jueves, 30 de agosto de 2018

El monumento a Abraham Lincoln, en Londres




¡La guerra siempre ha sido un asunto de ricos, donde mueren los pobres!

Cuando observamos el monumento a Abraham Lincoln en Parliament Square de Londres -entre otros monumentos destacables como el de Mahatma Gandhi o Nelson Mandela- la retina de la historia nos proyecta de alguna forma legendarios libros o películas relacionados con el lacerante argumento de la esclavitud que aún nos sigue encogiendo el alma cuando la visionamos evocando para muchos seres humanos un doloroso pasado. 

“Raices”.


Una novela escrita por el escritor estadounidense Alex Haley que fuera publicada en 1976, que nos cuenta la historia familiar de Haley a lo largo de siete generaciones.

Kunta Kinte es secuestrado de su África natal por cazadores de esclavos y lo envían a América del Sur donde es humillado, vendido, comprado, martirizado y explotado. Aprende a la fuerza un nuevo idioma y se casa con Bell, otra esclava con quien tendrá descendencia: Kizzy. Desde muy pequeña la niña escucha una y otra vez la historia de su familia en África porque Kunta Kinte no quiere que su hija olvide sus orígenes: Kunta Kinte viene de Juffure, donde hay un río cerca llamado Kamby Bolonga... Pero quiere el destino marcado por el hombre blanco sin escrúpulos que Kizzy sea separada de sus padres, violada por su nuevo amo y convertirse en la madre de un mulato: Gallito George. Gracias a la insistencia y el amor que Kunta Kinte tuvo con sus orígenes, la historia familiar permanece viva en generaciones futuras…

“La cabaña del tío Tom”.

La esclavitud era considerada un crimen contra la dignidad humana y debía ser erradicada. En 1852 la escritora Harriet Beecher Stowe publicó un libro que habría de convertirse en un auténtico fenómeno social que denunciaba el inhumano trato que sufrían los esclavos en los estados sudistas. A finales de ese año se habían vendido 300.000 ejemplares siendo pronto traducido a más de 40 idiomas. Millones de personas en América y Europa quedaron conmocionadas. La vida del desventurado Tom se convirtió en el más lacrimógeno melodrama del siglo XIX. Nunca un libro ha tenido mayor impacto en la vida de un país, ni ha contribuido tanto a la afirmación de una causa política. Gracias a la escritora surgieron abolicionistas por todas partes.


“Lo que el viento se llevó (Gone with the wind)”.

La conocida novela de la escritora Margaret Mitchell en 1936 “Lo que el viento se llevó” describe con precisión estos hechos históricos ubicados durante la Guerra de Sececión, Átlanta es devastada sin piedad. Interpretada en 1939 en el cine por Vivien Leigh (Scarlett), Clark Gable (Rhett), Leslie Howard (Ashley) y Olivia de Haviland (Melanie).

"Murieron con las botas puestas".

...Y quién no recuerda aquella película que inmortalizó al vanidoso e indisciplinado general Custer -interpretado por Errol Flynn- hasta convertirlo en un verdadero mito para el Norte “Gettysburg y Yellow Tavern” aunque también fuera responsable de la masacre cheyenne del río Washita el 27 de noviembre de 1868. De los 103 indios que murieron tan sólo 11 de ellos eran guerreros.

Los indios luchaban por proteger su tierra y modos de vida mientras el gobierno incumplía sistemáticamente los acuerdos para proteger el territorio indio americano.

La batalla de Little Bighorn tuvo lugar el 25 de junio de 1876. Custer decidió atacar con 611 hombres a 7.000 indios. En menos de una hora, todos los hombres de Custer “murieron con las botas puestas”.

"Doce años de esclavitud".

"En los años previos a la Guerra Civil de Estados Unidos, Solomon Northup era un hombre negro libre que vive en Nueva York, que es secuestrado y vendido como esclavo debiendo luchar por preservar su dignidad frente a la crueldad de su amo.  La oportunidad de Solomon de conocer a un abolicionista canadiense cambiará su vida para siempre".

¡Oh capitán, mi capitán!...

Cuando leí por vez primera el poema ¡Oh capitán, mi capitán!” en 1989 en la película “El Club de los poetas muertos”, en referencia al poema que el poeta Walt Hitman dedicara como homenaje póstumo a Abraham Lincoln después de su asesinato, revelando la consternación que esta muerte causó en todo el país de la Unión, la retina del recuerdo me proyectó la primera vez que presencié la película de culto “El club de los poetas muertos” de Peter Weir e interpretado magníficamente por el actor Robin Williams, un nuevo profesor de literatura que llega en 1959 a una prestigiosa, rígida y conservadora academia británica bajo los valores: tradición, honor, disciplina y excelencia.


¡OH, CAPITÁN! ¡MI CAPITÁN! 

¡Oh, capitán!, ¡mi capitán!, nuestro terrible viaje ha terminado,
el barco ha sobrevivido a todos los escollos,
hemos ganado el premio que anhelábamos,
el puerto está cerca, oigo las campanas, el pueblo entero regocijado,
mientras sus ojos siguen firme la quilla, la audaz y soberbia nave.
Mas, ¡oh corazón!, ¡corazón!, ¡corazón!
¡oh rojas gotas que caen,
allí donde mi capitán yace, frío y muerto!

¡Oh, capitán!, ¡mi capitán!, levántate y escucha las campanas,
levántate, por ti se ha izado la bandera, por ti vibra el clarín,
para ti ramilletes y guirnaldas con cintas,
para ti multitudes en las playas,
por ti clama la muchedumbre, a ti se vuelven los rostros ansiosos:
¡Ven, capitán! ¡Querido padre!
¡Que mi brazo pase por debajo de tu cabeza!
Debe ser un sueño que yazcas sobre el puente,
derribado, frío y muerto.

Mi capitán no contesta, sus labios están pálidos y no se mueven,
mi padre no siente mi brazo, no tiene pulso ni voluntad,
la nave, sana y salva, ha anclado, su viaje ha concluido,
de vuelta de su espantoso viaje, la victoriosa nave entra en el puerto.
¡Oh playas, alegraos! ¡Sonad campanas!
Mas yo, con tristes pasos,
recorro el puente donde mi capitán yace,
frío y muerto.



¡Pero quien fue este personaje histórico, considerado uno de los más grandes estadistas de la historia que llegó a considerar en su época la esclavitud como un crimen contra la dignidad humana que debería ser erradicada y que por tanto, ser consecuente con su manera de pensar le llegara a costar su propia vida!

Tras la costosa Guerra de la Independencia americana en 1775 los estadounidenses se enfrentaron a otra violenta guerra fratricida que duró cinco años con cinco millones de muertos dejando a la joven nación sumida en la pobreza y desorden social que abrió profundas heridas entre el Norte y el Sur.


En 1860 varios políticos y hombres de negocios fundaron el Partido Republicano para representar los intereses de los industriales del Norte y de los granjeros del Oeste. Su dinamismo político chocaba abiertamente con la rígida mentalidad de la aristocracia sudista, a la que acusaban de boicotear cualquier medida favorable al desarrollo del capitalismo en Estados Unidos. 

Los republicanos propugnaban un Gobierno federal fuerte que pusiera límites a la expansión de la esclavitud, que carecía de sentido en la sociedad norteña. Un brillante abogado de Springfield (Illinois) llamado Abraham Lincoln sería su primer presidente. 

Nacido en 1809 en Kentucky tuvo varios oficios: leñador, balsero, carnicero y tendero. Era muy alto (casi 2 metros) destacando muy pronto por su gran oratoria y por tener las ideas muy claras siendo escogido a los 23 años por sus vecinos como capitán de un cuerpo de voluntarios en la guerra contra los indios “black hawks” en 1832.

En 1831 Estados Unidos tenía 31.000.000 de habitantes. El 70%, 22.000.000 vivían en los estados leales al Gobierno al estallar la guerra con 430.000 esclavos. Además, 1.000.000 de europeos “irlandeses y alemanes” llegaron a los puertos del Norte. El Sur contaba con una población de 9.000.000, de los que 3.500.000 eran esclavos.

La proporción de varones adultos en edad militar era de 4 a 1 a favor de la Unión. En marzo de 1863 se ordenó en el Norte un reclutamiento muy impopular forzoso (Envollment Act), pues quien disponía de 300 dólares podía librarse pagando a un sustituto. La guerra comenzó a ser vista como un asunto de ricos donde morían los pobres”.

Si la diferencia de población entre ambos bandos era importante, la económica lo era aún más. El sistema económico del Sur se basaba en un sistema de agricultura de plantación (algodón, tabaco y arroz) orientada a la exportación. Las haciendas, propiedad de la orgullosa aristocracia blanca, eran trabajadas por esclavos de raza negra. 

Por el contrario, el Norte se hallaba en un proceso de desarrollo industrial y urbano que se había acelerado en la década anterior al conflicto. Las grandes ciudades y manufacturas se encontraban en el Norte “Nueva York, Chicago, Filadelfia o Boston. Al mando del Ejército confederado se encontraban los generales Robert E. Lee y Jeb Stuart.


El primer éxito unionista llegó en febrero de 1862 de la mano del general Ulysses S. Grant cuyas tropas se apoderaron de las fortalezas confederadas de Fort Henry y Fort Donelson, lo que permitió la toma de Nashville, capital de Tennessee. Dos meses después, en abril, una flota dirigida por el almirante David G. Farragout tomó Nueva Orleans, la mayor ciudad del Sur, en la desembocadura del Mississippi, controlando casi por completo su paso fluvial. 

En el verano la Confederación consiguió rechazar todos los intentos de los unionistas de conquistar Richmond (Virginia), la capital del Sur. Un potente ejército confederado comandado por el general Lee se dirigió al Norte, siendo interceptado por las tropas federales el 17 de septiembre a orillas del riachuelo “Antietam”, que daría nombra a la batalla más sangrienta de la guerra. Lee sufrió bajas espantosas, debiendo retirarse dejando el campo libre a los nordistas. 

Era el triunfo que Lincoln llevaba meses esperando. El 22 de septiembre anunció la Proclamación de la Emancipación de los esclavos que viviesen en los estados rebeldes entrando la ley en vigor el 1 de enero de 1863. Era el primer paso para evitar que la Confederación fuese reconocida diplomáticamente por Gran Bretaña, donde el trabajo esclavo era ilegal y al mismo tiempo destruir el injusto sistema esclavista para crear una nación nueva. 

Finalizada la guerra, la emancipación se extendió a todo el territorio de los Estados Unidos (XIII Encomienda de la Constitución). La esclavitud, herencia del periodo colonial británico, fue prohibida en los estados del Norte entre 1873 y 1804. Pero no fue hasta la década de 1830 cuando surgió un movimiento abolicionista que criticaba con dureza la persistencia de la institución en el Sur y exigía su desaparición. 

La esclavitud era considerada un crimen contra la dignidad humana que debería ser erradicada. Sin embargo, la mayoría de las confesiones no se dieron por enteradas. Solo los cuáqueros “quakers” defendían la emancipación. El resto (evangelistas, metodistas, luteranos, católicos y judíos) se hallaban muy divididos. La contienda despertó un fervor religioso sin precedentes. Ambos rivales veían en la guerra como una prueba en la que con la ayuda de Dios resplandecería la justicia en su lucha. 

Una de las consecuencias de la emancipación fue la admisión por parte del Ejército de la Unión de soldados negros aunque al comenzar la guerra sólo se aceptaran como asistentes o trabajadores. En otoño de 1862 comenzaron a formarse los primeros regimientos. Se alistaron un total de 178.975 voluntarios, de los que cerca de 37.000 murieron en acto de servicio. No obstante se les trató como tropas de segunda clase cobrando la mitad de la paga que sus camaradas blancos. En el Sur la medida fue considerada un crimen.

En el verano de 1863 se produjo un giro decisivo que habría de decidir el conflicto a favor del Norte. A comienzos de julio el general Grant tomó la fortaleza confederada de Vicksburg, a orillas del Mississippi, pasando todo el curso del río y tráfico de barcos a la Unión, quedando partida la Confederación en dos. Paralelamente un ejército sudista comandado por Lee, que de nuevo había penetrado en el Norte, era derrotado en la batalla de Gettysburg (Pennsylvania). Aunque el Sur ya no podía vencer continuó luchando. 

El 19 de noviembre, Abraham Lincoln realizó en Gettysburg el más brillante discurso de su carrera política hablando sin rencor, con la mirada puesta en la futura reconciliación, recordando que la nación había sido fundada hacía 87 años con el pensamiento de que todos los hombres habían sido creados iguales, y calificando la guerra civil como la prueba en la que debía demostrarse si era posible vivir bajo ese principio. Finalmente se refirió a los muertos, sin distinguir bandos, como hombres honrados a los que era justo recordar.

En marzo de 1864 Lincoln entregó el mando de todos los ejércitos de la Unión al general Grant, cuyas victorias habían despertado su admiración. Aunque tenía problemas con el alcohol, no le impidió ser un genial planificador dando órdenes claras. Grant fue el primer militar en comprender la naturaleza de la guerra moderna. Ya no se trataba de conquistar territorios o ciudades sino de atacar al Ejército enemigo y destruirlo. 

La abrumadora superioridad industrial del norte debería ser la clave de una guerra de desgaste que acabase aplastando a la Confederación. Para lograrlo, decidió desplegar una estrategia con dos frentes: 

Un Ejército comandado por él mismo se enfrentaría a las tropas de Lee en Virginia. 

Al mismo tiempo otro ejército al mando del general Sherman penetraría en Georgia y atacaría a los confederados por la retaguardia destruyendo sus sistemas de comunicaciones, puentes, vías de ferrocarril, ganado y cosechas. 

En noviembre de 1864 tuvieron lugar nuevas elecciones. El Partido Republicano aparecía con un único objetivo: ganar la guerra mientras el partido de la Unión presentaba a Lincoln como candidato que triunfaría con claridad al obtener 212 de los 233 votos del colegio electoral. 

Finalmente, agotados y sin reservas, el general Lee se rindió a Ulyses Grant el 9 de abril de 1865 en la localidad de Appomatox (Virginia). La guerra había terminado. 

Pero el 14 de abril tuvo lugar uno de los hechos más decisivos de la contienda al ser asesinado por un simpatizante confederado Abraham Lincoln mientras contemplaba una obra en un teatro de Washington. Su asesino, el actor John Wilkes Booth, sería localizado y muerto a tiros a los pocos días. 

Simpatizantes y detractores vieron en el triste acontecimiento un significado religioso: 

Para los primeros, el hecho de que el asesinato de produjera el día de Viernes Santo les confirmó la creencia de que Lincoln había sido un mártir que, al igual que Cristo, murió para salvar a la humanidad. 

En cambio, para los segundos, la mayoría de los Estados del Sur, se trataba de un castigo divino por su maldad. 

Tras la desaparición de Lincoln, será sustituido por el vicepresidente, Andrew Johnson. El Partido Republicano pasó a estar dominado por el sector más radical, partidario de que el Sur pagara cara su traición a la Unión. 

La Guerra de Secesión es el acontecimiento más importante en la historia de los Estados Unidos, pues supuso el nacimiento de una nación que llega hasta nuestros días. La Confederación desapareció arrastrando con ella el sistema económico y social. Aunque la esclavitud fue prohibida, continuó la segregación racial que no comenzaría a solventarse hasta los años 60 del siglo XX (100 años después de la contienda). 

La extraordinaria vitalidad económica del Norte y la determinación de vencer de uno de los más grandes estadistas de la Historia, Abraham Lincoln, fueron la causa de su victoria. Aunque erradicó la esclavitud que va contra la dignidad humana, la segregación racial continuaría en Estados Unidos hasta mediados de los años 60 del pasado siglo XX e incluso en pleno siglo XXI con la inmigración en la Vieja Europa, el color de la piel continua siendo un importante referente para seguir emitiendo juicios de valor.

Desde Londres, para el blog de mis culpas...





Bibliografía

Historia 16


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