sábado, 29 de marzo de 2014

Visita a la Catedral de Sevilla



“Hagamos una Iglesia
que los que la vieren labrada nos tengan por locos”

Canónigos de  Sevilla en 1401

Al bajar de la Giralda, visitamos la Santa Catedral, considerada el mayor templo gótico del mundo y el tercer templo de la Cristiandad por detrás de San Pedro del Vaticano y San Pablo de Londres.


En el interior de la Catedral se encuentran los restos del almirante Cristóbal Colón, traídos de la catedral de la Habana al independizarse Cuba. Los cuatro heraldos que llevan el féretro a hombros representan cada uno los antiguos reinos de la Corona Española junto al excepcional conjunto de vidrieras realizadas en el siglo XVI.


La Santa Catedral se encuentra emplazada sobre el antiguo emplazamiento de la gran Mezquita Aljama que fuera erigida en el siglo XII. Posee una superficie de 23.500 metros cuadrados teniendo recientemente el Record Guiness al ser el templo mayor en metros cuadrados de todo el mundo cristiano. 

Tiene una longitud de 126 metros por una anchura de 83 metros. La altura máxima en el centro del crucero es de 37 metros. La altura total de la Giralda desde la acera a la veleta es de 96 metros. La catedral de Sevilla es la catedral gótica más extensa del mundo. 



Su longeva historia abarca varios periodos de construcción:

*1184 a 1198 . Construcción de la mezquita mayor de Sevilla y de su alminar. Se conservan partes en el Patio de los Naranjos y en los tercios inferiores de la Giralda. Se hizo con ladrillos.

*1248 a 1401. La mezquita se consagra como Catedral.




*1434 a 1517. Obras en la Catedral gótica. Comenzaron por la parte Oeste. Se hizo con piedra.
*1528 a 1601. Obras renacentistas en la Capilla Real, Sacristía Mayor, Sala Capitular y sus anexos. Destacan la de los cuerpos superiores de la Giralda, obras de Hernán Ruiz Jiménez entre 1558 y 1568.



*1618 a 1758. Barroco de la Catedral: Parroquia del Sagrario y dos capillas menores del mismo lado.

*1825 a 1928, Las últimas obras significativas de la Catedral: tres portadas mayores y el ángulo suroeste.


Salimos por la Puerta del Lagarto que nos lleva al Patio de los Naranjos o antiguo patio de las abluciones de la antigua mezquita almohade -aljama-, con sus canales de riego realizados en ladrillos. En el centro del Patio de los Naranjos, con sus efluvios a azahar destaca una fuente visigoda.


La Puerta del Lagarto debe su nombre a un cocodrilo que cuelga de las vigas del techo. Cuenta la leyenda que allá por el año 1260, un sultán de Egipto envió una embajada al rey Alfonso X “el Sabio” con diversos presentes, entre ellos un cocodrilo del Nilo, para pedir la mano de su hija Berenguela, rechazando la propuesta el rey.

Se trata de una réplica en madera de un cocodrilo auténtico disecado que presidía la nave y que la sabiduría popular la bautizó como Puerta del Lagarto.

Desde su construcción, iniciada en 1401 a partir de la mezquita aljama, la Catedral iría incorporando en sus capillas góticas y renacentistas una excepcional colección e pinturas, en la que estarían representados los principales artistas de Sevilla. Murillo, considerado por el Cabildo como el mejor pintor de la ciudad, comenzó a trabajar para la Catedral en 1655, realizando diferentes encargos hasta 1667. 

La Catedral conserva algunas de las obras más importantes del artista, representativas, además, de sus distintos periodos creativos, desde San Isidoro y San Leandro de su etapa inicial, al retrato de la Venerable San Francisca Dorotea, ejecutado en la última década de su vida. La mayoría de estas pinturas se encuentran en los lugares originariamente pensados para su función espiritual y devocional.

Entre efluvios de azahar salimos por una bella puerta almohade del siglo XII, denominada la Puerta del Perdón.


En la Santa Catedral de Sevilla hacen estación de penitencia todas las Hermandades penitenciales sin olvidar que el germen de la Semana Santa fue gestado en 1521 por obra y gracia del I Marqués de Tarifa-don Fadrique Enríquez de Ribera- que comenzará en la Casa de Pilatos –su casa-cuyo nombre proviene de un Vía Crucis que terminaba en el Humilladero de la Cruz del Campo construido en 1380 por una cofradía de negros. Parece ser que en origen eran 997 metros o 1321 pasos que se supone existían entre el pretorio de Pilatos y el Monte Calvario.


Entre el Humilladero de la Cruz del Campo y la Casa de Pilatos me entretuve contando los pasos aunque salieron bastantes metros más de los 997 metros [entre señales de stop, ceda el paso, semáforos y pasos de cebra].

Google Maps nos dice que a pie dicha distancia es 1,9 km.


Desde la Plaza de Pilatos degustamos Sevilla hasta la Plaza de la Alfalfa, Plaza del Salvador y así sucesivamente hasta llegar a la Catedral, el Archivo de Indias, los Reales Alcázares, las Altarazanas Reales,  Torre del Oro, Parque de María Luisa, Museo Arqueológico y volver de nuevo por las veredas de la historia hasta llegar al Museo de la Encarnación y disfrutar desde el mirador de las Setas como nuevo espacio para la Sevilla de vanguardia de una bella panorámica. En definitiva, disfrutar de Sevilla a pie.




La Catedral de Sevilla en tiempos de Murillo

Dentro de la Santa Catedral de Sevilla como el centro neurálgico de la vida religiosa dedicamos nuestro tiempo también al pintor Murillo en cuyas fuentes habíamos bebido en el Museo de Bellas Artes, la Iglesia de Santa María la Blanca y el Hospital de la Caridad. No cabe la menor duda, de que cualquier artista de la época ansiaba trabajar al servicio del Cabildo catedralicio. Murillo era considerado por el Cabildo como el mejor pintor de la ciudad trabajando para la Catedral entre 1655 y 1667, realizando algunas de sus obras más relevantes.


Desde que en 1401 el Cabildo de la Catedral decide levantar una nueva construcción que sustituyera a la antigua mezquita, muy dañada por el terremoto de 1356, el templo metropolitano se convierte en un gran atractivo para arquitectos y artistas de toda Europa, convirtiéndose en el gran mecenas artístico.

En 1604 el Sínodo convocado por el Arzobispo don Fernando Niño de Guevara ordena que todas las cofradías de Semana Santa hagan estación en la Catedral. Con ello el templo se convierte no sólo en el centro litúrgico sino también devocional de la diócesis. En tiempos de Murillo, La Catedral y el Palacio Arzobispal simbolizaban el poder omnímodo de la Iglesia.

Lienzo de San Antonio de Murillo, en la Capilla de San Antonio (Santa Iglesia Catedral de Sevilla)


Esta medida supone además el control total por parte de la autoridad eclesiástica de las manifestaciones de fe populares regulándose otros aspectos como los días en que se puede realizar la estación de penitencia, los hábitos de los disciplinantes, que no pueden participar mujeres, que se revisen las imágenes y sus vestimentas así como las insignias y que no se puedan crear cofradías sin la aprobación del arzobispo.

Las hermandades y cofradías, romerías, retablos, cruces en las calles, rosarios públicos y toda clase de manifestaciones de la religión celebrada y asumida por el pueblo, se convierten en la punta de lanza de la doctrina tridentina. No sólo hay que tener en cuenta a las hermandades de la Semana Santa, aunque éstas sean las más conocidas y cuyo número se incrementan exponencialmente en los últimos años del siglo XVI y durante el XVII; existen las dedicadas al culto al Santísimo Sacramento, la de las Ánimas, las llamadas de Gloria (que rinden culto a imágenes de la Santísima Virgen), en especial a las patronas de los barrios, etc.

Poco a poco, a través de los siglos, los más destacados artífices dejarán su huella en las distintas dependencias que se van construyendo y en las múltiples obras de orfebrería, pintura, escultura, bordado, música, grabado…

Inmaculada Concepción de Murillo, en la Sala Capitular de la Santa Iglesia Catedral de Sevilla


Todas las artes y ramas del saber de su tiempo se pondrán al servicio de un único fin, la evangelización y la transmisión de la Fe católica al pueblo fiel. Una gran importancia va a tener también las donaciones de obispos, canónigos y particulares que dotarán a la Catedral, convertida en espejo y orgullo de la propia ciudad, de un patrimonio excepcional. 

Bartolomé Esteban Murillo trabaja en el Cabildo desde 1656 hasta casi el final de su vida. No sólo se dedicó a realizar obras de nueva factura sino que también se encargó de algunas restauraciones. La mayor parte de sus obras permanecen en los mismos lugares de la Catedral para las cosas que fueron pensadas.

El hijo de Murillo, Gaspar Esteban llegó a ser canónigo de la Catedral, siendo enterrado en la nave de San Pablo, en el lateral del Altar Mayor. 

La Catedral exhibe entre otras importantes obras los cuadros de La Inmaculada -en la Sala Capitular-, San Antonio de Padua en la Capilla de San Antonio y San Isidoro y San Leandro -en la Sacristía Mayor- entre otras importantes obras de Goya o Zurbarán.

San Isidoro y San Leandro de Murillo, en la Sacristía Mayor de la Catedral de Sevilla


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domingo, 23 de marzo de 2014

La Giralda de la antigua Sevilla


Accedimos a la Giralda por la Puerta del Príncipe presidida en su parte central por una copia real del Giraldillo. Lo primero que nos encontramos en la parte baja del alminar son dos grandes azulejos –del árabe hispano azzuláyg que significa ladrillo vidriado-, en castellano y árabe, donde se menciona la obra del califa Abu Yusuf Yaqub al-Mansur a su alarife Ahmad Ibn Baso al que ordena la erección de esta Sawmua -torre- en 13 de safar –febrero- del año 580 de la Hégira (26 de mayo de 1184 d.C.) y terminó la edificación Alí Al Gumari a finales del año 593 Hégira (19 de marzo de 1197). Renovó el arquitecto Hernán Ruiz esta Sawmua en el año 1568 añadiendo en su parte más alta el campanario renacentista, cristianizando el antiguo alminar.

Una bella vista desde el campanario de la Giralda

Tras la victoria de Alarcos en 1195 ante el rey Alfonso VIII, el emir Abu Yusuf al-Mansur decide rematar el alminar de 76 metros de altura con un yamur que significa plenitud (tres círculos grandes y uno más pequeño). Los viajeros podían ver sus reflejos por los rayos del sol desde muchos kilómetros de distancia.


El 18 de julio de 1198 ondea por vez primera en el alminar de la mezquita aljama de la antigua Isbiliya una bandera verde y blanca que representaba la unidad. El color blanco almohade junto al verde omeya -por la colaboración andalusí-.


Abu Yusuf Yaqub al-Mansur (1184-1199) fue hijo de Abu Yacub Yusuf, Yusuf I. El sobrenombre de al-Mansur le viene del año 1195 cuando sus tropas derrotaron a las fuerzas cristianas de Alfonso VIII de Castilla en la batalla de Alarcos (1195), coincidiendo su reinado con el máximo esplendor almohade en la Península Ibérica. 

¡Nos podemos imaginar el esfuerzo que tendría que hacer el almuédano para ascender las treinta y cinco rampas aunque fuese montado en un caballo, para llamar a la oración a los musulmanes!


La Giralda es la reina de las torres del mundo y símbolo de Sevilla. Una torre donde se fusiona magistralmente el arte almohade original de la torre con el campanario cristiano. Fue alminar de la Mezquita Mayor, empezada a construir en 1184. El Cabildo encomendó a Hernán Ruiz un nuevo proyecto de remate, unificando en estilo almohade con el renacentista, realizado entre 1558-1568. En su parte más elevada se encuentra una imagen de Fe “el Giraldillo”, en bronce, que gira en forma de veleta. 

El cuerpo cristiano, está compuesto por cuatro templetes superpuestos, construidos con ladrillo, cantería y adornos de cerámica y cerrajería. El primero es el cuerpo de campanas con 24 campanas con capacidad de volteo para las exteriores. Este cuerpo está rematado en las cuatro esquinas con jarras de azucenas, en bronce. Sigue el cuerpo del reloj, instalado en 1765 por el franciscano fray José Cordero, de origen dórico, del que cuelga la campana 25, la del reloj. Sigue el cuerpo de las Estrellas, de orden jónico. Viene después el cuerpo de las carambolas, sobre el que existe una cúpula, “la Tinaja”, que sirve de soporte al Giraldillo.

Veleta de bronce de la Giralda 

Fue realizada por el escultor José Antonio Márquez, por iniciativa del Excmo. Cabildo Metropolitano de la S.I. Catedral de Sevilla para sustituir a la original durante su restauración por la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía en el Instituto del Patrimonio Histórico. 

Se instaló en lo más alto de la torre el 29 de enero de 1999. Se bajó y se instaló aquí el 15 de junio de 2005. Es copia fiel del original fundido por Bartolomé Morel en 1568, según el vaciado que se hizo en 1981 cuando, por vez primera se pudo estudiar de cerca pues, hasta el 30 de octubre de 1980, no se le pudieron realizar fotografías de cerca.

Su nombre oficial de 1568 “Victrix Fidei Colossvm”, Giralda de Sevilla (como la llama el Quijote), Giralda (nombre popular entre los siglos XVII y XVIII) y Giraldillo (nombre popular de los siglos XIX y XX).

Desde el exterior destaca su planta cuadrada sobre cimientos en piedra, con una magnífica obra de ladrillos con los paños de sebka o redes de rombos sobre arcos polilobulados y arcos de herradura enmarcados por el alfiz -marco que rodea la parte exterior de los arcos- con un perfecto eje de simetría entre ventanas geminadas, balaustres renacentistas y arcos entrecruzados rematado todo el antiguo alminar por un bello campanario renacentista como forma de cristianizar tan bello monumento.


La antigua Isbiliya pasa a formar parte de la Corona de Castilla por la conquista del rey Fernando III en 1248. Entre 1558 y 1568 se cristianiza el alminar a raíz del remate con un cuerpo de campanas renacentistas sobre el fuste islámico y alcanza los 93 metros de altura coronado por una veleta que gira con el viento, será denominada popularmente “La Giralda”, constituyendo el símbolo de la ciudad de Sevilla. De esta manera queda cristianizada la antigua Mezquita Mayor y serán reconvertidas todas las mezquitas en lugares de culto cristiano.

El arquitecto cordobés Hernán Ruiz II dirige la obra coronada por el Giraldillo, una veleta en forma de mujer que simboliza una alegoría del triunfo de la fe. Hubo que añadir diecisiete escalones para desembocar junto a los miradores del campanario de la Giralda que poseen un total de veinticuatro campanas cuyos tañidos dan gran solemnidad al mayor templo gótico del mundo.

El Patio de los Naranjos como fiel testigo de la historia de la antigua Isbiliya

Desde el campanario renacentista se puede observar una bella panorámica de la ciudad de Sevilla, de la cual destacan las murallas del Alcázar así como los bellos jardines del grutesco con sus palmeras árabes, las cubiertas de la Santa Catedral, la Puerta del Perdón junto al Patio de los Naranjos, la Plaza de España, el Parque de María Luisa, la Torre del Oro y el Río Guadalquivir lo cual nos puede dar la sensación de estar ante un auténtico oasis o un pulmón verde dentro de la Sevilla moderna.


Desde la parte baja de la Giralda, salimos a través de la Catedral, hacia la Puerta del Lagarto que nos lleva al Patio de los Naranjos o antiguo patio de las abluciones de la antigua mezquita aljama almohade, con sus canales de riego realizados en ladrillos.


En el centro del Patio de los Naranjos destaca una fuente visigoda junto a las canalizaciones de ladrillo entre los naranjos. Entre efluvios de azahar e incienso salimos por una bella puerta almohade del siglo XII, denominada la Puerta del Perdón hacia la Iglesia del Salvador que ocupara el solar de la antigua mezquita mayor de Ibn Adabbas erigida en el siglo IX.


P.D. Alejandro Guichot dibujó en 1910 una hipótesis sobre los tres estados de la Giralda. Una Primera torre de la izquierda, coronada por el yamur representa el alminar de la Mezquita Mayor terminado por los almohades en 1198. En en el centro la Giralda actual después de las reformas de 1568 y 1890. La tercera es la torre y el campanario de la Iglesia Mayor cristiana anterior a su reforma renacentista.

Existen alminares consideradas hermanas de la Giralda como el gran alminar de la mezquita de la Kutubiyya de Marrakech (1199) coronado por el yamur como reflejo de un rico pasado y el alminar inacabado de la Mezquita de Al-Hassan de Rabat (1195).

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martes, 18 de marzo de 2014

Visita a la antigua Sevilla


Cercana la primavera y bajo un espléndido día de sol nos fuimos a visitar la antigua Isbiliya (Sevilla) bajo los efluvios del azahar, el jazmín y el incienso, que en estas fechas impregnan nuestros sentidos. Una ciudad tan intensa culturalmente hablando, que rezume un magnífico legado por todos los poros de su historia quedando la visita grabada en la retina de nuestro recuerdo.


Diferentes culturas han estado presente en la genealogía de la ciudad, desde la primera civilización de Occidente, Tartessos que deja de ser un mito gracias a las excavaciones de Carriazo -Tesoro del Carambolo (1958-1961) como máximo exponente de la cultura tartésica (650 a.C.)-, hasta Itálica en la antigua Baetica, como la primera colonia romana en Hispania, fundada en el año 206 a.C. por Publio Cornelio Escipión “el Africano” (el único general romano que pudo derrotar a Anibal, general cartaginés).

En el año 45 a.C. los romanos fundan la “Colonia Iulia Romula Hispalis”, -latinizando el término “ispal”- tierra llana-.

Busto de Adriano. Museo Arqueológico de Sevilla

Itálica dio emperadores al Imperio Romano de la talla de Trajano y Adriano. Todo un crisol de culturas en las cuales ha estado siempre presente el rio Tharsis, Baetis o Wad al-Kabir como fiel testigo y parte fundamental de su historia desde los tartessos, cartagineses, romanos, visigodos, árabes y cristianos
.

Río Guadalquivir a su paso por Sevilla. Eje vertebrador de culturas.

Una identidad cultural que ha pasado a formar parte de la memoria colectiva. No podemos olvidar que el río Guadalquivir ha sido un importante eje vertebrador por su carácter navegable.


Por tanto, una razón de peso para conocer los orígenes de los primeros sevillanos sería visitar Itálica junto al Museo Arqueológico y el Antiquarium de Sevilla, entre otros vestigios arquitectónicos de la época.


Después de haber visitado el Museo Arqueológico, paseamos por la antigua Fábrica de Tabacos, del siglo XVIII -actual sede de la universidad de Sevilla y escenario de las andanzas de Carmen la Cigarrera.


Durante el siglo XVIII, se construye la Fábrica de Tabacos, escenario de las andanzas de Carmen la Cigarrera, el cabo don José y el torero Escamillo. Una novela que Prosper Merimée concibe en 1845 basada en una historia de amor, celos, pasión y muerte en la sociedad sevillana de 1830 entre cigarreras, gitanos, flamencos, toreros, bandoleros, migueletes y tabernas.

Georges Bizet populariza el mito de Carmen en 1875.


Llegamos a los Jardines de Murillo, desde donde se empieza a observar la muralla islámica del siglo XI y XII de la antigua Ishbiliya y que contiene las conducciones que suministraban agua al alcázar y a la ciudad, para llegar entre callejuelas angostas y sinuosas, al callejón del agua y la judería, bajo el cobijo de sus lienzos de murallas que protegen el Alcázar, lo que nos hace desembocar junto al Patio de Banderas donde la omnipresente Giralda nos observa al recordarnos que el viejo alminar fue cristianizado entre 1558 y 1568 mediante un cuerpo de campanas renacentistas sobre el fuste islámico, obra del arquitecto cordobés Hernán Ruiz II que dirigió esta obra.

El Giraldillo fundido en cobre, es una veleta que simboliza una alegoría del triunfo de la fe. Desde su elevada altura de miras observa a Sevilla bajo sus sólidos sillares.


Accedimos a la Catedral, a la Giralda y Torre del Oro, pero eso forma parte de otra historia que compartiremos juntos.

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miércoles, 5 de marzo de 2014

Cádiz, impresionante en Carnaval



El pasado lunes tuvimos la oportunidad de visitar Cádiz. En esta ocasión en Carnaval, al ser una importante seña de identidad, sin olvidar que la ciudad de la luz -tres veces milenaria- emana historia por todos y cada uno de sus rincones. 

Aunque los orígenes de la careta y de la máscara tengan que remontarse a tiempos remotos, es posible que las raíces del Carnaval de Cádiz haya que indagarlas durante los siglos XVII y XVIII, cuando la influencia y el influjo de los genoveses asentados en esta impresionante ciudad cosmopolita, extendieron la moda de usar la máscara anterior a la Cuaresma.Una fusión con la cultura autóctona -resultado del crisol de culturas- que ha sido modelada con la gubia de la historia como una importante seña de identidad cultural que ha pasado a formar parte de la Memoria Colectiva.

En estas fechas cercana la primavera, la guasa, la ironía y el ingenio emergen desde sus abarrotadas calles y plazas que durante unos días se convierten en auténticos escenarios para escuchar esas bellas letras poéticas en forma de eufemismos que nos regalan los coros, comparsas y chirigotas y que pasados unos días exportarán su arte a muchos pueblos de Andalucía. El Popurrí en forma de crítica constructiva con humor que al mismo tiempo toma el pulso a la sociedad en general, sin olvidar la lucha por los astilleros, crítica a la clase política, justicia, corrupción y un largo etcétera.



Unas bellísimas letras que llegan al corazón y emociona al que las escucha, expresando con arte y sabiduría lo que mucha gente en un momento determinado puede pensar pero que no nos atrevemos a decir en voz alta, por razones obvias. Sin embargo, la sabiduría popular con mayúsculas, se expresa en estos días sin cortapisas.


El Carnaval ha sido para muchos antropólogos una fiesta de inversión social (el pobre se sentía rico, al menos por unos días), funcionando como una válvula de escape que permitía el mantenimiento del status quo (equilibrio duradero en el tiempo), aliviando tensiones sociales generadas por las injusticias y los sinsabores de momento, criticando muchas veces a la clase política en general, incapaz de solventar muchos problemas básicos de los ciudadanos. 

Las calles de Cádiz abarrotadas de público en Carnaval
El Carnaval ha sido y será motivo de estudio siempre para la antropología en función de sus raíces como cultura arraigada en lo más profundo del pueblo. Supone la transgresión humana legal y moral que libera conciencias.

Por unos días previos al miércoles de ceniza, el pueblo se desinhibía durante las carnestolendas, se sale un poco del desencanto cotidiano liberando pasiones y tensiones emocionales al estar ligado el carnaval etimológicamente a la fiesta de la carne que precede a la Cuaresma (cuarenta días, que conmemora el ayuno, abstinencia y periodo de reflexión de Jesús en el desierto).

Cuando el poder establecido y la moral puritana no podían erradicar algunas costumbres del pueblo, esa energía popular y espontánea ha sido canalizada de alguna manera mediante alguna reglamentación debido a que el carnaval ha cumplido una función de equilibrio social.

Se da rienda suelta al ingenio, a la crítica constructiva sin faltar a la cita los excesos de los antiguos dioses paganos como Dionisios (dios griego) y Baco (dios romano) con el vino como bebida omnipresente donde las celebraciones y el desenfreno han tenido y siguen teniendo su lugar privilegiado.


Son días de comer, beber, ironizar, criticar y satirizar a la sociedad, que es no es ni más ni menos que el reflejo de nosotros mismos con sus luces y sus sombras. Los coros, comparsas y chirigotas van de calle en calle, de plaza en plaza, de taberna en taberna adquiriendo un protagonismo con mayúsculas y una solera adquirida como el buen vino añejo de la cual emergen nuevas generaciones gracias a aquéllos que dejaron unos surcos profundos en la historia del Carnaval de Cádiz. 

Con la llegada de la democracia retorna también la esencia del carnaval, la transgresión, la lucha por la libertad y la crítica al poder establecido, plasmando las agrupaciones en sus librillos sus sentimientos más nobles. Es curioso como a lo largo de la historia las clases sociales más influyentes siempre se han apartado del carnaval.


Ser chirigotero, comparsista o murgista no siempre estuvo bien visto por la “moral” de su época. El carnaval sufre un duro golpe cuando la libertad de expresión permanece secuestrada. La retina de la historia recuerda que a partir de 1937 el Carnaval es abolido en toda España por la Dictadura y Doña Cuaresma.

Desde la Puerta de Tierra transitamos hasta el Puerto para observar como brillaba con luz propia la Plaza de la Constitución de 1812 presidido por el símbolo de La Pepa, al ser promulgada en el día de San José, en un primer intento serio de hacer de España un país constitucional en unos tiempos convulsos. Fue la primera constitución liberal de España y de Europa.

Iniciamos la ruta entre callejuelas angostas y sinuosas para llegar desde la Plaza San Francisco hasta la Plaza Mina, Palilleros, el Populus, Plaza de Abastos, San Antonio y un largo etcétera cuyas tabernas estaban a rebosar de gente, lo que como efecto colateral invitaba a degustar su gastronomía (tapas y pescaíto frito) mientras un impresionante carrusel de coros nos deleitaba con mucho arte a visitantes y autóctonos con sus letras llenas que llegan al corazón bajo aromas y efluvios marineros.



Entre la angostura de sus calles que emanan historia por sus cuatro costados llegamos hasta la Avenida del Campo del Sur -que termina en la Playa de la Caleta, entre el castillo de San Sebastián y el Castillo de Santa Catalina- donde paseamos encandilados por el brillo intenso y radiante que sin prisas pero sin pausa buscaba su puesta de sol reflejaba en sus transparentes aguas del Océano Atlántico.


Después de un apacible paseo hasta la Catedral de Cádiz hicimos un alto en el camino para degustar un café. A través del Arco de la Rosa -entre los siglos XIII al XV era una puerta amurallada medieval mandada a reforzar por Alfonso X el Sabio (1221-1284) al reconquistar Cádiz-, transitamos hacia el Barrio del Populo y desembocar junto al Ayuntamiento donde la bandera de Andalucía ondeaba mediante una suave brisa, lo que hizo que el objetivo de nuestra cámara plasmara tan bella escena.



Terminamos la grata jornada paseando de nuevo hasta el Barrio de San Antonio-donde una prestigiosa marca de cerveza tenía montado un magnífico escenario similar al teatro Falla- para llegar a nuestro punto de origen disfrutando del paseo nocturno entre garitas y el Baluarte de la Candelaria al fondo como fiel testigo de nuestra presencia en la bella ciudad de Cádiz cuya provincia es digna ser visitada desde la antigua Tarifa, Trafalgar (Taraf al Ghar), hasta los pueblos blancos encalados con la cal de mi pueblo.



Desde el Carnaval de Cádiz, que rezume arte por todos y cada uno de los poros de sus angostas callejuelas y plazas, para el Blog...



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