"El bandolero que no tiene leyenda, el que no lo canta el pueblo,
ese no es un bandolero, ese es un bandido".
Entre la inmortal Baeza de Antonio Machado y Villa Amparo en Rocafort como ciudades machadianas llegamos a Alcaraz en Albacete), etimología que proviene del término andalusí "alkurz o cerezo", donde visitamos la tumba del considerado como el último bandolero Francisco González Ríos “El Pernales” junto a su inseparable compañero de infortunio Antonio Jiménez Rodríguez “El Niño de Arahal”, que encontraron la muerte aquel 31 de agosto de 1907, en Villaverde del Guadalimar (Albacete) con tan sólo 28 y 26 años respectivamente.
Una de las rutas más interesantes que se pueden realizar por el interior de Andalucía transita entre la frontera de la provincia de Jaén y Albacete, en el término de Villaverde del Guadalimar, en la Sierra de Alcaraz donde el infortunado bandolero Francisco de Paula Ríos González “El Pernales” con tan sólo 28 años encontró la muerte aquel 31 de agosto de 1907 cuando fue sorprendido por la Guardia Civil, en un lugar denominado “Las Morricas” cuando se dirigía junto con su inseparable compañero Antonio Jiménez Rodríguez “El Niño de Arahal”, al puerto de Valencia para embarcar hacia América, en busca de la libertad.
Al realizar una mirada retrospectiva desde las páginas de la historia, nos proyecta hacia una época estrechamente ligada a la opresión, al caciquismo y al descontento social, destacando la miseria de los pueblos y de sus gentes.
Es evidente que detrás del bandolerismo andaluz del siglo XVIII y comienzos del XIX ha existido una razón de orden sociológico, al ser empujados por la miseria bajo el amparo de una justicia corrompida. No hace falta recordar que los caciques en las áreas rurales estaban sostenidos por sus altas influencias políticas designando alcaldes, controlando a los jueces locales y funcionarios públicos, actuando en definitiva, con la máxima arbitrariedad posible.
Con la llegada al trono español de la dinastía borbónica el país comenzó a sufrir importantes cambios en todos los ámbitos, con nuevas ideas y formas de gobierno importadas de Francia; sin embargo, el fuerte contraste existente entre estratos sociales, herencia de los siglos anteriores, la miseria y el hambre que potenció la Guerra de Sucesión o las drásticas medidas tomadas contra las minorías, fueron el desencadenante de nuevos conflictos sociales, delincuencia y crímenes que adquirieron con el tiempo una forma concreta de manifestación: el bandolerismo.
Con la llegada al trono español de la dinastía borbónica el país comenzó a sufrir importantes cambios en todos los ámbitos, con nuevas ideas y formas de gobierno importadas de Francia; sin embargo, el fuerte contraste existente entre estratos sociales, herencia de los siglos anteriores, la miseria y el hambre que potenció la Guerra de Sucesión o las drásticas medidas tomadas contra las minorías, fueron el desencadenante de nuevos conflictos sociales, delincuencia y crímenes que adquirieron con el tiempo una forma concreta de manifestación: el bandolerismo.
Óscar Herradón
Revista de Historia de España (Hª de Iberia Vieja).
En torno al mundo de los bandoleros los sentimientos siempre han estado polarizados en función con el cristal con que se mire. Para la aristocracia, caciques y señoritos cortijeros andaluces de la época eran considerados bandidos, ladrones o asesinos mientras que para la gran masa de braceros sin tierra, gente humilde y campesina eran una especie de héroes en unos tiempos donde el campesinado estaba desposeído de cualquier derecho social permaneciendo anclados en la pobreza más extrema donde la justicia social ni estuvo ni tampoco se le esperaba.
Para salir de la pobreza extrema no existía otra opción que hacerse contrabandista o bandolero, lo que los obligaba permanecer siempre en el filo de la navaja y como consecuencia, ser perseguidos por la ley y no pocas veces delatados para cobrar alguna que otra recompensa. Una corta vida llena de cansancio, mal aspecto con barba de muchos días y sudorosos transitando a través de múltiples senderos en busca de alguna guarida que les brindara protección.
El bandolero armado de trabuco y navaja a lomos de un pura sangre -generalmente robado a algún terrateniente-, se lanzaron a asaltar por los caminos reales en busca del preciado botín, desvalijando incluso las diligencias oficiales de la Corona. Frente al delincuente común, el bandolero gozaría del aprecio del pueblo, que lo convertiría en una especie de héroe.
El fenómeno del bandolerismo llegó a ser considerado como un auténtico latrocinio y asunto de Estado durante el siglo XVIII y comienzos del XIX aunque mayor latrocinio fue impedir que el espíritu de la España de 1812 “La Pepa” siguiera por la senda constitucional de progreso y libertad que permitiera sentar las bases definitivas para sacar a España de la miseria, del analfabetismo, de la hambruna en la que estaba sumida por la mala administración y sempiterna corrupción de sus clases dirigentes.
El bandolero armado de trabuco y navaja a lomos de un pura sangre -generalmente robado a algún terrateniente-, se lanzaron a asaltar por los caminos reales en busca del preciado botín, desvalijando incluso las diligencias oficiales de la Corona. Frente al delincuente común, el bandolero gozaría del aprecio del pueblo, que lo convertiría en una especie de héroe.
El fenómeno del bandolerismo llegó a ser considerado como un auténtico latrocinio y asunto de Estado durante el siglo XVIII y comienzos del XIX aunque mayor latrocinio fue impedir que el espíritu de la España de 1812 “La Pepa” siguiera por la senda constitucional de progreso y libertad que permitiera sentar las bases definitivas para sacar a España de la miseria, del analfabetismo, de la hambruna en la que estaba sumida por la mala administración y sempiterna corrupción de sus clases dirigentes.
Haciendo una breve historia, el bandolerismo ha existido desde tiempos muy remotos. La represión y la miseria generaba exclusión social, cuyo caldo de cultivo obligaba a muchos excluidos de la sociedad, a “echarse al monte”.
- Viriato en el siglo II a.C. fue calificado por los romanos como “capitán de bandoleros”.
- En el siglo IX el guerrillero andalusí Omar Ben Hasfún y sus leales de Bobastro fueron considerados durante un tiempo bandoleros del Emirato de Córdoba.
- Durante el siglo XVI y comienzos del XVII los monfíes “moriscos refugiados en Las Alpujarras a partir de 1568”, fueron también considerados bandoleros por culpa de la represión a la que fueron sometidos por los reyes cristianos, después de la Toma de Granada.
- El bandolerismo fue considerado como una razón de Estado durante el siglo XVIII y comienzos del XIX al estar en peligro las rutas y caminos desde Despeñaperros hasta Andalucía la Baja y el Camino inglés “Gibraltar”. Pero no hay que olvidar que fue el resultado de tanta miseria moral del propio Estado que permitía fuertes contrastes sociales beneficiando siempre a las clases privilegiadas como los caciques, la nobleza y el clero mientras predominaba en el pueblo llano la miseria y hambruna que actuaba como detonante para que muchas personas se pusieran al "margen de la ley" y se echaran al monte en las sierras de Andalucía como verdadero territorio donde ejercían su influencia.
- Los maquis serán considerados después de la Guerra Civil española como “bandoleros” por la Dictadura de Franco, pero nunca lo fueron. Fueron por derecho propio, el único movimiento de resistencia anfifascista, que sufrieron el exilio o la muerte y lo que es peor, el ingrato olvido de la historia.
Considerado el último bandolero, “El Pernales” se sentía como en su propia casa al ejercer su influencia por los términos municipales de Osuna, Marchena, Puebla de Cazalla y Morón.
Atrás queda en la retina de la historia, su encuentro con el poeta de “Andalucía la Baja” Fernando Villalón en las inmediaciones del cortijo “La Rana”, ubicado entre Morón y la Puebla de Cazalla donde el célebre poeta intentara echarle una mano, con la promesa de hacerlo un hombre decente.
Se podría decir -salvo excepciones-, que la vida del bandolero llegó a ser la “crónica de una muerte anunciada”. Pernales tenía el santo de espalda y sus huellas eran oteadas por la Guardia Civil “con la orden de entregarlo vivo o muerto”.
Atrás queda en la retina de la historia, su encuentro con el poeta de “Andalucía la Baja” Fernando Villalón en las inmediaciones del cortijo “La Rana”, ubicado entre Morón y la Puebla de Cazalla donde el célebre poeta intentara echarle una mano, con la promesa de hacerlo un hombre decente.
Se podría decir -salvo excepciones-, que la vida del bandolero llegó a ser la “crónica de una muerte anunciada”. Pernales tenía el santo de espalda y sus huellas eran oteadas por la Guardia Civil “con la orden de entregarlo vivo o muerto”.
¡Pero quién fue este bandolero forjado entre Andalucía la Baja y la Sierra de Alcaraz que incluso la literatura popular lo ha convertido en una leyenda viva que ha pasado a formar parte de la Memoria Colectiva de los pueblos donde ejerciera su influencia, llegando incluso a movilizar un tercio de la Guardia Civil en su época y que incluso algún que otro jefe de línea de la Benemérita llegó a solicitar voluntariamente destino con la esperanza de dar captura al Pernales y a su inseparable compañero de “hazañas” el Niño de Arahal!.
Francisco de Paula Ríos González nació sin un pan bajo el brazo -como tantos otros niños de su generación- en el pueblo de Estepa, en la provincia de Sevilla un 23 de julio de 1879. Su padre lo introduce en el magisterio de adueñarse de lo ajeno y en una de sus fechorías se tropieza con la Guardia Civil que lo mata.
Como la mayoría de los campesinos andaluces Pernales no recibió instrucción alguna en la escuela, y a los diez años trabajaba de cabrero con su padre.
Como la mayoría de los campesinos andaluces Pernales no recibió instrucción alguna en la escuela, y a los diez años trabajaba de cabrero con su padre.
Este hecho se graba perenne en su retina y se “echa al monte” al margen de la ley formando una partía con Antonio López “el Niño de la Gloria”, Juan Muñoz “el Canuto”, Antonio Sánchez “el Reverte”, Pedro Ceballos “el Pepino” y Antonio Jiménez Rodríguez, “el Niño de Arahal”, atracando entre Sierra Morena y la Serranía de Ronda. Incluso se atrevió a asaltar a un Gobernador Civil de Córdoba.
El 13 de mayo de 1844 se crea la Benemérita “Bene (bien), méritus (merecedor)” por D. Francisco Javier Girón y Ezpeleta, II Duque de Ahumada con el objetivo de combatir la inseguridad de los caminos y perseguir a los malhechores. Es evidente que las fuerzas del orden de la época contaron con la enorme ayuda del telégrafo y ferrocarril que poco a poco irán poniendo cerco a las “partías de bandoleros”.
El Pernales a lomos de su caballo Relámpago recorría los campos de Morón, Marchena, Puebla de Cazalla, Osuna, La Roda de Andalucía, Écija, el Valle del Genal, Lucena y Antequera refugiándose en las sierras abruptas que reúnen las condiciones adecuadas para cobijar a los bandoleros.
“Esta noche Pernales ha robado en la finca de los condes de Miraflores. Se supone que como el ladrón no anda durante el día y salió de madrugada de la Hacienda de la Rana, no ha podido ir muy lejos y estará escondido hasta la noche por aquellos contornos. La Guardia Civil le sigue la pista”…
Fernando descubrió su escondite, le echó una mano:
“¡Animal! –le dijo-. He querido advertirte que tu cabeza, hace tiempo pregonada, corre peligro inminente. Hay un tercio de la Guardia Civil movilizado únicamente en tu busca.
Tienen la orden de entregarte vivo o muerto. Ahora mismo en la gañanía hay una pareja y debajo de cada olivo de la Rana hay un civil. Huye de aquí o métete en la Marisma. Acércate a la Ciñuela, donde yo tengo los toros bravos. Te haré vaquero. Te haré un hombre decente. Tendrás mujer, hijos, casa y un caballo. ¡Mejor que éste!. Tendrás paz.
-Don Fernando, yo se lo agradezco; pero de sobra sé que estoy perdido. Si he de hacer algo para salvarme, tendrá que ser trasponiendo la Sierra Morena y metiéndome en Castilla. Por acá se me ha vuelto el santo de espaldas, y, como siempre, la culpa la tiene una mujer. Por una mujer me eché al campo, pedí dinero para comer y maté para que no me matasen. Ahora por una mujer tendré que dejar lo que más quiero: mi caballo y mi tierra.
“Le dejo a usted esto en recuerdo. Le juro que con él no hice sangre a nadie”.
El poeta lo vio partir y desaparecer en la oscuridad. Y Una vez más, tragado por la noche, se fugó el bandolero.
A partir de este episodio, de Pernales jamás se supo en Morón.
Manuel Halcón sobre el poeta Fernando Villalón y “El Pernales”.
Aunque su captura era muy dificultosa al tener una gran movilidad geográfica y destreza como jinete acompañado de su buena montura, el cerco de la Guardia Civil se estrechaba. En 1907 su “partía” aunque cohesionada -ya que la traición se pagaba con la muerte- quedó desmantelada en Alcolea, Córdoba quedándole tan solo como cómplice el “Niño de Arahal”, por lo que decidieron iniciar su último viaje por la Sierra de Segura y Alcaraz con la intención de llegar hasta el puerto de Valencia con el objetivo de emigrar rumbo a América.
Desde Onsares, un
pueblo de Jaén, limítrofe con la provincia de Albacete, nuestro malogrado
bandolero se dirigió hacia el Cambrón para dirigirse hacia la aldea del
Bellotar, donde fue visto por un agente de la Guardia Civil ya retirado, que al
verlo profusamente armado, sospechó de él y dio parte al cuartel de la Guardia
Civil de Villaverde del Guadalimar que organizó la batida y posterior
emboscada.
Pero su trágico final junto con su inseparable compañero de correrías Antonio Jiménez Rodríguez “El Niño de Arahal” tuvo lugar un 31 de agosto de 1907 donde encontraron la muerte a tiros en Villaverde de Guadalimar al ser sorprendidos por la Guardia Civil al mando del teniente Juan Haro López, jefe de la línea de Alcaraz, Albacete.
Sus cadáveres se trasladan primero a Villaverde del Guadalimar y luego a Alcaraz (Albacete) donde los cuerpos de los desafortunados bandoleros fueron expuestos al público en el patio del ex-convento de Santo Domingo de dicha localidad.
La Cruz del Pernales recuerda este luctuoso acontecimiento. Tenía tan sólo 28 años de edad. Existe un monolito con la narración de su vida y muerte del trágico acontecimiento.
La Cruz del Pernales recuerda este luctuoso acontecimiento. Tenía tan sólo 28 años de edad. Existe un monolito con la narración de su vida y muerte del trágico acontecimiento.
Informe oficial del teniente Haro tras ser abatido “El Pernales”:
“Aparenta ser de unos 28 años, de 1,49 metros, ancho de espaldas y pecho, algo rubio, quemado por el sol, con pecas, color pálido, ojos grandes y azules, pestañas despobladas y arqueadas hacia arriba”.
Al Pernales se le ocupó, según el informe del teniente Haro, un macho castaño oscuro, una escopeta de dos cañones de fuego central de retroceso, un revólver sistema Smith de seis tiros, un anteojo de larga vista, un reloj sistema Roskof, una cartera de bolsillo con tres billetes de 100 pesetas, una pluma para escribir, una carta con un sobre que se dirigía a Carmen Morales González, calle Alcoba, Estepa, participándole a su madre que tenía un hijo más, firmándola Francisco Ríos y otra carta en un sobre, sin dirección, proponiendo a una tal Mariana que asistiera a una entrevista para llevársela al campo, entre otras cosas.
Al Niño de Arahal se le ocupó una yegua castaña clara, un revólver sistema Smith, una navaja de muelles de grandes dimensiones, fabricada en Albacete y una cartera de bolsillo con cuatro billetes de 100 pesetas, entre otras cosas.
Pernales y el Niño llegaron, según el informe del teniente, hasta 8 pasos de donde estaban apostados el cabo Villaescusa y el guardia Segovia quienes les dieron el alto, a lo que respondieron los bandidos disparando. Este lugar donde murió Pernales es una pequeña elevación de terreno con dos grandes piedras detrás, donde seguramente se ocultaron los guardias. La senda, que todavía hoy se distingue perfectamente, es muy estrecha por lo que Pernales iría delante y detrás el Niño, que así pudo escapar de una nueva descarga, aunque finalmente fue abatido ya que tropezó con el teniente Haro, el guardia Redondo y el guardia Codina, este último al parecer fue quien le alcanzó con un disparo, pues así lo afirmaba el oficial en su informe….
Desbrozando algún que otro Libro de Actas Capitulares y Libros de Protocolos entre 1828 y 1833 y poniéndome en contacto con el Juzgado me comentan que anterior al año 1870 no existía el Registro Civil. Cualquier información anterior a esa fecha había que buscarla en las parroquias y en los ayuntamientos.
Observando un plano sobre las vías pecuarias de la orografía del terreno Morón por donde transitaba el Pernales se puede comprobar la salida desde Morón por la antigua Fuente Nueva hacia la colada del Piojo-Los Melonares en busca de la colada de Percoya y el Pedernal que desemboca en el arroyo Salado como inicio de la ruta para llegar a las Rozas de San Juan ya en plena sierra donde se refugiaban en sus guaridas alguna que otra “partía” de bandoleros como “El Tempranillo y el Pernales”. Por tanto, entra dentro de la lógica, que “Pernales” bajara desde la Sierra a través del Paso del río Salado y llegar hasta la colada del Pedernal y Percoya para conectar con la Colada de los Remedios-Fuente del Piojo que llegaba hasta la antigua Fuente Nueva, donde la gente mayor recuerda el antiguo abrevadero donde brotaba agua.
La muerte de un bandolero con leyenda que “robaba a los ricos para entregárselo a los pobres” encuentra en la literatura popular los ingredientes necesarios para proyectar esa imagen pintoresca que pervivirá en la “Memoria Colectiva de los Pueblos”, lo que contribuye a dinamizar de alguna manera las rutas transitadas por los infortunados bandoleros para su puesta en valor mostrando la diversidad cultural de los pueblos transitados por tan célebres personajes como “El Tempranillo”, “El Pernales” y otros viajeros románticos.
El bandolerismo romántico ha llegado hasta nosotros gracias a las plumas de viajeros románticos de finales del siglo XVIII y comienzos del XIX como Washington Irving, Gautier o Merimée que proyectaron fuera de España a través de leyendas e historias reales una figura del bandolero idealizada como el “mártir de las causas injustas y la opresión social y política”.
Tal vez haya sido la poesía de Fernando Villalón pionera en facilitarnos esa visión romántica del bandolero como héroe social, una especie de Robin Hood con el “Tragabuches, Juan Repiso, Satanás y Mala Facha, José Candio y el Cencerro y el capitán Luis de Vargas” el que a los pobres socorre y a los ricos avasalla.
…-Echa vino montañés
que lo paga Luis de Vargas
el que a los pobres socorre
y a los ricos avasalla-.
Fernando Villalón
Francisco de Paula José Ríos González, alias “El Pernales“ por la dureza de sentimientos, ha sido considerado el último de los bandoleros andaluces.
A partir de la fecha de su muerte -le pasará como a otro célebre bandolero José María Hinojosa Cobacho “El Tempranillo”- morirá el bandolero y comenzará su leyenda, cantada por el pueblo que será transmitido a través de generaciones…
Existen varias coplas populares dedicadas a su memoria
Pernales en toda su vida
no ha matado a ningún hombre,
que el dinero que robaba
lo repartía entre los pobres…
Ya mataron al Pernales.
Ladrón de Andalucía.
El que a los ricos robaba.
Y a los pobres socorría.
P.D. Un hecho que voy a relatar se lo he escuchado siempre a mi padre. Es una historia que ha sido transmitida través de varias generaciones.
La abuela de mi padre María García León era recovera y visitaba los cortijos de la zona para llevar productos del pueblo para cambiarlos a su vez por huevos, queso y otros productos del campo para suavizar un poco su maltrecha economía.
Como la inmensa mayoría de las mujeres de su época, vestía de negro. Un día se le echó la noche encima y anduvo todo lo ligera que pudo para llegar a su casa. En el silencio de la noche, escuchó tras ella el trote de un caballo, lo que le hizo aligerar aún más el paso, posiblemente por el miedo.
Cuando el jinete la alcanzó le preguntó. ¡Señora, de donde se viene!.
La buena mujer temerosa le contestó:
¡De buscarme la vida, soy recovera, vendo por los cortijos y hoy se me ha hecho tarde!.
El jinete le preguntó si no lo conocía a lo que le respondió la señora, ¡No, señor!. El jinete le manifestó siempre según la versión de la recovera, ¡No diga que me ha visto!. ¡Yo soy Pernales! y le entregó dos pesetas en plata, para que se ayudara un poco.
Este hecho tuvo lugar en una vereda cercana a Morón, llamada "Los Melonares", entre la antigua finca del Pernal y el Piojo, lo que demuestra que el célebre bandolero Pernales considerado ¡el último bandolero! anduvo por el término de Morón al igual que en julio de 1832, José María Hinojosa Cobacho “El Tempranillo”, celebrara el indulto de Fernando VII, en la Hacienda “Arroyo del Rosal” junto con otro bandolero Juan Caballero, en julio de 1832.
También me cuenta un vecino y amigo de Morón, de un hecho significativo que le ocurrió a un vecino de Dos Hermanas y pariente suyo llamado Antonio López Gómez, administrador de fincas que se vio sorprendido por el célebre bandolero “Pernales” cuando llevaba dinero para pagar a los jornaleros. Le pegó una paliza, lo amarro y acto seguido le quitó el dinero de las alforjas perdiéndose por los caminos.
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