martes, 25 de agosto de 2015

La feria de Morón en la retina del recuerdo



Farah en andalusí significa "alegría" y "lebs" traje. Faralaes es por tanto, el traje de la alegría. Por eso, cuando las moroneras se visten con sus elegantes trajes de flamencas se están vistiendo de alegría. Muchas veces ignoramos la etimología de las palabras y el origen de las fuentes que la nutren. De "faralaes" proviene el término "feria" y lo contrario "malfario".

No hace falta recordar que la casa de Blas Infante [en Coria del Río] se llamaba "Dar al-Farah"  o la casa de la Alegría. Y Morón, en estos días tan señalados, se convierte por derecho propio, en la casa de la alegría de la tierra de Villalón y de su comarca.

Recuerdo hace ya algunos lustros en los días previos a la feria, cuando tradicionalmente comenzaba el día 17 y finalizaba el día 19 de septiembre [sin importar el día de la semana], a los antiguos turroneros colocando sus puestos de madera con las bombillas blancas que iluminaban las principales esquinas de la ciudad en una época donde las "luces" brillaban por su ausencia.

Los tradicionales puestos de turrón con aquellas garrapiñadas, almendras de turrón blando para nuestras abuelas, peladillas, coco, etcétera, nos anunciaban que la feria estaba a la vuelta de la esquina. Recuerdo aquellos puestos que colocaban en la Puerta de Sevilla, en la esquinas de la calle Álamos, Molinos, Santa Clara, etcétera.



Era el preludio de unos días de fiestas donde los niños pensaban en las antiguas cunitas y los mayores desconectarse de la cruda realidad, al menos durante unos días. Algunas semanas previas a tan magno acontecimiento se podían observar a no pocos zagales recogiendo cartones para venderlos y de ese modo disponer de algún dinerillo extra para tan señaladas fechas.

Otros niños acarreaban agua para los feriantes desde un grifo existente junto a una palmera, cercana al ambulatorio de la Alameda. Era una forma de conseguir alguna que otra "entrada gratis" en las atracciones como por ejemplo, el antiguo carrusel, el balance, el tío vivo, los coches locos, el tren de la bruja o el látigo, sin olvidar las antiguas escopetas de plomo con el cañón "ladeado" que evitaba dentro de lo posible derribar de un tiro algún llavero de nuestro equipo favorito, un antiguo mechero de mecha o una botella pequeña de anís o coñac.


Foto: Lugares de Morón


Por tanto, en aquellas fechas era muy normal ver a muchos adolescentes trabajar en las antiguas alfarerías "cantarerías" o descargando camiones en el mercado de abastos o en los almacenes de ultramarinos, llevando sacos en un destartalado carro tirado manualmente a través de calles empedradas y empinadas. Era evidente que los derechos sociales brillaban por su ausencia en unos tiempos en que "todas las vacas daban leche", al menos para los mismos de siempre. 

Los primeros "motocarros" que recuerde tenían su parada en aquella calle Nueva, junto al bar del inolvidable Juan Bermúdez. En aquellos tiempos, todavía existían arrieros que arrimaban el material de obra con un carro tirado de mulos o borriquillos cargados cuyos serones de arena provenían de los arroyos que todavía permanecían limpios. No eran pocos los albañiles que iban por fanegas de yeso al motor de la Vereda Ancha o de la Plata con aquellos carrillos de mano destartalados y desvencijados que te facilitaban en el motor de yeso.


Feria del ganado. Foto: Pepe Torres

El germen de la antigua feria de ganado de Morón se remonta a un privilegio otorgado en 1271 por Alfonso X el Sabio, autorizando la celebración de una feria-mercado en la Villa de Morón.

Por otro lado, los antiguos albañiles se esmeraban trabajando en las fachadas de las casetas en esos días previos a la feria. El Ayuntamiento otorgaba tres premios a las casetas más originales y mejor terminadas.

Las casetas El Cortijo, Cha-Cha, Arunci o el Club de Pesca "El Galápago" eran un ejemplo fachadas típicas andaluzas de una "Feria de Morón" que ya pertenece a la retina de nuestra historia local. 

Realizando una mirada retrospectiva... 



Foto: Biblioteca Municipal de Morón. 

Recuerdo el primer día de feria por la mañana temprano desde la puerta de mi casa. Era un espectáculo observar tantos caballos, mulos y simpáticos borriquillos pasar por aquella calle Álamos y Molinos camino del "Tiro de Pichón", en unos tiempos donde la figura del talabartero, guarnicionero o herrador eran muy necesarias. Muchas caballerías y acémilas venían desde la antigua posada de la Cruz Dorada donde pernoctaban, denominada en tiempos pretéritos "la Cilla de los Canónigos", que fuera construida en 1744 y según crónicas locales sirvió para cobrar los diezmos que se pagaban entonces a la Iglesia.

A la izquierda de la posada, recuerdo que existía una taberna y a la derecha la antigua botica conocida por los vecinos como la  "Farmacia de Miguelito".



Al final de la Cruz Dorada existía un pozo donde los chiquillos más atrevidos bajaban cuando la pelota [el que la tenía] se caía en su interior. 

...Otras caballerías entraban por el puerto de Jesús, desde los arrabales de Morón, en dirección a la feria del ganado que entonces se celebraba en el antiguo Tiro de Pichón en la Alameda, convertido en punto de encuentro para comprar o vender ganado.

La feria era un verdadero acontecimiento, sobre todo para los niños, que estábamos deseando llegar al comienzo de la calle Utrera donde comenzaba entonces el alumbrado. En los Jardines de la Alameda llamaban nuestra atención los "retratistas" con aquel caballo junto con el toro invitando a los niños a plasmar en una fotografía aquel momento inolvidable bajo los farolillos de la feria. 


Foto: Lugares de Morón. Caseta "El Cortijo". 

Una de las casetas más tradicionales y con más antigüedad de la Feria de Morón, es sin duda alguna “El Cortijo”, que fuera fundada en el año 1969 por un grupo de amigos y que sigue brillando con luz propia en la actualidad. Una caseta que destaca por su agradable ambiente y fiestas flamencas. Artistas de reconocido prestigio han pasado por su tablao flamenco.


La caseta "El Cortijo" se encuentra hermanada con la caseta "El Manchón" de Marchena

En la mediación de la calle Utrera algunas personas colocaban sus tenderetes ambulantes para vender el último artilugio para pelar patatas de manera fácil o el último líquido de limpieza que acababa incluso con las "perras gordas" y "perras chicas", monedas de mi época que junto con la de dos reales, utilizamos con cierta frecuencia en la inolvidable esquina del "Tío Bigotes", donde los niños de mi época podían encontrar los últimos pulgarcitos del Jabato y el Capitán Trueno, chicles de Urtain o cigarros de matalauva, entre un sinfín de artículos infantiles.  



Y para las personas mayores, recuerdo el antiguo teatro chino de "Manolita Chen" que hacía las delicias de los mayores con aquellas vedettes con escasa ropa, que estimulaban la presbicia de nuestros mayores sin olvidarnos del circo que siempre traía "una estrella importante" o aquellas corridas de toros donde la Guardia Civil a caballo vigilaba el perímetro de aquella plaza de madera para que ningún avispado se colara sin pasar por la taquilla.

¡Y cómo olvidarse de las antiguas tómbolas que tenían entretenidos a muchos matrimonios mayores que compraban aquellos sobres con la ilusión  de tocarle alguna plancha o la turmix "más moderna"!

Tampoco me puedo olvidar de aquellas motos en un recinto circular de madera donde a gran velocidad dos motoristas daban innumerables vueltas que parecían que iban a salirse volando por la parte alta donde estaba el público.



Motos similares a las que recuerdo en aquellos años 

Durante las mañanas de feria las personas mayores disfrutaban viendo la exposición de antiguas motos "Montesa y Bultaco" junto a los coches de la época en los jardines de los palomitos.

Recuerdo también aquella Alameda de los Cuatro Caminos jalonada de eucaliptos bajo un fuerte olor de sardinas y pinchos morunos en aquéllas frágiles casetas improvisadas de toldos viejos y cañas recogidas en las riberas del río Esparteros, con las sillas y mesas de madera. L
a mayoría de las familias se traían de sus casas la comida preparada o compraban el clásico pollo asado y se pedían unos refrescos. Eran unos tiempos muy precarios para la inmensa mayoría de los ciudadanos y no todo el mundo podía comer en la feria, por razones obvias.


Junto a la feria de ganado recuerdo que se alquilaban unas destartaladas bicicletas con volantes por una peseta que hacía las delicias de los zagales. Aquel añorado cine Oriente de verano junto al bar Alemán al que me llevaban mis padres para ver aquéllas películas de Pili y Mili o Manolo Escobar junto al antiguo parque infantil donde antes existía un bar de verano en forma de kiosko [actualmente se encuentra el Centro de Mayores].


Existía una heladería al final de la calle Utrera denominada "de los italianos" con sus deliciosos "cármenes" que eran unas copas de helados con varias bolas, nata con nueces y caramelo líquido, que anestesiaban gratamente las frágiles retinas de los zagales.

A veces, los primeros días de feria quedaban impregnados bajo aquellos efluvios del orujo y la leña de olivo como combustible de los hornos de tipo árabe en la antigua y desaparecida cantarería existente junto a los jardines de los palomitos [de Antonio Martínez Vázquez]. Se cocían a muy altas temperaturas los ladrillos de rasillas, tabiques, gafas, refractarios, contratas, de solería [cabeza o de soga] o tubos de cerámica con diámetros que iban del 1 al 6, codos y pipetas vidriadas para los desagües. La quema de leña de olivo se convertía en cisco y carbón que sería vendido durante el frío invierno.


Y como olvidarme de la magnífica banda de música del maestro don Francisco Martínez Quesada que animaban las cálidas noches de verano en la Alameda, en el antiguo templete ya desaparecido, frente al jardín de los palomitos, en cuyos árboles existían unas casas de madera construidas "in situ" para los palomos sin olvidar aquélla iluminación dentro del jardín en forma de semicircunferencias rojas con manchas blancas que simulaban las mariquitas del jardín con la fuente brotando grandes chorros de agua que daban al jardín una esencia especial. 


Recuerdo también la antigua caseta que llamaban "del caza y pesca", donde se reunían las "élites locales junto a las fuerzas vivas de la ciudad". Eran unos tiempos pretéritos donde las diferencias sociales estaban muy acentuadas.

Y como no recordar aquéllos primeros partidos de fútbol de la U.D. Morón en el campo de albero en horario nocturno, con la luz eléctrica por primera vez sobre postes de madera largos que se quitaban cuando terminaba el trofeo de feria o las primeras duchas en aquellos vestuarios con agua fría y olor a zotal que utilizaba el amigo Silverio [D.E.P.] mientras no pocos niños con escasos recursos observaban el partido desde los árboles. 


¡Cómo pasa el tiempo! O tal vez sea más correcto decir:
 ¡Cómo pasamos nosotros!



La feria se disfrutaba entonces por la mañana y por la tarde donde al comenzar la noche había personas que permanecían en pie en la tómbola mucho tiempo para conseguir una muñeca o el clásico toro negro para colocarlo encima de la televisión. Eran tres días de feria y no había fiestas locales como hoy. El alumbrado oficial se colocaba sobre grandes postes de madera que colocaban los operarios durante los meses de agosto.

La feria terminaba en el cruce de los cuatro caminos y los fuegos artificiales formaban parte de su epílogo, que se realizaban en las "Erillas Huecas". 

Eran unos tiempos en que la mayoría de las personas tomaban el fresco durante el tórrido verano por la noche en las puertas de sus casas y los niños jugaban todavía en la calle.


Homenaje a la Feria de septiembre 1922. Caseta del Casino Mercantil. Al cante, Diego Bermúdez Cala "El Tenazas" acompañado a la guitarra del "Niño Ricardo"
[Fondo documental de Luís J. Vázquez Morilla, investigador flamenco de Morón]

Hoy todo ha cambiado incluso los horarios son diferentes. Las casetas están mejor ubicadas, más confortables y guardan una estética. Por el contrario, se consume más alcohol que en tiempos pretéritos, cosa preocupante en los jóvenes.

También es digno de destacar la mayor seguridad que se percibe en la feria con medios policiales, bomberos, servicios sanitarios, guardería, etc…


El miércoles víspera de feria, sobre las 22,00 horas,  tiene lugar la prueba del alumbrado con la banda de música para amenizar tan señalado acto. En ese momento comienza nuestra fiesta más popular con dos días de fiesta local, el viernes y el lunes de resaca. La mayoría de las casetas tienen cenas de socios tan señalada noche.

Se disfruta de la noche con el tradicional "pescaíto frito" con las pijotas, boquerones, calamares y chocos no faltando a la cita el jamón ibérico, el revuelto de gambas, la manzanilla de Sanlúcar, la cerveza fresquita y el rebujito.

El jueves como es tradicional amanece la feria con nuestra banda de música a toque de diana con bellos pasodobles. A mediodía muchos trabajadores de diferentes empresas al terminar su  jornada laboral se reúnen en las casetas donde se vertebran conversaciones entre amigos en torno a una botella de manzanilla o unas cervezas estimulando el paladar con los platos típicos de la feria, dando vida al recinto ferial.





Recorriendo la feria de ganado de Morón que fuera el germen y la esencia de la actual, cuyos efluvios han sobrevivido al progreso, tuvimos la suerte de presenciar "in situ" un trato en el que los hombres cabales de Morón y su comarca aún se dan la mano para cerrarlo mediante una señal entre sus manos con testigos, aunque no sean necesarios. Es evidente que en estos lugares todavía la palabra empeñada con un apretón de manos vale tanto o más que la firma sobre un papel. Por tanto, honra a quien la cumple como parte de una confianza mutua.




Es típico ver a los tratantes de ganado con el sombrero cordobés o la gorra campera y con las botas de media caña acompañado de la tradicional vara de acebuche o de caña de cáñamo (de Cuba).

«Lo prometido es deuda», se dice, y muy acertadamente. Prometer es endeudarse, asumir una obligación de cumplir, de «pagar». Sin promesas muchos de los personajes de Cervantes no serían quienes son ni entrarían en relaciones duraderas los unos con los otros.

El origen del apretón de manos se remonta a los tiempos remotos, atestiguado por los jeroglíficos egipcios que plasman los antiguos pactos y arreglos. Un simple apretón de manos significaba una señal de acuerdo "sin escribas ni fariseos". Los antecedentes históricos más remotos provienen de la antigua Babilonia en el 1800 a.C. Posteriormente en la antigua Grecia y Roma se estilaba estrechar las manos agarrando por la muñeca apretando fuerte como consentimiento a un acuerdo.

Dar un apretón de manos ha significado siempre en tiempos de mis progenitores, dar fe o testimonio de lo que se afirma. Es considerada como una palabra de honor que "va a misa" y eso es irrebatible.



Felix y Eva, veterinarios de la feria de ganado de Morón


Una feria de ganado, como cualquier otra concentración de animales, requiere que de forma previa la entidad organizadora solicite autorización de la misma. Esta autorización la dan los servicios veterinarios oficiales de la Junta de Andalucía. Cuando se concede esta autorización se le entrega un condicionado sanitario, que es un documento en el que se recogen todos los aspectos que tiene que cumplir desde el punto de vista de la sanidad animal. Uno de esos aspectos es que cuente con un veterinario de ejercicio libre, que se encargue de cualquier problema sanitario de los animales que allí se concentran.

Luego está el veterinario oficial de la Junta de Andalucía, que no es obligatoria su presencia, es más una cuestión de voluntad propia, cuya misión es supervisar todo el funcionamiento de la feria de ganado y controlar los movimientos pecuarios.

También tuvo mucha importancia la fecha de celebración de la feria de ganado de Morón, que pasó desde mayo a septiembre por la actividad económica motivada por la recolección de la aceituna y también porque es de las últimas ferias de la zona y por tanto, los ganaderos quieren vender sus animales antes de que llegue el invierno. 

Durante cuatro días, Morón y su comarca podrán disfrutar de una de las mejores ferias de la provincia, con sus casetas, nuestra banda de música, alguna que otra charanga, concursos de sevillanas, trajes de flamencas, el habitual paseo de caballos y las orquestas y excelentes grupos que amenizan las casetas. No debemos de olvidar tomar el tradicional chocolate con churros antes de irse a casa.

Hay que disfrutar de nuestra feria con salud, moderación y alegría acompañado de la familia y los amigos, cada uno dentro de sus posibilidades. Y el último día como es tradición, comprar un poco de turrón para la familia y poder así endulzar un poco la vida, que tanta falta nos hace, en estos convulsos tiempos que corren...


Desde la "Feria de Morón", para el Blog de mis culpas...




P.D. Para terminar este humilde artículo  sobre la Feria de mi pueblo ubicada en la tierra de Villalón, de la Cal y del Flamenco, quiero realizar un simbólico brindis por el progreso y el bienestar de todos los pueblos del mundo y de sus gentes!

¡Salud y Feliz Feria para todos!


1 comentario:

  1. Antonio, me ha encantado leer esto, aunque sea con tanto tiempo de retraso. Gracias por tu aportación. Justo.

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