domingo, 29 de septiembre de 2019

Las entrañas de la tierra, en la Cuenca Minera de Río Tinto





Breve introducción

Mientras los hijos de la Gran Bretaña clavaban sus enormes garras en la cuenca minera de Río Tinto -al igual que lo hicieron anteriormente con
Gibraltar- el Gobierno Civil de la época permanecería siempre subordinado al capital inglés, al mismo tiempo que la justicia social brillaba por su ausencia.


Era evidente que en el momento de repartir las ganancias, el capital tan solo destinaba a la clase trabajadora los golpes y la represión "el capitalismo en carne y hueso" mientras los desamparados mineros se deslomaban en las minas al carecer de los recursos necesarios para pagar el pan, vestirse, pagar la vivienda o comprar la leña sin olvidar que las teleras y el ácido sulfúrico se encargarían de reventar sus pulmones. La taberna era el único lugar donde el minero podía aparcar su miseria.

Pero aquel gélido 4 de febrero de 1888 se traspasaron todas las líneas rojas al pagar con su vida decenas de mineros inocentes que tan sólo reivindicaban un salario digno acompañado de modestas mejoras sociales que les permitieran salir de la más absoluta miseria en la que se encontraban junto a sus familias. 


La sinrazón de la fuerza subordinada al capital inglés no dudaría en utilizar "mano de hierro" al asesinar a tiros y con bayonetas decenas de vidas de inocentes, en una manifestación que comenzó con tintes festivos terminando en tragedia, mientras el negro polvo de las teleras comenzaba colocar la mortaja en la cuenca minera, como si de un sudario se tratara. La memoria colectiva cifra los muertos en más de 200 personas inocentes. La represión posterior fue cruenta y dura cifrándose el número total de bajas por despidos, muertes y desaparecidos en torno a mil personas.


Será esa misma amnesia colectiva la encargada de anestesiar dicho periodo trágico de la historia, por temor a las posibles represalias por parte de la Compañía minera.

El 4 de febrero de 1888 la sangre minera quedaría esparcida junto al cobre, dándole un color más intenso al río Tinto. 


No cabe duda, de que aquella trágica fecha, después de 131 años, ha pasado a la historia onubense como uno de los acontecimientos más lacerantes y sangrientos de su longeva historia, que seguirá pesando como una enorme loza en la Memoria Colectiva, aunque el tiempo pase y los años se sucedan...

I

Mientras lentamente las hojas caídas se disponen para ser juguetes del viento en la tierra de Villalón, de la Cal y del Flamenco -donde el facineroso "Pernales" llegara a establecer su influencia en tiempos pretéritos- orientamos nuestro sextante cultural en busca del Parque Minero de Río Tinto después de haber visitado tiempo atrás, el Muelle de Carga y el Barrio de la “Reina Victoria” como legado inglés en Huelva.

Atrás dejamos Sevilla para transitar por la A-66 "Vía de la Plata" en dirección a la antigua Emérita Augusta (Mérida). A través de la A-476 atravesamos Nerva hasta llegar al Parque Minero de Riotinto, protagonista de nuestra visita. Nuestra retina comenzaba a impregnarse de los primeros malacates, elementos constructivos imprescindibles en las minas de la época que han quedado como patrimonio cultural.

La "Vía de la Plata" enlazaba en tiempos pretéritos la “Antigua Emérita Augusta” capital de la provincia romana de Lusitania fundada en el 25 a.C. con Astorga “Asturica Augusta” que fuera fundada en el 27 a.C. en la provincia Tarraconense.

Durante la travesía se puede apreciar cómo el olivo dejar de ejercer su influencia para impregnarse nuestra retina bajo un bello paisaje, entre praderas salpicadas con árboles del género "Quercus" que predomina en la dehesa como la encina, el alcornoque o el quejío (roble) salpicados de antiguos castillos que jalonaban la antigua banda gallega frente a la banda morisca (frontera del reino de Granada). Existen zonas de Andalucía en la que se denomina chaparro a la encina (Quercur Ilex) y al alcornoque (Quercus suber).

No cabe duda, de que la lectura del libro “1888. El año de los tiros" del escritor onubense Rafael Moreno nos acerca no sólo al contexto histórico de la época sino que también nos refresca la memoria sobre la primera manifestación ecológica “antihumos” realizada en España. 

Era evidente, de que los mineros no sólo defendían un salario digno y mejoras sociales que les permitiera salir del hambre y de la miseria, sino que al mismo tiempo, defendían un entorno natural libre de humos perniciosos para la cuenca minera y sus hogares.

Los años previos a 1888 la cultura política en España formaba parte de la herencia del caciquismo como forma de articulación social, incapaz de atender las demandas sociales, una forma de Gobierno bajo elecciones amañadas que sólo beneficiaban a sus clientelas. El Pacto del Pardo pondría de acuerdo al conservador Cánovas del Castillo y al liberal Sagasta en el modo de afrontar la situación política y constitucional. Las continuas manipulaciones electorales contribuyeron a descalificar el sufragio universal. 

En este ambiente se desenvolvía la Cuenca Minera de Río Tinto, teniendo en cuenta de que los mismos políticos que enviaba el Parlamento de España a investigar las perniciosas calcinaciones de la Cuenca Minera llegaban a corromperse -al pensar también en inglés y mirar hacia otro lado-, previo pago de su estipendio correspondiente. 



Aunque las teleras habían sido prohibidas en Inglaterra, en España se encontraban legalizadas, siendo los humos sulfurosos altamente perniciosos para la salud de los trabajadores, de sus familias y de su entorno natural. Las condiciones de trabajo no sólo eran infrahumanas, sino que se habían convertido en insostenibles. Todo ese descontento social irá generando los primeros movimientos obreros reivindicativos en la provincia onubense mientras Andalucía, continuaba siendo la tierra del hambre y del sudor "la tragedia es pá el minero y las ganancias pá el patrón", como decía una letra del grupo de Gente del Pueblo, en la tierra de Villalón.


Si los posteriores sucesos de Casas Viejas en 1934 que fueron fielmente narrados en el libro de Ramón J. Sénder “Viaje a la aldea del crimen”, retrataban la miseria del campo andaluz que condenaba a los hombres y mujeres a la triste soledad con su hambre y miseria secular como caldo de cultivo, los sucesos de febrero de 1888 en Río Tinto -salvando las distancias históricas- retrataban fielmente la miseria de la cuenca minera que también condenaba a los mineros a condiciones infrahumanas. 

El campo andaluz y el trabajo en la mina demostraban que los "caciques" en Andalucía podían disponer a su antojo desde tiempos muy pretéritos, de una mano de obra hambrienta,  sumisa y semiesclava para los intereses de la patronal.

El origen del conflicto laboral que llegó a irradiarse por toda la comarca minera tenía su origen en los humos envenenados que emanaban de las teleras, que eran enormes cantidades de mineral que permanecía ardiendo entre 6 y 12 meses, perjudicando la salud de los mineros y la de sus familias. Los gases tóxicos contaminaban la tierra y en los ríos se vertían grandes cantidades de sustancias tóxicas como el azufre y arsénico.

Si el Puerto de Palos en Huelva sirvió como puerto de salida de Colón para el descubrimiento América, será también el puerto de Huelva el que sirva para cargar el cobre de las minas de Río Tinto como si de un verdadero Dorado se tratara para la patronal británica, al ser el cobre imprescindible en los componentes de los motores eléctricos y como conductor de la electricidad y el carbón para la industria británica.

Para salvar su conciencia -tan negra como el color de las teleras-, la Riotinto Company Limited comenzó a crear economatos, escuelas y un hospital en la zona donde ejercían su influencia mientras las infrahumanas condiciones laborales tenían una alta siniestralidad proliferando entre la clase obrera la tuberculosis, el asma, la tos o la bronquitis entre otras enfermedades, lo que provocaba que muchos mineros murieran en el tajo o padecieran graves secuelas de por vida.

Las infrahumanas condiciones de vida de los mineros después de una dilatada jornada laboral les impedía poder adquirir artículos básicos como el carbón para calentarse y poder cocinar, el pan, las patatas, algo de carne y café, jabón o alpargatas para calzarse. Los alimentos los tenían que adquirir en los economatos, propiedad de la empresa, con lo que los escasos salarios de los mineros volvían de nuevo a las faltriqueras de los capitalistas.

No hace falta recordar que no pocos mineros se libraban de las duras cadenas del capital quitándose el hambre en las miserables tabernas bajo el "aporte calórico" que les brindaban los efluvios del alcohol "del aguardiente matinal y vespertino", que al tener muchas veces el estómago vacío, con las consecuencias de la cirrosis hepática.

Los médicos de la Compañía «achacaban» los fallecimientos de los mineros a enfermedades congénitas de los trabajadores y no a las enfermedades adquiridas como consecuencia del duro trabajo en las minas. Las muertes por asfixia eran ocultadas en los partes médicos.

Cuando aquellos rudos y esforzados mineros dejaban de serles útiles a la empresa minera por enfermedades respiratorias -la mayoría no llegaba a los 40 años de edad- aparecían en escena sus viudas que se veían obligadas a rogar a la Compañía minera una pensión de caridad para poder sacar adelante a sus hijos.


Para completar el vía crucis, la Compañía también era la propietaria del terreno y de las casas donde vivían los obreros. Su vivienda dependía por completo de la Compañía minera y del mísero jornal que ésta le pagaba por su trabajo de doce horas diarias. Todos los aspectos cotidianos de la cuenca minera se encontraban bajo la retina de la Compañía Minera que controlaba no sólo la vida económica de los mineros, sino la educación y la distribución de los bienes de consumo con el objetivo de que su mísero jornal ganado con el sudor de su frente revirtiera de nuevo en la empresa minera, al tener que adquirir los artículos en los economatos de su propiedad.

Es evidente que la R.T.C.L. se había convertido en una verdadera explotación colonial que contaba con el beneplácito de la Administración de la época, totalmente subordinada a los intereses de la patronal minera. Mientras que la clase trabajadora tenía su arma en la prensa clandestina, la empresa comenzaba a lanzar a la calle un periódico subordinado a sus intereses "La Provincia" que ensalzaba a la Compañía Minera con numerosos actos sociales y de beneficencia.

Los defensores de las teleras "humistas" llegaron a considerarse "amantes del progreso", mientras que los amantes de su entorno natural "contrarios al progreso".

Los británicos sólo ocupaban los altos cargos al considerar el trabajo en la mina humillante y terrible. Vivían en un “apartheid de lujo” con sus casas confortables y con una iglesia de estilo victoriano -para el perdón de sus pecados cometidos contra los mineros-, campos de deportes, zonas de ocio, etcétera.

La situación laboral en las minas de Riotinto con la compañía británica era clara: una jerarquía entre la empresa y trabajadores, entre británicos y españoles, lo que daría lugar a que poco a poco, los mineros se vayan dotando de sus propios mecanismos de defensa frente al control de la R.T.C.L.. Con la conciencia de clase surgen las primeras organizaciones sindicales.


Las aguas sulfurosas del río Tinto que nacen en la Peña de Hierro tiñen de rojo su curso por la alta concentración de óxido de hierro, proyectando un paisaje marciano. Sus aguas poseen una acidez muy alta (pH<2) al contener disueltos metales pesados, como el cobre, zinc y arsénico. Los romanos lo llamaban "Urium flumen" señalando su color rojizo anterior a la explotación minera.

La manta

Las nubes negras que se posaban sobre el cielo de la cuenca minera se denominaba “la manta”, siendo muy perniciosa para la salud de los mineros y también para sus hogares. Si por culpa de las nocivas tinieblas el minero se le hacía imposible acudir al trabajo la Compañía Minera le recortaba el jornal entre la mitad y un tercio.

Algunos pueblos como Calañas y Alosno llegarían a prohibir las calcinaciones de mineral pero el gobernador civil anulaba los acuerdos plenarios obligando a los ayuntamientos en desacuerdo a acatar sus órdenes. El asunto de las teleras fue llevado a juicio y la sala que lo enjuició falló contra el Ayuntamiento municipal de Zalamea multando al gobierno municipal “por ir contra el progreso industrial”. Los voceros mediáticos afines a la Compañía explotarían este fallo contra los enemigos de las teleras aunque conocieran que la contaminación llegara hasta Portugal.

En 1886 el Ayuntamiento de Cortegana prohibió la utilización de las teleras, pero el gobierno civil de Huelva revocó esta prohibición, fueron muchos los ayuntamientos que intentaron prohibirlas, pero la historia volvía a repetirse. También lo haría Nerva, tras lograr su independencia respecto de Zalamea, pero volvía a ser revocada.



Condiciones laborales

Entre la agotadora e inhumana jornada laboral de doce horas diarias por un mísero jornal y el infierno existía poco trayecto para los mineros. Los inviernos eran muy fríos y la miseria junto con la enfermedad se paseaban por todos y cada uno los rincones de sus humildes hogares. 

Muchos hogares sin recursos no se daban cuenta de que el aumento del número de hijos era directamente proporcional a su propia miseria, lo que añadía más sufrimiento a su unidad familiar, mientras la burguesía inglesa lo observaba como una mano de obra semiesclava para el futuro de sus intereses. 

Durante el crudo invierno, el recio viento glacial penetraba a bocanadas entre los frágiles huesos de los mineros que desnutridos y entumecidos de frío, tiritaban bajo la delgada tela de algodón de sus deterioradas chaquetas -muchas remendadas- mientras la mina a cielo abierto se encargaba sin prisas pero sin pausa para devorarles no sólo el presente sino también, su futuro y el de sus hijos.

Los mineros empleaban su jornada en la dura tarea de picar, cargar y empujar los pesados volquetes en medio de las mortales tinieblas, para no ganar siquiera el preciso jornal que les reportara el sustento de su familia. Al mismo tiempo, la tos se encargaría de ir acortando su vida para convertirla en enfermiza. Los humos de las teleras de Río Tinto con su aliento de muerte recordaban a los mineros que allí se encontraban las verdaderas puertas del Infierno. Mientras tanto,  el capital inglés se mantenía a salvo en su isla dorada del barrio de Bellavista.

Los salarios eran tan bajos que los mineros cobraban varias veces a la semana porque no les llegaba para cubrir necesidades tan  básicas como alimentar las bocas que esperaban en su humilde casa. Cuando el hambre apretaba muchos mineros se veían obligados a llevarse a la mina incluso a sus hijos menores como mano de obra barata que empleada la Compañía en las estrechas galerías, ganando lo justo para alimentar una boca más. Las viudas eran empleadas por caridad en el departamento de limpieza de la Compañía. 

En este contexto de hambre y miseria la clase trabajadora creía en el poder de la huelga como arma intimidatoria que obligara a la patronal a entrar en razón aunque el miedo a un levantamiento obrero sólo acarrearía represalias en aquel valle de lágrimas. Cualquier minero que se atreviera a pedir sus derechos, sabía que le esperaba el despido. Para sobrevivir era necesario ser sumiso a la Compañía. De lo contrario, le esperaba la inanición de su familia.

Las reivindicaciones de los mineros eran las siguientes: 

Supresión de las calcinaciones, supresión de la peseta facultativa (cada trabajador aportaba una peseta de su sueldo para sufragar los gastos del personal sanitario de la Compañía), reducción de la jornada laboral de 12 a 9 horas, suprimir la contratación mensual (la empresa aprovechaba esta situación para pagar jornales diferentes según el mes), acabar con las diversas multas aplicadas por los capataces (por retrasos o cuando éstos consideraban que las vagonetas no salían lo suficientemente llenas de los túneles), relevo del jefe del departamento y, para finalizar, la supresión del descuento de paga los días de «manta».

El 1 de febrero de 1888 se inició una huelga de mineros que podría considerarse la primera manifestación antihumos de España que irá creciendo durante los dos días posteriores pidiendo la suspensión de las calcinaciones entre otras mejoras laborales y sociales. El 4 de febrero de 1888 las candelas de las teleras dejaban de arder tras dos días de inactividad en la cuenca minera de Río Tinto por el efecto de la huelga general en los tajos mientras que el tren llevaba varios días sin poder cargar mineral ante la total ausencia de mineros, no pudiendo descargar el mineral en el puerto de Huelva.

Por ambos lados -patronal y obreros- existían cuantiosas pérdidas no comparables. La del capital era evidente porque cada día de paro le costaba miles de pesetas al estar inmovilizado el dinero empleado en los trenes y máquinas pero pensaban recuperar cuando terminara la huelga. Sin embargo, para los humildes mineros que tan sólo contaban con sus brazos para trabajar, los días de paro los terminaba de dejar en la más absoluta inanición junto a sus desprotegidas y anémicas familias.




Manifestación del 4 de febrero de 1888

Ante los rumores de una huelga y previendo un levantamiento minero el director de la Compañía Minera “Spencer Feyton” mandó un telegrama al Gobernador Civil solicitando más refuerzos, siendo enviada a la localidad una compañía del Regimiento de Pavía. 

Era evidente que el director de la Compañía Minera ejercía una enorme influencia no sólo en el Gobierno Civil de la provincia y sobre el Regimiento de Pavía, ambos subordinados a los intereses británicos de la cuenca minera, sino que su larga mano llegaba hasta las fuerzas vivas de la ciudad. No cabe duda, de que el enemigo del Gobierno Civil y de la Compañía minera era la masa obrera, envenenada por los anarquistas, "que ponían en peligro el progreso".

Las calcinaciones no sólo se incrustaban en los pulmones de los mineros sino que estaban aniquilando la masa forestal de la Cuenca Minera, los campesinos también se quedaban sin trabajo al destruirse sus cosechas y los terratenientes estaban perdiendo influencia social convirtiéndose la R.T.C.L. en la única generadora de empleo en la Huelva del siglo XIX.

Muchos agricultores observaban como sus tierras se morían debido a la lluvia ácida. La hambruna comenzaba a hacer mella en el campesinado de toda la comarca. Bajo estas condiciones infrahumanas se estaba gestando un caldo de cultivo cuyas consecuencias llegaría a generar una importante revuelta social que culminará en una importante manifestación convocada para el 4 de febrero de 1888. 

La masa obrera asistía clandestinamente a la convocatoria de asambleas. Incluso utilizaban las reuniones de Carnaval como tapadera para buscar adictos a la causa obrera y abonar el ambiente para que la revuelta fuera lo más numerosa posible. Los trabajadores estaban perdiendo el miedo a la Compañía y eso era muy peligroso para los intereses de ésta.

"Mano de hierro y máximo rendimiento con una mínima inversión le dictaba la Compañía desde Londres".

A veces, la muerte del minero suponía liberarse de aquella esclavitud impuesta por la mano del colonialismo industrial inglés empeñado en llevarse hasta la última tonelada que pudiese de las entrañas de la tierra. En aquellas condiciones donde la justicia social brillaba por su ausencia la mina sólo traería miseria y luto. Una cuenca minera que erosionaba continuamente los escasos derechos de los mineros para que produjeran primas para ofrecérselas generosamente a los señores diputados, al gobernador civil y a las fuerzas vivas en caso necesario.



La sinrazón de la matanza obrera de 1888 en Río Tinto

La manifestación antihumista partió desde Zalamea, capital tradicional de la comarca, estando encabezada por Lorenzo Serrano. Se encontraría el 4 de febrero de 1888 en la Plaza del Ayuntamiento con la manifestación minera que estaba encabezada por el líder sindicalista hispano cubano Maximiliano Tornet dentro de un ambiente festivo pero reivindicativo. Las dos marchas juntaron más de 8.000 personas al grito de:

¡Fuera humos! y ¡Más paga!

Mientras tanto, se producía una reunión en el Ayuntamiento a la que asistía el alcalde, el director de la Compañía Minera y un militar del Regimiento Pavía. La noticia de la reunión en el Ayuntamiento corrió como la pólvora entre los mineros que fueron llegando a la plaza. Éstos no tenían nada que perder al carecer la mayoría de los mineros de casa e incluso de futuro. Los mineros explotados estaban siempre sujetos a la tiranía del capital que los llevaba irremediablemente al abismo. El escaso salario se había convertido en una nueva forma de esclavitud reglamentada legalmente. 

"Había llegado la hora de que los humildes, empujados por el hambre y la miseria, comenzaran a reclamar sus derechos".

Sin embargo, la consigna a la que habían llegado los jerifaltes era dar un escarmiento a ese ejército de harapientos envenenados por los anarquistas utilizando la fuerza si fuera necesario y expulsando a los mineros “conflictivos”. 

“Si los responsables no podían garantizar el funcionamiento de la Compañía Minera tendría el director que llevar el asunto a Londres”. 

En la Plaza de la Constitución el ambiente reivindicativo se tornaba cada vez más tenso. Entre la masa obrera había mujeres con niños en los brazos frente a los soldados del pueblo armados contra el mismo pueblo. El gobernador civil Agustín Bravo y Joven respondió con una orden, cumplida de inmediato por el Regimiento de Pavía a cuyo mando se encontraba el teniente coronel "Ulpiano Sánchez". 


Las tropas del Regimiento Pavía estaban formadas por 140 soldados dotados del fusil reglamentario Remington 71/89 de 11 mm. monotiro con cañón rayado.

Ninguno de los responsables de aquella matanza de obreros sería juzgado, encargándose las fuerzas vivas de que la amnesia fuera la tónica dominante durante muchos años. Ya sabemos que las fuerzas reaccionarias en cuestiones sobre la Memoria Histórica o Colectiva procuran que sea lo más efímera posible y que se vaya diluyendo en el tiempo anestesiando la realidad.

La sinrazón de abrir fuego contra personas desarmadas e inocentes trajo graves consecuencias al provocar una enorme cantidad muertos y heridos por tiros y bayonetas, que quedaron esparcidos sobre la plaza. Aunque la versión oficial subordinada a la patronal, cifraba en sólo 13 víctimas mortales, la Memoria Colectiva de la Cuenca Minera de Río Tinto cifraba en cerca de 200 los muertos durante aquella trágica manifestación. 

El año de los tiros de 1888 no sólo destrozó a numerosas familias estremeciendo la cuenca minera, sino que desarticuló por completo a la organización obrera durante más de una década pues el recuerdo de la matanza paralizó a los mineros que no volverían a reivindicar sus derechos hasta comienzos del siglo XX cuando volvieron las protestas y las huelgas de 1913, 1914, 1917 y 1920. 

Los mineros regresarían al tajo donde las teleras seguirán consumiendo sus aparatos respiratorios hasta 1895 en que serían sustituidas por otro sistema más rentable para la Compañía, costando el despido a cerca de 1.000 trabajadores mientras los médicos de la Compañía -que pensaban también en inglés- seguirían achacando los fallecimientos a enfermedades congénitas y no a las enfermedades adquiridas en la mina. 

La matanza de obreros aquel 4 de febrero de 1888 en el pueblo de Río Tinto pertenece por derecho propio a su ADN de la Memoria Colectiva, aunque haya sido ocultada hasta no hace mucho tiempo.

"Ninguna placa recuerda a los mineros masacrados por defender sus derechos".

Da la impresión de que aquella matanza del 4 de febrero de 1888 ha sido anestesiada y casi olvidada por los libros de historia. Muchos historiadores han considerado aquella manifestación del 4 de febrero de 1888 como la primera manifestación ecologista de la historia, en la que una comarca defendía por vez primera su hábitat natural y el derecho a respirar un aire limpio.

Leyendo Germinal de Emilio Zola y "1888 el año de los tiros" de Rafael Moreno, es posible que nos haga reflexionar sobre aquella famosa frase que pronunciara el célebre pensador Karl Marx

“La historia de los pueblos era una continua lucha de clases”.

Explotadores y explotados, amos y esclavos, patricios y plebeyos, terratenientes y campesinos, burgueses y proletarios, ricos y pobres en diferentes contextos históricos, donde el 1% vive a expensas del 99% restante. Dos concepciones se enfrentan a lo largo de la historia. El egoísmo de las clases privilegiadas frente a los excluidos.



Movimiento obrero en las minas


La llegada de Mr. Browning a Riotinto como General Manager de la compañía supuso la intensificación del movimiento obrero ante el aumento del control. Se crea la Labour Agency en la que se recogen los expedientes personales del personal, donde se marcan en rojo a los “trabajadores problemáticos”. Es entonces cuando surge una auténtica conciencia de clase. 

Los acontecimientos de 1917 tomaron un aspecto dramático en la cuenca minera de Riotinto, que desde hacía años había sido escenario de ásperas luchas sociales y en la que la empresa británica reinaba sin limitación alguna. Tres mil trabajadores habían sido despedidos por la Compañía minera durante los años precedentes. El 13 de agosto, los quince mil obreros de la cuenca abandonaron las minas sin que ocurriese ninguna violencia; pero tres días después llegaron varias compañías del Regimiento de Granada con secciones de ametralladoras, que fueron repartidas en patrullas por las calles de Nerva y Campillo. Un incidente causado aquella tarde por un guarda de la empresa al esgrimir una pistola desató una verdadera caza al hombre que tuvo como resultado 10 muertos (de los cuales el Gobierno declaró cuatro) y más de cuarenta heridos entre los obreros, un guardia civil herido y también un soldado. No obstante, los dirigentes sindicales mantuvieron el carácter pacífico de la huelga, que dieron por terminada el 21 de agosto, e incluso cooperaron con las autoridades civiles. Mr. Browing, director de la empresa, entregó a la autoridad militar a noventa obreros (de los cuales sólo diez quedaron detenidos, entre ellos el joven dirigente socialista F.F. Egocheaga) y despidió a quinientos. Las luchas de Riotinto estaba muy lejos de haber terminado...

La huelga de 1917. Historia 16 

La huelga de 1920 fue uno de los grandes hitos del movimiento obrero español. En ella se unieron comunistas, socialistas y anarquistas frente a la compañía y frente al gobierno conservador de Eduardo Dato. La lucha fue larga, se prolongó cinco meses. Numerosos niños tuvieron que ser desplazados y enviados a otros puntos de España a causa del hambre y la miseria. La opinión pública comenzaba a tener una opinión, y no precisamente favorable, de las compañías extranjeras que operaban en España. 

Tras la huelga, el 35% de los trabajadores de la mina se habían visto obligados a emigrar, y esto no fue precisamente malo para la R.T.C.L. que, ante la crisis existente, reducía la producción y se deshacía de los trabajadores.

En 1921, para evitar la mala imagen y para controlar el movimiento obrero, la propia compañía crea los Comités Mixtos, formados por empresa, empleados, obreros de plantilla y, más tarde el resto de trabajadores. Con esta acción controla las relaciones laborales y deja al margen a los sindicatos e influencias revolucionarias.

En 1929 el número de afiliados al Sindicato Minero, ya reorganizado, se había incrementado enormemente. Aparecen sedes sindicales y de partidos políticos, en zonas poco rebeldes a la Compañía (Riotinto y el Alto de la Mesa), y en 1931 se crea el Sindicato Único de la C.N.T. El movimiento obrero en la mina había calado hondo.

En 1936 llega el Golpe de Estado. La madrugada del 19 de julio de 1.936, parten hacia Sevilla varios camiones y tres coches abarrotados de indefensos mineros para defender el orden constitucional de la Segunda República. Con los hombres que se unían en los pueblos por donde pasaban pudieron llegar a ser unos 200 milicianos.

Desde Huelva partió otra columna formada por la Guardia Civil y la Guardia de Asalto al mando del comandante Haro, pero éstos, cuando llegaron a Sevilla, se unieron al ejército sublevado de Queipo de Llano y le contaron el plan minero. Cuando los mineros llegaron a La Pañoleta, en la entrada a Sevilla, fueron objeto de una emboscada. Los disparos alcanzaron uno de los coches cargados con dinamita, y la columna saltó por los aires. Murieron 26 mineros y 69 fueron apresados y posteriormente ejecutados, excepto el menor, Manuel Rodríguez Méndez, que fue condenado a cadena perpetua. El resto lograría huir y regresar a los pueblos.

En agosto de ese mismo año las tropas del general Franco entran en la Comarca Minera. Los líderes sindicales y políticos fueron encarcelados y ejecutados. Es el fin del movimiento obrero, se dice que con el apoyo de la compañía.

En los años 40 se produjo en la cuenca minera, como en todos los pueblos de España, una mezcolanza entre el poder político y la religión oficial. Eran años difíciles con enormes problemas de hambre y subsistencia...

II

Nuestra ruta por las entrañas de la tierra

Llegamos desde la tierra de Villalón al Parque Minero de Río Tinto “Ernest Lluch”, en la Sierra de Aracena, donde cinco milenios de historia contemplan un patrimonio minero que hunde sus antiguas raíces en el Calcolítico o Edad de Cobre, la Edad de Bronce y de Hierro, fenicios, griegos, tartessos y romanos hasta el siglo XX.


En nuestra visita cultural visitamos varios emplazamientos: 

1. El museo minero.

2.Transitamos por el barrio inglés de Bellavista. La Casa nº 21 como ejemplo de la arquitectura inglesa donde los británicos vivían en su lujoso “apartheid” al objeto de no mezclarse con la gente humilde de la cuenca minera "donde se heredaba la miseria de padres a hijos".

3. El viaje turístico en ferrocarril donde pudimos apreciar la cuenca minera "Corta Atalaya".

4. A las 15,30 horas nos dirigimos en nuestro coche a una mina a cielo abierto en la galería Peña de Hierro que se encuentra a 10 km. de Río Tinto. 

5. Con la visita al monumento a la mujer minera y al minero en el pueblo de Río Tinto junto con la visita a una locomotora 201 en una de las rotondas que da entrada al pueblo dimos por terminada nuestra grata visita.





En el Museo Minero comienza nuestra ruta cultural, ubicado en el antiguo hospital que fuera construido por la Compañía Minera para atender a los empleados de R.T.C.L. que explotara las minas entre 1873 a 1954. 


En la entrada al Museo Minero se encuentran varias vagonetas de vuelco lateral de una tonelada que se empleaban en las labores de carga en el interior de la mina. Construida en hierro y acero tiene unas dimensiones de 1,50 m. de largo por 0,86 m. y una altura de 1,20 m. Eran cargadas a mano por los mineros quienes tenían que cargar en cada relevo de 8 horas entre 15 y 20.

Dicho hospital fue proyectado por el arquitecto británico R.H. Morgan en 1925 siendo inaugurado en 1927 por un precio final de 23.720 £ (779,743,70 pesetas de la época). En el edificio predomina la típica arquitectura inglesa con una superficie de 1800 m².

El parque temático se encuentra gestionado por la Fundación Río Tinto, encargada de preservar el patrimonio minero de la comarca para darlo a conocer mostrando al visitante el desarrollo de la industria minera y metalúrgica hasta sus últimas explotaciones.


Sus espacios temáticos comprenden aspectos geológicos y etnográficos destacando un recorrido histórico desde el 3000 a.C. hasta el siglo XX junto con una importante documentación de la R.T.C.L. También se puede visitar el vagón del Maharajá, el vagón de vía estrecha más lujoso del mundo en su época, que fuera construido para la Reina Victoria con madera tallada y cuero repujado en el año 1892 cuando ésta iba a realizar un viaje a la India. El vagón fue traído a Río Tinto para una visita del rey Alfonso XIII.



Casa nº 21

Dentro de la arquitectura victoriana en el barrio de Bellavista de Río Tinto destaca la Casa nº 21 construida en el año 1883. Un espacio urbano que fuera destinado al equipo de técnicos ingleses en el lujoso barrio de Bellavista. 

Río Tinto Company Limited llegó a crear en Huelva un verdadero imperio económico convirtiéndose en la empresa privada con mayor número de trabajadores de todo el país implantando una colonia en el barrio de Bellavista -un lujoso barrio convertido por los directivos ingleses en su propio gueto o apartheid particular para no mezclarse con la población autóctona-, con sus tradiciones culturales (se crearon grupos de boy-scout para enseñar una moralidad decente y correcta a los hijos de los trabajadores), sociales (sala de lectura, billar, bar) o deportivas (fútbol, polo, bádminton, criquet, tenis). La colonia inglesa de Bellavista contaba incluso con su propio cementerio, incluso más lujoso que el hogar de cualquier minero. Contaba también con una iglesia presbiteriana “del griego πρεσβύτερος que significa -el más anciano o el decano-". En la colonia inglesa de Bellavista llegaría a encenderse la luz eléctrica mucho antes que en cualquier otro pueblo de Huelva.

Durante 81 años llegaría a celebrarse en el barrio de Bellavista el cumpleaños de la Reina Victoria, donde se paralizaba toda la actividad minera. No transitaban trenes, ni se explosionaban barrenos, ni existían muertes en el tajo, ondeando al viento la bandera británica con aire imperial, aunque la miseria, el hambre y la enfermedad diezmaran la cuenca minera incluso tan regio día.


 
Viaje en el ferrocarril

Mientras viajamos en el antiguo tren del siglo XIX, nuestra retina captaba entre los viejos raíles, el cementerio ferroviario como vestigio de una época entre las viejas locomotoras y vagones de carga abandonados. Miles de toneladas de hierro que el tiempo se ha encargado de oxidar y convertirlas en chatarras.

Para el diseño del ferrocarril el presidente de R.T.C.L. Hugh Matheson contrató a un prestigioso inglés “George Barday Bruce” y a Tomas Gibson, que materializó la propuesta. El proyecto del muelle se presentaría a la Compañía en febrero de 1874, y posteriormente a la Junta de Obras del Puerto de Huelva y al Ministerio de Fomento. La línea principal del ferrocarril quedaría terminada el 28 de julio de 1875, y el muelle se levantó un año más tarde, en marzo de 1876.

Los ingleses llegarían a tejer una importante red ferroviaria con 300 km. jalonada de numerosas estaciones para transportar a miles de trabajadores de las localidades vecinas hasta los tajos de trabajo en las minas llegando a transportar millones de toneladas de mineral desde las minas de Río Tinto hasta el Muelle Minero de Huelva. 

La llegada de R.T.C.L. supuso un hito en las infraestructuras ferroviarias onubenses llegando a tener 1.300 vagones, 2.000 vagonetas de mina, 40 coches de pasajeros para el transporte de sus 17.000 trabajadores y más de 170 locomotoras entre vapor, diésel y eléctricas.



Desde el 11 de junio de 1873 a julio de 1875 se puso en marcha el ferrocarril de vía estrecha más importante del mundo para transportar el mineral desde las Minas de Río Tinto al Muelle de Carga en Huelva que distaba 80 km. A todo ello, había que añadir 8 puentes, 5 túneles y 12 estaciones de ferrocarril cuyo coste sería de 767.190 libras esterlinas de la época.

También se construyeron 264 km. de ramales de vías que servían de unión entre los talleres, almacenes, tajos, las distintas poblaciones y los poblados mineros. Se usaron 147 locomotoras de vapor, 9 locomotoras diésel hidráulicas, 6 automotores de tipos diversos, 21 locomotoras eléctricas de varias clases y 1 locomotora de aire comprimido. Y también 1.300 vagones, 2.000 vagonetas y 36 coches de viajeros. El objetivo estaba claro, extraer todo el mineral posible, vaciando las montañas hasta sus mismísimas raíces al menor coste, solo con el sudor, la sangre y el dolor de los trabajadores. El tren de transporte de mineral, podía alcanzar los 400 metros de longitud con 50 vagones, cargados de mineral.

La Fundación Minera de Río Tinto ha recuperado dos locomotoras de la antigua compañía minera (una eléctrica y otra de vapor) restaurando algunos de sus viejos vagones de madera para crear un tren turístico que recorre 12 km. de vía siguiendo el curso del río Tinto entre los bosques de pinos. El Parque Minero engloba el pueblo de Minas de Riotinto y todo su entorno.

El monumento a la mujer minera

Si la inmortal novela “La madre” de Máximo Gorki publicada en 1907 forma parte de uno de los grandes exponentes del realismo soviético al describir fielmente la miseria en la que se ve sumido el proletariado entre el miedo y la represión zarista y la novela Germinal en 1885 refleja de manera realista la huelga de los mineros del Norte de Francia en la década de 1860, no cabe duda, de que el monumento a la madre y mujer minera en la Cuenca Minera de Río Tinto, nos expresa un enorme realismo sobre aquellas mujeres que han pasado a la historia minera como “las grandes olvidadas” y que sin embargo, tuvieron que hacer verdaderos milagros para para alimentar a sus hijos, trabajar de “barcaleadoras” recibiendo la mitad del salario que un hombre y no pocas veces, llorar a su padre, marido e incluso hijos muertos en el interior de la mina por un miserable jornal. Un capitalismo en carne y hueso donde el fantasma de las teleras en forma de hambre y miseria recorría las puertas del infierno de la Cuenca Minera, como si de un verdadero valle de lágrimas se tratara. 

El monumento a la mujer minera en Río Tinto no hace más que rendir un merecido homenaje a una generación que ha sido brutalmente castigada por las injusticias sociales y que sin embargo, gracias a ese sufrimiento y dolor lacerante bajo enormes privaciones, las generaciones venideras hemos ido adquiriendo algunos derechos que brillaron por su ausencia en tiempos pretéritos, como la erradicación del trabajo infantil, el derecho a la salud, el derecho a la educación, el reconocimiento de las enfermedades profesionales y accidentes laborales, el derecho a una pensión digna, etcétera.


Un viaje que nos transporta a MARTE sin salir de la Tierra

El ambiente sulfuroso de la Cuenca de Riotinto debido a las calcinaciones al aire libre desde el primer tercio del siglo XX dio lugar a un paisaje desértico, repoblándose para la repoblación forestal sobre todo el pino piñonero (pinus pinea).

El color rojizo del entorno minero de Río Tinto estremece la retina de cualquier observador al comprobar “in situ” las miles de heridas producidas en las entrañas de la tierra por las manos del hombre a golpe de espiochas con sangre, sudor, lágrimas, miseria y hambre. 

Este inhóspito paisaje ha permitido a la NASA hacerse una idea similar al planeta marciano sin haber salido de la Tierra.
En Marte encontró la NASA un mineral denominado jarosita "un sulfato de potasio y de hierro que solo sintetiza si existe agua". La cuenca minera de Río Tinto es muy rica en este mineral llegando a pensar la NASA que donde hay jarosita necesariamente tiene que haber agua.

En la Mina de Peña de Hierro nace el río Tinto, lugar elegido por la Agencia del Espacio norteamericana para estudiar sus microorganismos por su posible similitud con Marte. Unas condiciones de vida extrema que se dan en este entorno y que se consideran análogas a las que puedan encontrarse en el planeta rojo.

“Si existe vida en las aguas del río Tinto, es posible que exista vida en Marte”.

El mina en el flamenco 

Los mineros encontraron en el fandango o martinete "un cante primitivo derivado de las tonás, cuyo origen podría estar en las antiguas fraguas” una herramienta útil para expresar sus emociones, miedos, anhelos y pasiones que le permitieran aliviar las infrahumanas condiciones de trabajo en la que se encontraban. También cantaban a la viuda o a la madre, a la oscuridad, a la muerte en la mina e incluso a las malas entrañas del patrón. El cante minero emerge de los pozos de las minas para introducir el "quejío y sufrimiento" en las tabernas y tascas donde aparcaban sus penas.

Desde la Cuenca Minera de Río Tinto, para el blog de mis culpas...


P.D. En el año 1863 nace oficialmente el Foot-ball Association en la Freemason’s Tavern londinense con sus primeras normas y reglamentos. No cabe duda de que lo que nos ha llegado de aquellos tiempos pretéritos no han sido las condiciones infrahumanas de la cuenca minera sino que los primeros mimbres del fútbol español surgieron en las Minas de Riotinto (Huelva) en 1873 al introducir los británicos que explotaban las minas de Riotinto este deporte. 

El Huelva Recreation Club (actual Real Club Recreativo de Huelva) es el club de fútbol más antiguo de España que se fundaría en 1889 en el Club de Bellavista, en Rio Tinto. El fútbol no penetraba a través de los Pirineos sino por el sur de la Península Ibérica. La cuna del fútbol español se encuentra en Huelva, denominándose al Recreativo de Huelva “El decano del fútbol español”.


Bibliografía 

"1888. El año de los tiros", por Rafael Moreno

Germinal, de Emilio Zola 

Museo Minero de Río Tinto


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