Todos los siglos de la Historia de España han sido agitados pero el siglo XIX fue especialmente convulso comenzando con el Desastre de Trafalgar el 21 de octubre de 1805, por el que España anclada en la miseria política, social y económica pierde el mayor y más débil Imperio que jamás haya existido a manos de los “Hijos de la Gran Bretaña” que ya habían ocupado Gibraltar el siglo anterior durante la Guerra de Sucesión española.
Las consecuencias de dicha batalla hicieron que se inmortalizara el nombre del cabo que como "efecto colateral" trajo consigo un dolor lacerante para el comercio colonial español herido de muerte al carecer España desde ese momento de una Armada sólida para la defensa de sus intereses comerciales.
Fusilamientos del 3 de mayo. Goya |
La Armada española se vio arrastrada por decisiones políticas subordinadas a los intereses de Napoleón. Después de Trafalgar, la marina española, la única que podía ligar los pedazos esparcidos en el mundo entero moriría de abandono por falta de carena en los arsenales junto a la decepción de sus marinos por la incomprensión y el olvido de su propia nación según el libro “La razón de Trafalgar” por Hermenegildo Franco Castañón.
Nelson, Gravina y Villeneuve. Maqueta en el Museo de Cádiz |
Se daban las condiciones idóneas para que muchos ex guerrilleros de la guerra de la independencia, soldados licenciados de las guerras carlistas sin recursos, bandidos de honor contra el absolutismo de Fernando VII o con algún percance con la justicia se “echaran al monte” al carecer de recursos para sobrevivir.
Otro trágico acontecimiento fue la Guerra de la Independencia (1808-1814) que sin embargo, fue capaz de alumbrar las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812 “La Pepa”, que supuso en un principio el fin del absolutismo y el nacimiento del liberalismo, lo que introducía a España en el progreso y la modernidad pero nada más lejos de la realidad.
Fernando VII. Museo de Cádiz |
Fernando VII vuelve a España apoyado por la España más reaccionaria y la ignorancia de su pueblo lo recibe con
fervor al grito de “vivan las caenas”, introduciendo de nuevo el absolutismo en
España que vuelve al oscurantismo, al no permitir que
aquel espíritu de la España de 1812 siguiera por la senda constitucional del
progreso y la libertad.
En este contexto histórico, también existía una España rural que actuaba como verdadero caldo de cultivo para que los antígenos de
la miseria y el hambre por un lado y el caciquismo por otro fueran el anverso y reverso de la sociedad española del siglo XIX.
La figura del cacique ejercía un enorme poder en todos los territorios donde ejercía su influencia al designar alcaldes, controlar a jueces locales y funcionarios públicos, actuando con toda la arbitrariedad posible incluso amañando elecciones.
La figura del cacique ejercía un enorme poder en todos los territorios donde ejercía su influencia al designar alcaldes, controlar a jueces locales y funcionarios públicos, actuando con toda la arbitrariedad posible incluso amañando elecciones.
El latifundista estaba en la cúspide social
debido a sus rentas cuyo modelo dominante de la propiedad de la tierra en
Andalucía, Extremadura y gran parte de España “permitía” que los hacendados se valieran de la miseria
de los braceros a los que trataba infrahumanamente, lo que
“aseguraba” una mano de obra sumisa y barata.
Por tanto, no era extraño que la clase campesina
pobre de solemnidad, soñara con mejorar la condición de su existencia ya que el hambre
y la miseria penetraba con total libertad en los hogares de las familias más
humildes que trabajaban de sol a sol recibiendo un mísero salario que no cubría
las necesidades básicas. Recordar que el salario
medio de un jornalero cuando trabajaba sólo le permitía comprar algunas piezas
de pan al día y poco más.
La legión de los desheredados del campo andaluz estaba sometida a la explotación del “señorito cortijero” clasista que poseía una alta convicción de que el trabajo era un castigo bíblico. La indigencia y el analfabetismo en la mayoría de la población estaba garantizada. La tasa de natalidad y mortalidad era muy elevada y la gastroenteritis, la disentería, el raquitismo o la tuberculosis hacían estragos en la población.
Hubo nueve epidemias de fiebre amarilla que azotaron Cádiz y Sevilla a partir de 1800 a lo que hay que sumar épocas de sequía y escasez de trigo que provocaron las hambrunas en 1847,1857 y 1867.
La legión de los desheredados del campo andaluz estaba sometida a la explotación del “señorito cortijero” clasista que poseía una alta convicción de que el trabajo era un castigo bíblico. La indigencia y el analfabetismo en la mayoría de la población estaba garantizada. La tasa de natalidad y mortalidad era muy elevada y la gastroenteritis, la disentería, el raquitismo o la tuberculosis hacían estragos en la población.
Hubo nueve epidemias de fiebre amarilla que azotaron Cádiz y Sevilla a partir de 1800 a lo que hay que sumar épocas de sequía y escasez de trigo que provocaron las hambrunas en 1847,1857 y 1867.
Con estos mimbres, cualquier encontronazo con la “justicia” podría actuar como detonante para revelarse contra los ricos, contra el poder establecido y en definitiva, contra la injusticia del mundo y “echarse al monte” como muestra de rebeldía teniendo en el robo la única herramienta para paliar el hambre o colectivamente como en las manifestaciones ocurridas en 1854 con el alzamiento de campesinos en Utrera, en 1857 en el Arahal, en 1861 en Loja, en 1892 en Jerez de la Frontera, etcétera, obteniendo la represión como respuesta.
El bandolerismo fue considerado como una razón de Estado al estar en peligro las rutas y caminos desde Despeñaperros hasta Andalucía la Baja y el Camino inglés. Pero no hay que olvidar que fue el resultado de tanta miseria moral del propio Estado que permitía fuertes contrastes sociales beneficiando siempre a las clases privilegiadas como la nobleza y el clero mientras al mismo tiempo la miseria y hambruna actuaba como detonante para que muchas personas se pusieran al "margen de la ley" en las sierras de Andalucía como verdadero territorio donde ejercer su influencia.
"El rey manda en España pero en la sierra mando yo"
José María "El Tempranillo"
Estatua ecuestre del bandolero en Ronda
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Detrás del bandolerismo -siempre polarizado- casi siempre ha existido una razón de orden sociológico ante la injusticia social. Para la aristocracia, caciques y señoritos andaluces de la época eran considerados bandidos, malhechores, ladrones ó asesinos mientras que para la gran masa de jornaleros, gente humilde y campesina eran considerados “rebeldes con causa”, una especie de portavoces del malestar general donde agarrarse las clases más frágiles de la sociedad. .
La nefasta política absolutista de Fernando VII provoca en España una serie de reacciones de carácter liberal, contrarias al régimen, que pretendían el restablecimiento de la Constitución de 1.812 como fueron los pronunciamientos militares de febrero de 1.831 con el teniente coronel Manzanares que fracasa en Estepona y en otoño del mismo año con el general Torrijos que fracasa en las cercanías de Málaga, en los que José María “El Tempranillo” colabora inútilmente.
En 1879 cuando nació Pernales,
España todavía estaba atrasada y se había instaurado “La Restauración” con
Cánovas del Castillo que impulsó un sistema de partidos en el que los liberales
y conservadores se turnaban en el poder, defendiendo ambos a la sociedad
burguesa que beneficiaba a la industria y a los latifundistas mientras que el
resto de la población permanecía anclado en el analfabetismo y la miseria. En
el mundo rural el caciquismo se encargaba de amañar las elecciones beneficiando siempre a la oligarquía.
Las clases privilegiadas al ser los máximos latifundistas defendían sus privilegios amparándose en el sistema, al mismo tiempo que la justicia social brillaba por su ausencia, al ser endémica ya que los problemas fundamentales del país como una buena reforma agraria siempre fue una asignatura pendiente. El resentimiento de la población era el caldo de cultivo idóneo para “echarse al monte”.
La literatura popular diferenciaba el bandolero del
bandido, narrando sus “historias y leyendas”, hombres con sus catites y tupidas
patillas de boca de hacha, armados con trabucos y navajas mientras la hembra
permanecía en su pensamiento, todo ello visto con respeto en el mundo rural
contribuyendo a engrandecer su leyenda como el
caso de los "Siete Niños de Écija" que inmortalizara nuestro paisano y poeta de Andalucía la Baja Fernando Villalón con su "Diligencia de Carmona" con el “Tragabuches, Juan Repiso, Satanás y Mala-Facha, José Candio y el Cencerro y el capitán Luís de Vargas” el que a los pobres socorre y a los ricos avasalla.
José María “El Tempranillo”, “Curro Jiménez”, “El Pernales” y un largo etcétera que engrosaron las filas de la disidencia en la España borbónica por motivos sociales, políticos, de honor, etc... formando parte de la memoria colectiva de los pueblos y también de la crónica luctuosa.
José María “El Tempranillo”, “Curro Jiménez”, “El Pernales” y un largo etcétera que engrosaron las filas de la disidencia en la España borbónica por motivos sociales, políticos, de honor, etc... formando parte de la memoria colectiva de los pueblos y también de la crónica luctuosa.
En definitiva, el bandolerismo andaluz es la consecuencia de haber formado parte de los “hijos de la miseria” bajo una situación social, política y económica injusta que impedía introducir los cambios sociales necesarios que dieran cierta solidez a los cimientos de una sociedad anclada en el paleolítico de la historia, incapaz de tratar con altura de miras los problemas fundamentales de España.