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El cuarto estado. Giuseppe Pelliza 1901
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No
hace falta ser docto en la materia para darse cuenta que a lo largo de
la historia, -en el espectro político tradicional- se ha trazado un eje
donde la clase conservadora han mantenido al pueblo llano siempre que
las circunstancias se lo han permitido, en un grado de subdesarrollo con
enormes desigualdades. De este modo defendían sus privilegios que
desde la atalaya de sus intereses beneficiaban sólo a los que coincidían
con su impronta ideológica.
Anteriormente
a la Revolución Francesa, la sociedad estaba basada en los abusos de
poder y en la injusticia,-privilegiados por un lado y los no
privilegiados por otro-, que “votaban” incluso por estamentos bajo una
situación social tremendamente injusta, la cual dio un giro radical de
360º a partir del 14 de julio de 1789.
En
el siglo XIX, después de una complejidad de tristes acontecimientos
como la Guerra de la Independencia (1808-1813) España fue capaz de
alumbrar las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812, lo que supuso
para nuestro país el fin del absolutismo y el nacimiento del liberalismo
que intentó proporcionar una magnífico marco jurídico para que los
liberales españoles diesen una respuesta global a los problemas
políticos, económicos y sociales de España y por consiguiente
identificarse colectivamente en un marco de dignidad y de progreso como
lo hicieron antes los americanos el 4 de julio de 1776 y los franceses
el 14 de julio de 1789.
Pero
nada más lejos de la realidad. Cuando en España ha existido la
posibilidad de que la luz de la Ilustración bajo las Cortes de Cádiz
1812 nos iluminara a todos, -con términos tan importantes como
Soberanía Popular (Rousseau), Libertad e Igualdad (Voltaire) y la
División de Poderes (Montesquieu)-, cae de nuevo como una losa el
absolutismo de Fernando VII bendecido y legitimado por la moral
integrista de la época cuya altura de miras brillaba por su ausencia.
La
Revolución rusa de 1917, fue en un principio objeto de esperanzas por
el proletariado al ser su referente y al mismo tiempo fue objeto de
miedo y de odio por parte de la sociedad conservadora que temía que se
extendiera el término bolchevique a otros países de su entorno. El
modelo socialista con la antigua U.R.S.S. como referente virtual de la
izquierda, controlaba el monopolio del Estado y de los medios de
producción intentando asegurar la subsistencia básica de la población
como el acceso a la salud, a la educación, al tiempo libre aunque es
evidente que carecían de libertades individuales.
Por
otro lado en Europa Occidental, la Socialdemocracia buscaba soluciones
viables a los problemas sociales introduciendo una serie de mejoras en
la población para proteger las condiciones de vida de sus ciudadanos
tales como el derecho a la salud, derecho a la educación, pensiones
dignas, derechos al desempleo, etcétera…con lo que se paliaba de algún
modo que la clase trabajadora tuviera como referente virtual a la
antigua U.R.S.S.
El
14 de noviembre de 1989 cayó el Muro de Berlín, que separaba
simbólicamente a toda la humanidad en dos bloques antagónicos. Este
acontecimiento fue el inicio de la desintegración de la antigua Unión
Soviética en 1991 que trastocó las estructuras ideológicas de la
izquierda y por consiguiente aparece un nuevo escenario internacional
donde el neoliberalismo tomará posiciones con el único objetivo de
desregular los derechos laborales de la población, privatizar y
globalizar los flujos de capitales con su efecto colateral que dará
como resultado globalizar también la miseria - verdaderamente global
porque existe en todos los sitios-. La globalización de la cultura, la
sanidad, la educación, los derechos sociales, la justicia universal,
etc...es harina de otro costal.
Al
desaparecer el mundo bipolar conocido hasta entonces, aparece un nuevo
escenario internacional donde un sistema económico agresivo y voraz, el
neoliberalismo toma posiciones e intenta desregular el mercado laboral
que ha tardado más de siglo y medio de lucha obrera en construirse tras
muchas generaciones mientras la clase política rinde la oportuna
genuflexión a la gran banca, la cual sigue apostando por la especulación
y por la “cultura del pelotazo” tolerada, en un país donde el
ciudadano percibe una justicia con dos varas de medir: la de los ricos
que dilatan los procesos hasta que prescriben la mayoría de los delitos
y la de los pobres, con lo que se nos presenta un cuadro que no lo
mejora ni el mejor copista del Museo del Prado.
Las
élites socioeconómicas -que son al final las que nos gobiernan-
deciden contrarrestar con estrategias de bombardearnos diariamente en
los medios de comunicación que están controlados por ellos, con
informaciones que faltan a la verdad y que actúan como vomitorios de la
mediocridad para que pensemos lo menos posible. De este modo quedarán
en un segundo plano problemas tan trascendentales para los ciudadanos
como el paro, la crisis económica, la falta de trabajo, los recortes en
sanidad y educación...Uno de los pensadores más importantes del siglo XX, Noam Chomsky ya elaboró una lista con las 10 Estrategias de Manipulación a través de los medios.
La auténtica y verdadera violencia estructural la genera
el sistema socioeconómico injusto con la imposibilidad para que miles y
miles de familias lleguen con dignidad a fin de mes al producirse un
daño en las necesidades básicas del ser humano.
La reforma laboral
con el abaratamiento del despido otorga una peligrosa herramienta en
mano de los empresarios a los que entrega el poder absoluto rompiendo
el equilibrio existente entre la patronal y los trabajadores a lo que
hay que añadir los importantes efectos colaterales como la congelación
del SMI, agresión a nuestro sistema sanitario y educativo público,
penalización de las bajas médicas, que más bien nos retrotraen a tiempos
pretéritos de los señoritos cortijeros de Lorca que a un país moderno
de la Europa del siglo XXI y que obligarán tanto al gobierno como a los
agentes sociales a pasar no pocas veces su propio río Rubicón para
evitar conflictos sociales que podrán ser directamente proporcionales a
la falta de justicia social.
España necesita con urgencia un verdadero cambio de política social y económica para poner en valor la noble actividad de la política -hoy deshumanizada-
y en la que prevalezca la democracia real frente a los mercados
financieros, la transparencia frente a la corrupción y el clientelismo,
los derechos sociales frente a los recortes, la educación y sanidad
pública frente a las privatizaciones.
En
definitiva, los ciudadanos no deberíamos de permitir que las políticas
neoliberales generen desigualdad y traspasen esa delgada línea roja que dañe a los sectores de
población más vulnerables mediante la pérdida de nuestro modelo social
como el derecho a la educación, a la sanidad, a los servicios sociales y
pensiones ya que sería el principio del fin de nuestro estado del
bienestar labrado con mucho sacrificio a través de generaciones y una
regresión hacia tiempos pretéritos, en los que los pilares de dicho
estado brillaban por su ausencia… Alea jacta est.