domingo, 15 de octubre de 2017

Entre la Axarquía “Al Sharq” y las Alpujarras. Efluvios moriscos ante su luctuoso destino

Monumento en recuerdo a los vecinos de la antigua Madinat Antiqira" Antequera"

“Yo creo que el ser de Granada me inclina a la comprensión simpática de los perseguidos. Del gitano, del negro, del judío…, del morisco, que todos llevamos dentro”.

Entrevista de Gil Benumeya a Lorca en 1931

Breve introducción

Cuando el poeta Antonio Machado escribió “Españolito que vienes al mundo, te guarde Dios, una de las dos Españas ha de helarte el corazón” en el contexto de la trágica Guerra Civil española, sus atemporales palabras se convirtieron en un verdadero referente en la Historia de España que se proyecta incluso hasta nuestros días. 

Es evidente que en el año 1492, una de esas dos Españas -la integrista, intolerante, rancia y refractaria como idea de Castilla- le helará el corazón a la España sefardí como prólogo de lo que ocurrirá más tarde con la población autóctona morisca, traumatizada y clandestina entre 1609 y 1614 que tuvo que soportar la pesada carga del exilio. 

Cabe imaginar la nostalgia y añoranza que sentiría aquella población morisca al verse obligado por la fuerza de las armas a abandonar su propia tierra y escuchar al mismo tiempo como celebraban el ansiado momento los cristianos viejos su desarraigo, con el repique de campanas sobre los alminares cristianizados en los puertos que abandonaban, como dijera el poeta rondeño del siglo XIII, Abul Beka.

Ya llora al ver sus vergeles
y al ver sus vegas lozanas
ya marchitas,
y que afean los infieles,
con cruces y con campanas,
las mezquitas.

Abul Beka, poeta rondeño del siglo XIII

Unas señas de identidad de un pueblo que junto con la memoria y el conocimiento quedarán borradas del mapa de la península definitivamente. La nueva invención política Iglesia-Estado comenzaba a polarizar sentimientos con el único objetivo de afianzar sus privilegios en el nuevo marco histórico. 

Después del Renacimiento andalusí -el primero de Europa- España padeció la Edad Media más larga de la historia del Viejo Mundo. Al comenzar la conquista de Al Ándalus por parte de los reyes cristianos, los musulmanes pasaron a llamarse mudéjares para posteriormente “convertirse al catolicismo” con el nombre de moriscos, siendo finalmente expulsados por la España integrista, dejando de ser oficialmente españoles.

La Casa del Islam en Al Ándalus "Dar al Islam" actuó como verdadero hilo de transmisión entre la cultura mediterránea y los andalusíes. Aparte de la cultura del agua y huertas, cultivaron la literatura, la ciencia, la filosofía y el arte islámico como se pudo demostrar con la captura de Toledo en 1085 que hizo adelantar inmensamente los conocimientos de los cristianos revelando la esfericidad de la tierra 400 años antes de Colón.

A ellos le debemos también las traducciones de los clásicos griegos: la medicina de Hipócrates y Galeno, la geografía, astronomía y trigonometría de Ptolomeo, la geometría de Euclides, la física de Arquímedes, la crítica de Aristarco, y la metafísica de Apolonio, Empédocles y Aristóteles que serán traducidas posteriormente al latín en la famosa Escuela de Traductores de Toledo, protegida por Alfonso X el Sabio en la que trabajaron musulmanes, cristianos y judíos.

Traducciones del griego al árabe y de éste al latín permitieron que el conocimiento fuese conocido en Europa para dotar de base la filosofía medieval y escolástica.

La expulsión de los sefardíes y moriscos no debiera ser un episodio menor en nuestra lacerante historia. El término morisco tuvo en su origen unas connotaciones despectivas y se ha empleado para designar a los miembros de una comunidad acosada y vencida. Este vocablo denomina a los musulmanes españoles o “cristianos nuevos” que se convirtieron por la fuerza al cristianismo para intentar proteger sus propiedades y evitar el trágico exilio.

Los moriscos descendían de los mudéjares, del árabe mudadjan (sirviente), término que se aplicaba a los musulmanes que permanecieron bajo la dominación cristiana después de la Reconquista, abonando un tributo al señor cristiano.

No cabe duda de que la expulsión de los moriscos fortaleció la nobleza junto con la Iglesia, al apropiarse de las propiedades de éstos, estableciendo condiciones más abusivas al campesinado para su explotación, con el fin de recuperar pronto las pérdidas causadas por la despoblación.

“Sólo podréis llevaros aquello con lo que pueda cargar vuestro cuerpo”.

Atrás quedaba anclado en la retina de la memoria un pasado cargado de nostalgia. Las viñas que plantaron sus abuelos con muchos sudores y que ahora quedarán incautadas en manos del Inquisidor, para ser pasto de la cizaña. No se podrán llevar ni sus hogares, ni sus tierras, ni las viñas, ni los árboles que plantaron sus ancestros… Ni tampoco los gusanos de seda, ni las acémilas, ni los caballos, ni las cabras que daban la leche para sus hijos, ni las gallinas… 

Omnis potestas a deo est “Todo el poder viene de Dios”.

¡Quien delatara a un morisco cobraba un porcentaje de sus bienes!. El resto lo confiscaba el Estado y una parte estaba destinado para la Iglesia “La Inquisición” como justo precio por su amparo sin fisuras. Aquí comenzaba el gran negocio para el nuevo Estado, que al igual que ocurriera en 1492 con la expulsión de los judíos sefardíes, no les movía el corazón sino el ansiado botín.

La población morisca tan sólo reivindicaba el derecho humano a ser quienes eran. El morisco converso que ya no era musulmán sino cristiano nuevo al “estar bautizado”, si permanecía en la península se arriesgaba a ser acusado de herejía por el Tribunal de Inquisición. Muchos moriscos para evitar su expulsión se tuvieron que refugiar como proscritos en los bosques de Sauceda en la provincia de Cádiz, en la Axarquía en la provincia de Málaga, en las Alpujarras de Granada y Almería o las escarpadas montañas de la Cabecera del Júcar “Xúquer” en Valencia entre otros lugares, después de haber malvendido todos sus bienes que no podían llevar consigo.

Un trabajo realizado por el profesor Martínez Gomis nos recuerda la figura de los "morisquillos" que fueron llevados a la ciudad de Alicante para ser adquiridos por las clases privilegiadas de siempre que se convirtieron en cómplices "nobles, eclesiásticos, funcionarios y gente de carrera". Una gran oportunidad de adquirirlos a precio de coste, siendo tratados como esclavos. La presencia de niños moriscos abarató el mercado de esclavos.

La consecuencia directa de la expulsión de los moriscos se deja ver a partir de 1570, cuando su marcha forzosa a otros lugares del Reino o fuera de él hace necesaria una repoblación, ya que había que evitar el abandono de los sistemas de cultivo tradicionales, basados en técnicas moriscas para el aprovechamiento del agua. Las crónicas de la época informan que la producción de la seda, el azúcar “assúkkar”, la almendra y el aceite “azzeit” de oliva estaban en peligro al ser unos recursos económicos fundamentales para las villas y pueblos.

El Bando de Felipe III decreta la expulsión de los moriscos y gitanos:

“(...) todos los Moriscos de este Reyno así hombres como mugeres, con sus hijos, dentro de tres días de como fuere publicado este Bando en los lugares donde cada uno viue salgan dél, y vayan a embarcarse a la parte donde el Comisario les ordenare, lleuando consigo lo que pudieren en sus personas.

Los dichos Moriscos, hallados fuera de su propio lugar, pueda cualquier persona sin incurrir en pena alguna prenderle, y desbalijarle, entregándole a la Iusticia; y si se defendiere, lo pueda matar.

Item, que qualquiera de los dichos Moriscos que escondiese, o enterrare ninguna de la hazienda, o la pusiere fuego, y a las casas, sembrados o arboledas, incurran en dicha pena de muerte (...).

Ordenamos y mandamos, que todos los gitanos, que al presente se hallaren en estos nuestros Reynos, salgan de ellos dentro de seis meses (...) y que no vuelvan a ellos so pena de muerte”.

La expulsión de los moriscos por Felipe III el 9 de abril de 1609 desencadenó un rosario de medidas que afectaron a la totalidad de las comunidades de origen musulmán originando el transvase de la mayoría de los moriscos al Norte de África. La expulsión generó numerosos problemas de orden político-jurídico y teológicos-morales.

Para paliar los problemas teológicos-morales se formó una "Junta de Teólogos" que absolvió de toda responsabilidad al monarca. La expulsión se inició con los moriscos valencianos. El bando de expulsión se publicó el 22 de septiembre de 1609, por orden del virrey de Valencia, Marqués de Caracena. En un plazo de cuatro meses la mayor parte de los moriscos valencianos habían abandonado el país, lo que da idea de la envergadura de la operación utilizando la casi totalidad de la flota disponible para tan luctuoso destino.

Se produjeron algunas revueltas que fueron reprimidas por los tercios de Lombardía.

Los decretos de expulsión y pureza de sangre cierran uno de los capítulos más vergonzosos de nuestra historia. Un genocidio que provocó el desarraigo y el éxodo de la población morisca hacia ninguna parte (se calcula que fueron entre 350.000 y 500.000).

No era por tanto nada extraño que al finalizar "la operación quirúrgica" de la expulsión de los moriscos se cantaran en todas las catedrales el solemne "Te Deum laudamus" dando gracias a Dios por tan "magna empresa".

“A moriscos y judíos les obligaron a entrar en la Iglesia por infieles. Sin embargo, a los gitanos los sacaron de ella por gitanos”.

Posiblemente tengamos el velo delante de nuestra retina al utilizarse todavía peyorativamente el término moro, matamoros o marrano cuando nos hemos referido al judeoconverso o al morisco sin saber que sus huellas forman parte de nuestro ADN histórico.

Al Ándalus duró casi ocho siglos (711-1492) con su proyección posterior de la presencia islámica hasta 1609, fecha de la definitiva expulsión de los moriscos. Nueve siglos de presencia andalusí frente a los seis de la Hispania Romana (211 a.C.- 409 d.C.).

Los vasallos moriscos eran considerados como mano de obra barata y además tributaban más impuestos que los cristianos viejos. En 1526, las aljamas pidieron a Carlos I que subsanase este agravio comparativo, a lo cual accedió éste, acordando que se equipararan los tributos entre moriscos y cristianos viejos. Expulsión e Impuestos. “La expulsión de los moriscos en Alicante” de Gerardo Muñoz.

Las sucesivas órdenes inquisitoriales obligaron a mantener abiertas las puertas de los moriscos. La sabiduría popular solapó al cerramento exterior unas cortinas sonoras para salvaguardar la intimidad del hogar y a la vez escuchar a quien entraba.

El zaguán se convirtió así en el primer elemento arquitectónico de resistencia. Y allí se colgaban templete de vírgenes, crucifijos o azulejos “azzuláyǧ” con el “Dios bendiga esta casa”, evidencias católicas para impedir que el inquisidor atravesara el umbral.

La denominada taqya, concepto coránico que permite al musulmán realizar prácticas ilícitas o haram en casos de necesidad, siempre que las hagan de corazón para conservar la fe y la vida. La taqa era una pequeña alacena donde se guardaban los objetos personales más íntimos del andalusí como el Corán o el misbah “especie de rosario” para el morisco. Descubrir el contenido escondido de la taquilla privada equivalía a la revelación pública de su alma clandestina. A la persecución. A la muerte. De ahí proviene la expresión moderna “salir del armario”.

El nacionalcatolicismo de la época nos ha proyectado desde tiempos inmemoriales de que no eres verdaderamente español si al mismo tiempo no eres católico. Una sinrazón que provocará el exilio de cientos de miles de moriscos cargados de angustia, nostalgia y desesperación y como consecuencia, la pérdida de sus señas de identidad en España.

Los moriscos eran los más expertos del Reino en temas tan vitales como la agricultura y la cultura del riego por acequias, el cultivo de la morera, la producción de seda, el cultivo del arroz, de la caña de azúcar, de las hortalizas, olivos, naranjos o la vendimia, amén de la pérdida irreparable que sufriría el Reino en la hacienda al recaudar menos impuestos. Los agricultores moriscos fueron auténticos pioneros en el cultivo en terrazas en las laderas de las montañas que evitaba la erosión de los montes y el aprovechamiento del agua.

Y aún así, la Corona española con su escasa altura de miras prefirió expulsarlos de su verdadera tierra autóctona y también de la de los padres de sus padres. 

¡Era necesario borrar de la Memoria Colectiva a los moriscos!.

El bando de expulsión provocó una especie de “esquizofrenia colectiva” en los cristianos nuevos que no sabían si decantarse hacia las posiciones de uno u otro lado al tener nombres árabes para su familia y recién bautizados para la Iglesia con nuevos nombres cristianos. La población morisca estaba angustiada por el duro golpe recibido. Un azote brutal que comenzó a dividir a las familias moriscas.

Llamarse con nombre católico era condición indispensable para salvar el pellejo. También hacía falta cambiar los apellidos para acreditar la ascendencia del converso. Algunos moriscos o judíos adinerados dotaron a la familia de un cristiano viejo para casarlo con una de sus hijas, añadirse sus apellidos y asegurar el futuro de su estirpe.

La población morisca cuyo noble oficio era el de cultivar la tierra no era ni un enemigo político ni un enemigo militar que representara un peligro para el poder de los Austrias aunque fueran considerados por el nuevo Estado como excluidos de la nueva sociedad por ser una “civilización antagónica” a dicho Estado: Cristiandad e Islam por la hegemonía del Viejo Mundo. 

La pérdida de la guerra en favor de las tropas cristianas dará lugar con el tiempo al epílogo de “lo morisco” como entidad social y cultural arraigada en un hábitat concreto durante siglos. Sólo quedarán grupos residuales a los que se les había arrebatado sus señas de identidad como prólogo a su posterior genocidio. 

Una minoría “sin historia nacional” tras la desaparición del Estado musulmán que encontraron su último reducto en las olvidadas montañas de la Axarquía, la Sauceda, las Alpujarras o las escarpadas y ásperas montañas de la cabecera del Xúquer en Valencia y que sin embargo, generaban a la sociedad de su época un conflicto social y cultural frente a los “cristianos viejos”.

El Duque de Lerma y Marqués de Denia, Don Francisco de Sandoval y Rojas, Válido de Su Majestad Felipe III, dispuso en el reino de Valencia, para los días 23, 24 y 25 de septiembre de 1609 el mayor oprobio e ignomínia -junto con la expulsión de los judíos en 1492-, de la que España se debiera sentir avergonzada. 

Miles de seres humanos inocentes y hambrientos, con sus alforjas cargadas de nostalgia y miedo se dirigían hacia los puertos establecidos para su expulsión. Reatas de moriscos tratados como bandoleros que transportaban los restos de sus vidas en albardas cargadas de olvido con el estigma de la expulsión. 

El primer lote de moriscos embarcan el 6 de octubre de 1609 desde el puerto de Alicante y los últimos saldrán oficialmente en 1614. 

En el Levante se establecieron 7 puertos para la salida de los moriscos: Alicante, Villajoyosa, Javea, Denia, Valencia, Moncofar y Vinaroz. También se habilitaron los puertos de Sevilla, Málaga, Gibraltar, Almuñécar, Motril, Cartagena y Murcia. 

Los portes corrieron a cargo de las arcas públicas durante los primeros momentos. Los siguientes embarques fueron sufragados por el morisco con recursos si no querían pasar el mismo trance que sus parientes pobres. El caos lo aprovecharon los saqueadores de las casas moriscas en tierra firme y armadores. A la bancarrota del negocio de la seda y del abandono de los campos, se unió el escándalo de las miles de monedas de vellón falsas que los ladrones pusieron de golpe en circulación tras robárselas presuntamente a los moriscos. Un desastre económico, político, social y cultural de enormes dimensiones.

Algunos moriscos eran condenados por herejía "post mortem" con tal de apropiarse de sus bienes raíces.

Los menos pudientes tomaron a la conversión los apellidos de sus señores a cambio de seguir cultivándoles las tierras como esclavos. De ahí proviene el conocidísimo “el que tiene padrino se bautiza”. Sea a cambio de dinero, matrimonio o de trabajo.

El nombre en hebreo y en árabe comienza designando el nombre del primer hijo varón. A esta fórmula se le llama kunia y de ahí proviene la deformada expresión “alcurnia”. Luego e añade tu nombre sencillo, el que te asignaron tus padres, a los que mencionas después hasta la tercera generación…

La huella morisca es la revelación de una parte clandestina y traumática de nuestro pasado a través de los efluvios y reminiscencias que aún mantenemos latente en nuestras costumbres y paisajes que nos rodean, de un legado de lo que fuimos que se proyecta hasta nuestros días.

También los moriscos transfirieron a la cultura cristiana parte de su patrimonio. Hasta no hace mucho tiempo se podían observar a las mujeres de Mojácar (Almeria) llevando la almalafa –vestido moro que cubría desde los hombros hasta los pies.

Aunque en Vejer de la Frontera, la vestimenta tradicional de la mujer vejeriega “la cobijada” tiene un origen castellano que se remonta a los siglos XVI y XVII, es evidente que posee reminiscencias andalusíes.

A pesar de la crueldad de los decretos de expulsión y pureza de sangre, muchos fueron los moriscos que decidieron quedarse dispersos y ocultos. Europa no fue el destino natural de los moriscos porque temían padecer idéntica persecución religiosa al haber calado el confesionalismo entre reyes y papas. 

Miles murieron en el tránsito hacia Berbería ahogados en el mar. Los que lograron alcanzar tierra en el Norte de África, fueron bien acogidos por pueblos más pobres económica y culturalmente que ellos. A muchos de esos moriscos sin patria también fueron tratados como extranjeros en sus lugares de destierro. 

Los moriscos actuarán en ciudades como Túnez y otros pueblos del norte de África como auténticos embajadores de una cultura hispanoárabe con sustrato andalusí fundando nuevos núcleos de población, rechazando los matrimonios mixtos con tunecinos de origen.

Los moriscos fueron expulsados de la península por descender de musulmanes. En Berbería sufrieron un desprecio similar por parecer cristianos y no hablar árabe. Desde el Atlántico hasta el Egeo, los moriscos que residieron en Berbería prefirieron llamarse andalusíes. 

Los que no pudieron huir de la península serán considerados como presuntos quitacolumnistas islámicos por el nuevo Estado. Otros se vieron obligados a echarse al monte para resistir “los monfíes”, auténticos precursores de los maquis.

Y por último, los que se mezclaron con los gitanos errantes, quicalleros en su mayoría (de ahí proviene la expresión despectiva quinqui).También hubo quienes huyeron a las afueras de las alcazabas y los recintos amurallados, en chozas o cuevas como las del Sacromonte o pueblos tan genuinamente moriscos como Baza o Guadix entre otros.



Visita a la Axarquía "al-Sharq" (Frigiliana y Vélez Málaga)

Hace 500 años que perdí mi lengua

Carlos Cano

Desde Morón, tierra de la Cal, del Flamenco y de nuestra propia esperanza, en cuyo término ejercieran su influencia en tiempos pretéritos José María “El Tempranillo” y “El Pernales” sin olvidar a nuestros paisanos Fernando Villalón, Julio Vélez y Juan Antonio Carrillo Salcedo entre otros, colocamos nuestro sextante autodidacta en la Axarquía “al-Sharq” que al igual que las Alpujarras impregnan y estimulan a la retina del viajero bajo su aires moriscos cargados de historia.


En esta ocasión visitamos la otra Málaga, la más exótica y auténtica ubicada en el Parque Natural de las Sierras de Almijara, Tejera y Alhama donde su río Chíllar con su afluente Higuerón, nos lleva hasta Nerja y los acantilados de Maro. Pueblos encalados con sus puertas azules que nos proyectan de alguna forma tiempos pretéritos bajo su clima subtropical. 

Transitando por algunos territorios nos hemos impregnado de bellos términos andalusíes tales como Al Gharb "occidente de la antigua Al Ándalus", Al Sharq "parte oriental", Algarbía " parte occidental o poniente de la provincia de Málaga en tiempos de Al Ándalus, y que actualmente forma la Comarca Natural del Valle del Guadalhorce sin olvidar Al Magrib "donde se pone el sol", orígenes de muchos pueblos que llegaron a Al Ándalus.

Algunos pueblos que forman la Axarquía: Vélez Málaga, Nerja, Torrox, Frigiliana, Sayalonga, entre otros.

Algunos pueblos que forman parte de la Algarbía o poniente malagueño: Alhaurín el Grande, Alhaurín de la Torre, Álora, Cártama, Coín, Valle de Abdalajís, entre otros.

Visitando la Axarquía junto con las cercanas Alpujarras se percibe en la "Memoria Colectiva de los Pueblos" que la expulsión de la población morisca no fue un episodio menor en nuestra lacerante historia. Los pueblos blancos con sus angostas y empinadas callejuelas jalonan nuestros paisajes cuyos efluvios y reminiscencias de tiempos pretéritos se han convertido en legado que pervive en la retina de nuestra historia, proyectándose de alguna manera hacia nuestra memoria colectiva como pueblo que intenta recomponer nuestro pasado, reinterpretar nuestro presente para que de forma aséptica, afrontar también nuestro futuro y el de nuestros hijos.

Las páginas de la historia nos recuerdan que desde el siglo IX la alquería de Frigiliana estuvo situada en la antigua cora de Rayya, formando parte de la zona de influencia del caudillo Omar Ben Hafsun, que se enfrentó al propio emir de Córdoba, Abderramán II.

La antigua Bobastro

Omar ben Hafsún no fue un “bandolero andalusí” en el sentido etimológico del término sino que siendo defensor de la vida campesina, Omar era contrario a la organización estatal de los omeyas y no estaba de acuerdo en la forma de gobernar éstos, que vivían en el despotismo y en la opulencia.

Omar ben Hafsún fue un personaje histórico a caballo entre el Islam y el Cristianismo que logró mantener en jaque durante 50 años el poder emiral de la antigua Córdoba -la ciudad más importante de la Europa de su época-, consolidando la mítica ciudad de Bobastro como epicentro de una rebelión que pudo cambiar el curso de la historia de Al Ándalus.

Omar ben Hafsún intentó establecer un pequeño estado independiente en Al Ándalus a finales del siglo IX y comienzos del X con capital en la “inexpugnable Bobastro”. Controló territorios que se le escapaban al Emirato de Córdoba, llegando a extender sus dominios en la antigua Elvira y Jaén por el este, la región de Ishbiliya por el oeste, Rayya (Málaga y la Axarquía) y el control absoluto de la Serranía de Ronda y los valles de Algeciras. 

En septiembre de 917 muere Omar ben Hafsún. Tras su muerte, Abderraman III sitia Bobastro y el 19 de enero de 928 la bandera de los omeyas comienza a ondear en la torre más alta de la fortaleza. Termina una de las épocas más convulsas de Al-Ándalus y al mismo tiempo comienza el periodo más glorioso de su historia que tiene como protagonista al califa Abd al-Rahman III que ejerce en torno a su persona el poder político y religioso.


Es constatable en Frigiliana restos neolíticos y también la presencia de fenicios y romanos pero sobre todo a partir del siglo VIII, será con la llegada de los musulmanes a la península cuando Frigiliana adquiera una especial relevancia en la comarca de la Axarquía, alcanzando un notable desarrollo urbano y económico, siendo escenario de un episodio tan significativo como fue la Rebelión de los Moriscos de 1569, auspiciada por las prohibiciones impuestas por los nuevos regidores cristianos, desencadenando la expulsión de los moriscos, y como consecuencia la despoblación y el hundimiento de la alquería de Frigiliana. 

Aún se mantiene hoy en día a modo de legado su Barrio Mudéjar calificado de Bien de Interés Cultural (B.I.C.), una estructura arquitectónica popular de origen árabe, lo que ha auspiciado que Frigiliana fuera galardonada con el Primer Premio Nacional de Embellecimiento de los Pueblos de España en 1982 y el Primer Premio del Concurso de Mejora y Embellecimiento de los Pueblos de Andalucía en 1989. 

Un barrio "al rabbad" que acoge cada mes de agosto el Festival de las Tres Culturas como símbolo del espíritu de convivencia que el pasado se dio por estas tierras.

En Frigiliana nos encontramos uno de los barrios moriscos mejor conservador de Andalucía. Entre la angostura de sus callejuelas empinadas comenzamos a subir por la calle Real hasta la calle Hernando el Darro que nos llevaba al Barrio Alto o “Barribarto” y bajar por la calle Zacatín entre comercios, plazas, algún que otro terrao y tabernas, destacando las cubiertas de tejas árabes y la belleza de las casas que proyectan su blancura con la tradicional cal con sus puertas de color añil, lo que produce una atmósfera morisca que al igual que en Las Alpujarras producen en las viviendas el tradicional “efecto botijo”, es decir, con la cal transpiran las paredes refrescando las viviendas en verano y mantiendo la temperatura en invierno. 


Recorriendo las sinuosas callejuelas se observan en algunos de sus muros varios paneles de azulejos “azzuláyg” que nos recuerdan la rebelión morisca de 1569 que tuvo lugar en el Peñón de Frigiliana (El Fuerte), donde se refugiaron los moriscos.

La forma cultivada del olivo (Olea Europaea saliva) fue traída probablemente del Mediterráneo oriental por los fenicios o los griegos arraigando en estos terrenos ya poblados de bosques de acebuches. En el siglo I, Columela hablaba de los injertos de olivo en acebuche, que era práctica corriente. Entre los siglos II y III, el aceite de la Bética ganó tal reputación, que casi toda la cosecha se exportaba a Roma, capital del Imperio, distante de Hispania seis días de navegación. Además de los usos culinarios, el aceite se ha utilizado para alumbrar, hacer jabón y como medicamento. Hoy e día es muy reconocida su bondad como preventivo contra las enfermedades cardiovasculares. El olivo, árbol longevo y emblema de la cultura mediterránea, se ha convertido en símbolo de la inmortalidad, la reconciliación y la paz. 

La uva moscatel de Málaga es la más famosa de las uvas soleadas del mundo, por su tamaño grande, ovalado y exquisito sabor muy dulce. Se cría en la Axarquía, donde tanto se cuida su elaboración. Tradicionalmente, la pasa más selecta se presenta en racios calificados de primera clase o de segunda clase. La pasa desgranada se clasificaba en siete órdenes: reviso, medio reviso, aseado, corriente, menudo, escombro y cochaque. Desde el siglo XVIII hasta el primer tercio del XX, la producción de pasas fue un pilar básico de la economía malagueña. La vendeja daba ocupación a miles de hombres y mujeres en la delicada faena de manipulación del fruto, que se exportaba casi todo a los países europeos y América. 

La caña de azúcar llega desde el sudeste de Asia, siendo utilizada en la alimentación hacia el 3000 a.C. Dioscórides, médico y naturalista griego del siglo I hablaba de una especie de miel que se dice sacharo, la cual se halla en la India y en la Arabia feliz, cuajada sobre las cañas a manera de sal. Los árabes extendieron la caña por el Mediterráneo. Ya en el siglo X de cultivaba en la Vega de Vélez, pero sólo se aprovechaba su jugo, que se chupaba directamente. El azúcar entonces era un producto que solo se usaba con fines medicinales. En el siglo XVII don Iñigo Manríque de Lara, V Señor y I Conde de Frigiliana, plantó cañas y estableció trapiche para ingenio de azúcar”. Desde entonces se ha mantenido esta actividad, siendo hoy el ingenio de Frigiliana la única fábrica de miel en producción de toda Europa.

El cultivo de la vid comenzó en Asia Menor, donde muchos botánicos sitúan la cuna de la “vitis vinífera”. Probablemente antes del 600 a.C., los fenicios llevaron variedades de vino a Grecia, Roma y al Mediterráneo occidental. En la Málaga musulmana y la Axarquía florecieron muy bien cultiadas las viñas. El rey de Málaga Idris II, en el 1050, se complacía en beber el dulcísimo vino malagueño, el xarab-al-malaqui. Según Medina Conde, el vino tierno de Málaga era muy semejante al que Plinio llamaba Diachylon, que se realizaba de uvas pasadas por siete días al sol y pisadas al octavo. Los vinos de Málaga han sido famosos por su especiel calidad durante el siglo XVIII se exportaba a Inglaterra, Norte y Este de Europa y América.

Parte de la historia de Frigiliana está contada en doce paneles cerámicos, con textos extraídos del libro “Vida y diáspora morisca en la Axarquía Veleña” de D. Antonio Navas Acosta, colocados en distintos rincones y calles del “Barribarto” (El barrio alto) que relatan la situación de este pueblo y la zona en los meses previos a la batalla del Peñón de Frigiliana en junio de 1569.

En la empresa tomaron parte fuerzas de mar a las órdenes de Luis de Requesens, de don Álvaro de Bazán y de don Sancho Leiva. Esa Armada contribuyó eficazmente al buen éxito de la expedición, cooperando en operaciones tan brillantes como la del Peñón de Frigiliana, y los acometió Requesens al frente de 6.000 hombres entre los cuales se contaban 800 marinos.


Andrés el Chorairán monfí natural de Sedella, estimuló los animos de los suyos para la rebelión. La gente moza que comenzaba a alborotarse la contuvo el morisco Luis Méndez, hombre influyente en Canillas, pero no pudo evitar que atacaran una venta de un cristiano, ni que mataran en ella a varias personas. Acudió el Juez de Vélez Pedro Guerra, y muchos inocentes moriscos, entre ellos Luis Méndez, que había impedido la revuelta, fueron presos y cargados de cadenas y sometidos a crueles tormentos.

El 11 de junio, día de San Bernabé fueron atacados por los cristianos.




Desde Frigiliana visitamos Vélez-Málaga -capital de la Axarquía-, donde nos ilustramos un poco sobre su historia. 



El 27 de abril del año 1487 entrega la ciudad de Velez a los Reyes Católicos el Alcayde Bulcazan Vanegas.

Subimos hasta la Alcazaba de Vélez-Málaga (La Fortaleza) que se levanta en el punto más elevado de su casco urbano con un amplio dominio visual del territorio, entre la costa y el interior. Llegó a ser por su fácil defensa un enclave estratégico para cumplir su función militar. 

Su origen puede remontarse al siglo X pero será a partir del siglo XIII, durante el periodo nazarí, cuando la Alcazaban conozca su etapa más significativa. 

A finales del siglo XIX, el castillo es abandonado y se vende para convertirse en una cantera, lo que provoca su destrucción y su ruina. Su torre fue reconstruida casi en su totalidad en 1973.

Descendiendo hacia el casco urbano por callejuelas sinuosas nos encontramos con la Iglesia de Santa María que como otras muchas se levanta sobre la antigua mezquita aljama andalusí. Es de estilo gótico-mudéjar, siendo construida a finales del siglo XV y comienzos del XVI.




El Axarco 

Cercano el 30º aniversario de la creación del Axarco como unidad monetaria social y sostenible que intentaba dotar a los habitantes de la Axarquía de unas señas de identidad propias, es necesario hacer un poco de historia sobre la creación de dicha moneda que ha ido desapareciendo con el tiempo. 

En el año 1988 nace el Axarco como unidad monetaria de los pueblos de la Axarquía malagueña bajo la idea del Antonio Gámez Burgos, natural de Vélez-Málaga, estudioso de la historia andaluza, que en su afán de construir una comarca unificada, decidió crear el Axarco. Su interesante iniciativa se inspiró en la época andalusí, cuando entre 1480 hasta 1490 el Zagal “Abū `Abd Allāh Muhammad az-Zaghall” concedió a la Comarca la existencia de una moneda.

El profesor Antonio Gámez Burgos -fallecido en noviembre de 2007- con ello estaba reivindicando el legado cultural de la antigua Al Sharq “Axarquía” que estuvo marcada por la rebelión morisca entre 1568-1571.

Tanto las monedas como los billetes de axarcos y axarquillos muestran la imagen del botánico y médico malagueño “Abén el Beithar", quien introdujo el cultivo de los cítricos en la comarca de La Axarquía.

Ibn al-Baitar “el hijo del médico” fue un botánico y médico árabe nacido a finales del siglo XII, en Benalmádena y muerto en Damasco en 1248. Viajó mucho tiempo, sobre todo por Egipto, para estudiar las plantas, y fue nombrado director general de los jardines de Damasco por Malek-al-Khamil. 

Escribió en árabe una obra muy interesante Kitāb al-Jāmiʻ li-mufradāt al-adwiya wa-l-aghdhiya (Libro recopilatorio de medicinas y productos alimenticios simples) que llegó a ser una importante obra de referencia para los médicos de la Edad Media. Del nombre arábigo Al-Beitar de este médico se cree que proceda el de Albéitar, que hoy se da a los veterinarios.

Actualmente, es poco frecuente ver carteles en establecimientos en el que se especifica que se acepta el uso de la moneda axárquica. En cualquier caso, la mayoría de las monedas y billetes de axarco son guardados por coleccionistas, por lo que su circulación es muy limitada. 

La moneda de la Axarquía tiene valor en sí misma al estar hecha de plata. En este sentido, el valor monetario de cada una de ellas se establece en relación al peso en plata. 

El axarco en su origen equivalía a 100 pesetas, está impreso en color rojo con las efigies de Ibn Beithar, botánico alquimista que inició la plantación de limones en la comarca de la Axarquía en el año 1216, y de Felipe II junto al Peñón de la localidad de Trisiliana, con lo que pretende simbolizar la rebelión de los axárquicos en el año 1569. Junto al axarco estuvieron en circulación otros billetes llamados axarquillos y que tuvieron un valor de 50 pesetas. 

La de mayor valor pesa 20 gramos de plata, lo que al cambio se traduce en 20 euros. Le siguen la de 10 euros, la de 4, denominada axarquillo, y la de 45 céntimos a la que se conoce como miajaxarquín.

Los billetes de Axarco llegaron a ser cheques al portador con un valor en pesetas respaldados por una cuenta bancaria de lo que era la Caja de Ahorros Provincial de Málaga "Unicaja". 




La Avenida Carlos Cano nos llevó a la Avenida de las Tres Culturas en dirección a Nerja, Vélez-Málaga y posteriormente hacia Antequera como epílogo de nuestra ruta.

A unos 5 km. de Frigiliana se encuentra Nerja “la Narixa andalusí”, cuya etimología dará origen a su actual nombre. No muy lejos, se encuentra la autovía de Costa Tropical-Sierra Nevada que nos introduce en La Alpujarra granadina donde llegaremos a las faldas de la Sierra de Lújar y Sierra Nevada con Órgiva, Capileira, Bubión, Pampaneira, Yegen, Válor hasta llegar al Puerto de la Ragua. Muy cerca se encuentra Láujar de Andarax, donde Morayma, la esposa de Boabdil encontrara la muerte. 



Pero eso formará parte de otra interesante historia del blog de mis culpas. Desde Frigiliana, en la Axarquía malagueña, para el blog de mis culpas...



P.D. Los descendientes de los sefardíes han conseguido cierto grado de reconocimiento jurídico y cultural en el imaginario colectivo español. Los descendientes de los sefardíes también pueden obtener la nacionalidad española tras residir legal y continuadamente dos años en nuestro territorio. Y es justo que así sea. Pero donde existe la misma razón, debe concederse el mismo derecho, ese que no tienen los descendientes de moriscos, tan condenados al exilio de su patria como aquéllos.


Bibliografía

La huella morisca de Antonio Manuel.

Los moriscos "Cuadernos de Historia 16".



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