martes, 25 de agosto de 2015

La feria de Morón en la retina del recuerdo



Farah en andalusí significa "alegría" y "lebs" traje. Faralaes es por tanto, el traje de la alegría. Por eso, cuando las moroneras se visten con sus elegantes trajes de flamencas, se están vistiendo de alegría. Muchas veces ignoramos la etimología de las palabras y el origen de las fuentes que la nutren. De "faralaes" proviene el término "feria" y lo contrario "malfario".

No hace falta recordar que la casa de Blas Infante [en Coria del Río] se llamaba "Dar al-Farah"  o la casa de la Alegría. Y Morón, en estos días tan señalados, se convierte por derecho propio, en la casa de la alegría de la tierra de Villalón y de su comarca.

Recuerdo hace ya algunos lustros en los días previos a la feria, cuando tradicionalmente comenzaba el día 17 y finalizaba el día 19 de septiembre [sin importar el día de la semana], a los antiguos turroneros colocando sus puestos de madera con las bombillas blancas que iluminaban las principales esquinas de la ciudad en una época donde las "luces" brillaban por su ausencia.

Los tradicionales puestos de turrón con aquellas garrapiñadas, almendras de turrón blando para nuestras abuelas, peladillas, coco, etcétera, nos anunciaban que la feria estaba a la vuelta de la esquina. Recuerdo aquellos puestos que colocaban en la Puerta de Sevilla, en la esquinas de la calle Álamos, Molinos, Santa Clara, etcétera.



Era el preludio de unos días de fiestas donde los niños pensaban en las antiguas cunitas y los mayores desconectarse de la cruda realidad, al menos durante unos días. Algunas semanas previas a tan magno acontecimiento se podían observar a no pocos zagales recogiendo cartones para venderlos y de ese modo disponer de algún dinerillo extra para tan señaladas fechas.

Otros niños acarreaban agua para los feriantes desde un grifo existente junto a una palmera, cercana al ambulatorio de la Alameda. Era una forma de conseguir alguna que otra "entrada gratis" en las atracciones como por ejemplo, el antiguo carrusel, el balance, el tío vivo, los coches locos, el tren de la bruja o el látigo, sin olvidar las antiguas escopetas de plomo con el cañón "ladeado" que evitaba dentro de lo posible derribar de un tiro algún llavero de nuestro equipo favorito, un antiguo mechero de mecha o una botella pequeña de anís o coñac.


Foto: Lugares de Morón


Por tanto, en aquellas fechas era muy normal ver a muchos adolescentes trabajar en las antiguas alfarerías "cantarerías" o descargando camiones en el mercado de abastos o en los almacenes de ultramarinos, llevando sacos en un destartalado carro tirado manualmente a través de calles empedradas y empinadas. Era evidente que los derechos sociales brillaban por su ausencia en unos tiempos en que "todas las vacas daban leche", al menos para los mismos de siempre. 

Los primeros "motocarros" que recuerde tenían su parada en aquella calle Nueva, junto al bar del inolvidable Juan Bermúdez. En aquellos tiempos, todavía existían arrieros que arrimaban el material de obra con un carro tirado de mulos o borriquillos cargados cuyos serones de arena provenían de los arroyos que todavía permanecían limpios. No eran pocos los albañiles que iban por fanegas de yeso al motor de la Vereda Ancha o de la Plata con aquellos carrillos de mano destartalados y desvencijados que te facilitaban en el motor de yeso.


Feria del ganado. Foto: Pepe Torres

El germen de la antigua feria de ganado de Morón se remonta a un privilegio otorgado en 1271 por Alfonso X el Sabio, autorizando la celebración de una feria-mercado en la Villa de Morón.

Por otro lado, los antiguos albañiles se esmeraban trabajando en las fachadas de las casetas en esos días previos a la feria. El Ayuntamiento otorgaba tres premios a las casetas más originales y mejor terminadas.

Las casetas El Cortijo, Cha-Cha, Arunci o el Club de Pesca "El Galápago" eran un ejemplo fachadas típicas andaluzas de una "Feria de Morón" que ya pertenece a la retina de nuestra historia local. 

Realizando una mirada retrospectiva... 



Foto: Biblioteca Municipal de Morón. 

Recuerdo el primer día de feria por la mañana temprano desde la puerta de mi casa. Era un espectáculo observar tantos caballos, mulos y simpáticos borriquillos pasar por aquella calle Álamos y Molinos camino del "Tiro de Pichón", en unos tiempos donde la figura del talabartero, guarnicionero o herrador eran muy necesarias. Muchas caballerías y acémilas venían desde la antigua posada de la Cruz Dorada donde pernoctaban, denominada en tiempos pretéritos "la Cilla de los Canónigos", que fuera construida en 1744 y según crónicas locales sirvió para cobrar los diezmos que se pagaban entonces a la Iglesia.

A la izquierda de la posada, recuerdo que existía una taberna y a la derecha la antigua botica conocida por los vecinos como la  "Farmacia de Miguelito".



Al final de la Cruz Dorada existía un pozo donde los chiquillos más atrevidos bajaban cuando la pelota [el que la tenía] se caía en su interior. 

...Otras caballerías entraban por el puerto de Jesús, desde los arrabales de Morón, en dirección a la feria del ganado que entonces se celebraba en el antiguo Tiro de Pichón en la Alameda, convertido en punto de encuentro para comprar o vender ganado.

La feria era un verdadero acontecimiento, sobre todo para los niños, que estábamos deseando llegar al comienzo de la calle Utrera donde comenzaba entonces el alumbrado. En los Jardines de la Alameda llamaban nuestra atención los "retratistas" con aquel caballo junto con el toro invitando a los niños a plasmar en una fotografía aquel momento inolvidable bajo los farolillos de la feria. 


Foto: Lugares de Morón. Caseta "El Cortijo". 

Una de las casetas más tradicionales y con más antigüedad de la Feria de Morón, es sin duda alguna “El Cortijo”, que fuera fundada en el año 1969 por un grupo de amigos y que sigue brillando con luz propia en la actualidad. Una caseta que destaca por su agradable ambiente y fiestas flamencas. Artistas de reconocido prestigio han pasado por su tablao flamenco.


La caseta "El Cortijo" se encuentra hermanada con la caseta "El Manchón" de Marchena

En la mediación de la calle Utrera algunas personas colocaban sus tenderetes ambulantes para vender el último artilugio para pelar patatas de manera fácil o el último líquido de limpieza que acababa incluso con las "perras gordas" y "perras chicas", monedas de mi época que junto con la de dos reales, utilizamos con cierta frecuencia en la inolvidable esquina del "Tío Bigotes", donde los niños de mi época podían encontrar los últimos pulgarcitos del Jabato y el Capitán Trueno, chicles de Urtain o cigarros de matalauva, entre un sinfín de artículos infantiles.  



Y para las personas mayores, recuerdo el antiguo teatro chino de "Manolita Chen" que hacía las delicias de los mayores con aquellas vedettes con escasa ropa, que estimulaban la presbicia de nuestros mayores sin olvidarnos del circo que siempre traía "una estrella importante" o aquellas corridas de toros donde la Guardia Civil a caballo vigilaba el perímetro de aquella plaza de madera para que ningún avispado se colara sin pasar por la taquilla.

¡Y cómo olvidarse de las antiguas tómbolas que tenían entretenidos a muchos matrimonios mayores que compraban aquellos sobres con la ilusión  de tocarle alguna plancha o la turmix "más moderna"!

Tampoco me puedo olvidar de aquellas motos en un recinto circular de madera donde a gran velocidad dos motoristas daban innumerables vueltas que parecían que iban a salirse volando por la parte alta donde estaba el público.



Motos similares a las que recuerdo en aquellos años 

Durante las mañanas de feria las personas mayores disfrutaban viendo la exposición de antiguas motos "Montesa y Bultaco" junto a los coches de la época en los jardines de los palomitos.

Recuerdo también aquella Alameda de los Cuatro Caminos jalonada de eucaliptos bajo un fuerte olor de sardinas y pinchos morunos en aquéllas frágiles casetas improvisadas de toldos viejos y cañas recogidas en las riberas del río Esparteros, con las sillas y mesas de madera. L
a mayoría de las familias se traían de sus casas la comida preparada o compraban el clásico pollo asado y se pedían unos refrescos. Eran unos tiempos muy precarios para la inmensa mayoría de los ciudadanos y no todo el mundo podía comer en la feria, por razones obvias.


Junto a la feria de ganado recuerdo que se alquilaban unas destartaladas bicicletas con volantes por una peseta que hacía las delicias de los zagales. Aquel añorado cine Oriente de verano junto al bar Alemán al que me llevaban mis padres para ver aquéllas películas de Pili y Mili o Manolo Escobar junto al antiguo parque infantil donde antes existía un bar de verano en forma de kiosko [actualmente se encuentra el Centro de Mayores].


Existía una heladería al final de la calle Utrera denominada "de los italianos" con sus deliciosos "cármenes" que eran unas copas de helados con varias bolas, nata con nueces y caramelo líquido, que anestesiaban gratamente las frágiles retinas de los zagales.

A veces, los primeros días de feria quedaban impregnados bajo aquellos efluvios del orujo y la leña de olivo como combustible de los hornos de tipo árabe en la antigua y desaparecida cantarería existente junto a los jardines de los palomitos [de Antonio Martínez Vázquez]. Se cocían a muy altas temperaturas los ladrillos de rasillas, tabiques, gafas, refractarios, contratas, de solería [cabeza o de soga] o tubos de cerámica con diámetros que iban del 1 al 6, codos y pipetas vidriadas para los desagües. La quema de leña de olivo se convertía en cisco y carbón que sería vendido durante el frío invierno.


Y como olvidarme de la magnífica banda de música del maestro don Francisco Martínez Quesada que animaban las cálidas noches de verano en la Alameda, en el antiguo templete ya desaparecido, frente al jardín de los palomitos, en cuyos árboles existían unas casas de madera construidas "in situ" para los palomos sin olvidar aquélla iluminación dentro del jardín en forma de semicircunferencias rojas con manchas blancas que simulaban las mariquitas del jardín con la fuente brotando grandes chorros de agua que daban al jardín una esencia especial. 


Recuerdo también la antigua caseta que llamaban "del caza y pesca", donde se reunían las "élites locales junto a las fuerzas vivas de la ciudad". Eran unos tiempos pretéritos donde las diferencias sociales estaban muy acentuadas.

Y como no recordar aquéllos primeros partidos de fútbol de la U.D. Morón en el campo de albero en horario nocturno, con la luz eléctrica por primera vez sobre postes de madera largos que se quitaban cuando terminaba el trofeo de feria o las primeras duchas en aquellos vestuarios con agua fría y olor a zotal que utilizaba el amigo Silverio [D.E.P.] mientras no pocos niños con escasos recursos observaban el partido desde los árboles. 


¡Cómo pasa el tiempo! O tal vez sea más correcto decir:
 ¡Cómo pasamos nosotros!



La feria se disfrutaba entonces por la mañana y por la tarde donde al comenzar la noche había personas que permanecían en pie en la tómbola mucho tiempo para conseguir una muñeca o el clásico toro negro para colocarlo encima de la televisión. Eran tres días de feria y no había fiestas locales como hoy. El alumbrado oficial se colocaba sobre grandes postes de madera que colocaban los operarios durante los meses de agosto.

La feria terminaba en el cruce de los cuatro caminos y los fuegos artificiales formaban parte de su epílogo, que se realizaban en las "Erillas Huecas". 

Eran unos tiempos en que la mayoría de las personas tomaban el fresco durante el tórrido verano por la noche en las puertas de sus casas y los niños jugaban todavía en la calle.


Homenaje a la Feria de septiembre 1922. Caseta del Casino Mercantil. Al cante, Diego Bermúdez Cala "El Tenazas" acompañado a la guitarra del "Niño Ricardo"
[Fondo documental de Luís J. Vázquez Morilla, investigador flamenco de Morón]

Hoy todo ha cambiado incluso los horarios son diferentes. Las casetas están mejor ubicadas, más confortables y guardan una estética. Por el contrario, se consume más alcohol que en tiempos pretéritos, cosa preocupante en los jóvenes.

También es digno de destacar la mayor seguridad que se percibe en la feria con medios policiales, bomberos, servicios sanitarios, guardería, etc…


El miércoles víspera de feria, sobre las 22,00 horas,  tiene lugar la prueba del alumbrado con la banda de música para amenizar tan señalado acto. En ese momento comienza nuestra fiesta más popular con dos días de fiesta local, el viernes y el lunes de resaca. La mayoría de las casetas tienen cenas de socios tan señalada noche.

Se disfruta de la noche con el tradicional "pescaíto frito" con las pijotas, boquerones, calamares y chocos no faltando a la cita el jamón ibérico, el revuelto de gambas, la manzanilla de Sanlúcar, la cerveza fresquita y el rebujito.

El jueves como es tradicional amanece la feria con nuestra banda de música a toque de diana con bellos pasodobles. A mediodía muchos trabajadores de diferentes empresas al terminar su  jornada laboral se reúnen en las casetas donde se vertebran conversaciones entre amigos en torno a una botella de manzanilla o unas cervezas estimulando el paladar con los platos típicos de la feria, dando vida al recinto ferial.





Recorriendo la feria de ganado de Morón que fuera el germen y la esencia de la actual, cuyos efluvios han sobrevivido al progreso, tuvimos la suerte de presenciar "in situ" un trato en el que los hombres cabales de Morón y su comarca aún se dan la mano para cerrarlo mediante una señal entre sus manos con testigos, aunque no sean necesarios. Es evidente que en estos lugares todavía la palabra empeñada con un apretón de manos vale tanto o más que la firma sobre un papel. Por tanto, honra a quien la cumple como parte de una confianza mutua.




Es típico ver a los tratantes de ganado con el sombrero cordobés o la gorra campera y con las botas de media caña acompañado de la tradicional vara de acebuche o de caña de cáñamo (de Cuba).

«Lo prometido es deuda», se dice, y muy acertadamente. Prometer es endeudarse, asumir una obligación de cumplir, de «pagar». Sin promesas muchos de los personajes de Cervantes no serían quienes son ni entrarían en relaciones duraderas los unos con los otros.

El origen del apretón de manos se remonta a los tiempos remotos, atestiguado por los jeroglíficos egipcios que plasman los antiguos pactos y arreglos. Un simple apretón de manos significaba una señal de acuerdo "sin escribas ni fariseos". Los antecedentes históricos más remotos provienen de la antigua Babilonia en el 1800 a.C. Posteriormente en la antigua Grecia y Roma se estilaba estrechar las manos agarrando por la muñeca apretando fuerte como consentimiento a un acuerdo.

Dar un apretón de manos ha significado siempre en tiempos de mis progenitores, dar fe o testimonio de lo que se afirma. Es considerada como una palabra de honor que "va a misa" y eso es irrebatible.



Felix y Eva, veterinarios de la feria de ganado de Morón


Una feria de ganado, como cualquier otra concentración de animales, requiere que de forma previa la entidad organizadora solicite autorización de la misma. Esta autorización la dan los servicios veterinarios oficiales de la Junta de Andalucía. Cuando se concede esta autorización se le entrega un condicionado sanitario, que es un documento en el que se recogen todos los aspectos que tiene que cumplir desde el punto de vista de la sanidad animal. Uno de esos aspectos es que cuente con un veterinario de ejercicio libre, que se encargue de cualquier problema sanitario de los animales que allí se concentran.

Luego está el veterinario oficial de la Junta de Andalucía, que no es obligatoria su presencia, es más una cuestión de voluntad propia, cuya misión es supervisar todo el funcionamiento de la feria de ganado y controlar los movimientos pecuarios.

También tuvo mucha importancia la fecha de celebración de la feria de ganado de Morón, que pasó desde mayo a septiembre por la actividad económica motivada por la recolección de la aceituna y también porque es de las últimas ferias de la zona y por tanto, los ganaderos quieren vender sus animales antes de que llegue el invierno. 

Durante cuatro días, Morón y su comarca podrán disfrutar de una de las mejores ferias de la provincia, con sus casetas, nuestra banda de música, alguna que otra charanga, concursos de sevillanas, trajes de flamencas, el habitual paseo de caballos y las orquestas y excelentes grupos que amenizan las casetas. No debemos de olvidar tomar el tradicional chocolate con churros antes de irse a casa.

Hay que disfrutar de nuestra feria con salud, moderación y alegría acompañado de la familia y los amigos, cada uno dentro de sus posibilidades. Y el último día como es tradición, comprar un poco de turrón para la familia y poder así endulzar un poco la vida, que tanta falta nos hace, en estos convulsos tiempos que corren...


Desde la "Feria de Morón", para el Blog de mis culpas...




P.D. Para terminar este humilde artículo  sobre la Feria de mi pueblo ubicada en la tierra de Villalón, de la Cal y del Flamenco, quiero realizar un simbólico brindis por el progreso y el bienestar de todos los pueblos del mundo y de sus gentes!

¡Salud y Feliz Feria para todos!


viernes, 14 de agosto de 2015

Senderismo entre Trafalgar y Tarifa



Breve introducción

Desde el punto de vista de la antropología social la pesca del atún rojo de almadraba posee un gran impacto social y económico en una determinada zona geográfica, desde la costa de la antigua Taraf al Ghar (Trafalgar) -cuya etimología significa "el cabo de las cuevas"-, hasta Tarifa donde los dichosos vientos del levante y del poniente ejercen su influencia al protagonizar la vida de sus habitantes desde tiempos remotos. Y como "efecto colateral" desarbolan nuestras frágiles defensas frente a los elementos meteorológicos que no pocas veces, alteran nuestros sentidos en dicho enclave geográfico. 

La Costa de Trafalgar con Conil, Barbate, Zahara de los Atunes y Tarifa ha sido depositaria de un ancestral método de pesca, denominado “Almadraba”. Estos pueblos están ubicados en una privilegiada zona geográfica cercana al Estrecho de Gibraltar (Gebel al Tarik) que ha sido desde tiempos remotos una encrucijada de pasos migratorios del atún rojo y otras especies marinas. 

Una lucha ancestral y titánica entre el ser humano y los grandes atunes en su paso migratorio hacia el "Mare Mostrum". El término almadraba procede del árabe andalusí "lugar donde se golpea y lucha", así como el término arabizado attûn procede del latín thunnus.

Los fenicios, griegos y cartagineses observaron que llegando la primera luna de mayo, los grandes atunes rojos migraban desde las frías aguas del Océano Atlántico a las cálidas del Mare Nostrum para desovar, cruzando el Estrecho de Gibraltar como paso obligado, muy cerca de las costas y regresaban de nuevo en otoño al punto de origen.



Fueron los fenicios los primeros en utilizar la almadraba de tiro como arte de pesca construyendo factorías de pescado en la zona y de ese modo obtener esos valiosos recursos del mar calando durante los meses de marzo y abril.  En el año 1100 a.C. enseñaron el arte de la pesca con almadrabas de tiro y técnicas de salazón a los habitantes de esta tierra, varias veces milenaria. La ruta del atún -desde tiempos ancestrales- ha marcado la historia y la cultura de estos pueblos con reminiscencias y efluvios marineros.

Los romanos de Baelo Claudia relanzan esta actividad y extienden la fama de sus productos por todo el Imperio. Baelo Claudia estuvo ligada a las industrias del salazón del pescado, donde se fabricaba el famoso "garum", una salsa realizada con vísceras fermentadas de pescado, convirtiéndose en la salsa gastronómica más apreciada en Roma y según Plinio, con un valor sólo comparable sólo al de los perfumes. 


Su proceso era el siguiente:

En primer lugar se introducían en pilas o fosas de piedra las hierbas aromáticas como el tomillo, romero y orégano y una capa de sal para compactar el fondo del recipiente. Posteriormente se depositaban los restos de las vísceras del atún  y de nuevo se añadían las hierbas aromáticas añadiendo otra capa de sal para que cogiera cuerpo. Se dejaba 7 días al aire libre y al octavo día de movían los depósitos y se dejaban macerar 20 días más. El resultado era el "liquamen" o parte líquida.

La esencia resultante fue denominada "garum" que lo utilizaban el Roma para condimentar las comidas. Este auténtico manjar era envasado en ánforas fabricadas en los alfares para ser exportado por mar al resto del Imperio Romano. 

El atún de almadraba llegaba todas partes del Imperio procedente de las capturas de las almadrabas del sur de la Península Ibérica. Era un condimento considerado afrodisiaco y sólo al alcance de los patricios.



La pesca del atún de almadraba, su tratamiento y conservación en salazón fue la causa fundamental para el nacimiento y prosperidad de Baelo Claudia -Bolonia-, donde el atún de almadraba constituyó su principal fuente económica que ha llegado hasta nuestros días de una manera artesanal. Los árabes heredaron este ancestral y noble arte de pesca creando el término almadraba.

Posteriormente el Duque de Medina Sidonia considerado como el “Dios de los atunes” dispondrá durante siglos de la exclusividad de la pesca de almadraba en el litoral andaluz heredado de Alfonso Pérez de Guzmán “Guzmán El Bueno”, por la defensa heroica de Tarifa, que recibe en 1299 la almadraba de Conil y en 1445 sus descendientes, el Ducado de Medina Sidonia como monopolio de pesca almadrabera en toda Andalucía.


Un Real Decreto de 20 de febrero de 1817 a raíz de las leyes que emanan de las Cortes de Cádiz abolieron dicho privilegio y la explotación le fue concedida a los pescadores.





Anclas para el atún rojo de almadraba, en Barbate


Nuestra “I Ruta de senderismo” por la zona geográfica del atún de almadraba transcurre desde el Tómbolo de Trafalgar donde observamos su faro de 34 metros de altura, en dirección a los Caños de Meca, donde el agua dulce se filtra a través de las rocas a través del acantilado. El Parque Natural de la Breña brilla con luz propia hasta llegar mediante senderos hasta Barbate por la playa de la Yerbabuena. 

Unos oscuros nubarrones acompañado de una impresionante tromba de agua con fuerte aparato eléctrico nos sorprendió durante gran parte de nuestra travesía, desarbolando nuestras escasas defensas ya que nunca pretendimos “mandar nuestras naves contra los elementos”.

La retina del recuerdo refrescó mi memoria cuando de zagal leíamos en la biblioteca del pueblo "Las aventuras de Tintín" con aquella expresión del capitán Haddock, su compañero de aventuras  cuando gritaba, “truenos, rayos y centellas”...acompañado por nuestra parte de algún que otro adjetivo calificativo inapropiado para acompañar estas letrillas.

Su estratégica situación hizo que la Batalla de Trafalgar inmortalizara este enclave geográfico a partir de 1805.


Taraf al-Ghar (Cabo de las Cuevas) denominado por los andalusíes.






Entre pinos piñoneros, lentiscos, retamas y palmitos con efluvios a tomillo y a romero comenzamos nuestra "I ruta de senderismo por el Parque Natural de la Breña" junto al acantilado que soporta fuertes vientos cargados de sal con suelos pobres que no son fáciles para la vida, por lo que pocas plantas son capaces de crecer y reproducirse. El enebro costero es un ejemplo de cómo una planta autóctona se ha adaptado a las adversidades.


Nuestra retina capta al instante la torre albarrana del Tajo, que fuera construida en el siglo XVI con la misión de servir de vigía ante las incursiones de los piratas turco-berberiscos que por aquella época asolaban las costas andaluzas. La Torre del Tajo, junto a otras tres almenaras conectadas visualmente entre sí, formaban parte de todo un complejo sistema defensivo en el que los torreros comunicaban la presencia de peligro a las otras torres y poblaciones mediante humos de día y con fuego durante la noche. 

Este procedimiento de dar la alarma era musulmán y existía en todo el litoral africano desde el siglo VIII; resulta curioso comprobar la perfección del sistema, cuando en una sola noche, podía llegar un mensaje desde Alejandría a Ceuta. La Torre del Tajo, considerada la segunda en cuando altitud de la provincia, posee forma de tronco de cono y una altura superior a los trece metros. Sus gruesos muros de mampostería enfoscada albergan una única estancia abovedada de más de seis metros de diámetro y siete de altura. Una escalera de caracol conduce a la azotea en donde se encuentra la garita en forma de herradura y en a que antiguamente se refugiaba el torrero de las inclemencias metereológicas. En el centro de la azotea se abre un orificio circular que comunica con la bóveda inferior.


Nuestra “II ruta de senderismo” comienza en Barbate hasta la desembocadura del río Cachón, en Zahara de los Atunes. Entre mayo y junio se pueden observar las redes de almadraba no muy lejos de la costa, en la zona de Atlanterra.


Visitamos la iglesia parroquial de Nuestra Señora del Carmen que ocupa el antiguo salero del Palacio Chanca de Zahara que data en torno año 1568 junto al resto de la fortaleza del siglo XV. Es una obra de arquería de ladrillo con cubierta de bóveda de medio cañón que descansan sobre pilastras laterales de piedras areniscas y ostioneras, las cuales sostienen siete arcos de medio punto que actúan como formeros de cubrición. Desde el 31 de mayo de 1906 alberga la actual iglesia de Zahara de los Atunes siendo declarados la iglesia y el resto de la fortaleza en 2003 “Lugar de Interés Etnológico y Bien de Interés Cultural con categoría de monumento.

La palabra “cachondeo” tiene su origen en Zahara de los Atunes, en las juergas que se organizaban al terminar las faenas a orillas del río Cachón.


Con la “III ruta de senderismo” fuimos ampliando horizontes. Bajo un sol radiante de comienzos de junio, iniciamos nuestra ruta a partir de Atlanterra para llegar a la impresionante “playa de los alemanes" y entre alguna que otra cuesta ascender hasta el Faro de Camarinal o Torre de Gracia situado a 50 m.s.n.m. donde nuestra retina puede apreciar la belleza de sus playas vírgenes como la del “Cañuelo”, una de las playas más recónditas de Cádiz a la que hay que llegar andando entre enebros, palmitos, lentiscos y sabinas como representación del matorral típico mediterráneo.

En la parte superior de la imagen, se puede observar las dunas

Desde el Faro se observa una espléndida vista del cabo de Gracia como inicio del Parque Natural del Estrecho. Esta torre vigía fue construida hace más de 500 años con fines defensivos basados en la transmisión de señales visuales o acústicas de una torre vecina a otra para evitar el avance de los piratas turco-berberiscos que pos aquella época asolaban nuestra costas. A su derecha nos encontramos con otra playa de singular belleza denominada la “playa de los alemanes”.


La literatura popular ha bautizado a este paradisiaco lugar como “la playa de los alemanes” porque hasta los años 90 sirvió en España como refugio de los nazis en España tras perder la II Guerra Mundial. No es de extrañar que esta magnífica playa sirviera como lugar de vigilancia y aprovisionamiento de los barcos alemanes que circulaban por el Estrecho de Gibraltar en la II Guerra Mundial. En la actualidad esta playa ha sido “reconquistada” por el “glamour” de los famosos y los enormes chalés de lujo de personas con alto poder adquisitivo.

El "progreso" y las urbanizaciones amenazan los rincones vírgenes que aún permanecen en la costa gaditana. Zahara de los Atunes (Atlanterra) junto con la playa de los alemanes es sólo un botón de muestra.

"Poderoso caballero es don dinero".


A través de senderos llegamos a nuestro destino como ruta “el monumento natural de las Dunas de Bolonia” junto a la antigua ciudad romana de “Baelo Claudia” cuya ensenada quedará impregnada para siempre en retina del viajero por su extraordinaria belleza. Una playa con 3.990 metros de longitud, con una anchura de 90 metros reconocida entre las mejores playas del mundo.



Las dunas de Bolonia como monumento natural tienen 30 m. de altura máxima y cerca de 200 m. de anchura. Consiste en un sistema de trenes dunares vivos que migran y montan sobre los relieves de punta camarinal.

El conjunto denominado “barjanal” por sus dunas en forma de media luna perpendiculares al viento y con pendientes desiguales. Es de los pocos transgresivos de Andalucía que progresa tierra adentro. Alimentado por el viento de levante, va invadiendo el pinar del pino piñonero repoblado con matorral y de alto valor ecológico. 

Se pretende estabilizar la duna consolidando la cobertura vegetal replantando especies autóctonas.


La intensidad del viento de levante, derivada de las particularidades del Estrecho, ha originado el elemento geológico y paisajístico más relevante de la ensenada: la duna viva de Bolonia, en el flanco occidental de la ensenada se desplaza hacia el promontorio de Punta Camarinal. Su continuo avance se ve dificultado por la presencia de un pinar de repoblación.


Existe una pasarela peatonal que accede a un privilegiado mirador a los pies de la Duna donde se interpreta los procesos de génesis y migración de la Duna hacia la cercana Punta de Camarinal.

Bolonia o Baelo Claudia es una pequeña ensenada de litoral suratlántico delimitada por los cabos Paloma y Camarinal. Por su proximidad al Estrecho pasan por sus aguas el flujo migratorio de atunes rojos que se desplazan cada año hacia el Mediterráneo.

En época romana, Baelo Claudia era un emporio, es decir un lugar donde se concentraba el comercio marítimo siendo puerto de unión con la vecina Tingis la actual Tánger, según algunas fuentes escritas, lo que dio origen a su fuerte desarrollo urbano. Nace a finales del siglo II a.C. y su fuerte ha sido la industria del salazón del pescado y de las salsas derivadas del mismo denominadas “garum” como sus principales fuentes de riqueza, lo que hace que esta ciudad alcanzara cierta pujanza sobre todo bajo el emperador Claudio (41-54 d.C.) que le otorga el rango de municipio romano. El declive de Baelo Claudia se inicia en la segunda mitad del siglo II, posiblemente cuando un terremoto debió asolar la ciudad. En ninguna parte de la Península Ibérica es posible extraer una visión tan completa del urbanismo romano con como en Baelo Claudia enmarcado en su espectacular paisaje que impregna la retina del viajero.

Baños de Claudia

Nuestra “IV ruta” pusimos viento en popa desde Baelo Claudia hasta Punta Paloma sin olvidar nuestro destino final: la ciudad del viento “Tarifa”, donde existe un dicho popular:

«Tarifa, la madre que parió al levante y la madre que parió al poniente». 

Tarifa está situada geoestratégicamente en el punto más meridional de Europa y ha sido un referente histórico en el cruce de culturas. Frente a esta antigua ciudad se puede observar en días claros las cadenas montañosas del continente africano bajo una bella panorámica.

Restos de una embarcación en los "Baños de Claudia", término de Tarifa

Pasada la Cala Pichacho llegamos a una especie de piscinas naturales denominada los "Baños de Claudia" en la que destacan los denominados "flysch" o rocas sedimentarias duras como la caliza, pizarra o areniscas intercaladas con margas y arcillas. En ese punto geográfico captó nuestra retina una embarcación destrozada tiempo atrás por el fuerte oleaje.

Entre aguas transparentes y plácidas con tonos azulados y verdosos, tan sólo separado por una tenue línea azul que la separa del horizonte -y sin la compañía del dichoso viento de levante-, transitamos bajo la presencia de faros, ensenadas, almadrabas, viejas torres vigías almenaras. A través de la ruta por la costa se pueden apreciar numerosos “bunkers” abandonados que formaran parte del sistema defensivo del Estrecho entre 1939 y 1943.


Los búnkeres fueron mandados a construir por la Dictadura entre 1939 a 1943 usando prisioneros republicanos como mano de obra "esclava" bajo la denominación "batallones disciplinarios" que erigieron cientos de ellos en la Frontera Sur. La arbitrariedad, el hambre y las enfermedades debilitaban las escasas defensas de unos seres humanos utilizados como "mano de obra barata" como resultado de una extrema miseria moral y humana que caracterizó a una época.


Poco a poco nos vamos acercando al epílogo de nuestra ruta "Tarifa", considerada como la "meca del viento". Así lo demuestran los cientos y cientos de katesurfistas y surfistas que daban un bello colorido a la "playa de Valdevaqueros" donde nuestra retina disfrutó de las hermosas dunas desenfrenadas como consecuencia de la "madre que parió el viento" de levante que engulle continuamente la carretera que transita desde Tarifa hasta Punta Paloma, a la altura de Valdevaqueros.

En esta zona se denomina al viento de levante "viento de tierra" y al de poniente "viento que viene del mar", más fresco.




Dejamos atrás Valdevaqueros para adentrarnos en la playa de los Lances con más de siete mil metros de playa virgen de arenas finas y blancas, característica de la costa gaditana. El río Jaral interrumpe levemente la playa en su desembocadura.

Una zona geográfica desde Trafalgar a Tarifa con fuertes vientos y corrientes marinas donde en el fondo de sus aguas se almacenan un importante patrimonio submarino con diferentes pecios "partes de naves hundidas como consecuencia de naufragios o batallas".


Castillo de Santa Catalina, en Tarifa


La retina del recuerdo me extrapola imágenes de la primera vez que visitamos Tarifa. En aquélla ocasión fuimos testigos "in situ" de cómo el azote del viento levantaba la arena mediante ráfagas golpeando nuestras frágiles piernas, como si de una lluvia de alfileres se tratara.



África, a tan sólo 12 kilómetros de distancia desde Tarifa

Y por fin, divisamos el castillo de Santa Catalina para acercarnos posteriormente a la torre-faro de la isla de las Palomas o de Tarifa, -que separa el mar Mediterráneo del Océano Atlántico-.

Desde ese punto se divisan en días claros las primeras estribaciones montañosas del continente africano repletas de aerogeneradores. Se puede observar Ceuta a la izquierda y Tánger a la derecha.

A partir del año 238 a. C. con la I Guerra Púnica los romanos obtienen la supremacía naval y comienzan a usar el término Mare Nostrum (mar nuestro) para referirse al Mar Mediterraneo.

Para recuperar las fuerzas nos desplazamos hasta la Plaza de San Martín para degustar el pescaito frito, el atún de amadraba, los calamares de pota sin olvidar las tortillitas de camarones que estimulaban nuestro paladar acompañado de una buena cerveza fría que hidratara nuestros cansados cuerpos por la travesía.




Más tarde visitamos la fortaleza de Guzmán "El Bueno", donde nos ilustramos con la historia de la histórica ciudad.

La etimología de la ciudad proviene de su conquistador y primer propagador del Islam en Occidente, Tarif en el año 710 cuando desembarcara en la Isla de la Paloma.


Al año siguiente, otro general musulmán Tarik desembarcaría en la montaña de Gibraltar (Gebel al-Tarik). Ambas ciudades quedarían inmortalizadas a perpetuidad con la nomenclatura de sus nombres así como miles de nombres andalusíes tan bellos como Taraf al Ghar (Trafalgar), Guadalquivir (Wad al Kabir), azzeit (aceite de oliva) y un largo etcétera.

La isla de las Palomas, al fondo de la imagen

Tarifa es considerada “la capital europea del viento” que protagoniza la vida de sus habitantes. Está ubicada en el punto más meridional de Europa. En 1808 se construyó el camino de la isla que hasta entonces estaba separada de Tarifa.

La Torre-Faro fue originalmente una torre almenara convertida en 1813 en el primer faro del Estrecho de Gibraltar. 

Cuando se abandona esta zona geográfica azotada por "la madre que parió el viento del levante y del poniente" que desarbolan nuestros sentidos, se siente cierta añoranza y melancolía por regresar a sus bellas playas, como de un "Blues de Trafalgar" se tratara.

Muy cerca de Tarifa se encuentra Gebel al Tarik y la antigua ruta denominada el "Camino inglés" en pleno Parque de los Alcornocales entre Ronda y Gibraltar pero eso formará parte de otra grata historia...

Desde Tarifa, para el Blog de mis culpas...