domingo, 24 de noviembre de 2013

Visita a Arcos de la Frontera


Una gélida mañana de otoño pusimos viento en popa hacia la bella ciudad de Arcos de la Frontera, en la antigua ruta de los almorávides y almohades considerada como la llave de entrada a los pueblos blancos, encalados con Cal de Morón,-pregonada desde tiempos ancestrales-.



Al salir de Morón, observamos en el horizonte el castillo de Cote,-del latín acutus, lugar agudo-, situado en la Sierra de San Pablo, entre Montellano y Coripe, a más de 500 metros de altura. Originariamente estaría compuesto por una guarnición del castillo de Mawror. Las torres musulmanas  ya existían desde el siglo VIII mediante el cual comunicaban los torreros la presencia de peligro mediante humo de día y fuego durante la noche. En una sola noche podía llegar un mensaje desde Alejandría a Ceuta.

Posteriormente en tiempos de Fernando III, pasaría a formar parte desde su posición dominante de la línea defensiva de la banda morisca para poder observar los movimientos de posibles aceifas y algaras provenientes del reino nazarí. En el año 1240 Fernando III conquistó la villa de Cote mediante un pacto con sus habitantes y su castillo gótico se construye a finales del siglo XIII bajo Alfonso X, el cual fue entregado en 1297 a la Orden de Alcántara junto con Morón.

La torre-capilla está formada por  un donjon –torre del homenaje en francés- de planta tetrabsidal ó torre de planta cuadrada con cuatro ábsides adosados a sus lados, de influencia francesa siendo única en la arquitectura de la Península Ibérica. Situado estratégicamente en lo alto de una cima, se puede divisar Morón, Carmona, Zahara de la Sierra, Olvera e incluso Arcos.


No es difícil imaginar el conjunto de castillos, alcazabas, torres albarranas y atalayas que servían como fieles vigías, que se construyeron para controlar las incursiones enemigas que provenían desde el sultanato nazarí (al-Nasri) de la antigua Elvira. Desde la fortaleza de Carmona se divisaba Morón y a su vez, el castillo de Cote, Arcos de la Frontera, Medina Sidonia, Vejer de la Frontera, Barbate ó Tarifa. En días sin niebla era posible transmitir mensajes en unas horas.


En unas tierras de fronteras donde era muy difícil asentar una repoblación. Por consiguiente, tener una vida local plena era casi imposible. De ahí, que estas tierras contaban en un principio con el apoyo de las Órdenes Militares cristianas como Calatrava, Alcántara o Santiago.


Arcos de la Frontera unió su destino a la presencia andalusí hasta su conquista por los reyes cristianos en el año 1264. Etimológicamente Arcos viene del latín “Arx-Arcis” cuyo significado es fortaleza en altura. 


Es considerado como un antiguo pueblo morisco que emerge por derecho propio como una atalaya natural asentado sobre uno de los meandros del río Guadalete entre una compleja orografía de barrancos y riscos sobre la que se asientan perfectamente sus angostas calles empinadas que forman las casas encaladas con la cal tradicional, cuya principal característica es el llamado “efecto botijo”, que en estas tierras durante los tórridos meses estivales refrescan las viviendas guardando al mismo tiempo la temperatura durante el invierno, al reflejar el color blanco mejor los rayos del sol.


La belleza de sus calles angostas y empinadas se debe a los árabes que trazaron su actual entramado y configuración de sus viviendas, levantadas alrededor de un patio central.


Pueblos blancos con calles escarpadas y casas encaladas con muchas manos de cal, rejas de forja y tejas árabes entre Arcos y Ronda apiñados en torno a viejos castillos e iglesias que conforman bellos cascos históricos que no pierden su atmósfera andalusí. 


Sus bellos rincones nos transmiten  cierta magia para que nuestra retina capte al instante la esencia andalusí como  tantos pueblos de la comarca,- Grazalema, Setenil de las Bodegas, Zahara de la Sierra, Olvera, etcétera-, convertidas en auténticas atalayas naturales.


Llegamos por el Callejón de las Monjas hasta la Plaza del Cabildo desde donde se puede observa el antiguo alcázar de la época musulmana que pasó a ser residencia del duque de Arcos y la Basílica de Santa María de la Asunción levantada sobre una mezquita árabe.


Nos acercamos al balcón de Arcos y disfrutamos de la magnífica panorámica para bajar por sus estrechas calles hasta la Puerta Matrera, última que subsiste del primitivo recinto amurallado. Desde allí observamos el río Guadalete desde el Mirador de la Peña Vieja hasta desembocar de nuevo por la angostura de sus calles  empinadas hasta el Callejón de las Monjas donde habían muchos pintores de otras latitudes plasmando a lápiz, óleos o acrílicos sus bellos y mágicos rincones.


El río Guadalete nace en Puerto del Boyar,-Lete significa en la mitología griega, río del olvido-, pasa por Grazalema, embalse de Zahara-El Gastor, Villamartín y embalse de Bornos-Arcos para desembocar en el Puerto de Santa María. Algunos historiadores ubican la histórica batalla, al que da nombre el río entre el 19 y el 26 de julio del 711 entre don Rodrigo, último rey visigodo y las fuerzas musulmanas aunque otros estudiosos ubican la histórica batalla en el río Barbate,  lo que dio origen a la génesis de un nuevo periodo histórico.


Existieron en Al-Ándalus varias rutas importantes como la ruta del Califato, la ruta de los Nazaríes, la ruta de los Almorávides y Almohades ó la ruta de las Alpujarras entre otras- pero a partir del siglo XI -en que desaparece el Califato de Córdoba- todas confluían en el reino nazarí de Granada, ensalzada como la “Damasco de Occidente” hasta su eclipse en 1492.


Dentro de las rutas de los Almorávides y Almohades, existían varias rutas. Una transitaba desde Cádiz hasta Arcos, Grazalema, Zahara de la Sierra, Olvera y Setenil de las Bodegas hasta el corazón de Ronda para proseguir hasta Granada ensalzada como la “Damasco de Occidente”. La otra ruta nos lleva desde Tarifa y Algeciras -a la que se unía Medina Sidonia-, Gaucín, Algatocín, Atajate y Ronda para proseguir hasta la antigua Cora de Elvira, en Granada.


Un reguero de pueblos blancos entre torreones, atalayas, castillos y alcazabas donde las tradiciones artesanas y gastronómicas brillan con luz propia.

Desde Arcos de la Frontera, llave de entrada de los pueblos blancos en la antigua ruta de los almorávides y almohades para el blog de mis culpas...

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