sábado, 23 de septiembre de 2023

El Palacio de la Aljafería, como epílogo de nuestra ruta andalusí

 

Desde Albarracín donde los Banū Razin, de la tribu bereber hawwara, ejercieran su influencia en 1085 tras la desintegración del Califato de Córdoba colocamos nuestro sextante didáctico en el Palacio de la Aljafería de la antigua Saraqusta andalusí.

Los árabes como raza hegemónica en Al Ándalus provenían de Damasco ocupando no sólo los mejores puestos de la administración sino también eligiendo las mejores zonas para vivir como la cuenca del Guadalquivir, la Vega de Granada, las mejores tierras de Málaga, etcétera, dejando las zonas montañosas y las serranías para los bereberes que provenían de África y pertenecían al escalón social más inferior en Al Ándalus, junto con los muladíes (cristianos convertidos al Islam) y los mozárabes (cristianos en territorios árabes). 

La muerte del caudillo Almanzor “el azote de los cristianos” en 1002, que vaciará de contenido la figura del califa junto con la muerte de los amiríes en 1009, traerá graves consecuencias para Al Ándalus con las fitnas posteriores, dando lugar a la desintegración del Califato de Córdoba.


Si la Mezquita de Córdoba es considerada como el monumento culminante del arte islámico religioso en Al Ándalus, el conjunto de La Alhambra con el Generalife es un referente en la arquitectura civil y arte musulmán para el disfrute de los sentidos, donde la armonía y el refinamiento alcanzan cotas sublimes, mientras que el Palacio de la Aljafería es una joya y símbolo de la época taifal.

La retina de la historia nos recuerda que Saraqusta con el Palacio de la Aljafería formaba parte de la organización territorial de la antigua Al Ándalus, que se encontraba dividida en grandes marcas “al Tagr”.
  • La Marca Superior “al Thagr al-A´la” estaba situada en el valle medio del Ebro “Wadi Ibro” entre 714 a 929.
  • La Marca Media “al -Tagr al-Awsat" tenía como capital Tulaytulah (Toledo) ocupando los territorios de Albarracín.
  • La Marca Inferior “al-Tagr al-Adna” se encontraba hacia el oeste de Al Ándalus, entre el río Guadiana y el océano Atlántico con su capital en la antigua Emérita Augusta (Mérida).
  • El occidente de Al Ándalus se denominaba “Al-Gharb” y la parte oriental, al-Xarq (levante).

 



El barrio de la Almozara “al-musára [el paseo]” nos introduce en el Palacio de la Aljafería “al-Ja´fariyya” [Palacio de la Alegría], que alcanza su máximo apogeo cultural durante la época de los reinos de taifas.

Etimológicamente el término “Aljafería” proviene del árabe hispánico o andalusí “al-ja´fariyya” derivación de Qasr al-Ja´fariyya en alusión al monarca de la taifa de Saraqusta, Abu Yafar Ahmad ibn Sulaymân al-Muqtadir Billâh (1046-1081), perteneciente a la dinastía de los Banu Hud; un poderoso rey de la Marca Superior quien mandara construir el palacio, ejemplo de la arquitectura taifa realizada en la segunda mitad del siglo XI. Al-Muqtadir también se consideraba poeta, astrónomo y matemático recibiendo en su palacio a científicos y artistas.

 


El Palacio de la Aljafería es el último testimonio conservado de un gran edificio en la época de los Reinos de Taifas. Su trayectoria histórica abarca el alcázar islámico hudí, palacio medieval mudéjar, el palacio de los Reyes Católicos, como cárcel de la Inquisición a partir de 1486 y cuartel militar durante los siglos XVIII y XIX hasta llegar en nuestros días convertido en la sede de las Cortes de Aragón.

Desde el 714 al 929 la ciudad pertenece sucesivamente al Valiato de Al-Ándalus, al Emirato de Córdoba y finalmente al Califato de Córdoba. Fue un puesto avanzado en la lucha contra los reinos cristianos del norte, que gozó de relativa independencia. Fue gobernado en la segunda mitad del siglo IX por una dinastía de origen muladí que tenía lazos de sangre con los Íñigo Arista de Pamplona, los Banu Qasi “los hijos de Casio” con capital en Tudela, con área de influencia en Tarazona, Ejea de los Caballeros, Calahorra, Nájera, Borja o Amedo, entre otros pueblos.

El emirato de Al-Hakan I al sofocar las revueltas estaba allanando el terreno para la definitiva islamización de Al Ándalus a su sucesor, Abderramán II [cuarto emir de Córdoba].

Los Banu Qasi habían dado señales de independencia de Córdoba en la Marca Superior. Pero finalmente, en el 844, se estrecharon los lazos de unión entre el Valle del Guadalquivir y el Ebro.



La edificación más antigua del Palacio de la Aljafería es la llamada Torre del Trovador, torre defensiva de planta cuadrangular con cinco pisos que data de finales del siglo IX, en el periodo gobernado por el primer Tuyibí, Muhammad Alanqar, que fue nombrado por Muhammad I, emir independiente de Córdoba.

Su función en los siglos IX y X era la de torre vigía y bastión defensivo. Estaba rodeada por un foso. Será integrada después por los Banu Hud en la construcción del castillo-palacio de la Aljafería. A partir de la conquista cristiana, siguió usándose como torre del homenaje y en 1486 se convirtió en prisión de La Inquisición.

Como torre-prisión se usó también en los siglos XVIII y XIX, como demuestran los numerosos graffiti inscritos allí por los reos.



El Palacio taifal

Este palacio islámico, de planta rectangular amurallada se encuentra rodeado de torreones semicirculares, al modo de los castillos omeyas de Siria y de Jordania, con puerta de entrada en arco de herradura entre dos torreones. Dispone en su tercio central interior de un patio con jardín, llamado el patio de Santa Isabel, en cuyos extremos cortos se alzan, al norte y al sur, pórticos y salones, completándose el conjunto norte con una bellísima mezquita, un pequeño oratorio de planta octogonal y de reducidas dimensiones, en cuyo interior se observa una fina y profusa decoración de yeso, con los típicos motivos de ataurique, más unos fragmentos pictóricos, de tonos vivos y contrastados. La belleza formal de estas estancias islámicas deriva de los precedentes califales cordobeses de Medina Az-Zahra.



Las Reformas Cristianas Medievales

Tras la reconquista de Zaragoza por Alfonso I el Batallador en el año 1118, se iniciaba la andadura cristiana de la Aljafería, convertido en palacio mudéjar y residencia de los reyes cristianos aragoneses, quienes además llevaron a cabo en su interior sucesivas obras de ampliación y de reacondicionamiento.

De esta etapa mudéjar medieval, siglos XII-XIV, la Aljafería gracias al mecenazgo real es el foco creador y difusor del arte mudéjar aragonés, con la mano de obra de los maestros moros pertenecientes a las más afamadas familias (los Bellito, los Allabar, los Gali), cabe citar la iglesia de San Martín, la denominada alcoba de Santa Isabel, la desaparecida capilla de San Jorge, las arquerías del patio de Santa Isabel y, sobre todo, los grandes salones del palacio mudéjar de Pedro IV, adosados al norte del palacio islámico, que se hallan cubiertos con potentes alfarjes.


El Alcázar de los Reyes Católicos

Fue erigido sobre la fábrica musulmana en torno al año 1492, con el fin de simbolizar el poder y prestigio de los monarcas cristianos. La dirección de las obras recayó en los maestros moros Faraig de Gali, Mahoma Monferriz y Mahoma Palacio, y en ellas se funde la herencia artística medieval con los nuevos aportes del Renacimiento, de ahí que dieran lugar a uno de los ejemplos más significativos del llamado estilo Reyes Católicos. El palacio consta de una escalera noble, una galería o corredor y un conjunto de salas, denominadas de los pasos perdidos, que tienen su culminación en el gran salón del Trono, con su magnífico artesonado. El palacio se erigió en modelo para la nueva nobleza aragonesa de la época.

Desde 1485, en época de los Reyes Católicos, la Aljafería se destinó a sede y cárceles del Tribunal de la Inquisición, instalándose las viviendas de los inquisidores, hoy desaparecidas, en el entorno del patio de San Martín, utilizándose el torreón del Trovador como cárcel, función que cumplió durante más de doscientos años.


Fortaleza y Acuartelamiento

A partir de 1593, y por mandato del rey Felipe II el ingeniero sienés Tiburcio Spanochi diseñó los planos para transformar la Aljafería en un fuerte o ciudadela a la moderna. Para lo cual se dotó al conjunto de un recinto murado exterior, con baluartes pentagonales en las esquinas y con un imponente foso de circunvalación (de paredes en ligero talud y con sus correspondientes puentes levadizos). Sin embargo, lo que en realidad se pretendió con la construcción de este fuerte, no fue otra cosa que poner de manifiesto la autoridad real frente a las reivindicaciones forales de los aragoneses, así como el deseo del monarca por frenar posibles revueltas de la población zaragozana.

Después de este primer acondicionamiento militar, durante los siglos XVIII y XIX se produjeron en el edificio profundas intervenciones para su adaptación como acuartelamiento, de las que todavía se conservan los bloques construidos en época de Carlos III y dos de los torreones neogóticos añadidos en tiempo de Isabel II.
 


El Palacio de la Aljafería durante la Guerra de la Independencia

El 24 de mayo de 1808, los zaragozanos amotinados fueron a pedir armas al Capitán General de Aragón, Jorge Juan Guillelmi, quien se las negó. Ante semejante indecisión sería apresado y encarcelado en la Aljafería, mientras los zaragozanos se apoderaban del arsenal allí existente: 25.000 fusiles y 65 piezas de artillería.

Los primeros ataques de la artillería francesa se dirigieron a la Puertas del Carmen, el Monasterio de Santa Engracia y el Cuartel de la Aljafería. Para ello, Napoleón ordenará el envío de cañones de grueso calibre desde Pamplona, mientras el mariscal Verdier se encontraba colérico por sus continuos fracasos frente a la defensa de Zaragoza.

La fortaleza de la Aljafería durante la Guerra de la Independencia (1808-1814) tuvo varias funciones: fortaleza durante los combates y prisión. En la fortaleza de La Aljafería se firmaría, el 22 de febrero de 1809, la capitulación de la ciudad ante los franceses, tras dos duros asedios. Los últimos combatientes se verán obligados a entregar sus armas en la explanada de la Aljafería ante las tropas francesas.




Sede de las Cortes de Aragón

Desde finales del siglo XX, parte de las dependencias del palacio serán la sede de las Cortes de Aragón. Toda esta amplia peripecia histórica ha ido dejando su huella arquitectónica en el conjunto monumental, en una intrincada sucesión de ampliaciones, transformaciones, destrucciones, y por último, de restauraciones y rehabilitaciones.


Desde el Palacio de la Aljafería iniciamos la ruta de los Sitios de Zaragoza, aunque eso formará parte de otra interesante historia.

Desde Zaragoza, para el blog de mis culpas...


P.D. Mudéjar es aquel que se permite quedarse [del árabe dayan “quedarse”, un musulmán que permanece voluntariamente en la península después de la conquista cristiana. El estilo mudéjar como término se empleó por vez primera en 1859 y designa el arte islámico producido por mudéjares, aplicado principalmente al arte cristiano pero también urilizado en la construcción de mezquitas y sinagogas. 

Este estilo es el único original del arte hispánico y posee diferencias según los diferentes focos regionales: el leonés y castellano viejo, el toledano, el extremeño, el sevillano, el granadino, y el aragonés, a lo que se suma el americano. El aragonés ha sido distinguido con la calificación de Patrimonio Mundial por la Unesco, y se caracteriza por la importancia decorativa del uso masivo del ladrillo y de la cerámica. A estas singularidades se suma la trascendencia formal del arte taifal zaragozano en el que el palacio de la Aljafería es su principal foco y espejo.


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