Desde Tarifa enarbolamos nuestras frágiles naves para orientar nuestro sextante en busca de la antigua “Al Yâzira al-Jadra”, la península verde “Algeciras”, que fuera fundada en el año 711 de nuestra era cuando las tropas de Tarik desembarcaron en la antigua “Yebel al-Tarik” (Gibraltar), siendo denominada una de las míticas “Columnas de Hércules”.
La capital europea del viento “Tarifa” nos recuerda el dicho existente en la zona «la madre que parió al poniente y la madre que parió al levante», que protagoniza la vida de sus habitantes desarbolando no pocas veces nuestras frágiles naves.
Etimológicamente, es posible que Tarifa provenga de Tarif ibn Mallik, caudillo de Tarik que desembarcó en aquéllas tierras actuando como cabeza de puente para la entrada del Islam en España al contar con la complicidad del gobernador del Estrecho, el conde don Julián.
Es difícil de creer que sólo unos miles de musulmanes sin una Marina adecuada y “sin una invitación previa” pudiesen atravesar el peligroso Estrecho de Gibraltar y conquistar un vasto territorio que le llevó al Imperio Romano varios siglos de conquista (desde 218 a.C. hasta el 19 a.C.).
Cerca de la entrada de la Bahía de Algeciras se encuentra el “Mirador del Estrecho”, una atalaya excepcional donde se pueden observar las primeras estribaciones del continente africano, destacando el Monte Musa “El guardián de África”, donde según la mitología se encontraba una de las dos “Columnas de Hércules”, que limitaba el mundo conocido por la cultura. La otra columna denominada Calpe estaría situada en el Peñón de Gibraltar.
Las Columnas de Hércules delimitaban el fin del mundo conocido hasta 1492 “Non terrae Plus Ultra (no hay tierra más allá). Más allá sólo existían tinieblas. Los griegos las denominaron “Estelas de Heracles” y los romanos “Columnas de Hércules”. La columna norte corresponde a la columna denominada “Calpe” que coincide con el Peñón de Gibraltar (424 m.s.n.m.) pero la columna sur denominada “Abila” se le atribuyen dos elevaciones: la denominada Yebel Musa (840 m.s.n.m.) en Marruecos que domina el litoral meridional del Estrecho o el Monte Hacho, de 180 m.s.n.m. en Ceuta.
Desde tiempos ancestrales el ser humano ha observado la angostura del Estrecho de Gibraltar como cauce de civilizaciones donde Tarifa es el punto geográfico más meridional de Europa y del antiguo “Mare Nostrum”, terminología que proviene del latín y que empieza a usarse por el Imperio Romano a partir de la segunda Guerra Púnica cuando Publio Cornelio Escipión Emiliano “El Africano” derrota a los cartagineses. Anteriormente sería llamado “Mar Medi Terraneum”.
En Algeciras, muy cerca del puerto nos encontramos con las ruinas meriníes de tiempos del caudillo Abu Amir Muhammad ben Abi´Amir al-Maáfirí, “Almanzor” (938 en Algeciras, 10 de agosto de 1002 en Calatañazor).
Un personaje cuya figura histórica pasado más de un milenio de su fallecimiento por causas naturales sigue sin dejar indiferente a nadie entre filias y fobias. Los andalusíes pensaban a su muerte que a partir de ese momento “No habrá ya nunca quien defienda las tierras de al-Andalus como él lo hizo” y las tropas cristianas no le perdonarán nunca a Almanzor haber desarbolado durante más de 50 “razzias” o aceifas “al-sayfa” -expediciones bélicas realizadas por los musulmanes en la época estival-, el mundo cristiano desarbolando a sus tropas, llegando incluso a destruir el 11 de agosto de 997 el templo más afamado de la Cristiandad en Santiago de Compostela, respetando tan sólo el sepulcro del Apóstol y obligando a los cautivos cristianos a trasladar a hombros las campanas de la Catedral y las puertas de la ciudad hasta Córdoba, la ciudad más importante de la época.
Algunas teorías no documentadas sitúan la batalla de Calatañazor como la primera que perdería Almanzor frente a los ejércitos cristianos de Sancho García (Castilla), Alfonso V (León) y Sancho el Mayor (Navarra). Otras sin embargo, señalan que el 10 de agosto de 1002 murió de regreso a Córdoba el jefe del estado “amirí” sin haber perdido una batalla, como consecuencia de una artritis gotosa en el pueblo soriano de Calatañazor “Qalat al-Nasur, castillo del azor”, siendo enterrado en la antigua alcazaba de Medinacelli “Madīnat Sālim, la ciudad de Salim”.
Pese a haber llevado Almanzor al Califato de Córdoba a la cima del poder político y militar, estaba generando sin pretenderlo un caldo de cultivo cuyas consecuencias posteriores llevará Al Ándalus a la “fitna” o guerra civil con la posterior desintegración en Reinos de Taifas, al vaciar de contenido la figura del Califa, menospreciando su prestigio.
Es digno de estudio como un simple escribano inicia una carrera fulgurante en política que comienza en la sala de audiencia del cadí jefe de Córdoba y asciende vertiginosamente hasta ocupar las cotas más elevadas a nivel político y religioso del Califato de Córdoba, la ciudad más importante de Occidente durante el siglo X.
Pero será interesante conocer un poco su época junto a su proyección histórica.
La batalla de Guadalete “Wadi Lakka” en el 711 marca en la historia un punto de inflexión entre la desintegración del estado visigodo y el Islam como civilización emergente en España. Existen historiadores que sitúan la célebre batalla en el río Barbate, en la Laguna de la Janda, un punto geográficamente con más lógica para cualquier observador que conozca la zona, al ser la puerta de entrada por mar a la antigua Hispania visigoda.
La conversión al catolicismo de Recaredo será el epílogo de la tolerancia religiosa que había existido hasta entonces en el reino visigodo de Toledo. A partir de ese momento, los arrianos serán considerados herejes y los judíos sufrirán una brutal persecución a lo largo del siglo VII. Se estaba generando un caldo de cultivo cuyos antígenos serán la consecuencia del colapso y posterior desintegración del estado visigodo y el prólogo de una nueva civilización andalusí que durará cerca de ocho siglos.
En el siglo VIII, fracasa el Estado teocrático visigodo, seguido por una guerra civil entre los partidarios del cristianismo trinitario (Padre, Hijo y Espíritu Santo) encabezados por Roderico y los partidarios del arrianismo (Cristianismo con un solo Dios) encabezados por los partidarios de Witiza.
La fusión del Islam con el arrianismo visigodo trajo como consecuencia la posterior cultura andalusí.
Almanzor nació en una alquería de Torrox, en la Axarquía malagueña en 938. Muy joven, Almanzor se traslada desde Algeciras a Córdoba donde estudia Derecho, la interpretación del Corán y la aplicación de la Ley Islámica, enseñada por renombrados maestros de la tradición legal islámica, completando su educación como alfaquí con la intención de convertirse en cadí o juez. La muerte de su padre y la mala situación familiar le llevan a abandonar los estudios y tomar la profesión de escribano junto al Alcázar y la Mezquita de Córdoba para ganarse el sustento. Pronto sus cualidades le llevan a una fulgurante carrera política que comienza en la sala de audiencia del cadí jefe de Córdoba “Muhammad ibn al-Salim”, importante consejero del califa Al-Hakem II.
El linaje de Muhammad ben Abi Amir era yemení. Algunos amiríes habían desempeñado funciones de cadíes o juristas. Su abuelo llegó a ser cadí de la antigua Ishbiliya (Sevilla), que se casó con la hija de un visir, gobernador de Badajoz y médico de Abderramán III. Su padre Abdallah, al que se le describe como un hombre piadoso, bondadoso y ascético, murió en Trípoli cuando regresaba de su peregrinación a La Meca.
Casa de Yafar en Medina Zahara |
El hayib o primer ministro Yafar al-Mushafi, le introdujo en la corte califal, al destacar el joven Almanzor por sus cualidades. Tenía entonces treinta años.
En el 967 al-Mushafi –gracias a la intercesión de la favorita real- le nombró administrador de los bienes de la concubina Subh y mayordomo, lo que le hará ascender vertiginosamente en su carrera política al ser nombrado director de la ceca. En diciembre del 968, será nombrado tesorero de las herencias vacantes.
En el 969 sería promovido a un cargo muy importante del estado califal, cadí de Sevilla y Niebla.
En el 970, a la muerte del príncipe Abderramán, le permite ser el administrador del joven heredero, Hisham. Por esta época contrajo matrimonio con la hermana del jefe de la guardia califal. Comienza a enriquecerse y se construye una residencia en al-Rusafa, cerca del antiguo palacio de Abderramán I.
Es acusado de malversación. Tras ser destituido de su cargo como responsable de la ceca en marzo del 972 es ayudado financieramente para cubrir el supuesto desfalco, obteniendo el mando de la Shurta media (policía), lo que le permite mantener el resto de sus cargos, incluido el de administrador del heredero y de las herencias vacantes.
En el 973, es nombrado gran cadí de las posesiones omeyas en el Magreb al depender la flota califal de la antigua Ishbiliya “Sevilla”, donde Almanzor ostentaba el cargo de cadí. Conseguida la victoria contra los idrisíes en el Magreb, regresó enfermo a la corte cordobesa en septiembre del 974, con la intención de recuperarse y retomar sus funciones, aunque nunca volvería al norte de África.
Su experiencia como supervisor de las tropas enroladas para la campaña magrebí le brinda la oportunidad de apreciar la utilidad política de estas tropas si lograba su control, lo que le permitió asimismo establecer relaciones con los jefes tribales de la zona y con su futuro y poderoso suegro, Galib.
Su habilidad para gestionar los aspectos organizativos y económicos de la campaña, ampliamente reconocida y premiada meses antes con su nombramiento nuevamente como jefe de la ceca califal, supuso el comienzo de su éxito político.
En los últimos meses de enfermedad del califa Alhakén II, éste le nombró inspector de las tropas profesionales, en las que se habían incluido el grueso de los bereberes traídos del Magreb por el califa para tratar de formar una fuerza leal a su persona que garantizase el acceso al trono de su joven hijo.
El 1 de octubre del 976 fallece el califa Alhakén II. La proclamación de su hijo Hisham le permite a Almanzor afrontar un nuevo periodo ascendente en su carrera política, quedando marcada por el ostracismo de la figura del Califa, que la iba vaciando de contenido.
A la muerte de al-Hakam II, Almanzor es nombrado hachib o primer ministro, defendiendo los derechos de Hisham II.
Comenzaba una grave crisis de sucesión al ser Hisham, demasiado joven para reinar (contaba con sólo ocho o nueve años cuando su padre falleció). Surge a partir de este momento una situación extraordinaria que nunca antes en el Emirato o Califato había sucedido, dejar las riendas del poder en manos de un menor.
Algunas Escuelas de Jurisprudencia rechazaban la posibilidad de que un menor alcanzase el puesto de Califa. Había quienes eran partidarios de designar como regente, al chambelán -como verdadero centro del poder político tras el fallecimiento de Alhakén- al-Mushafi, mientras que otros preferían dar el título califal a uno de los hermanos del difunto, al-Mughira, de veintisiete años.
Pero la conjura fue rápidamente desbaratada con la ayuda de Subh, la mano derecha de Almanzor con acceso privilegiado al joven califa y a su madre, resultando crucial para su ascenso al poder.
Almanzor es el encargado de eliminar al pretendiente al-Mughira, hermano de Al-Hakén. Almanzor rodeó la residencia de al-Mughira con un destacamento de cien soldados notificando a al-Mughira la muerte de Alhakén y la entronización de Hisam II. Al-Mushafi exigió el cumplimiento de la orden de asesinar al pretendiente al-Mughira que sería estrangulado ante su familia y colgado de una viga, simulando un suicidio. De esta manera al-Mushafi garantizó los deseos de su difunto señor de asegurar el acceso al trono de Hisham cuyos partidarios se apoyaron en la guardia bereber creada por el difunto Alhakén para su hijo.
Hisham II será investido califa un 1 de octubre del 976 con el título de al-Mu'ayyadbi-llah «el que recibe la asistencia de Alá». Seis días después de su investidura, Hisham II nombró hayib o primer ministro a al-Mushafi y visir delegado del hayib a Almanzor, que tenía entonces 36 años.
A partir de este momento el poder estaba formado por el hayib al-Mushafi, el visir Almanzor y el general Galib. Para reforzar su posición ante el pueblo, abolieron el impopular impuesto sobre el aceite.
Pero las relaciones entre al-Mushafi y Almanzor se deterioran al poco tiempo ante la incapacidad del primero de restaurar el prestigio militar. Las intrigas sucesorias y las incursiones cristianas que en el 976 casi alcanzaron la capital, le permitió a Almanzor hacerse con el mando de las tropas del ejército de Córdoba. La influencia de Subh le permite al general Galib el gobierno de la Marca Inferior y el mando de los ejércitos fronterizos.
En febrero de 977 realiza Almanzor su primera campaña en Salamanca saqueando sus arrabales como estrategia de contención de los Estados cristianos. Aunque no logró tomar la fortaleza, capturó a dos mil prisioneras que trajo a Córdoba.
El prestigio militar de Almanzor iba en ascenso al rechazar a las tropas cristianas durante la segunda aceifa en el 977, lo que le permitió solicitar el puesto de prefecto de Córdoba. La nueva reputación militar de Almanzor, el respaldo del harén y el de Galib le permitieron obtener el puesto sin el consentimiento del chambelán. Esta acción supuso el enfrentamiento abierto entre Almanzor y al-Mushafi, hasta entonces aparente servidor fiel y eficiente del chambelán que debía su poder al anterior califa.
Para afianzar su poder Almanzor interviene con habilidad, utilizando la intercesión de Subh para que el general Galib retirase el beneplácito inicial de casar a su hija con uno de los hijos de al-Mushafi siendo Almanzor el que se desposaría a la hija de Galib.
El contrato matrimonial en la primavera de 978, sellaría la alianza entre Galib y Almanzor, marcando a su vez la decadencia del hayib al-Mushafi. Esta circunstancia haría que el califa fuese visto cada vez menos aunque Almanzor era consciente de que su poder emanaba del califa.
Restos de las murallas meriníes de Algeciras |
Pocos días después de la boda, Galib y Almanzor partieron para emprender una nueva aceifa que alcanzó Salamanca. Los éxitos militares aumentaron el poder de los dos aliados y minaron aún más el del chambelán en la corte.
La decadencia de Madinat al-Zahra se inicia a partir del 980, cuando Almanzor traslada todo el aparato de gobierno de Madinat al-Zahra a Madinat al-Zahira, la nueva ciudad que construye al este de Córdoba.
Durante veinte años Almanzor ejerce una implacable dictadura llegando a sustituir el sello del califa por el suyo propio, para después dar el paso de adoptar el título de Malik Karim “noble rey”. La oración en la Mezquita Aljama se pronunciará en nombre del Califa Hisham y en el suyo propio. Conseguirá un acta del Califa que declara que el ejercicio del gobierno era exclusiva competencia del Malik Karim.
Las primeras ocho “aceifas” las realizó Almanzor con el apoyo de su suegro Galib. Según cuentan las crónicas musulmanas realizaría más de 50 aceifas contra territorios cristianos (Pamplona, Astorga, León, Barcelona, Braga, Santiago), todas ellas terriblemente devastadoras consiguiendo miles de mujeres y nobles cautivos como botín. La más audaz y famosa será la campaña de 997 cuando el 11 de agosto destruye el templo más afamado de la Cristiandad en Santiago de Compostela respetando sólo el sepulcro del Apóstol y obligando a los cautivos cristianos a trasladar a hombros las campanas de la Catedral y las puertas de la ciudad hasta Córdoba.
Llegaría a realizar más de cincuenta. La última será en 1002 contra San Millán de la Cogoya donde caería enfermo. Muere el 10 de agosto de 1002 de regreso a Córdoba siendo enterrado en el castillo de Medinaceli, sin haber perdido una batalla.
La tradición cristiana sostiene que “en Calatañazor perdió Almanzor el tambor”, aunque no existen fuentes históricas que lo sustente.
Tras la muerte de Almanzor se produce una verdadera guerra civil entre sus descendientes y los sucesores de Hixem II por ocupar el poder. La dinastía de los amiríes que fundara Almanzor continuó con su hijo Abd al-Malik al-Muzaffar y más tarde con su otro hijo, Abderramán Sanchuelo, que incapaz de conservar el poder heredado, murió asesinado en el 1009.
Con la caída de los amiríes comienza la desintegración del Califato de Córdoba en Reinos de Taifas a partir de 1013.
Sin embargo, Gracias a la muerte de Almanzor, Calatañazor entra por derecho propio en la historia de Al Ándalus.
Desde Algeciras con el monumento a Paco de Lucía, “entre dos aguas” como testigo de nuestra visita, para el blog de mis culpas…
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