martes, 26 de septiembre de 2017

EXPOSICIÓN "EN CAL VIVA". Un trabajo de los caleros de Morón



¡Cuando muera el último calero, se habrá quemado el último pergamino de una biblioteca viviente que ha contribuido fielmente a un desarrollo sostenible de su hábitat, con un alto interés etnológico!.

Blog de Antonio Cuevas


En la mañana del lunes 25 de septiembre de 2017 hemos tenido la oportunidad de realizar una visita a la exposición “En cal viva”, ubicada en el Espacio Santa Clara de Morón de la Frontera y dedicado al trabajo de la cal y de los caleros de Morón, unos grandes desconocidos y olvidados hasta no hace mucho tiempo.

La práctica tradicional ligada a la elaboración de la cal ha sido durante mucho tiempo una fuente de empleo para Morón de la Frontera siendo una importante seña de identidad. El reconocimiento por la UNESCO ha contribuido a dar un fuerte impulso para sensibilizar a la opinión pública sobre la práctica e importancia de la producción artesanal de la cal con un especial valor a la recuperación de los conocimientos y técnicas para el uso de la cal en la construcción sostenible. Cuando la producción de cal artesanal se redujo como consecuencia de la fabricación industrial, los hornos y a su vez la transmisión de conocimientos cayeron en desuso.

La exposición “En cal viva” con fotografías didácticas de Manuel Gilortiz, gran conocedor junto a Isidoro Gordillo del mundo tradicional de la cal ha sido el resultado de una colaboración conjunta entre la Fundación Fernando Villalón y el Museo de la Cal de Morón -Patrimonio de la Humanidad desde el 25 de noviembre de 2011-. 

Es evidente que dicha exposición de carácter etno-fotográfico de la Cal de Morón posee efluvios y reminiscencias de tiempos ancestrales al haber sido legada la elaboración de la cal como depósito y transmisión de verdaderos conocimientos tradicionales que han sido aprendidos de generación en generación y de los cuales existe documentación desde hace al menos más de cinco siglos aunque este oficio milenario se pierde en la noche de los tiempos.


La cal era ya conocida varios milenios a. de C. como material de construcción para morteros y revestimientos en Catal Hüyük,-Turquía-, en Mesopotamia, en el antiguo Egipto, en China y en la India. Las páginas de la historia también nos recuerdan que el opus caementicium u hormigón romano llegó a ser una de las claves del éxito de las construcciones de su época por su enorme solidez, actuando la cal como aglutinante. Roma hizo uso de la argamasa de cal desde principios del siglo II inventando el opus caementicium, una mezcla de piedras pequeñas, grava, arena, cal, agua.

La cal se ha utilizado para hacer uno de los morteros más usados en la construcción hasta casi finales del siglo XX cuando se generalizó el uso del cemento. A pesar de la industrialización feroz que ha sufrido el sector de la construcción, todavía existen caleros que saben cómo se produce la cal artesanal, aunque quedan muy pocos desafortunadamente.

Morón ubicado en la frontera de su propia esperanza aún sigue demostrando que es un ejemplo para el mundo de que la cal sigue estando más “viva” que nunca. La revitalización del oficio ha sido objeto de reconocimiento como actividad que mejor refleja los principios de la Convención para la salvaguarda del Patrimonio Inmaterial (2003).

Al entrar en la exposición “En cal viva” observamos su gran valor documental y didáctico de un oficio milenario como es el del calero como tesoro vivo, que aún pervive como seña de identidad en Morón y que se llevan por bandera en numerosos “pueblos blancos” que jalonan nuestra serranía.

Caleros de Morón

Comienza la exposición con un agradecimiento por parte de Manuel Gilortiz a los caleros como los verdaderos protagonistas, que han sabido mantener gracias al esfuerzo y constancia un oficio milenario, lamentablemente hoy olvidado en la mayoría de los lugares de la geografía de la cal, en España.


El primer panel ilustrativo que observamos al entrar en la exposición  nos ilustra sobre el papel de la cal de Morón en África, cuyos hornos construidos en Turkana han sido elaborados con la sabiduría de los maestros caleros de Morón.

El objetivo de esta construcción es enseñar el oficio de calero a un grupo de misioneros de la Comunidad Misionera de San Pablo Apóstol que viven y trabajan desde hace casi 30 años por los más desfavorecidos en esta región del cuerno de África.
La escasez de oportunidades alternativas al decadente pastoreo nómada y las fuertes sequías y hambrunas que cíclicamente asolan la zona, unido a la iniciativa de los misioneros por dotar de agua mediante presas de mampostería para almacenar agua de erráticas y torrenciales lluvias típicas de la zona, trajo a la palestra la idea de producir localmente el material aglomerante necesario al estilo de los romanos: cal y arena.
Dada la dificultad de trasladar a un calero de los de toda la vida a una zona tan remota y difícil, se optó por levantar un horno réplica del africano en el Museo de la Cal, y ponerlo a funcionar en presencia del responsable del proyecto en Kenia quien tendrá la oportunidad de conocer de primera mano el oficio para trasladarlo posteriormente a la zona y conseguir finalmente hacer cal en el desierto. 



El siguiente panel ilustrativo nos acerca al Museo de la Cal de Morón. El blog de mis culpas ha realizado varios artículos sobre la Cal de Morón realizando además una visita al Museo de la Cal en octubre de 2013 donde nos ilustró su director Manuel Gilortiz.

Los principales objetivos del proyecto son la toma de conciencia e importancia de la práctica de la fabricación artesanal y mejoras en las condiciones de vida de los caleros. Con este fin, se creó la Asociación Cultural Hornos de Cal de Morón y así nació el Museo de la Cal en el que se muestra el proceso artesanal  in situ. 

Y dentro de este marco geográfico natural rodeado de efluvios a tomillo, romero, algarrobos, lentiscos y palmitos como única palmera autóctona de la Península Ibérica y de Europa, nos encontramos junto a la Sierra de Morón el Museo de la Cal ubicado en la aldea denominada “Caleras de la Sierra” y declarado por la UNESCO “Patrimonio Inmaterial de la Humanidad” en  noviembre de 2011.

Dicha declaración ha dado un importante y necesario impulso a la sensibilización de este valioso patrimonio etnológico y antropológico como legado de nuestros ancestros, siendo consideradas auténticas reliquias vivas. Un claro ejemplo de la recuperación y revitalización del saber tradicional como el oficio de calero casi olvidado. Todo ello, gracias a la iniciativa de un grupo de personas sensibilizadas porque una de sus señas de identidad no caiga en el olvido.


El mundo de la cal tradicional ha sido un mundo heredado de generación en generación desde tiempos inmemoriales hasta los últimos caleros tradicionales en vías de extinción. Un trabajo muy duro y penoso con altas temperaturas constantes en los hornos que oscilan entre 900 y 1000ºC, durante 24 horas en un proceso que dura entre 12 y 15  días.

La cal tiene más de 130 usos aunque el papel más antiguo que se conoce es en la construcción de obras públicas y civiles. La cal posee también importantes aplicaciones en la industria química, siderurgia, medioambiente, cerámica, agricultura, agroalimentación, elaboración del papel, industria del vidrio, ingeniería civil, ganadería, industria azucarera, blanqueo de fachadas, etcétera…
La cal artesanal a diferencia de la cal industrial sirve también para la restauración del Patrimonio Artístico e Histórico como lo demuestra la restauración del Patio de los Leones de Granada entre otros monumentos significativos. La cal tiene tantas utilidades que incluso en la actualidad se utiliza para reforzar los pilares deteriorados de importantes monumentos históricos, a las que se le inyecta cal hidráulica para regenerar las grietas dañadas por el paso del tiempo.


El calero Juan Ortiz

Los caleros como artesanos en la materia han sabido transmitir la riqueza de esta ancestral cultura que ha pervivido durante siglos y que el Museo de la Cal pretende conservar y difundir este patrimonio dando a conocer la cultura de la cal, el calero y su medio, promoviendo la visitas didácticas al Museo en el que podemos encontrar dos hornos totalmente restaurados que datan del siglo XIX, una casilla denominada de “del Calero”, un centro de interpretación y una sala de proyecciones donde el visitante conocerá de primera mano todo el proceso de la elaboración de la cal y su influencia en la cultura andaluza, que ha llegado a a ser una importante seña de identidad de Morón, reconocida en el mundo.

Desde el mismo Museo se pueden apreciar dos formas diferentes de explotación de los recursos naturales. Por un lado, la explotación racional de los recursos naturales por parte de los antiguos caleros durante muchas generaciones como forma de supervivencia, existiendo un equilibrio entre la naturaleza y el ser humano. Su explotación desde tiempos remotos ha estado basada en la utilización de hornos tradicionales que han recogido el testigo de los romanos y que los árabes mejoraron su proceso, utilizando la leña de olivo como combustible por su alto contenido calórico, lo que ha servido de apoyo a una economía de subsistencia de la zona.

Por otro, las modernas empresas mineras que sobreexplotan intensivamente dichos recursos naturales causando un grave impacto medioambiental. Es evidente que cada visitante sacará sus propias conclusiones.


El Museo de la Cal tiene como objetivo restaurar y conservar la artesanía de la cal e investigar sobre el oficio llevando a cabo actividades formativas sobre nuestro Patrimonio Etnológico como lugar que alberga formas relevantes de expresión de la cultura y modos de vida del pueblo andaluz. Los hornos de las Caleras de la Sierra han pasado a formar parte del Catálogo General del Patrimonio Etnológico Andaluz como "Bien de Interés Etnológico", lo que le confiere preferencia a efectos de conocimiento, protección y difusión. También se protegen aquellos conocimientos o actividades en peligro de extinción favoreciendo su estudio como parte integral de la identidad andaluza. Entre los objetivos del Museo de la Cal está conservar, investigar y difundir este ancestral legado cultural.

Posee también un fondo de documentación donde estudiar e  investigar para la promoción científica y cultural mostrando un patrimonio vivo, donde sus elementos claves son el calero, la cultura de su trabajo, los usos del territorio y el paisaje, llevando siempre a Morón por bandera. Por tanto, es necesario resaltar la investigación, documentación y difusión que la Asociación Cultural Hornos de la Cal de Morón realiza en la salvaguarda que permita revitalizar esta tradición ancestral en vías de desaparición denominada los caleros y su cultura. Los hornos de cal son construcciones de valor antropológico e histórico vinculados a actividades tradicionales unidas a los caleros de la aldea.

La cal ha sido utilizada desde tiempos inmemoriales como material aglomerante en la construcción de edificios civiles, castrenses y religiosos así como en las obras públicas ya que mezclada con agua y arena se obtenía una especie de mortero o argamasa que se utilizaban para pegar ladrillos o piedras, lo que otorgaba una gran resistencia. Grandes lienzos de murallas, acueductos, puentes, catedrales ó canalizaciones de aguas han sido elaborados con morteros de cal, al ser un material duradero e impermeable en la construcción hasta la aparición del cemento en el siglo XIX y su auge en el siglo XX como el principal agente cimentador en la construcción al endurecerse al contacto con el aire.


La cal tiene tantas utilidades que incluso en la actualidad se utiliza para reforzar los pilares deteriorados de importantes monumentos históricos, a las que se le inyecta cal hidráulica para regenerar las grietas dañadas por el paso del tiempo. Incluso la restauración de los leones de la Alhambra de Granada se ha realizado con Cal de Morón.

Posee también un comportamiento bioclimático que da al interior de la vivienda frescor el verano y calor en invierno, logrando lo que se denomina el “efecto botijo”, al permitir la circulación del aire y evaporación de la humedad, muy conocido en las casas antiguas de Andalucía al ser una solución barata, eficaz y ecológica.

Otros usos importantes de la cal incluye la neutralización de los suelos ácidos en agricultura, en  la fabricación de vidrio y papel, el lavado de ropa blanca, el refinado de azúcar, etcétera. La cal viva reduce la acción bacteriana en el tratamiento de residuos animales al mismo tiempo que permite la circulación del aire y la evaporación de la humedad. Dichos residuos constituyen un excelente fertilizante como la gallinaza que se aplica en los campos de cultivo, aportando al suelo fósforo, nitrógeno, potasio, calcio, magnesio, azufre y materia orgánica. También se usa la cal en la protección del medio ambiente al tratar las aguas residuales y lodos.



Todos recordamos en nuestra infancia a nuestros padres y abuelos encalar las fachadas y los paredones de nuestras casas con los tradicionales pinceles quedando relucientes con su tradicional blancura. En la provincia de Sevilla, la Sierra Sur y la ruta de los pueblos blancos cercana a  ésta  son  claro ejemplo de blancura de sus casas. 
Los caleros de Morón eran las personas que fabricaban la cal, de manera tradicional cuyo proceso iba desde barrenar las rocas y colocar en su interior pequeñas cargas de explosivos, llevar las piedras hasta el horno tradicional, utilizando las piedras grandes en círculos como armaderas, llenando la parte trasera con los llamados matacanes o piedras pequeñas, con leña de olivo en el centro del horno y así sucesivamente hasta llegar hasta la altura indicada, con huecos en el cono final para que salgan los gases y una puerta donde se introducía la leña para seguir manteniendo el fuego durante al menos dos semanas.

Al final de su proceso de calcificación, se extrae casi dos terceras partes de óxido cálcico debido a la deshidratación del carbonato cálcico.

Todos los utensilios dedicados a la elaboración de la cal están en su entorno natural como los hornos de la cal, la casilla del calero etc... En el Museo de la Cal, situado en las Caleras de la Sierra a unos 5,5 kms. de Morón de la Frontera hacia Montellano se puede visitar la seña de identidad por excelencia más importante de nuestro pueblo, la cal.

En el año 2010 el Museo de la Cal abrió sus puertas convirtiéndose en un transmisor de conocimientos cuyas actuaciones no sólo se concentran en el ámbito de Andalucía o de España sino traspasando fronteras al colaborar en proyectos tan diversos como el que mantiene en Marruecos o en Turkana “Kenia” que colabora en un proyecto solidario con la Comunidad Misionera de San Pablo, donde se han construido hornos de cal, dirigidos por artesanos caleros de Morón.

La exposición "En Cal Viva" se divide en cuatro apartados:



LA HORNADA

Para llevar a cabo el proceso de ahornado o llenado del horno, previamente se ha seleccionado la piedra caliza en la cantera, tanto en calidad como en tamaño, distinguiendo entre armaderas, de mayor tamaño y con forma de amorfas, los matacanes, algo más pequeños y sin perfil determinado, y los ripios, más pequeños y colocados detrás, junto a la pared del horno.

Las primeras piedras, las armaderas, se colocan en la parte inferior del horno sobre los poyos. Esta primera andanada no tiene más de 50 cm. de anchura y la roca se coloca de canto para favorecer la entrada del fuego entre ellas; deben calzarse muy bien pues de ellas dependerá la estabilidad de las siguientes andanadas.

A continuación, se siguen colocando las armaderas trabándolas con los matacanes y posteriormente con los ripios, teniendo en cuenta que, poco a poco, en cada andanada, las armaderas han de ir sobresaliendo sobre la que está apoyada, para ir formando la bóveda.

Conforme sube la construcción, en la parte inferior del vaso, se va construyendo el peto o pared frontal del horno, donde situaremos a ras del suelo, la puerta terriza, encargada de aspirar el aire necesario para la combustión. Y, a 1,5 m. de la puerta terriza, se abre la boca del horno, puerta por donde se alimenta el fuego.

Una vez se ha sobrepasado el peto, la construcción va ganando en anchura y, por tanto, en volumen de piedra, pues las andanadas en esta altura del ahornado ya alcanzan 1,5 m.  Hay que reseñar que cada 6 o 7 andanadas, se rellena de leña, sirviendo al mismo tiempo de andamiaje y facilitando la colocación de piedras. La operación se repetirá hasta llegar a la parte superior del horno o vuelo, cerrando aquí el centro de la bóveda. A partir de este punto, las piedras se colocan unas sobre otras, construyendo la cabeza del horno, de una altura aproximada de 3 o 4 m. Así, se aumenta, la capacidad de producción de cada hornada. La sabiduría del calero la levanta dejando los menos huecos posibles entre piedras, para optimizar la carga del horno. En esta ocasión las armaderas, serán de menor tamaño que las empleadas para la construcción de la bóveda, orientándose de forma inversa a la colocación realizada en la caldera, es decir, de fuera hacia adentro, para evitar el desplome. Tras éstas se asentarán los matacanes y ripios.

Acto seguido, a ras de la pared interior del vaso, se forma el enripiado: para esta construcción se escogen ripios de forma plana y unos 25 cm2. Colocados uno a uno, a modo de muro de piedra seca, de unos 40 cm. de anchura y 2,5 m. de alto, va revistiéndose toda la cabeza, hasta llegar a la parte superior. Todo ello se refuerza con la cinta, elaborada con piedras de tamaño mediano, las cuales se van trabando entre sí y con arcilla caliza. Tres anillos de cables de acero rodean la cinta, a unos 60 cm. de distancia entre ellos. En la parte inferior de la cinta se dejan unos huecos llamados caños o troneras, de unos 30 centímetros cuadrados, por los cuales saldrán los fuegos y serán los indicadores del punto de cocción de la hornada.

La construcción de la hornada, culmina en la parte superior de una andanada de unos 30 cm. de espesor, de pequeños ripios. Ésta será cubierta con una capa de pasta de cal de 6 cm. de espesor, la torta, evitando la fuga de calor.



LA COCHURA

El proceso de cocción es un proceso delicado y concienzudo, controlado con celo  y en todo momento por los maestros caleros. La cochura es la acción de calcinar la roca caliza (carbonato cálcico) y convertirla en cal viva (óxido cálcico).

Comienza meses antes con el acopio y preparación del combustible, la leña. El mejor combustible utilizado para estas labores es la leña de olivo; por la proximidad y abundancia de la misma en la zona y porque, gracias a la poca ceniza residual que genera y su llama larga y limpia, aporta a la cal propiedades y particularidades propias de la cal artesanal de Morón, como son su untuosidad, plasticidad y adherencia.

Para la introducción de la leña en el interior del horno los cocedores, cuentan con una herramienta fundamental y de gran ayuda para sus labores como es la horquilla; herramienta compuesta por un cabo de madera por donde asirla, unido a una barra de hierro de unos tres metros de larga y rematada en la punta por una horqueta, con la que enganchar y empujar los troncos hacia el interior de la caldera. Con ella se moverán las ascuas del fuego para evitar la formación en exceso de cenizas.

El primer acto en el proceso de cocción, es el encendido del horno. Para ello, se prende la leña contenida en el interior de la bóveda. Ésta tardará unas 12 horas en consumirse, manteniéndose un fuego lento e ininterrumpido, que irá calentando el horno poco a poco, evitando un calentamiento brusco y agresivo, que pueda derrumbar la construcción interna. Una vez consumida la leña de la caldera, y estando el fuego aún vivo, el cocedor irá alimentando el fuego de forma constante y progresiva, controlando en todo momento la temperatura entre 858ºC y 1000ºC. La cochura durará entre 12 a 15 días, ininterrumpidamente. Un equipo de tres cocedores expertos, en turno de 8 horas, mantendrán el fuego vivo, sabiendo en todo momento la cantidad necesaria de leña para calentar el horno.

El indicativo que nos informa del punto de cocción son los caños o troneras; los primeros días de cochura nos dejan ver el color negruzco de las piedras del interior, poco a poco de van tornando en un color anaranjado, alcanzando al final un color amarillo oro, que unido a la inexistente salida de humo (sólo expulsa calor o fuego limpio), nos indica que la piedra está cocida.

La clave formada por pequeños orificios en la parte más elevada del horno, dirige los fuegos hacia las rocas, en esta zona más pequeña, que aún no ha alcanzado el punto óptimo de cocción. La apertura de éstos, se realiza manualmente y de forma aleatoria, con una distancia entre ellos de unos 50 cm. y sirviéndose de una barreta de acero. Una vez se alcance el punto de excelencia deseado, asegurándose de que no queda ninguna zona sin cocer, el proceso ha finalizado.

El calero procederá a tapar la puerta de alimentación, así como la puerta terriza y el caballo, evitando la entrada de aire que deteriore el producto final. El fuego se ahogará poco a poco y el horno de apagará lentamente.

Toda la piedra contenida en el interior debe estar perfecta y totalmente cocida pues, una vez acabada la cochura, el vaso se utilizará de almacén del producto, extrayéndose según la demanda. Si quedasen algunas piedras sin cocer, éstas tardarán en enfriarse más que la cal, provocando una pulverización de la misma.


LA COMPOSTURA
Durante los días que dura la cochura, el horno necesitará reparaciones. La arcilla que lo recubre se agrieta a causa del asentamiento de la construcción y las temperaturas a las que se ve sometido. A estas labores se les denomina compostura.

Es de las labores más duras del calero, pues se enfrenta cara a cara con el fuego, con la única protección de su experiencia y saber hacer, siendo sus principales herramientas la audacia y la eficacia. No se puede permitir fallos, ni acciones inadecuadas, dado el entorno y la situación extrema de calor en la que se encuentra. Además ha de controlar el tiempo empleado en la compostura, pues si se alargara demasiado provocaría un enfriamiento y retrasaría todo el proceso de cocción.

La arcilla que cubre la cabeza del horno se resquebraja y entre las grietas se pierde calor por fuga descontrolada de fuegos. Para ello, dos veces al día, a primera hora de la mañana y a última de la tarde, los caleros han de reparar el horno por la parte superior, asentando la arcilla de caliza desprendida y colocando arcilla nueva. El maestro aprovecha la dirección del viento para no padecer todo el calor desprendido. 

El trabajo se hace manualmente, preparando una parva de barro, realizada con un metro cúbico, aproximadamente de arcilla caliza, la cual se ha seleccionado con anterioridad en las pequeñas canteras existentes en el entorno. No todas las arcillas son aptas para estas valores, hay que saber seleccionar las más puras, en cuanto a suavidad, dado que la aplicación ha de realizarla con sus propias manos, y a plasticidad, para optimizar la cubrición de las zonas deterioradas y aumentar la durabilidad de la reparación. Entre tanto, otros operarios, junto al maestro calero, van asentando con largas barras de hierro, las zonas agrietadas, hasta que toda la zona deteriorada de la cabeza del horno queda asentada y homogénea, procediendo a tapar con barro.

El punto de cocción lo va indicando el color amarillo oro de la caliza se visualiza a través de los caños. Estos se van tapando con la intención de ir dirigiendo el fuego hacia otros. La acción se repetirá con todos y cada uno de ellos, unos cuarenta. El proceso se mantiene 1,5 hora, acompañado de la gran actividad y vigorosidad de los caleros, coordinados perfectamente, para soportar temperaturas extremas. La flaqueza e indecisión de un compañero, perjudicaría la labor e integridad del otro, la compenetración ha de ser perfecta.

Conforme pasan los días, la cabeza del horno baja, introduciéndose en el vaso. Si al principio media unos 3,5 m. ahora no alcanza los 80 cm. gracias a las labores de compostura, llegando a tapar todas las troneras así como la clave. Las labores de compostura finalizan, una vez se ha comprobado que la hornada está cocida en su totalidad.


LA CAL
Pasados unos días desde la finalización de la cocción, se procede a la extracción de la cal. En primer lugar, se retiran todas las piedras que formaban la cinta así como, la arcilla utilizada en las labores de compostura, dejando libre toda la cal cocida de la cabeza del horno. La cal aún mantiene una elevada temperatura, por lo que no se puede manipular con comodidad en estos primeros momentos. Se utilizan máquinas excavadoras para las primeras labores, dejando la cal extendida en el suelo, enfriándose.

Una vez fría, se selecciona la cal apartando los barros de arcilla cocida que puedan aparecer, para proceder al envasado o apagado según su destino en el mercado: cal viva en terrón, cal apagada en polvo y cal en pasta.

La cal viva en terrón es la forma más tradicional de comercializarla. El calero escoge los terrones de mejor calidad, envasándolos en sacos de plástico. Los terrones de menor tamaño, así como las arcillas cocidas y el polvo resultantes de las labores de compostura, van destinados a la fabricación de cal apagada (hidróxido cálcico). Reseñar que las arcillas cocidas resultantes, le aportan al hidróxido cálcico artesanal, propiedades hidráulicas que favorecen la rápida carbonatación y elevada resistencia a la compresión a los morteros con este producto, sin restarle elasticidad.


El proceso de fabricación de cal apagada en polvo se realiza al aire libre. La cal se extiende previamente en la polvera o suelo de la zona de apagado, se le aporta el agua necesaria por irrigación y, se remueve reiteradamente, mediante una pala excavadora, hasta conseguir su apagado completo. Tras reposar un par de días y enfriarse, se procede a molerla mediante molinos de impacto. Posteriormente se criba para conseguir los tamaños óptimos, dependiendo del uso al que se destine: elaboración de morteros para la construcción, tratamientos agrícolas, ganaderos, etc. Finalizado el proceso de molido, la cal en polvo pasa a las tolvas de envasado, donde reciben un último regado, garantizando el total apagado y la optimización del material.

El proceso de cal en pasta, es por inmersión. Para ello se utiliza un apagador o balsa, provisto de un agitador encargado de batir totalmente la cal de forma homogénea. La pureza de la cal artesanal de Morón de la Frontera, permite elaborar productos de altísima calidad. Esto se consigue gracias a la riqueza del carbonato cálcico utilizado en la calcinación, al combustible (leña de olivo), al tipo de horno y el sistema de cocción lenta y controlada por los expertos artesanos.

En la actualidad, se están fabricando morteros y pinturas de cal, sin necesidad de aportar componentes químicos, que satisfacen las necesidades de los mercados más exigentes.

Se está desarrollando una línea de productos de última generación, destinados a todo tipo de mercados: restauración, rehabilitación, bioconstrucción, etc. Sirvan de ejemplo, las cales hidráulicas, los morteros de cal en polvo o en pasta, los estucos, los tadelakts o las pinturas de cal, donde solo se utilizan para su elaboración, aditivos naturales presentes en la naturaleza, usados sabiamente por el hombre desde la Antigüedad.

La piedra caliza es una roca sedimentaria compuesta en su inmensa mayoría por carbonato cálcico “CaCO3”que después de someterlas a un proceso de calcificación a 1000ºC da lugar a una sustancia llamada oxido cálcico “CaO o cal viva”. Posteriormente debido a una reacción violenta de la cal viva con el agua, da lugar a una sustancia química denominada hidróxido cálcido Ca(OH)2 o cal apagada.



Reconocimientos e Inscripciones

1993  

Inventario de Arquitectura Popular de Andalucía de la Dirección General de Bienes Culturales de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía.

2009  

Inscrito en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz como Bien de Interés Cultural (B.I.C.), con la tipología jurídica de Lugar de Interés Etnológico.

Miembro de la RED CIE, Red de Centros Etnográficos de Andalucía promovida por la Consejería de Innovación.

Ruta Cultural IAPH “De canteras, hornos, usos y significados: Ruta de la cal en la localidad sevillana de Morón de la Frontera”.

2010

Inscritos en el registro del Instituto Abdaluz del Patrimonio Histórico en el Atkas del Patrimonio Inmaterial de Andalucía.



2011

Declarado por UNESCO Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad “Revitalización del saber tradicional de la cal artesanal en Morón de la Frontera (Sevilla, Andalucía)”.

A las 16.30 h. local (9,30 en España) del día 25 de noviembre de 2011, en la Convención para la salvaguarda del Patrimonio Inmaterial intangible, que se celebró en Bali (Indonesia), aprobó la candidatura presentada desde el Consejo de Patrimonio Histórico de España con el título “Revitalización del saber tradicional de la cal artesanal en Morón de la Frontera, Sevilla, España”, por iniciativa de la Asociación Cultural Hornos de Cal de Morón.

2013

Incluido en la Red Española de Turismo Industrial.

“Paisaje Protegido del Alto Guadaira”. Consejería de Medio Ambiente. Junta de Andalucía.

Ruta Internacional Andalucía y Marruecos. Instituto Andaluz del Patrimonio Artístico.

2016

Inscrito en el Registro de Paisajes de Interés Cultural de Andalucía. Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico. Consejería de Educación, Cultura y Deporte.

Incluido en Planes y Programas educativos de la Consejería de Educación, enmarcado en el Plan Nacional de Educación y Patrimonio. “VIVIR Y SENTIR EL PATRIMONIO”.




Desde el Espacio Santa Clara donde se encuentra ubicada la exposición "EN CAL VIVA" de Morón, legado ancestral en lo más profundo de la tierra y una de las señas de identidad más importante de nuestro pueblo, con la retina del recuerdo en el Museo de la Cal, para el blog de mis culpas...



P.D. Las epidemias desde tiempos muy pretéritos han contribuido a instalar en la memoria colectiva de los pueblos blancos el tradicional encalado como rito social. El encalo con hidróxido cálcico Ca(OH)2 o cal apagada como antiséptico natural comenzaba con la llegada de la primavera desde tiempos ancestrales contribuyendo a erradicar la peste o el tifus entre otras enfermedades infecciosas. Incluso desde tiempos inmemoriales se sellaban con cal viva [óxido cálcico CaO] las tumbas para evitar posibles contagios.


Términos de interés

Antropología proviene del término griego ἄνθρωπος “hombre” y λόγος, «conocimiento» es la ciencia que estudia de forma integral al ser humano de forma integral.
Etnografía proviene del término griego  έθνος  "pueblo o  tribu"  y γράφω  "descripción", es el estudio integral de los pueblos y culturas.


Enlaces de interés








lunes, 18 de septiembre de 2017

El Tenazas de Morón. "Eso es cantar por derecho".


Nos decía hace unos años el cantaor flamenco local  Antonio Gallardo Gallego “El Niño Rosa” (1922-2021) en los "Jardines de La Carrera" de Morón que el cantaor jerezano Manuel Torres le puso a Diego Bermúdez Cala el nombre de  “Tenazas”  porque atenazaba muy bien los cantes y de ahí se le quedó el nombre artístico de Diego Bermúdez “El Tenazas”.



Breve introducción

Aunque el pasado 31 de octubre de 2015 no pude asistir por motivos laborales a la presentación del esperado libro sobre la vida de "El Tenazas de Morón" en la Peña Flamenca "El Gallo", escrito por nuestro paisano, amigo e investigador local Luis Javier Vázquez Morilla y cuyo acto cultural fuera presentado por el prestigioso flamencólogo Manuel Bohórquez, creo que es justo reconocer que Luís Javier Vázquez debe estar presente en el blog de mis culpas por derecho propio al rescatar de las páginas del olvido a importantes leyendas de la historia del flamenco. 


Luis Javier Vázquez Morilla, en la Peña Frasquito de Puente Genil

"Eso es cantar por derecho"

Esta fue la exclamación de Don Antonio Chacón, el “Emperador del cante”, cuando en la ronda preliminar del concurso de Cante Jondo, celebrado en Granada en 1922, escuchó a un viejecillo interpretar las añejas seguiriyas de Silverio, cante perdido en el tiempo. Poco se sabía de aquel anciano, salvo que era de Morón, la tierra de donde se creía era natural Silverio Franconetti, y se rumoreaba que había hecho el camino andando desde Puente Genil.

El vejete conmovió en Granada a organizadores, artistas y público. El halo de sus cantes, junto a su propia figura, envolvió los aledaños de la Alhambra con un sentimiento turbador y nostálgico, evocación de una época que ya no volvería.

Diego Bermúdez Cala alcanzó en el certamen granadino una merecida fama. Pero su gloria fue tan efímera como lo fueron las hojas de los almanaques de los meses siguientes. Incluso el concurso cayó en el olvido.

Se aproxima el centenario de la celebración de aquel concurso e incomprensiblemente “Tenazas” sigue siendo un gran desconocido pero su figura se ha mitificado. Poco podía imaginar Diego Bermúdez que los laureles de aquel certamen lo inmortalizarían.

Luis Javier Vázquez Morilla ha realizado con su libro “El Tenazas de Morón. Eso es cantar por derecho", un magnífico trabajo que otorga auténtica justicia a Diego Bermúdez Cala, ganador por méritos propios del ya mítico Concurso de Cante Jondo celebrado en Granada en 1922 con organizadores de la enorme talla como Federico García Lorca, Manuel de Falla o Andrés Segovia entre otros.

Con esta obra de nuestro paisano local el escritor Luis Javier Vázquez Morilla nos introduce en una grata y amena lectura [como si de un túnel el tiempo se tratara], sobre la figura de Diego Bermúdez Cala “El Tenazas”, rescatando del ingrato olvido a toda una leyenda del cante flamenco.


El 5 de marzo de 1852 a las 3 de la tarde nace en la calle Espíritu Santo Diego Bermúdez Cala “Tenazas de Morón”. Las necesidades acuciaban y su obligación como hijo mayor pasaba por ayudar a los suyos. Pronto comprendería el joven Diego Bermúdez que ganarse el pan faenando en la tierra andaluza le proporcionaba miseria y penalidades.

Diego empezó escuchando a “La Andonda” y a su compañero “Fillo hijo”, personajes más señeros de la escena flamenca local de aquella época. Diego debió de tener sus primeros contactos con el flamenco sobre 1864 cuando Silverio vino de Sudamérica. Es posible que le escuchara en alguna fiesta o celebración familiar.

Diego se reivindicó como discípulo de Silverio durante el Concurso de Cante Jondo de Granada, interpretando los cantes atribuidos al cantaor de la Alfalfa, al que consideraba “el mejor de todas las Españas”.

No podemos olvidar que el centro del cante en aquellos tiempos lo tenía Silverio Franconetti compaginando su labor artística con la empresarial, abriendo un café cantante en la Campana sevillana, en el número 1 de la calle Tarifa. “Tenazas” llegó a actuar en el café del propio Silverio.

Herido en su amor propio decide abandonar el tablao e incluso estuvo a punto de perder la vida en una reyerta por líos mujeriegos. Sufrió una gravísima herida en un pulmón que llegaría a perder, de manera que tuvo que retirarse del cante. Dicho rumor ya corría por la ciudad nazarí durante la celebración del Concurso de 1922, haciéndose eco del mismo la prensa.

A partir de ahora volvería de nuevo como bracero de cortijo a cortijo y de hacienda en hacienda, con la siembra, la siega, la recolección, la poda, la limpieza de los campos, la recogida de leña…serían sus faenas, cuando las hubiese. En el futuro reconocería que no quería el campo ni en fotografía ya que había sufrido mucho.


Retrato del "Tenazas"
Alejandro Pérez Morilla 2021
Fondo documental de Luís J. Vázquez Morilla

Diego Bermúdez Cala con 29 años contrajo matrimonio con Rosario Bellido González de 24 años el lunes 31 de octubre de 1881 en la Parroquia de San Miguel, el mismo templo donde ambos habían recibido el bautismo hacía más de dos décadas. Diego carecía de formación alguna, pues a la hora de estampar su firma “dijo no saber”.

El 4 de abril de 1889 nacería su primogénita Rosario. El 29 de marzo de 1882 muere en París el moronense Antonio Ramos de Meneses, Duque de Baños y Jefe de la Casa del Rey Francisco de Asís Borbón, padre de Alfonso XII.

Las penurias no le eran ajenas a Diego. Para ahorrarse algunos reales en el alquiler de su morada seguía cambiando con regularidad de domicilio. En Morón el hambre llama con fuerza a la puerta de los más humildes, que en agosto de 1893 se levantaron contra el aumento del precio del pan. Esa era la espantosa realidad en la que se encontraban sumergidos los braceros como Diego Bermúdez.

A estas alturas de siglo el flamenco era un arte reconocido y consolidado. En el año 1886 cantaba Chacón en el café de Silverio y Francisco Lema “Fosforito” en el café del Burrero. Los mejores intérpretes de flamenco desfilaban por los principales teatros y cafés cantantes de las principales ciudades andaluzas.

El guitarrista Pepe Mesa de Morón tuvo dos alumnos allá por 1895: Fernando Villalón y Pepe Naranjo.

Antonio de Morón “El Niño de Morón” compartió escenario con las primeras figuras del cante siendo el primer hijo del pueblo de la cal que impresionó su voz.

El sábado 8 de septiembre de 1894 los restos de Rosario Bellido recibieron cristiana sepultura en el cementerio de la Santísima Trinidad de Morón. Diego tuvo que ingerir al amargo trago de la muerte de la mujer de su vida. Después de aquella tragedia familiar con una niña de 5 años y un bebé de siete meses fijaría su domicilio Diego en la calle Ponce número 27. Su padre Cristóbal que vivía en el 47 de la calle Jerez Alta murió la tarde del 19 de mayo de 1898.

Diego Bermúdez “El Tenazas” con 50 años trabajaría como criado para los tíos del guitarrista Andrés Segovia en Villacarrillo.

“Tenazas” buscó resguardo en una fonda ajustada a sus recursos, la posada de Joaquina del Callejón Alto del barrio de Miragenil. Mientras tanto en las Cuevas del Castillo vivían las familias más desfavorecidas de la ciudad. El ya anciano Bermúdez era pobre. A pesar de trabajar de sol a sol, echando el resto en sembrados y zahúrdas, la miseria seguía envolviendo su vida, traspasando los límites de la legalidad para esquivar el hambre. Por fortuna existía en Puente Genil un ambiente propicio para que el moronense desplegara su cante, ya fuese en la taberna de “La Pava” o en la de ”El Seco”, encontrando Diego a pudientes dispuestos a recompensar con unas monedas su derroche de arte.



Pero antes de la primavera de 1922 Diego tuvo la noticia de que en Granada se iba a celebrar un gran concurso de cante, dotado con importantes premios en metálico.

La magia de lo flamenco cautivó al joven Garcia Lorca, que en verano de 1921 le escribía a su amigo Adolfo Salazar:

“Estoy aprendiendo a tocar la guitarra. Me parece que lo flamenco es una de las creaciones más gigantescas del pueblo español”.

Manuel de Falla ejerció una notable influencia sobre los tertulianos. Consideraba que el cante grande solo era la soleá, la siguiriya, el martinete, la debla, la caña y los polos; pero que la granadina, la malagueña, los fandangos o las alegrías no eran más que una degeneración del cante…

Bajo estas premisas algunos miembros del grupo volcaron todas sus inquietudes en la organización de un Concurso de Cante Jondo del año 1922. Manuel de Falla se puso manos a la obra. El certamen habría de celebrarse durante las Fiestas del Corpus de 1922. Fue por ello que el 31 de diciembre de 1921 se cursó la solicitud de una subvención no inferior a 12.000 pesetas por mediación del Centro Artístico de Granada, que sería “el encargado de recibirla y administrarla”. Firmaron con su rúbrica más de veinte destacadas personalidades de la vida artística y cultural española, entre ellos Fernando de los Ríos, Juan Ramón Jiménez, Ramón Pérez de Ayala, Hermenegildo Giner de los Ríos, Joaquín Turina, Falla y Lorca, entre otros. El compositor gaditano Manuel de Falla fue el principal impulsor del evento. El 13 de enero de 1922 Falla le enviaba una carta al pintor Ignacio Zuloaga, al que conocía de su etapa parisina, y le daba cuenta de la iniciativa que se estaba fraguando, solicitándole su apoyo. La respuesta del artista vasco no se hizo esperar dando mil pesetas a la mejor siguiriya gitana que se cante.

El propósito del certamen no era otro que conseguir la revaloración del arte flamenco entre disertaciones, publicaciones, recitales de guitarra e incluso la creación de una escuela de cante. Así el 19 de febrero de 1921 Lorca pronunciaba en el Centro Artístico una conferencia titulada “Importancia histórica y artística del primitivo canto andaluz llamado cante jondo”. 

El 22 de marzo confirmaría el consistorio granadino la subvención requerida. Uno de los objetivos que se marcaron los organizadores como prioritario, conforme al espíritu que los alentaba, fue el de rescatar de las catacumbas del anonimato a viejos intérpretes que hubiesen salvaguardado primitivas formas. Se había establecido una cláusula que impedía la participación a profesionales mayores de 21 años, lo que causó no poca polémica. La tarea más importante era la de localizar a gente que conociera viejos cantes en toda su pureza. Se optó por recurrir a los profesionales de la talla de Ramón Montoya, Manuel Torre, La Macarrona o Manuel Pavón, no como concursantes, sino como artistas invitados. Poco a poco la expectación fue en aumento y se recibían inscripciones de Jerez, Sanlúcar y Sevilla.

Durante las semanas previas al concurso se sucedieron los actos culturales de promoción. Zuloaga realizó una exposición de veinticinco de sus cuadros en el Museo de Antigüedades de Meersman y Andrés Segovia ofreció diversos recitales de guitarra. El día 7 de junio en la sala del hotel “Alhambra Palace” pulsaron las cuerdas de su sonanta Manuel Jofré y Andrés Segovia, en tanto que la oratoria corrió a cargo de las voces de Antonio Gallego Burín, que leyó el ensayo de Falla titulado “El Cante Jondo (Canto Primitivo Andaluz)”, y de Federico García Lorca, que triunfó recitando “el poema de los paisajes”.

Días antes del comienzo del certamen ya se encontraban en Granada muchos corresponsales de medios nacionales y extranjeros, así como escritores, músicos y otros notables del panorama cultural español y europeo. En los pueblos se aireaba con orgullo la partida de sus paisanos para intervenir en el certamen.

Diego Bermúdez también se encontraba presto para partir a la ciudad nazarí. Tenía la legítima ambición de un veterano cantaor. Los amigos del cante creyeron en Diego Bermúdez y no permitieron que aquel anciano emprendiese el camino a pie, ni tampoco que acudiese con los ropajes de un porquero. José Bedmar “El Seco” propuso que se realizase una colecta popular para costear el viaje y la estancia del cantaor en Granada. El pueblo de Puente Genil respaldó con generosidad la iniciativa, reuniendo los fondos necesarios para acicalar a Dieguito. De esta manera el de Morón pudo dejar atrás la piara de cerdos, y ahora, vestido con ropaje decente, se subió al vagón del ferrocarril con destino a Granada en busca de la gloria.


El Tenazas  y los organizadores del Cante Jondo de Granada (1.922)
 (Caricatura)  López Sancho


En los días de las pruebas en el patio de la Casa de Angelito Barrios, de pronto, y como un trallazo, se oyó un largo grito o lamento tremendo que nos dejó asombrados de emoción por su grandeza y fuerza. Era una soleá estremecedora del “Tenazas”. El miembro más experto del jurado era un viejo cantaor que se llamaba Antonio Chacón que exclamó: “Este es el hombre que estábamos esperando”. Cuando terminó de cantar unas seguiriyas y los cantes de Silverio, respondió Antonio Chacón tajante: 

“Eso es cantar por derecho

Antonio Chacón le manifestó entusiasmado al “Tenazas” que era el mejor cantaor que había oído en su vida. Falla y Zuloaga estaban extasiados. El viejo Bermúdez resultó que había sido compañero del famoso Silverio, la figura suprema del cante, cuyo nombre veneran con respeto los entendidos. El hallazgo había sido inesperado. Zuloaga dice que es como descubrir un Greco en una iglesia perdida. La célebre siguiriya 31 y las Cabales de Silverio, el califa del cante.

Queda patente la vinculación de “Tenazas” con el venerado Silverio Franconetti. El “Tenazas” causó conmoción y empezaba a corroborarse su victoria. Otra noticia que contribuyó a magnificar su figura fue que había llegado andando desde Puente Genil, pues era tan pobre que no tenía ni para comprar el billete del tren. Esta creencia se dio por cierta.

El Certamen se celebró en la Plaza de los Aljibes a las 22,30 de la noche aquel martes 13 de junio de 1922 la primera sección del concurso del Cante Jondo. Más de cuatro mil personas se congregaron en el recinto de la Alhambra para presenciar el evento. Ramón Gómez de la Serna, pronunció su alocución inaugural y sin más preámbulos llegó el cante.

El primero en abrir fue el cantaor de Linares Juan Soler, apodado “El Pescadero”, acompañado por José Cortés destacó por seguiriyas. A continuación un niño sevillano de 12 años llamado Manuel Ortega Juárez, hijo de “Caracol el del Bulto” acompañado por la sonanta del “Niño de Huelva”, que lo acompañó por seguiriyas y cantó por saetas. La niña granadina Carmen Salinas acompañada por Ramón Montoya, interpretó seguiriyas y soleares a la que siguió otro artista local, Francisco Gálvez “Frasquito Yerbabuena”, que llevado por la guitarra de Cuéllar agradó por soleares.

Entonces le llegó el turno al viejo “Tenazas” acompañado por Montoya. Inició el concurso entonando una “caña” con mucho brillo y una voz fresca y entonada asombrando en sus seguidillas con tendencias a carceleras, soleares y polos, que constituyen la más difícil manifestación del “cante jondo”.

Los corresponsales de medios extranjeros dieron cuenta de lo acontecido en el gran patio de la Alhambra. Falla. Zuloaga, Chacón, Lorca y Segovia estaban maravillados.

En la segunda parte Diego cantó una caña y luego apeló a los cabales de Silverio.



En la ciudad de Granada a 15 de junio de 1922.

SECCIÓN PRIMERA -SIGUIRIYAS GITANAS-

Primer premio dotado por Ignacio Zuloaga con 1.000 pesetas a don Diego Bermúdez Cala, natural de Morón, de 68 años de edad.

SECCIÓN SEGUNDA -SERRANAS, POLOS, CAÑAS Y SOLEARES-

Primer premio dotado con 1.000 pesetas se adjudica a don Diego Bermúdez Cala.

Es incuestionable que Diego Bermúdez ganó en Granada un primer premio extraordinario y otro primer premio, mientras que Manuel Ortega “Caracol” solo alcanzó uno extraordinario dotado con 1.000 pesetas.

La organización del concurso destacó que había vendido “más de 30.000 pesetas de entradas”, detalle que no pasaron por alto los promotores de espectáculos, que vieron en el cante jondo una buena fuente de ingresos, con el reclamo de los artistas premiados en Granada, dirigiendo sus miradas al viejo Bermúdez, del que se había rumoreado que fijaría su residencia en Granada, donde quedaría como profesor de la escuela de cante. Pero lo que es verdad es que a Diego pronto comenzaron a llegarle jugosas ofertas, que lógicamente no pudo rechazar. Diego estaba en el candelero. Todos querían escucharlo, desde la aristocracia hasta el pueblo llano, desde los aficionados de la capital hasta los de los pueblos. El debut de Diego en Madrid se produjo el 6 de agosto. 1.200 localidades a 5 pesetas la silla.

Diego Bermúdez Cala “Tenazas” estaba envuelto ya para siempre con el manto de su gesta granadina actuando en Morón para la feria los días 25, 26 y 27 de septiembre. Tenazas volvía a la tierra que meció su cuna, de la que partió entre tinieblas y a la que ahora regresaba convertido en un héroe.

El “Tenazas” era primo de Cristóbal Bermúdez Plata, nombrado en 1926 "Director del Archivo de Indias" cuyos padres se llamaban Diego Bermúdez Cala y Rosario Plata Nieto.

En cuanto al flamenco, Morón contaba en aquella década de los 20 con el “Canela”, “Niño del Matadero”, “Gonzalo de las Tinajas”, “Niño Fajardo”, Luis Torres “Joselero”, “Manolillo el Gitano” o “El Palero”, entre otros.

Pero de todos los aficionados locales, quien verdaderamente destacaba era el guitarrista Pepe Naranjo, el más influyente en la esfera flamenca moronera. Pepe tocaba cuando y para quien quería. Se cuenta como leyenda que se negó a acudir a la finca de Arenales para tocar ante la reina Victoria Eugenia, con motivo de una tienta con que la soberana fue obsequiada por el conde de la Maza.

En el devenir flamenco de Morón llega a la ciudad en 1920 la familia formada por Juan Amaya Cortés y Bárbara Flores Flores procedente de la serranía de Ronda con los aires de los Negros de Ronda que mecen la enseña flamenca. El segundo de sus hijos, el tocaor José Amaya “Niño del Gastor” (Grazalema, 1894) ya residía en la ciudad integrándose en el pueblo rápidamente. Otros varones del clan, Diego (Arriate, 1908), que tomará el mismo nombre artístico que su hermano mayor y que con el paso del tiempo se convertirá en el aclamado Diego del Gastor, icono referencial no solo del flamenco moronense, sino de la propia guitarra flamenca, al que completó su enseñanza su hermano Pepe y Pepe Naranjo.

Posiblemente el “Viejo Bermúdez” se toparía por las calles de Morón con su tocayo Diego. Nuevamente “Tenazas” va a Madrid donde habría de inmortalizar sus cantes para la Casa Odeón. La casa fonográfica aceptó los ruegos de Falla, haciéndole llegar a Bermúdez una propuesta irrechazable: grabaría seis cantes a razón de 1.000 pesetas cada uno. Diego aceptó la proposición.

“Antes, de sol a sol, cobraba tres pesetas; después, por impresionar una placa fonográfica, por cantar tres minutos, me daban 1.000 pesetas. Impresioné seis para la casa Ondeón. ¡Seis mil pesetas!”.

El 23 de diciembre del año 1922 Diego comenzó a registrar sus cantes en Madrid, siendo su guitarrista el “Hijo de Salvador”. Siguiendo las instrucciones de Falla el de Morón impresionó los siguientes estilos: Caña, Soleares, Soleares de Paquirri, Martinetes, Siguiriyas Gitanas de Silverio y Serranas.


[Fondo documental de Luís J. Vázquez Morilla, investigador flamenco de Morón]

En 1972 la Casa de discos BELTER saca un LP en el 50º Aniversario del Concurso de Cante Jondo 1922-1972 con una seguiriya (popular) y Caña (Popular).

La Casa EMI-ONDEON hace lo propio en homenaje al Concurso de Cante Jondo, Granada. Corpus de 1922. Premio Zuloaga. Organizado por el maestro Falla. Diego Bermúdez Cala con acompañamiento de guitarra.

Tanto la “antigua caña” como la “Caña del Fillo” fueron estilos que Silverio Franconetti interpretó con profusión tras su regreso de Sudamérica, si bien el astro de la Alfalfa terminaría estampando su impronta a este cante. Bermúdez y el “Fillo hijo” coincidieron durante alguna etapa de su vida en Morón.

El martinete que Diego registró en pizarra era igualmente conocido como “carcelera”, que no es sino una toná interpretada en tono mayor que adquirió su particular marchamo en el hábitat de las fraguas de los Puertos, Jerez de la Frontera y Triana.

En las bases del concurso de Granada de 1922 los “martinetes-carceleras” figuraban en la tercera sección del programa junto a otros cantes que se interpretan sin acompañamiento: tonás, livianas y saetas viejas. “Tenazas” asombró al auditorio en sus seguidillas con tendencias a carceleras. Su temática apunta a los puertos gaditanos y otras coplas versan sobre las desgracias y penalidades de los presos.

Las "carceleras" no dejan de ser unos martinetes pero con letras abusivas a temas carcelarios. Las siguiriyas gitanas de Silverio no son otras que sus famosas cabales, las mismas con las que “Tenazas” asombró a Antonio Chacón en las pruebas de selección el concurso.

La tradición oral señala a Silverio Franconetti como el gran moldeador de las cabales, si no su creador. Tras impresionar los discos Diego Bermúdez regresó nuevamente a Morón estableciéndose la calle Llanete. Llegada la primavera de 1923 comenzaron a comercializarse los discos grabados por Diego Bermúdez de Morón “Tenazas” de setenta años por la Casa Odeón.

En 1923 los discos de pizarra de 78 rpm eran artículos de lujo, y no digamos los gramófonos, así que imaginamos que fueron pocos los paisanos de Diego que se acercaron para adquirirlos hasta Piazza Hermanos, en la Plaza de San Fernando, que era el comercio que los distribuía en Sevilla. Los aficionados moronenses tendrían la ocasión de escuchar de viva voz aquellos cantes, pues cuentan que Diego Bermúdez “Tenazas”, el coloso y decano del cante “jondo” solía prodigarse por las tabernas del pueblo, como la de Joaquín Ramos, Diego Alemán, José Barrera, “El Disloque” o tantas otras en las que los parroquianos gustaban del flamenco, que en la tierra de la cal siempre se acompañaron los quejíos al compás de los nudillos sobre una barra tasquera.

Desde la celebración del certamen de cante jondo, la figura del “Viejo Bermúdez” no había caído en el olvido. Con 73 años a cuestas Diego había llegado al poniente de su existencia. La mirada al pasado contemplaba una vida marcada por duros años de trabajo y aciagos episodios, aunque también un lustro de libertad y momentos de gloria. Muchos cruces de camino quedaron atrás, ahora sólo restaba la inevitable recta final. El anciano Bermúdez decide enfilarla desde Puente Genil, la tierra que hacía años lo acogió como a uno de los suyos y a la que siempre llevó en su corazón.

La posada de Campos terminó convirtiéndose en una especie de templo para los más cabales, que acudían prestos a su altar para conversar con “Tenazas” y empaparse de sus cantes. Entre ellos, “El Seco” y el afamado Cayetano Muriel “Niño de Cabra”. Así fueron sucediéndose los meses, en una bendita rutina. 

Francisco Ayala Morales (1918-2003) uno de los primigenios promotores del Gazpacho Andaluz de Morón, emplazaba a “Tenazas” como espectador de lujo en un concurso de cante celebrado en la Alameda moronense en 1927 “Teatro de Verano de Pascual”. En este envite artístico obtuvo un premio el joven cantaor Luis Torres “Joselero” (1910-1985).

Por aquellas fechas un joven escritor de Puente Genil Joaquín García Hidalgo realizó un reportaje a “Tenazas” abarcando dos páginas en el “Heraldo de Madrid”. Corrían los tiempos de la Ópera Flamenca denominándose así a partir de 1927 para pagar menos al fisco (3%) mientras que las variedades tributaban al 10%. La etapa de la Ópera Flamenca se alargaría hasta comienzos de los años cincuenta destacando el inigualable José Tejada “Niño de Marchena”. Artistas como Antonio Chacón, Manuel Torre o la “Niña de los Peines” también cosecharon triunfos.

Diego llegó a Madrid para cantar el 14 de septiembre de 1928 pero ya no era el mismo. Diego profesaba fervor a don Antonio Chacón “El Pontífice del cante” que murió el 21 de enero de 1929. Perdía el flamenco a uno de los mejores cantaores que jamás hayan existido. Un cantaor enciclopédico, renovador y creador con portentosas facultades que embelesaron incluso al propio Silverio.

El “Niño Rosa” desempolva los recuerdos sobre la última estancia del “Tenazas en Morón” en las postrimerías de la década de los veinte en una bodega situada entre la Calzadilla y los Caños “La Viña de Mariano”.

“Tenazas”, viendo cercano su fin, quiso recompensar los desvelos de la familia Campos en Puente Genil y le entregó uno de los dos tesoros que consiguió en Granada, el diploma que acreditaba su triunfo en la segunda sección del concurso. Francisco Campos, nieto del posadero, conserva como oro en paño esta reliquia del arte flamenco. 

El Miércoles Santo, 12 de abril de 1933, cantó “Tenazas” una saeta de circunstancias al Humilde en la Nave del Templo.¡Como lloraba la gente!. Estas fueron las dos últimas saetas de Dieguito con 83 años (11 años después de la noche triunfal de Granada)

A las cuatro de la tarde del 10 de noviembre de 1933 cerraba para siempre sus ojos Diego Bermúdez Cala “Tenazas”, el guardián de cochinos que en 1922, en la colina roja de Granada, pasó a la posteridad como custodio del cante flamenco.

Epílogo

Diego falleció tan pobre que ni un nicho pudo acoger sus restos, que tras un entierro de caridad fueron arrojados a una fosa común. Su vida y su obra merecieron un adiós más digno. Allí quedó enterrado su cuerpo pero no su recuerdo. Su diploma se convirtió en objeto de veneración en “La Rana”, el bodegón de Francisco Campos.


La afición de Morón tampoco se olvidó de Diego Bermúdez Calas “Tenazas”. El 22 de agosto de 1964 se tributó a su memoria el II Gazpacho Andaluz glosando su figura Rafael Belmonte, haciendo especial hincapié en los arcaicos estilos con los que triunfó en el certamen de Granada. 

El 3 de julio de 1993, la moronera peña Flamenca de Montegil le dedicó el II Festival Flamenco La Cal de Morón, acto que contó con la asistencia de algunos de los descendientes del cantaor.

Los cantes del “Tenazas” siempre han figurado en toda antología flamenca que se precie. En 1972, con ocasión del cincuentenario del concurso de Granada, se reeditaron en Granada una serie de actividades que incluyeron la redición en discos de vinilo de los cantes de “Tenazas”.

El 14 de agosto de 2008, con motivo del 75 aniversario de su fallecimiento, el ayuntamiento de Puente Genil dedicó a su memoria la XLII edición del Festival de Cante Grande “Fosforito”. La Tertulia Flamenca “El Gallo” y la Peña Flamenca Montegil de Morón se sumaron a la dedicatoria.

Aquel verano el nombre de Diego apareció en los medios gracias a la iniciativa tomada por el Archivo Manuel de Falla, que ideó unas audio-guías musicales para recorrer la Alhambra de Granada. 

Las seguiriyas gitanas del “Tenazas de Morón” fueron el soporte musical escogido para visitar la Plaza de los Aljibes, la vetusta explanada donde comenzó a fraguarse su leyenda dos mágicas noches de junio de 1922.


Con el autor del libro Luis Vázquez junto al Niño Rosa y el cantaor flamenco local Diego Valle, en Retamares.

P.D. 19/10/2022 CONFERENCIA EN EL ARCHIVO MUNICIPAL DE MORÓN DE LA FRONTERA

“CIEN AÑOS DEL TRIUNFO DEL TENAZAS DE MORÓN EN EL CONCURSO DE CANTE JONDO DE GRANADA (1922-2022)” POR LUIS JAVIER VÁZQUEZ MORILLA


Conferencia en el Archivo Municipal 19 de octubre de 2022


Luís Vázquez con dos descendientes de Diego Bérmudez Cala "El Tenazas"
Sus biznietas Isabel Bermúdez Cortés y Ana Sánchez Bermúdez


 Feria de septiembre 1922. Caseta del Casino Mercantil. 
Al cante, Diego Bermúdez Cala "El Tenazas" acompañado a la guitarra del "Niño Ricardo"
[Fondo documental de Luís J. Vázquez Morilla, investigador flamenco de Morón]


Mapping navideño 23 de diciembre de 2022 [Ayuntamiento de Morón de la Frontera]

El Tenazas a la izquierda, Diego del Gastor en el centro y Silverio Franconetti a la derecha