domingo, 26 de febrero de 2017

La ciencia en "Al Ándalus", estimula a la Europa de las tinieblas

Foto: Abdelkhalak Elfassi


Hace 500 años que perdí mi lengua

Carlos Cano

Paseando por la ribera derecha del río Guadalquivir -Wad al-Kabir andalusí- como cauce de culturas, nos encontramos con la antigua aceña o “Noria de la Albolafia”,- cerca del Puente Romano de Córdoba y de la Torre de Calahorra "qala'at al-hurriya"-, cuya función principal era la de elevar el agua del río hacia el Alcázar andalusí [Asr al-Umara o Palacio de los Emires].

Causa cierto asombro la magnitud de la sigalla o rueda hidráulica que mandara construir Abd al-Rahman II y que fuera posteriormente mandada reconstruir en el siglo XII por orden del emir almorávide Yusuf ibn Tasufin. Su reconstrucción estuvo a cargo de Abú l-Áfiya, donde tal vez venga su nombre (albolafia).

En 1492 la reina Isabel la Católica estuvo alojada en el Alcázar de los Reyes Cristianos mandando desmontar la rueda de la noria por el chirrido que producían sus gagilones, al impedirle conciliar el sueño. Sin embargo, no le impidió conciliar el sueño la expulsión de los judíos en 1492 de Sefarad ni el incumplimiento de los tratados de Granada firmados el 25 de noviembre de 1491 que puso fin a la Guerra de Granada entre los Reyes Católicos y Boabdil el Chico “Abú Abd Allah Muhammad”, por lo que renunció a la soberanía nazarí en favor de los monarcas cristianos, quienes le garantizaron una serie de derechos a los andalusíes, incluida la tolerancia religiosa y un trato justo por su rendición incondicional y capitulación -que jamás se llevaría a cabo-. El epílogo de éste etnocidio concluirá con la expulsión de los moriscos en abril de 1609.

Noria de la Albolafia, en Córdoba

No le falta razón al ilustre antropólogo Isidoro Moreno al considerar que la historia oficial de España como nación y su discurso ideológico se asienta en la mitología de la “Reconquista”, según la cual los siglos de Al Ándalus fueron un paréntesis en nuestra cultura cristiana que duró desde el 711 hasta 1609 con la expulsión de los moriscos. Pero no sólo no fue un paréntesis en la Historia de España, sino que gran parte de nuestra identidad histórica y cultural se comienza a labrar durante la historia de Al Ándalus, lo que nos ha dado esa forma de entender la vida. Negar la evidencia de que Al Ándalus mantuvo durante siglos una civilización brillante que la convirtió en faro de Europa, en el mundo intelectual, tan sólo contribuiría a cimentar nuestra ceguera, contribuyendo a amputar nuestra realidad histórica.

Ocho siglos de civilización andalusí -con sus luces y sus sombras- marcaron grandes áreas del conocimiento y del comportamiento que aún pueden apreciarse en nuestros días. El gran mérito del pueblo andalusí sin lugar a dudas, fue el respeto por la cultura que encontraron en los pueblos bajo su influencia. Cultura que no sólo respetaron sino que asimilaron como por ejemplo, la romana en los países conquistados.

En Persia, Siria y Asia Menor, la cultura árabe se encontró con las Escuelas de Pitágoras de los huidos de Atenas. Fue decisiva para la ciencia árabe su tolerancia permitiendo que hombres de diversas religiones siguieran trabajando, beneficiando con ello a la cultura árabe.

No podemos olvidar que los árabes fueron los creadores del concepto de enfermedad mental y precursores de los hospitales y manicomios existiendo escuelas médicas y sanatorios para los enfermos e incluso hospitales. Los árabes avanzaron en todas las disciplinas menos en la anatomía, debido a su religión, pero avanzaron mucho en farmacia.

También emplearon los baños como método terapéutico e higiénico, lo que demuestra la influencia romana. Brillaron en las matemáticas, en la química incluso en la medicina reuniendo a través de la farmacología conocimientos egipcios, griegos y romanos. Fue el respeto a la cultura conquistada y tolerancia hacia aquellos que la cultivaban, lo que motivó el desarrollo de la ciencia árabe. Almanzor fundará la primera academia árabe, a la que siguieron otras en Toledo, Sevilla, Murcia y Granada.

Cuando la Europa cristiana, en el año 1000 estaba bajo el influjo del fin del mundo, Al-Biruní calculó el radio de la Tierra demostrando que nuestro planeta giraba alrededor del Sol. También confirmaron la esfericidad de la Tierra siglos antes de que Colón descubriera el Nuevo Mundo. 

Al Ándalus fue el primer país en contar con la fabricación de papel. También se fabricaba la seda y contaba con cultivos tan especiales como la caña de azúcar, el azafrán, los árboles frutales y hortalizas desconocidas en Europa. Destacaba la cultura del agua junto a los sistemas de riego ayudados por las norias, que contribuyeron a hacer inmensamente fértiles las huertas andaluzas y levantinas, enriqueciendo nuestra “Dieta mediterránea”.

La cultura de Al Ándalus era de tal magnitud que cuando reyes como Pedro I quiere construirse un palacio en Sevilla (la antigua Dar al-Imara), no destruye el alcázar sino que llama a alarifes mudéjares para convertirlo en una especie de Alhambra a pesar de que se destruyan las mezquitas -a excepción de la de Córdoba-, cristianizando los minaretes al añadirles las campanas. La Giralda de Sevilla es un claro ejemplo del “mestizaje entre dos culturas”.


Astrolabio del andalusí al-Sahli (Toledo 1068) expuesto en el Pabellón al-Andalus y la Ciencia, sede de la Fundación Pública Andaluza El legado andalusí. ©Enrique J. Herrera.

…Hace algún tiempo llegó a mis manos un antiguo cuadernillo adquirido en la “Librería Raimundo” en Cádiz bajo el título “La ciencia musulmana en España” escrita por el catedrático de Estudios Árabes e Islámicos de la Universidad de Barcelona Julio Samsó, que nos proyecta los avances científicos de la antigua Al Ándalus que estimularon la imaginación de una Europa que permanecía en aquéllos tiempos pretéritos en las tinieblas de la más absoluta ignorancia.

La lengua culta vehicular utilizada en Al Ándalus fue el árabe andalusí cuya frontera septentrional llegó a alcanzar los Pirineos en el siglo VIII aunque fue retrocediendo progresivamente por los avances de la “Reconquista” hasta su último reducto en el siglo XIII en el reino nazarí de la antigua Garnatha. No le faltaba razón a nuestro inolvidable cantautor y poeta granadino Carlos Cano cuando decía “Hace 500 años que perdí mi lengua”.

El proceso de la ciencia andalusí brilla con luz propia desde mediados del siglo IX hasta el siglo XI, considerado el siglo de las luces en la ciencia andalusí. Los sabios andalusíes cultivarán de manera especial la astronomía, las matemáticas, la botánica, la medicina y la agricultura.

El Califato de Córdoba hizo de Al Ándalus el centro del mundo de Occidente. Los califas protegieron el mundo de la cultura y de la medicina dando títulos a los médicos de valía y permitiendo ejercer incluso a aquéllos que no abrazaran su religión, liberándose de las persecuciones que por motivos religiosos pudieran tener. A mediados del siglo X aparece la figura del “médico del califa” encargado de velar por la salud de éste y de su familia extendiendo su autoridad a todos los que tenían relación con la medicina, vigilando el ejercicio de la farmacia. 

Foto: Abdelkhalak Elfassi

Los primeros musulmanes que invadieron España no eran gentes de ciencia, al ser en su inmensa mayoría bereberes guerreros y su proceso de arabización estaba muy reciente. Por tal motivo, a comienzos de Al Ándalus existieron problemas para orientar de forma correcta el mihrab de las mezquitas. Eso explica que la mezquita de Córdoba, por ejemplo, tenga su mihrab mal orientado. 

Aunque en los primeros tiempos de Al Ándalus existiesen pocas personas preocupadas por la cultura, existían excepciones como el primer emir omeya Abd al-Rahman I (756-788), que llevó a cabo ensayos de aclimatación de las plantas orientales en los jardines de su palacio de la Ruzafa cordobesa, con lo que tenemos uno de los primeros embriones de los jardines botánicos que se fundarían en Al Ándalus a partir del siglo XI.

Los antiguos andalusíes entendían sobre cuestiones de astronomía, astrología y medicina conociendo los eclipses de sol y de luna, dando una explicación correcta de estos fenómenos. La fuente astrológica más antigua que se conoce corresponde a “al-Dabbí”, astrólogo de la corte del emir Hisham I (788-796) que se corresponden con el capítulo 57 del Libro de las Cruces.


Existen razones para creer que fue utilizado por los astrólogos de Almanzor (981-1002) con el fin de establecer los momentos propicios para que el caudillo musulmán iniciara sus campañas. Debía ser un libro tan apreciado que Alfonso X “el Sabio” ordenó su traducción.

La “Historia de los médicos” fue escrita por el cordobés Ibn Djuldjul en el año 987. El proceso de la orientalización de la cultura andalusí comienza con la llegada al trono del primer emir omeya Abd al-Rahmán I en el 756 y se consolida bajo Abd al-Rahmán II (821-852). Los musulmanes andalusíes emprenden desde muy pronto viajes a Oriente con el fin de estudiar o de realizar la peregrinación a la Meca. A su regreso traerán consigo las últimas novedades culturales. 

La Mezquita de Córdoba fundada en el 786 se convierte en un centro de difusión cultural. Las escuelas y academias las situaron junto a las mezquitas con dependencia para profesores y alumnos teniendo un lugar destacado la biblioteca. Poco a poco, la medicina, la astronomía y las matemáticas se introducen en la enseñanza superior que se imparten en las mezquitas. Será en el siglo XIV cuando aparezcan las “madrasas” o escuela de altos estudios, la única institución musulmana vagamente comparable a la universidad. 

La primera farmacia de la que se tiene noticia estuvo en Bagdad en el siglo VII, existiendo al menos un intento de separar la medicina de la farmacia. En la escuela de medicina de Bagdad se examinaban a los futuros médicos. Muchos de la terminología de farmacia actual tienen su origen filológico en la lengua árabe: jarabe de “shirap”, alcohol “alkaal”, alcalfor “alkanfur”...

Muchos emires demostraron interés por la cultura. Abderramán II leía libros de filosofía y de medicina enviando a Oriente al astrólogo, cadí y poeta “Abbas ibn Násih” con la única finalidad de que le comprara libros. Existe documentación de la existencia de una biblioteca real desde tiempos del emir Muhammad (852-886), desarrollada notablemente bajo el mandato de Alhakén II (961-976) aunque la cifra de 400.000 volúmenes es quizás, algo exagerada. Las fuentes árabes atribuyen esa misma cifra a la biblioteca de Alejandría.

Pero quizás debiera atribuirse a Abderramán II el papel de promotor de la orientalización de la cultura científica al ser el primero en introducir unas tablas astronómicas, indispensables para calcular con un mínimo de precisión la posición del Sol, la Luna y los planetas en un momento determinado, así como la introducción en Al Ándalus de libros de filosofía, medicina y astronomía.

La astrología está de moda en la corte cordobesa y el emir se rodea de un grupo de astrólogos como Ibn Firnás, Ibn Násih, Yahya al Gazal e Ibn al-Shámir. En esa época, el astrólogo se convierte en un personaje que goza de la confianza del emir en un primer momento, y más tarde del califa, suscitando los celos de los alfaquíes. 

La orientalización en el campo de la medicina se le debe a la presencia en Córdoba de un médico llamado al-Harrani, que trabajó en la corte de Abderramán II. Sus nietos Ahmad y Umar ibn Yunus al-Harrani, cursaron sus estudios en Bagdad con el médico Thábit ibn Sinán, nieto del gran astrólogo y matemático Thabit ibn Qurra (m. en 900). 

Cabe la posibilidad de que estos dos personajes introdujeran en Al Ándalus buena parte de la obra de Thábit ibn Qurra. En el siglo X se introducen las técnicas de la “Astrología mundial”, que intentaba explicar los grandes acontecimientos de la Historia sobre la base de las conjunciones planetarias, especialmente las de Júpiter y Saturno. 

Pero no cabe duda alguna de que una figura excepcional del siglo IX fuera “Abbás ibn Firnás” (Ronda 810 - Córdoba 887), quien no se limitó sólo a ser poeta y astrólogo sino que intentó volar siendo considerado como precursor de la aeronáutica novecientos años antes que lo hicieran los hermanos Montgolfier.

En el 852 Ibn Firnás intentó volar lanzándose desde el alminar de la mezquita de Córdoba con una enorme lona para amortiguar la caída. Se considera el creador del “primer paracaídas”. En el 875, a los 65 años, Ibn Firnás se hizo confeccionar unas alas de madera recubiertas de tela de seda que había adornado con plumas de rapaces. Se lanzó desde una torre desplomándose sobre un valle, y aunque el aterrizaje fue malo (se fracturó las dos piernas), el vuelo fue un éxito, al permanecer en el aire una decena de segundos. Sus intentos de vuelo marcaron el espíritu de la época e incluso en los siglos posteriores.

Introdujo una nueva técnica para la fabricación de vidrio y regaló una esfera armilar -la primera documentada en Al Ándalus- a Abderramán II, y una clepsidra con la que podía determinarse la hora cuando no había sol ni estrellas que pudieran servir de guía, al emir Muhammad.

En el siglo siguiente encontraremos en Al Ándalus:

1. El Calendario de Córdoba compuesto para Alhakén II que contiene una de las primeras manifestaciones conocidas en Al Ándalus de la astronomía religiosa islámica -miqat-. 

2. El desarrollo de una farmacología autóctona.

3. La escuela de Maslama de Mayrit (Madrid) como punto de partida de la astronomía andalusí.

Uno de los discípulos de Abulcasis llamado Jari ben-Said, escribió el libro conocido como el “Calendario de Córdoba” en el que además de las estrellas del cielo y de su posición para predecir el tiempo y la duración de las estaciones, trata también de las drogas y de sus épocas más apropiadas para su recolección.


Maslama al-Mayriti nació en Madrid y estudió en Córdoba, donde morirá en 1007. Fue un astrólogo famoso que anunció la caída del Califato así como diversos detalles de la vida anterior a la crisis final. Adaptó las tablas astronómicas del Sindhind, en la versión de al-Juwarizni.

Bajo el califa Abderramán III se va a producir la gran síntesis de la farmacología helenística “la Materia Médica de Dioscórides” que los médicos andalusíes manejaban gracias a la traducción árabe oriental debida a Esteban, hijo de Basilio que transcribió los nombres griegos en caracteres árabes.

Se debe mencionar al gran cirujano Abu-I-Qásim al-Zahrawi “el Abulcasis en las versiones latinas” cuya gran enciclopedia médica, "El Tasrif", contiene un tratado de farmacología en el que el autor utiliza las técnicas más avanzadas de laboratorio de la época. En esta obra, “Abulcasis” parte de la teoría humoral, de las cuatro cualidades terapéuticas de Hipócrates -frío, cálido, húmedo y seco- y de los grados galénicos de estas cualidades, planteándose el problema de la dosificación de los simples que se debe emplear en un medicamento compuesto.

El cordobés “Abulcasis” ejerció como médico de emires y califas en el siglo XI. Dejó escrito “Altasrrif” una verdadera enciclopedia de medicina en la que se encuentran los remedios simples en tal forma y cantidad que comprendía toda la materia farmacéutica de la época.

Durante el siglo X aparecen los primeros relojes de sol andalusíes. Para levantar un horóscopo era necesario calcular la posición del Sol, la Luna, su nodo ascendente y los cinco planetas conocidos. Se fomentó el avance en el campo de la astronomía. Aparece el ecuatorio -para el estudio y el cálculo de las posiciones de los planetas, la Luna y el Sol- y el astrolabio como instrumento de navegación que entrarán a formar parte del material del astrónomo/astrólogo. 

Si en el siglo X destacó Maslama y Abulcasis, el siglo de oro de la ciencia andalusí será el XI. La obra del agrónomo “Ibn Bassal “ se conocerá incluso en Yemen. El nivel científico andalusí se elevará de manera considerable tras la crisis política de 1031, que no implicará en modo alguno una crisis cultural. Surgirán dos centros científicos de categoría: Zaragoza y Toledo, pero a medida que Alfonso VI acentúe sus presiones sobre la antigua capital del reino visigodo, el centro de gravedad de la ciencia andalusí se desplazará al reino abadí de Sevilla que se preocuparon porque se tradujesen las obras de Hipócrates, Galeno, Dioscórides que juntamente con las fuentes indias, caldeas y persas, asentarán la base de sus conocimientos médicos que con posterioridad darían tanto esplendor a la medicina y farmacia árabe.

Será en esta época cuando los estudiantes crean poder adquirir una formación adecuada sin necesidad de llevar a cabo el tradicional viaje a Oriente. Se refuerza de manera notable, el papel de las escuelas locales. La obra del rey “Yusuf al-Mu´taman” (1081-85) de la taifa de Zaragoza fue introducida en Egipto por el cordobés y hebreo Maimónides y sus discípulos siendo en el siglo XIV cuando es conocida en Bagdad. Se desarrollaron las matemáticas superiores estudiando a Euclides, Arquímedes, Apolonio, Menelao de Alejandría, Teodosio de Trípoli, Ptolomeo, Thábit ibn Qurra, etcétera. 

La revolución trigonométrica surge en Oriente a finales del siglo XI. “Ibn al-Sayyid”, maestro del gran filósofo Avempace, redactó su obra en Valencia entre 1087 y 1096. Este autor realizó investigaciones en aritmética superior y geometría. El matemático mejor conocido de la época es Ibn “M´adh al-Djayyani”, astrónomo y alfaquí de Jaén, autor de un tratado sobre la razón matemática tal como la expone Euclides en el Libro V de los Elementos. Realizó el tratado de trigonometría esférica más antiguo del Occidente medieval.

Azarquiel llevó a cabo sobre la teoría solar, resultado de veinticinco años de observación que realizara en Toledo primero y más tarde en Córdoba. Azarquiel facilita a los astrólogos el cálculo de las posiciones planetarias al adaptar y poner al día un almanaque griego que puede fecharse entre los años 250 y 350 d.C. El almanaque de Azarquiel es el primero conocido en Occidente teniendo una enorme influencia en la Baja Edad Media europea.

En el siglo XI se realizaron logros en matemáticas, astronomía y avances tecnológicos. La medicina como la botánica parece encontrarse relacionada con la agronomía desde los mismos orígenes de esta disciplina en Al Ándalus.

Los agrónomos elaboran una clasificación detallada de los distintos tipos de suelo y agua. Estudian pozos, norias y otros artilugios para elevar el agua estudiando la rotación de cultivos y el barbecho. La agronomía andalusí alcanza un elevado nivel técnico, que no será superado hasta el siglo XIX gracias al desarrollo de la química.

Si el siglo XI es el siglo de oro de la ciencia andalusí, el XII marca el comienzo de una lenta decadencia. Los intentos de unificación política bajo los almorávides (1091-1144) y almohades (1147-1232) no implican una protección de todas las actividades culturales. La influencia de los alfaquíes no facilita la investigación en materia de astronomía, por ejemplo. 

Los judíos se ven obligados a escoger entre convertirse al Islam o exiliarse. Con frecuencia los científicos se ven obligados a partir como le sucede por ejemplo a Maimónides, que vive en Egipto desde 1166 hasta su muerte en 1204. 

La llegada de los almorávides parece también haber sido la causa del viaje a Oriente de “Abú Hámid al-Garnati”, autor de un tratado cosmográfico. Averroes apoyó en su observación de la estrella Shuhayl -Cánope- en Marrakech, en 1153 pero invisible en la Península Ibérica, el argumento aristotélico acerca de la redondez de la tierra. Mayor interés tienen las observaciones de las manchas solares que se atribuyen a Averroes y Avempace, que fueron interpretadas por los dos autores como tránsitos de Mercurio y Venus. “Djabir ibn Aflah” contribuye a la difusión europea de la nueva trigonometría al utilizar la regla de las cuatro cantidades y los teoremas del seno, coseno y de Geber.


En Al Ándalus nace una astronomía física que no parece haber sido cultivada con anterioridad. Nos encontramos en un siglo dominado por los filósofos aristotélicos. Personajes como Averroes, Maimónides, Avempace e Ibn Tufayl sueñan con una astronomía que estuviera de acuerdo con la física de Aristóteles que sólo aceptaba tres clases de movimientos: centrífugos, centrípetos y movimientos circulares en torno a un centro, que en el campo de la astronomía, debe identificarse con la Tierra. 

Averroes aceptaba la astronomía ptolemáica en 1174 comenzando a rechazarla posterior a 1186, en un momento en que reconoce que jamás vivirá lo suficiente para llevar cabo sus investigaciones necesarias que le permitan construir su sistema astronómico neoaristotélico. 

Maimónides estaba convencido de que el universo ptolemaico no podía identificarse con el universo real, cree también que los hombres son incapaces de llegar a un conocimiento auténtico de las leyes que regulan la estructura del cosmos. Parece claro que los críticos de Ptolomeo conocen la obra del gran astrónomo griego.

Ptolomeo creía que la Tierra estaba inmóvil y ocupaba el centro del Universo, y que el Sol, la Luna, los planetas y las estrellas giraban a su alrededor.

Fue el autor del "Tratado de Almagesto" traducido al español como "El gran tratado". Se preservó, como todos los tratados griegos clásicos de ciencia, en manuscritos árabes (de ahí su nombre) y sólo está disponible en la traducción en latín de Gerardo de Cremona, realizada en el siglo XII.

Heredero de la concepción del Universo dada por Platón y Aristóteles, su método de trabajo difirió notablemente del de éstos, pues mientras Platón y Aristóteles dan una cosmovisión del Universo, Ptolomeo fue un empirista al estudiar el movimiento de los planetas con el fin de construir un modelo geométrico que explicase dichas posiciones en el pasado y fuese capaz de predecir sus posiciones futuras.

Avempace era capaz de predecir un eclipse de luna y Al-Bitrudji fue el único entre los representantes de la escuela aristotélica andalusí del siglo XII, alabando la precisión y exactitud del Almagesto del que derivan todos los parámetros numéricos que utiliza en su “Libro de Astronomía” influido seriamente por Aristóteles, donde menciona los movimientos de traslación de la Tierra en torno al Sol. Al-Bitrudi fue valorado por los filósofos escolásticos pero no fue tomado nunca en serio por los auténticos astrónomos. 

Averroes era un gran defensor de la ortodoxia aristotélica. Las doctrinas de Avempace y Averroes fueron bien conocidas en la Europa medieval e influyeron en Tomás de Aquino y otros escolásticos.

Avenzoar y su discípulo Averroes pertenecen al siglo XII. Avenzoar ejerció la medicina en la antigua Ishbiliyya. Se ha visto en él uno de los primeros que intentó separar la medicina de la farmacología, pero sólo sería un proyecto. Averroes fue un verdadero filósofo en el estudio de la medicina, profundizando en otros conocimientos como las matemáticas y la astronomía. Sus ideas médicas se distinguen por considerar que la principal labor de un médico no es curar enfermedades, sino prevenirlas.

Dictó un gran número de prácticas higiénicas sobre la comida, el reposo, el movimiento y todos los actos humanos clasificando los alimentos y dando una magnífica idea sobre la conveniencia de usarlos en diferentes estados o épocas de la vida.

No sólo fue médico sino que ejerció también en la farmacia, preparando los medicamentos que prescribía. Su principal obra “Aforismos”, dedica un capítulo a la preparación de los mismos, otro capítulo a los vómitos, a los ejercicios corporales, a los baños, a los alimentos y bebidas. Otra obra suya “Explicación de los nombres de las drogas” describe por orden alfabético, los sinónimos que se conocían, utilizados por árabes y judíos.

Averroes nació en Córdoba y desempeñó cargos políticos. Por su manera de pensar estaba influido por la filosofía aristotélica, se vio perseguido y despojado de los honores que se le habían adjudicado. Más tarde, Almanzor lo restituyó a sus antiguos cargos reconociendo que las anteriores persecuciones tuvieron en el fondo la causa de la envidia que le tenían otros por su gran inteligencia. 

Averroes observó que las personas que habían tenido viruelas no volvían a tenerlas, dando la idea sobre la inmunidad en semejante enfermedad.

Puerta del Perdón de la Antigua Mezquita Aljama de la antigua Isbilya (Santa Catedral de Sevilla).

Tras la caída del Imperio almohade, Al Ándalus se ve reducido al reino nazarí de Granada (1232-1492) y la decadencia continuará de manera aún más clara. Los sabios musulmanes que se encuentren en un territorio conquistado por los cristianos cruzarán la frontera para instalarse en Granada o emigrar al Norte de África e incluso a Oriente, a pesar de la política que llevará a cabo Alfonso X con el fin de retener a los científicos musulmanes tras la conquista de Murcia en 1266.

Alfonso X según Ibn al-Jatib ofrecía recompensas importantes a los hombres de ciencia que aceptaran convertirse al cristianismo. No existió un desarrollo científico musulmán en la España cristiana. Un médico y matemático musulmán, “Muhammad al-Riquti”, rehusó la oferta real y partió hacia la Granada de Muhammad II.

En la segunda mitad del siglo XV existía en Zaragoza una madrasa o centro de estudios superiores, donde podía estudiarse medicina, leyendo en árabe las obras de Avicena tan clásicas como “el Qanún”. Un alfaquí de Paterna introdujo en Valencia en 1450 un nuevo instrumento astronómico denominado el sexagenario, utilizado por los astrónomos de El Cairo. 

En el siglo XIII un gran farmacólogo Ibn al-Bayar partió hacia el Magreb y Egipto muriendo finalmente en Damasco en 1248 aunque todavía algunos hombres de ciencia permanecerán en la Granada de Muhamad II (1273-1302), al ser la única posibilidad que les queda en la Península.


Muhammad al-Hadjdj (m. en 1314), nació en la Sevilla cristiana cuyos conocimientos de la lengua y la cultura de los cristianos son subrayados por Ibn al-Jatib- o su padre, carpintero mudéjar de Sevilla, que construyó la gran noria de Fez para el sultán meriní Abú Yúsuf (1258-1286). Esta noria atrajo la atención de León El Africano, quien la describe señalando que sólo giraba 24 veces cada día, lo que nos hace pensar la posibilidad de un reloj movido por una noria como el que se construyera en la China del siglo XI.

La escolástica de influencia cristiana se basa en los orígenes de la madrasa andalusí, como centro de estudios superiores. Según Ibn al-Jatib, cuando Alfonso X se encontró con al-Riquti en Murcia, le construyó una madrasa para que pudiera enseñar a musulmanes, cristianos y judíos en su propia lengua. Muhammad II heredará esta idea al facilitarle a al-Riquti medios materiales para que pudiera organizar sus enseñanzas en Granada. Todo esto desembocará en la creación, en 1349, de la madrasa fundada en Granada por el chambelán Ridwán, que era de origen cristiano. Se trata, posiblemente de la primera institución consagrada a la enseñanza científica en Al Ándalus, ya que sabemos que en ella se enseñaba medicina.


El diccionario biográfico de Ibn al-Jatib cita a 47 personajes que se interesan por la ciencia en los siglos XIII y XIV en el reino nazarí, destacando los que se dedican a la medicina, matemáticas y astronomía. 

En el campo de la botánica y agronomía, se deben de citar los nombres de Ibn al-Baytar (1197-1248) y de Ibn Luyún (1282-1349). Con el primero de éstos dos personajes, la farmacología andalusí, no ha dejado de desarrollarse desde el siglo X alcanzando su máxima expresión: En el "Tratado de Simples" éste autor describe 3.000 simples clasificados por orden alfabético y sus fuentes de información son más de 150 autores, desde Dioscórides hasta al-Gafiqí y Abú-I-Abbás al-Nabatí.

Hasn ibn Muhammad ibn Baso (m. en 1316), astrónomo y jefe de los calculadores de la hora “muwaqqits” de la mezquita aljama de Granada escribe en 1274, un largo tratado sobre el astrolabio universal, válido para cualquier latitud, que no corresponde a la tradición azafea de Azarquiel. Su hijo Ahmad ibn Hasan, fue también muwaqqit de la misma mezquita. Ibn al-Jatib elogia la habilidad de estos dos personajes para construir instrumentos astronómicos y relojes de sol.

Es muy posible que los siglos XIII y XIV conocieran en Granada una renovación importante en los estudios sobre gnomónica, rama de la astronomía matemática que investiga los relojes de sol, ya que se conoce un importantísimo tratado sobre esta materia debido a “Ibn al Raqqam” (m. en 1315) que aplica el estudio de los cuadrantes solares “el método de analemma” título del tratado de Ptolomeo sobre el tema, basado en proyecciones que no estaba documentado hasta este momento en Al Ándalus. Ibn al-Raqqam, se convertirá en la figura más interesante de todo este periodo nazarí. 

La ciencia andalusí había alcanzado su máxima expresión en el siglo XI y mostraba aspectos interesantes en el XII, pero no sobrevivió a la decadencia política y agonía de los nazaríes granadinos cuyo epílogo se producirá en 1492.

En definitiva, Al Ándalus no fue un paréntesis en la Historia de España, sino que gran parte de nuestra identidad histórica y cultural se comienza a labrar durante su brillante civilización, que la convirtió en faro de Occidente en el mundo intelectual cuando Europa estaba en las tinieblas.

Negar la evidencia, tan sólo contribuirá a cimentar nuestra ceguera, contribuyendo a amputar la realidad.

Desde la antigua Al Ándalus para el blog de mis culpas...