viernes, 1 de septiembre de 2017

El Tesoro Romano de Tomares en el Museo Arqueológico de Sevilla


El pasado 18 de marzo estuvimos visitando el Museo Arqueológico de Sevilla buscando en la sala XXVI un fuste romano de mármol con epígrafe en árabe que conmemora la fundación de la Mezquita Aljama de Ibn Adabbás -Iglesia del Salvador de Sevilla” que ordenara construir Abderramán II, bajo la dirección de “Umar ibn Adabbas, qadí de Sevilla, en el año 214 de la Hégira “829-830 de nuestra era”. 



...Y me encontré casi por azar en la planta primera con la Exposición sobre el Tesoro de Tomares, denominado uno de los tesoros de monedas romanas más grandes hallados en el mundo y sin duda, el mayor de España.

La exposición nos cuenta con todo lujo de detalles que su hallazgo fue producto del azar y de su posterior traslado al Museo Arquelógico de Sevilla, teniendo a las pocas horas de su descubrimiento un enorme impacto nacional e internacional de la noticia. No todas las generaciones tienen a su alcance la oportunidad de visitar “in situ” tan interesante Exposición histórica sobre el “Tesoro de Tomares” que nos retrotrae a los tiempos del Imperio Romano en la Bética.


La Exposición nos ofrece una interesante cronología sobre dicho descubrimiento:

El 27 de abril de 2016, a las 13,20 horas cuatro operarios junto con una retroexcavadora trabajaban abriendo una zanja, de 0,60 m. de anchura y 1 m. de profundidad, para una nueva canalización del suministro eléctrico dentro del parque metropolitano “El Olivar del Zaudín”, en Tomares, a pocos kilómetros de la ciudad de Sevilla. 

En una de sus acometidas, la pala de la excavadora saca a la luz, junto a restos de tierra y cerámica, una nube de monedas antiguas, muchas de las cuales caen al suelo. El tesoro, escondido durante dos milenios, ha sido descubierto. Salta la alarma entre los presentes y se toman las medidas urgentes de protección que dicta la ley.

Arqueólogos de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, junto con los miembros del Puesto Principal de la Guardia Civil de San Juan de Aznalfarache y del Seprona realizan una rápida evaluación comprobando que en el foso hay varias ánforas rotas llenas de monedas, además de otras enteras, así como numerosas monedas esparcidas por el suelo. Extraen todas las ánforas del suelo, recogen todas las monedas y ponen rumbo, tal y como establece la ley, a un lugar de depósito.

A las 18:15 horas varios vehículos de la Guardia Civil llegan al Museo Arqueológico de Sevilla custodiando un cargamento de 19 ánforas llenas de monedas romanas: un tesoro de más de 500 kilos con un valor y precio incalculables.

Sólo unas horas después de la llegada del tesoro, el museo se llena de periodistas de diferentes medios y agencias nacionales e internacionales que proyectarán la noticia por todo el mundo.

Los periódicos, televisiones, agencia de noticias, webs, blogs, redes sociales, en decenas de idiomas diferentes comparten tan magno descubrimiento hasta el punto de que términos como “tesoro romano”, “monedas romanas”, “Tomares” o “museo arqueológico de Sevilla”, se convirtieron en pocas horas en “Trending topic”.



Mientras que los conservadores y restauradores se ocupan de las monedas, ánforas y otros restos cerámicos, un equipo de arqueólogos inicia la investigación del lugar del hallazgo. Su intervención será determinante para encontrar algunas respuestas a las muchas preguntas: ¿dónde y cómo se ocultó este depósito de monedas?, ¿cuándo?, ¿con qué intención?, ¿quién pudo hacerlo?.


El contexto arqueológico es como la escena de un crimen: cualquier indicio puede ser decisivo. Y al igual que en el descubrimiento de un delito, parte de las evidencias se rompieron, perdieron o movieron, en el momento del hallazgo. Es preciso recrear el lugar original, a partir del estudio de lo que queda, pero también de lo que falta.

Días después del hallazgo el equipo arqueológico revisa exhaustivamente el terreno removido, interroga a los testigos y analiza estas primeras informaciones. Son claros los testimonios de un edificio habitado: fragmentos de tejas y pavimentos, cerámica de mesa y cocina. Comienzan a levantar poco a poco la tierra, la criban, recogen todos los objetos -aún aparecen 105 monedas más-, se toman muestras analíticas y se documenta todo en una base de datos, incluyendo dibujos detallados y fotografías.

También prospectan la zona circundante, a pie y con métodos geofísicos, y realizan pequeñas catas sobre el terreno. Finalmente, se protegen los restos y se delimitan las zonas que quedarán a salvo de cualquier movimiento de tierras. 

Estos primeros trabajos arqueológicos, que deberán completarse con futuras investigaciones interdisciplinares, nos ofrecen de momento, algunas respuestas parciales. 

19 ánforas -que contenían unas 50.000 monedas de bronce de los siglos III y IV donde aparece la figura del emperador Maximiano, Constancio Cloro, Diocleciano y Galerio en el anverso y diversas alegorías romanas, como la abundancia en el reverso-, fueron usadas como “huchas” o “cajas de caudales”, fueron depositadas, en algún momento del primer tercio del siglo IV, bajo el suelo o en el sótano de una nave industrial o un almacén construido en el siglo III d.C.

Este edificio fue arrasado hasta sus cimientos, entre la segunda mitad del siglo V y los inicios de la siguiente centuria, para extraer de él todo lo que fuera aprovechable. Un poco más y quienes fueron allí a por ladrillos y piedras se hubieran llevado la magnífica sorpresa que, sin saberlo, dejaron para nosotros.

Lo primero que se hizo una vez llegado el tesoro al Museo Arqueológico de Sevilla fue guardarse en cajas especiales de protección y llevarlo a dependencias seguras, donde se conserva desde entonces, bajo estrictas medidas de vigilancia.

Se realizó un análisis preliminar de las monedas con el objeto de facilitar una primera información sobre el tesoro. En primer lugar, se desarrolló un estudio físico, midiendo, pesando, dibujando y analizando a través del microscopio digital, así como de otros métodos físico-químicos. Paralelamente, se desarrolló un estudio histórico para conocer sus características, iconografía, contexto, etc.

Las monedas se contaron, se separaron por lotes y se almacenaron con materiales especiales de conservación, diseñados específicamente para mantener las condiciones idóneas de temperatura, humedad y seguridad.

¿Cuál es el futuro del tesoro?. A partir de ahora queda un trabajo intenso que, sin duda, durará varios años. Se investigarán en profundidad las monedas, se analizarán desde todas las vías posibles, se catalogarán y, quizás lo más importante, los resultados y las conclusiones de difundirán tanto a los especialistas e investigadores como a la ciudadanía. 


El objetivo último es que el tesoro de Tomares se integre en las colecciones del Museo Arqueológico de Sevilla, accesible al Público, convirtiéndose en un elemento fundamental de su identidad, permitiendo así su puesta en valor como una parte esencial del Patrimonio Histórico de la provincia de Sevilla, de Andalucía y de España.

Terminada nuestra visita al Tesoro de Tomares, visitamos en la misma planta “El Tesoro del Carambolo” donde la retina de la historia nos proyecta a Tartessos, la primera civilización de Occidente.

Tartessos dejará de ser un mito gracias a las excavaciones de Carriazo con el descubrimiento del Tesoro del Carambolo (1958-1961) como máximo exponente de la cultura tartésica (650 a.C.) hasta Itálica en la antigua Baetica, como la primera colonia romana en Hispania, fundada en el año 206 a.C. por Publio Cornelio Escipión “el Africano” (el único general romano que pudo derrotar a Anibal, general cartaginés).

En el año 45 a.C. los romanos fundan la “Colonia Iulia Romula Hispalis”, -latinizando el término “ispal”- tierra llana-, para pasar a partir del 711 a denominarse “Isbilya” por los andalusíes y Sevilla por los cristianos a partir de 1248 tras su conquista por Fernando III “El Santo”.


El Museo Arqueológico nos proyecta que Itálica dio emperadores al Imperio Romano de la talla de Trajano y Adriano. Todo un crisol de culturas en las cuales ha estado siempre presente el rio Tharsis, Baetis o Wad al-Kabir como fiel testigo y parte fundamental de su historia desde los tartessos, cartagineses, romanos, visigodos, árabes y cristianos. 

Un crisol de culturas que ha contribuido a formar parte de nuestra identidad histórica como pueblo andaluz en su proceso histórico y que nos ha dado esa forma de entender la vida entre efluvios y reminiscencias -sobre todo la cultura andalusí- que impregna nuestra memoria colectiva en todos y cada uno de los pueblos que jalonan nuestra geografía andaluza, que abarca entre el antiguo al-sharq o parte oriental de la antigua Al Ándalus hasta el al-Gharb o parte occidental. 

Unas fuentes históricas cuyo legado nos ha facilitado esa forma de entender la vida, que nos permite conocer nuestros orígenes y al mismo tiempo, poder entenderlos para proyectar nuestro futuro.



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