¡Cuando muera el último calero, se habrá quemado el último pergamino de una biblioteca viviente que ha contribuido fielmente a un desarrollo sostenible de su hábitat, con un alto interés etnológico!.
Blog de Antonio Cuevas
En la mañana del lunes 25 de septiembre de 2017 hemos tenido la oportunidad de realizar una visita a la exposición “En cal viva”, ubicada en el Espacio Santa Clara de Morón de la Frontera y dedicado al trabajo de la cal y de los caleros de Morón, unos grandes desconocidos y olvidados hasta no hace mucho tiempo.
La práctica tradicional ligada a la elaboración de la cal ha sido durante mucho tiempo una fuente de empleo para Morón de la Frontera siendo una importante seña de identidad. El reconocimiento por la UNESCO ha contribuido a dar un fuerte impulso para sensibilizar a la opinión pública sobre la práctica e importancia de la producción artesanal de la cal con un especial valor a la recuperación de los conocimientos y técnicas para el uso de la cal en la construcción sostenible. Cuando la producción de cal artesanal se redujo como consecuencia de la fabricación industrial, los hornos y a su vez la transmisión de conocimientos cayeron en desuso.
La exposición “En cal viva” con fotografías didácticas de Manuel Gilortiz, gran conocedor junto a Isidoro Gordillo del mundo tradicional de la cal ha sido el resultado de una colaboración conjunta entre la Fundación Fernando Villalón y el Museo de la Cal de Morón -Patrimonio de la Humanidad desde el 25 de noviembre de 2011-.
Es evidente que dicha exposición de carácter etno-fotográfico de la Cal de Morón posee efluvios y reminiscencias de tiempos ancestrales al haber sido legada la elaboración de la cal como depósito y transmisión de verdaderos conocimientos tradicionales que han sido aprendidos de generación en generación y de los cuales existe documentación desde hace al menos más de cinco siglos aunque este oficio milenario se pierde en la noche de los tiempos.
La cal era ya conocida varios milenios a. de C. como material de construcción para morteros y revestimientos en Catal Hüyük,-Turquía-, en Mesopotamia, en el antiguo Egipto, en China y en la India. Las páginas de la historia también nos recuerdan que el opus caementicium u hormigón romano llegó a ser una de las claves del éxito de las construcciones de su época por su enorme solidez, actuando la cal como aglutinante. Roma hizo uso de la argamasa de cal desde principios del siglo II inventando el opus caementicium, una mezcla de piedras pequeñas, grava, arena, cal, agua.
La cal se ha utilizado para hacer uno de los morteros más usados en la construcción hasta casi finales del siglo XX cuando se generalizó el uso del cemento. A pesar de la industrialización feroz que ha sufrido el sector de la construcción, todavía existen caleros que saben cómo se produce la cal artesanal, aunque quedan muy pocos desafortunadamente.
Morón ubicado en la frontera de su propia esperanza aún sigue demostrando que es un ejemplo para el mundo de que la cal sigue estando más “viva” que nunca. La revitalización del oficio ha sido objeto de reconocimiento como actividad que mejor refleja los principios de la Convención para la salvaguarda del Patrimonio Inmaterial (2003).
Al entrar en la exposición “En cal viva” observamos su
gran valor documental y didáctico de un oficio milenario como es el del calero
como tesoro vivo, que aún pervive como seña de identidad en Morón y que se llevan por
bandera en numerosos “pueblos blancos” que jalonan nuestra
serranía.
Comienza la exposición con un agradecimiento por parte
de Manuel Gilortiz a los caleros como los verdaderos protagonistas, que han
sabido mantener gracias al esfuerzo y constancia un oficio milenario,
lamentablemente hoy olvidado en la mayoría de los lugares de la geografía de la
cal, en España.
El primer panel
ilustrativo que observamos al entrar en la exposición nos ilustra sobre el papel de la cal de Morón
en África, cuyos hornos construidos en Turkana han sido elaborados con la
sabiduría de los maestros caleros de Morón.
El
objetivo de esta construcción es enseñar el oficio de calero a un grupo de
misioneros de la Comunidad Misionera de San Pablo Apóstol que viven y trabajan
desde hace casi 30 años por los más desfavorecidos en esta región del cuerno de
África.
La
escasez de oportunidades alternativas al decadente pastoreo nómada y las
fuertes sequías y hambrunas que cíclicamente asolan la zona, unido a la
iniciativa de los misioneros por dotar de agua mediante presas de mampostería
para almacenar agua de erráticas y torrenciales lluvias típicas de la zona,
trajo a la palestra la idea de producir localmente el material aglomerante
necesario al estilo de los romanos: cal y arena.
Dada
la dificultad de trasladar a un calero de los de toda la vida a una zona tan
remota y difícil, se optó por levantar un horno réplica del africano en el
Museo de la Cal, y ponerlo a funcionar en presencia del responsable del
proyecto en Kenia quien tendrá la oportunidad de conocer de primera mano el oficio
para trasladarlo posteriormente a la zona y conseguir finalmente hacer cal en
el desierto.
El siguiente panel ilustrativo nos acerca al Museo de la Cal de Morón. El blog de mis culpas ha realizado varios artículos sobre la Cal de Morón realizando además una visita al Museo de la Cal en octubre de 2013 donde nos ilustró su director Manuel Gilortiz.
Los principales objetivos del
proyecto son la toma de conciencia e importancia de la práctica de la
fabricación artesanal y mejoras en las condiciones de vida de los caleros. Con este
fin, se creó la Asociación Cultural Hornos de Cal de Morón y así nació el Museo
de la Cal en el que se muestra el proceso artesanal in situ.
Y dentro de este marco geográfico natural rodeado de
efluvios a tomillo, romero, algarrobos, lentiscos y palmitos como única palmera
autóctona de la Península Ibérica y de Europa, nos encontramos junto a la
Sierra de Morón el Museo de la Cal ubicado en la aldea denominada “Caleras de
la Sierra” y declarado por la UNESCO “Patrimonio Inmaterial de la Humanidad” en
noviembre de 2011.
Dicha declaración ha dado un importante y necesario
impulso a la sensibilización de este valioso patrimonio etnológico y
antropológico como legado de nuestros ancestros, siendo consideradas auténticas
reliquias vivas. Un claro ejemplo de la recuperación y revitalización del
saber tradicional como el oficio de calero casi olvidado. Todo ello, gracias a
la iniciativa de un grupo de personas sensibilizadas porque una de sus señas de
identidad no caiga en el olvido.
El mundo de la cal tradicional ha sido un mundo
heredado de generación en generación desde tiempos inmemoriales hasta los
últimos caleros tradicionales en vías de extinción. Un trabajo muy duro y
penoso con altas temperaturas constantes en los hornos que oscilan entre 900 y
1000ºC, durante 24 horas en un proceso que dura entre 12 y 15 días.
La cal tiene
más de 130 usos aunque el papel más antiguo que se conoce es en la construcción
de obras públicas y civiles. La cal posee también importantes aplicaciones en la
industria química, siderurgia, medioambiente, cerámica, agricultura,
agroalimentación, elaboración del papel, industria del vidrio, ingeniería
civil, ganadería, industria azucarera, blanqueo de fachadas, etcétera…
La cal artesanal a diferencia de la cal industrial
sirve también para la restauración del Patrimonio Artístico e Histórico como lo
demuestra la restauración del Patio de los Leones de Granada entre otros
monumentos significativos. La cal tiene tantas utilidades que incluso en la actualidad se utiliza para reforzar los pilares deteriorados de
importantes monumentos históricos, a las que se le inyecta cal hidráulica para
regenerar las grietas dañadas por el paso del tiempo.
El calero Juan Ortiz |
Los caleros como artesanos en la materia han sabido
transmitir la riqueza de esta ancestral cultura que ha pervivido durante siglos
y que el Museo de la Cal pretende conservar y difundir este patrimonio dando a
conocer la cultura de la cal, el calero y su medio, promoviendo la visitas
didácticas al Museo en el que podemos encontrar dos hornos totalmente
restaurados que datan del siglo XIX, una casilla denominada de “del Calero”, un
centro de interpretación y una sala de proyecciones donde el visitante conocerá
de primera mano todo el proceso de la elaboración de la cal y su influencia en
la cultura andaluza, que ha llegado a a ser una importante seña de identidad de
Morón, reconocida en el mundo.
Desde el mismo Museo se pueden apreciar dos formas
diferentes de explotación de los recursos naturales. Por un lado, la
explotación racional de los recursos naturales por parte de los antiguos
caleros durante muchas generaciones como forma de supervivencia, existiendo un
equilibrio entre la naturaleza y el ser humano. Su explotación desde tiempos
remotos ha estado basada en la utilización de hornos tradicionales que han
recogido el testigo de los romanos y que los árabes mejoraron su proceso,
utilizando la leña de olivo como combustible por su alto contenido calórico, lo
que ha servido de apoyo a una economía de subsistencia de la zona.
Por otro, las modernas empresas mineras que
sobreexplotan intensivamente dichos recursos naturales causando un grave
impacto medioambiental. Es evidente que cada visitante sacará sus propias
conclusiones.
El Museo de la Cal tiene como objetivo restaurar y
conservar la artesanía de la cal e investigar sobre el oficio llevando a cabo
actividades formativas sobre nuestro Patrimonio Etnológico como lugar que
alberga formas relevantes de expresión de la cultura y modos de vida del pueblo
andaluz. Los hornos de las Caleras de la Sierra han pasado a formar parte del
Catálogo General del Patrimonio Etnológico Andaluz como "Bien de Interés
Etnológico", lo que le confiere preferencia a efectos de conocimiento,
protección y difusión. También se protegen aquellos conocimientos o actividades
en peligro de extinción favoreciendo su estudio como parte integral de la
identidad andaluza. Entre los objetivos del Museo de la Cal está conservar,
investigar y difundir este ancestral legado cultural.
Posee también un fondo de documentación donde estudiar
e investigar para la promoción científica y cultural mostrando un
patrimonio vivo, donde sus elementos claves son el calero, la cultura de su
trabajo, los usos del territorio y el paisaje, llevando siempre a Morón por
bandera. Por tanto, es necesario resaltar la investigación, documentación y
difusión que la Asociación Cultural Hornos de la Cal de Morón realiza en la
salvaguarda que permita revitalizar esta tradición ancestral en vías de
desaparición denominada los caleros y su cultura. Los hornos de cal son
construcciones de valor antropológico e histórico vinculados a actividades
tradicionales unidas a los caleros de la aldea.
La cal ha sido utilizada desde
tiempos inmemoriales como material aglomerante en la construcción de edificios
civiles, castrenses y religiosos así como en las obras públicas ya
que mezclada con agua y arena se obtenía una especie de mortero o argamasa que
se utilizaban para pegar ladrillos o piedras, lo que otorgaba una gran
resistencia. Grandes lienzos de murallas, acueductos, puentes, catedrales ó canalizaciones
de aguas han sido elaborados con morteros de cal, al ser un material duradero e
impermeable en la construcción hasta la aparición del cemento en el siglo XIX y
su auge en el siglo XX como el principal agente cimentador en la construcción
al endurecerse al contacto con el aire.
La cal tiene tantas utilidades que incluso en la actualidad se utiliza para reforzar los pilares deteriorados de
importantes monumentos históricos, a las que se le inyecta cal hidráulica para
regenerar las grietas dañadas por el paso del tiempo. Incluso la restauración
de los leones de la Alhambra de Granada se ha realizado con Cal de Morón.
Posee también un comportamiento bioclimático que da al
interior de la vivienda frescor el verano y calor en invierno, logrando lo que se
denomina el “efecto botijo”, al permitir la circulación del aire y evaporación
de la humedad, muy conocido en las casas antiguas de Andalucía al
ser una solución barata, eficaz y ecológica.
Otros usos importantes de la cal incluye la neutralización de los suelos ácidos en agricultura, en la fabricación de vidrio y papel, el lavado de ropa blanca, el refinado de azúcar, etcétera. La cal viva reduce la acción bacteriana en el tratamiento de residuos animales al mismo tiempo que permite la circulación del aire y la evaporación de la humedad. Dichos residuos constituyen un excelente fertilizante como la gallinaza que se aplica en los campos de cultivo, aportando al suelo fósforo, nitrógeno, potasio, calcio, magnesio, azufre y materia orgánica. También se usa la cal en la protección del medio ambiente al tratar las aguas residuales y lodos.
Otros usos importantes de la cal incluye la neutralización de los suelos ácidos en agricultura, en la fabricación de vidrio y papel, el lavado de ropa blanca, el refinado de azúcar, etcétera. La cal viva reduce la acción bacteriana en el tratamiento de residuos animales al mismo tiempo que permite la circulación del aire y la evaporación de la humedad. Dichos residuos constituyen un excelente fertilizante como la gallinaza que se aplica en los campos de cultivo, aportando al suelo fósforo, nitrógeno, potasio, calcio, magnesio, azufre y materia orgánica. También se usa la cal en la protección del medio ambiente al tratar las aguas residuales y lodos.
Todos recordamos en nuestra infancia a
nuestros padres y abuelos encalar las fachadas y los paredones de nuestras
casas con los tradicionales pinceles quedando relucientes con su tradicional blancura.
En la provincia de Sevilla, la Sierra Sur y la ruta de los pueblos blancos
cercana a ésta son claro ejemplo de blancura de sus
casas.
Los caleros de Morón eran las
personas que fabricaban la cal, de manera tradicional cuyo proceso iba desde
barrenar las rocas y colocar en su interior pequeñas cargas de explosivos,
llevar las piedras hasta el horno tradicional, utilizando las piedras grandes
en círculos como armaderas, llenando la parte trasera con los llamados
matacanes o piedras pequeñas, con leña de olivo en el centro del horno y así
sucesivamente hasta llegar hasta la altura indicada, con huecos en el cono
final para que salgan los gases y una puerta donde se introducía la leña para
seguir manteniendo el fuego durante al menos dos semanas.
Al final de su proceso de
calcificación, se extrae casi dos terceras partes de óxido cálcico debido a la
deshidratación del carbonato cálcico.
Todos los utensilios dedicados a la
elaboración de la cal están en su entorno natural como los hornos de la cal, la
casilla del calero etc... En el Museo de la Cal, situado en las Caleras de la
Sierra a unos 5,5 kms. de Morón de la Frontera hacia Montellano se puede
visitar la seña de identidad por excelencia más importante de nuestro pueblo,
la cal.
En el año 2010 el Museo de la Cal
abrió sus puertas convirtiéndose en un transmisor de conocimientos cuyas
actuaciones no sólo se concentran en el ámbito de Andalucía o de España sino
traspasando fronteras al colaborar en proyectos tan diversos como el que
mantiene en Marruecos o en Turkana “Kenia” que colabora en un proyecto
solidario con la Comunidad Misionera de San Pablo, donde se han construido
hornos de cal, dirigidos por artesanos caleros de Morón.
LA HORNADA
Para llevar a cabo el proceso de
ahornado o llenado del horno, previamente se ha seleccionado la piedra caliza
en la cantera, tanto en calidad como en tamaño, distinguiendo entre armaderas,
de mayor tamaño y con forma de amorfas, los matacanes, algo más pequeños y sin
perfil determinado, y los ripios, más pequeños y colocados detrás, junto a la
pared del horno.
Las primeras piedras, las armaderas,
se colocan en la parte inferior del horno sobre los poyos. Esta primera
andanada no tiene más de 50 cm. de anchura y la roca se coloca de canto para
favorecer la entrada del fuego entre ellas; deben calzarse muy bien pues de
ellas dependerá la estabilidad de las siguientes andanadas.
A continuación, se siguen colocando
las armaderas trabándolas con los matacanes y posteriormente con los ripios,
teniendo en cuenta que, poco a poco, en cada andanada, las armaderas han de ir
sobresaliendo sobre la que está apoyada, para ir formando la bóveda.
Conforme sube la construcción, en la
parte inferior del vaso, se va construyendo el peto o pared frontal del horno,
donde situaremos a ras del suelo, la puerta terriza, encargada de aspirar el
aire necesario para la combustión. Y, a 1,5 m. de la puerta terriza, se abre la
boca del horno, puerta por donde se alimenta el fuego.
Una vez se ha sobrepasado el peto,
la construcción va ganando en anchura y, por tanto, en volumen de piedra, pues
las andanadas en esta altura del ahornado ya alcanzan 1,5 m. Hay que reseñar que cada 6 o 7 andanadas, se
rellena de leña, sirviendo al mismo tiempo de andamiaje y facilitando la
colocación de piedras. La operación se repetirá hasta llegar a la parte superior
del horno o vuelo, cerrando aquí el centro de la bóveda. A partir de este
punto, las piedras se colocan unas sobre otras, construyendo la cabeza del
horno, de una altura aproximada de 3 o 4 m. Así, se aumenta, la capacidad de
producción de cada hornada. La sabiduría del calero la levanta dejando los
menos huecos posibles entre piedras, para optimizar la carga del horno. En esta
ocasión las armaderas, serán de menor tamaño que las empleadas para la
construcción de la bóveda, orientándose de forma inversa a la colocación
realizada en la caldera, es decir, de fuera hacia adentro, para evitar el
desplome. Tras éstas se asentarán los matacanes y ripios.
Acto seguido, a ras de la pared
interior del vaso, se forma el enripiado: para esta construcción se escogen
ripios de forma plana y unos 25 cm2. Colocados uno a uno, a modo de
muro de piedra seca, de unos 40 cm. de anchura y 2,5 m. de alto, va
revistiéndose toda la cabeza, hasta llegar a la parte superior. Todo ello se
refuerza con la cinta, elaborada con piedras de tamaño mediano, las cuales se
van trabando entre sí y con arcilla caliza. Tres anillos de cables de acero
rodean la cinta, a unos 60 cm. de distancia entre ellos. En la parte inferior
de la cinta se dejan unos huecos llamados caños o troneras, de unos 30 centímetros
cuadrados, por los cuales saldrán los fuegos y serán los indicadores del punto
de cocción de la hornada.
La construcción de la hornada,
culmina en la parte superior de una andanada de unos 30 cm. de espesor, de
pequeños ripios. Ésta será cubierta con una capa de pasta de cal de 6 cm. de
espesor, la torta, evitando la fuga de calor.
LA COCHURA
El proceso de cocción es un proceso
delicado y concienzudo, controlado con celo y en todo momento por los maestros caleros. La
cochura es la acción de calcinar la roca caliza (carbonato cálcico) y
convertirla en cal viva (óxido cálcico).
Comienza meses antes con el acopio y
preparación del combustible, la leña. El mejor combustible utilizado para estas
labores es la leña de olivo; por la proximidad y abundancia de la misma en la
zona y porque, gracias a la poca ceniza residual que genera y su llama larga y
limpia, aporta a la cal propiedades y particularidades propias de la cal
artesanal de Morón, como son su untuosidad, plasticidad y adherencia.
Para la introducción de la leña en
el interior del horno los cocedores, cuentan con una herramienta fundamental y
de gran ayuda para sus labores como es la horquilla; herramienta compuesta por
un cabo de madera por donde asirla, unido a una barra de hierro de unos tres
metros de larga y rematada en la punta por una horqueta, con la que enganchar y
empujar los troncos hacia el interior de la caldera. Con ella se moverán las
ascuas del fuego para evitar la formación en exceso de cenizas.
El primer acto en el proceso de
cocción, es el encendido del horno. Para ello, se prende la leña contenida en
el interior de la bóveda. Ésta tardará unas 12 horas en consumirse,
manteniéndose un fuego lento e ininterrumpido, que irá calentando el horno poco
a poco, evitando un calentamiento brusco y agresivo, que pueda derrumbar la construcción
interna. Una vez consumida la leña de la caldera, y estando el fuego aún vivo,
el cocedor irá alimentando el fuego de forma constante y progresiva,
controlando en todo momento la temperatura entre 858ºC y 1000ºC. La cochura
durará entre 12 a 15 días, ininterrumpidamente. Un equipo de tres cocedores
expertos, en turno de 8 horas, mantendrán el fuego vivo, sabiendo en todo
momento la cantidad necesaria de leña para calentar el horno.
El indicativo que nos informa del
punto de cocción son los caños o troneras; los primeros días de cochura nos
dejan ver el color negruzco de las piedras del interior, poco a poco de van
tornando en un color anaranjado, alcanzando al final un color amarillo oro, que
unido a la inexistente salida de humo (sólo expulsa calor o fuego limpio), nos
indica que la piedra está cocida.
La clave formada por pequeños
orificios en la parte más elevada del horno, dirige los fuegos hacia las rocas,
en esta zona más pequeña, que aún no ha alcanzado el punto óptimo de cocción.
La apertura de éstos, se realiza manualmente y de forma aleatoria, con una
distancia entre ellos de unos 50 cm. y sirviéndose de una barreta de acero. Una
vez se alcance el punto de excelencia deseado, asegurándose de que no queda
ninguna zona sin cocer, el proceso ha finalizado.
El calero procederá a tapar la
puerta de alimentación, así como la puerta terriza y el caballo, evitando la
entrada de aire que deteriore el producto final. El fuego se ahogará poco a
poco y el horno de apagará lentamente.
Toda la piedra contenida en el
interior debe estar perfecta y totalmente cocida pues, una vez acabada la
cochura, el vaso se utilizará de almacén del producto, extrayéndose según la
demanda. Si quedasen algunas piedras sin cocer, éstas tardarán en enfriarse más
que la cal, provocando una pulverización de la misma.
LA COMPOSTURA
Durante los días que dura la cochura, el horno necesitará reparaciones. La arcilla que lo recubre se agrieta a causa del asentamiento de la construcción y las temperaturas a las que se ve sometido. A estas labores se les denomina compostura.
Es de las labores más duras del calero, pues se enfrenta cara a cara con el fuego, con la única protección de su experiencia y saber hacer, siendo sus principales herramientas la audacia y la eficacia. No se puede permitir fallos, ni acciones inadecuadas, dado el entorno y la situación extrema de calor en la que se encuentra. Además ha de controlar el tiempo empleado en la compostura, pues si se alargara demasiado provocaría un enfriamiento y retrasaría todo el proceso de cocción.
La arcilla que cubre la cabeza del horno se resquebraja y entre las grietas se pierde calor por fuga descontrolada de fuegos. Para ello, dos veces al día, a primera hora de la mañana y a última de la tarde, los caleros han de reparar el horno por la parte superior, asentando la arcilla de caliza desprendida y colocando arcilla nueva. El maestro aprovecha la dirección del viento para no padecer todo el calor desprendido.
El trabajo se hace manualmente, preparando una parva de barro, realizada con un metro cúbico, aproximadamente de arcilla caliza, la cual se ha seleccionado con anterioridad en las pequeñas canteras existentes en el entorno. No todas las arcillas son aptas para estas valores, hay que saber seleccionar las más puras, en cuanto a suavidad, dado que la aplicación ha de realizarla con sus propias manos, y a plasticidad, para optimizar la cubrición de las zonas deterioradas y aumentar la durabilidad de la reparación. Entre tanto, otros operarios, junto al maestro calero, van asentando con largas barras de hierro, las zonas agrietadas, hasta que toda la zona deteriorada de la cabeza del horno queda asentada y homogénea, procediendo a tapar con barro.
El punto de cocción lo va indicando el color amarillo oro de la caliza se visualiza a través de los caños. Estos se van tapando con la intención de ir dirigiendo el fuego hacia otros. La acción se repetirá con todos y cada uno de ellos, unos cuarenta. El proceso se mantiene 1,5 hora, acompañado de la gran actividad y vigorosidad de los caleros, coordinados perfectamente, para soportar temperaturas extremas. La flaqueza e indecisión de un compañero, perjudicaría la labor e integridad del otro, la compenetración ha de ser perfecta.
Conforme pasan los días, la cabeza del horno baja, introduciéndose en el vaso. Si al principio media unos 3,5 m. ahora no alcanza los 80 cm. gracias a las labores de compostura, llegando a tapar todas las troneras así como la clave. Las labores de compostura finalizan, una vez se ha comprobado que la hornada está cocida en su totalidad.
LA CAL
Pasados unos días desde la
finalización de la cocción, se procede a la extracción de la cal. En primer
lugar, se retiran todas las piedras que formaban la cinta así como, la arcilla
utilizada en las labores de compostura, dejando libre toda la cal cocida de la
cabeza del horno. La cal aún mantiene una elevada temperatura, por lo que no se
puede manipular con comodidad en estos primeros momentos. Se utilizan máquinas
excavadoras para las primeras labores, dejando la cal extendida en el suelo,
enfriándose.
Una vez fría, se selecciona la cal
apartando los barros de arcilla cocida que puedan aparecer, para proceder al
envasado o apagado según su destino en el mercado: cal viva en terrón, cal
apagada en polvo y cal en pasta.
La cal viva en terrón es la forma
más tradicional de comercializarla. El calero escoge los terrones de mejor
calidad, envasándolos en sacos de plástico. Los terrones de menor tamaño, así
como las arcillas cocidas y el polvo resultantes de las labores de compostura,
van destinados a la fabricación de cal apagada (hidróxido cálcico). Reseñar que
las arcillas cocidas resultantes, le aportan al hidróxido cálcico artesanal,
propiedades hidráulicas que favorecen la rápida carbonatación y elevada
resistencia a la compresión a los morteros con este producto, sin restarle
elasticidad.
El proceso de fabricación de cal
apagada en polvo se realiza al aire libre. La cal se extiende previamente en la
polvera o suelo de la zona de apagado, se le aporta el agua necesaria por irrigación
y, se remueve reiteradamente, mediante una pala excavadora, hasta conseguir su
apagado completo. Tras reposar un par de días y enfriarse, se procede a molerla
mediante molinos de impacto. Posteriormente se criba para conseguir los tamaños
óptimos, dependiendo del uso al que se destine: elaboración de morteros para la
construcción, tratamientos agrícolas, ganaderos, etc. Finalizado el proceso de
molido, la cal en polvo pasa a las tolvas de envasado, donde reciben un último
regado, garantizando el total apagado y la optimización del material.
El proceso de cal en pasta, es por
inmersión. Para ello se utiliza un apagador o balsa, provisto de un agitador
encargado de batir totalmente la cal de forma homogénea. La pureza de la cal
artesanal de Morón de la Frontera, permite elaborar productos de altísima
calidad. Esto se consigue gracias a la riqueza del carbonato cálcico utilizado
en la calcinación, al combustible (leña de olivo), al tipo de horno y el
sistema de cocción lenta y controlada por los expertos artesanos.
En la actualidad, se están
fabricando morteros y pinturas de cal, sin necesidad de aportar componentes
químicos, que satisfacen las necesidades de los mercados más exigentes.
Se está desarrollando una línea de productos de última generación, destinados a todo tipo de mercados: restauración, rehabilitación, bioconstrucción, etc. Sirvan de ejemplo, las cales hidráulicas, los morteros de cal en polvo o en pasta, los estucos, los tadelakts o las pinturas de cal, donde solo se utilizan para su elaboración, aditivos naturales presentes en la naturaleza, usados sabiamente por el hombre desde la Antigüedad.
Se está desarrollando una línea de productos de última generación, destinados a todo tipo de mercados: restauración, rehabilitación, bioconstrucción, etc. Sirvan de ejemplo, las cales hidráulicas, los morteros de cal en polvo o en pasta, los estucos, los tadelakts o las pinturas de cal, donde solo se utilizan para su elaboración, aditivos naturales presentes en la naturaleza, usados sabiamente por el hombre desde la Antigüedad.
La piedra caliza es una roca
sedimentaria compuesta en su inmensa mayoría por carbonato cálcico “CaCO3”que
después de someterlas a un proceso de calcificación a 1000ºC da lugar a una
sustancia llamada oxido cálcico “CaO o cal viva”. Posteriormente debido a una reacción
violenta de la cal viva con el agua, da lugar a una sustancia química denominada
hidróxido cálcido Ca(OH)2 o cal apagada.
Reconocimientos e Inscripciones
1993
Inventario de Arquitectura Popular
de Andalucía de la Dirección General de Bienes Culturales de la Consejería de
Cultura de la Junta de Andalucía.
2009
Inscrito en el Catálogo General del
Patrimonio Histórico Andaluz como Bien de Interés Cultural (B.I.C.), con la tipología
jurídica de Lugar de Interés Etnológico.
Miembro de la RED CIE, Red de
Centros Etnográficos de Andalucía promovida por la Consejería de Innovación.
Ruta Cultural IAPH “De canteras,
hornos, usos y significados: Ruta de la cal en la localidad sevillana de Morón de
la Frontera”.
2010
Inscritos en el registro del
Instituto Abdaluz del Patrimonio Histórico en el Atkas del Patrimonio Inmaterial
de Andalucía.
2011
Declarado por UNESCO Patrimonio Cultural
Inmaterial de la Humanidad “Revitalización del saber tradicional de la cal
artesanal en Morón de la Frontera (Sevilla, Andalucía)”.
A las 16.30 h. local (9,30 en
España) del día 25 de noviembre de 2011, en la Convención para la salvaguarda
del Patrimonio Inmaterial intangible, que se celebró en Bali (Indonesia), aprobó
la candidatura presentada desde el Consejo de Patrimonio Histórico de España
con el título “Revitalización del saber tradicional de la cal artesanal en
Morón de la Frontera, Sevilla, España”, por iniciativa de la Asociación
Cultural Hornos de Cal de Morón.
2013
Incluido en la Red Española de
Turismo Industrial.
“Paisaje Protegido del Alto Guadaira”.
Consejería de Medio Ambiente. Junta de Andalucía.
Ruta Internacional Andalucía y Marruecos.
Instituto Andaluz del Patrimonio Artístico.
2016
Inscrito en el Registro de Paisajes de
Interés Cultural de Andalucía. Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico.
Consejería de Educación, Cultura y Deporte.
Incluido en Planes y Programas
educativos de la Consejería de Educación, enmarcado en el Plan Nacional de
Educación y Patrimonio. “VIVIR Y SENTIR EL PATRIMONIO”.
Desde el Espacio Santa Clara donde se encuentra ubicada la exposición "EN CAL VIVA" de Morón, legado ancestral en lo más profundo de la tierra y una de las señas de identidad más importante de nuestro pueblo, con la retina del recuerdo en el Museo de la Cal, para el blog de mis culpas...
P.D. Las epidemias desde tiempos muy pretéritos han contribuido a instalar en la memoria colectiva de los pueblos blancos el tradicional encalado como rito social. El encalo con hidróxido cálcico Ca(OH)2 o cal apagada como antiséptico natural comenzaba con la llegada de la primavera desde tiempos ancestrales contribuyendo a erradicar la peste o el tifus entre otras enfermedades infecciosas. Incluso desde tiempos inmemoriales se sellaban con cal viva [óxido cálcico CaO] las tumbas para evitar posibles contagios.
Términos de interés
Antropología proviene del término griego ἄνθρωπος “hombre” y λόγος, «conocimiento»
es la ciencia que estudia de forma integral al ser humano de forma integral.
Etnografía proviene del término
griego έθνος
"pueblo o tribu" y γράφω
"descripción", es el estudio integral de los pueblos y
culturas.
Enlaces de interés
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