que lo paga Luis de
Vargas,
el que a los pobres
socorre
y a los ricos
avasalla-…
Fernando Villalón
Cuando se visita Ronda, y observamos la estatua ecuestre
de un bandolero, cabe la posibilidad de que se nos pueda venir al pensamiento
aquélla bella poesía del poeta de Andalucía la Baja, Fernando Villalón
“Diligencia de Carmona”, en la que retrata fielmente el bandolerismo romántico.
Tal vez haya sido la poesía de Fernando Villalón pionera en facilitarnos esa visión romántica
del bandolero como héroe social, una especie de “Robin Hood” con el “Tragabuches,
Juan Repiso, Satanás y Mala-Facha, José Candio y el Cencerro y el capitán Luís
de Vargas” el que a los pobres socorre y a los ricos avasalla.
Vista del Puente Nuevo junto al Tajo en Ronda |
Es cierto que en torno al mundo de los bandoleros los
sentimientos se han polarizado. Para la aristocracia, caciques y señoritos
andaluces de la época eran considerados bandidos, ladrones ó asesinos mientras
que para la gran masa de jornaleros, gente humilde y campesina eran una especie
de héroes en unos tiempos donde el campesinado estaba desposeído de todo
derecho social y anclados en la pobreza e injusticia más absoluta por el poder
establecido que mantenía estructuras sociales ancladas en el Paleolítico social
de la historia.
Y en este marco social, tremendamente injusto, surge la figura del bandolero, en la que detrás posiblemente existiera una razón de orden sociológico, al ser empujados por la miseria bajo el amparo sin fisuras de una justicia corrompida. No hace falta recordar que el cacique en las áreas rurales estaban sostenidos por sus altas influencias políticas y designaban alcaldes, controlaban a jueces locales y funcionarios públicos, actuando con toda la arbitrariedad posible.
Y en este marco social, tremendamente injusto, surge la figura del bandolero, en la que detrás posiblemente existiera una razón de orden sociológico, al ser empujados por la miseria bajo el amparo sin fisuras de una justicia corrompida. No hace falta recordar que el cacique en las áreas rurales estaban sostenidos por sus altas influencias políticas y designaban alcaldes, controlaban a jueces locales y funcionarios públicos, actuando con toda la arbitrariedad posible.
Puerta de Felipe V |
La figura del bandolero como héroe social, -una especie
de “rebeldes con causa”- despertaba cierta admiración y respeto entre la gente
humilde en aquélla España absolutista del siglo XVIII y comienzos del XIX muy
agitada de manera especial con la Guerra de la Independencia (1808-1813) y con las
inmensas desigualdades sociales.
Ronda, situada estratégicamente
sobre una meseta rocosa, cortada por un profundo tajo con el río Guadalevín como testigo de su historia junto a la cercana Sierra de Grazalema o la abrupta e inaccesible comarca del Genal, ha sido en tiempos pretéritos refugio de bandoleros
que zigzagueaban entre senderos para
llegar a sus guaridas, lo ha contribuido a potenciar nuestra imaginación para que pueda extender sus grandes alas al viento.
Ronda. Puerta de Felipe V y Murallas de la Xijara Foto: Alberto Segovia |
Magnífico y pintoresco entorno
natural que nos retrotrae a la antigua Al
Ándalus, al bandolerismo del siglo XVIII, a
la literatura de Washington Irving o los óleos de Francisco de Goya que
han quedado grabado en la retina de nuestro recuerdo, sin olvidar aquélla serie
de T.V. emitida a mediados de los años 70 del siglo pasado y que recordamos
gratamente “Curro Jiménez”, conocido como el Barquero de Cantillana y que según la historia murió el 1 de
noviembre de 1849 con las botas puestas
y a lomos de su caballo alazán “Pantalones” que tantas veces le había salvado
su vida.
Puerta de Almocábar |
Cuando se visita Ronda por
primera vez nos extrapola
a esa virtual magia que nos lleva hasta
la antigua medina musulmana desde
la Puerta de Almocábar, a mitad de
camino de la ruta de los almorávides y almohades, transitada por viajeros desde
Tarifa y Algeciras hacia la antigua Elvira-Granada-, donde confluían todas las
rutas desde la desaparición del Califato de Córdoba en el siglo XI hasta el eclipse del Reino Nazarí 1492
ó El Tajo de Ronda junto con el Puente Nuevo ó la puerta
de Felipe V que también nos extrapola al
mundo de los bandoleros conocedores del terreno que pisaban, hostigando con sus
trabucos a los gabachos, -considerados el mejor ejército de la época-, atacando
las diligencias entre atajos y emboscadas o los arrieros atravesando las peligrosas
montañas entre riscos y breñas arreando sus reatas de mulas, cargadas sus
alforjas con arrobas de contrabando, desde Gibraltar.
En Atajate, antiguo refugio de bandoleros |
La invasión de las tropas
napoleónicas en la Guerra de Independencia española tuvo especial virulencia en la Serranía de
Ronda, lo que dio origen al mito del bandolerismo que junto con las guerrillas
combatían a los gabachos en las sierras abruptas y que
posteriormente sin recursos para subsistir y mantener a sus familias no
tuvieron otro recurso que echarse al monte y enfrentarse a las circunstancias y
opresión de su época, con lo cual fueron considerados fuera de la ley -la
mayoría de las veces fueron condenados por delitos insignificantes-. Las escenas históricas de dicha época siguen
representándose en los pueblos de la Serranía de Cádiz como Grazalema y
Benamahoma.
Representación de escenas históricas en Grazalema |
No hay que olvidar que el bandolerismo del siglo
XVIII va ligado a la opresión y al descontento social. Personajes como
Tragabuches, el Tempranillo, Pasos Largos, etc… han creado una especie de halo
sobre sus figuras, lo que han dado lugar a leyendas cargadas de estampas
pintorescas que contrastan entre el bien y el mal. El bandolerismo del siglo XVIII
y XIX se ganaba la vida robando a los grandes latifundistas y a los
recaudadores del Estado, por lo que Fernando VII crea el cuerpo de migueletes
para intentar erradicarlo. La construcción
del ferrocarril junto con el telégrafo y la persecución del Estado de la época
terminaron con su existencia.
El
Museo del Bandolero, único en España por su temática contribuye a ser una especie de recuperación
de la memoria histórica –si se me permite la expresión- de aquéllos finales del
siglo XVIII hasta mediados del XIX donde
el paro, el hambre y la miseria hacían estragos en la población en una época
que posiblemente haya quedado un poco en la trastienda de nuestra historia.
¡Y como soñar no cuesta dinero!,
completamos el cuadro –que no lo
mejoraría ni el mejor copista del Museo del Prado- estimulando nuestros
sentidos en nuestro “tráiler virtual" con el eco de unas bulerías o soleá del Niño Rosa acompañado de la buena
guitarra.
¡Cómo han querido morir siempre los valientes!, con las botas y polainas puestas junto a su inseparable compañera, la faca con cachas de nácar, extraída a velocidad del viento de su negra faja, porque su vida la vendió a la muerte, echándose al monte por ingratas circunstancias.
Arreando su corcel negro, con las cinchas apretadas y muy cortos los estribos, con sus patillas de boca de hacha, evitando ser esclavo de presidio, siempre junto al filo de la navaja, sombrero calañés por testigo con el barbuquejo en la barba y el trabuco amartillado como sino, entre las tabernas, ventas y posadas, la vida pendiente de un hilo, evitando ingratas emboscadas.
En lo alto de las lomas, entre senderos y riscos, siempre aparece en nuestros sueños, entre fantasmas y mitos, una silueta de bandolero bueno, justo y con oficio desde la garganta del Tajo hasta los Alcores del Viso en los que Villalón perfectamente retrata, los siete bandoleros que como remolino bajan para socorrer a los pobres que los ricos avasallan.
¡Cómo han querido morir siempre los valientes!, con las botas y polainas puestas junto a su inseparable compañera, la faca con cachas de nácar, extraída a velocidad del viento de su negra faja, porque su vida la vendió a la muerte, echándose al monte por ingratas circunstancias.
Arreando su corcel negro, con las cinchas apretadas y muy cortos los estribos, con sus patillas de boca de hacha, evitando ser esclavo de presidio, siempre junto al filo de la navaja, sombrero calañés por testigo con el barbuquejo en la barba y el trabuco amartillado como sino, entre las tabernas, ventas y posadas, la vida pendiente de un hilo, evitando ingratas emboscadas.
En lo alto de las lomas, entre senderos y riscos, siempre aparece en nuestros sueños, entre fantasmas y mitos, una silueta de bandolero bueno, justo y con oficio desde la garganta del Tajo hasta los Alcores del Viso en los que Villalón perfectamente retrata, los siete bandoleros que como remolino bajan para socorrer a los pobres que los ricos avasallan.
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