martes, 26 de junio de 2018

Una visita a la Sinagoga del Tránsito, en Toledo



Una visita ineludible al visitar Toledo es el barrio de la judería donde la Sinagoga del Tránsito o Santa María la Blanca es de obligada visita, lo que nos acerca a conocer un poco más de su cultura forjada durante varios milenios. 

Etimológicamente el término sinagoga proviene del griego “sÿnagogue” que significa congregación o asamblea. Es por tanto, la institución más importante de la comunidad judía.

La sinagoga posee tres funciones principales: 

1. Casa o lugar de reunión (la bet-ha-kenéset). 

2. Casa o lugar de oración (la bet-ha-tefilá). 

3. Casa o lugar de estudio (la bet-ha-midrás), la yesivá, donde se estudia el Talmud y la Torá (Ley, o los 5 libros del Pentateuco). 

Asimismo en la sinagoga se ubican distintas instituciones de carácter benéfico o de caridad. Por ejemplo, en su interior se sitúa la sociedad santa “hevrá kadisá” cuya misión principal es la de ocuparse de todo lo relacionado con los ritos mortuorios. También en el entorno de la sinagoga se ubican distintas instituciones comunales como el tribunal rabínico “bet-dín”, el baño ritual de purificación “el mizvé”. Suele además tener un salón comunal donde se celebran reuniones y se realizan festejos. 

El pueblo de Israel en sus orígenes tuvo como centro espiritual el Templo de Jerusalén, que era el único donde se podían hacer sacrificios y rendir culto a Dios. 

En el año 587 a.C. Jerusalén fue conquistada por Nabucodonosor y el Templo fue destruido, siendo el pueblo judío deportado a Babilonia. Aquí en el destierro se forjó lo que el adelante se llamará “el judaísmo”. La comunidad necesitaba un lazo de unión, función que antes realizaba el Templo. Surge así la sinagoga. 

No era, ni es imprescindible la existencia de un edificio. Es suficiente que se reúnan diez judíos adultos (varón a partir de los trece años, fecha de su bar misvá, en que queda obligado al cumplimiento de los preceptos de la Torá), en cualquier aposento, para que allí exista una sinagoga. Cuando existe un edificio sinanogal, este debe estar orientado hacia el Este "Oriente": 

“Cuando oras en el exilio, hazlo de cara a Israel, cuando oras en Israel, de cara a Jerusalén”. 

La separación de sexos es rigurosa. La sinagoga del Tránsito tiene una tribuna en la cual se situaban las mujeres cuando se celebraban actos en la misma. 

Pocos datos tenemos sobre el mobiliario de estas sinagogas. Los que existen hay que vislumbrarlos en la ornamentación miniada de Biblias, haggadot o en los manuales para la celebración de la Pascua, o en los datos que nos proporciona la documentación escrita. 

Los elementos más importantes del mobiliario de una sinagoga son: 

· El arón ha godes “arca santa”, lugar donde se guardan los rollos de la Torá o Ley. Esta función puede realizarla también un armario, un nicho excavado en la pared o un espacio arquitectónico creado a tal efecto como en la sinagoga del Tránsito. En estos dos últimos una cortina o parojet velaría la santidad del espacio a los fieles. 

· La Torá o rollos donde está escrita la Ley o Pentateuco. La Torá fue entregada por Dios a Moisés. Se llaman rollos, porque la Ley está escrita en trozos de pergamino que se unen y se enrollan en torno a dos guías o es ha-hayyim, “árboles de la vida”, que también se adornan. 

· El Ner tanid o lámpara perpetua, en recuerdo de la que existía en el Templo de Salomón. Es el símbolo de la luz divina que recibimos a través de la Ley.



Sinagoga de Samnuel ha-Levi “Sinagoga del Tránsito”.

La Sinagoga de Samuel ha-Leví, conocida popularmente como la Sinagoga del Tránsito es la muestra arquitectónica más importante del pasado hispano-judío. Es, sin duda, la pieza más significativa de todo el Museo y el resto de la colección se articula en torno a ella.

La sinagoga del Tránsito fue mandada a construir, ente 1355 y 1357 por Samuel ha Levi, tesorero del rey castellano Pedro I, reflejando el apoyo de la comunidad judía toledana hacia este rey, en las luchas dinásticas que mantuvo con los Trastámara.

Se encuentra situada en el barrio judío, cerca del límite con otros barrios cristianos del SO de la ciudad. Fue mandada a construir por Samuel ha Leví a mediados del siglo XIV. 

Su exterior es de planta rectangular, tejado a cuatro aguas y muro de mampostería y ladrillos con arcos ojivales en la parte superior. Su fachada principal ha sido muy alterada por las restauraciones posteriores, pero afortunadamente la conocemos gracias a un dibujo del siglo XVIII. Lo más probable es la existencia de una única entrada principal al sur con otra pequeña entrada también al sur que todavía hoy se puede apreciar en este muro que daría acceso a la galería de mujeres. 

La gran sala de oración es de forma rectangular. Esta cubierta por una armadura de par y nudillo con tirantes dobles y ochavada, realizada en madera de conífera (Pinus Pinaster) que constituye uno de los ejemplos más sobresalientes de la carpintería hispano musulmana de la Edad Media española. A pesar de haber perdido parte de su policromía original todavía son apreciables los colores verde, azul, rojo, anaranjado, blanco y negro así como algunas inscripciones árabes. 

Destaca la decoración de las yeserías a lo largo de todos los muros en cintas epigráficas y decorativas que alcanzan en el muro este su máxima expresión por ser el lugar en el que se encuentra el hejal, donde en un armario especial se guardaban los sefarim o rollos de la ley. Es otro ejemplo de la eficacia alcanzada por los alarifes mudéjares que dieron forma en el yeso a un sinfín de tallos, frutos, flores, dibujos geométricos, temas heráldicos, columnas, capiteles e inscripciones hebreas a las que después aplicaron una capa pictórica que debido a restauraciones poco controladas ha perdido parte de su policromía original. 

Los mismos ventanales con arcos cegados con otros ojivales y decorados con lacerías producen un efecto de luz cuidadosamente tamizada que se mezclaría con la producida por las lámparas de aceite que se describen en una de las inscripciones de la sinagoga. 

La galería de mujeres corre a lo largo del muro meridional que ocupa la planta primera sobre el actual vestíbulo; cuenta con cinco grandes ventanales que dan al interior de la sinagoga para poder seguir el culto, ya que permanecían separados durante su desarrollo. Alrededor de esta sala y en su parte superior se han conservado restos de sus yeserías decoradas y de inscripciones hebraicas en franjas y cintas epigráficas como en el resto del templo. 

En las excavaciones realizadas en el año 2002 bajo el vestíbulo y la gran sala de oración de la actual Sinagoga del Tránsito, han aparecido los restos correspondientes al tejido urbano de la judería y a dos tradicionales casas toledanas, centralizadas en torno a un patio con diversas estancias a su alrededor (letrina, aljibes, despensa, cocina, salas) y la típica entrada en codo a través de un zaguán. El estudio de los materiales arqueológicos nos permite fecharla en los siglos XII-XIII y responde al mismo esquema ya conocido en otros espacios de la antigua judería de Toledo e incluso bajo la misma Sinagoga de Santa María la Blanca. Este tipo de urbanismo “mudéjar” de tradición islámica se repite por otra parte con los mismos esquemas por toda la ciudad durante buena parte de la Edad Media. 

En el siglo XIV, con el patrocinio económico de Samuel ha Leví, se amortiza el espacio ocupado por estas casas, después de arrasarlas hasta los cimientos, para levantar de nueva planta la Sinagoga que todos podemos admirar hoy.

Menorá (candelabro judío de siete brazos) en la antigua judería de Jaén

Historia del pueblo judío según las tradiciones patriarcales

Las tradiciones bíblicas patriarcales nos muestran a los ancestros del pueblo judío como seminómadas que, procedentes de fuera de la tierra de Canaán, la van recorriendo como forasteros. Allí reciben la promesa del Señor de que sus descendientes habitarán esta tierra de Canaán.

Estas migraciones patriarcales que hacen referencia a las tradiciones bíblicas habría que situarlas en la primera mitad del II milenio a.C. No tenemos ningún texto histórico que nos hable de estos patriarcas. 

Hasta la invasión de los hicsos, a finales del siglo XIII a.C. sigue un periodo de influencia egipcia en Canaán; de esta época son estos “textos de execración” en que aparecen una serie de ciudades cananeas y de sus jefes; entre éstos los hay que llevan nombres teóforos compuestos de -am, -ab, -el, que recuerdan los de los patriarcas bíblicos. 

La adscripción por la tradición bíblica de todos los judíos a un antepasado único quedará reflejada en la repetida frase “Abraham, nuestro padre” que aparece hasta en actuales canciones sefardíes. 

En el desarrollo lineal de la historia, válida para todo el pueblo de Israel según la visión bíblica, se encuentran el Éxodo, el asentamiento en Canaán y la distribución del territorio a las tribus israelitas, donde comienzan su vida con una organización tribal, como el preludio de una formación del posterior reino del antiguo Israel. Una fiesta de la importancia de la Pascua quedará estrechamente relacionada al Éxodo de Egipto. 

La primera mención de un pueblo llamado “Israel”, asentado en Canaán, se hace en la estela de Mernepta, en Tebas, Egipto (2ª mitad del siglo XIII a.C.). 

Con el rey David alcanzará el antiguo Israel su victoria sobre los pueblos de su entorno “filisteos y arameos principalmente”; la capital se instalará por vez primera en Jerusalén. David se convertirá según las tradiciones judías posteriores en el rey idílico, autor de la independencia y expansión de su pueblo, recordado con nostalgia en los momentos de abatimiento del pueblo judío. Se le considera el rey perfecto y justo, y además como un poeta-cantor de himnos y Salmos, que se le irán adscribiendo en época posterior. 

Salomón por su parte promoverá toda una serie de obras de construcción, la más famosa de ellas será el celebrado “Templo en Jerusalén”; a la vez hará distintas reformas de tipo administrativo y la implantación de la burocracia estatal. A Salomón se le recordará como el rey sabio y el edificador del primer Templo de Jerusalén, único centro de culto a Dios. Jerusalén queda idealizada como el corazón de toda futura vida religiosa y cívica judía.

La dinastía fundada por el rey David, que, después de la división del reino hebreo, siguió reinando en Judá, junto con las luchas entre los dos reinos, Israel y Judá, y la interferencia del reino arameo de Damasco, han quedado reflejado en las líneas de una estela encontrada en Tell el-Qadi (Tel Dan), a los pies del Monte Hermón en 1993-1994.

Después de Salomón el reino se divide en dos. Esta época, desde finales del siglo X a.C. hasta la destrucción subsiguiente en ambos reinos, estará lleno de altibajos, dependiendo del poder de los pueblos vecinos. La institución profética hará recaer los desastres que sobrevienen al pueblo judío a sus monarcas o al incumplimiento de la voluntad de Dios, particularmente en la Ley (Torá). 

Las antiguas tradiciones religiosas y culturales de los judíos en su lugar de origen, el Próximo Oriente Antiguo, están recogidas en el conjunto de escritos llamados en términos judíos “Tanak” (cuyas consonantes corresponden a las consonantes iniciales de Torá Nebi´im uketubim = la Ley, los Profetas y los Escritos”), y que forman parte de la Biblia de los cristianos (del denominado Antiguo Testamento). 

Una historia religiosa que trata de responder a las necesidades vividas por el pueblo judío en los momentos difíciles del destierro y de la vuelta y restauración de las instituciones en Palestina postexílica. 

El pueblo de Israel tuvo como centro espiritual en sus orígenes el Templo de Jerusalén, que era el único donde se podían hacer sacrificios y rendir culto a Dios. El reino de Judá se convierte en vasallo de los asirios hasta su caída en el 612 a.C. y posteriormente lo será del imperio babilónico a partir del 587 a.C. 

Durante ese tiempo ocurren dos acontecimientos de suma importancia en la vida religiosa de los judíos: las ideas deuteronomistas traídas, al parecer, por refugiados del reino del norte, y la reforma religiosa de Josías (centralización del culto en Jerusalén). 

En el año 587 a.C. Nabucodonosor destruye Jerusalén y el Templo es destruido siendo el pueblo judío deportado a Babilonia, comenzando la época del exilio. En el destierro se forjó lo que el adelante se llamará el judaísmo. La comunidad necesitaba un lazo de unión, función que antes realizaba el Templo. Surge así la sinagoga. 

En tres deportaciones (597, 587 y 582) las capas altas de la sociedad judía fueron trasladadas a Babilonia. Pero, en contraposición al comportamiento asirio, no fue sustituida por otros traídos de otras partes del imperio. Por otro lado, el estado lamentable en que va quedando Judá, hace que haya gente que busque refugio en Egipto, como sucedió con Jeremías. Con ello tenemos los gérmenes de la diáspora principal en las épocas siguientes. Pero fue en Babilonia, posiblemente en fluida comunicación con los que quedaron en Palestina, donde hicieron la revisión de la historia de Israel los círculos deuteronomistas teniendo en cuenta los últimos desastres sufridos, la destrucción del templo de Jerusalén y el fin de la dinastía davídica, había que darle alguna explicación, y fue la del rompimiento del pacto con Dios a causa de las continuas infidelidades del pueblo en los distintos momentos de su historia. De todos modos muy poco podemos vislumbrar de la vida de los desterrados; las noticias más concretas datan ya de la época persa o posterior.

Las familias judías en Babilonia parece que gozaron generalmente de cierta prosperidad. Hay que tener en cuenta de que fue la capa alta de la sociedad judía la que fue deportada. Se destinaron a diversos menesteres como la agricultura, el comercio y la banca.

El Imperio Romano

La expansión romana en Oriente alcanza a Palestina con Pompeyo, que la pone bajo el dominio romano. El momento de máximo esplendor lo alcanzaron los judíos en el reinado de Herodes el Grande (37-4 a.C.). La extensión de sus dominios fue semejante a los de Israel en su época gloriosa. Floreció la economía, y se embelleció la ciudad y el país con hermosos edificios. Su obra más famosa fue el Templo de Jerusalén que fue reformado completamente convirtiendo el modesto Templo en una obra suntuosa y monumental.

Al parecer, según reacciones distintas frente al helenismo, van surgiendo partidas o sectas religiosas dentro del judaísmo ya desde los tiempos de los macabeos. Las más famosas, que aparecen ya claramente definidas en el siglo I d.C. son los saduceos (componentes de las grandes familias sacerdotales y profundamente antihelenistas). Los zelotes parecen relacionados de alguna forma con los fariseos, que son más radicales en su oposición a la helenización, lo que hacían incluso con la lucha armada. Los esenios no son conocidos particularmente por los descubrimientos en Qumrán.

Los atropellos de algunos procuradores romanos, junto con las esperanzas mesiánicas y de restauración, alentadas particularmente por la lucha armada de los zelotes, dieron lugar a las dos revueltas contra Roma. La primera fue sofocada por Vespasiano y Tito, acabando con la destrucción del Templo (70 d.C.) y la toma de Masada (73 d.C.). La segunda, en tiempos del emperador Adriano, tuvo como jefe militar a Bar Kikba, y contó con el apoyo del más famoso jefe fariseo, Rabbi Akiba. Tras oponer dura resistencia a las legiones romanas, Jerusalén cayó el año 134 d.C.

A partir de este momento, el pueblo judío quedaría sin Templo y sin país, en Diáspora permanente.

Cómo fue encendido y quemado el Templo contra la voluntad de Tito:

Entonces un soldado, sin esperar que nadie se lo ordenase y sin sentir vergüenza por tal acción, antes movido por una ira irracional, y animado por uno de sus camaradas, aprovechó el fuego existente para encender una antorcha y la arrojó por una ventana de oro que daba al interior.

El fuego se propagó de una parte a otra. Ante el resplandor de las llamas, se elevaron llantos y quejas dignos de tal destrucción y ruina y los más intentaron apagar el fuego no dudando en poner en peligro sus vidas sintiendo en su interior la desesperación por la destrucción de aquello por lo que habían luchado sin desaliento.

También en Egipto hubo florecientes colonias judías “Elefantina”, de la que poseemos numerosos documentos que nos muestran su vida económica, social y religiosa.



Los judíos en Hispania

Los judíos disfrutaron de un status jurídico similar al resto de los ciudadanos del Imperio, sobre todo a partir del Edicto de Caracalla (212). En Toledo los judíos serían comerciantes, artesanos, asalariados de los latifundistas y por supuesto, esclavos. También se ha podido constatar la existencia de algunos judíos que tuvieron gran propiedad al acceder a altos cargos políticos en Hispania. Gozarían de amplia tolerancia en materia religiosa, conviviendo de forma pacífica con la religión pagana oficial y con otros cultos orientales e indígenas. 

Gracias al Concilio de Elvira (Granada, 306 d.C.) podemos constatar la total integración social de los judíos y sus estrechas relaciones de vecindad con los cristianos y paganos, dificultaron, en no pocas ocasiones el desarrollo por parte de la comunidad eclesiástica de una política de separación radical de las comunidades judías y cristiana ya que desde la perspectiva de la jerarquía eclesiástica el judaísmo no sólo contradecía el Nuevo Testamento, sino que llegaba al grado de herejía que había que erradicar y asimilar.

Para evitar la influencia judaizante sobre los cristianos, los obispos reunidos en concilio, se establecieron que no habría de permitirse el matrimonio entre una cristiana y un judío, o un hereje (canon 16) ni tampoco la bendición judía de las cosechas de los cristianos (canon 49), ni que éstos comiesen junto a judíos (fanón 50) condenando además con una pena especialmente ignominiosa cometido con una mujer judía o pagana. Estas prescripciones se incumplían cotidianamente. En este mismo sentido, los padres de la Iglesia hispana de los siglos IV y V, tales como Gregorio de Elvira, Prudencio, Paciano de Barcelona o Severo de Menorca, escribieron de forma insistente contra las influencias judaizantes y la “perfidia” de la religión judía.

Una serie de monedas judías entre el s. I a.C. y el I d.C. halladas en las excavaciones de Ampurias, podría ser la primera prueba de un comercio, aunque fuese de forma indirecta a través de los griegos, entre algunas ciudades de Hispania y la costa sirio-palestina.

Existen crónicas medievales que hacen referencia a la presunta diáspora e judíos a la Península Ibérica como consecuencia de las campañas de Nabucodonosor en el s. VI a.C. aunque la realidad es que las pocas fuentes históricas de que disponemos no permiten conocer en qué momento los judíos pudieron llegar a Hispania o el modo y las circunstancias en que se instalaron las primeras comunidades judías en la Península Ibérica.

Los judíos en el reino visigodo

Hasta la conversión al catolicismo de Recaredo en el 589 d.C. los Reyes visigodos eran de confesión arriana. En el caso de los judíos, aunque hubo normas que mantenían ciertos “privilegios” reconocidos por el Derecho Romano como la reparación de sinagogas, la posesión de esclavos no cristianos y el reconocimiento de sus propios tribunales, la compilación visigoda recogió la mayor parte de las disposiciones, procedentes del viejo “Codex Theodosianus”, que perjudicaban más seriamente a los judíos. 

Con la conversión al catolicismo de los visigodos, la política antijudía experimentó un mayor grado de coerción, acentuándose la intolerancia hacia una minoría que se había convertido en un obstáculo. La Iglesia impulsará mediante la legislación canónica, sobre todo de los diversos concilios toledanos, una política que perseguía la “redención de la herejía judía” y su “conversión al catolicismo”. Por si esto fuera poco los diversos monarcas visigodos derogaron las pocas leyes “favorable”, promulgando otras nuevas que endurecieron la situación jurídica general de los judíos en el reino visigodo, con momentos de especial enconamiento durante los reinados de Chintila (636-639), Recesvinto (653-672), Ergivia (680-687) y Egica (687-702). En este contexto se impulsó la conversión forzosa de los judíos al cristianismo en los tristemente famosos Placita o profesiones de fidelidad a la fe católica y una abjuración de las prácticas judías. Cabe destacar entre todos el decretado por Chintila y firmado a la fuerza por los representantes de la comunidad judía de Toledo el 1 de diciembre del año 637.

Con todo, durante el siglo VI y la primera parte del VII, no parece que existieran excesivos obstáculos para que las comunidades judías pudiesen llevar una vida relativamente aceptable, dentro de los parámetros de la época. Estarían integrados dentro de la estructura socio-económica hispano-visigoda. Aparte de las prácticas rituales, no se distinguían del resto de la población, ni por su indumentaria, ni por su lengua y pese a las prohibiciones en la vida cotidiana existían relaciones razonables entre judíos y cristianos.

El abanico social de los judíos era muy amplio, desde los muy adinerados gracias al comercio y los que trabajaban para la administración real conformaban una clase social acomodada, constituyendo una élite muy bien relacionada con el poder político, la aristocracia cristiana e incluso el alto clero. Alrededor de este grupo, existía un cierto número de dependientes en cargos administrativos y artesanos junto otros que llevaban una vida más modesta, en la que cabría incluir tanto judíos como esclavos, que pertenecían tanto a dueños cristianos como judíos (a pesar de ciertas restricciones de la Ley mosaica).

A mediados del s. VII, la presión antijudía se incrementó notablemente dando lugar a una situación de inestabilidad dentro del reino visigodo. El “problema judío” desembocaría en la llamada “solución final” impuesta por Egica, con la colaboración del XVII Concilio de Toledo decretando “la confiscación de bienes, la esclavitud perpetua y la disgregación de las familias de todos los judíos del Reino, incluyendo la terrible medida de arrancar a los niños mayores de 7 años de sus padres para encomendárselos a familias cristianas o a monasterios”.



Los judíos en la España musulmana

No es extraño, dadas las circunstancias, que la invasión musulmana de la Península Ibérica supusiese un enorme alivio para la población judía del reino visigodo, viendo con esperanza, la llegada de los nuevos dominadores.

En el año 711 se produjo la conquista del reino visigodo por los musulmanes. Debido a la situación en que se encontraban los judíos bajo el dominio de los visigodos, existen autores que hablan de la intervención de los judíos para propiciar la llegada y asentamiento de los musulmanes, como supuesta venganza frente a las severas medidas antijudías de los monarcas visigodos. Sea cual fuere, el hecho es que la tolerancia religiosa islámica frente a las “gentes del Libro” (judíos y cristianos) pudo permitir el regreso de muchos judíos y la consolidación de sus comunidades. Pudieron seguir conservando sus bienes, ejerciendo libremente su culto, disponiendo de sinagogas y escuelas, manteniendo sus costumbres y formas de gobierno.

Cuando los musulmanes desembarcaron en la Península Ibérica, al mando de Tarik, y tras derrotar en la batalla de Guadalete o de la Janda al ejército visigodo encabezado por don Rodrigo, aquel se dirigió de inmediato a Toledo, que al parecer, se encontraba desguarnecida al haber huido sus habitantes, por lo que no tuvo ninguna resistencia para ocupar la ciudad y los supuestos tesoros que habían pertenecido a la monarquía visigoda. Dadas las especiales características estratégico-defensivas con que cuenta Toledo, puede sorprender esta aparente facilidad con que fue conquistada, especulando algunos con la posible incidencia que los judíos tuvieron en favorecer la ocupación musulmana.

Según parece, se les asignó un barrio propio sobre el Tajo, en las proximidades de la actual Puerta del Cambrón “Madinat al-Yahud”, núcleo originario de lo que, en un proceso paulatino de expulsión, que configuraría la futura judería. No obstante son muy escasas las noticias que se tienen referentes a los judíos toledanos durante la etapa de dominación islámica de la ciudad. Se sabe que en el año 820, Muhachir ibn al Qatil mandó cercar el barrio judío. En el siglo X, durante la etapa del Califato de Córdoba, algunos judíos habían establecido tiendas en Toledo, y, conocedores del árabe y del castellano, se dedicarían al comercio entre ambas zonas. Parece que la convivencia en la ciudad entre el sector dominante, el musulmán, los judíos y los cristianos mozárabes debió ser pacífica, pues no se tienen noticias de posibles persecuciones o enfrentamientos.

La comunidad judía después del desmembramiento del Califato y formación de los Reinos de Taifas fue uno de los reinos más prósperos de Al Ándalus. Los judíos ocupaban una cuarta parte de la ciudad al SE de Toledo y de dedicaban al textil y el cuero, el comercio con Cataluña y Francia.

En Toledo se refugiaron muchas familias escapadas de Córdoba en los desórdenes de comienzos del siglo XI. La antigua Sevilla fue la mayor ciudad y más próspera después de Córdoba durante la dominación musulmana, albergando también una importante comunidad judía, de origen muy antiguo. Durante el califato omeya los judíos habitaban distintos arrabales “judería vieja al oeste de la ciudad. Más adelante los judíos vivirán en una zona próxima al Alcázar, de la que es parte el actual barrio de Santa Cruz.

Se dedicaban a la agricultura y al comercio. Durante el siglo XI Sevilla era un gran centro de manufactura e textiles de algodón, y los judíos contribuirían a su engrandecimiento económico. Ejercían un virtual monopolio en el teñido de las telas. Como el resto de Al Ándalus, muchos se dedicaban a diversos oficios artesanales, carnicerías, etc. Abundaban también los médicos, muy apreciados por los gobernantes y por la población árabe.

Sevilla sirvió de refugio a los que escapaban de la llegada de los bereberes a Córdoba en 1013. Los oponentes del rey zirí de Granada Badis, y de su visir, Samuel ibn Nagrella (como José ibn Migas), vinieron también a buscar cobijo en esta ciudad. A ellos se sumaron los judíos que pasaban del Norte de África tratando de mejorar su situación económica. De esta forma, la comunidad judía creció en número e importancia. Tras el declive de Córdoba y Granada, Sevilla se convierte en uno de los principales centros de la vida judía en Al Ándalus que probablemente cuente con más de 5.000 miembros a mediados del siglo XI.

En este periodo hubo judíos que ocuparon puestos de responsabilidad: Isaac ben Baruk Albalia (10033-1094), cordobés de origen, fue astrólogo de la corte de al-Mu´tadis, y rabino, además de poeta. Su hijo Baruk ben Isaac Albalia, nacido en Sevilla fue dayyán y jefe de la Academia de Córdoba a comienzos del siglo XII, tras haber sido alumno de al-Fasi en Lucena.

Merece mencionarse el papel cultural desempeñado por los judíos bajo la dominación almorávide. Abraham ben Meir Muhayir, fue visir en la corte de al-Mutadid, amigo de poetas, astrónomo y talmudista. 

Con la llegada de los almohades se destruye este rico pasado cultural. La aljama se resigna a una muerte lenta hasta el momento de la conquista cristiana en 1248. 



Al rendirse la ciudad los judíos entregan a Fernando III unas llaves simbólicas con una inscripción en hebreo:

REY DE REYES ABRIRÁ, REY DE REYES ENTRARÁ

En la tumba del rey, enterrado en la Catedral de Sevilla existe un epitafio en hebreo, árabe, latín y lengua romance donde se recuerda su grandeza y generosidad, A finales del siglo XIII, el pago de impuestos permite suponer una población de 200 familias. Durante el siglo XIV crece numéricamente de forma considerable. Al declinar el siglo se habla de 23 sinagogas, cifra muy elevada. Entre las familias de más renombre se cuenta la de los Abravanel, cuyos miembros alcanzarán gran renombre en los siglos posteriores.

Los desórdenes de 1391 tienen su origen en torno a Sevilla, destruyen casi por completo la comunidad, viéndose casi todos los judíos obligados a escoger entre la conversión o la tortura. La recuperación durante el siglo XV será lenta y difícil. En 1483 se firma el decreto de expulsión de los judíos de Andalucía.

LUCENA

En la época del Califato era, después de Córdoba, una de las comunidades judías más prósperas y numerosas. Varios cronistas le aplicaron el nombre de “Ciudad de judíos”, aludiendo al hecho de que constituían el sector más importante de su población.

Durante el siglo X, dos famosos poetas son hijos de esta ciudad: Isaac ibn Mar Saúl y el también filólogo Isaac ibn Chiquitilla. Abú Walid ibn Hasday es un experto gramático. En Lucena estudia el que será el mayor de los gramáticos andalusíes ibn Yanan.

La época de mayor esplendor de esta comunidad se alcanzaría durante el siglo XI, momento en que la Academia Rabínica y los grandes maestros que en ella enseñan atraerán a lo más selecto del judaísmo andaluz.

Alumno predilecto y sucesor de al-Fasi será José ibn Megas, de origen granadino que ejercerá un largo magisterio desde 1103 hasta su muerte en 1141. Alumno suyo será R. Moisés ben José, el padre de Moisés ben Maimón (Maimónides).

La aljama sufre duramente la llegada de los almorávides, teniendo que pagar fuertes sumas de dinero a Yusuf ibn Tasufín en 1107. Poco tiempo después, quedará prácticamente destruida tras le llegada de los almohades en 1148. Algunos de los estudiosos más conocidos se refugian en Toledo. En 1240 la reconquistan los castellanos, pero ya no es numerosa la población judía. La matanza de 1391 le llega, al igual que a las restantes aljamas andaluzas.

El nombre de Lucena proviene del hebrero "Eli ossana" denominada por los musulmanes  "Al-yussana".

La expulsión de los judíos

Tomás de Torquemada, dominico castellano, fue el primer Inquisidor General de Castilla y de Aragón en el siglo XV que inició el mayor periodo de persecución a los judeoconversos entre 1480 hasta su muerte en 1498 teniendo lugar bajo su mandato la expulsión de los judíos el 31 de marzo de 1492.

El 31 de marzo de 1492 los Reyes Católicos firmaban en Granada el decreto que expulsaba a los judíos de todos sus reinos. El texto del decreto alega que la expulsión se promulgaba para evitar el daño que los judíos causaba a los conversos y a la religión cristiana. Los legisladores argumentaban que puesto que las medidas anteriormente adoptadas para evitar la influencia de los judíos sobre los cristianos nuevos (aislamiento de barrios especiales, establecimiento de la Inquisición y expulsión de Andalucía) no habían logrado el fin buscado, deciden emplear la solución final: la expulsión general, para la que daban tres meses de plazo:

“…Mandamos dar esta nuestra carta, por la qual mandamos a todos los judíos e judías de cualquier hedad que sean que biben e moran e están en los dichos nuestros reynos e señoríos…que fsta el fin del mes de julio que viene de estre presente año, salgan de todos los dichos nuestros reinos e señoríos con sus hijos e hijas, criados e criadas e familiares judíos así de grandes como pequeños, de cualquier edad que sean, e non sean osados de tornar a ellos ni estar en ellos nien parte alguna dellos de bibienda ni de paso ni en otra menera alguna, so pena que si no lo fiziesen e cumpliesen así…incurra en pena de miere e confiscación de todos sus bienes.”.

Tras asegurarles la libertad de movimiento durante el plazo concedido para poder enajenar sus bienes, el decreto advierte:


“E así mismo damos licencia e facultad a los dichos judíos y judías que puedan sacar de fuera de todos los dichos nuestros reinos e señoríos sus bienes e hazienda por mr e por tierra con tanto que no saquen oro ni plata ni moneda amonedada ni las otras cosas vedadas por las leyes de nuestros reyunos, salvo en mercaderías que non sean cosas vedadas o en cambios”.

Y así, de un desgraciado plumazo, se bajaba en 1492 el telón que ponía fin y silencio a los años de rica y activa vida judía en los reinos de la península Ibérica.

Siglos XII-XV 

El embellecimiento de libros y manuscritos hebreos bíblicos y de oraciones se convirtió en una de las más relevantes formas de biblias que se valieron los hispanojudíos para expresar su devoción a la palabra escrita.

Las más bellas Biblias (Burgos, siglo XIII; Cercera, siglo XIV, Soria, siglo XIV; Toledo, siglo XIV y Lisboa, siglo XV) y Hagadot (Sarajevo, Kaufman, Golden) iluminadas que se conservan en el mudo, han sido realizadas en nuestro suelo por judíos catalanes, castellanos, aragoneses, mallorquines…

Los manuscritos iluminados muestran una fuerte relación con el tipo de iluminación de Oriente en la mayoría de sus elementos decorativos como páginas alfombradas con motivos principalmente florales, geométricos y micrográficos. Asimismo son una fuente para conocer la vida y costumbres de los judíos hispanos, su modo de vestir, el interior de sus edificios de oración, etc.

La expulsión de los judíos de Navarra en 1487 y de España en 1492, provocó su dispersión por Europa y Norte de África, a donde llevaron sus manuscritos iluminados, influyendo en los de Italia, Turquía, Túnez y Yemen.

Tras los avances de la Reconquista y la irrupción de los almorávides y almohades a finales del siglo XI y comienzos del XII, una gran parte de judíos pasan a ser súbditos de los reinos cristianos gozando de un status jurídico especial al ser considerados propiedad personal del monarca. El rey contará con su colaboración en la repoblación de los territorios conquistados. Son expertos en tareas administrativas, poseedores de grandes conocimientos científicos y conocedores del árabe, por lo que ocuparán cargos públicos, algunos tan relevantes como el de tesorero de los reyes de Castilla y Aragón o el de traductores e intérpretes. En el ámbito privado, los médicos o consejeros de los reyes a menudo serán judíos.

En Navarra destacará Tudela como núcleo principal de la vida y cultura judía.

Desde finales del siglo XIII hasta 1492, la coexistencia legal y la convivencia entre judíos y cristianos, que había sido buena, se deteriora progresivamente. En 1391 las predicaciones del arcediano de Sevilla Ferrán Martínez contra los judíos, originan el asalto y destrucción de numerosas juderías. Las realizadas por San Vicente Ferrer en 1413-14, generan conversiones masivas y la desaparición o languidecimiento de otras muchas, hasta que finalmente los Reyes Católicos firman en 1492 el Decreto de Expulsión de los judíos de los reinos de Castilla y Aragón. La mayoría de los expulsados se fueron a Portugal y desde allí al Norte de África. Otros marcharon a Italia, Francia y Holanda, extendiéndose durante el siglo XVI por ambas orillas del Mediterráneo y radicándose muchos de estos sefardíes en el Imperio Turco.


Siglos XVI-XIX

Con la expulsión de los judíos en 1492 los Reyes Católicos otorgaron a la Orden de Calatrava la “Sinagoga Mayor que los judíos tenían en Toledo”, pasando en 1494 a formar parte del Priorato de San Benito, convirtiéndose la antigua sala de oración en templo cristiano, sirviendo el resto de dependencias sinagogales como hospital y asilo para los caballeros calatravos. 

Durante el siglo XVI, deja de ser hospital y asilo para convertirse exclusivamente en Iglesia y lugar de enterramiento de caballeros calatravos. 

Abundan entre los miembros enterrados de la familia Guzmán, descendientes de D. Álvaro de Luna; hoy estas lápidas, salvo una que se encuentra en el patio Este, se encuentran expuestas en el Museo de la Santa Cruz de Toledo. En las excavaciones hemos podido documentar algunas de estas tumbas sin ningún tipo de ajuar, ya que sabemos por un documento fechado en 1734 que fueron levantadas “…y no se encontró debajo de ninguna de las sepulturas vestigio alguno ni más que tierras y cascotes…”. Los restos fueron ubicados en una cripta que hemos documentado en las excavaciones a los pies de la sala de oración. 

En el siglo XVII se construye el Archivo de las Órdenes Militares de Calatrava y Alcántara, adosado al muro Norte de la Sinagoga, en lo que hoy son las salas I, II y III del Museo Sefardí. En el siglo XVIII la decadencia de las Órdenes Militares afecta a la iglesia de Nª Sª del Tránsito que aparece en la documentación simplemente como Ermita. 

A lo largo del siglo XIX continuó el deterioro del edificio, que incluso fue utilizado excepcionalmente como barracón militar en las guerras napoleónicas, continuando su uso como Ermita hasta la Desamortización. A este momento pertenecen algunas tumbas de parroquianos de la ermita así como la del que probablemente fuese el último capellán de la misma, que apareció revestido con sus ornamentos litúrgicos y con las manos entrelazadas, en cristiana actitud de rezo. 

El 1 de mayo de 1877 la Sinagoga del Tránsito fue declarada Monumento Nacional, comenzando desde entonces una serie de restauraciones, al estilo de la época, tendentes a paliar el mal estado del edificio. 

En 1910 se confía el Monumento al Patronato del Museo del Greco, regido por el Marqués de la Vega Inclán hasta 1968 permaneció bajo la protección y custodia de la Fundación del marqués que la habilitó para su visita. 

En 1964 se crea el Museo Sefardí “en el venerable recinto de la Sinagoga del Tránsito”, pasando a ser de titularidad y gestión estatal, formando parte de la red de Museos Nacionales desde entonces. 

La restauración realizada en 1911, al levantar el altar usado durante el tiempo en que la antigua sinagoga fue iglesia dejó al descubierto lo que ha quedado de la solería primitiva de la sinagoga y que ahora se puede contemplar, acusa un gran desgaste, habiendo perdido el vidriado en su mayor parte.


Instituciones judías medievales

Rab Mayor o Rab de la Corte, era un cargo que el rey otorgaba y tomaba las últimas decisiones en materia de impuestos, multas o castigos que los miembros del tribunal o de la asamblea de una comunidad no podía resolver por sí misma.

Juez Mayor, era un cargo similar al de Rab Mayor y en muchas ocasiones lo ostentaba la misma persona.

Rab, era elegido por la comunidad de la que recibía un salario fijo. Frecuentemente ejercía un oficio; zapatero, sastre, ropavejero…Cuando eran comunidades muy pequeñas el Rab ejercía también de cantor o escriba.

Sabio o Discípulo de sabio, estaban encargados de enseñar Halaká y Torá. Eran consultados en los casos de los “malsines”. La comunidad pagaba un impuesgto oficial llamado Talmud Torá. 

Maestro y Monitos, enseñaban a los niños pequeños y recibían un salario de los padres que pagaban según sus posibilidades económicas.

Carnicero, sus ganancias provenían de la cantidad de reses que sacrificaba. Ejercía su profesión en varias comunidades.

Juez, su elección la realizaba una asamblea reunida especialmente para el caso. Se elegían tres jueces y su cargo duraba un año. Al finalizar éste eran generalmente reelegido pero sólo por tres veces consecutivas. En ocasiones se reclamaba la presencia de hombres buenos para casos de difícil solución, que finalmente solucionaba el Rab de la Corte o Rab-Mayor. 

Existían otros cargos como los de Regidor, Adelantado, Consejeros, Repartidores, Tesoreros cuya actividad se desarrollaba en el campo de las finanzas y administración. A menudo el fiel era quien controlada las finanzas de la aljama.



El barrio judío de Toledo se encontraba situado en el oeste de la ciudad y se componía de dos espacios principales:

1. Arrabal Alto o la colina de Alacawa, situada en dirección sureste-noroeste, constituía en la Edad Media la principal zona comercial de Toledo. Se accedía a través de puertas o postigos y contaba con dos edificios públicos: una sinagoga y una escuela rabínica, el Midrash de las Vigas, 

2. El Arrabal Grande. Estaba formado por barrios de extensión desigual. Entre sus edificios destacaban 10 sinagogas y 5 centros de estudios y oración. Todavía pueden apreciarse las calles estrechas que se abrían en pequeñas plazas.



La Inquisición

Era un tribunal eclesiástico para corregir la herejía. Se estableció en 1478 mediante una bula del Papa Sixto IV, bajo la tutela de los Reyes Católicos y con el objetivo de crear un instrumento al servicio de la Corona para consolidar la unidad política y religiosa de sus reinos. Estuvo vigente durante 356 años hasta que se abolió definitivamente en 1834, mediante decreto promulgado por el gobierno de la Regente María Cristina.


Se creaba por tanto, para perseguir a la comunidad conversa, con la intención de frenar su creciente progreso económico y social. No obstante, una de las claves de su pervivencia a lo largo de los siglos será la capacidad de adaptación a todo tipo de persecución herética. 

La Inquisición española estaba articulada del siguiente forma:

1. El Rey
2. El Inquisidor General
3. El Consejo de la Suprema y General Inquisición "Inquisidor General". 
4. Los Tribunales Territoriales.


Autos de Fe

La sentencia inquisitorial podía proclamarse públicamente en un Auto de Fe, una ceremonia litúrgica en la que lo judicial y lo penal se dan la mano. Inspiradas en un auténtico programa dramatizado, su carácter intimidatorio se apoyaba en su propia espectacularidad, congregando a un gran número de personas y desplegando una pompa que duraba casi una semana.

El Auto de Fe comenzaba con la procesión de la Cruz Verde, entronizada en alguna iglesia señalada, normalmente propiedad de una orden religiosa ligada al Santo Oficio como era el caso de los Dominicos. En la madrugada del día siguiente, salían del palacio inquisitorial la procesión de penitentes ataviados con sus respectivos capirotes o corozas y llamativos hábitos denominados sambenitos, con símbolos distintos según fuera de grave la pena.

Una vez colocadas las autoridades civiles, eclesiásticas e inquisitoriales en la tribuna, el Auto de Fe se desarrolla a continuación bajo juramento y con un sermón de apertura pronunciado por un ardor que advertía de los errores que conllevaba alejarse de la moral cristiana. Tras esto, se leían las sentencias que podían ser de absolución, reconciliación pública previa abjuración o condena del reo a morir en la hoguera o a garrote vil.

Economía

Los judíos españoles ocuparon un papel destacado en la economía de los reinos peninsulares. Las profesiones que desempeñaron les inclinaban a vivir sobre todo en los núcleos urbanos o en la cercanía de aquellos que tuvieran una importante actividad comercial. Principalmente les encontramos en las siguientes profesiones: médicos, tenderos, abogados, notarios, corredores, escribas, astrónomos, cartógrafos, cantores, rabinos e importantes empleos públicos tales como diplomáticos, ministros y altos empleados de Hacienda. 

En los oficios destacan: joyeros, encuadernadores, curtidores, bodegueros, pellejeros, pergamineros, odreros, sastres, zapateros y tenderos entre otros muchos artesanos.

Pero por lo que han sido más conocidos es por su participación en el comercio monetario y en las finanzas. Fueron banqueros, cambistas, administradores de las rentas del Estado y recaudadores de impuestos, Estuvieron cercanos al poder que necesitaba de su prestamos para acometer la gran empresa de la Reconquista. Los Reyes Católicos recurrieron para hacer frente a los gastos de la conquista de Granada a la captación de recursos entre sus súbditos, contribuyendo los judíos con el pago de un impuesto personal y con el préstamo obligatorio de dinero a cargo de las juderías más importantes, que la corona devolvía a corto plazo.

Sociedad

La sociedad judía de la Península convivió en el mismo marco geográfico que la cristiana y árabe. La sociedad judía podría dividirse en tres clases sociales:

Un grupo formado por quienes desempeñaban altos cargos en la administración del Estado, que se convirtieron en cortesanos del rey, diplomáticos por su conocimiento de las lenguas, recaudadores de impuestos y arrendadores de los mismos.

Un segundo grupo formado por ricos comerciantes, mercaderes, , botigueros o traperos, cuyos préstamos, en algunas ocasiones, alcanzaron grandes sumas acrecentando sus propiedades en bienes e inmuebles.

El último grupo formado por los tenderos y artesanos: sastres, zapateros, tintoreros, orfebres, plateros y algunos encuadernadores de libros, entre otros.

En el vestir, no se distinguieron en general de sus vecinos aunque ciertamente, las leyes les impusieron llevar una ruedecilla roja o rodela como señal distintiva. 

Los cementerios judíos

Los cementerios judíos se situaban fuera del recinto urbano, próximos a vías de comunicación y a corrientes fluviales, relativamente cercanos a su habitación, evitando así que los cortejos fúnebres atravesaran los barrios cristianos.

El ritual funerario utilizado es la inhumación, con tumbas dispuestas en hileras en un solo nivel de enterramiento, con orientación O-E y escavadas sobre tierra estéril de acuerdo con los preceptos judíos. El material arqueológico es muy escaso. Tan sólo algunos objetos de adorno muy sencillos y elementos textiles, bien del tipo mantos de oración, usados como sudarios sobre la cara de algunos sujetos, o bien como tocados en las cabezas de ciertos individuos.

Se han identificado dos tipos de inhumación:

Escalonadas, las más abundantes
Excavadas en fosa simple.

Según fuentes históricas, los cementerios judíos en Toledo se asocian a San Bartolomé, probable cementerio de conversos y al Cerro de la Horca.

La muerte

La creencia en la otra vida está profundamente arraigada en el pueblo judío. Todo lo relacionado con la muerte está sujeto como el resto de ceremonias del ciclo vital a un detallado ritual. El deber de enterrar a los muertos se sigue considerando hoy como uno de los más importantes de la religión judía. Es a los herederos a los que les incumbe la obligación de enterrar a los difuntos. Sin embargo, y desde hace varios siglos, existen sociedades comunitarias especiales, como la denominada Hevrá Kadisa (Santa Cofradía) que se encarga de estos menesteres. Se considera una señal de buena muerte cuando el moribundo recita en sus últimos momentos la confesión de fe judía (semá). Se pronuncia una bendición especial:” Bendito sea el Juez verdadero”.

Los familiares más cercano practican un desgarro en su ropa (queriá), que se considera como una expresión de resignación y luto. Los ojos son cerrados por el hijo mayor, y si este no está presente es un amigo o allegado el encargado de hacerlo. Posteriormente se procede a la higiene del cuerpo del fallecido, al que se baña y se cortan las uñas y el cabello. Una vez que el cuerpo ha sido lavado se le envuelve en una mortaja de lino blanco cosida a grandes puntadas ya que su uso se limita a la desintegración del cuerpo. Se prohíbe el uso de joyas o de ricas vestiduras como sudario. 

El cuerpo del difunto es envuelto en su manto de oración (tallit) y se coloca en un ataúd y comienzan los ritos, mientras se procede a llevar el cadáver a la fosa. Debe ser sepultado en tierra virgen. No se usan flores. Todos los que rodean la fosa van echando paletadas de tierra. Una vez llena la fosa, el hijo del difunto recita una pegaría similar al padrenuestro cristiano (qaddis). Después los presentes exclaman: ¡Ve en paz!. Arrancan un poco de hierba que echan detrás de sí diciendo: “Recuerda que somos polvo”. Acto seguido van a lavarse las manos en una ceremonia de purificación.

La oración fúnebre es parte tradicional del entierro. Si la defunción ocurre en sábado o en el Día de la Expiación (Yom Kipur), no se observa ningún rito hasta el día siguiente. No es costumbre que la mujer vaya al cementerio. Permanecen en casa preparando una comida sencilla para los asistentes al entierro y amigos del difunto. Durante los 7 meses después del fallecimiento, los parientes están obligados a guardar luto. No pueden afeitarse y durante estos días arde en la casa del difunto una lámpara y los espejos aparecen cubiertos. Todo el año después de la muerte se considera de duelo para los parientes cercanos que acuden a la sinagoga donde se recita diariamente el qaddis “padrenuestro judío”.

A lo largo de los siglos los judíos han querido ser enterrados en Tierra Santa y muchos de ellos se han dirigido allí. Cuando este viaje no es posible piden que se les coloque un poco de tierra de Eretz Israel. 

Son tumbas viejas, de tiempos antiguos, en la que uso hombres duermen el sueño eterno. No hay en su interior ni odio ni envidia, ni tampoco amor o enemistad de vecinos. Al verlas, mi memoria no es capaz de distinguir entre esclavos y señores.

Patio sepulcro

En el patio, a modo de necrópolis se exponen algunas de las lápidas sepulcrales, que se conservan en este museo y que proceden de diversos lugares de España.
 El material empleado se supedita a su obtención en el lugar donde son esculpidas. Las de mármol abundan en Castilla la Vieja. Las de caliza y arenisca, más dúctiles y fáciles de trabajar, son las más numerosas y abundan sobre todo en las necrópolis de Gerona y Barcelona. En Toledo, el material predominante es el granito. En barro cocido existe un ejemplar. 

El contenido de la nomenclatura de las lápidas normalmente aparece el nombre del difunto o el de su progenitor, el del marido o el del padre, en caso de una mujer y a veces la fecha (día, mes y año) y causa de la muerte. Asimismo aparecen una serie de fórmulas litúrgicas con pasajes bíblicos que destaquen aquellas virtudes que puedan ensalzar su personalidad.

Abifalia, Ibn Susan, Aser, Alfakhar, Ibn Nahmías…

En la antigua Córdoba musulmana, la pequeña comunidad que existió en el momento de la conquista musulmana crece en número e importancia en el momento en que Córdoba se convierte en la capital del Califato. Desde mediados del siglo X, bajo el califa Abderramán II, Córdoba se convierte en el más importante foco de cultura judía reuniéndose los más brillantes filósofos, filólogos, poetas y estudiosos de la época.

Menahen ben Saruq , oriundo de Tortosa, contribuye al renacer de la lengua hebrea elaborando el primer diccionario de raíces hebreas y arameo de la Biblia.

El matrimonio

La ceremonia consta de dos partes: el compromiso (erusin) y la “santificación del matrimonio” (quidusin). Antiguamente la elección de la pareja corría a cargo de las familias de los contrayentes y la celebración duraba toda una semana. El domingo era el día en que se firmaba el contrato matrimonial (ketubá), en el que se estipulaba la dote de la novia. Ese mismo día se exponía el ajuar para que pudiera ser contemplado y los expertos tasadores comprobaban si se ajustaba a las condiciones estipuladas en el contrato matrimonial. El lunes la novia acudía al baño ritual (micvé) para purificarse. Después del baño acudía a visitar al novio y a su familia que le presentaba una bandeja con frutos secos y peladillas, en la que se depositaban las joyas que le entregaban como regalo, bien pertenecientes a la familia o bien adquiridas por el novio para esta ocasión. La ceremonia de la boda se celebraba siempre en miércoles. 

Debía realizarse en presencia de al menos 10 varones adultos, y tiene lugar bajo un dosel o palio (jupá). El oficiante, generalmente un rabino, pronuncia sobre una copa de vino las “siete bendiciones”. El momento más significativo es cuando el novio coloca un anillo en el dedo de la novia y pronuncia la fórmula:

“He aquí que tu me estás consagrada por este anillo, según la ley de Moisés e Israel”.

Con la aceptación del anillo la esposa expresa su consentimiento. A continuación se lee en público el contrato (ketubá), donde se establecen las obligaciones que contrae el esposo con la esposa, y las indemnizaciones que deberá pagarle en caso de divorcio. Firmen el documento el novio y dos testigos.

El contrato lo guarda la familia de la novia como garantía y seguridad para ésta. La ceremonia finaliza cuando el novio rompe de un pisotón un vaso puesto a sus pies en recuerdo de la destrucción del Templo de Jerusalén.

Antiguamente los festejos de tornaboda duraban hasta 7 días en los que se desarrollaba un complejo ritual.

Fiesta de la Expiación o el Gran Perdón “Yom Kipur”

Es la festividad más solemne del calendario judío, al final de los diez Días Austeros o Temibles (Yamin Noraim). Se celebra entre septiembre y octubre.

Entre el Año Nuevo (Ros ha-saná) y Yom Kipur pasan 10 días (Aseret Yemé Tesubá) de arrepentimientos y penitencia en los que era costumbre visitar las tumbas de los antepasados. El Yom Kipur comienza la víspera por la tarde. Es día de riguroso ayuno en el que no está permitido comer, bailar, bañarse, perfumarse, llevar calzado de cuero, tener relaciones sexuales, ni por supuesto hacer ninguno de los trabajos prohibidos en sábado. A los niños se les va acostumbrando poco a poco al ayuno, hasta que a la edad de 13 años deben seguirlo como sus padres.

Es una fecha solemne pero no triste y toda la liturgia está orientada a lograr el perdón de los pecados, cometidos durante el año. Hay curiosas costumbres anejas a esta fiesta, como es la de Expiación (kapará) consistente en sacrificar en las vísperas un gallo por cada varón y una gallina por cada hembra como rescate simbólico de los pecados, antes de degollar al ave el sacrificador (sohet) la sostiene describiendo un círculo sobre la cabeza de la persona a cuyos pecados se hace el rescate.

La celebración se inicia en la sinagoga con la plegaria “Todos los votos” (Col nidré) cuya composición se atribuye a los judíos españoles de tiempos del rey visigodo Recaredo. Por esta plegaria se anulan todos los votos. Entre los sefardíes se recitan composiciones de poetas hispanojudíos.

Los varones deben vestir de blanco en recuerdo del pasaje de Isaías 1,18 “Aún si nuestros pecados fuesen rojos como la púrpura se emblanquecerán como la nieve”. También son blancos los adornos textiles de la sinagoga en la que se encienden todas las luces. Los judíos, incluso los no ortodoxos, pasan el día entero o su mayor parte en la sinagoga.

Antes de acabar el servicio, se hace sonar el cuerno morueco (sofar) para anunciar el final el ayuno e indicar que Dios ha escuchado las oraciones y ha concedido el perdón de los pecados.

Los sefardíes

Si el año 1492 fue un “annus mirabilis” o de los milagros para España con la unificación peninsular configurando un modelo de nación junto al Descubrimiento del Nuevo Mundo, fue al mismo tiempo un “annus horríbilis” para la población sefardí condenada a la diáspora el 31 de marzo de 1492.

Tras la expulsión de los judíos de España, a finales del siglo XV, la dispersión sefardí va quedando conformada en varias áreas geográficas. La más cercana, en el norte de África asomada al Estrecho, con núcleos en Fez y luego en Tetuán.

Otra más extensa en el levante mediterráneo, donde ciudades como Constantinopla y Salónica se constituyen en centros irradiadores hasta cubrir en tupida red de las costas anatolias, las islas Egeas y casi toda la Península Balcánica, extendiéndose por lo que fue el Imperio Otomano y hoy forma los estados de Turquía, Grecia, Bulgaria, Yugoeslavia y el sur de Rumanía, con ramificaciones hasta el interior de la Europa Central y el país de Israel. Entre ambas zonas, las comunidades de la península italiana, punto de destino y a la vez de tránsito. Y al norte de todas, la de Amsterdam en los Paises Bajos, en la que tiene su origen, al norte, de la de Londres, al este, la de Hamburgo, y al oeste, las antiguas de Nueva York y el Caribe.

A partir de las últimas décadas del siglo XIX se establecen y desarrollan nuevas comunidades sefardíes en diversos países del llamado mundo occidental siendo las más notables, en América, las de Estados Unidos, Argentina y Méjico, en As´si, la de Israel; y en Europa, la de Francia, y naturalmente las de España, donde son sefardíes la mayoría de los miembros de la docena de comunidades organizadas y quizás también de la población judía del país.

El Conde Duque de Olivares, planteó ya en el siglo XI, el regreso de los judíos a España con el propósito de que animasen la economía. Pero su intento era incompatible con la Inquisición decidida a impedir cualquier pluralismo religioso e ideológico.

Los discursos de Castelar en las Cortes Constituyentes supone la primera valoración de los judíos españoles como propios y la Constitución de 1869 deja sin vigencia al histórico edicto de expulsión. Por estos años, tienen lugar los primeros asentamientos en la España peninsular que coinciden con los primeros estudios sobre los judíos españoles (Amador de los Ríos o Fidel Fita) y el interés de intelectuales y escritores como Galdos.

A comienzos del siglo XX, el senador Ángel Pulido promueve una campaña pública en favor de los sefardíes, se crea una Asociación hispano-hebrea y en 1924 se promulga un real decreto que otorga carta de ciudadanía a los sefardíes que cumplieran determinados requisitos consulares.

Con la Segunda República, la libertad de culto propicia la apertura de oratorios y el aumento numérico de las comunidades en Madrid y Barcelona por inmigración de judíos, tanto sefardíes como asquenazíes.

Durante la guerra civil cabe destacar la participación de los judíos durante la Segunda Guerra Mundial contrasta con la loable actuación de algunos diplomáticos que expidieron a sefardíes la documentación que les permitía salvar la vida. 

En 1954 se inaugura en Barcelona la primera sinagoga de nueva planta construida después de la expulsión y en 1968 la de Madrid. En los años 60 hay una afluencia de judíos procedentes del Norte de África. En las décadas siguientes, se establecen nuevas comunidades que se agrupan en federación y continúa la inmigración procedente en buena parte, de Hispanoamérica.

La Constitución de 1978 supone el reconocimiento de pleno derecho de la renovada comunidad judía en España. La concesión en 1990 el Premio Príncipe de Asturias a las comunidades, preludia las conmemoraciones de medio milenio de expulsión que culminaron en marzo de 1992 con la visita de los Reyes a la Sinagoga de Madrid.

Con la ley del 11 de junio de 2015 España pretende dar un paso firme para reencontrarse con las comunidades judías con la intención de reparar una injusticia histórica, otorgando la nacionalidad española a los sefardíes que lo soliciten.

Desde el “Jardín de la Memoria” como testigo de nuestra visita, para el blog de mis culpas…