales (La Sauceda)


Muere lentamente quien no viaja, quien no lee, quien no escucha música, 
quien no haya encanto en sí mismo.
Pablo Neruda


Es cierto que el ser humano comienza a ser verdaderamente viejo cuando los recuerdos ocupan mayor espacio en su mente que las ilusiones. Nuestras “cavilaciones” nos permiten disfrutar y compartir nuevas sendas para conocer nuestra tierra cuyos efluvios y reminiscencias como legado rezumen historia por todos los poros de su patrimonio cultural y etnológico.

Con el permiso de la dichosa meteorología enarbolamos de nuevo nuestras frágiles naves -con “Green Tour Al Andalus”-, para colocar nuestro sextante en la antigua aldea de la Sauceda en el término de Cortés de la Frontera cuyos rincones cargados de historia nos proyectan bellas estampas de nidos de bandoleros como fenómeno social, desahuciados, lecho de republicanos y antiguos maquis que han formado parte por diversas circunstancias históricas de este bello paraje natural entre la utopía y el olvido.

Transitando hacia “La Sauceda” observamos como el olivo deja de ejercer su influencia para impregnarse nuestra retina entre bosques de árboles del género “quercus” como la encina (quercus ilex) denominado popularmente en nuestra tierra "chaparro", el alcornoque (quercus suber) o el quejigo o roble andaluz.




Una visita a la Sauceda tiene múltiples vertientes, al menos para el que escribe éstas humildes letrillas. En primer lugar, la Sauceda es un Lugar de la Memoria Histórica de Andalucía que acogió en su tierra fértil a hombres firmes y por derecho cuyo genocidio helaría el corazón de una de las dos Españas. 

En segundo lugar, el Parque Natural de los Alcornocales posee una elevada biodiversidad de la que fuimos testigos con la ayuda de nuestro botánico David Melero. Y por último, las interesantes explicaciones de José Ángel Vidal sobre el descorche de los alcornoques, magnífico ejemplo milenario del sistema de aprovechamiento agroforestal que viene desde tiempos ancestrales.


El Parque Natural de los Alcornocales se extiende a lo largo de 170 hectáreas. Está situado en la parte más meridional de Europa, al este de la provincia de Cádiz y oeste de la de Málaga -cerca del Mar Mediterráneo y pegado al Océano Atlántico-. Como su propio nombre indica el alcornoque como especie protagonista del paisaje tapizados con los sotobosques de helechos, ocupan grandes áreas de terreno formando los bosques mediterráneos más extensos de Europa.

Como preámbulo, nuestro botánico David nos ilustró sobre el ámbito geográfico que forma la Reserva de la Biosfera Intercontinental del Mediterráneo Andalucía (España)-Marruecos. Entre los Parques Naturales que se encuentran en ella destacan en la provincia de Cádiz la Sierra de Grazalema, el Parque Natural del Estrecho y los Alcornocales, la Playa de los Lances, las Dunas de Bolonia entre otros. En Málaga el Desfiladero de los Gaitanes, la Sierra de las Nieves junto a otras importantes reservas naturales incluyendo en Marruecos el Parque Nacional de la Mamora y Talasssemtane en el norte de Marruecos.


El Parque Natural de los Alcornocales está catalogado como una Zona de especial protección para las aves (ZEPA). Por tanto es un paraíso para la ornitología al ser un paso obligado para las aves que migran desde África en el momento idóneo. Existe una importante población de rapaces, encabezada por las águilas: culebrera, perdicera, imperial y real junto con el búho real, el halcón común, el alimoche, el azor, los gavilanes y una de las mayores concentraciones de buitres leonados. Las aves insectívoras están representadas por el pelirrojo, el herrerillo, el ruiseñor, el abejaruco, la golondrina y el vencejo.

Un magnífico entorno natural que no deja indiferente a nadie. Nuestra retina capta al instante una de las ultimas masas forestales donde los quejigos y alcornoques cubiertos de líquenes, musgos, helechos y algas como indicadores biológicos que actúan como referentes de la calidad del aire.


Los líquenes responden claramente ante la presencia de contaminación y ante los cambios del ambiente. Por tal motivo, los líquenes son utilizados como indicadores biológicos.


El Parque Natural de los Alcornocales es considerado la última selva europea cuya pluviosidad oscila entre 800 y 1.500 litros al año. Entre los diversos ecosistemas que nos podemos encontrar en el Parque Natural de los Alcornocales nos podemos encontrar:

  1. Los bosques de niebla durante 200 días al año.
  2. La Campiña. 
  3. La Laguna de la Janda.
  4. Los Acebuchales de Medina Sidonia y Casas Viejas.
  5. Los Alcornocales más grandes de Europa y únicos en el mundo. 
A medida que ascendemos los acebuchales predominan hasta los 500 m. de altitud (Medina y Casas Viejas). Una peculiaridad de los acebuches consiste en soportar tanto los encharcamientos como el agrietamiento de los suelos en verano. El acebuche como papel colonizador es fundamental. A partir de los 700 metros predominan los quejigos y alcornoques.

Una enfermedad que afecta a los alcornoques debido al cambio climático es la enfermedad de la seca.



El alcornoque destaca por sus beneficios ambientales. La conservación del alcornocal reduce el riesgo de incendios, al ser el alcornoque muy resistente al fuego gracias a la protección que le proporciona la capa de corcho que le rodea y su rápida capacidad de rebrotar.

Es alcornoque es un freno a la desertización gracias a su capacidad de retener el terreno en sus raíces al mismo tiempo que con sus copas frenen la intensidad de la lluvia, reduciendo la escorrentía del agua y evitando la erosión del terreno. En este sentido, el alcornocal, como otros bosques, tiene también un papel relevante en el ciclo del agua ya que la materia orgánica del suelo frena el agua de la lluvia, mitiga su efecto erosivo y absorbe el agua, lo que constituye un factor favorable a la alimentación de los acuíferos.

Los roquedales y alcornoques demuestran un magnífico ejemplo milenario como sistema de aprovechamiento agroforestal que viene desde tiempos remotos con la extracción del corcho, la explotación de la madera y el carboneo que suministraba el carbón necesario a las poblaciones para calentarse en los fríos inviernos y como fuente de calor en los antiguos hornillos de cocina, contribuyendo a mantener la buena salud de los montes eliminando los árboles viejos y enfermos junto con el ganado cabrío que limpiaba la maleza de los bosques sin olvidar las tagarninas, los espárragos y caracoles que tanto han contribuido a las frágiles y humildes economías de los hogares andaluces.




La leña de alcornoque, acebuche y quejigo se utilizaban para elaborar el carbón vegetal. El lentisco era destinado para la elaboración del cisco picón de monte, necesario para la calefacción. Los hornos de carbón vegetal reciben la denominación local de “Boliche”.

Desde tiempos muy pretéritos se ha producido una intensa explotación de los bosques con fines navales. La madera del quejigo siempre ha sido la más demandada para la flota naval española. También desde tiempos muy antiguos han existido actividades ligadas a los recursos naturales como la industria molinera, la extracción de miel, la recogida de hongos y setas, la explotación de la madera y el carboneo para los hogares.

Pero será la industrialización la que caracteriza de un lado, la intensificación de madera y carbón hasta no hace muchos lustros gracias a la aparición del gas butano y de otra, una reorientación hacia la producción de corcho, la caza y el turismo sostenible. La madera sería muy utilizada para las traviesas del ferrocarril.

Es posible que el déficit de comunicaciones hasta épocas recientes en la Sierra del Aljibe y el Campo de Gibraltar hayan contribuido a mantener éste magnífico Parque Natural. 

La orografía de La Sauceda está llena de contrastes. En la umbría de los valles brillan las aguas cristalinas de los arroyos con bosques en galería donde los helechos en peligro de extinción tienen en este hábitat sus últimos refugios junto a las orillas de las charcas y tronco de los árboles, los bosques de niebla y los canutos forman un microclima lo largo de los ríos Guadiaro y Hozgarganta destacando los bosques de ribera. Los bosques de niebla nos introducen en un mundo perdido con una vegetación rara donde persisten los quejigos morunos colonizados por helechos, musgos y plantas trepadoras.


Los canutos de la Sierra del Aljibe y del Campo de Gibraltar son cauces de arroyos muy encauzados a través de la abundante masa vegetal existente en los valles de media y alta montaña. Los canutos y los bosques de ribera son únicos en Europa. Un microclima que bebe de la humedad y de la umbría.


Una vegetación que perdura desde hace millones de años entre arroyos de montaña, sombras y humedad permanentes. Entre la flora de los canutos brilla con luz propia el “ojaranzo” o rododendro cuya floración se produce entre los meses de abril y mayo mezclándose con majuelos, adelfillas, bruscos, robledillas, acebos, robles, creando una extraña espesura. 

El Parque Natural de los Alcornocales disfruta de una situación estratégica, entre la desembocadura del río Guadalmesí hasta la sierra del Aljibe, con 1091 metros como cima más destacada. La proximidad de la angostura del Estrecho de Gibraltar y las primeras estribaciones del continente africano en el Rif y las cumbres montañosas de Algeciras, le confieren características climáticas únicas expuestos a la fuerte influencia de los fuertes vientos del levante y del poniente. La frecuencia y persistencia de estas nieblas del Estrecho de Gibraltar permiten el desarrollo de una vegetación singular y un cobijo seguro a la fauna.

José Ángel Vidal realizando fotografías del Parque de los Alcornocales

En las zonas más azotadas por el viento abundan la jara, estepa y los brezos, junto a una espesura de ojaranzos. Más abajo se desarrollan los majuelos y quejigales formando un bosque entre robledales y arroyos, en los que crecen helechos y pastizales.

Los bosques de alcornoques y el quejigo predominan en la zona de mayor umbría a partir de los 700 metros. El alcornocal es una formación boscosa única en el mundo y exclusiva del mediterráneo occidental. Su característica más singular radica en la producción de una corteza de corcho inconfundible, que protege al alcornoque y a su tronco de los cambios climáticos, del fuego y de las plagas. El corcho es ignífugo, aislante, impermeable, elástico, estable y flotable por su baja densidad. El modelo adecuado para extraer el corcho está vinculado a la parada vegetativa del alcornoque en verano. El fenómeno de la seca y la desproporción entre alcornoques viejos y jóvenes también se manifiesta por un decaimiento general de las masas de alcornoques.

Los quejigales morunos son los robles caducos más meridionales de la Península con un alto valor ecológico y paisajístico en las umbrías y zonas más húmedas de las sierras. En los suelos del quejigal, abunda la materia orgánica y el humus, gracias a la alta humedad y a una moderada temperatura, propia de valles y laderas umbrías.



En el Parque Natural de los Alcornocales se pueden observar ejemplares de record. El acebuche tiene un diámetro de copa de 16 metros y el perímetro del tronco de 6,1 m. El quejigo tiene un diámetro de copa de 23 metros con un perímetro de tronco de 4,2 metros y el alcornoque con un diámetro de copa de 19,5 m. y un perímetro de tronco de 4,0 m. 

También nos ilustramos con las diferencias entre vereda, cordel, colada y cañada real. La vereda tiene 20,89 metros. El cordel 37,61 metros, la colada tiene 52 metros y la Cañada Real tiene 75,22 metros. Antiguamente se utilizaba la vara como sistema de medición.




...Cualquier ruta de senderismo que pretendamos realizar debemos realizarla con una vestimenta cómoda, calzado adecuado y alguna que otra cantimplora de agua potable. Comienza entre los bosque de quejigos, alcornoques -varias veces centenarios-, cubiertos de líquenes, musgos y helechos que discurren por el arroyo de Pasallana hasta llegar a la Sauceda donde se erige la vieja ermita con su vieja espadaña cuyas campanas doblaron a muerte y tragedia en 1936.

Pasado el horno de pan construido en piedra en el centro de la explanada, nos encontramos con dos senderos. El de la izquierda nos lleva al Pico del Aljibe y el de la izquierda a la Laguna del Moral. 

Entre caminos de sombras producidas por la inmensa arboleda de quejigos nos acompaña continuamente el rumor del agua que desciende entre cascadas torrenteras. Los brillantes helechos junto con los tradicionales bosques de ribera y canutos hacen de este paraje natural un paraíso perdido digno de explorar .


A medida que ganamos altura, las vistas nos invitan a estimular nuestra retina con una inmensa panorámica que nos recuerda que tal vez estemos en épocas pretéritas. Tras pasar el enésimo arroyo de aguas transparentes se erige la antigua ermita de la Sauceda -cuya espadaña parece desafiar el ingrato olvido-, con una penetrante carga emotiva impregnada de ese dolor lacerante del que brotan sentimientos que permanecen vivos en la retina de la historia mezclada con efluvios de utopía.

Las viviendas que lo componen llegaron en algunos momentos a acoger a más de un millar de habitantes cuyas casas se encuentran dispersas por el territorio asociadas a dos grupos principales: uno alrededor de la Ermita y otro en las cercanías de la Laguna del Moral.


Las viviendas eran construidas con los recursos de su entorno como la piedra arenisca, barro, madera, brezo, corcho y cal. Anexo al núcleo familiar se encontraba el chozo que hacía las veces de cocina, el horno del pan, los cercados y zahúrdas para el ganado, los molinos harineros, el cementerio o la ermita escuela.

Destacan en la actualidad unas cabañas de piedra y techos de pajas integradas perfectamente en el entorno natural con un antiguo horno de pan, mesas exteriores de madera y chimenea en el interior permiten pernoctar y aislarse en perfecta armonía con la naturaleza.


Desde la ermita de la Sauceda hasta la Laguna del Moral nos vimos sorprendidos varias veces por las inclemencias meteorológicas que nos obligaron a refugiarnos bajo las copas de los centenarios quejigos entre la espesura del sotobosque. La Laguna del Moral se nutre por las abundantes precipitaciones de la zona y se encuentra situada sobre un terreno compuesto de areniscas, un tipo de rocas generalmente permeables al agua. El regreso a la Ermita de la Sauceda estuvo acompañado del que nos fue imposible escapar. A lo largo de la ruta nos encontramos abundantes majadas y cabañas de piedra de antiguos pastores como vestigio de la presencia humana.


David Melero explicando "in situ" las características de las plantas

Al estar prohibida la circulación de vehículos en el Parque Natural, un todoterreno del parque transportó toda nuestra "vitualla" cerca de la ermita de la Sauceda. José Ángel y su equipo cocinaron en la barbacoa para que recuperásemos las energías diluidas a través de los senderos, con un almuerzo tradicional donde el pan de pueblo, el vino de la tierra y la carne a la brasa ocuparon un espacio privilegiado junto a las cabañas mientras una llovizna tras otra nos acompañaba a intervalos, recordándonos que la primavera estaba en plena efervescencia.


Después de un merecido descanso nos dirigimos por un sendero que conduce al Pico del Aljibe en busca del arroyo Pasadallana. Pudimos observar entre suelos tapizados de helechos comunes (Pteridium aquilinum) el arroyo Pasadallana donde destaca una planta única en su género, el ojaranzo (Rododendrom ponticum baeticum), «ῥόδον», rosa y «δένδρον», árbol, conocido por las gentes del lugar como “revientamulas” al tener contener sus hojas un alcaloide venenoso para el ganado.



Ojaranzo (Rododendrom ponticum subsp. baeticum)
Foto: David Melero López

Aunque se encuentra en los tradicionales canutos que forman los arroyos, no pudimos verla en floración, pidiéndole a nuestro botánico David Melero que nos pasara alguna para compartir en el blog de mis culpas. Más tarde, atravesamos un bello puente de madera que atravesaba el arroyo Pasadallana con sus cascadas entre bonitas cabañas de piedra donde el humo de las chimeneas otorgaba un ambiente acogedor al entorno.


Durante el recorrido de vuelta nos encontramos varias piedras de antiguos molinos como testigos de la presencia humana. Un nuevo puente nos regalaba una bella panorámica entre angostos valles que forman los canutos, arroyos de montaña con las piedras cubiertas de musgos y líquenes que quedaran grabados para siempre en la retina de nuestro recuerdo...

Si el "paraíso terrenal" existiera, tal vez sería muy parecido al Valle de la Sauceda. Desde la Sauceda para el blog de mis culpas...

lunes, 18 de abril de 2016

El Valle de la Sauceda, lugar de la Memoria Histórica

Antigua ermita de la Sauceda a 36º 31´24.75" N  5º 35´28.02 O según Google Earth

“Que los árboles de la Sauceda no nos impidan ver el bosque”.


Cercano el 80º aniversario del comienzo de la Guerra Civil española (1936-1939) y como complemento de nuestra visita realizada al Puerto de las Cruces de Morón como “Lugar de la Memoria Histórica” -donde los viejos del lugar citan un gran algarrobo como testigo del cruel destino de muchas personas inocentes, a la que le fueron taladas sus vidas en aquel trágico verano de 1936-, enarbolamos de nuevo nuestras naves para poner viento en popa hacia el antiguo poblado de “la Sauceda” en el Parque Natural de los Alcornocales.

Desde Morón, tierra de la Cal, del Flamenco y de nuestra propia esperanza, transitamos hacia Alcalá de los Gazules por la A-371 para ascender por el Puerto de Galis al Valle de la Sauceda (A-375) donde un panel ilustrativo de la Junta de Andalucía nos lo recuerda como “Lugar de la Memoria Histórica de Andalucía”.



Muy cerca de las faldas de la Sierra del Aljibe se encuentra el cortijo “El Marrufo” donde se han hallado una de las fosas comunes más grandes existentes en España. Los vecinos del lugar conocen esa zona como "la majá (majada) de los muertos". 

A comienzos de la Guerra Civil fueron taladas las vidas, sueños e ilusiones de centenares de campesinos. La desaparición indiscriminada del poblado “La Sauceda” dejó sin hilo de transmisión a las generaciones futuras formando parte de los crímenes de “Lesa Humanidad”.

Una fatídica fecha donde los antígenos de la “sinrazón”, el odio y la venganza crearon el caldo de cultivo ideal para que los instintos más primitivos y deplorables del ser humano crecieran exponencialmente para convertirse en una verdadera ignominia “in nomen -sin nombre-“.

La violencia y el terror emplearon el aceite de ricino, el tiro en la nuca y las paladas de cal viva a deshoras de la noche porque carecieron de la tolerancia necesaria para aceptar los resultados de las urnas expresando su gozo sin reparos cuando observaron que peligraba su posición social o estaban temerosos del anticlericalismo.

La memoria colectiva grabada en la retina de los pueblos debiera hacer reflexionar a las generaciones venideras en el 80º aniversario del comienzo de la Guerra Civil, de lo que no debiera volver a repetirse jamás.



El Valle de la Sauceda -como tantos otros lugares de la Memoria Histórica-, están impregnados de ese dolor lacerante del que brotan sentimientos que permanecen vivos en la retina de la historia mezclada con efluvios de utopía.

La población de La Sauceda es todavía un magnífico ejemplo del milenario sistema de aprovechamiento agroforestal de los primeros pobladores de estas tierras. Las viviendas que lo componen llegaron en algunos momentos a acoger a más de un millar de habitantes cuyas casas se encuentran dispersas por el territorio asociadas a dos grupos principales: uno alrededor de la Ermita y otro en las cercanías de la Laguna del Moral.



La base del sistema es la vivienda como núcleo familiar, de planta cuadrangular y edificada con los recursos del entorno, piedra arenisca, barro, madera, brezo, corcho y cal. Anexos a este edificio estaban el chozo (que hacia las veces de cocina), el horno de pan, los cercados y zahúrdas para el ganado, los molinos harineros, el cementerio, la ermita escuela y la casa del Alcalde. La historia de la Sauceda termina con el bombardeo y la toma del poblado a principios de noviembre de 1936 y su posterior abandono.

…Haciendo una breve historia, el topónimo “Sauceda” alude a la condición de los desahuciados que se fueron refugiando en su hábitat desde comienzos del siglo XVI -donde “sauciaban” sus esperanzas, de ahí su nomenclatura-.

En tiempos muy pretéritos “La Sauceda” llegaría a formar parte de la frontera entre el reino nazarí de Granada y la Corona de Castilla. La literatura popular menciona a “La Sauceda” como refugio de los moriscos cuando fueron expulsados de la antigua Granada a partir del 9 de abril de 1609 tras la Rebelión de las Alpujarras ocurrida entre 1568 a 1571. 

Don Miguel de Cervantes en 1613 menciona la Sauceda “Coloquio de los Perros” en el diálogo entre Berganza y Cipión:

“Déjoslos encerrados, y volvió a coger los trofeos de la batalla, que si, mal no me acuerdo, lo era entonces el licenciado Juan Sarmiento de Valladares, famoso por la destrucción de la Sauceda…”.

En 1618 el escritor rondeño Vicente Espinel en su “Vida del escudero Marcos de Obregón” define este paraje natural:

“Fuíme a La Sauceda donde hay lugares y soledades tan remotas, que puede un hombre vivir muchos años sin ser visto ni encontrado si él no quiere”.

 El sotobosque está repleto de helechos comunes (Pteridium aquilinum)

Al ser un paraje escondido, La Sauceda fue refugio en el siglo XVI de la partida de Pedro Machuca, con trescientos hombres, la primera que ha dejado registro documental. La Sauceda llegó a ser un importante refugio de bandoleros y excluidos que por circunstancias históricas se vieron obligados “a echarse al monte” en un contexto de la España rural de una época que actuaba como verdadero caldo de cultivo, donde los antígenos de la miseria y el hambre por un lado y el caciquismo por otro serán el anverso y reverso de la sociedad española del siglo XIX y comienzos del XX.

Pero sobre todo, la Sauceda será trágicamente conocida como el último refugio republicano de la provincia de Cádiz que se mantuvo fiel a la II República. Allí se ocultaron a muchas personas que huían hacia Málaga republicana para evitar ser apresados y ejecutados.

La Legión Cóndor formada por voluntarios de la Lufwaffe como apoyo decidido de Hítler al ejército de Franco llegó al puerto de Cádiz el 6 de octubre de 1936. A los pocos días los sediciosos fascistas por tierra y la aviación nazi provocaron un auténtico genocidio que borraron del mapa a todo un pueblo para siempre “La Sauceda” y que la memoria aunque efímera intenta recuperar. La enorme ofensiva nacionalista provocará crímenes catalogados de “Lesa Humanidad” contra cientos de campesinos indefensos que tan sólo pretendían defender su vida y la de su familia. 

La represión generalizada ya estaba prevista en los planes de los conspiradores coincidiendo que la mayoría de los altos mandos nacionalistas aplicaban criterios adquiridos en la guerra colonial. Los dramáticos resultados sólo serían cuestión de tiempo.

La mentalidad fascista de la época se puede resumir en el discurso de Mola el 19 de julio de 1936:

“Hay que sembrar el terror…hay que dejar la sensación de dominio eliminando sin escrúpulos ni vacilación a todos los que no piensen como nosotros”.

O el discurso radiofónico que pronunciara Gonzalo Queipo de Llano el 23 de julio de 1936 como preámbulo de la trágica Guerra Civil española:

“Estamos decididos a aplicar la ley con firmeza inexorable: ¡Morón, Utrera, Puente Genil, Castro del Río, id preparando sepulturas¡ Nuestros valientes legionarios y Regulares han enseñado a los cobardes de los rojos lo que significa ser hombre. Y, de paso, también a las mujeres. Después de todo, estas comunistas y anarquistas se lo merecen, ¿no han estado jugando al amor libre? Ahora por lo menos sabrán lo que son hombres de verdad y no milicianos maricas. No se van a librar por mucho que forcejeen y pataleen (...)

Ya conocerán mi sistema: Por cada uno de orden que caiga, yo mataré a diez extremistas por lo menos, y a los dirigentes que huyan, no crean que se librarán con ello: les sacaré de debajo de la tierra si hace falta, y si están muertos los volveré a matar”…

El Marrufo. Foto: http://www.entornoajerez.com
Los bandos de guerra de Queipo de Llano autorizaban a los comandantes militares la eliminación física de aquéllas personas que se opusieran al golpe de Estado que acababa de producirse el 18 de julio de 1936 en la Península

Como consecuencia de tanta “sinrazón”, comenzaba la jauría contra decenas de miles de hombres y mujeres inocentes humillados, detenidos, torturados y desaparecidos por las fauces del odio. 

El epílogo de la Guerra Civil coincidió con los últimos días del poeta universal don Antonio Machado simbolizando la derrota de la II República que buscaba dentro de las difíciles circunstancias de hambre y miseria heredadas desde tiempos ancestrales la justicia social, el progreso y la igualdad pero se topó de lleno con la clase reaccionaria que desde siempre ha atrasado el reloj de nuestra historia.

La Iglesia no le perdonó nunca a la República haber roto el monopolio de la educación y la jerarquía eclesiástica se alineó con la derecha, con los poderosos y con la dictadura. La cuestión religiosa ofreció una buena excusa para elevar la temperatura del conflicto. La derecha de la época odiaba a la República por ser democrática y sin embargo, no le preocupaba lo más mínimo ni el paro endémico, ni la desesperanza de las clases populares, ni el hambre, ni los niños que desfallecían en las escuelas por falta de alimento, ni las familias con raquitismo y tuberculosis, ni los campesinos hambrientos que mendigaban en Salamanca, Badajoz y Andalucía, en la España rural de 1936 con grandes tasas de analfabetismo. 

La derecha contaba con un ejército ultraconservador que junto con los terratenientes y capitalistas no desaprovecharon la gran oportunidad de poner en marcha el ansiado golpe de estado cuando se produjeron los asesinatos del teniente José Castillo el 12 de julio de 1936 y de José Calvo Sotelo al día siguiente en respuesta al anterior. El asesinato de Calvo Sotelo se utilizó más adelante para justificar la sublevación pero los planes estaban ya en marcha.

Las democracias occidentales no tuvieron la altura de miras necesarias al actuar con pasividad como el caso de Francia e Inglaterra. No se dieron cuenta de que en España se jugaba el futuro de las democracias europeas ante el empuje agresivo del nazismo y el fascismo. Fueron muy cobardes al claudicar ante el recelo de la posible expansión del bolchevismo. El Acuerdo de Munich de 1938 entre los jefes de gobierno de Alemania, Italia, Francia e Inglaterra relegó a un segundo plano el asunto español. Se dieron cuenta demasiado tarde de que la Guerra Civil española resultaría el detonante y primer acto de lo que ellos sufrirían después en sus carnes con el nazismo en la II Guerra Mundial. 

La historia la podrán escribir siempre los vencedores con su corifeo de panegiristas correspondiente hasta que la memoria colectiva que permanece intacta en la retina del pueblo la vuelva a reintegrar con la dignidad necesaria en su lugar. 

"Los crímenes de guerra que se cometieron por el bando que “venció pero no convenció” porque tenían la fuerza bruta -como dijo el sumo pontífice de la Generación del 98, don Miguel de Unamuno, el 12 de octubre de 1936 en el paraninfo de la Universidad de Salamanca-, fueron celosamente ocultados para que la historia no pudiese contarlo". 

Hasta tal punto invirtieron las tropas nacionalistas en terror que el 19 de agosto de 1936 asesinaron al poeta español más célebre del siglo XX, Federico García Lorca llevado a cabo por quienes había denominado tiempo atrás “la peor burguesía de España”. Y ello en Granada, “su Granada”, como dijo Antonio Machado en su elegía.

La Memoria Histórica en toda la geografía española intenta recuperar desde la fuerza que otorga la razón, la memoria de tantas y tantas vidas segadas en las cunetas y fosas comunes. La dignidad de las víctimas junto con el dolor de sus familiares exige la obligación moral de no olvidar y el derecho de una reparación moral. 

Tal vez sea cierto que los españoles "padezcamos" amnesia y seamos reacios para afrontar nuestra propia "Memoria Histórica" a menudo ignorada, desconocida y no pocas veces tergiversada, incluso por algunos “historiadores” que colocan su ideología por encima del rigor histórico. Una enorme capacidad para el olvido nos impide ser capaces de afrontar con altura de miras nuestro pasado reciente. La Guerra Civil española con su Memoria Histórica es indispensable para comprender nuestra Historia Contemporánea.

En la actualidad, la memoria de las víctimas merece que al menos, los hijos de sus hijos conozcan la verdad para poder “cerrar al fin su duelo”. Las nuevas generaciones tienen derecho a que los posos de aquellas miserias de injusticias garanticen la cordura y la concordia entre todos los españoles de hoy, pasados 80 años de aquel terrible episodio.

La sociedad tiene el deber y el derecho de conocer la verdad y el Estado de Derecho la obligación de reparar moralmente el injustificable daño causado a miles y miles de inocentes. 

La Sauceda se ha convertido por derecho propio en Lugar de la Memoria Histórica. No es cierto que la Ley de la Memoria Histórica abra de nuevo las heridas. Lo que realmente pretende es cerrarlas definitivamente con la máxima dignidad.

La fachada de su vieja ermita fechada en 1923 convertida en un auténtico vestigio -con artrosis degenerativa en sus anquilosados sillares-, aún permanece erguida como fiel testigo de la sangre inocente vertida en sus entrañas.

Se me viene a la memoria unos bellos versos del amigo Pepe Castro como homenaje a las víctimas…

Tierra fértil que acogiste

osamentas de hombres

firmes y por derecho.

¡Qué suerte tuviste de

cobijarlos en tu lecho!.

¡Con cal viva los enterraron

Los enemigos del pueblo!.


Desde el Pico del Aljibe si nos lo permite un dicho existente en Tarifa “la madre que parió el viento de levante y del poniente”, se puede observar una hermosa panorámica entre el verde de los alcornocales vestidos de abundantes musgos y líquenes con el blanco desparramado de sus pueblos blancos   como Medina Sidonia, Alcalá de los Gazules, Arcos de la Frontera, Algar o Benalup-Casas Viejas.


De nuevo la retina de la historia nos proyecta aquel libro ya descatalogado “Viaje a la aldea del crimen” publicado en 1934 donde Ramón J. Sender narra los acontecimientos que tuvieron lugar en Casas Viejas entre el 10 y el 12 de enero de 1933 constituyendo uno de los hechos más trágicos de la II República, abriendo una enorme crisis política que le costará el gobierno a Manuel Azaña.

La masacre de Casas Vieja fue el grito jornalero que provocó un dolor lacerante al sur del sur, por culpa de la ancestral miseria resignada y por el hambre de las familias en el campo andaluz. Desde la Reconquista, un altísimo porcentaje de su territorio lo constituye “el latifundismo” en manos de unos señores agrarios que han sido denominados por la literatura popular “terratenientes, señoritos cortijeros o caciques” que han impedido la Revolución Industrial y el progreso. En un río revuelto de miseria resignada, podrían disponer de una mano de obra hambrienta, sumisa y barata.

Los sucesos de Casas Viejas se convirtieron en una auténtica “razzia”. Una tierra esclava que quería ser libre como decía Ramón J. Sénder, conmocionó a la opinión pública de la época. El cruel resultado de la sinrazón de Casas Viejas se tradujo en 21 muertos entre calcinados, ametrallados y fusilados…

En julio de 2016 se cumple el 80º aniversario del comienzo de la Guerra Civil española cuya “sinrazón” se proyecta todavía hasta nuestros días como substrato de ciertas posiciones ideológicas. Una fecha que tal vez, pase desapercibida para las nuevas generaciones pero cuyo dolor lacerante polariza aún sentimientos debido a que sus heridas no han cicatrizado correctamente ni han sido tratadas con el rigor histórico necesario.

Desde la Sauceda, antiguo nido de bandoleros, lecho de republicanos, fuente de maquis y lugar de la Memoria Histórica por su dimensión social y trascendencia histórica, para el blog de mis culpas...




Enlaces interesantes


jueves, 14 de abril de 2016

El Puerto de las Cruces


Sierra de Morón a mediados de los años 40. Foto: Gómez Teruel


"La Guerra Civil española no es solo una página capital de la historia moderna sino una de las claves históricas del presente y del futuro de España. La actual democracia le debe mucho al dolor de esas heridas".

Rafael Alberti

En julio de 2016 se cumplirá el 80º aniversario del comienzo de la Guerra Civil española. Una triste efemérides cuya “sinrazón” se proyecta todavía hasta nuestros días como substrato de ciertas posiciones ideológicas. Una fecha que tal vez, pase desapercibida para las nuevas generaciones pero cuyo dolor lacerante polariza aún sentimientos debido a que sus heridas no han cicatrizado correctamente ni han sido tratadas con el rigor histórico necesario.

El Puerto de las Cruces de Morón se ha convertido por derecho propio en Lugar de la Memoria Histórica que pretende contribuir a cerrar definitivamente las heridas con la máxima dignidad para las víctimas y una reparación moral de aquéllas personas inocentes que cayeron en el más absoluto de los olvidos y que fueron perseguidos, represaliados, exiliados o asesinados. Eran gentes sencillas y humildes que permanecen en la retina colectiva de los pueblos.

Un trabajo realizado por el investigador local Miguel Guardado Rodríguez sobre el Puerto de las Cruces de Morón para que sea designado por la Junta de Andalucía como “Lugar de la Memoria Histórica de Andalucía” y que doy a conocer con el permiso de su autor.

Para preservarlos del olvido y evitar tesis negacionistas, el Estado tiene la obligación de señalar y conservar los espacios o lugares de la memoria de la represión franquista, ejerciendo así el “deber de recordar” de cara a las futuras generaciones, para que les sirva de ejemplo de lo que no debe ocurrir jamás. Con este propósito, el Excmo. Ayuntamiento de Morón de la Frontera aprobó en Pleno de fecha 18 de julio de 2013 una moción del grupo municipal AMAMorón, que recogía la petición cursada por trece asociaciones vecinales, culturales y sindicales de solicitar a la Junta de Andalucía la designación como Lugar de la Memoria de Andalucía del espacio conocido como el Puerto de las Cruces, así como su inclusión en el Catálogo de Lugares de Memoria Histórica de Andalucía, todo ello al amparo del Decreto 264/2011, de 2 de agosto.



Ubicación del lugar

Se conoce como Puerto de las Cruces el paraje situado al pie de la Sierra de Esparteros, en su extremo occidental. Esta sierra es fácilmente reconocible desde cualquier punto del sur de la Campiña sevillana por la descomunal cantera que la está destruyendo. El lugar está delimitado por la carretera A-361, en el tramo que une Morón de la Frontera y Montellano, a 7 kilómetros de la primera ciudad y en su término municipal, ubicado en el polígono 66, parcela 1, dentro de la Parcela Catastral 41065A06600001, de titularidad privada. Cartográficamente le corresponden las coordenadas X: 276508; Y: 4106640.


Información histórica de los hechos

En los últimos días del mes de julio de 1936, después de la ocupación de Morón de la Frontera y los pueblos de los alrededores, las fuerzas rebeldes procedieron al nombramiento de los comandantes militares, normalmente oficiales o suboficiales de la Guardia Civil, que obrarían para aplicar en cada lugar las directrices que emanaban desde la división militar que mandaba Queipo de Llano. La principal de ellas era el llamado Bando de Guerra, que autorizaba a los comandantes militares a la eliminación física de aquellas personas que se opusieran al golpe de Estado que acababa de producirse. La jauría falangista, junto a la Guardia Civil y las milicias cívicas, se lanzaron a practicar registros en busca de las personas que hubieran mostrado sus simpatías hacia el Frente Popular o los sindicatos obreros. Muchas de estas personas serían detenidas y, más tarde, fusiladas. Por tratarse de ejecuciones extrajudiciales no se abrieron causas contra los detenidos, por lo que resulta imposible documentar debidamente estos asesinatos. Solo las consultas de los archivos de la Guardia Civil o de Falange Española permitirían localizar documentos ad hoc, pero la ocultación o eliminación de dichos archivos hace irrealizable esta cuestión. Tampoco se inscribieron en el Registro Civil las defunciones de los desaparecidos en las fechas próximas a su muerte, aunque en algunos casos, mucho tiempo después, sus familiares se interesaron para que el juzgado correspondiente anotara su desaparición y poder resolver de este modo asuntos administrativos. Es así como hemos podido conocer “oficialmente” algunos de los nombres de estas personas y las circunstancias de su muerte. Esta fuente y los testimonios orales serán la base que permitan elaborar este informe.

Los detenidos en aquellas fechas fueron recluidos en el cuartel de Falange, donde se les tomaba declaración, quedando a disposición del comandante militar. Si la decisión de este era absolutoria, se les ponía en libertad, después de raparlos y darles de beber aceite de ricino. Si, por el contrario, era condenatoria, eran sacados de madrugada y llevados al lugar designado para su fusilamiento. Son varios los testimonios que así lo dicen: 

¿Morón? Ya una irrealidad, una luz difusa, voces tenues de los niños “campanilleros”, chivatazos en contra de la exaltación quebrada, del chafarrinón y el fusilazo del cementerio, de las tapias de la Cruz Verde, del Puerto de las Cruces…1

1 Teresa de Castro Pineda. Sevilla, 2002


En aquellas fechas había tanto odio y rencor en el ambiente que se vivía con mucho miedo. Había listas en las cuales figuraban los nombres de personas, que los mandaban a llamar y ellos inocentemente se entregaban y en Falange se encargaban de hacer todo lo demás. Existían dos camiones de limpieza pública, que a la vez servían para transportar a las personas que figuraban en las listas. Cuando a estos hombres sencillos, campesinos y obreros artesanos, que la mayoría no entendía de nada, les decían que ellos habían huido por algo, entonces el servicio de los confidentes, que estaba muy bien pagado, actuaba. Se apoderaban de un número de personas, por rencillas antiguas, por odio, y las conducían a las afueras del pueblo para llevarlas a un lugar conocido por el Puerto de las Cruces, donde se daba lugar a la masacre, siendo fusilados cerca de la misma carretera. Una vez cumplido con el trabajo encomendado, los cargaban, ya cadáveres, en el mismo camión y los trasladaban al cementerio para darles inhumana sepultura.2

2 Testimonio de Francisco Cuevas Bermúdez, en el Blog de Antonio Cuevas

Entonces nadie estaba seguro. Se presentaban en casa de los que habían pertenecido a los sindicatos, aunque no tuvieran relevancia alguna, y se los llevaban. Los encerraban en el cuartel de Falange y de allí a la muerte. Los fusilaban en las tapias del cementerio, en el Puerto de las Cruces, en la Alameda…3

3 Testimonio de Joaquín Jiménez Jiménez. Morón, 2007

La población estaba atemorizada, sin saber qué les podría pasar. Escuchaban “a fulanito se lo han llevado”, y pensaban que también le podría pasar a cualquiera. A los detenidos se los llevaban al Instituto de Enseñanza, que lo habían convertido en el cuartel de Falange, y de allí salían de madrugada al Puerto de las Cruces, a la fábrica de ladrillos, al cementerio, la Atalaya, la trasera de la iglesia de la Victoria o al cementerio de La Puebla de Cazalla, donde eran fusilados.4

4 Testimonio de Antonio Rodríguez Bellido. San José de la Rinconada, 2007

Desde fines de julio a noviembre del 36 y por medio de una inconcebible técnica de administrar la justicia, se cometieron los execrables actos que registra la historia de Morón. Varios fueron los centenares de personas que en estos meses aumentaron el triste balance de víctimas, a manos de las brigadas crueles e la noche, auténtica pesadilla de los habitantes de este pueblo, capitulado por el dolor.5

5 GARCÍA LÓPEZ, J.J. Crónicas para una historia de Morón. Excmo. Ayuntamiento de Morón de la Frontera, 1984, página 278.




Datos sobre las personas

Conviene insistir en que la naturaleza de los crímenes cometidos en esas fechas por aquellos que se alzaron contra el poder legítimo de la República no dejó huella documental que los certificaran, pues los mandos al frente de las comandancias militares y de los piquetes de ejecución tuvieron mucho cuidado en que todo se hiciera de la forma más rápida y segura para sus intereses. A pesar de esta inconveniencia, muchos años después algunas personas tuvieron que resolver asuntos burocráticos, para lo que fue necesario acudir al Registro Civil e inscribir la defunción del ser querido; esta cuestión y el hecho de que nadie pudo borrar de la memoria el dolor causado a tantos familiares de los desaparecidos, nos permiten conocer los nombres de algunas de las personas asesinadas en el Puerto de las Cruces. Veamos algunos de ellos.

Manuel Gamero Muñoz. Nacido en Morón en el año 1908; hijo de Manuel y Ana, vivía en Morón en la calle José Nakens, hoy Espíritu Santo. En 1933 había sido tesorero de la Sociedad de Obreros Zapateros (UGT) e interventor por el PSOE en las elecciones generales de febrero de 1936. Su sobrina Josefa recuerda: Mi tío Juan se había marchado de Morón cuando llegaron las tropas, pero mi tío Manuel no se quiso ir porque decía que no tenía nada que temer. Estaba soltero y tenía un taller de zapatería. Según me contaba mi madre, a mi tío se lo llevaron de su casa una madrugada del mes de agosto y lo mataron en el Puerto de las Cruces.6

6 Su muerte no está inscrita en el Registro Civil


Rafael Gavilán Jiménez. Hijo de Antonio y Rosa, había nacido en Alcalá del Valle en 1901. Jornalero, del que no se le conoce afiliación política ni sindical, labraba un trozo de tierra en la finca Los Charcos, cerca de la carretera de Morón a Coripe. Allí vivía en una choza, junto a su mujer y sus tres hijos. En aquel lugar fue detenido, según declararía su amigo Juan Aragüez Pérez ante el juez Ramón Bellogin Lías el 6 de diciembre de 1979: Conocía a Rafael Gavilán y me constaba que se encontraba casado con Carmen Horrillo; que sobre el veintiséis de agosto de 1936, pasó por Los Charcos, escuchando llorar y preguntó qué pasaba, enterándose que las Fuerzas Nacionales se habían llevado de su domicilio a Rafael Gavilán Jiménez; que seguidamente, y en compañía de varios amigos, fue a inspeccionar por las cercanías del Puerto de las Cruces, impidiéndole el paso varias personas armadas; que después sabe que aquel lugar fue utilizado para ejecutar a los detenidos. Fue ante el mismo juez, en fecha 17 de diciembre de 1979, cuando Manuel Valle Valle, llamado a declarar en calidad de testigo, dijo: Que por razón de vecindad y de trato conoce a Carmen Horrillo Rivera, como viuda de Rafael Gavilán Jiménez, a quien conocía. Que un día que no recuerda del mes de agosto de 1936, en unión de Manuel García Verdugo, por la mañana fueron a coger alcaparrones al Puerto de las Cruces, viendo que en el suelo se encontraban varios cadáveres y, entre ellos, el de su amigo Rafael Gavilán Jiménez, muerto por arma de fuego, ignorando donde fue enterrado.7 El mismo juez también tomó declaración como testigo al citado Manuel García Verdugo, quien expuso: Que conoció a Rafael Gavilán Jiménez desde soltero, así como a su actual viuda Carmen Horrillo Rivera; que un día que no recuerda de agosto de 1936, en unión de Manuel Valle, fue al Puerto de las Cruces a recoger alcaparrones, escuchando unos tiros y viendo como entre otros se encontraba el cadáver de Rafael Gavilán Jiménez, muerto por arma de fuego, ignorando dónde fue enterrado.

7 Archivo del Juzgado de Morón de la Frontera. Expediente gubernativo 394/79


Andrés Gil Rueda. Hijo de Francisco y Lucía, había nacido en Morón en el año 1904. Estaba casado con Isabel Fernández Carrasco y en 1936 vivía en Morón en la calle Juan de Palma, 16. Su único hijo, Francisco, recordaba: Mi padre era cabo de la Guardia Municipal, estaba afiliado al PSOE y admiraba a Largo Caballero. Cuando se produjo el golpe de Estado, permaneció leal al Gobierno de la República y actuó en su defensa; pero ya cuando las fuerzas franquistas entraron en Morón, se tuvo que refugiar en el rancho de un familiar y hasta allí fueron a buscarle tres falangistas. Fue el 14 de agosto y esa misma noche se lo llevaron con otras personas al Puerto de las Cruces para fusilarlo.8 La muerte de Andrés Gil Rueda se inscribió en el Registro Civil de Morón el 27 de mayo de 1947, diciendo que ocurrió el 14 de agosto de 1936 a consecuencia de los sucesos que tuvieron lugar por el Alzamiento Nacional. 

8 Testimonio de Francisco Gil Fernández. Morón, 2007


Juan María Gutiérrez López. Hijo de Francisco y Antonia, había nacido en Montellano en el año 1902. En 1928 se casó con María Guerrero Millán, con quien tuvo cuatro hijos. Fue alcalde de Coripe, población donde residía en el año 1936, y ese pudo ser el motivo de su detención y muerte. En una comparecencia de su viuda ante el notario de Morón José María Gómez Fournier declaró: Que su esposo don Juan María Gutiérrez López, el día 28 de agosto de 1936 fue detenido por la Guardia Civil del puesto de Coripe e ingresado en la cárcel de dicha localidad, de donde fue sacado posteriormente por la Guardia Civil y llevado al Puerto de las Cruces, en la Sierra de Morón, donde fue fusilado.9 En términos parecidos declaró Pedro Camarena Rodríguez, en calidad de testigo, el día 8 de abril de 1980 ante el juez Agustín Oliva Reina, del Juzgado de Morón, donde dijo: Que por razón de vecindad conoce a la solicitante María Guerrero Millán, así como a su esposo Juan María Gutiérrez López; que el día 28 de agosto de 1936, por la tarde, estuvo hablando con Juan María Gutiérrez, aconsejándole que se ausentara de Coripe, ya que Juan María Gutiérrez había sido alcalde, contestándole que no lo haría porque no había hecho nada; que dicha tarde fue detenido por las llamadas fuerzas nacionales e ingresado en la cárcel; en la noche del día 29 fue sacado de la cárcel y conducido al Puerto de las Cruces, donde sabe por rumor público que fue fusilado. También en calidad de testigo, ante el juez de Morón Ramón Bellogín Lías, el día 28 de abril de 1980 declaró Andrés Jiménez Caballero, exponiendo: Que Juan María Gutiérrez fue detenido por la Guardia Civil y varios paisanos, entre los que se encontraba el declarante; que a las pocas horas, junto con cuatro más, fue llevado en un coche al Puerto de las Cruces; que el declarante fue a visitar a una hermana en Arenales, viendo en el camino cuatro muertos, entre ellos Juan María Gutiérrez, muerto por arma de fuego.10 Su defunción se inscribió en el Registro Civil de Morón de la Frontera el 13 de junio de 1980, precisando que ocurrió el 29 de agosto de 1936 en Morón, Puerto de las Cruces, a causa de herida por arma de fuego. Su defunción se inscribió en el Registro Civil de Morón de la Frontera el 13 de junio de 1980, precisando que ocurrió el 29 de agosto de 1936 en Morón, Puerto de las Cruces, a causa de herida por arma de fuego.

9 Acta notarial número 131 de fecha 18 de abril de 1979
10 Archivo del Juzgado de Morón de la Frontera. Expediente gubernativo 285/80


Juan Jiménez Rodríguez. Hijo de Pedro y Dolores, había nacido en Coripe en el año 1896. En ese mismo lugar contrajo matrimonio en 1925 con Rosario Luna Peralta, y allí residía en el año 1936. Muchos años después, cuando su viuda necesitó inscribir la muerte de su marido, acudió al Juzgado de Morón y presentó dos testigos para que se les tomara declaración; el primero de ellos, Andrés Jiménez Caballero, dio su testimonio al juez Ramón Bellogín Lías el 26 de mayo de 1981, declarando: Que sabe a ciencia propia y por estar militarizado a las órdenes del cabo de la Guardia Civil de Coripe que don Juan Jiménez Rodríguez, en unión de otros dos, los vio que los entraban en un coche y sabiendo por un llamado Espinosa, que era guardia civil, que habían sido muertos en el Puerto de las Cruces. Ante el mismo juez y en la misma fecha declaró Juan Reina Racero: Que por razón de vecindad conoce a Rosario Luna Peralta y a su difunto esposo, constándole de ciencia propia que en los primeros días de septiembre de 1936, con otros dos vecinos, fue subido a un coche y enterándose al día siguiente por un tal Sánchez, que era Guardia Civil, que había aparecido muerto en el Puerto de las Cruces Juan Jiménez Rodríguez, así como que a su mujer le enviaron la ropa de su marido; que el declarante estaba movilizado por las milicias.11 

Su muerte se inscribió en el Registro Civil de Morón de la Frontera el 4 de noviembre de 1981, indicando que había ocurrido a primeros de septiembre de 1936 en Morón de la Frontera, a causa de herida por arma de fuego.

11 Archivo del Juzgado de Morón de la Frontera. Expediente gubernativo 196/81  


Juan López Molero. Hijo de Andrés y Mercedes, había nacido en Morón en el año 1906. Estaba soltero y en esta población residía, en la calle Rojas Marcos, 22. Era camarero y no se conoce su militancia política ni sindical. Fue interventor en las elecciones generales de febrero de 1936, aunque en el acta electoral no consta a qué partido representaba. La información sobre su asesinato la proporcionan sus sobrinos Alfonso y Antonio: A nuestro tío Alfonso lo habían matado las tropas de Castejón la mañana del 25 de julio, cuando llegaron a Morón, porque se acercó a darle agua a un hombre herido que la pedía a gritos en medio de la calle. Pero el caso de su hermano Juan fue bien distinto. Lo que nosotros sabemos es que se lo llevaron detenido de su casa unos falangistas y que al día siguiente apareció muerto en el Puerto de las Cruces. Se dio el caso de que a los pocos días, el falangista Junquera llevaba puestos los zapatos que nuestro tío calzaba cuando lo detuvieron.12 Su muerte no está inscrita en el Registro Civil.

12 Testimonios de Alfonso López Barroso y Antonio Cabrera López. Morón, 2008


José Monzalvette Méndez. Hijo de José y Rosario, había nacido en Morón en 1919, y en esta ciudad vivía en la calle Castelar, 24 (hoy calle Corredera), en el domicilio de sus padres. Con apenas 17 años fue asesinado, sin que su familia haya encontrado jamás un motivo para que lo detuvieran, pues no estaba afiliado a ningún partido ni sindicato, ni había manifestado públicamente simpatía política alguna. Su hermana Encarnación recordaba: A mi hermano Pepe vinieron a buscarlo unos falangistas a casa de mis padres y se lo llevaron detenido. Mi madre estuvo varios días llevándole la comida al cuartel de Falange, hasta que una mañana, el que estaba de centinela le dijo “su hijo ya no está aquí”. Ella salió enseguida en busca de Basilio Guerrero, un conocido que era concejal por aquellos días, y le rogó que le dijera qué había pasado, pero no le quiso responder lo sucedido. Estando llorando en mitad de la calle, pasó un vecino que le dijo: “Rosario, no sigas buscando más. A tu hijo se lo han llevado esta madrugada al Puerto de las Cruces y allí lo han matado junto a otras personas”.13 Su muerte no está inscrita en el Registro Civil.

13 Testimonio de Encarnación Monzalvette Méndez. Morón, 2007


Manuel Ojeda Bárcena. Hijo de Rafael y Benita, nació en Montellano en el año 1908. Era jornalero y estaba casado con María Bermúdez Román, con quien tuvo dos hijos. No se le conoce afiliación política ni sindical. Su muerte se inscribió en el Registro Civil de Morón de la Frontera el 28 de junio de 1944, y se precisa que falleció en el sitio conocido por Puerto de las Cruces de este término el día 24 de agosto de 1936, a consecuencia de los sucesos que tuvieron lugar en esta ciudad cuando su liberación.14

14 Registro Civil de Morón de la Fra., Sección 3ª, Tomo 109, Folio 19


José Olmo Galera. Hijo de José y María, había nacido en Coripe en 1908. Allí se casó con Asunción Luna Rodríguez y residía en la calle Ancha de esa misma población en 1936. A comienzos del año 1960, su viuda acudió al Juzgado de Morón de la Frontera solicitando la inscripción de la muerte de su marido, según consta en el auto judicial de fecha 14 de enero, exponiendo al juez: Que su esposo José Olmo Galera falleció en esta ciudad de Morón de la Frontera, al sitio Puerto de las Cruces, como consecuencia de los sucesos ocurridos a la liberación de la misma por las fuerzas Nacionales el día 14 de agosto de 1936. El juez determinó solicitar sendos informes a la Alcaldía y Guardia Civil de Coripe, para que corroboraran la certeza de los hechos expuestos. Una vez recibidos, autorizó la inscripción de su muerte, que se hizo el 28 de enero de 1960, diciendo que falleció en esta ciudad de Morón de la Frontera, el día 14 de agosto de 1936, como consecuencia de la aplicación al mismo del Bando de Guerra, a la liberación de esta zona en nuestra Guerra Civil.15

15 Archivo del Juzgado de Morón de la Frontera. Expediente gubernativo 14/60


Antonio Ríos Rodríguez y Andrés Ríos Amado. No dispongo de los datos personales de estos hombres, pues no constan en el testimonio de su descendiente Jesús Ríos Santos. Expresa que Antonio era el padre de Andrés y que ambos se ganaban la vida trabajando como arrieros en Coripe, donde residían. Dice además que ambos fueron sacados a rastras de su casa y que fueron llevados al Puerto de las Cruces en Morón, donde los fusilaron en el verano de 1936.16 Sus muertes no están inscritas en el Registro Civil.

16 Testimonio de Jesús Ríos Santos. La Llagosta, 2015


Federico Rueda Camarena. Hijo de Ricardo y María, había nacido en Coripe en 1918. Allí residía en la vivienda de sus padres en 1936. Estaba soltero y no se conoce que estuviera afiliado a algún partido político ni sindicato. En el año 1980, su madre, María Camarena Rodríguez, acudió al Juzgado de Morón de la Frontera para que se inscribiera la muerte de su hijo, exponiendo al juez: Que había sido detenido por las llamadas fuerzas nacionales los primeros días del mes de septiembre de 1936, siendo recluido en el depósito carcelario sito en el Ayuntamiento de la villa de Coripe, donde permaneció detenido durante tres días, siendo sacado en la madrugada del tercer día y fusilado junto con dos personas más en el llamado Puerto de las Cruces. El juez determinó que aportara pruebas testificales que corroboraran su declaración, para lo cual se presentó Andrés Jiménez Caballero, quien dijo al juez: Que se encontraba prestando servicio en el pueblo como militarizado por la noche del 1º de septiembre de 1936, cuando vio que la Guardia Civil se llevó en un coche a Federico Rueda Camarena, y que cuando regresaron les preguntó sobre él y le dijeron que lo habían matado en el Puerto de las Cruces, del término de Morón de la Frontera. También declaró Fernando Martín García, quien dijo al juez: Que el 1º de septiembre, por la mañana, se enteró que a Federico Rueda Camarena lo había sacado la Guardia Civil en un coche y que lo habían ejecutado en el Puerto de las Cruces, término de Morón de la Frontera.17 Su muerte quedó inscrita en el Registro Civil de Morón de la Frontera el 9 de febrero de 1981, en donde se dice que ocurrió el 1 de septiembre de 1936 a causa de herida por arma de fuego. 

17 Archivo del Juzgado de Morón de la Frontera. Expediente gubernativo 469/80


Tomás de la Santísima Trinidad. Se sabe que había nacido en Morón en 1885, pero se ignora el nombre de sus padres, quienes lo abandonaron en la casa cuna. Contrajo matrimonio en Coripe con Ana Gallego Moreno, corriendo el año 1910. En esa villa vivía en 1936, año de su detención y muerte. Como en casos anteriores, las circunstancias las podemos conocer a raíz de que su familia tratara de inscribir su muerte en el Registro Civil; en concreto fue su hija María quien acudió al Juzgado con este propósito. Tras su comparecencia, se le solicitó que aportara dos testigos que avalaran los hechos. No satisfecho el juez con las declaraciones de estas personas, solicitó un informe a la Guardia Civil en el mismo sentido. Por escrito de fecha 5 de abril de 1982, el sargento Juan Cortés Saborido, de la Comandancia de Puesto de Coripe, informó al juez: De las gestiones practicadas se deduce que el informado era una persona carente de instrucción, pero que su inclinación política era tendente a los partidos de izquierdas durante la República, sin que por ello cometiese abusos en la localidad; solo era una persona habladora. Iniciado el Movimiento Nacional, sobre agosto de 1936, fue detenido en esta localidad por fuerzas nacionales y aplicado el Bando de Guerra, al parecer lo trasladaron al lugar conocido por Puerto de las Cruces, cercanías de Morón de la Frontera, donde fue ejecutado y posiblemente sepultado en aquella localidad.18 Su muerte quedó inscrita en el Registro Civil de Morón de la Frontera el 1 de octubre de 1982, en donde se dice que ocurrió en agosto de 1936 a causa de herida por arma de fuego.

18 Archivo del Juzgado de Morón de la Frontera. Expediente gubernativo 890/81


Antonio Ucero Atienza. Hijo de Francisco y Remedios, había nacido en Morón en el año 1915. Estaba soltero y trabajaba en la panadería de su padre, con quien vivía en la calle Rojas Marcos, 18 de Morón. Simpatizaba con las Juventudes Socialistas. Su sobrino Pedro Sobrado recordaba: A mi tío Antonio lo detuvieron unos falangistas en los primeros días de la ocupación de Morón por los sublevados, pero lo dejaron libre al día siguiente. No obstante, el 14 de agosto de 1936 fue detenido otra vez, en esta ocasión en casa de mi madre, en la calle Jerez Alta, 23, y lo mataron en la madrugada siguiente en el Puerto de las Cruces.19 Su muerte no está inscrita en el Registro Civil.

19 Testimonio de Pedro Sobrado Ucero. Morón, 2007


Juan Villalón Jiménez, Rafaela Dorado Ayala y María Villalón Dorado. Hablar de la familia Villalón Dorado es referirse al grupo de parientes más castigados por la represión militar en Morón de la Frontera. Cinco personas del núcleo familiar fueron asesinadas: el matrimonio conformado por Juan y Rafaela y tres de sus hijos: María, Bartolomé y Antonio. Bartolomé fue fusilado en Sevilla el 22 de octubre de 1936, después de estar detenido en el barco Cabo Carvoeiro durante casi tres meses; por su parte, Antonio padeció la misma suerte el 17 de agosto de 1936, en este caso en Morón, sin que pueda precisar el lugar donde fue asesinado. Ambas muertes se inscribieron en el Registro Civil de Morón el 20 de octubre de 1948. Originarios todos de Alcalá del Valle, se asentaron en Morón en la década de los años veinte para labrar unas tierras en calidad de colonos en la finca Arenales, propiedad del conde de la Maza. Allí vivían en 1936. Juan Villalón Jiménez (nacido en 1876), fue detenido por fuerzas de la Guardia Civil en el campo donde trabajaba. Desesperadas su mujer y su hija María por las noticias que le llegaron, decidieron acercarse al cuartel de Falange para conocer su suerte. Rafaela (nacida en 1878) y María (nacida en 1901) quedaron también detenidas. Su pariente Cristóbal Bermúdez Villalón recordaba: Mi madre me contó que cuando mataron a mi abuela y a mi tía, ya habían matado a mi abuelo; que ellas fueron al cuartel de Falange y allí las detuvieron y que después las llevaron al Puerto de las Cruces, donde todavía estaba su cadáver sin recoger. Una familia de caleros que vivían cerca del lugar nos dijeron que allí vieron los tres cuerpos, junto a los de otras personas, porque los tuvieron varios días tirados por el suelo.20 Sus muertes aparecen inscritas en el Registro Civil de Morón con fecha 20 de octubre de 1948, indicando para el caso de Juan Villalón que murió el 13 de agosto de 1936 por aplicación del Bando de Guerra, y para los casos de Rafaela Dorado y María Villalón que murieron el 15 de agosto de 1936 por el mismo motivo.

20 Testimonio de Cristóbal Bermúdez Villalón. Morón, 2010


Reflejo en el ámbito popular y de la Cultura

Tanto dolor por tantas muertes acaba impregnando a la sociedad y aflora en las manifestaciones populares y artísticas. No son pocas las veces que así ha ocurrido donde quiera que se vivieron hechos tan luctuosos, y en relación al Puerto de las Cruces no iba a ser una excepción. Este sentir popular se ha manifestado en la literatura y el folclore, reivindicando así la memoria de tantos hombres y mujeres que vieron truncadas sus vidas a manos de las hienas de la noche. Veamos algunos casos concretos.


Manifestación popular celebrada el 14 de abril de 2013

Convocado por el S.A.T., un grupo de personas llevó a cabo un acto en homenaje a los asesinados por el fascismo en el paraje del Puerto de las Cruces, donde se izaron la bandera de la República, la comunista y la anarquista. La imagen que vemos a continuación forma parte del vídeo grabado en este acto.



La cruz de yerba

El dramaturgo Alfonso Jiménez Romero (Morón, 1931-Sevilla, 1995) está considerado como uno de los representantes más preclaros del teatro andaluz del siglo XX. Su obra fue galardonada con el Premio Delfín de Teatro 1968, Premio Nacional de Teatro Ciudad de Teruel 1971, Premio Hermanos Machado del Ayuntamiento de Sevilla 1985; esta misma institución le había nombrado Sevillano del Año en 1972. También fue galardonado en 1981 con el Premio de Teatro Ateneo de Sevilla por su obra La cruz de yerba, en la que podemos leer esta escena donde menciona el Puerto de las Cruces:

ENLUTADA 1ª. A Juan el Cárdeno lo mataron en el Puerto de las Cruces el día de San Miguel Arcángel.

ENLUTADA 2ª. Ocurrió allí, en el Puerto de las Cruces.

ENLUTADA 1ª. Allí, donde la Sierra de Morón parece el manto de una virgen de Semana Santa. 

ENLUTADA 2ª. Ocurrió allí, hace ya mucho tiempo.

ENLUTADA 1ª. Ocurrió allí.

ENLUTADA 2ª. Allí, donde los hombres son un grito que Dios no escucha. 

ENLUTADA 1ª. Allí, donde los muertos hace tiempo que se levantaron y se fueron de sus cuevas. 

ENLUTADA 2ª. ¡Allí!

ENLUTADA 1ª. A Juan el Cárdeno lo sacaron de su casa y lo mataron allí, en el Puerto de las Cruces. 

ENLUTADA 2ª. Y allí, en la tierra labrantía, con su sangre, floreció una cruz de yerba. 

ENLUTADA 1ª. Una cruz que nunca se secaba.

ENLUTADA 2ª. Una cruz de yerba, allí.

ENLUTADA 1ª. Siempre allí.

ENLUTADA 2ª. Y por mucho que la arrancaron.

ENLUTADA 1ª. Y por mucho que removieran la tierra.

ENLUTADA 2ª. Y por mucho que escarbaran.

ENLUTADA 1ª. Una cruz allí.

ENLUTADA 2ª. Floreciendo eternamente.

ENLUTADA 1ª. Los días, y los días.

ENLUTADA 2ª. Y los días, y los días, y los días…

ENLUTADA 1ª. ¡Allí! ENLUTADA 2ª. ¡De testigo!22

22 JIMÉNEZ ROMERO, A. La cruz de yerba, en Teatro Ritual Andaluz; Centro Andaluz de Teatro, 1996.


También en la poesía podemos encontrar ese sentir popular, como son los siguientes casos:




PUERTO DE LAS CRUCES, del poeta José María Carrillo


¡Ay! Puerto de las Cruces,

del tiempo estás prisionero,

de historias viejas, lejanas,

que a mí me contó un calero

cuando tus piedras crujían

porque las lamiaba el fuego,

que al relente de la noche

le quebraban el silencio.

Sentaos tras el socaire

fue desgranando misterios

de los años treinta y tanto,

que helaron hasta mi aliento.

De los “años treinta y tanto”,

los años del “movimiento”.

Freno de revoluciones

y azotes de sentimientos.

Borbotones de amapolas

brotaron sobre los pechos

de gente que defendían

la Libertad de su pueblo.

Entre tomillos y palmas

un mundo quedaba quieto,

llenándose de arreboles

las flores del majoleto.

Hoy tus piedras la profanan

con cenizas y desechos.

Un oleaje de rabia

se encabrita por mi pecho.

Quien a ti no te respete

que viva siempre despierto

y mil ecos le repitan

lo que pasó por tu puerto.

¡Calero!, sigue contando

que aunque me siga doliendo

las cosas que aquí pasaron

voy a gritarla a los vientos.

Sobre tus piedras calizas 

siguen vivos los recuerdos…23


23 José María Carrillo, en La espada flamígera, nº 1, octubre 2004.


PUERTO DE LAS CRUCES, del poeta Francisco Cuevas Bermúdez


Triste Puerto de las Cruces,

cuatro caminos le llaman,

andad con mucho cuidado,

no piséis la sangre ciega

que allí inocentes derramaron.


Dejadme besar la sangre,

la que está sobre la piedra,

la sangre de mis entrañas,

la que se vertió en la guerra.

¡No la piséis! ¡No pisarla!

Infelices que cayeron

con sus cuerpos doloridos

de haber sufrido torturas,

de tanto mal acaecido.

En la sierra están llorando

los pastorcillos del monte,

porque habían oído tiros

de los que matan a hombres.

El silbido de una bala heló tu sangre

en el monte de una sierra arisca

en donde la noche no tiene sitio, ¡solo muerte!.

Allí quedó señalada la huella de tu vida.24



24 CUEVAS BERMÚDEZ, F., “Curro Cuevas”. Poema inédito.


PUERTO DE LAS CRUCES, del ciudadano de Morón José Castro Guarino


Tierra fértil que acogiste

osamentas de hombres

firmes y por derecho.

¡Qué suerte tuviste de

cobijarlos en tu lecho!.

¡Con cal viva los enterraron

los enemigos del pueblo! 25


25 CASTRO GUARINO, J. Poema inédito. Este poema y el anterior, de Curro Cuevas, cedidos por Antonio Cuevas Rodríguez, a quien agradezco su colaboración.


También aparece ese sentir popular en el ámbito del folclore, como es el caso de estas sevillanas del grupo Gente del Pueblo, cuya letra pertenece a José María Carrillo Ramírez, uno de sus componentes.
 

Foto Antonio Ramos


DE DONDE NACE LA CAL




Nace el blanco de mi pueblo,

de las entrañas de la tierra

con el sudor de los hombres

que escarbaron en la sierra.

Que escarbaron en la sierra

sacándole de su vientre

el blanco de sus canteras,

que con los verde olivos

formaron nuestra bandera.

Los caleros de la sierra

cuando a la piedra en los hornos

el fuego le arranca quejas,

en las noches del invierno

recuerdan historias viejas.




Caleros de Guadaíra

no saques piedra del Puerto,

que esas piedras se regaron

con sangre de nuestros muertos.

Con sangre de nuestros muertos

no remuevas esa parte

porque puede que ocurriera

que al recalentar la piedra,

morena la cal saliera.

Por favor yo te lo pido


que en el Puerto de las Cruces

no vayas a abrir cantera

deja que sigan naciendo

flores cada primavera.




Hasta duele la mirada

con el sol del mediodía

pero más duele el recuerdo

que dejaron las herías.

Que dejaron las herías

¿Cuántas veces aquellas piedras

con la sangre enrojecieron,

cuántos cuerpos destrozaos


sobre las palmas cayeron?

En el calor del verano

cuando en la era esté el trigo

y antes que la noche muera,

en el Puerto de las Cruces

pondremos nuestra bandera.




Aquellas noches oscuras

no se borran de la mente,

rabió de mieo el cobarde

para matar al valiente.

Para matar al valiente,

fueron llegando a sus casas

cuando la noche caía

y sacaban de la cama

al que tranquilo dormía.

Cuando la tarde se ponga

con un velo de tristeza

andaremos los caminos,

recordando a nuestro muertos

y odiando a sus asesinos. 26

26 GENTE DEL PUEBLO. Sevillanas De donde nace la cal. Letra José Mª Carrillo; música Lorenzo Gómez Holgado. Disco LP “Tierra y Libertad” (Movieplay, serie Gong. 1979).


Cerrando el duelo 

Detenidos, torturados, asesinados y desaparecidos. Fueron muchos los hombres y las mujeres que padecieron esa humillación aquellos nefastos años del odio y la venganza. Ya en el Puerto de las Cruces, ya en cualquier otro lugar. Han pasado años, pero no los suficientes para que sus familiares los hayan olvidado. La sociedad tiene el deber y el derecho de conocer la verdad; los jueces, la obligación de hacer justicia, y los gobiernos, la de reparar el daño infligido. 

Las personas, cuando padecemos el dolor de la desaparición de un ser querido, tenemos la necesidad de cerrar el duelo; eso nadie nos lo puede negar. Esa exigencia es la que llevó a José Ayala Villalón, mi amigo Pepe Ayala, a dirigirse al juez Baltasar Garzón, al presidente de la Junta de Andalucía y al alcalde de Morón de la Frontera solicitando ayuda: quería saber dónde estaba enterrada su madre, María Villalón Dorado, asesinada en agosto de 1936 en el Puerto de las Cruces, porque quería llevarle unas flores. “Sé que me quedan pocos años de vida y necesito hacerlo antes de morir”, me dijo cuando lo conocí. Nadie le respondió a sus cartas, porque nadie puede saber hoy dónde fueron arrojados los cuerpos de los desaparecidos. Ya se preocuparon sus asesinos de ocultar las pruebas del crimen. Yo tampoco lo sé, pero vi que Pepe Ayala tenía esa urgencia que resolver y le ofrecí la posibilidad de llevar las flores al lugar donde su madre y sus abuelos cayeron fusilados.


José Ayala dejando unas flores a su madre


José Ayala murió en 2013, pero al menos había podido cumplir su deseo. Le acompañé al Puerto de las Cruces, donde mataron a su madre, y sobre una tierra muda, pero cargada de historia, entre lágrimas de emoción, con una mano en el bastón y en la otra cinco claveles, que dejó bajo un gran algarrobo. El mismo que citan los más viejos como el lugar donde se toparon con la muerte tantas personas en el verano de 1936.   


Morón de la Frontera, 26 de marzo de 2016