domingo, 8 de abril de 2012

Alea jacta est. “La suerte está echada”

  El cuarto estado. Giuseppe Pelliza   1901

No hace falta ser docto en la materia para darse cuenta que a lo largo de la historia, -en el espectro político tradicional- se ha trazado un eje donde la clase conservadora han mantenido al pueblo llano siempre que las circunstancias se lo han permitido, en un grado de subdesarrollo con enormes desigualdades. De este modo defendían sus privilegios que desde la atalaya de sus intereses beneficiaban sólo a los que coincidían con su impronta ideológica. 
 
Anteriormente a la Revolución Francesa, la sociedad estaba basada en los abusos de poder y en la injusticia,-privilegiados por un lado y los no privilegiados por otro-, que “votaban” incluso por estamentos bajo una situación social tremendamente injusta, la cual dio un giro radical de 360º a partir del 14 de julio de 1789. 

En el siglo XIX, después de una complejidad de tristes acontecimientos como la Guerra de la Independencia (1808-1813) España fue capaz de alumbrar las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812, lo que supuso para nuestro país el fin del absolutismo y el nacimiento del liberalismo que intentó proporcionar una magnífico marco jurídico para que los liberales españoles diesen una respuesta global a los problemas políticos, económicos y sociales de España y por consiguiente identificarse colectivamente en un marco de dignidad y de progreso como lo hicieron antes los americanos el 4 de julio de 1776 y los franceses el 14 de julio de 1789.

Pero nada más lejos de la realidad. Cuando en España ha existido la posibilidad de que la luz de la Ilustración bajo las Cortes de Cádiz 1812 nos iluminara a todos, -con términos tan importantes como Soberanía Popular (Rousseau), Libertad e Igualdad (Voltaire) y la División de Poderes (Montesquieu)-, cae de nuevo como una losa el absolutismo de Fernando VII bendecido y legitimado por la moral integrista de la época cuya altura de miras  brillaba por su ausencia.

La Revolución rusa de 1917, fue en un principio objeto de esperanzas por el proletariado al ser su referente y al mismo tiempo fue objeto de miedo y de odio por parte de la sociedad conservadora que temía que se extendiera el término bolchevique a otros países de su entorno. El modelo socialista con la antigua U.R.S.S. como referente virtual de la izquierda, controlaba el monopolio del Estado y de los medios de producción intentando asegurar la subsistencia básica de la población como el acceso a la salud, a la educación, al tiempo libre aunque es evidente que carecían de libertades individuales.

Por otro lado en Europa Occidental, la Socialdemocracia buscaba soluciones viables a los problemas sociales introduciendo una serie de mejoras en la población para proteger las condiciones de vida de sus ciudadanos tales como el derecho a la salud, derecho a la educación, pensiones dignas, derechos al desempleo, etcétera…con lo que se paliaba de algún modo que la clase trabajadora tuviera como referente virtual a la antigua U.R.S.S.

El 14 de noviembre de 1989 cayó el Muro de Berlín, que separaba simbólicamente a toda la humanidad en dos bloques antagónicos. Este acontecimiento fue el inicio de la desintegración de la antigua Unión Soviética en 1991 que trastocó las estructuras ideológicas de la izquierda y por consiguiente aparece un nuevo escenario internacional donde el neoliberalismo tomará posiciones con el único objetivo de desregular los derechos laborales de la población, privatizar y globalizar los flujos de capitales con su efecto colateral que dará como resultado globalizar también la miseria - verdaderamente global porque existe en todos los sitios-. La globalización de la cultura, la sanidad, la educación, los derechos sociales, la justicia universal, etc...es harina de otro costal.


Al desaparecer el mundo bipolar conocido hasta entonces, aparece un nuevo escenario internacional donde un sistema económico agresivo y voraz, el neoliberalismo toma posiciones e intenta desregular el mercado laboral que ha tardado más de siglo y medio de lucha obrera en construirse tras muchas generaciones mientras la clase política rinde la oportuna genuflexión a la gran banca, la cual sigue apostando por la especulación y por la “cultura del pelotazo” tolerada, en un país donde el ciudadano percibe  una justicia con dos varas de medir: la de los ricos que dilatan los procesos hasta que prescriben la mayoría de los delitos y la de los pobres, con lo que se nos presenta un cuadro que no lo mejora ni el mejor copista del Museo del Prado.

Las élites socioeconómicas -que son al final las que nos gobiernan- deciden contrarrestar con estrategias de bombardearnos diariamente en los medios de comunicación que están controlados por ellos, con informaciones que faltan a la verdad y que actúan como vomitorios de la mediocridad  para que pensemos lo menos posible. De este modo quedarán en un segundo plano problemas tan trascendentales para los ciudadanos como el paro, la crisis económica, la falta de trabajo, los recortes en sanidad y educación...Uno de los pensadores más importantes del siglo XX, Noam Chomsky ya elaboró una lista con las 10 Estrategias de Manipulación a través de los medios.


La auténtica y verdadera violencia estructural la genera el sistema socioeconómico injusto con la imposibilidad para que miles y miles de familias lleguen con dignidad a fin de mes al producirse un daño en las necesidades básicas del ser humano.

La reforma laboral con el abaratamiento del despido otorga una peligrosa herramienta en mano de los empresarios a los que entrega el poder absoluto rompiendo el equilibrio existente entre la patronal y los trabajadores a lo que hay que añadir los importantes efectos colaterales como la congelación del SMI, agresión a nuestro sistema sanitario y educativo público, penalización de las bajas médicas, que más bien nos retrotraen a tiempos pretéritos de los señoritos cortijeros de Lorca que a un país moderno de la Europa del siglo XXI y que obligarán tanto al gobierno como a los agentes sociales a pasar no pocas veces su propio río Rubicón para evitar conflictos sociales que podrán ser directamente proporcionales a la falta de justicia social.

España necesita con urgencia un verdadero cambio de política social y económica para poner en valor la noble actividad de la política -hoy deshumanizada- y en la que prevalezca la democracia real frente a los mercados financieros, la transparencia frente a la corrupción y el clientelismo, los derechos sociales frente a los recortes, la educación y sanidad pública frente a las privatizaciones.

En definitiva, los ciudadanos no deberíamos de permitir que las políticas neoliberales generen desigualdad y traspasen esa delgada línea roja que dañe a los sectores de población más vulnerables mediante la pérdida de nuestro modelo social como el derecho a la educación, a la sanidad, a los servicios sociales y pensiones ya que sería el principio del fin de nuestro estado del bienestar labrado con mucho sacrificio a través de generaciones y una regresión hacia tiempos pretéritos, en los que los pilares de dicho estado brillaban por su ausencia… Alea jacta est.

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