martes, 13 de abril de 2021

Sendero morisco La Gila-Peñiagua


Desde la tierra de Villalón, de la Cal y del Flamenco colocamos nuestro punto de mira en la carretera de Morcillo [en pésimo estado], que transita bordeando el cortijo de “La Florida” y “los Tres Pozos” hasta llegar al cortijo de Las Mezquetillas.

A pocos metros nos encontramos un cruce con un punto de información en el que se puede leer en su parte derecha “Ruta Morisca La Guila-La Peñagua”, con un mapa físico de la zona que transita por la hacienda La Gila hasta llegar a La Peñagua, con su epílogo en la laguna del Charco Charcal.



Nos esperaba una grata ruta de senderismo de 16,47 km con un desnivel de 300 metros y una dificultad moderada según el plano realizado por Wikiloc para nuestro amigo Nuelma Nozmu. Se recomienda mirar las previsiones meteorológicas, con ropa adecuada, botas de montaña, chubasquero, agua y comida. Los senderos se encuentran señalizados por la Federación Andaluza de Montañismo.

Después de pasar una pequeña arboleda de eucaliptos nos encontramos con un punto turístico en un lugar denominado “Rancho de la Estacada” que nos informaba sobre el pasado romano de la zona.


Nos encontramos en el paraje denominado “Rancho de la Estacada”, perteneciente al término municipal de la Puebla de Cazalla. En sus inmediaciones fueron encontrados entre 1886 y 1999 veintisiete fragmentos de una tabla de bronce con los textos de una ley municipal denominada Lex Municipii Flavi Villonensis, identificada como propia de una antigua ciudad o villa indígena hispano-romana, llamada Municipium Flavium Villonense (Villo), cuya existencia era ignorada hasta entonces.

Actualmente se conocen seis leyes municipales registradas en la provincia Bética de la Hispania Romana (Irnitana, Malacitana, Villonensis, Salpensana, Italicense y Ostiponensis), que siguen el modelo de una misma ley marco, d ela Lex Flavia Municipalia, obra del emperador romano Vespasiano (69-79 d.C.). Sus capítulos regulaban el funcionamiento de estas nuevas comunidades hispanas nacidas durante el gobierno de la dinastía Flavia (Vespasiano, Tito y Domiciano: 69-96 d.C.) que consiguieron alcanzar el estatus de municipio y sus habitantes la plena ciudadanía romana.

El texto del primer fragmento de la tabla, hallado en 1896 por M. de Bougarde y conservado en una colección particular en París, fue estudiado y editado por el arqueólogo francés Antoine Héron de Villefosse. El segundo, localizado en 1964, sería editado por el filólogo y jurista Alvaro dÓrs y Pérez-Peix. El resto de fragmentos, hallados en 1983 por un vecino de la Puebla de Cazalla, fueron estudiados y publicados entre 1986 y 1999 por Julián González Fernández, profesor de la Universidad de Sevilla, y Fernando Fernández Gómez, director del Museo Arqueológico Provincial de Sevilla.

El análisis de estos importantes textos jurídicos, la mayoría de ellos conservados en el citado museo arqueológico, y el posterior hallazgo de una inscripción funeraria en este mismo entorno, han permitido dar un paso más en la confirmación del asentamiento del nuevo municipio romano Flavio Villonense en este paraje del “Rancho de la Estacada”, poniendo también de relieve la gran importancia que durante el Imperio Romano tuvo la vía fluvial del río Corbones.

Poco a poco, nos íbamos acercando a un territorio lleno de encinas donde se encuentra el Abrevadero el Pilar. Según cuenta la leyenda de los paneles informativos, este territorio llegó a ser un lugar de encuentro del bandolero Pernales con su cuadrilla.



Abrevadero del Pilar, lugar de bandoleros

Según la leyenda, este abrevadero fue un lugar de encuentro habitual de los bandoleros durante sus correrías por las sierras de la Subbética.

Contexto histórico del Bandolerismo

El bandolerismo no se puede relacionar con una época concreta, ni ubicar en una zona geográfica específica, si bien donde tuvo más fuerza fue en Andalucía y Cataluña en el siglo XIX, siendo una clara respuesta al descontento social de la población española, sobre todo rural, ante el azote del hambre y miseria.

Haciendo una breve historia, el bandolerismo ha existido desde tiempos muy remotos. La represión y la miseria generaba exclusión social. Un contexto histórico en aquélla España rural infrahumana que actuaba como verdadero caldo de cultivo para que los antígenos del hambre y de la miseria por un lado y el caciquismo por otro fueran el anverso y el reverso de la sociedad española de su época.

Una población oprimida en la que incluso los niños tenían que abandonar prematuramente la escuela para colaborar en el sostén económico del hogar, lo que les hacía madurar antes de tiempo para entrar en un mundo laboral de extrema dureza y explotación.

Tal vez haya sido la poesía de Fernando Villalón pionera en facilitarnos esa visión romántica del bandolero como héroe social, una especie de Robin Hood con el “Tragabuches, Juan Repiso, Satanás y Mala Facha, José Candio y el Cencerro y el capitán Luis de Vargas” el que a los pobres socorre y a los ricos avasalla.



Atrás queda su encuentro con el poeta de “Andalucía la Baja” Fernando Villalón en las inmediaciones del cortijo “La Rana”, ubicado entre Morón y la Puebla de Cazalla donde el célebre poeta intentara echarle una mano, con la promesa de hacerlo un hombre decente. 

El día 11 de mayo de 1907 en el “Correo de Andalucía” aparece la siguiente información:

“Se han recibido noticias oficiales en Sevilla de otra nueva hazaña cometida por el Pernales. Según noticias, a las siete de la tarde del día 8 del actual, se presentó el célebre forajido en la finca La Rana del término de Morón y propiedad del señor Conde de Miraflores. Iba acompañado de otro sujeto como de 35 años de edad, vestido con traje oscuro y armado con una escopeta de dos cañones. Bajo amenazas de muerte exigieron quinientas pesetas, que le fueron entregadas en el acto ante el temor de que el temible bandido les asesinara. Después, con la tranquilidad más grande del mundo, salieron de la finca, montados en sendos caballos, que habían dejado a la puerta del caserío y tomaron carretera adelante por el camino de Marchena”.

La amistad que se ha atribuido a Pernales con el gran poeta moronense D. Fernando Villalón, se debe a que el ilustre escritor Manuel Halcón, primo hermano del poeta, en su amenísimo libro “Recuerdos de Fernando Villalón” cuenta, con una maravillosa fantasía, una entrevista nocturna entre el poeta y el bandolero, que merecía ser verdad:

No sería aún la medianoche cuando Pernales acercó su caballo a una sombra que emergía de los surcos.

“Dios guarde a Ud., Don Fernando…He querido advertirte de que tu cabeza, hace tiempo pregonada corre peligro inminente. Hay un tercio de la Guardia Civil movilizado únicamente en tu busca, tiene orden de entregarte vivo o muerto. Ahora mismo, en la gañanía, hay una pareja y debajo de cada olivo de La Rana hay un civil. Huye de aquí y métete en la marisma. Acércate a la Ciñuela, donde yo tengo los toros bravos. Te haré vaquero, te haré un hombre decente, tendrás mujer, hijo, casa y caballo, mejor que ese. Tendrás paz.

Don Fernando, yo se lo agradezco, pero de sobra sé que estoy perdido. Si he de hacer algo para salvarme, tendrá que ser transponiendo de Sierra Morena y metiéndome en Castilla…de Despeñaperros para abajo no hay guarida para mí. Pero yo se lo agradezco a usted, Don Fernando, y acaso sea la suya la última mano que estreche la mía.

Pernales sacó después un puñal enfundado en cuero, con alegrías de metal y una fecha: 1867, lo dejo a usted en recuerdo. Le juro que con él no hice sangre a nadie. Don Fernando lo tomó. Pernales abrigó con su pierna derecha los ijares de su jaca, que echó a andar. A los pocos pasos el bandido se detuvo para añadir: algo le agradezco más que nada, Don Fernando, que no haya dicho usted, como todo el mundo, que me entregue a la justicia.

A partir de este episodio, de Pernales jamás se supo en Morón.

¿A dónde vas con tu jaca
y una herradura de menos
si en la barranca del río
están los carabineros?

La verdad es otra, mucho más fea. Pero cuando el pueblo quiere crear un héroe, envolviéndolo en una leyenda, la fantasía tiene más fuerza que la realidad.

Y la verdad me la contaba mi amigo Ignacio Sánchez-Ibargüen, actual dueño del cortijo La Rana, e hijo adoptivo de Jerónimo Villalón, hermano del poeta. Y me cuenta que él conoce, por testimonio directo de su padre adoptivo, que ya tenía en aquella fecha, en 1907, veintidós años, su hermano Fernando dos años mayor que él, y Pernales tenía veintisiete años. Aún no había heredado nada Fernando, puesto que vivían sus padres, los Marqueses de San Gil y Conde de Miraflores. Por tanto, no podía tener ganadería brava a donde mandar a Pernales de vaquero. La realidad es que el bandolero iba mucho por la Rana, tenía amistad con el yegüero y dejaba allí su caballo, trabado en la piara, y cogía una bestia cualquiera para ir a ver a su última amante, Conchita Fernández pino, de El Rubio, que la tenía en Rapapelo, a una hora corta a caballo desde La Rana. De esta forma, si la Guardia Civil veía en Rapapelo una yegua con un hierro del Conde de Miraflores, ni por imaginación les pasaba que podía ser el Pernales. Lógicamente de todos estos “trapicheos” tendría conocimientos el Conde. Pero nunca acogió al bandolero en su casa ni tampoco se oponía a que el yegüero lo amparase.

Me dice Ignacio que Jerónimo Villalón recordaba perfectamente cuando Pernales, a través del administrador, pidió las consabidas pesetas a su padre. No con amenazas de muerte, pero sí advirtiendo que, si se negaban, podía quemar los sembrados, los almiares…o matar las yuntas. El administrador, Martín se llamaba, lo consultó con el Conde y éste, lógicamente, sin demora alguna, se las puso en la mano. Además, de su voluntad, le llenó las alforjas con lo que, en el campo se llamaba “el costo”, que eran los comestibles que se echaban cuando se iba de viaje a caballo, sobre todo e la conducción de ganado, y un gran manojo de cigarros puros. Y Pernales, con una ingenuidad infantil le dijo a Martín: “dígale usted al conde que, de aquí en adelante no va a necesitar velaor para las yeguas. Y dígale usted también a los niños del conde (así se conocía en Morón a Fernando y Jerónimo Villalón) que, un día, cuando estén corriendo las liebres, voy a venir a correr con ellos, que ahora tengo un caballo más ligero que los suyos”.

Y esta es la relación que Pernales tuvo con Fernando Villalón, así de sencillo. Pero yo me quedaría con la versión e Manuel Halcón. Aunque no sea cierta, pero es mucho más bonita.


Entre dehesas y cortijos llegamos al bonito cortijo La Guila con el imponente Peñón de la Peñiagua que nos ofrecía una bella panorámica con el río de la Peña regando sus pies entre bosques de galerías y vegetación mediterránea.

En la Hacienda La Gila existe un enorme chaparro que separa los términos de Morón y la Puebla de Cazalla. Después de haber transitado por La Gila nos encontramos con la impresionante panorámica del Peñón de la Peñiagua con sus verticales calizas Jurásicas. Sus paredes verticales de 50 metros de altura poseen una edad de 200 millones de años, que no dejan indiferente al senderista. Nos hemos encontrado muchas zonas valladas y varias explotaciones mineras de yeso.


Poco a poco nos acercábamos al epílogo de nuestra ruta de senderismo en el bonito entorno natural de la laguna del Charco Charcal donde la naturaleza aquel día nos regalaba el enésimo chaparrón. Una piara de ovejas y algún que otro borriquillo fueron testigos del objetivo de nuestra cámara de fotografía.


Tras más de cuatro horas de senderismo entre efluvios de lentiscos, hinojos y romero encontramos el sendero principal que nos acercaba al comienzo de nuestra Ruta Morisca La Guila-Peñiagua.


Con los pies algo cansados iniciamos el camino de vuelta a la tierra de Villalón, en la frontera de nuestra propia esperanza. Lo primero que se observa en el viaje de retorno en la distancia es nuestra vieja alcazaba con su artrosis degenerativa que acompañan a sus lienzos de murallas y sobre todo, el olvido de todos [llegó a ser alkevirato según el libro "los alkevires de Morón" de Ramón Auñón, reino de taifa [entre1013 a 1066] y vigía de la Frontera entre el Reino de Castilla y el Reino nazarí de Granada, a manos de la Orden militar de Alcántara.

Desde la ruta morisca Gila-La Peñiagua y Charco Charcal, para el blog de mis culpas...





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