jueves, 3 de septiembre de 2020

La última gota del limón andalusí [Gharnata], entre el cielo del Mulhacén [Muley Hacén] y el Pico Veleta [I]


Breve introducción

La caída de Granada el 2 de enero de 1492 alcanzó un inmenso eco en toda la Cristiandad, al considerarse la revancha cristiana por la pérdida de Constantinopla en manos de los turcos otomanos desde 1453, lo que marcará el epílogo de la Edad Media para el almanaque [al-manākh] cristiano. La toma de Granada pondrá fin al último reducto de la Casa del Islam [Dar al Islam] en la Península Ibérica, instaurando los reyes Isabel y Fernando el temible yugo de la Santa Inquisición “Domini canis” [cuya Ordenanza se remonta al Cardenal Mendoza en 1478]. Todo ello, con el afán de unir bajo una sola ideología y religión todos sus dominios, otorgando a la Iglesia Católica un poder omnímodo en la toma de decisiones. 

En el año 1492 convergen varios hilos con suficiente grosor para cambiar la Historia de España y su proyección en el mundo: el final de la “Reconquista” como Cruzada, con el fin de expulsar a los "infieles" del último reducto musulmán de la antigua Gharnata [Granada]. El 2 de agosto se emite la orden de expulsión de los judíos de Sefarad como prólogo de la posterior expulsión de la población morisca de abril de 1609, el siniestro ascenso del Tribunal de la Inquisición y el Descubrimiento de América con la división del mundo en dos áreas de influencia: española y portuguesa, contribuyendo a forjar un nuevo Estado peninsular.

La Santa Inquisición actuará como cuerpo de policía al servicio de los Reyes Católicos rompiendo con virulencia el modelo de vecindad entre cristianos, musulmanes y judíos. Pero con el paso de los siglos, no han podido evitar que los efluvios y reminiscencias de la memoria andalusí hayan permanecido perennes en la nomenclatura de nuestros ríos “Guadalquivir [Wad al-kabir]”, accidentes geográficos “Trafalgar [Taraf al Ghar]”, topónimos como “Sevilla [Ishbiliyya]” junto a muchos pueblos que formaron parte de antiguas fronteras o territorios como el Algarbe [al Gharb], la Axarquía [šarqíyya] o el Aljarafe [Al-Xaraf]” sin olvidar los grandes picos como el “Mulhacén [Muley Hacen]" entre otros, que junto a miles de palabras legadas del alifato andalusí hemos asimilado como si fueran  bienes raíces de nuestra identidad cultural, tales como aceite, aceituna, albañil, alcohol, alcorque [alqúrq], aljibe [al-gubb], almanaque, almazara, babucha, barrio, cafre, noria, taquilla, fonda, zagal, zoquete, zurrapa, etcétera, que forman parte por derecho propio de nuestra memoria colectiva. 

Las casidas moriscas reflejarán las enormes dificultades espirituales y políticas que padecerá la población morisca hasta su expulsión definitiva a partir de abril de 1609. De nada servirán las profecías [alguacias o jofores] en la esperanza de una victoria universal del Islam gracias a la ayuda del turco o de los moros de Berbería. 

Mientras la luz de una espléndida civilización declinaba definitivamente en la Península Ibérica, el asentamiento de la población morisca en Berbería [barbarus, en latín] contribuyó a su renacimiento cultural ejerciendo una importante influencia en el norte de África, que pasará en poco tiempo, de la Edad Media a la Edad Contemporánea.

Tal vez si Felipe II no hubiese clausurado en Granada los baños públicos [hammam] por pecaminosos, hubiese sido posible que el agua fresca y cristalina de Sierra Nevada hubiese refrescado nuestras frágiles entendederas, que nos hubiera permitido adquirir esa altura de miras, suficiente para haber afrontado con cierta tolerancia el respeto al Otro, a la memoria, la cultura y el conocimiento, tanto de los judíos sefardíes como de la población morisca [autóctonas ambas] y tan de nuestra tierra como nosotros mismos. Pensar lo contrario, tan sólo contribuye a seguir cimentando nuestra propia ceguera, contribuyendo a amputar nuestra propia realidad histórica.

Plaza de Bib Rambla [Granada]

I

Algunas pinceladas históricas

Tras la expulsión de los judíos en 1492 coexisten dos creencias en el nuevo Estado peninsular: la cristiana y la musulmana con 300.000 moriscos repartidos entre los reinos de Aragón, Valencia y Granada preferentemente.

Fray Hernando de Talavera aprendió árabe para leer sus libros de erudición, al que le debemos la primera gramática árabe-española, el primer diccionario bilingüe árabe-español o la traducción de la Biblia y del catecismo a la lengua árabe, no permitiendo que la Inquisición actuara en Granada, al entender que era posible con paciencia la conversión de los musulmanes en la religión cristiana.

Hernando de Talavera llegará a ganarse el respeto de los musulmanes, que llegaron a considerarlo alfaquí [fiqh], siendo nombrado en 1493 primer arzobispo de Granada.

Pero a partir de 1499 bajo la figura del intolerante y refractario Fray Francisco Jiménez de Cisneros (1436-1517) [arzobispo de Toledo y primado de España, franciscano y tercer inquisidor general de Castilla], la política de mano blanda de Hernando de Talavera no le convence y pone en marcha una línea represiva mediante conversiones forzosas y bautismos en masa que se inician en Granada, extendiéndose en 1502 a la Corona de Castilla. 



La confiscación de libros en grafía árabe ordenada por Cisneros provoca intencionadamente las revueltas del Albaicín (1499-1501) que serán sangrientamente reprimidas, sirviendo de pretexto a Isabel y Fernando para derogar el espíritu de las Capitulaciones.

Las condiciones de la Capitulación de Granada eran "al menos sobre el papel" muy favorables para los vencidos. Se les garantizaba el libre ejercicio de su religión, ley, lengua y costumbres. Pero ni Fernando ni Isabel tuvieron la suficiente altura de miras para respetarlas. La Rebelión del Albaicín tenía un claro objetivo: dañar las señas de identidad de la población morisca. Si el genocidio extermina a los pueblos, el etnocidio hace lo propio con sus señas de identidad, la memoria y el conocimiento.

La antigua Gharnata se había convertido en un medio hostil para la población musulmana autóctona al estar influenciado por los cristianos viejos que consideraban no sólo la costumbre de baños, letrinas y abluciones [exaltación del agua como símbolo de pureza] incompatible con la nueva  sociedad dominante que identificaba la ropa morisca como signo de identidad musulmana. Las rencillas entre médicos cristianos y moriscos llevará a la Inquisición a intervenir. Los cristianos viejos no querrán que sus hijos ejerzan como médicos ni boticarios si los moriscos ejercen la medicina ya que podrían matar en secreto.

A la población morisca se le prohibió utilizar su lengua impidiéndoles asistir a las universidades, viéndose obligados muchos de ellos a ejercer clandestinamente como curanderos mientras algunas parteras se arriesgaban a ser acusadas de ejercer la magia o brujería. La población morisca tan sólo se le permitía ejercer oficios subalternos, como hortelanos, panaderos, alarifes, arrieros, barrenderos, etcétera.

Será la crónica del desgarramiento definitivo y la humillación de una población autóctona que llegó a formar parte de una espléndida civilización andalusí. En la Plaza de Bib-Rambla [puerta del río] miles de volúmenes lujosamente encuadernados junto a decenas de miles de manuscritos procedentes de la Biblioteca de La Madraza y de otras bibliotecas de Granada [con una excelente caligrafía que superaban en calidad a los propios monasterios cristianos], servirán de pasto de las llamas, dilapidando los pilares de la vida intelectual de los vencidos.

Los manuscritos que llegaron a salvarse serían más tarde transportados por mar a las bibliotecas privadas de Fez. 

La escritura junto con la transmisión oral han formado parte siempre del templo de la memoria. El fanatismo religioso e ideológico nunca ha soportado que los pueblos posean memoria. Las ascuas de los libros calcinados en la plaza de Bib-Rambla seguirán ardiendo en el interior de las mentes de los vencidos, mientras que el desván de la memoria almacenará la antigua Al Ándalus como su paraíso perdido [al-firdaws al-mafqud]. La quema de la memoria en Bib-Rambla será considerada una de las mayores infamias de un mundo presuntamente “civilizado”, que continuará asechando furtivamente hasta producir una hecatombe aún mayor a partir de abril de 1609, con la expulsión definitiva de la población morisca bajo el reinado de Felipe III. Una instilación de odio que llevará a la nueva hegemonía religiosa desde Isabel y Fernando a reducir al "Otro" hasta destruir su propia identidad cultural, no reconociendo su incapacidad de integrarlos en su propia cosmovisión del mundo. 

Si en 1248 ningún almuecín lanzará su grito desde el alminar [al manar] de la Giralda de la antigua Ishbiliyya [Sevilla]. Tampoco a partir de 1492 ningún almuecín convocara a los fieles al rezo diario en la antigua Gharnata [Granada], que será sustituido por el tañido solemne de las campanas que comenzarán a cristianizar los antiguos alminares de las antiguas mezquitas aljamas. La nueva hegemonía religiosa será consciente de que las tradiciones orales sobrevivirán por un tiempo, pero la Inquisición como fuerza represora se encargará de prohibir la lengua de sus ancestros, acabando en breve tiempo, con la memoria y el conocimiento de la población morisca.

En la Toma de Granada, la espada se encuentra subordinada definitivamente al servicio de Dios. Por tal motivo, no entrará en Granada en primer lugar el Conde de Tendilla [don Íñigo López de Mendoza, Gobernador de la Alhambra y Capitán General de Granada], sino que lo haría el Cardenal Pedro González de Mendoza, ondeando antes el estandarte de Cristo que el Pendón de Castilla en la Torre de la Vela.

La “Toma de Granada” instituida por los Reyes Católicos, quedará establecida definitivamente por Carlos V en 1516, celebrándose sin paliativos una gran victoria religiosa y militar sobre el Islam “el triunfo de la Cruz sobre la espada”. 

Los moriscos serían considerados como una especie de contracultura dentro de la nueva unidad religiosa, excluyente, intolerante y refractaria como idea de Castilla. Si el año 1492 fue un “annus mirabilis” o de los milagros para España con la unificación peninsular junto al Descubrimiento del Nuevo Mundo, será al mismo tiempo un “annus horríbilis” para la población sefardí condenada a la Diáspora aquel trágico 31 de marzo de 1492, preludio de lo que más tarde ocurriría con la expulsión de la población morisca, traumatizada y clandestina entre 1609 y 1614, que tuvo que soportar la pesada carga del exilio.

Al entregar Boabdil [Abû ʿAbd Allāh «az-Zughbî»-el desdichado-] las llaves de Granada, considerada la Damasco de Occidente, según el escritor cordobés Al-Saqundi en el siglo XIII, el último rey nazarí evitaría una masacre de su pueblo a manos de los irrefrenables ejércitos de Fernando e Isabel que rodeaban Granada [Gharnata para los andalusíes]. En ella se apagaba la existencia de una civilización admirable, y también de ella partiría la chispa que descubriera el Nuevo Mundo.

Los Sínodos de Granada de 1541 y 1565 o de Guadix de 1554 demuestran el fracaso evangelizador de la Iglesia en la conversión de los moriscos que optará definitivamente por la opción represiva con la Inquisición, lo que implicará la confiscación de los bienes moriscos “el precio de la fe”. Se obligaba a los moriscos no sólo a ser cristianos sino también a aparentar serlo.

Con el tiempo, la nueva hegemonía político-religiosa aprovechará su fracaso evangelizador de la población morisca para proyectar que el atraso de España sería debido a los ocho siglos de presencia musulmana en España o que los ocho siglos de su presencia en Al Ándalus será un paréntesis en la Historia de España, no llegando nunca a reconocer que el primer Renacimiento de Europa, se dio en Al Ándalus en grafía árabe.

Federico García Lorca manifestó el 10 de junio de 1936 sobre la “Toma de Granada” por los Reyes Católicos en 1492: 

“Fue un momento malísimo, aunque digan lo contrario en las escuelas. Se perdieron una civilización admirable, una poesía, una astronomía, una arquitectura y una delicadeza única en el mundo, para dar paso a una ciudad pobre…



II

Después de un largo confinamiento en la tierra de Villalón, de la Cal y del Flamenco, que llegara a robarnos no sólo el mes de abril [como diría Joaquín Sabina], retomamos nuestro sextante para volver a poner viento en popa con nuestra proa orientada hacia las Alpujarras como el último bastión de los moriscos, tras dejar atrás la antigua Gharnata nazarí cuyo reino se extendía desde Al Yazirat Tarif [Tarifa] hasta Al-Mariyya [Almería], cuyas aguas se encontraban bañadas por el Bahr Al Ándalus [actualmente denominado Mar de Alborán “Bahr al-Buran”, en honor al temible corsario tunecino del siglo XVI apodado Al-Borany, palabra turca que significa tormenta]. 

En el corazón de Andalucía, realizamos una parada obligada en el restaurante “El Hacho” en Lora de Estepa, para desentumecer un poco nuestros huesos y al mismo tiempo, estimular nuestro paladar con un buen desayuno andaluz compuesto por el tradicional pan de pueblo acompañado por el tradicional aceite de oliva virgen extra, tomate triturado y lonchas de jamón ibérico o zurrapa de lomo en manteca blanca o colorá, lo que nos permitirá afrontar con energía nuestra intensa jornada cultural. 

Entre la inmensidad de mares de olivos cargados de aceitunas “azzaytúna” del que se extrae el tradicional aceite “azzeit” de oliva virgen extra [que forma parte de nuestra dieta mediterránea desde la noche de los tiempos], transitamos por la cuenca del Genil, denominada "Sinnil" por los andalusíes [al no tener nada que envidiar al río Nilo los numerosos afluentes que se le unían] durante su curso por la Vega de Granada. Posteriormente sería llamado “wad al-xenil”, cuyas aguas provienen de Sierra Nevada “Mons Solair de los romanos y Yebel Xolair o montaña del sol, para la población autóctona andalusí”. 

Oteamos la antigua madinat Antaquira que nos recuerda que a partir de ahora nos adentramos en lo que se llamaría "la última frontera de Al Ándalus", donde Loja "Madinat Lawsa" de Al Morayma y Ali Atar [la llave de la Vega de Granada], Montefrío [Hisn Montefrid], Íllora, Moclín [Hisn Iqlim, castillo del distrito] y Alhama de Granada [al-Hammam o baño árabe] brillarán con luz propia en este periodo de la historia andalusí.

La importante plaza fuerte de Alhama de Granada fue tomada el 28 de febrero de 1482 por Rodrigo Ponce de León, Marqués de Cádiz en represalia por la toma de Zahara por parte de las tropas nazaríes. La toma de Alhama de Granada tuvo enormes efectos psicológicos en el reino nazarí al ser la clave en la descomposición posterior del reino de Granada cuyo eclipse será cuestión de tiempo por las guerras internas entre clanes.



La antigua Madinat Ilbira [siglos VIII al XI] desaparece con la desintegración del Califato de Córdoba a partir. En 1212, tras la batalla de las Navas de Tolosa, Muhámmad ibn Nasr funda la dinastía nazarí en 1238 a los pies de Sierra Nevada, en la antigua Gharnata "Granada", sobre una colina geoestratégicamente situada en la Sabica. Un canal llevaría el agua desde el río Darro hasta la Alhambra y la medina, lo que hará que aquélla tórrida meseta se convirtiera en un vergel entre huertos, jardines, albercas [al- beerkah], acequias [al-sāqiyah], bosques frescos y umbrosos, patios interiores con sus bellas fuentes, donde se fusiona la arquitectura, la vegetación y el agua. 

Los alcorques eran agujeros alrededor de los árboles para almacenar el agua de riego.  El agua sobrante del regadío sobrantes del regadío se devolvía al río a través de las acequias denominadas azarbes [assarb].

La “Puerta de Loja” nos introduce en Santa Fe, antiguo campamento militar provisional en 1483 que será convertido en definitivo en 1491 con piedra y ladrillo, erigido con la finalidad de destruir a los enemigos contrarios a la Fe cristiana, constituyendo un enorme golpe psicológico para los últimos habitantes sitiados en la Alhambra.

Puerta de Granada, en Santa Fe

En Santa Fe se firmaron las Capitulaciones [la primera el 28 de Noviembre de 1491 firmada por los Reyes Católicos con Boabdil y otra el 17 de abril de 1492 con Cristóbal Colón]. El nuevo proyecto histórico de los Reyes Católicos “adalides de la fe católica” de forjar una España refractaria e intolerante como idea de Castilla se irá consolidando por la Iglesia Católica, que ante su fracaso evangelizador optará por eliminar la memoria andalusí.


Muy cerca de la ermita de San Sebastián se encuentra el monumento de “Granada al Rey Boabdil”, ubicado en el Paseo del Violón. Una obra en bronce realizada por el artista Juan Moreno Aguado que representa a una figura femenina “Granada” como símbolo de tolerancia le ofrece a Boabdil un ramito de jazmines [yasmin], en un agradable entorno rodeado de rosales y limoneros [laimún].

La expulsión de la población sefardí de Sefarad, el incumplimiento de las Capitulaciones con la quema de libros en grafía árabe en la Plaza de Bib-Rambla, la expulsión de los moriscos o la muerte de Mariana de Pineda el 26 de mayo de 1831 no han sido precisamente ejemplos de tolerancia. Y para más "inri" la trágica madrugada del 18 de agosto de 1936 con el asesinato del poeta más universal de España Federico García Lorca, recogido fielmente por otro coloso de la literatura española del siglo XX, Antonio Machado en su inmortal elegía: 

Que fue en Granada el crimen
sabed —¡pobre Granada!—, ¡en su Granada!…



Según la versión más aceptada, será en este histórico lugar junto a un morabito [murabit], cuando durante el amanecer del 2 de enero de 1492 Boabdil “Abu abd Allah «az-Zughbî» -el Desdichado- (Mohamed XII) saldrá por la Puerta de los Siete Duelos, señalando el comienzo de su éxodo al Señorío de las Alpujarras como lugar de retiro, que le sería cedido por los Reyes Católicos, después de entregar las llaves de Granada al rey Fernando.

Tras el acto de rendición un viernes a las 3 de la tarde [hora asociada a la muerte de Cristo para otorgar trascendencia al momento histórico] los Reyes Católicos con su comitiva saldrían en magna procesión desde Santa Fe el 6 de enero [Día de la Epifanía del Señor] de 1492. Entraron por la Puerta de Elvira bajando hasta la Plaza Nueva para ascender por la Cuesta de Gomérez y aposentarse en al alcázar [al-qasr] de la Alhambra [al-Hamra].

Entre la Vega de Granada [despensa del reino nazarí] y el fértil Valle de Lecrín [al-Iqlim al qasb o al-Iqlim Gharnata], ascendimos por el puerto “El Suspiro del Moro” a una altitud de 865 msnm cercano a los pueblos de Dúrcal y Mondújar, donde dice la leyenda que Boabdil volvió su cabeza llorando para observar por última vez el paraíso perdido de la Alhambra, mientras su madre Aixa la Horra "la Honesta" le decía:

“Llora como una mujer lo que no supiste defender como un hombre”.

No existen fuentes históricas que acrediten la veracidad sobre el Suspiro del Moro. Sin embargo, sí existe constancia escrita de que tal suspiro fue un invento del cronista-bufón de Carlos V, fray Antonio de Guevara, encargado de divertir al Emperador durante su estancia en la Alhambra durante 1526, lo que le traerá como premio el obispado de Guadix y Mondoñedo. 

Al desdichado Boabdil le quedaba un futuro lleno de incertidumbres y dificultades al perder todos los honores de su linaje. Ya no volverá a ver jamás aquel paraíso perdido de la Sabica [al-Sabikat o colina de los ángeles] frente a las colinas del Sacromonte y el Albaicín [“al-bayyāzīn”, arrabal de halconeros], donde se encuentra la Alhambra “Qalat al Hamra”, fortaleza bermeja o roja, el Palacio del Generalife “Jannat al-Arif”, lugar de descanso para los sultanes nazaríes.
 

Boabdil lloraría con más amargura cuando después de un año en su feudo, su esposa Morayma [hija del legendario caudillo de Loja, Ali Atar] cae enferma y muere en Laújar de Andarax [Alpujarra almeriense] en 1493 siendo enterrada en un pequeño pueblo granadino llamado Mondújar, donde dejará Boabdil los restos mortales de la persona a la que tanto amó y que llegara a sufrir en silencio la desdicha de su reinado. Según el rito musulmán, su cadáver se colocó sobre la tierra orientado en dirección a La Meca.

Tras la muerte de Morayma, Boabdil se marchó de las Alpujarras en octubre de 1493 con su séquito en dirección a la ciudad de Fez como huésped del sultán hasta su muerte ocurrida en 1533. El Califa de Fez Muley Hamet “el Benimerín” recibió a Boabdil con toda consideración, con el rango de príncipe. Cuenta Al Makari que Boabdil murió el año 1525 o 26 [940 de la Égira] cuando sería atacado al amanecer por los Jerifes en la batalla de Bab-Cuba, siendo enterrado en la Mezquita frente a la Puerta de la Ley, en Fez, según el libro “Boabdil Granada y la Alhambra hasta el siglo XVI”. 

Si el morabito de Fez, donde se encuentran los restos de Boabdil permanece en el olvido, no será menor el abandono de los restos de los reyes nazaríes que se encuentran bajo el asfalto de la carretera Granada-Motril [A-44], en la Rawda o cementerio real nazarí de Mondújar, como tránsito hacia el paraíso. 

Afortunadamente la Alhambra de Granada nunca llegaría a ser tomada por las fuerzas de las armas para deleite de nuestra retina. Junto al Generalife [almunia estival de los nazaríes], será el epílogo de una sociedad desmembrada frente a la agresividad cristiana.


En la antigua iglesia de San Francisco de la Alhambra estuvo enterrada Isabel la Católica  hasta su traslado definitivo a la cripta de la Capilla Real de Granada en 1521. También le sería concedida por Real cédula sepultura al Conde de Tendilla en el mismo lugar.


Sepulcro de los RR.CC. en la cripta de la Catedral de Granada


El 12 de octubre de 1504, Isabel la Católica dictó testamento en Medina del Campo (Valladolid) donde expresaba su voluntad de ser sepultada en el monasterio de Sanct Francisco de la Alhambra. El 16 de noviembre la reina expiró y a los pocos días el cortejo fúnebre inició un penoso viaje de 23 jornadas, con intenso frío y lluvias torrenciales. El cuerpo fue sepultado en este mismo lugar el 18 de diciembre. El 6 de febrero de 1518 se sumaron a sus restos los de Fernando, su esposo. Terminada la Capilla Real, el emperador Carlos dictó que los cuerpos de sus abuelos fueran allí trasladados, hecho que aconteció el 10 de noviembre de 1521.


Antiguo monasterio de Sanct Francisco de la Alhambra [Parador Nacional de la Alhambra], donde estuvo enterrada Isabel la Católica desde el 18 de diciembre de 1504 hasta el 10 de noviembre de 1521.

La expulsión de los sefardíes y moriscos no debiera ser un episodio menor en nuestra lacerante historia. El término morisco tuvo en su origen connotaciones despectivas empleándose para designar a los miembros de una comunidad acosada y vencida. Este vocablo denomina a los musulmanes españoles o “cristianos nuevos” que se convirtieron por la fuerza al cristianismo para intentar proteger sus propiedades y evitar el trágico exilio.

Las sucesivas órdenes inquisitoriales obligaron a mantener abiertas las puertas de los moriscos. La sabiduría popular solapó al cerramento exterior unas cortinas sonoras para salvaguardar la intimidad del hogar y a la vez escuchar al que entraba. El zaguán se convirtió así en el primer elemento arquitectónico de resistencia. Y allí se colgaban templete de vírgenes, crucifijos o azulejos “azzuláyǧ” con el “Dios bendiga esta casa”, evidencias católicas para impedir que el inquisidor atravesara el umbral.

La denominada taqya, concepto coránico que permite al musulmán realizar prácticas ilícitas o haram en casos de necesidad, siempre que las hagan de corazón para conservar la fe y la vida. La taqa era una pequeña alacena donde se guardaban los objetos personales más íntimos del andalusí como el Corán o el misbah “especie de rosario” para el morisco. Descubrir el contenido escondido de la taquilla privada equivalía a la revelación pública de su alma clandestina. A la persecución. A la muerte. De ahí proviene la expresión moderna “salir del armario”. 

La expulsión de los moriscos fortaleció a la nobleza junto con la Iglesia, al apropiarse de las propiedades de éstos, estableciendo condiciones más abusivas al campesinado para su explotación, con el fin de recuperar pronto las pérdidas causadas por la despoblación. 

Atrás quedaba un pasado cargado de nostalgia. Las viñas que plantaron sus abuelos con muchos sudores y que ahora quedarán incautadas en manos del Inquisidor, para ser pasto de la cizaña. No se podrán llevar ni sus hogares, ni sus tierras, ni las viñas, ni los árboles que plantaron sus ancestros… Ni tampoco los gusanos de seda, ni las acémilas, ni los caballos, ni las cabras que daban la leche para sus hijos, ni las gallinas… 

Omnis potestas a deo est “Todo el poder viene de Dios”. 

“Sólo podréis llevaros aquello con lo que pueda cargar vuestro cuerpo”.

¡Quien delatara a un morisco cobraba un porcentaje de sus bienes! El resto lo confiscaba el Estado y una parte iría para la Iglesia “La Inquisición” como justo precio por su amparo sin fisuras. Aquí comenzaba el gran negocio para el nuevo Estado, que al igual que ocurriera en 1492 con la expulsión de los judíos sefardíes, no les movía el corazón sino el ansiado botín como precio de la fe. 

La población morisca tan sólo reivindicaba el derecho humano a ser quienes eran. El morisco converso ya no era musulmán sino cristiano nuevo. Al “estar bautizado” se arriesgaba a ser acusado de herejía por el Tribunal de Inquisición, si permanecía en el nuevo estado.

La población morisca mantenía en secreto su identidad al poseer el término morisco connotaciones despectivas para la nueva hegemonía religiosa que acosaba a los vencidos, siendo obligados a la conversión forzosa para evitar su exilio a partir de 1502. El término morisco desciende de los mudéjares, del árabe hispánico "mudadjan o sirviente", aplicado a los musulmanes que permanecieron después de la "Reconquista" en arrabales denominados morerías. 

La población morisca era considerada por los nuevos conquistadores como una especie de quinta columna preparada para asociarse con el turco o Berbería si fuera necesario, sin tener esa altura de miras necesaria para reconocer que musulmanes y moriscos autóctonos han contribuido a la construcción de nuestra identidad cultural.

El religioso y virrey de Valencia Juan de Ribera utilizará su influencia frente al rey en la expulsión de los moriscos al entender que la comunidad morisca en Valencia se encontraba muy cohesionada después de la erradicación de los moriscos granadinos (1569-1571) y que eran capaces de actuar como una quinta columna de la armada turca, que asolaban las costas mediterráneas durante el siglo XVI.

El 4 de abril de 1609, Felipe III desde el Alcázar de Segovia, firmaría aquel terrible decreto que borraría de la faz de la península ibérica a la población morisca. El Duque de Lerma se encargaría de organizar "tan magna empresa". Los censos más fiables de los cristianos viejos se encontraban en los registros de bautizos, bodas y defunciones existentes en las parroquias de las iglesias. De esta forma se podía determinar cuantos moriscos existían en cada pueblo y conversos.

El Reino de Granada llegaría a perder casi la mitad de su población [100.000 almas] teniéndose que repoblar entre 1571 y 1580 en torno a 12.000 vecinos. En las Alpujarras desaparecieron más de 32.000 moriscos siendo repoblada por unos 7.000 colonos, lo que produjo un verdadero cataclismo demográfico y una verdadera ruina en la agricultura.

El 33% de la población de Valencia era morisca y en Aragón el 20% contribuyendo con grandes rentas que desaparecieron al ser obligados al exilio a partir de abril de 1609 dejando estos territorios totalmente desiertos de mano de obra.

Oleadas de moriscos se refugiaron en Tánger, Tetuán, Chauen, Fez, la ciudadela de Sale frente a Rabat, Orán, Argel, contribuyendo a su florecimiento no sólo económico sino también cultural. 

Los nuevos pobladores de las Alpujarras: 

34% de Andalucía Occidental, 25% de Castilla la Nueva, 8% del Reino de Valencia, 5% del Reino de Murcia, 5% de Galicia…


Las Alpujarras, hasta no hace mucho tiempo únicamente podía recorrerse a pie o a lomo de mula, según el libro "Al sur de Granada" de Gerald Brenan, lo que nos puede dar una idea de la orografía del terreno.

III

Arquitectura alpujarreña

Las Alpujarras son conocidas como alta y baja, granadina y almeriense [las más frecuentes] oriental y occidental, interior y litoral. En la época nazarí las Alpujarras fueron divididas en pequeños distritos denominados "tahas". Los castillos eran el elemento de control de las alquerías correspondientes. Trece eran las tahas que emergen de la Granada nazarí entre las que destacan Órgiva, Poqueira, Jubiles, Ugíjar, Andarax y Cenete entre las más significativas.

Aunque las Alpujarras fueron sometidas a la soberanía de los reyes castellanos, nunca fueron conquistadas por los Reyes Católicos teniendo el estatus de señorío entregado al último rey nazarí tras las capitulaciones de noviembre de 1491 revirtiendo a la Corona tras la marcha de Boabdil. La convivencia se haría imposible entre cristianos viejos y moriscos “dos civilizaciones difícilmente conciliables”. La presión de los vencedores fue brutal. La inmensa mayoría de los moriscos permanecería aferrada a su fe islámica.

La época morisca imprimió a toda la Alpujarra una clara reminiscencia bereber, dotándola con una peculiar identidad urbanística con viviendas escalonadas para evitar espacio, adaptadas a lo abrupto del terreno. Esta técnica también fue aplicada al cultivo y riego en terrazas en la que los andalusíes eran auténticos expertos. 

Destacan sus pueblos diseminados por la sierra y orientados al sur (al mediodía) para aprovechar mejor el clima mediterráneo. A través de la angostura de sus tortuosas y empinadas callejuelas desciende el agua fresca del deshielo de las altas cumbres de Sierra Nevada. Los tejados planos de los tinaos sostenidos con sus gruesas vigas de madera forman las tradicionales azoteas “suṭayyaḥ” cubiertas con lajas de pizarra y rematadas con las tradicionales chimeneas con sombrero. 

La vivienda morisca atiende a la distribución de las habitaciones, destacando las condiciones de luz y sombra, calor o frío, limpieza y suciedad que no solían reparar los católicos que juzgaban perniciosa la costumbre morisca del baño, teñirse el pelo o bailar la zambra al compás de gaitas y atabales -una especie de tambor-. La intolerancia llegaría a tal extremo que incluso los baños árabes fueron clausurados por Felipe II al considerarse un lugar pecaminoso.

La tradicional chimenea alpujarreña rompe el conjunto de los terraos. Los aleros son de laja o teja alera contrapesados por piedras “castigaeras”. La chimenea cumple dos funciones: la primera es buscar en la altura la mejor circulación del aire que favorezca la extracción del humo y al mismo tiempo evitar que en invierno queden sepultadas por las nieves que puedan acumularse en las cubiertas.

En las casas con las paredes encaladas predomina el “efecto botijo” que permite que las paredes de las viviendas transpiren y mantengan la temperatura en invierno mientras las refresca durante el verano.

La enorme variedad de las jarapas alpujarreñas [alfombras de muchos colores de origen morisco y trascendental en su ajuar], la forja, el trenzado de esparto o la cerámica forman parte de la artesanía tradicional alpujarreña que junto con su gastronomía nos ofrecen abundantes matices entre colores y sabores que nos obligan a volver. 

Un territorio custodiado por las nieves del Veleta, Alcazaba y Mulhacén y al horizonte por el antiguo Mar de Al Ándalus [Bahr de Al ándalus] con Motril, Salobreña y Almuñécar "ḥiṣn al-munakkar”, que nos acerca a Frigiliana, refugio de los moriscos entre la Axarquía “Al Sharq” y la Alpujarra granadina.


La playa de Almuñécar [ciudad de las palmeras] será la misma a la que arribaría aquel 15 de agosto de 755 Abderramán I -Abd Al-Rahmán ben Muawiya al-Dajil [el Inmigrado]- único superviviente de la familia de los Omeyas tras la matanza de su familia que huye de sus enemigos Abasidas llegando al norte de África donde fue acogido por la tribu Nafta de la que era originaria su madre e inicia con sus leales en Al-Ándalus una dinastía que fundó proclamando el Emirato de Córdoba [independiente de Bagdad], elevando la cultura a cotas muy altas durante casi tres siglos, hasta la caída oficial del califato en el año 1031.


IV

El Puerto de la Ragua divide en dos a las Alpujarras [granadina y almeriense]. 

La retina de la historia nos recuerda que en el año 913 el paso de la Ragua [Rauah o Ragwa que significa almacén de aguas] llegó a ser un punto estratégico natural. Las tropas del califa Abderramán III atravesaron dicho puerto natural para sofocar la rebelión del muladí Omar Ben Hafsún, considerado el azote de los Omeyas entre el año 880 y 918. 

Cuando se llega al Puerto de la Ragua existen varias opciones: 

1. Descender hacia la Alpujarra granadina: Laroles, Válor, Yegen, Bérchules, Trevelez, Capileira, Bubión, Pampaneira hasta llegar a la antigua taha de Órgiva, considerada la puerta de entrada a la Alpujarra alta, y Lanjarón, considerada la puerta de entrada a la Alpujarra. 

Es posible que el origen del término Alpujarra tenga algo que ver con la palabra celta "alp" que significa altura y "xarrat" hilera o agrupación de montañas en función de su compleja orografía aunque no se han unificado criterios al respecto.

La Alpujarra, una abrupta zona geográfica entre Granada y Almería, ha permanecido aislada durante muchos siglos debido a sus peculiaridades etnológicas e históricas, lo que hizo que en tiempos pretéritos se convirtiera en el último reducto morisco.

Cuenta Gerald Brenan en su libro "Memoria personal 1920/1975 referente a la visita de sus padres desde Granada a Yegen: 

"Después tomamos el autobús para Órgiva y al día siguiente hicimos el largo trayecto a lomos de mula remontando el cauce seco del río. Mi madre disfrutó todo el tiempo con su visita...Se quedaron una semana y después los llevé en mula a Guadix atravesando el Puerto del Lobo y los dejé acomodados en el tren de Madrid. Había sido para ellos un gran aventura".

2. Descender por la Alpujarra almeriense (Laujar de Andarax, Fondón, Ragol y Alhama de Almería entre otros pueblos), transitando por el Desierto de Tabernas hasta llegar a la antigua al-Mariyya [Almería], que da la impresión de que nos divisa desde su alcazaba “al-qasb” a muchas leguas de distancia. 

3. Bajar desde el Puerto de la Ragua hasta La Calahorra y Guadix “Wadi Ash” para visitar las cuevas trogloditas.

Capileira [1436 msnm] y Pampaneira [1058 msnm] comparten con Trevélez [1476 msnm] encontrarse entre los municipios más elevados de España.



Hechos históricos ocurridos en las Alpujarras

1493. En Laujar de Andarax tuvo lugar la muerte de la también desdichada Morayma, esposa del Boabdil, que estuvo relacionada con la desdicha del último rey nazarí.

1569. Los Juegos Moriscos de Abén Humeya en Purchena constituyen una muestra del legado andalusí que rehace un eslabón perdido en la cadena del olimpismo. Comenzaban con la tradicional carrera de cintas a la morisca para continuar con la lucha, levantamiento de piedra, sostenimiento de ladrillos, carreras de velocidad “media legua gruesa”, triple salto, tiro con arco, lanzamiento de cantos o tiro con honda. 

1568-1571. La Rebelión de las Alpujarras al mando de Fernando de Válor y Córdoba [Muhammad ibn Umayya] durante el reinado de Felipe II [Pragmática Sanción de 1567, que limitaba sus libertades]. 

20 de octubre de 1569. Aben Humeya al perder el apoyo de los rebeldes moriscos, es asesinado en Laujar de Andarax por su primo Abén Aboo, que le sucede como «rey de los andaluces». La revuelta sería definitivamente sofocada en 1571 por don Juan de Austria.


Cada civilización como crisol de culturas nos ha dejado su sustrato correspondiente. Muchas iglesias se encuentran asentadas sobre antiguas mezquitas aljamas. Se da el caso de que algún que otro altar cristiano se encuentra ubicado en la antigua quibla, orientada hacia la Meca.

Las viejas alcazabas como vestigios arquitectónicos recuerdan a sus habitantes naturales, muchos de los cuales, prefirieron morir defendiéndolas antes que abandonar sus tierras.

Aunque en historia todo es falsable mientras no se demuestren las fuentes, siempre será positivo rescatar de las páginas del olvido la memoria y el conocimiento de un legado andalusí que formó parte del primer Renacimiento que se dio en Europa, pero en lengua árabe y que forma parte de nuestra propia identidad cultural.

Silenciar términos tan bellos como como Mezquita [de Córdoba] o alminar sólo demuestra una enorme ceguera no sólo histórica sino ideológica. Como si se tratara de una aldaba [ad-dabbah], es conveniente llamar a sus páginas para recuperar de esa misma ceguera histórica una forma de entender la vida que ha configurado muchos aspectos de nuestra personalidad, como pueblo y como cultura, de la que aún somos deudores de un valioso legado.

¡Por qué renegar de Al Ándalus y de su lengua culta que formó junto a Maimónides, Averroes, Abentofail y otros parte del primer Renacimiento [al-nahda] europeo en lengua árabe y que perdimos hace más de cinco siglos como dijera nuestro inolvidable Carlos Cano! La población morisca fueron los maquis ideológicos a los que no le dieron otra opción que echarse a la sierra.

Desde Granada y las Alpujarras, con el Pico Mulhacén y Veleta como testigo de nuestra presencia en la antigua Gharnata [anterior Madinat Elvira hasta la desmembración del Califato]... 



P.D. La Historia jamás ha sido benévola no sólo con nuestros judíos sefardíes sino tampoco con los moriscos autóctonos de nuestra tierra. El pensamiento oficial ha tergiversado la historia desde su cosmovisión del mundo al que le ha sobrado siempre la población morisca en el reparto de papeles en la escena histórica española, siendo atacados desde una beligerancia ideológica agresiva. 

El periodo histórico 711 a 1609 ha sido un longevo periodo que no puede ser considerado como un mero paréntesis en nuestra historia. Pensadores de la enorme talla de los andalusíes Maimónides [Moses ben Maimon], Averroes [Ibn Rushd], Abentofail [Ibn Tufail] e Ibn al-Jatib entre otros, cayeron en el más absoluto de los olvidos. 
 
Moshe Ben Maimon [Maimónides]



Pasados más de cinco siglos de aquel acontecimiento histórico, cada 2 de enero en Granada aún persisten los profundos desencuentros entre la derecha más reaccionaria que hunden sus profundas raíces en las viejas tradiciones del nacionalcatolicismo [hijos de la raza, religión, patria, ideología, contracultura, infieles...] frente a los progresistas bajo el lema "los genocidios no se celebran". 

Si los judíos sefardíes llevaron Al Ándalus en sus corazones, no cabe duda de que la población morisca la llevaría en lo más profundo de su alma...

El reciente reconocimiento de la nacionalidad española para los descendientes de los judíos sefardíes es una reparación histórica, una reconciliación y un reencuentro con la comunidad sefardí. Y es justo que así sea. Pero donde existe la misma razón, debe concederse el mismo derecho, ese que no han tenido los descendientes de los moriscos, tan condenados al exilio de su patria como los primeros. 

Otra injusticia de enorme calado ha sido la del pueblo saharaui con DNI español, que llegara a formar parte del mapa de España [en nuestros tiempos e bachiller elemental], siendo la provincia número 53, y cuyo proyecto de descolonización sigue pendiente 45 años después.


Bibliografía

Hecatombe [Eric Rogal]

La huella Morisca [Antonio Manuel]

Historia General de Al Ándalus [Emilio González Ferrín]

Martirios y Mentalidad Martirial en las Alpujarras [Manuel Barrios Aguilera y Valeriano Sánchez Ramos]

Cuadernos de Historia 16 [Los moriscos]


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