jueves, 12 de diciembre de 2013

Visita a la monumental y antigua ciudad de Antequera


“La ciudad de las iglesias blancas y gongorinas”
Gerardo Diego

Desde el Torcal, considerado como uno de los paisajes kársticos más impresionantes de Europa y auténtica ciudad en piedra, cuyos efluvios embriagan e impregnan la retina del viajero, descendimos hasta la monumental Antequera por una carretera angosta de montaña que desemboca en el centro de la bella ciudad.



La antigua ciudad de Antequera ha permanecido situada geoestratégicamente desde hace siglos como cruce de caminos y de culturas. La Antikaria romana (ciudad antigua al descubrir los romanos su gran riqueza prehistórica con los Dólmenes), sirvió en tiempos muy pretéritos como granero para las legiones romanas.


Posteriormente, los árabes la convirtieron en plaza fortificada durante el Califato de Córdoba a la que llamaron “ Madinat Antakira” siendo una importante plaza fuerte dentro del reino nazarí al desmembrarse el Califato de la antigua Corduba y tras la conquista de la antigua Isbilya por Fernando III de Castilla. Dos de las ciudades más importantes de Al Ándalus. La caída del reino nazarí, sólo era cuestión de tiempo.



Durante el Renacimiento y el Barroco se edificaron en Antequera -como en Úbeda y Baeza- numerosas construcciones, como resultado del mecenazgo y autoafirmación de nobles y eclesiásticos de la época que favorecieron la construcción de templos, palacios y casas solariegas que se alzaron para deslumbrar al pueblo.



Descendiendo desde el Torcal hacia Antequera, lo primero que nos impacta en nuestra retina desde un mirador cercano a la Iglesia Santa María de Jesús (siglo XVI-XVIII), es la antigua alcazaba musulmana “Madinat Antakira”.



Desde la oficina de turismo nos dirigimos hacia  la plaza donde se encuentra la estatua ecuestre de Fernando I, infante de Castilla y rey de Aragón (1379-1416), llamado “de Antequera”. 



A partir del Museo llegamos a la Fuente del Toro hasta desembocar en el Mirador de las Almenillas donde nos deleitamos con una bella panorámica de la ciudad, destacando infinidad de Iglesias y torres. 


El Arco de los Gigantes (1585) nos introducía en el casco histórico, -la alcazaba árabe y la Real Colegiata de Santa María la Mayor-. Paseando por el perímetro de la alcazaba observamos las termas romanas como uno de los vestigios arquitectónicos más antiguos arquitectónicos de la ciudad. Pudimos apreciar desde el exterior su torre albarrana, muy cerca de la Puerta de Málaga, hasta llegar a nuestro punto de origen en la Iglesia de Santa María de Jesús.



Por último,  nos dirigimos al Museo Arqueológico para presenciar el Domen de Menga y Viera como uno de los mejores exponentes de la cultura megalítica en Europa como ejemplo de Arquitectura monumental prehistórica,-del griego mega (μεγας), grande y lithos (λιθος), piedra-.



Los dólmenes están ubicados frente a la Peña de los Enamorados, un peñón calizo cuya morfología parece la cabeza de un indio tumbado.



Entre la visita al Torcal y la monumental Antequera, considerada como la ciudad de las Iglesias, recuperamos energías en un mesón de la zona degustando las migas antequeranas y el postre conventual “bienmesabe”, posiblemente de descendencia andalusí  cuyos deliciosos ingredientes son la sidra, el cabello de ángel, bizcocho, almendra molida,  azúcar y canela que hacen las delicias de cualquier paladar.

A través de la antigua Puerta de Granada nos dirigimos  a la ciudad de Estepa, cuyos efluvios a mantecados y polvorones  emanaban de sus fábricas. 

Desde la antigua “Madinat Antakira”, para el Blog de mis
culpas…





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