Para “Montse” de Ágreda
Entre Zaragoza y Soria de Leonor y Antonio Machado se percibe la presencia del Moncayo mientras los fríos vientos del cierzo comienzan a ejercer su influencia en el Sistema Ibérico. No muy lejos de Tarazona, en las faldas del Moncayo se encuentra el pueblo soriano de Ágreda “la villa de las tres culturas”, donde judíos, moros y cristianos convivieron en armonía hasta 1492.
Una visita al pueblo de Ágreda y al Convento de la Inmaculada Concepción nos ha sido recomendada por una antigua profesora de historia, natural de Ágreda y que ha ejercido su docencia en la tierra de Villalón, y a la que van dirigida estas humildes letrillas.
La iglesia del Convento de la Concepción de Ágreda es un pequeño templo conventual barroco que decide construir Sor María de Jesús al ser nombrada abadesa, para salir de la provisionalidad que tenía su propia casa natal convertida en convento. Su construcción dura siete años, desde 1627 a 1633 y corre a cargo del tracista franciscano, Francisco Andrés de la Torre.
Es una imponente fábrica conventual que se estructura de acuerdo a los cánones de este tipo de edificaciones religiosas de la época. La pequeña iglesia barroca, adopta planta de cruz latina. Los tres tramos de la nave, al igual que los brazos y la cabecera, se cubren con bóvedas de medio cañón. La cúpula que se instala sobre el crucero, se sustenta con arcos formeros y pechinas.
El Altar Mayor se encuentra presidido por un sobrio retablo barroco dedicado a la Inmaculada, donde tenemos la escultura de Santa Beatriz de Silva, fundadora de la Orden de la Inmaculada Concepción. En el brazo derecho del transepto y a los pies de San Francisco se encuentra el cuerpo incorrupto de Sor María Jesús en un féretro sellado y acristalado enriquecido con guarniciones barrocas y en el muro opuesto de San Miguel se encuentra la entrada a la sacristía, que actualmente alberga el Museo de la Venerable.
...Cuentan las páginas de la historia que cuando los franciscanos se encontraban predicando a los indios jumanos en las antiguas tierras de fronteras, al suroeste de los Estados Unidos, fundando misiones para llevar la religión y la cultura occidental a los nativos, una de las veces, para sorpresa de los frailes, tras escuchar sus predicas, los indios contestaron que esas palabras ya las habían oído de labios de una mujer vestida con una túnica azul.
Los misioneros no dieron crédito a lo oído. Pero el hecho comenzó a repetirse, a medida que progresaban en unas tierras inéditas para el hombre blanco: los indios aseguraban, una y otra vez, que una dama ataviada con un manto azul ya les había visitado e instruido sobre el cristianismo, hasta el punto de que se encontraban dispuestos a recibir el bautismo.
La noticia llegó a oídos del superior de la orden franciscana en Nuevo México, fray Alonso de Benavides, quien tampoco en un principio le otorgó crédito, pero personalmente acudió a una de estas tribus, donde le confirmaron la noticia de las visitas de la misteriosa dama. Y su sorpresa fue mayúscula cuando en una de ellas le proporcionaron incluso el nombre de la presunta visitante. Decía llamarse María y proceder de un remoto pueblo llamado Ágreda.
El fraile se tomó en serio el asunto. Convencido de que los indios no podían inventarse las cosas, se trasladó a España en 1630 y viajó hasta el pueblecito de Ágreda, en la provincia de Soria. Pidió entrevistarse con la superiora, quien para su sorpresa resultó llamarse María, y era una mujer joven y agraciada. Con pocos preámbulos le dijo el motivo de su visita: según relataban los misioneros, los indios de las planicies americanas aseguraban que una mujer revestida con una túnica azul había estado predicando a los nativos. No solo eso, sino que estaban preparados para recibir el bautismo que les había anunciado la misteriosa mujer.
Para nueva sorpresa de Benavides, la mujer le aclaró que se trataba de ella misma: en efecto, dijo que “transportada por los ángeles”, llevaba años trasladándose a esas regiones y predicando el Evangelio entre los indígenas, para desbrozar el camino a los religiosos que vendrían después.
Era un extraordinario fenómeno de bilocación [en lugares distintos y muy distantes], en el que intervino ya formalmente la Iglesia. La Inquisición tomó cartas en el asunto. Abrió causa, e interrogó varias veces a sor María, quien bajo juramento no se apartó un ápice de lo dicho: Había viajado unas quinientas veces a las tierras de Nuevo México, Texas y Arizona, a veces hasta dos veces al día, y no se limitó a describir con toda precisión la naturaleza de aquellas llanuras, sino que se refirió a las costumbres de los nativos que la habitaban, e incluso citó nombres de muchos de ellos, para desconcierto de los pesquisidores, que comprobaron la veracidad de sus palabras.
El hecho causó gran revuelo, tanto en los territorios del norte al Río Grande como en España. Hubo detractores y defensores del prodigio, pero lo cierto es que la superiora sor María de Ágreda [1602-1665] jamás había abandonado el convento, y por otra parte, era innegable que parecía haber estado innumerables veces en aquellos territorios, predicando la palabra de Dios y allanando el terreno espiritual a los franciscanos que llegaron luego.
Cuatrocientos años después de todo aquello, el misterio sigue sin resolverse. La temible Inquisición se vio obligada a absolver a sor María y archivar su causa, ante lo irrefutable de los hechos: separados por 9.000 kilómetros de distancia, los indios conocían inexplicablemente a la abadesa, y esta, sin salir del claustro sabía muchas cosas de los indios. Y en cuanto al Vaticano, nunca cerró su causa, que sigue abierta.
En 1673 se iniciaba el proceso de beatificación de María de Ágreda, y fue declarada venerable por el Papa Clemente X. Hoy, el cuerpo de sor María se conserva incorrupto en el convento del que fue abadesa. Con él reposa el misterio de una de las más asombrosas historias de bilocación que conserva la Iglesia. Y como en el caso de la Virgen de Guadalupe, mucho ayudó a la conversión de los indios del septentrión de la Nueva España.
En el año 1765, el Papa Clemente X la declaró “Venerable” y en el año 2018 se reabre la causa de beatificación de la religiosa de clausura Sor María Jesús de Ágreda.
La evidencia está recogida en los relatos de los indios de la tribu Jumano, que residían en el estado de Texas. Estos narraron que en la década de 1620, se les apareció en varias ocasiones una dama joven vestida de blanco con una capa azul que les hablaba en su lengua materna y los evangelizaba.
Mons. Michael Sis, Obispo de San Angelo, en Texas, declaró en el año 2018 a CNA:
"Ella habría tenido experiencias místicas donde venía al Nuevo Mundo, visitaba a estas personas (los indígenas) y los evangelizaba, compartiendo la fe con ellos".
Incluso, hablaba sobre un lugar donde dos ríos se encontraban, que coincide con la geografía de la ciudad de San Ángelo en Texas, donde confluyen las afluentes sur y central del río Concho.
Sor María de Ágreda, presuntamente evangelizando a los indios
Mons. Sis comentó que un "fascinante detalle" que muestra la conexión entre el lugar y sus descripciones, es que la religiosa narró haberse encontrado en una ocasión con un líder indígena que tenía un solo ojo. Curiosamente, los misioneros franciscanos manifestaron que también habían conocido a ese hombre.
Las bilocaciones cesaron luego de que los indios jumanos recibieron los sacramentos.
Algunas pinceladas de la vida de Sor María de Ágreda
María Coronel y Arana, más conocida como María de Jesús de Ágreda fue una escritora y monja concepcionista española considerada por los católicos como una de las más grandes místicas de la historia de la Iglesia católica.
Nació en la calle de las Agustinas. Sus padres, extremadamente religiosos se llamaban Francisco Coronel y Catalina de Arana. Tuvieron once hijos de los cuales solo cuatro sobrevivieron: Francisco, José, María y Jerónima.
Catalina de Arana, nacida también en Ágreda, era oriunda de Vizcaya. En el convento de Ágreda se conserva todavía el documento de hidalguía de los Arana, de 1540.
La familia Coronel-Arana se relacionaba mucho con los franciscanos de San Julián; así se llamaba el antiguo convento franciscano que estaba situado en las afueras de la villa. La madre tenía allí a su confesor y acudía a diario a oír misa a la iglesia del convento.
María de Ágreda aprendió a leer con presteza y a ser obediente. Cuando cumplió los doce años de edad pensó tomar el hábito en las carmelitas descalzas de Tarazona pero su madre tuvo una visión en la que Dios le pedía que convirtiera su casa en un convento y que ella y sus dos hijas vivieran allí como religiosas, mientras que su esposo y los otros dos hijos deberían de ingresar a la orden de los franciscanos.
La familia Coronel Arana donó su casa para la nueva fundación de la Orden de la Inmaculada Concepción. El 13 de enero de 1619, María [con 16 años], su madre y su hermana ingresaron como religiosas entregándose a la vida espiritual. Estas monjas contemplativas, conocidas ahora como las concepcionistas, llevan un hábito blanco y una capa azul. Mientras Sor María rezaba solía entrar en éxtasis, especialmente después de comulgar.
El nuevo convento había de ser de la Orden de la Inmaculada Concepción, que entonces pasaba por uno de sus mejores momentos en España. Entre las monjas concepcionistas existían dos ramas: una de calzadas y otra de descalzas. Madre e hijas se decidieron por el instituto de descalzas.
En el área de la provincia franciscana de Burgos, a la que pertenecía la fundación de Ágreda, no había concepcionistas descalzas, sino sólo calzadas, se cometió la anomalía de traer de Burgos tres monjas concepcionistas de las calzadas en calidad de fundadoras de un convento que había de ser de la rama descalza.
En 1627, con tan sólo 25 años, sería nombrada Sor María abadesa del convento franciscano de Ágreda, fundado por sus padres.
Mantuvo una larga y nutrida correspondencia epistolar con más de 600 cartas [que permiten conocer la política española del siglo XVII (entre 1643 a1665)] con Felipe IV, de quien fue consejera en asuntos de Estado. Según consta en un documento fechado en 1630, editado por la Imprenta Real de Felipe IV y conocido como el «Memorial de Benavides», una monja de clausura de Ágreda fue la responsable de la conversión de miles de nativos americanos que vivían a orillas del río Grande, a 10.000 kilómetros de distancia, gracias al don de la bilocación. Aquella religiosa de la orden Concepcionista [llamada sor María de Jesús de Ágreda] podía estar en dos lugares a la vez.
También mantiene Sor María de Ágreda correspondencia con otros personajes ilustres de la época como Franisco de Borja o el futuro Papa Clemente IX.
En la iglesia de Ágreda se conserva su sepulcro y su cuerpo incorrupto. El convento alberga también el Museo Sor María Jesús de Ágreda en honor a "La Venerable".
Sus escritos son de tipo ascético y místico. Gran defensora de la Inmaculada Concepción de la Virgen.
- Escala ascética
- Ejercicios cotidianos y doctrina para hacer las obras con mayor perfección.
- Conceptos y suspiros del corazón para alcanzar el verdadero fin del agrado del Esposo y Señor
- Mística Ciudad de Dios publicada en 1670, fue prohibida por la Inquisición, pero después la prohibición fue levantada y ahora hay 173 ediciones en varias lenguas con Imprimatur [Imprímase] de los obispos católicos.
- Vida de la Virgen María
Sor María de Ágreda está considerada una de las mejores escritoras místicas del Barroco español. Cerca de una cuarentena de traducciones a otras tantas lenguas tienen sus obras, destacando en griego, latín y árabe. La solidez teológica de su doctrina nunca ha sido condenada por la Iglesia.
Sobre la bilocación de sor María de Ágreda, que cada uno saque sus propias conclusiones. ¡Doctores tiene la Iglesia!
Desde el Convento de las Concepcionistas de Ágreda, cercano a Soria, para el blog de mis culpas...
P.D. La obra más importante de Sor María de Ágreda es la “Mistica Ciudad de Dios” terminada en 1670, fue dictada por la Virgen María según la Venerable. Fue escrito dos veces, una primera versión sería quemada por la propia autora a causa de la imposición de un religioso anciano que era contrario a que las mujeres escribieran sobre temas teológicos y la segunda versión fue publicada tras su muerte.
La villa de Ágreda se encuentra hermanada con el Estado de Nuevo México [Estados Unidos].
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