sábado, 12 de diciembre de 2015

Los moriscos, una mirada retrospectiva.

Óleo sobre lienzo "La toma de Granada" de Francisco Pradilla. 1882

“Fue un momento malísimo, aunque digan lo contrario en las escuelas. Se perdieron una civilización admirable, una poesía, una astronomía, una arquitectura y una delicadeza única en el mundo, para dar paso a una ciudad pobre…”

Federico García Lorca sobre la “Toma de Granada” en 1492 por los RR.CC.
10 de junio de 1936

Bautizo de los moriscos. Felipe Virgany (1521)
Capilla Real de la Catedral de Granada

Preámbulo

Los pueblos de las Alpujarras, cuyos efluvios embriagan e impregnan nuestra retina jalonan Sierra Nevada, la Sierra de Lújar y la Sierra de la Contraviesa evocando tiempos pretéritos donde la cultura morisca brillaba con luz propia al mismo tiempo que la tolerancia religiosa brillaba por su ausencia.

Las Alpujarras sorprenden por su peculiar aspecto bereber que ha sabido integrarse en su medio natural. La arquitectura típica alpujarreña se remonta a la época andalusí con sus pueblos orientados al sur (al mediodía) para aprovechar mejor el clima mediterráneo. A través de la angostura de sus tortuosas y empinadas calles baja el agua fresca de la montaña. Los tejados planos junto a los tinaos forman las azoteas cubiertas con lajas de pizarra rematadas con las tradicionales chimeneas con sombrero, en un marco incomparable “Sierra Nevada” con el Pico Veleta y el Mulhacén (Muley Hacén) como testigos del último refugio morisco.

La época morisca imprimió a toda la Alpujarra como baluarte defensivo de los seguidores de Aben Humeya, una clara reminiscencia bereber, dotándola con una peculiar identidad urbanística con viviendas escalonadas para evitar espacio, adaptadas a lo abrupto del terreno. Esta técnica también fue aplicada al cultivo y riego e terraza en la que los andalusíes eran auténticos expertos.

En las casas con las paredes encaladas predomina el “efecto botijo” que permite que las paredes de las viviendas transpiren y mantengan la temperatura en invierno y las refresca durante el verano mientras el agua fluye de manera irregular formando arroyos y pequeñas cascadas acariciando nuestros frágiles tímpanos, lo que nos proporciona bellas estampas que entre efluvios y reminiscencias andalusíes que impregnan nuestra retina.

La expulsión de los moriscos 1894. Museo Gabriel Puig Roda

…Un antiguo cuaderno sobre la historia de “los moriscos” adquirido en una prestigiosa librería anticuario de la Cádiz histórica, me extrapola imágenes a través de la retina del recuerdo.

Los andalusíes denominaron al río Genil "Sinnil" porque nada tenía que envidiar al río Nilo por los numerosos afluentes que se le unían durante su curso en la Vega de Granada. Posteriormente sería llamado “Wad al-Xenil”. Las aguas del Genil provienen de las cumbres de Sierra Nevada destacando los dos picos más elevados: el Mulhacén con 3.482 m. de altitud y el Veleta con 3.396 m. de altitud.

Recuerdo allá por los años 70 del siglo pasado, en mis tiempos de bachiller en el antiguo Instituto Nacional de Enseñanza Media (I.N.E.M.) -posterior Fray Bartolomé de las Casas-, cuando escuché por primera mencionar el gentilicio “moriscos” dedicado a aquéllos compañeros que se desplazaban desde la Puebla de Cazalla a Morón para estudiar.

Parece ser que el origen del término “morisco” en la Puebla de Cazalla es debido porque los Duques de Osuna no obedecieron la Orden de los Reyes Católicos de expulsar a los moriscos que habitaban en su término al ser éstos grandes agricultores.

No hace falta recordar que los árabes gracias a su gran cultura sobre los recursos hídricos potenciaron las azudas (del árabe as-sudd, presa), albercas (del árabe, al beer-kah, estanque), los molinos con sus ruedas hidráulica o sigalla, para elevar el agua del río con sus cangilones y así poder encauzarla a una acequia destinada para riegos y fuentes, norias, aceñas o molinos harineros de agua, aljibes, alcorques o agujeros alrededor de los árboles para almacenar el agua de riego, los azarbes que eran acequias que transportaban las aguas sobrantes del regadío para devolverlas al río. En terrenos abruptos como la sierra utilizaban el cultivo en terrazas.

Los árabes revolucionaron las tareas agrícolas con nuevos métodos de cultivo, injertos, etc… Las huertas brillaron con luz propia mediante nuevas hortalizas como la berenjena, la alcachofa, la endivia, el espárrago etcétera. Nuevas frutas como la granada, el melón, la sidra y los albaricoques contribuyeron a enriquecer nuestra dieta mediterránea.

El término “morisco” se aplica a múltiples palabras. La oliva morisca, la moneda (la dobla morisca),  algún que otro animal como el gorrión morisco, el gato morisco o la cabra morisca e incluso se habla de construcción morisca y de la teja morisca, son sólo un bello ejemplo.


Las Alpujarras “al-Busarrat, tierras altas” han sido consideradas por las páginas de la historia como "el último refugio de los moriscos". En el retablo mayor de la Capilla Real de la Catedral de Granada, se puede apreciar un magnífico despliegue iconográfico que nos muestra la hegemonía de la nueva unidad política y religiosa establecida por los Reyes Católicos “per secula seculorum”. 

Cuando Boabdil “Abu abd Allah” perdió el último bastión nazarí y se tuvo que exilar a Órgiva como lugar de retino, iniciaba sin pretenderlo el preámbulo de la posterior diáspora que iniciarían los moriscos a partir de 1609 al estar considerados fuera de la nueva escena histórica.


Boabdil entregando las llaves de Granada

Tras la expulsión de los judíos en 1492 coexisten en España dos creencias: la cristiana y la musulmana con 300.000 almas instaladas preferentemente en Aragón, Valencia y Granada y en menos proporción en las dos Castillas, Extremadura y Cataluña. Dentro del antiguo Reino Granada, los moriscos eran visibles en las Alpujarras, el Valle de Lecrín y en la zona almeriense.

La nueva relación dominador-dominado trajo como consecuencia el desmantelamiento de sus tradiciones con la resignada sumisión del dominado y como consecuencia el desarraigo cultural convertido más tarde en destierro.

Es evidente que en torno a la religión se han vertebrado países y “civilizaciones” aunque la tolerancia muchas veces ha brillado por su ausencia. La religión se ha utilizado como una especie de sextante o brújula que nos ha permitido a nivel de civilización cierta cohesión para orientar y canalizar en cierta medida “nuestro rumbo”. Sin embargo, la historia está repleta de grandes desencuentros y periodos de intolerancia.

Decía Saramago, “que en ningún momento de la historia, en ningún lugar del planeta, las religiones han servido para que los seres humanos se acerquen los unos a los otros. Por el contrario, sólo ha servido para separar, para quemar, para torturar”.

Tras la conquista del reino de Granada hasta 1499 los musulmanes son concentrados en barrios separados de Granada. Fray Hernando de Talavera se opuso a la creación de la Inquisición, aprendió árabe y se ganó la consideración de los musulmanes al que consideraron alfaquí (santo) siendo nombrado en 1493 primer arzobispo de Granada.

Pero a partir de 1499 Fray Francisco de Cisneros (1436-1517), arzobispo de Toledo y primado de España, franciscano y tercer inquisidor general de Castilla, la política de mano blanda no le convence y pone en marcha una política de conversiones forzosas con bautismos en masa que se inician en Granada y que en 1502 se extiende a la Corona de Castilla.
Bautizo de las moriscas. Felipe Virgany (1521)
Capilla Real de la Catedral de Granada

Desde el momento en que los conversos fueron legalmente convertidos en “cristianos nuevos”, empezaban a caer bajo la jurisdicción del Tribunal de la Inquisición, que podía indagar sobre sus comportamientos y ser procesados y condenados si mantenían sus tradiciones y practicaban su antigua religión.

Se denominó con el término insultante "marranos" a los judíos conversos que se "judaizaban", para conservar en la clandestinidad sus costumbres y su verdadera religión. El término procede del árabe "moharrana", cuyo significado es cosa prohibida. En un principio dicho vocablo servía para musulmanes como para los judíos sefardíes aunque más tarde se denominara al musulmán converso con el término "morisco". Lo que pretendía la nueva hegemonía religiosa mediante la intolerancia era reducir al "Otro" para erosionar su propia identidad cultural.


La unificación peninsular comienza por los incumplimientos de los tratados firmados a la que sigue la destrucción las bibliotecas y los libros sagrados, imposiciones económicas insostenibles y un largo etcétera. Con ese caldo de cultivo, los antígenos de la intolerancia se irán multiplicando exponencialmente y la Rebelión de las Alpujarras entre 1568 y 1571 fue sólo la lógica consecuencia a tanto despropósito sinrazón histórica.

La Rebelión de las Alpujarras hizo que los moriscos fueran considerados enemigos del Estado y acusados de conspiración, "una especie de “quinta columna del Islam en España” que amenazaba la fe.

A partir de este momento, los moriscos serían conocidos peyorativamente como “monfíes”, -del árabe munfi "desterrado"-, o moriscos refugiados en la sierra del antiguo Reino de Granada durante el siglo XVI y comienzos del XVII.

Muchas iglesias serían construidas sobre antiguas mezquitas que estaban orientadas en dirección noreste-sureste hacia La Meca. Los antiguos alminares también serían cristianizados añadiéndoles cuerpos de campanas. A lo largo de la ruta se pueden apreciar restos de antiguas fortificaciones, antiguos patios de abluciones o fortalezas desparramadas por la bella geografía alpujarreña.

Los moriscos desempeñaban trabajos humildes siendo grandes alarifes o albañiles y hortelanos perfectos conocedores de la cultura del agua. Fabricaban bellos azulejos, techumbres con espléndidos artesonados y magníficas yeserías que han formado parte del arte mudéjar.

Pero los moriscos españoles tuvieron el mismo destino fatal que sus predecesores que un siglo antes prefiriendo el éxodo a la apostasía. De nuevo, la intolerancia atrasó el reloj de nuestra historia. Anterior a 1502 no existían moriscos en al-Ándalus. Es en esa fecha cuando son obligados a bautizarse tras la Pragmática de conversión forzosa de los Reyes Católicos a partir del 14 de febrero de 1502.

La expulsión de los judíos (31 de marzo de 1492) y posteriormente la deportación de los moriscos (9 de abril de 1609) ha sido considerado por la historia como una “limpieza étnica”. Una falta de altura de miras que tuvo consecuencias lamentables para la economía española de la época al quedar pueblos enteros y campos desiertos, la economía se resintió, la burguesía se arruina y los bancos quiebran en 1613.


En la evolución de las relaciones cristiano-moriscas es latente la hostilidad entre ambas comunidades. La Iglesia cristiana desde su hegemonía religiosa pretendía que los moriscos olvidaran sus costumbres reprimiendo cualquier indicio de simpatía islámica.

Una intolerancia que trajo como resultado la Pragmática Sanción o Pragmática anti-morisca de 1567 promulgada por Felipe II que prohibía hablar, leer y escribir en árabe, obligando a los moriscos a vestir a la manera castellana, tenían que abrir las ventanas y puertas, no podían realizar zambras (posterior danza flamenca de los gitanos de Granada y Almería), prohibía los nombres y sobrenombres moros, que las mujeres no se alheñasen (pintarse la cara), que no se bañaran en los baños árabes y los existentes fuesen destruidos, se anulaban los contratos que se hiciesen en lengua árabe, que tenían que entregar a la Chancillería los libros escritos en lengua árabe…

Los cristianos aprendieron numerosas técnicas de albañilería y agricultura de huerta desarrollada por los moriscos. La zambra reaparece en el siglo XX tras varios siglos de ausencia.

La vivienda morisca atiende a la distribución de las habitaciones, atendiendo a las condiciones de luz y sombra, calor o frío, limpieza y suciedad que no solían reparar los católicos que juzgaban perniciosa la costumbre morisca del baño, teñirse el pelo o bailar la zambra al compás de gaitas y atabales –una especie de tambor-. En definitiva, destruir su identidad como pueblo.

La intolerancia llegaría a tal extremo que incluso los baños árabes fueron clausurados por Felipe II al considerarse un lugar pecaminoso.


Se puede decir que junto con la expulsión de los judíos en 1492 fue la mayor expresión de intolerancia ocurrida en Europa durante este periodo de la historia. Unos sucesos trascendentes que acabaron con una civilización cuyo legado forma parte de una de las principales riquezas del pueblo andaluz como resultado de su proceso histórico en base de su identidad cultural, modelada a lo largo de siglos y que forma parte de la memoria en palabras del prestigioso antropólogo Isidoro Moreno.

Toda esta sinrazón trajo como consecuencia la Rebelión de las Alpujarras entre 1568 y 1571 al mando de Fernando de Válor y Córdoba -Muhammad ibn Umayya- durante el reinado de Felipe II. La mentalidad e intolerancia de una religión cristiana que desde su hegemonía religiosa utiliza la represión como fracaso de su empresa evangelizadora, lo que produjo un auténtico genocidio y etnocidio al expulsar a los moriscos españoles que tenían una identidad cultural propia.

El fundamento del edicto obligaba a los moriscos a dejar su modo de vida y costumbres islámicas para convertirse por la fuerza al catolicismo que consideraba a los moriscos como una especie de contracultura dentro de la nueva unidad religiosa.

Entrada RR.CC en Granada Felipe Virgany (1521)
Capilla Real de la Catedral de Granada

Según Julio Caro Baroja el término latino “mauriscus” denominaba a los moros. Dicho término se emplea por vez primera en 1521, lo que no quiere decir que no se utilizara antes. 

El texto del 2 de septiembre de 1521 que lo menciona es del Ayuntamiento de Baza, “prohibiendo a los posaderos servir vino a los moriscos”.

Con las conversiones masivas se persigue de alguna manera el genocidio a los que son distintos de la mayoría. Hasta 1560 predomina la persuasión pero a partir de esa fecha predomina la represión como fracaso de la empresa evangelizadora.

Para el licenciado Torrijos, sacerdote de origen morisco, si se impedían los matrimonios entre cristianos nuevos, éstos quedarían solteros y sin descendencia. Pedro Ponce de León sin embargo aconseja enviar a galeras a los hombres entre 18 y 40 años para evitar descendencia. El obispo de Segorbe, Martín de Salvatierra o el sevillano Alonso Gutiérrez, postula por la castración, lo que apenas fue atendida por las autoridades, partidarias de la expulsión como sistema a caballo entre el genocidio y el repudio.

La idea no era nueva pues ya el Papa Clemente VII en bula de 15 de mayo de 1526, animaba a Carlos I a fijar un plazo para que se convirtieran los moriscos, transcurrido el cual, debía preverse su expulsión, caso de no haber querido convertirse.

Tanto el etnocidio como el genocidio pretenden reducir al Otro que deje de ser lo que es. Pero pese a sus dolorosas secuelas de desarraigo, desintegración familiar e incluso muerte, permitió hasta cierto punto la conservación de su identidad en el norte de África.

La expulsión de los moriscos fortaleció a la nobleza, que se apropió de las tierras y las casas de éstos, estableciendo condiciones más abusivas al campesinado para su explotación, a fin de recuperar pronto las pérdidas causadas por la despoblación.

El morisco entierra a sus familiares en el macaver o cementerio musulmán “Puerta de Almocábar en Ronda” alejado de la población y sobre tierra virgen. El ayuno, las abluciones, la oración -rezar los viernes en la mezquita-, la limosna y la peregrinación a La Meca eran costumbres dentro de la religión morisca.

Según la Audiencia valenciana, los moriscos se alimentaban con pan, miel uvas pasas o higos. Comían productos hechos de repostería que fabrican con azúcar, miel y almendras. El plato típico era el alcuzcuz o migas de pan estando prohibido el cerdo y el vino.

Muchos moriscos eran conscientes de tener una lengua propia. Daud, uno de los cabecillas de la sublevación de 1568 se lo dice a los berberiscos:

Los cristianos nos han mandado quitar la lengua arábica “la algarabía» y quien pierde la lengua pierde la ley.

Pero sobre todo fue en el terreno del pensamiento donde la intolerancia se hizo más palpable procediendo las autoridades católicas a reprimir todos los libros musulmanes, excepto los de filosofía y medicina. La cultura morisca y cristiana chocan en todas sus manifestaciones al ser diametralmente opuestas.

La cultura morisca sobrevive en parte gracias a los alfaquíes, doctores o sabios de la ley, encargados de repartir limosnas y a quienes las autoridades católicas se apresuran a conducirlos a la Inquisición. Cuando los moriscos no podían recibir las enseñanzas del alfaquí, acogían en su casa a un huésped que les instruyera comentando el "Alcorán", libro sagrado del Islam. Al carecer de clero, en el Islam cada creyente debía de propagar su fe. La transmisión de esta herencia cultural se produce gracias a una fuerte solidaridad existente entre los moriscos. 

Pero el factor más importante en la supervivencia cultural es la familia agrupada en torno al hombre más anciano, a quien encomiendan la jefatura de la misma. El clan proporciona a la familia una coherencia que el matrimonio afianza, vínculo solidario que llega a ser consanguíneo a medida que aumentan las bodas entre primos de un linaje.


La "taqiyya" era una doctrina que permite al creyente musulmán fingir que acepta la fe de la mayoría cuando se encuentra aislado en un medio hostil. Así escapa a la persecución pero se aleja de la ortodoxia islámica. De esta manera la cultura morisca queda a expensas de la represión. Los moriscos iban perdiendo los elementos más visibles de su identidad reteniendo los más íntimos, aquellos que ejercitaban en el interior de sus viviendas, como las oraciones y abluciones.

También los moriscos transfirieron a la cultura cristiana parte de su patrimonio. Hasta hace poco tiempo se veía a las mujeres de Mojácar (Almeria) o de Jerez de la Frontera (Cádiz) llevando la almalafa –vestido moro que cubría desde los hombros hasta los pies o la cobijada de Vejer como costumbre derivada del Islam de cubrirse la mujer el rostro.

La expulsión de los moriscos el 9 de abril de 1609 por Felipe III desencadenó un rosario de medidas que afectaron a la totalidad de las comunidades de origen musulmán originando el transvase de la mayoría de los moriscos al Norte de África. La expulsión generó numerosos problemas de orden político-jurídico y teológicos-morales.

Para paliar los problemas teológicos-morales se formó una "Junta de Teólogos" que absolvió de toda responsabilidad al monarca. La expulsión se inició con los moriscos valencianos. El bando de expulsión se publicó el 22 de septiembre de 1609, por orden del virrey de Valencia, marqués de Caracena. En un plazo de cuatro meses la mayor parte de los moriscos valencianos habían abandonado el país, lo que da idea de la envergadura de la operación utilizando la casi totalidad de la flota disponible. 

Se produjeron algunas revueltas que fueron reprimidas por los tercios de Lombardía. Por el puerto de Valencia salieron un total de 116.022 moriscos. Las siguientes rutas hasta completar la cifra de 270.000 moriscos en una población de casi 8.500.000 emprendieron el exilio por los puertos de Vinaroz, Denia, Alicante, Pirineos, Cartagena, Cádiz, Málaga, Sevilla, Gibraltar y Almuñécar. Tuvieron que malvender su patrimonio y dejar la mitad de sus riquezas al Tesoro Real.

Las consecuencias de la expulsión de los moriscos fueron muy severas para la agricultura de Aragón (15% de la población) y Valencia (30% de la población), la región más afectada. El descenso de la población fue evidente quebrando la economía valenciana que impidió la recuperación demográfica. El carbón escaseó en el invierno de 1609 en Valencia ya que procedía de los montes circundantes donde residían los moriscos. Las cosechas de las huertas del Júcar dependían del trabajo eventual de los moriscos...

La mayoría de los moriscos eran campesinos integrados en la economía cristiana abonando las rentas a través del circuito bancario, a sus señores y a la Iglesia. La expulsión de los moriscos en Valencia supuso la puntilla a la economía valenciana.

Los moriscos actuarán en ciudades como Túnez y otras ciudades del norte de África con auténticos embajadores de una cultura hispanoárabe con sustrato andalusí fundando nuevos núcleos de población, rechazando los matrimonios mixtos con tunecinos de origen.

El morisco conservó su lengua castellana hasta bien entrado el siglo XVIII. Introdujo una lengua aljamiada. El morisco toledano Juan Pérez (alias Ibrahim Taibili), que emigró a Testour (Túnez) en el momento de la expulsión, es autor de un poema en 5.000 versos (que son octavas reales), así como de una serie de sonetos dedicados a Mahoma, al mismo tiempo que se muestra conocedor de los libros de caballerías y del Quijote ya en 1604, lo que resulta muy revelador del grado de asimilación de la cultura hispánica al que habían llegado algunos moriscos en la primera mitad del siglo XVII.

En definitiva, si el año 1492 fue un “annus mirabilis” o de los milagros para España con la unificación peninsular configurando un modelo de nación junto al Descubrimiento del Nuevo Mundo, fue al mismo tiempo un “annus horríbilis” para la población sefardí condenada a la diáspora el 31 de marzo, preludio de lo que más tarde ocurriría con la expulsión de los moriscos en 1609.

Desde Granada con la Alpujarra en la retina del recuerdo, para el Blog de mis culpas...




Bibliografía


Los moriscos

R.García, B.Vincent, P.Ferrer, J.Casey y J. Samsó


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