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jueves, 27 de septiembre de 2018

La imagen del "moro" en la memoria colectiva del pueblo español



“En ningún momento de la historia, en ningún lugar del planeta, las religiones han servido para que los seres humanos se acerquen los unos a los otros. Por el contrario, sólo ha servido para separar, para quemar, para torturar”.

José Saramago







En nuestro reciente viaje al Norte de Marruecos atravesando las montañas del Rif entre Tánger, Tetuán y Chauen "tierra de Yebalas" comenzaban a proyectarse sobre mis frágiles entendederas -con la prudencia necesaria del viajero que viaja por vez primera al reino alauita-, aquel cuaderno de Historia 16 nº 319 adquirido en la librería anticuario Raimundo de Cádiz, donde aparecía en su portada: "¡Qué vienen los moros!, escrito por la historiadora Maria Rosa de Madariaga, en cuyas páginas interiores venía reflejada aquella "Imagen del moro en la memoria colectiva del pueblo español y retorno del moro en la guerra civil", que aunque se ha ido diluyendo con el paso de los lustros, aún permanece en la retina colectiva de los españoles aunque sea en pequeñas alícuotas, desde la simpatía que despertaba la población morisca hasta llegar al miedo que despertaba el ejército moro en la población española durante la trágica guerra civil española (1936-1939).



Desde tiempos de zagal recuerdo algunos términos peyorativos acuñados por el nacionalcatolicismo de la época:
  • “El atraso de España se debe a los ocho siglos de presencia musulmana".
  • "La presencia musulmana es un paréntesis en la historia de España".
  • "Clavar el puñal en la espalda como los moros”.
  • "Hay moros en la costa”.
  • "Utilizar al moro como carne de cañón”.
  • “Despeñaperros”, como topónimo.
  • "Santiago Matamoros", como patrón de España...
  • El último "Suspiro del Moro", en referencia al último rey nazarí Boabdil cuando abandonaba Granada en busca de su destierro a la Alpujarra, aunque no existe constancia histórica del suspiro. Por el contrario, sí existe constancia 
    escrita de que tal "suspiro" fue un invento del el cronista-bufón de Carlos V, fray Antonio de Guevara, encargado de divertir al Emperador durante su estancia en la Alhambra durante 1526, lo que le traerá como premio el obispado de Guadix y Mondoñedo. 
  • O recientemente, la destrucción de la Rawda o cementerio real nazarí con las obras de la A-44 a su paso por Mondújar.
Cabe imaginar que también en la retina colectiva del otro lado del Estrecho "en la antigua Berbería" puedan tener reminiscencias similares como fue la expulsión de los moriscos (1609-1614), las Guerras de Marruecos "del Rif" o el Protectorado español (1913-1956) entre otros desencuentros históricos.

El origen del término “Despeñaperros” hay que buscarlo en la época de la batalla de Las Navas de Tolosa, en 1212, cuando un ejército formado por varios reinos cristianos de la península (Castilla, Aragón, Navarra y Portugal) vencieron a las tropas almohades. Tras ella, a los derrotados “infieles”, se les insultaba llamándolos “perros“, siendo lanzados por los precipicios y peñascos de la zona, por lo que a partir de ese momento, se empezaría a llamar geográficamente “Despeñaperros”. 

Con esta carta de presentación, no es de extrañar que con el tiempo el mundo cristiano convirtiera al Apóstol Santiago en el patrón de la lucha contra los musulmanes bajo el desafortunado término “Santiago Matamoros” exportado a América bajo el término de "Mataindios". En la Iglesia del Salvador de Sevilla existe un enorme cuadro en cuya parte inferior dice: 

“El Señor San Millán de la Orden de San Benito que en la batalla de Simancas, mató 80.000 moros”.



Y cabe preguntarse, ¡de donde vienen semejantes antagonismos y desencuentros entre dos civilizaciones, dos religiones o dos culturas antagónicas que por culpa de la ignorancia llegara a considerarse malditos en tiempos del Cardenal Cisneros los libros escritos en grafía árabe!. Sin embargo, son dos grandes pueblos que están condenados a entenderse por razones de buena vecindad

Es evidente que en torno a la religión se han vertebrado países y “civilizaciones” aunque la tolerancia muchas veces ha brillado por su ausencia. La religión se ha utilizado como una especie de sextante o brújula que nos ha permitido a nivel de civilización cierta cohesión para orientar y canalizar en cierta medida “nuestro rumbo”. 

Si los judíos desempeñaban el monopolio del comercio y de las artes acaparando riquezas, la población morisca era potencial competidora en la agricultura frente a los cristianos viejos (limpieza de sangre). Por tanto, era necesario eliminarlos de la competencia vedándoles el ejercicio a determinadas actividades comerciales. 

La ignorancia de la época permitía identificar al morisco con el turco, moro e incluso árabe “eran infieles al fin y al cabo”, proyectando en nuestras frágiles entendederas que el presunto peligro vendría del Norte de África, al otro lado del Estrecho de Gibraltar, pudiendo poner en peligro de nuevo la integridad del nuevo estado.


La Casa de Dar al Islam “los andalusíes” actuaron como verdadero hilo de transmisión entre la cultura mediterránea y Al Ándalus. A ellos le debemos las traducciones de los clásicos griegos: la medicina de Hipócrates y Galeno, la geografía, astronomía y trigonometría de Ptolomeo, la geometría de Euclides, la física de Arquímedes, la crítica de Aristarco, y la metafísica de Apolonio, Empédocles y Aristóteles que serán traducidas posteriormente al latín en la famosa Escuela de Traductores de Toledo, protegida por Alfonso X el Sabio en la que trabajaron musulmanes, cristianos y judíos. 

Traducciones del griego al árabe y de éste al latín permitieron que el conocimiento fuese conocido en Europa para dotar de base la filosofía medieval y escolástica.

Pero tras la conquista de Granada con la idea de una cruzada permanente contra el Islam tras ocho siglos de la denominada “Reconquista” será el nacionalcatolicismo refractario de nuevo cuño amparado por un clero fanatizado el encargado de la expulsión de los judíos en primer lugar y de la población morisca posteriormente, creando una imagen del “moro” como enemigo tradicional de España que se irá cimentando y alimentando con hostilidad mediante la imagen de corsarios y moriscos españoles refugiados en Berbería.

Después de la expulsión de los judíos el 31 de marzo de 1492 considerada la mayor expresión de intolerancia ocurrida en Europa durante este periodo comenzará el primer acto de otro “genocidio y etnocidio” como resultado de un nuevo proceso histórico cuyo epílogo será “la expulsión de los moriscos” a partir de abril de 1609. 

El Cardenal Cisneros aprovechó la “Revuelta del Albaicín para asaltar la Biblioteca de la Madraza “Universidad granadina” que venía funcionando desde 1349, cuya biblioteca con textos coránicos será llevada a la plaza de Bib-Rambla, donde serán quemados en la hoguera más de 5.000 libros en lengua árabe, muchos de los cuales habían contribuido a preparar el camino para el Renacimiento. Será una de las más tragedias culturales más grandes de Europa al perderse unos escritos que provocaban la envidia de los erúditos de toda Europa.


La sabiduría colectiva de Al Ándalus yacía en la plaza de Bab al-Rambla, el lugar adecuado elegido por Cisneros para realizar una enorme hoguera. Muchos de los que perpetraron tal ignominia no sabían ni leer ni escribir. Varios centenares de manuscritos importantes, serían transportados más tarde por mar a las bibliotecas privadas de Fez.

Los libros en lengua árabe fueron considerados “malditos” para el nuevo marco histórico, siendo pastos de las llamas coránes, tratados de astronomía y astrología, tratados científicos, poemas, títulos de propiedad, etcétera, que acabarán en la hoguera como producto de la intolerancia del nuevo estado refractario.

Todas estas circunstancias servirán como caldo de cultivo para sembrar el descontento y humillación en la población morisca con el resultado de una insurrección que comenzaría en 1500 hasta 1501 recibiendo como castigo la población morisca el bautismo o el exilio si no abjuraban de su religión. El problema iba a dilatarse durante más de un siglo. 

El cardenal Jiménez de Cisneros “centinela de la Iglesia de Roma” estaba convencido de que sólo podrían vencer a los “infieles moriscos” si se aniquilaba por completo su cultura.

En 1497 Pedro de Estopiñán, caballero al servicio del duque de Medinasidonia conquistará Melilla. El Peñón de Vélez de la Gomera en 1508, el Peñón de Alhucemas en 1673, Larache en 1610…Ahora las incursiones o razias serán del lado de España. Un sentimiento de hostilidad hacia el español por parte del “moro” o viceversa.

El noble morisco español tras siglos de convivencia pasará a ser considerado por el nuevo estado teocrático y refractario un enemigo al que se había combatido durante ocho siglos en nombre de la Cristiandad. Las persecuciones de los moriscos españoles a comienzos del siglo XVII contribuyeron a afianzar la imagen del español como enemigo radical del Islam reavivando dicha hostilidad hacia los españoles la llegada masiva de moriscos al Norte de África. 


El 7 de octubre de 1571 tuvo lugar la batalla de Lepanto contra los turcos que amenazaban parte oriental de Europa. España con don Juan de Austria -hermanastro de Felipe II- se puso al frente de la Santa Alianza con Venecia y Roma como aliados. Miguel de Cervantes participó en dicha batalla a bordo de la nave “Marquesa” perdiendo la movilidad de su mano izquierda, lo que le valió el sobrenombre de “el manco de Lepanto”. A las 4 de la tarde había triunfado la Cristiandad sobre la Media Luna y la sangre ambos bandos teñirían las aguas del Mediterráneo. 

En el Quijote, Miguel de Cervantes da testimonio de la importancia de aquella histórica batalla.

El 20 de septiembre de 1575 Miguel de Cervantes en compañía de su hermano Rodrigo abandonaba Italia en la galera “Sol” zarpando del puerto de Nápoles rumbo a España, pero el rumbo de los vientos deparaba a Cervantes una trágica jugada. Tras cinco días de tranquila navegación a lo largo de la costa norte de Italia, la galera “Sol” junto con otras dos galeras, se desprendieron de una flotilla mayor como consecuencia de una fuerte tormenta con fuerte viento hacia la costa francesa “Les Saintes Maries”, donde tres barcos corsarios berberiscos arremetieron contra ellas. Los supervivientes fueron hechos prisioneros y reducidos al cautiverio, entre ellos Miguel de Cervantes y su hermano, Rodrigo. 

Este dramático acontecimiento en la vida de Cervantes, aparece reflejado en La Galatea. Tras cinco años de cautiverio sería liberado el 19 de septiembre de 1580 por el fraile trinitario fray Juan Gil a cambio de un rescate de 500 escudos de oro. Dicho cautiverio del "príncipe de los ingenios" permanecerá durante mucho tiempo en la retina colectiva de los españoles.


La explotación del protectorado de Marruecos a partir de 1912 y la instalación de empresas mineras en el Rif hará que surja un movimiento yihadista contra el colonizador español o europeo “extranjero en definitiva”. 

· La Primera Guerra contra el Sultanato de Marruecos por la defensa de Ceuta, entre 1859-1860.

· Primera guerra del Rif contra las cabilas que rodeaban Melilla, entre 1893-1894.

· La Guerra de Melilla contra las cabilas rifeñas, entre julio y diciembre de 1909.

· Segunda Guerra del Rif o de Marruecos de 1911-1927.

La actuación de la España colonial en el Norte de África durante el siglo XIX y la presencia de marroquíes durante nuestra trágica guerra civil española irá forjando y modelando aquel desencuentro entre ambos pueblos grabado en nuestra retina colectiva. 

El colonizador español tendrá que demostrar su superioridad sobre el colonizado rifeño “moro salvaje y cruel como enemigo ancestral”, lo que se traducirá en actuaciones de rechazo mutuo y sentimientos contradictorios aunque el español se reconoce demasiado en el otro “el moro” aunque tendrá que demostrarle al europeo que es “superior” y que África no comienza en los Pirineos “español-europeo frente a marroquí-africano”. 

El nacionalcatolicismo se ocupará de atribuirle el atraso de España a los ocho siglos de presencia musulmana pero nunca a los privilegios y prebendas de la nobleza y clero mientras el pueblo llano se encontraba en la más absoluta y ancestral miseria. Poco a poco se irá imponiendo la imagen del moro poco sociable con una sarta de vicios: holgazán, traidor, falso, embustero, rastrero, marrullero, codicioso, salvaje y cruel entre otros adjetivos descalificativos. 

La guerra del Rif (1921-1926) contribuirá a mantener viva en el pueblo español una imagen terrible del moro mientras que las clases populares seguirán yendo a morir para defender los intereses de las clases privilegiadas que los explotaban mientras los ricos se salvaban del servicio militar pagando una suma al Estado “redención en metálico”. 

Durante la revuelta minera de 1934 los obreros reivindicarán mejores condiciones de trabajo y mejoras sociales pero el Gobierno de derechas de la CEDA bajarán los salarios agrícolas de 12 pesetas diarias en 1931 a 4 pesetas diarias en 1934 produciendo una enorme regresión social. Para combatir la revuelta minera el Gobierno traerá tropas de Marruecos (la legión, regulares y mercenarios moros). 

Si don Pelayo expulsó presuntamente a los moros de Asturias, no le importó nada a Franco “elegido por la causa de Dios” que las tropas moras profanasen Asturias en 1934 y posteriormente el resto de España durante la trágica guerra civil española. La República verá aparecer de nuevo al moro, no en África sino de nuevo en la Península, surgiendo las visiones terroríficas del pasado.

Si Francia había creado cuerpos autóctonos bajo el mando de un oficial europeo e Inglaterra había hecho lo propio en la India, ¡la España colonial no iba a ser menos!. La participación de tropas marroquíes en el ejército franquista producirá un profundo trauma en la población civil durante la Guerra Civil de 1936. 


La idea de reclutar y organizar fuerzas en las cabilas rifeñas “moros amigos” era un medio de ahorrar vidas a los soldados españoles. Muchos rifeños acudían a alistarse por culpa de las malas cosechas que se traducían en hambre y miseria para la población. Muchos rifeños se alistaban en las tropas españolas del norte de África para obtener un salario, un fusil y adiestramiento militar. 

Gracias a la excelente cosecha de 1921 muchos rifeños lograrán unirse al movimiento de resistencia de las tribus “insumisas”. Desertarán en masa para unirse a los cabileños sublevados en el Rif encabezados por Ibn Abd-el-Krim El-Jatabi que será aplastado y reprimido brutalmente, siendo sustituidos los caídes por otros afectos a España. 

El primer testimonio sobre la utilización de armas químicas se le debe a Ramón J. Sénder (él mismo sirvió en África cuando la Guerra del Rif), quien en su novela “Imán” narra las trágicas experiencias de un soldado de origen campesino y, a través de éste, los efectos del gas en las tropas españolas. 


En los años de la República se siguió practicando, respecto a las tribus del Rif, la misma política que bajo la dictadura de Primo de Ribera. Para evitar la deserción y contener contentas a sus tropas moras los oficiales españoles les dejaban cometer todo tipo de violencias y atrocidades que quedaban impunes (robos, saqueos y violaciones amparados por sus jefes). 

Durante la guerra civil, decenas de miles de marroquíes serán “atraídos” por el bando franquista con la promesa de altos salarios. Pero la población verá que muchos de los regulares cabileños que pasaron a España no volverán quedando las familias sin noticias y sin dinero. Por tanto, hablar de voluntarios marroquíes es una verdadera falacia.

Miles de familias empujadas por el hambre, enviaron a sus hijos al matadero bajo la única consigna: ¡disparar o a morir en combate para ir al paraiso!". Cuando los supervivientes volvieron a Marruecos, comprobaron "in situ" que después de tantas promesas incumplidas, algunos supervivientes mendigan con sus raquíticas pensiones.

Los moros que trajo Franco
en Madrid quieren entrar.
Mientras queden milicianos
los moros no pasarán.


Coplilla popular al comienzo de la Guerra Civil.

Los feroces guerreros con turbantes ayudaron a Franco en su cruzada contra el "infiel ateo". Después de tantas promesas, solo les quedaba el olvido y la indiferencia.

«Cuando florezcan los rosales de la victoria, nosotros os entregaremos las mejores flores». 

«Valientes soldados marroquíes, os prometo que cuando acabe la contienda a los mutilados les daré un bastón de oro». 


Arengas de Franco a los moros.

La insuficiencia de la paga era compensada por el robo y el saqueo fomentado por sus mandos franquistas. La toma de las ciudades adquiría caracteres de razia: entrada a sangre y fuego, violaciones, incendios, asesinatos de la población civil. Las atrocidades de las tropas marroquíes en territorio peninsular no diferían de las cometidas en el Rif.

Por tanto, Franco no sólo utilizó al “moro” como carne de cañón, sino también como arma psicológica contra el pueblo español por el terror que inspiraba el "moro". Se trataba de desmoralizar y aterrorizar a los soldados republicanos “rojos” descargando su odio y resentimiento contra los españoles del otro bando, con la complicidad de los mandos. 

Pero de todos los actos de barbarie de los “moros” en España, los que más traumatizaron a la población y que quedarán grabados en la memoria colectiva fueron las mutilaciones: destripar, cortar la cabeza, las orejas, las narices, los testículos, etc. Estos actos de salvajismo, corrientes en la guerra colonial, no sólo lo practicaban los marroquíes, sino también los legionarios tanto españoles como de otros países europeos. Que esos actos se cometiesen en Marruecos, aunque reprobables, se consideraba casi normal, al considerarse a las víctimas casi “salvajes”, pero que se cometiesen en la “Europa civilizada” era inadmisible.

Las airadas arengas del general Gonzalo Queipo de Llano -conocido como el virrey de Andalucía- a través de Radio Sevilla, durante la Guerra Civil, fueron muy numerosas. Las emisiones proyectaban un odio visceral incitando al asesinato y a la violación de mujeres que se encontraban en la zona republicana, cebando los más bajos instintos de las tropas coloniales africanas para acometer violaciones múltiples: 

“Nuestros valientes legionarios y regulares han enseñado a los cobardes de los rojos lo que significa ser hombre. Y, de paso, también a las mujeres. Después de todo, estas comunistas y anarquistas se lo merecen, ¿no han estado jugando al amor libre? Ahora por lo menos sabrán lo que son hombres de verdad y no milicianos maricas. No se van a librar por mucho que forcejeen y pataleen”.

Así, la guerra civil española contribuyó sin duda alguna, a perpetuar y afianzar la imagen que del moro se tenía. Un largo periodo de desencuentros e intolerancia que han quedado guardados en la memoria colectiva y que sólo la cultura de ambos países irá diluyendo.

Paseando por el Paseo de Hasan II en la ciudad santa de Fez, un mamarracho "muharrig", nos llamaba la atención a varios matrimonios que íbamos paseando por la avenida principal al observarnos agarrados de la mano con nuestras esposas. Era evidente que las demostraciones públicas de afecto entre un hombre y una mujer siguen sin estar bien vistas por aquellos que permiten que la mujer siga ocupando un segundo plano en su sociedad. 

Casi todas las mujeres se colocan el tradicional chador e hiyab aunque también se observan muchos niqab, posiblemente porque les otorga cierta seguridad, sobre todo en las áreas rurales,lo que me dio a entender que en la igualdad de género, aún les falta un largo camino por recorrer. 


...Y entonces me acordé lo que me manifestara nuestro guía Abdul II:

"Aunque Marruecos estaba a tan sólo 40 minutos de distancia de España, mentalmente era posible que estuviésemos a varios siglos de distancia". 

Aunque pienso volver a Marraquech -porque visitar Marruecos para impregnarnos de su cultura siempre merece la pena-, si Dios o Alá lo estima oportuno.

"Salam Aleykum".
"Que la paz sea contigo".


P.D. Es indudable que tras la presencia judía y musulmana en Al Ándalus durante siglos, muchos ciudadanos de España poseen un legado genético de ambas civilizaciones que ha pasado a formar parte de nuestra propia identidad histórica modelada a lo largo de los siglos. La huella islámica sigue presente en nuestro vocabulario, en el urbanismo, en la toponímia de muchos pueblos y ríos, en los regadíos y en nuestra manera de ser, sobre todo, en el sur de España.

Mientras la luz de una espléndida civilización declinaba lentamente en la Península Ibérica en 1492, el asentamiento de la población morisca en Berbería contribuiría a su renacimiento cultural ejerciendo una importante influencia en el Norte de África. Este hecho histórico contribuyó a que pasaran en poco tiempo de la Edad Media a la Edad Contemporánea. Aunque son evidentes los esfuerzos en grandes infraestructuras y obras públicas en pleno siglo XXI, nos sigue dando la impresión en nuestra reciente visita, de que aún permanece estancado este país de grandes contrastes sociales (al menos en cuestiones de mentalidad).


Bibliografía

Historia 16 “Que vienen los moros!, por María Rosa de Madariaga. 

domingo, 28 de enero de 2018

Las cuevas de Guadix



"Cuando el grajo vuela bajo, hace un frío del carajo".
"Cuando el grajo se posa en los balcones, hace un frío de cojones".

Dicho de nuestra tierra.

Una gélida y encapotada mañana de enero colocamos nuestro sextante cultural junto a los pies de Sierra Nevada donde se encuentra ubicada Guadix, una ciudad histórica y monumental de continuos contrastes. El barrio de las cuevas con sus encaladas chimeneas, capta la retina del viajero.

El barrio de las cuevas excavado por las manos del hombre es desde tiempos muy pretéritos una de las más importantes seña de identidad de los accitanos. La esencia de una tierra con esparto entre blancas chimeneas encaladas que se manifiestan exteriormente en la configuración del paisaje que a través de la orografía del terreno abraza a sus habitantes en su propio domicilio. 

La chimenea cumple dos funciones: buscar en la altura la mejor circulación del aire que favorezca la extracción del humo y al mismo tiempo evitar que durante el gélido invierno queden sepultadas por las nieves que puedan acumularse en las cubiertas.

Bella panorámica del casco histórico de Guadix, desde las cuevas.
Por algo, Guadix está considerada “la capital europea de las cuevas” al estar censadas 2.000 de ellas existiendo 6.000 en el entorno del Valle de Guadix con más de 20.000 cuevas viviendas repartidas por toda Granada y su área de influencia territorial.

El origen de las antiguas cuevas de Guadix se pierde en la noche de los tiempos, siendo considerado uno de los asentamientos humanos más antiguos de España. Estas cuevas nos retrotraen a la prehistoria, cuando nuestros antepasados las utilizaron como refugio natural. Por tal motivo, las viviendas que en ellas se albergan se han denominado con el término troglodita que viene del latín "troglodyta", y a su vez del griego antiguo "τρωγλοδύτης", de τρώγλη (caverna).


Guadix llegó a ser cruce de caminos y crisol de culturas dándose asentamientos y testimonios humanos desde la Edad de Piedra y de los Metales en su etapa prehistórica pasando por los fenicios que se supone que fundaron Acci con fines comerciales hacia el 1.000 a.C., pasando por los romanos, visigodos, andalusíes y cristianos.

Durante mucho tiempo las cuevas tuvieron un carácter marginal, aportando valiosas informaciones etnográficas de los antiguos moriscos y población medieval. Al igual que los andalusíes construían sus viviendas buscando la protección de la alcabaza, la población cristiana se forma en torno a su catedral, mientras que la población morisca más tarde buscará cobijo en las cuevas viviendas que simbolizan un lugar de encuentro entre el hombre y su historia donde la memoria ocupa un lugar importante como seña de identidad.

La retina del recuerdo nos proyecta de alguna manera la antigua Bobastro de Omar ben Hafsum donde sus habitantes excavaban en la roca de arenisca las casas cuevas, los silos y los aljibes para soportar un largo asedio si era necesario.


Desde la catedral de Guadix a través de la calle de la loma nos dirigimos a visitar las viviendas cuevas, donde nos esperaba la cueva de José para ser visitada, quien nos manifestó que es la cuarta generación que vive en la cueva, destacando su grata temperatura interior en cualquier estación del año. 


La misma arcilla extraída de las cuevas servía a los alfareros en la elaboración de la cerámica. En las antiguas cuevas, los picadores construían dependencias como la cocina con su chimenea para cocinar, el cuarto de baño, la cuadra con sus utensilios y aperos para las faenas del campo. Las más grandes podían tener hasta la pocilga donde engordar a los marranos para las matanzas.

Desde el mirador de las cuevas -donde existe una silla de “Guadix de cine”- se puede observar varias vertientes de Guadix: las viviendas cuevas con su hábitat, el entorno de su casco histórico donde brilla con luz propia la catedral y el Guadix moderno.

Sin embargo, las cuevas de Guadix han dado un salto cualitativo en el tiempo al ser consideradas en el siglo XXI como viviendas bioclimáticas “entre 18ºC y 22ºC” y sostenibles siendo un elemento cultural y etnográfico diferente a otras zonas de España y de Europa. 

Muchas cuevas han sido destinadas como hoteles, bodegas, e incluso existen rutas trogloditas “trogloturismo”. Algunas fachadas de las cuevas parecen un centro de interpretación donde se muestran los oficios vinculados con las mismas dentro del patrimonio cultural y etnográfico “carros de caballería, aperos de labranza, yugos de animales, cerámica, etcétera”.

Las viviendas cuevas producen lo que en nuestra tierra se denomina el tradicional “efecto botijo”, es decir, que sus paredes son frescas en nuestro tórrido verano respetando al mismo tiempo la temperatura durante el gélido invierno a los pies de Sierra Nevada, lo que hacen que muchas familias opten por vivir dentro de las viviendas cuevas al ser económicas con respecto al gasto energético. Muchas personas optan por vivir en las cuevas insonorizadas frente a una vivienda tradicional. 

Ante la realidad socio-cultural, la rehabilitación de las cuevas viviendas permitirá ir eliminando poco a poco la infravivienda para ir adaptando su hábitat con los servicios básicos como el saneamiento, alumbrado público o el arreglo de sus calles. Las viviendas cuevas sostenibles y ecológicas se han convertido en una fuente de ingreso a través del turismo, despertando los sentidos de quienes la disfrutan  y al mismo tiempo los sentidos de quienes la visitan.

Todavía en esta ruta nos esperan el puerto de la Ragua a -2ºC en busca de Láujar de Andarax, en la Alpujarra almeriense, testigo de acontecimientos históricos como la muerte de Boabdil, "Morayma" y "Aben Humeya", cabecilla de la sublevación morisca. Pero eso formará parte de otra interesante historia del blog de mis culpas

Desde Guadix, en la cueva de José, para el blog de mis culpas...


P.D. Salvando las distancias, no podemos olvidar los "castilleros" de mi pueblo de tiempos pretéritos cuyo etimología tuvo casi siempre una connotación negativa al tratarse en general de personas que por circunstancias buscaban protección al abrigo del castillo y de sus torres habitables, en cuevas o casas humildes de teja vana que vivían en unas condiciones infrahumanas al brillar por su ausencia el servicio de alcantarillado y de agua potable junto con la falta de escolarización. Lo que sí abundaba era la extrema necesidad.


Enlaces interesantes

Visita a la monumental Guadix

Entre el Puerto de la Ragua y Laujar de Andarax, en la Alpujarra almeriense

domingo, 15 de octubre de 2017

Entre la Axarquía “Al Sharq” y las Alpujarras. Efluvios moriscos ante su luctuoso destino

Monumento en recuerdo a los vecinos de la antigua Madinat Antiqira" Antequera"

“Yo creo que el ser de Granada me inclina a la comprensión simpática de los perseguidos. Del gitano, del negro, del judío…, del morisco, que todos llevamos dentro”.

Entrevista de Gil Benumeya a Lorca en 1931

Breve introducción

Cuando el poeta Antonio Machado escribió “Españolito que vienes al mundo, te guarde Dios, una de las dos Españas ha de helarte el corazón” en el contexto de la trágica Guerra Civil española, sus atemporales palabras se convirtieron en un verdadero referente en la Historia de España que se proyecta incluso hasta nuestros días. 

Es evidente que en el año 1492, una de esas dos Españas -la integrista, intolerante, rancia y refractaria como idea de Castilla- le helará el corazón a la España sefardí como prólogo de lo que ocurrirá más tarde con la población autóctona morisca, traumatizada y clandestina entre 1609 y 1614 que tuvo que soportar la pesada carga del exilio. 

Cabe imaginar la nostalgia y añoranza que sentiría aquella población morisca al verse obligado por la fuerza de las armas a abandonar su propia tierra y escuchar al mismo tiempo como celebraban el ansiado momento los cristianos viejos su desarraigo, con el repique de campanas sobre los alminares cristianizados en los puertos que abandonaban, como dijera el poeta rondeño del siglo XIII, Abul Beka.

Ya llora al ver sus vergeles
y al ver sus vegas lozanas
ya marchitas,
y que afean los infieles,
con cruces y con campanas,
las mezquitas.

Abul Beka, poeta rondeño del siglo XIII

Unas señas de identidad de un pueblo que junto con la memoria y el conocimiento quedarán borradas del mapa de la península definitivamente. La nueva invención política Iglesia-Estado comenzaba a polarizar sentimientos con el único objetivo de afianzar sus privilegios en el nuevo marco histórico. 

Después del Renacimiento andalusí -el primero de Europa- España padeció la Edad Media más larga de la historia del Viejo Mundo. Al comenzar la conquista de Al Ándalus por parte de los reyes cristianos, los musulmanes pasaron a llamarse mudéjares para posteriormente “convertirse al catolicismo” con el nombre de moriscos, siendo finalmente expulsados por la España integrista, dejando de ser oficialmente españoles.

La Casa del Islam en Al Ándalus "Dar al Islam" actuó como verdadero hilo de transmisión entre la cultura mediterránea y los andalusíes. Aparte de la cultura del agua y huertas, cultivaron la literatura, la ciencia, la filosofía y el arte islámico como se pudo demostrar con la captura de Toledo en 1085 que hizo adelantar inmensamente los conocimientos de los cristianos revelando la esfericidad de la tierra 400 años antes de Colón.

A ellos le debemos también las traducciones de los clásicos griegos: la medicina de Hipócrates y Galeno, la geografía, astronomía y trigonometría de Ptolomeo, la geometría de Euclides, la física de Arquímedes, la crítica de Aristarco, y la metafísica de Apolonio, Empédocles y Aristóteles que serán traducidas posteriormente al latín en la famosa Escuela de Traductores de Toledo, protegida por Alfonso X el Sabio en la que trabajaron musulmanes, cristianos y judíos.

Traducciones del griego al árabe y de éste al latín permitieron que el conocimiento fuese conocido en Europa para dotar de base la filosofía medieval y escolástica.

La expulsión de los sefardíes y moriscos no debiera ser un episodio menor en nuestra lacerante historia. El término morisco tuvo en su origen unas connotaciones despectivas y se ha empleado para designar a los miembros de una comunidad acosada y vencida. Este vocablo denomina a los musulmanes españoles o “cristianos nuevos” que se convirtieron por la fuerza al cristianismo para intentar proteger sus propiedades y evitar el trágico exilio.

Los moriscos descendían de los mudéjares, del árabe mudadjan (sirviente), término que se aplicaba a los musulmanes que permanecieron bajo la dominación cristiana después de la Reconquista, abonando un tributo al señor cristiano.

No cabe duda de que la expulsión de los moriscos fortaleció la nobleza junto con la Iglesia, al apropiarse de las propiedades de éstos, estableciendo condiciones más abusivas al campesinado para su explotación, con el fin de recuperar pronto las pérdidas causadas por la despoblación.

“Sólo podréis llevaros aquello con lo que pueda cargar vuestro cuerpo”.

Atrás quedaba anclado en la retina de la memoria un pasado cargado de nostalgia. Las viñas que plantaron sus abuelos con muchos sudores y que ahora quedarán incautadas en manos del Inquisidor, para ser pasto de la cizaña. No se podrán llevar ni sus hogares, ni sus tierras, ni las viñas, ni los árboles que plantaron sus ancestros… Ni tampoco los gusanos de seda, ni las acémilas, ni los caballos, ni las cabras que daban la leche para sus hijos, ni las gallinas… 

Omnis potestas a deo est “Todo el poder viene de Dios”.

¡Quien delatara a un morisco cobraba un porcentaje de sus bienes!. El resto lo confiscaba el Estado y una parte estaba destinado para la Iglesia “La Inquisición” como justo precio por su amparo sin fisuras. Aquí comenzaba el gran negocio para el nuevo Estado, que al igual que ocurriera en 1492 con la expulsión de los judíos sefardíes, no les movía el corazón sino el ansiado botín.

La población morisca tan sólo reivindicaba el derecho humano a ser quienes eran. El morisco converso que ya no era musulmán sino cristiano nuevo al “estar bautizado”, si permanecía en la península se arriesgaba a ser acusado de herejía por el Tribunal de Inquisición. Muchos moriscos para evitar su expulsión se tuvieron que refugiar como proscritos en los bosques de Sauceda en la provincia de Cádiz, en la Axarquía en la provincia de Málaga, en las Alpujarras de Granada y Almería o las escarpadas montañas de la Cabecera del Júcar “Xúquer” en Valencia entre otros lugares, después de haber malvendido todos sus bienes que no podían llevar consigo.

Un trabajo realizado por el profesor Martínez Gomis nos recuerda la figura de los "morisquillos" que fueron llevados a la ciudad de Alicante para ser adquiridos por las clases privilegiadas de siempre que se convirtieron en cómplices "nobles, eclesiásticos, funcionarios y gente de carrera". Una gran oportunidad de adquirirlos a precio de coste, siendo tratados como esclavos. La presencia de niños moriscos abarató el mercado de esclavos.

La consecuencia directa de la expulsión de los moriscos se deja ver a partir de 1570, cuando su marcha forzosa a otros lugares del Reino o fuera de él hace necesaria una repoblación, ya que había que evitar el abandono de los sistemas de cultivo tradicionales, basados en técnicas moriscas para el aprovechamiento del agua. Las crónicas de la época informan que la producción de la seda, el azúcar “assúkkar”, la almendra y el aceite “azzeit” de oliva estaban en peligro al ser unos recursos económicos fundamentales para las villas y pueblos.

El Bando de Felipe III decreta la expulsión de los moriscos y gitanos:

“(...) todos los Moriscos de este Reyno así hombres como mugeres, con sus hijos, dentro de tres días de como fuere publicado este Bando en los lugares donde cada uno viue salgan dél, y vayan a embarcarse a la parte donde el Comisario les ordenare, lleuando consigo lo que pudieren en sus personas.

Los dichos Moriscos, hallados fuera de su propio lugar, pueda cualquier persona sin incurrir en pena alguna prenderle, y desbalijarle, entregándole a la Iusticia; y si se defendiere, lo pueda matar.

Item, que qualquiera de los dichos Moriscos que escondiese, o enterrare ninguna de la hazienda, o la pusiere fuego, y a las casas, sembrados o arboledas, incurran en dicha pena de muerte (...).

Ordenamos y mandamos, que todos los gitanos, que al presente se hallaren en estos nuestros Reynos, salgan de ellos dentro de seis meses (...) y que no vuelvan a ellos so pena de muerte”.

La expulsión de los moriscos por Felipe III el 9 de abril de 1609 desencadenó un rosario de medidas que afectaron a la totalidad de las comunidades de origen musulmán originando el transvase de la mayoría de los moriscos al Norte de África. La expulsión generó numerosos problemas de orden político-jurídico y teológicos-morales.

Para paliar los problemas teológicos-morales se formó una "Junta de Teólogos" que absolvió de toda responsabilidad al monarca. La expulsión se inició con los moriscos valencianos. El bando de expulsión se publicó el 22 de septiembre de 1609, por orden del virrey de Valencia, Marqués de Caracena. En un plazo de cuatro meses la mayor parte de los moriscos valencianos habían abandonado el país, lo que da idea de la envergadura de la operación utilizando la casi totalidad de la flota disponible para tan luctuoso destino.

Se produjeron algunas revueltas que fueron reprimidas por los tercios de Lombardía.

Los decretos de expulsión y pureza de sangre cierran uno de los capítulos más vergonzosos de nuestra historia. Un genocidio que provocó el desarraigo y el éxodo de la población morisca hacia ninguna parte (se calcula que fueron entre 350.000 y 500.000).

No era por tanto nada extraño que al finalizar "la operación quirúrgica" de la expulsión de los moriscos se cantaran en todas las catedrales el solemne "Te Deum laudamus" dando gracias a Dios por tan "magna empresa".

“A moriscos y judíos les obligaron a entrar en la Iglesia por infieles. Sin embargo, a los gitanos los sacaron de ella por gitanos”.

Posiblemente tengamos el velo delante de nuestra retina al utilizarse todavía peyorativamente el término moro, matamoros o marrano cuando nos hemos referido al judeoconverso o al morisco sin saber que sus huellas forman parte de nuestro ADN histórico.

Al Ándalus duró casi ocho siglos (711-1492) con su proyección posterior de la presencia islámica hasta 1609, fecha de la definitiva expulsión de los moriscos. Nueve siglos de presencia andalusí frente a los seis de la Hispania Romana (211 a.C.- 409 d.C.).

Los vasallos moriscos eran considerados como mano de obra barata y además tributaban más impuestos que los cristianos viejos. En 1526, las aljamas pidieron a Carlos I que subsanase este agravio comparativo, a lo cual accedió éste, acordando que se equipararan los tributos entre moriscos y cristianos viejos. Expulsión e Impuestos. “La expulsión de los moriscos en Alicante” de Gerardo Muñoz.

Las sucesivas órdenes inquisitoriales obligaron a mantener abiertas las puertas de los moriscos. La sabiduría popular solapó al cerramento exterior unas cortinas sonoras para salvaguardar la intimidad del hogar y a la vez escuchar a quien entraba.

El zaguán se convirtió así en el primer elemento arquitectónico de resistencia. Y allí se colgaban templete de vírgenes, crucifijos o azulejos “azzuláyǧ” con el “Dios bendiga esta casa”, evidencias católicas para impedir que el inquisidor atravesara el umbral.

La denominada taqya, concepto coránico que permite al musulmán realizar prácticas ilícitas o haram en casos de necesidad, siempre que las hagan de corazón para conservar la fe y la vida. La taqa era una pequeña alacena donde se guardaban los objetos personales más íntimos del andalusí como el Corán o el misbah “especie de rosario” para el morisco. Descubrir el contenido escondido de la taquilla privada equivalía a la revelación pública de su alma clandestina. A la persecución. A la muerte. De ahí proviene la expresión moderna “salir del armario”.

El nacionalcatolicismo de la época nos ha proyectado desde tiempos inmemoriales de que no eres verdaderamente español si al mismo tiempo no eres católico. Una sinrazón que provocará el exilio de cientos de miles de moriscos cargados de angustia, nostalgia y desesperación y como consecuencia, la pérdida de sus señas de identidad en España.

Los moriscos eran los más expertos del Reino en temas tan vitales como la agricultura y la cultura del riego por acequias, el cultivo de la morera, la producción de seda, el cultivo del arroz, de la caña de azúcar, de las hortalizas, olivos, naranjos o la vendimia, amén de la pérdida irreparable que sufriría el Reino en la hacienda al recaudar menos impuestos. Los agricultores moriscos fueron auténticos pioneros en el cultivo en terrazas en las laderas de las montañas que evitaba la erosión de los montes y el aprovechamiento del agua.

Y aún así, la Corona española con su escasa altura de miras prefirió expulsarlos de su verdadera tierra autóctona y también de la de los padres de sus padres. 

¡Era necesario borrar de la Memoria Colectiva a los moriscos!.

El bando de expulsión provocó una especie de “esquizofrenia colectiva” en los cristianos nuevos que no sabían si decantarse hacia las posiciones de uno u otro lado al tener nombres árabes para su familia y recién bautizados para la Iglesia con nuevos nombres cristianos. La población morisca estaba angustiada por el duro golpe recibido. Un azote brutal que comenzó a dividir a las familias moriscas.

Llamarse con nombre católico era condición indispensable para salvar el pellejo. También hacía falta cambiar los apellidos para acreditar la ascendencia del converso. Algunos moriscos o judíos adinerados dotaron a la familia de un cristiano viejo para casarlo con una de sus hijas, añadirse sus apellidos y asegurar el futuro de su estirpe.

La población morisca cuyo noble oficio era el de cultivar la tierra no era ni un enemigo político ni un enemigo militar que representara un peligro para el poder de los Austrias aunque fueran considerados por el nuevo Estado como excluidos de la nueva sociedad por ser una “civilización antagónica” a dicho Estado: Cristiandad e Islam por la hegemonía del Viejo Mundo. 

La pérdida de la guerra en favor de las tropas cristianas dará lugar con el tiempo al epílogo de “lo morisco” como entidad social y cultural arraigada en un hábitat concreto durante siglos. Sólo quedarán grupos residuales a los que se les había arrebatado sus señas de identidad como prólogo a su posterior genocidio. 

Una minoría “sin historia nacional” tras la desaparición del Estado musulmán que encontraron su último reducto en las olvidadas montañas de la Axarquía, la Sauceda, las Alpujarras o las escarpadas y ásperas montañas de la cabecera del Xúquer en Valencia y que sin embargo, generaban a la sociedad de su época un conflicto social y cultural frente a los “cristianos viejos”.

El Duque de Lerma y Marqués de Denia, Don Francisco de Sandoval y Rojas, Válido de Su Majestad Felipe III, dispuso en el reino de Valencia, para los días 23, 24 y 25 de septiembre de 1609 el mayor oprobio e ignomínia -junto con la expulsión de los judíos en 1492-, de la que España se debiera sentir avergonzada. 

Miles de seres humanos inocentes y hambrientos, con sus alforjas cargadas de nostalgia y miedo se dirigían hacia los puertos establecidos para su expulsión. Reatas de moriscos tratados como bandoleros que transportaban los restos de sus vidas en albardas cargadas de olvido con el estigma de la expulsión. 

El primer lote de moriscos embarcan el 6 de octubre de 1609 desde el puerto de Alicante y los últimos saldrán oficialmente en 1614. 

En el Levante se establecieron 7 puertos para la salida de los moriscos: Alicante, Villajoyosa, Javea, Denia, Valencia, Moncofar y Vinaroz. También se habilitaron los puertos de Sevilla, Málaga, Gibraltar, Almuñécar, Motril, Cartagena y Murcia. 

Los portes corrieron a cargo de las arcas públicas durante los primeros momentos. Los siguientes embarques fueron sufragados por el morisco con recursos si no querían pasar el mismo trance que sus parientes pobres. El caos lo aprovecharon los saqueadores de las casas moriscas en tierra firme y armadores. A la bancarrota del negocio de la seda y del abandono de los campos, se unió el escándalo de las miles de monedas de vellón falsas que los ladrones pusieron de golpe en circulación tras robárselas presuntamente a los moriscos. Un desastre económico, político, social y cultural de enormes dimensiones.

Algunos moriscos eran condenados por herejía "post mortem" con tal de apropiarse de sus bienes raíces.

Los menos pudientes tomaron a la conversión los apellidos de sus señores a cambio de seguir cultivándoles las tierras como esclavos. De ahí proviene el conocidísimo “el que tiene padrino se bautiza”. Sea a cambio de dinero, matrimonio o de trabajo.

El nombre en hebreo y en árabe comienza designando el nombre del primer hijo varón. A esta fórmula se le llama kunia y de ahí proviene la deformada expresión “alcurnia”. Luego e añade tu nombre sencillo, el que te asignaron tus padres, a los que mencionas después hasta la tercera generación…

La huella morisca es la revelación de una parte clandestina y traumática de nuestro pasado a través de los efluvios y reminiscencias que aún mantenemos latente en nuestras costumbres y paisajes que nos rodean, de un legado de lo que fuimos que se proyecta hasta nuestros días.

También los moriscos transfirieron a la cultura cristiana parte de su patrimonio. Hasta no hace mucho tiempo se podían observar a las mujeres de Mojácar (Almeria) llevando la almalafa –vestido moro que cubría desde los hombros hasta los pies.

Aunque en Vejer de la Frontera, la vestimenta tradicional de la mujer vejeriega “la cobijada” tiene un origen castellano que se remonta a los siglos XVI y XVII, es evidente que posee reminiscencias andalusíes.

A pesar de la crueldad de los decretos de expulsión y pureza de sangre, muchos fueron los moriscos que decidieron quedarse dispersos y ocultos. Europa no fue el destino natural de los moriscos porque temían padecer idéntica persecución religiosa al haber calado el confesionalismo entre reyes y papas. 

Miles murieron en el tránsito hacia Berbería ahogados en el mar. Los que lograron alcanzar tierra en el Norte de África, fueron bien acogidos por pueblos más pobres económica y culturalmente que ellos. A muchos de esos moriscos sin patria también fueron tratados como extranjeros en sus lugares de destierro. 

Los moriscos actuarán en ciudades como Túnez y otros pueblos del norte de África como auténticos embajadores de una cultura hispanoárabe con sustrato andalusí fundando nuevos núcleos de población, rechazando los matrimonios mixtos con tunecinos de origen.

Los moriscos fueron expulsados de la península por descender de musulmanes. En Berbería sufrieron un desprecio similar por parecer cristianos y no hablar árabe. Desde el Atlántico hasta el Egeo, los moriscos que residieron en Berbería prefirieron llamarse andalusíes. 

Los que no pudieron huir de la península serán considerados como presuntos quitacolumnistas islámicos por el nuevo Estado. Otros se vieron obligados a echarse al monte para resistir “los monfíes”, auténticos precursores de los maquis.

Y por último, los que se mezclaron con los gitanos errantes, quicalleros en su mayoría (de ahí proviene la expresión despectiva quinqui).También hubo quienes huyeron a las afueras de las alcazabas y los recintos amurallados, en chozas o cuevas como las del Sacromonte o pueblos tan genuinamente moriscos como Baza o Guadix entre otros.



Visita a la Axarquía "al-Sharq" (Frigiliana y Vélez Málaga)

Hace 500 años que perdí mi lengua

Carlos Cano

Desde Morón, tierra de la Cal, del Flamenco y de nuestra propia esperanza, en cuyo término ejercieran su influencia en tiempos pretéritos José María “El Tempranillo” y “El Pernales” sin olvidar a nuestros paisanos Fernando Villalón, Julio Vélez y Juan Antonio Carrillo Salcedo entre otros, colocamos nuestro sextante autodidacta en la Axarquía “al-Sharq” que al igual que las Alpujarras impregnan y estimulan a la retina del viajero bajo su aires moriscos cargados de historia.


En esta ocasión visitamos la otra Málaga, la más exótica y auténtica ubicada en el Parque Natural de las Sierras de Almijara, Tejera y Alhama donde su río Chíllar con su afluente Higuerón, nos lleva hasta Nerja y los acantilados de Maro. Pueblos encalados con sus puertas azules que nos proyectan de alguna forma tiempos pretéritos bajo su clima subtropical. 

Transitando por algunos territorios nos hemos impregnado de bellos términos andalusíes tales como Al Gharb "occidente de la antigua Al Ándalus", Al Sharq "parte oriental", Algarbía " parte occidental o poniente de la provincia de Málaga en tiempos de Al Ándalus, y que actualmente forma la Comarca Natural del Valle del Guadalhorce sin olvidar Al Magrib "donde se pone el sol", orígenes de muchos pueblos que llegaron a Al Ándalus.

Algunos pueblos que forman la Axarquía: Vélez Málaga, Nerja, Torrox, Frigiliana, Sayalonga, entre otros.

Algunos pueblos que forman parte de la Algarbía o poniente malagueño: Alhaurín el Grande, Alhaurín de la Torre, Álora, Cártama, Coín, Valle de Abdalajís, entre otros.

Visitando la Axarquía junto con las cercanas Alpujarras se percibe en la "Memoria Colectiva de los Pueblos" que la expulsión de la población morisca no fue un episodio menor en nuestra lacerante historia. Los pueblos blancos con sus angostas y empinadas callejuelas jalonan nuestros paisajes cuyos efluvios y reminiscencias de tiempos pretéritos se han convertido en legado que pervive en la retina de nuestra historia, proyectándose de alguna manera hacia nuestra memoria colectiva como pueblo que intenta recomponer nuestro pasado, reinterpretar nuestro presente para que de forma aséptica, afrontar también nuestro futuro y el de nuestros hijos.

Las páginas de la historia nos recuerdan que desde el siglo IX la alquería de Frigiliana estuvo situada en la antigua cora de Rayya, formando parte de la zona de influencia del caudillo Omar Ben Hafsun, que se enfrentó al propio emir de Córdoba, Abderramán II.

La antigua Bobastro

Omar ben Hafsún no fue un “bandolero andalusí” en el sentido etimológico del término sino que siendo defensor de la vida campesina, Omar era contrario a la organización estatal de los omeyas y no estaba de acuerdo en la forma de gobernar éstos, que vivían en el despotismo y en la opulencia.

Omar ben Hafsún fue un personaje histórico a caballo entre el Islam y el Cristianismo que logró mantener en jaque durante 50 años el poder emiral de la antigua Córdoba -la ciudad más importante de la Europa de su época-, consolidando la mítica ciudad de Bobastro como epicentro de una rebelión que pudo cambiar el curso de la historia de Al Ándalus.

Omar ben Hafsún intentó establecer un pequeño estado independiente en Al Ándalus a finales del siglo IX y comienzos del X con capital en la “inexpugnable Bobastro”. Controló territorios que se le escapaban al Emirato de Córdoba, llegando a extender sus dominios en la antigua Elvira y Jaén por el este, la región de Ishbiliya por el oeste, Rayya (Málaga y la Axarquía) y el control absoluto de la Serranía de Ronda y los valles de Algeciras. 

En septiembre de 917 muere Omar ben Hafsún. Tras su muerte, Abderraman III sitia Bobastro y el 19 de enero de 928 la bandera de los omeyas comienza a ondear en la torre más alta de la fortaleza. Termina una de las épocas más convulsas de Al-Ándalus y al mismo tiempo comienza el periodo más glorioso de su historia que tiene como protagonista al califa Abd al-Rahman III que ejerce en torno a su persona el poder político y religioso.


Es constatable en Frigiliana restos neolíticos y también la presencia de fenicios y romanos pero sobre todo a partir del siglo VIII, será con la llegada de los musulmanes a la península cuando Frigiliana adquiera una especial relevancia en la comarca de la Axarquía, alcanzando un notable desarrollo urbano y económico, siendo escenario de un episodio tan significativo como fue la Rebelión de los Moriscos de 1569, auspiciada por las prohibiciones impuestas por los nuevos regidores cristianos, desencadenando la expulsión de los moriscos, y como consecuencia la despoblación y el hundimiento de la alquería de Frigiliana. 

Aún se mantiene hoy en día a modo de legado su Barrio Mudéjar calificado de Bien de Interés Cultural (B.I.C.), una estructura arquitectónica popular de origen árabe, lo que ha auspiciado que Frigiliana fuera galardonada con el Primer Premio Nacional de Embellecimiento de los Pueblos de España en 1982 y el Primer Premio del Concurso de Mejora y Embellecimiento de los Pueblos de Andalucía en 1989. 

Un barrio "al rabbad" que acoge cada mes de agosto el Festival de las Tres Culturas como símbolo del espíritu de convivencia que el pasado se dio por estas tierras.

En Frigiliana nos encontramos uno de los barrios moriscos mejor conservador de Andalucía. Entre la angostura de sus callejuelas empinadas comenzamos a subir por la calle Real hasta la calle Hernando el Darro que nos llevaba al Barrio Alto o “Barribarto” y bajar por la calle Zacatín entre comercios, plazas, algún que otro terrao y tabernas, destacando las cubiertas de tejas árabes y la belleza de las casas que proyectan su blancura con la tradicional cal con sus puertas de color añil, lo que produce una atmósfera morisca que al igual que en Las Alpujarras producen en las viviendas el tradicional “efecto botijo”, es decir, con la cal transpiran las paredes refrescando las viviendas en verano y mantiendo la temperatura en invierno. 


Recorriendo las sinuosas callejuelas se observan en algunos de sus muros varios paneles de azulejos “azzuláyg” que nos recuerdan la rebelión morisca de 1569 que tuvo lugar en el Peñón de Frigiliana (El Fuerte), donde se refugiaron los moriscos.

La forma cultivada del olivo (Olea Europaea saliva) fue traída probablemente del Mediterráneo oriental por los fenicios o los griegos arraigando en estos terrenos ya poblados de bosques de acebuches. En el siglo I, Columela hablaba de los injertos de olivo en acebuche, que era práctica corriente. Entre los siglos II y III, el aceite de la Bética ganó tal reputación, que casi toda la cosecha se exportaba a Roma, capital del Imperio, distante de Hispania seis días de navegación. Además de los usos culinarios, el aceite se ha utilizado para alumbrar, hacer jabón y como medicamento. Hoy e día es muy reconocida su bondad como preventivo contra las enfermedades cardiovasculares. El olivo, árbol longevo y emblema de la cultura mediterránea, se ha convertido en símbolo de la inmortalidad, la reconciliación y la paz. 

La uva moscatel de Málaga es la más famosa de las uvas soleadas del mundo, por su tamaño grande, ovalado y exquisito sabor muy dulce. Se cría en la Axarquía, donde tanto se cuida su elaboración. Tradicionalmente, la pasa más selecta se presenta en racios calificados de primera clase o de segunda clase. La pasa desgranada se clasificaba en siete órdenes: reviso, medio reviso, aseado, corriente, menudo, escombro y cochaque. Desde el siglo XVIII hasta el primer tercio del XX, la producción de pasas fue un pilar básico de la economía malagueña. La vendeja daba ocupación a miles de hombres y mujeres en la delicada faena de manipulación del fruto, que se exportaba casi todo a los países europeos y América. 

La caña de azúcar llega desde el sudeste de Asia, siendo utilizada en la alimentación hacia el 3000 a.C. Dioscórides, médico y naturalista griego del siglo I hablaba de una especie de miel que se dice sacharo, la cual se halla en la India y en la Arabia feliz, cuajada sobre las cañas a manera de sal. Los árabes extendieron la caña por el Mediterráneo. Ya en el siglo X de cultivaba en la Vega de Vélez, pero sólo se aprovechaba su jugo, que se chupaba directamente. El azúcar entonces era un producto que solo se usaba con fines medicinales. En el siglo XVII don Iñigo Manríque de Lara, V Señor y I Conde de Frigiliana, plantó cañas y estableció trapiche para ingenio de azúcar”. Desde entonces se ha mantenido esta actividad, siendo hoy el ingenio de Frigiliana la única fábrica de miel en producción de toda Europa.

El cultivo de la vid comenzó en Asia Menor, donde muchos botánicos sitúan la cuna de la “vitis vinífera”. Probablemente antes del 600 a.C., los fenicios llevaron variedades de vino a Grecia, Roma y al Mediterráneo occidental. En la Málaga musulmana y la Axarquía florecieron muy bien cultiadas las viñas. El rey de Málaga Idris II, en el 1050, se complacía en beber el dulcísimo vino malagueño, el xarab-al-malaqui. Según Medina Conde, el vino tierno de Málaga era muy semejante al que Plinio llamaba Diachylon, que se realizaba de uvas pasadas por siete días al sol y pisadas al octavo. Los vinos de Málaga han sido famosos por su especiel calidad durante el siglo XVIII se exportaba a Inglaterra, Norte y Este de Europa y América.

Parte de la historia de Frigiliana está contada en doce paneles cerámicos, con textos extraídos del libro “Vida y diáspora morisca en la Axarquía Veleña” de D. Antonio Navas Acosta, colocados en distintos rincones y calles del “Barribarto” (El barrio alto) que relatan la situación de este pueblo y la zona en los meses previos a la batalla del Peñón de Frigiliana en junio de 1569.

En la empresa tomaron parte fuerzas de mar a las órdenes de Luis de Requesens, de don Álvaro de Bazán y de don Sancho Leiva. Esa Armada contribuyó eficazmente al buen éxito de la expedición, cooperando en operaciones tan brillantes como la del Peñón de Frigiliana, y los acometió Requesens al frente de 6.000 hombres entre los cuales se contaban 800 marinos.


Andrés el Chorairán monfí natural de Sedella, estimuló los animos de los suyos para la rebelión. La gente moza que comenzaba a alborotarse la contuvo el morisco Luis Méndez, hombre influyente en Canillas, pero no pudo evitar que atacaran una venta de un cristiano, ni que mataran en ella a varias personas. Acudió el Juez de Vélez Pedro Guerra, y muchos inocentes moriscos, entre ellos Luis Méndez, que había impedido la revuelta, fueron presos y cargados de cadenas y sometidos a crueles tormentos.

El 11 de junio, día de San Bernabé fueron atacados por los cristianos.




Desde Frigiliana visitamos Vélez-Málaga -capital de la Axarquía-, donde nos ilustramos un poco sobre su historia. 



El 27 de abril del año 1487 entrega la ciudad de Velez a los Reyes Católicos el Alcayde Bulcazan Vanegas.

Subimos hasta la Alcazaba de Vélez-Málaga (La Fortaleza) que se levanta en el punto más elevado de su casco urbano con un amplio dominio visual del territorio, entre la costa y el interior. Llegó a ser por su fácil defensa un enclave estratégico para cumplir su función militar. 

Su origen puede remontarse al siglo X pero será a partir del siglo XIII, durante el periodo nazarí, cuando la Alcazaban conozca su etapa más significativa. 

A finales del siglo XIX, el castillo es abandonado y se vende para convertirse en una cantera, lo que provoca su destrucción y su ruina. Su torre fue reconstruida casi en su totalidad en 1973.

Descendiendo hacia el casco urbano por callejuelas sinuosas nos encontramos con la Iglesia de Santa María que como otras muchas se levanta sobre la antigua mezquita aljama andalusí. Es de estilo gótico-mudéjar, siendo construida a finales del siglo XV y comienzos del XVI.




El Axarco 

Cercano el 30º aniversario de la creación del Axarco como unidad monetaria social y sostenible que intentaba dotar a los habitantes de la Axarquía de unas señas de identidad propias, es necesario hacer un poco de historia sobre la creación de dicha moneda que ha ido desapareciendo con el tiempo. 

En el año 1988 nace el Axarco como unidad monetaria de los pueblos de la Axarquía malagueña bajo la idea del Antonio Gámez Burgos, natural de Vélez-Málaga, estudioso de la historia andaluza, que en su afán de construir una comarca unificada, decidió crear el Axarco. Su interesante iniciativa se inspiró en la época andalusí, cuando entre 1480 hasta 1490 el Zagal “Abū `Abd Allāh Muhammad az-Zaghall” concedió a la Comarca la existencia de una moneda.

El profesor Antonio Gámez Burgos -fallecido en noviembre de 2007- con ello estaba reivindicando el legado cultural de la antigua Al Sharq “Axarquía” que estuvo marcada por la rebelión morisca entre 1568-1571.

Tanto las monedas como los billetes de axarcos y axarquillos muestran la imagen del botánico y médico malagueño “Abén el Beithar", quien introdujo el cultivo de los cítricos en la comarca de La Axarquía.

Ibn al-Baitar “el hijo del médico” fue un botánico y médico árabe nacido a finales del siglo XII, en Benalmádena y muerto en Damasco en 1248. Viajó mucho tiempo, sobre todo por Egipto, para estudiar las plantas, y fue nombrado director general de los jardines de Damasco por Malek-al-Khamil. 

Escribió en árabe una obra muy interesante Kitāb al-Jāmiʻ li-mufradāt al-adwiya wa-l-aghdhiya (Libro recopilatorio de medicinas y productos alimenticios simples) que llegó a ser una importante obra de referencia para los médicos de la Edad Media. Del nombre arábigo Al-Beitar de este médico se cree que proceda el de Albéitar, que hoy se da a los veterinarios.

Actualmente, es poco frecuente ver carteles en establecimientos en el que se especifica que se acepta el uso de la moneda axárquica. En cualquier caso, la mayoría de las monedas y billetes de axarco son guardados por coleccionistas, por lo que su circulación es muy limitada. 

La moneda de la Axarquía tiene valor en sí misma al estar hecha de plata. En este sentido, el valor monetario de cada una de ellas se establece en relación al peso en plata. 

El axarco en su origen equivalía a 100 pesetas, está impreso en color rojo con las efigies de Ibn Beithar, botánico alquimista que inició la plantación de limones en la comarca de la Axarquía en el año 1216, y de Felipe II junto al Peñón de la localidad de Trisiliana, con lo que pretende simbolizar la rebelión de los axárquicos en el año 1569. Junto al axarco estuvieron en circulación otros billetes llamados axarquillos y que tuvieron un valor de 50 pesetas. 

La de mayor valor pesa 20 gramos de plata, lo que al cambio se traduce en 20 euros. Le siguen la de 10 euros, la de 4, denominada axarquillo, y la de 45 céntimos a la que se conoce como miajaxarquín.

Los billetes de Axarco llegaron a ser cheques al portador con un valor en pesetas respaldados por una cuenta bancaria de lo que era la Caja de Ahorros Provincial de Málaga "Unicaja". 




La Avenida Carlos Cano nos llevó a la Avenida de las Tres Culturas en dirección a Nerja, Vélez-Málaga y posteriormente hacia Antequera como epílogo de nuestra ruta.

A unos 5 km. de Frigiliana se encuentra Nerja “la Narixa andalusí”, cuya etimología dará origen a su actual nombre. No muy lejos, se encuentra la autovía de Costa Tropical-Sierra Nevada que nos introduce en La Alpujarra granadina donde llegaremos a las faldas de la Sierra de Lújar y Sierra Nevada con Órgiva, Capileira, Bubión, Pampaneira, Yegen, Válor hasta llegar al Puerto de la Ragua. Muy cerca se encuentra Láujar de Andarax, donde Morayma, la esposa de Boabdil encontrara la muerte. 



Pero eso formará parte de otra interesante historia del blog de mis culpas. Desde Frigiliana, en la Axarquía malagueña, para el blog de mis culpas...



P.D. Los descendientes de los sefardíes han conseguido cierto grado de reconocimiento jurídico y cultural en el imaginario colectivo español. Los descendientes de los sefardíes también pueden obtener la nacionalidad española tras residir legal y continuadamente dos años en nuestro territorio. Y es justo que así sea. Pero donde existe la misma razón, debe concederse el mismo derecho, ese que no tienen los descendientes de moriscos, tan condenados al exilio de su patria como aquéllos.


Bibliografía

La huella morisca de Antonio Manuel.

Los moriscos "Cuadernos de Historia 16".