sábado, 8 de abril de 2017

Visita al Valle del Jerte



Desde Cabezabellosa, en el Valle de Ambroz -en las últimas estribaciones de la Sierra de Gredos- nos dirigimos hacia el Torno para transitar hasta el Rebollar por la CC-133 que nos introducía en el Valle del Jerte entre frondosos huertos de cerezos en flor hasta llegar a la N-110 que atraviesa el Valle del Jerte desde Plasencia hasta Tornavacas, donde nace el río Jerte, afluente del río Alagón, tributario del Tajo, cerca de Tornavacas. 

Una bella panorámica de cumbres nevadas y laderas blancas por la flor del cerezo nos sorprende como si de una postal se tratara, allí donde la Sierra de Béjar y la de Candelario se dan la mano.

Etimológicamente, es posible que el término “Jerte” provenga de “Xerit” que significa “río angosto o cristalino” o de "Xerete" que significa "gozo". Es uno de los ríos de montaña mejor conservados de la Península Ibérica. 

Parece ser que los cerezos fueron introducidos por los árabes. Un cultivo que se adaptó perfectamente a estas tierras. En el Valle del Jerte gran parte de la antigua superficie ocupada por el rebollar se ha transformado en extensas plantaciones de cerezos en bancales.


La Vía de la Plata era una de las comunicaciones más importantes de la Hispania romana que atravesaba la Lusitania para adentrarse en tierras leonesas. En la Edad Media, parte de estas comarcas fueron tierras fronterizas entre los reinos castellano y leonés.

Etimológicamente “cereza” proviene del latín "cerasaium" que a su vez proviene del griego κεράσιον [hoy llamado Giresun o Ceraso] era un pueblo situado junto al Mar Negro, en la actual Turquía.

Ceresia se denominaba al fruto mientras “cerasus” al árbol.

Plinio el Viejo ya mencionaba que el cerezo fue llevado a Roma por el cónsul romano Lucio Licinio Lúculo (118 a.C. 56 a.C.) después de haber conquistado a Mitriades el Grande la ciudad del Ponto [a orillas del Mar Negro en la actual Turquía] donde se criaban los cerezos más dulces y desde allí se extendió su cultivo por el Mare Nostrum a las provincias romanas bajo su influencia, entre las que se encontraba Hispania.

Se tienen evidencias que las cerezas silvestres “Prunus avium [de los pájaros]” ya se conocían desde el Neolítico ya que los pájaros polinizaban con sus semillas la tierra al igual que lo hicieron con el acebuche silvestre.


Cuando en el 711 llegan los árabes a la España visigoda, la “Vía de la Plata” aún estaba en buen estado, lo que fue aprovechado para su rápida expansión, dejando su huella en muchas poblaciones del Valle de Ambroz, del Jerte y La Vera, con sus típicas construcciones, evolucionadas posteriormente y que forma parte de la arquitectura popular de estas comarcas.

Tornavacas es un paso obligado de la ganadería trashumante que se adentra en el Valle del Jerte. Desde Tornavacas como balcón privilegiado se divisa al completo todo el Valle del Jerte hasta las proximidades de Plasencia.

Por Tornavacas, el primer pueblo al norte del Valle del Jerte, cruzó el emperador Carlos V a mediados del siglo XVI para buscar el descanso en el Monasterio de Yuste en Cuacos, comarca de la Vera, tras unos meses de estancia en Jarandilla.


En Tornavacas paseamos junto a las riberas del río Jerte e hicimos un alto en el camino para degustar las tradicionales migas del pastor. Desde Tornavacas nos dirigimos hacia la Reserva Natural de la Garganta de los Infiernos, que está incluida en la comarca natural alto-extremeña del Valle del Jerte, entre la vertiente sureste de la Sierra de Gredos y el Río Jerte. 

Desde las altas cumbres, que durante el invierno almacenan las nieves, hasta el valle donde transcurre el río Jerte, se precipitan las tumultuosas aguas del deshielo en angostos cauces labrados en las rocas, denominados gargantas y que en la reserva Natural conforman uno de los paisajes más atractivos y singulares, especialmente en aquellos tramos donde la erosión ha creado curiosas y características “Marmitas de Gigante”, como sucede en el paraje conocido como Los Pilones.

La ruta de senderismo existente desde la Oficina de Turismo hasta los Pilones tiene una longitud de unos 3,5 km. con una dificultad baja. Se puede pasear a caballo, a pie y en todoterreno.

En las faldas de la montaña, justo por encima del piso de la encina y por debajo del matorral del piorno serrano, se instalan los bosques de laderas. Son formaciones de hoja caduca (fagáceas), principalmente de roble melojo o rebollo (quercus pirenaica). Los podemos encontrar desde los 300 m. de altitud hasta por encima de los 1.500 m.




Junto a los cursos de agua, se pueden apreciar bosques constituidos por alisos, sauces y fresnos, acompañados por otros árboles que por su escasez constituyen autenticas reliquias botánicas, como son el tejo, acebo y abedul: son los bosques de ribera. 

A veces, la rica vegetación de las riberas se espesa a modo de túnel en torno al cauce, formando hermosos bosques en galería. En las orillas de ríos, gargantas, arroyos y manantiales habitan animales y plantas muy característicos de estos medios y que tienen el agua como referente. 

El bosque de ribera o soto, es un bosque caducifolio que crece en ambos lados de los cursos fluviales sobre suelos que, a partir, de una cierta profundidad, suelen estar empapados de agua proveniente del río o arroyo vecino (agua freática). La vegetación de los bosques de ribera está adaptada a las inundaciones periódicas que eventualmente pueden arrancar o tumbar árboles y arbustos. Dicha vegetación puede alcanzar los 20 metros de altura y sus especies más características son el acebo, el gallo brotero o el fresno.



Los Pilones se sitúan en un tramo de la Garganta de los Infiernos, donde las aguas discurren sobre un gran bloque de granito que ha sido esculpido por la erosión del fuerte caudal, dando lugar a un singular paisaje constituido por una sucesión de pozas excavadas en las rocas que son las ya mencionadas “Marmitas de Gigante” formadas por la acción erosiva de la corriente del río junto con los pequeños fragmentos de piedras que arrastra. Estos fragmentos quedan atrapados en concavidades del fondo y gracias a los remolinos, que favorecen el movimiento circular, poco a poco van actuando agradando las formas circulares que darán lugar a los distintos estadios de estas singulares formaciones. 

Las aguas de esta bella cascada que se despeñan hacia la Garganta de los Infiernos por las laderas septentrionales de la Sierra de Tormantos, en el paraje conocido como Riscoencinoso, del arroyo del mismo nombre, son torrenteras de montaña, por lo que aportan su caudal en los meses de invierno y primavera, llevando a desaparecer en el estío. 

A finales de marzo y comienzos de abril destaca el blanco de los cerezos en flor junto con el verde intenso de los bosques entre gargantas y el cauce sin prisas del río Jerte con aguas cristalinas que baña la comarca, convirtiendo esta zona geográfica en paradisiaca. En nuestro recorrido las abundantes pozas de agua cristalina fresca. Las bellas cascadas será la consecuencia del deshielo en cuyos tramos del río Jerte se observan abundantes pozas convertidas en piscinas naturales para el deleite de los excursionistas y viajeros que disfrutan en esta época de una impresionante panorámica natural.


Junto en frente del mirador se puede observar el impresionante salto de agua blanco denominado el “Mando de la Virgen”, que en invierno se congela. El mirador es un magnífico lugar para observar el vuelo de las rapaces como el águila real, el buitre leonado, el halcón, etc. 

En la zona de puede observar un curioso fenómeno conocido como la “inversión térmica”, que consiste en la ocupación del piso que le correspondería al roble melojo por la encina, que aprovecha las condiciones climáticas y edáficas más desfavorable al roble como son la mayor escasez de agua y una elevada temperatura estival. Esta circunstancia da el nombre de Riscoencinoso al lugar. 

Estos bosques de ladera, robledales y los castañares que los sustituyen en algunos enclaves, representan el medio con mayor diversidad biológica de la Reserva Natural. 

Las aves encuentran aquí zonas de nidificación excelentes, especialmente las rupícolas. Los bosques caducifolios se encuentran en las laderas de montaña de la Reserva Natural hasta los 1.600 m. de altitud. En ellos, el roble melojo es la especie más abundante, si bien cabe destacar la gran mancha de castaños existentes en el monte Reboldo, término municipal de Jerte 

En estos bosques encontramos la mayor biodiversidad en el área protegida y son utilizados de refugio por una cantidad de animales y plantas. Desde siglos atrás hasta hoy en día, el hombre ha explotado los recursos que ofrece: leña, frutos, setas, caza, etc. 

Actualmente es frecuentado por excursionistas que pasean por él en las distintas épocas del año contemplar rincones de gran valor paisajístico y observar su flora y fauna. Los bosques caducifolios ocupan una extensa superficie de la Reserva Natural. Gracias a la abundancia de comida, la variedad de especies animales que habita en ellos es muy amplia existiendo una gran riqueza de mamíferos como el erizo común, el ratón de campo, el lirón careto, la garduña, el tejón, el gato montés, la gineta, el zorro, el ciervo, el jabalí, el murciélago ratonero… 

Entre las aves presentes en los robledales, castañares y pinares, se encuentran rapaces como el azor, el gavilán, el halcón abejero, el águila calzada, el águila culebrera, el petirrojo, el ruiseñor común, el mirlo común, varios tipos de curruca, etc… 

Desde el Valle del Jerte transitamos de vuelta hacia Cabezabellosa pero en ésta ocasión por Plasencia que contaría con nuestra presencia al día siguiente para recorrer sus calles radiales que desde la muralla convergen en el centro de la ciudad.

La retina del recuerdo me proyectó por algunos momentos aquella primera visita a la Ciudad Monumental de Plasencia con el C.B. Morón hacía algunos años y que quedará grabado en la retina del recuerdo. 

Desde el Valle del Jerte, para el blog de mis culpas...

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