miércoles, 31 de mayo de 2017

La Base Aérea de Morón, una mirada retrospectiva



El pasado 25 de abril de 2017 cuando visitamos la Base Aérea de Morón “Ala 11” acompañando a las Personas Mayores de la Residencia de “San Francisco de Morón de la Frontera, la retina del recuerdo comenzó a proyectarme algunas imágenes de tiempos pretéritos. 

Sería allá por el 15 de julio de 1978 del pasado siglo, cuando comenzara a prestar mi servicio militar como “voluntario” en la Base Aérea de Morón, denominada entonces “Ala 21”, perteneciente a la Segunda Región Aérea, después de haberme tallado en el acuartelamiento de “El Copero” de Sevilla, en abril de ese mismo año.

¡Hace ya casi 40 años, cómo pasa el tiempo!

Al entrar, observamos el nuevo acceso a la Base Aérea desde la A-360 que permite por fin, la seguridad del tráfico rodado cercano a los 5.000 vehículos diarios acompañado de un intenso tráfico pesado que proviene en su mayor parte de la Sierra de Morón. Este nuevo acceso permite acceder a la Base Aérea con dos tramos para el almacenaje de vehículos sin estorbar a los vehículos que circulan: uno para entrar en la Base desde Sevilla y otro para salir de la Base Aérea en dirección a Morón, con un carril de aceleración a la salida de la Base en dirección a Sevilla y otro de deceleración que viene desde Morón. 

Aunque la Base Aérea se encuentra en su mayor parte dentro del término municipal de Arahal, es conocida como “Base Aérea de Morón”, encontrándose operativa desde el año 1941 como base de entrenamiento de pilotos de caza de la Fuerza Aérea Española. Se encuentra ubicada a unos 14 km. de Morón y a unos 50 km de la capital hispalense.



Foto realizada en 7/78 


Mi servicio militar “una mirada retrospectiva”

El 15 de julio de 1978 fue el primer día de nuestro servicio militar. En aquel tiempo, existían dos controles que permitían la entrada en la Base Aérea: uno denominado “Control Morón”, por el que se entraba desde el Paso de la Nena, junto a la antigua vía del tren y el otro, denominado “Control Sevilla”.

A lo largo de aquélla primera mañana de recluta, nos llamaron por orden alfabético en las dependencias de vestuario [brigada Sola] entregándonos el uniforme de vestir con zapatos y cinturón, el uniforme de faena con botas, un chaquetón de faena para el frío, una equipo deportivo, el macuto, etc., siendo destinados a la “Escuadrilla de Reclutas” -hoy desaparecida-, donde nos adjudicaron nuestras taquillas personales. Ese mismo día, comenzaba nuestra procesión particular en busca de la barbería para realizarnos el correspondiente corte de pelo como corresponde a tan "señalado día".

Allí estuvimos destinados hasta el 15 de septiembre de 1978, día en el que juramos bandera en un enorme hangar, cercano al antiguo 1212, tras la cual, nos dieron una semana de permiso que coincidió con la Feria de Morón.


Nuestro periodo de instrucción en el Ala 21 duró dos intensos meses, marcando el paso a diario con la potente voz del cabo 1º Salas al ritmo de “izquierda, izquierda, izquierda, derecha, izquierda, ¡paso!, ¡marquen!…”, cantando de vez en cuando el himno del Ejército del Aire, que nos lo tuvimos que aprender como aprendimos el catecismo en la escuela, es decir de memoria:

…Volad, alas gloriosas de España
estrellas de un cielo radiante de sol
escribid, sobre el viento la hazaña
la gloria infinita de ser español…

Es evidente que el cambio de nuestra casa al cuartel fue algo brusco por razones obvias. Muy pronto comenzamos a familiarizarnos con el argot específico del cuartel, que poco a poco íbamos asimilando. Términos como cuartelero, imaginaria, plantón, prevención, santo y seña, capar la gorra, furriel, pase pernocta, cantina, abuelo, retén o retreta entre otras nomenclaturas se hicieron habituales, así como los rangos del personal de tropa, suboficiales, oficiales, jefes y generales que existían en un cuadro grande en la escuadrilla de reclutas [entrando a mano derecha].

El rango de Mayor no existía cuando realicé mi servicio militar.

El toque de corneta lo realizaba un compañero conocido cariñosamente como el “turuta” que nos despertaba cuando se izaba la bandera a las 6,30 a.m. “quinto levanta…” y se arriaba la bandera a las 10 p.m. "retreta".

A las 7 a.m. estábamos ya formados en el patio de armas, después de haber realizado nuestra cama junto con el aseo correspondiente. Se entraba en el comedor en fila de a uno, siendo a partir de las 7,30 a.m. cuando comenzaban a venir los autobuses a la plaza del Sabre que nos desplazaban por todo el perímetro de la Base Aérea hasta el 1212 dejando al personal en las diversas dependencias existentes junto a la pista, abastecimiento, combustibles, mantenimiento, etc...para comenzar nuestra jornada a partir de las 8:00 a.m.

También recuerdo que en aquella unidad de reclutas abundaban los tradicionales cabos 1º y sargentos, algo ya mayores denominados “chusqueros” -entiéndase la etimología del término sin nada peyorativo-, cuyo rango militar asciende con el paso de los años, sin haber pasado por academia militar alguna.

Es evidente que algunos eran muy mejorables ya que a mi modesto entender, para tratar con la tropa, debieran estar siempre los más cualificados, no siendo siempre así...

Dentro de nuestro periodo de recluta, una mañana temprano realizamos una marcha desde la Base Aérea hasta el castillo de las Aguzaderas, pasando por el cruce de la Gironda en la vecina localidad de El Coronil, con el cetme al hombro. Nos acompañaba un afable teniente D. Manuel Pascual Laguna. La vuelta la realizamos en autobuses. La tarde la tuvimos de descanso, para aliviar las rozaduras que producían aquéllas botas nuevas de la marca "Segarra", que aún no estaban amoldadas a nuestros frágiles pies. Ni que decir tiene que al día siguiente, el botiquín estaba lleno de reclutas con las tradicionales "ampollas en los pies". 

Recuerdo que el viernes era el día cuando se desplazaba la ambulancia "antigua Mercedes Benz 319 de color blanca" al antiguo Hospital Militar de Pineda, ya desaparecido.

Durante nuestro periodo de recluta, una vez a la semana se realizaban prácticas de tiro real en un Tiro existente en la Base Americana, activándose el servicio de armero, sanitario y religioso, por si fuesen necesarios.

Visitando casi 39 años después el patio de armas de la Base Aérea de Morón, me ha impresionado verlo casi desierto. Recordé que junto a la Escuadrilla de Reclutas se encontraba también la Escuadrilla de la Policía Militar al mando del capitán José F. de Cuetos y Martínez de Baños.

Los que tenemos alguna que otra cana recordaremos aquéllos fines de semana de tiempos pretéritos donde una patrulla a pie de la policía militar con el correaje y casco blanco (P.M.) patrullaba por Morón por la tarde-noche, con un cabo y dos soldados.

En la otra parte del patio donde formaba la tropa, se encontraba la Unidad de Vuelo junto a la Unidad de Servicios que posteriormente se fusionarían en una sola unidad. En el fondo del patio, en su parte central se encontraba el comedor de la tropa, que estaba a cargo mensualmente de un suboficial y un capitán “de cocina”. Junto a la cantina, se encontraba una sala de juegos, donde en la actualidad existe un gimnasio. La cantina de la tropa, está actualmente ubicada en el mismo lugar, aunque remodelada. Entonces, en el periodo "78/79" cobraba un soldado 300 pesetas mensuales de "sueldo" + 75 pesetas por tener el rango de cabo.

Algunos soldados que jugaban por aquéllas fechas al fútbol en el antiguo equipo de la U.D. Morón ejercían funciones de furriel para poder compaginarlo con los fines de semana.

El que escribe estas humildes letrillas estaba destinado a elaborar la orden del día "escribiente", recuerdo casi de memoria algunas cosas.

Recuerdo que las calorías del menú, se colocaban siempre en el reverso de la orden del día [un díptico doblado por la mitad]. Casi siempre eran las mismas: 1.800 calorías en el desayuno, 3.300 más o menos en el almuerzo y 2.400 calorías en la cena. Aunque se comía bien, era evidente que añorábamos nuestro hogar, por razones obvias.

También recuerdo que pasada la feria de Morón, se colocaba en la primera página de la orden del día alguna que otra contingencia:

Impongo un mes de arresto en los calabozos de esta Base, al soldado perteneciente a la Escuadrilla de Servicios [o de Vuelo], fulano de tal, por ausentarse sin permiso el día x de la Base. Firmado el Coronel del Ala 21.

Sin embargo, tengo gratos recuerdos para algunas personas entrañables como por ejemplo, el capitán Enciso de oficinas militares, una persona muy grata que era en aquel tiempo secretario del coronel, el sargento Paco Bellido de Jerez, el capitán Palau (piloto de Saeta) o el teniente Iglesias (médico) que alguna que otra vez nos tomamos juntos alguna que otra cerveza en el antiguo Tally Ho o en la desaparecida Discoteca Jumbo de Morón.

También recuerdo gratamente al comandante del 214 Escuadrón “Simeón Alarcón Alcalá del Olmo”, al sargento Manuel Guillén que me facilitaba alguna que otra vez su escritorio, cuando realizaba funciones de sargento de semana, hasta las 12 o la 1 de la noche para poder estudiar C.O.U. ya que tan sólo podía desplazarme los viernes al antiguo I.N.E.M. (Instituto Nacional de Enseñanza Media), posterior Instituto "Fray Bartolomé de las Casas", de Morón.

También la retina del recuerdo me proyecta imágenes sobre el servicio militar que nos cortaba el “vuelo” para poder seguir estudiando. Me dieron una beca de 99.000 pesetas de la época para la Universidad de Sevilla [Filología inglesa] pero al tener que incorporarme, todo se diluyó. No culpo a nadie por ello, al ser circunstancias de la vida.

Como anécdota, recuerdo que una vez entró en la oficina, donde estaba destinado el que escribe estas humildes letrillas para el blog de mis culpas, el coronel D. Antonio Galbe Pueyo pidiendo simplemente un lápiz. Nos pusimos tan nerviosos cuando observamos las tres estrellas de ocho puntas sobre sus hombros, que aún teniendo el lápiz en la mano, no sabíamos si saludar o darle el lápiz ya que en aquel edificio del 1212 había por entonces, casi más estrellas que en el firmamento o al menos eso pensaba un humilde recluta que tan sólo había visto como máximo dos o tres estrellas de seis puntas cada día cuando llegaba la hora de formación en el patio de armas para comer o cenar.

Foto. Efe

Al observar la torre de control casi 40 años después, se me vino a mis frágiles entendederas la primera vez que observé los escuadrones de F-5 y de saetas formados en la pista de aterrizaje, destacando en la cola de todos los aviones españoles la cruz de San Andrés pintada en negro y la escarapela del Ejército del Aire.

Sólo se podía atravesar la pista de aterrizaje en caso necesario [guardias, obras, etcétera], y siempre acompañado por un coche de escolta en aquéllos landrover Santana de color gris, que tenían que pedir permiso a la torre de control para atravesarla perpendicular o perimetralmente y esta emitía una luz verde en señal de aprobación.

Si la retina del recuerdo no me traiciona el edificio 1212 estaba destinado la plana mayor y protocolo, el despacho del coronel, pagaduría, mayoría, el 211 Escuadrón (F-5) y 214 Escuadrón (saetas y supersaetas), fotografía y Sala de Briefing entre otras dependencias como una cantina. El personal de tropa al carecer de rango desayunábamos en una ventana que daba al exterior de la cantina.

En aquélla época la Base Aérea de Morón estuvo al mando del coronel D. Antonio Galbe Pueyo, ocupando su lugar más tarde el coronel D. Lucio Recio de la Serna. También recuerdo a un capitán que hacía unos ejercicios impresionantes con aquéllos F-5 llamado Marco A. Roel Fernández. También recuerdo al capitán Biosca y Luís E. Segura Mori, Zarza Fierro, Iglesias, Clemente, Manuel Cruzate, Palau, etcétera.

En un principio iba destinado al 214 Escuadrón de Saetas ubicado en el edificio 1212. Frente a este se encontraba el 211 Escuadrón de los F-5. Me impresionó observar a tantos pilotos jóvenes con las estrellas de teniente o de capitán, lo que indicaba un futuro prometedor.

Cuando me presenté en mi destino "214 Escuadrón", se me presentó un sargento llamado Alonso preguntándome si sabía escribir a máquina. Le dije que sí pero con ciertas dudas, ya que mi padre siempre me decía que fuera prudente y que no fuera ni el más listo ni el más tonto. En fin, esas cosas que le dicen a uno cuando va a la mili y deja su casa por vez primera.

En mi destino se realizaba la orden del día para todos los días del año, con los servicios semanales de los oficiales de vuelo, seguridad, transmisiones y los diferentes servicios que se prestaban en la Base Aérea. No se podía cometer el más mínimo error, ya que dicha orden se mandaba a pagaduría, siendo el referente para complementar las nóminas con los servicios realizados.

Tenía que permanecer en la Base Aérea desde el lunes a las 8:00 a.m. hasta el viernes a las 15:00 p.m. en que repartía la orden por todas las dependencias de la Base, que no eran pocas, pero los fines de semana los tenía libres, existiendo otro escribiente en mi lugar desde las 15:00 horas del viernes hasta las 8:00 a.m. en que me incorporaba de nuevo a mi destino.

De lunes a Jueves, sobre las 10:00 p.m. tenía que llevar el parte al capitán de día –y oficial de vuelo generalmente- de la Base Aérea que lo firmara con su novedad correspondiente. Posteriormente, un chófer con una pick-up se desplazaba al centro de teletipos situado también en el 1212 para transmitirlo al Centro de Mando Aerotáctico de Tablada.

Recuerdo que los responsables de nuestra dependencia eran: el comandante “Simeón Alarcón Alcalá del Olmo” y los oficiales “capitán Iglesias y Zarza Fierro”.

…Al enterarme de que algún que otro compañero "había volado" acompañando al piloto en un avión “saeta”, le pedí al capitán Luís E. Segura Mori que me si no tenía inconveniente, me gustaría algún día acompañarle en un vuelo y tener esa bonita experiencia.


Avión similar al que tuve oportunidad de volar durante el periodo 7/78 a 7/79 


Cuál fue mi sorpresa, que a los pocos días, me dijo en la puerta de la oficina [Plana Mayor] donde prestaba mi servicio:

¡Prepárate, que nos vamos para volar!

No se puede expresar con palabras la inmensa satisfacción que me entró por el cuerpo. Me dirigí junto con otro compañero hacia una furgoneta destinada para los pilotos que nos dejó en un edificio junto a la pista de aterrizaje, donde nos colocaron aquel traje de color naranja y un casco blanco con los emblemas del 214 Escuadrón, comunicado continuamente con el capitán que pilotaba un avión "saeta biplaza". 

El capitán Mori me explicó con todo lujo de detalles la ubicación de una palanca por si era necesario saltar en paracaídas "me asusté un poco" y también la existencia junto a mi mano derecha una especie de salero grande metálico que proyectaba abundante aire frío en la cara, si era necesario, ya que podían ser frecuente los mareos. 

¡Era la primera vez en mi vida que volaba en un avión!

En algo menos de una hora de vuelo "que se me pasó volando, nunca mejor dicho" vimos a vista de pájaro, Morón, Coripe, Algodonales, Zahara de la Sierra, la Sierra de Grazalema entre otros lugares, hasta llegar al Aeropuerto de Jerez, donde el capitán por radio pidió permiso para pasar sobre la pista de aterrizaje. 

Cada cierto tiempo, el capitán me comentaba, ¡Cómo va todo!, contestándole que bien aunque “la procesión iba por dentro”, ya que notaba que me estaba poniendo un poco pálido. ¡Y llegamos sin novedad!

Pasado un tiempo prudencial, le comenté también al capitán Biosca, destinado en fotografía que me gustaría si fuese posible, acompañarlo durante un vuelo, ya que lo hice anteriormente y fue una experiencia muy grata.

Y efectivamente, a los pocos días me dijo lo mismo:

¡Prepárate, que nos vamos para volar!

Y la experiencia también fue inolvidable. 

El día del segundo vuelo al llegar a mi oficina “después de estar por las nubes”, me comentó un compañero que el comandante Simeón Alarcón Alcalá del Olmo, jefe del 214 Escuadrón no hacía nada más que preguntar por mí. Es evidente que los compañeros no tuvieron más remedio que decirle “que estaba volando”. 

-¡Cómo que está volando!...

¡Decidle cuando vuelva, que se presente a mí inmediatamente!

¡Me comentaron algunos compañeros que ese día el comandante no estaba para bromas!

Mientras tanto, el que escribe estas humildes letrillas iba “cavilando”, como no podía ser de otro modo. 

¡El comandante me va a meter un paquete [como se decía en el argot de la mili], que se me va a caer el pelo!

Me dirijo a su oficina:

¡Da usted su permiso, mi comandante!..

Pero la auténtica realidad es que cuando llegué “de volar” me presenté a él con un “miedo escénico impresionante”. Me vería tan pálido por el “vuelo” que me dijo por mi bien...

¡Qué sea la última vez que vuelas en uno de esos aviones, porque casi todos tenían demasiadas horas de vuelo y la mayoría estaban averiados!

¡Cualquier día se estrellará alguno! o algo similar.

Y todo quedó ahí, en una llamada de atención que aprendí como una auténtica lección. Aunque dijera el comandante lo que dijera, es cierto que la experiencia fue inolvidable para un joven con tan sólo 19 años de edad. 

¡Aunque ya no volví a volar!

Recuerdo que la torre de control tenía pintado en su fachada los días de sol al año “300 días” en español  y en inglés.

En otra ocasión, recuerdo que me tuve que desplazar a la torre de control para que me firmara el parte de novedad, el entonces capitán Julián Arnaiz Cotorro del 214 Escuadrón. Era de noche y se observaban a los aviones aterrizar sobre la pista de aterrizaje señalizada con luces de color morado.

Algún que otro día cuando bajaba a desayunar en el exterior de la cantina del 1212 me detenía junto al “briefing” -siempre con permiso-, porque estaban proyectando alguna que otra película sobre los ejercicios realizados por los pilotos en las Bárdenas Reales como campo de tiro de la aviación española.

La sala de Briefing era el punto de partida estratégico para cualquier acción. El comandante del escuadrón informaba sobre las circunstancias específicas del vuelo a realizar, dándose las pautas e instrucciones necesarias.

La orden del día la llevábamos a la imprenta sobre las 11,30 a.m. donde estaba Juan Manuel que las imprimía en una multicopista manual de la época -ya entonces obsoleta, pero que seguía imprimiendo-. Sobre las 13,30 horas recogíamos la orden para su posterior reparto por todas las dependencias de la Base Aérea para su conocimiento.

Durante mi estancia en la Base Aérea de Morón, al estar de servicio de lunes a viernes, pedía permiso para hacer deporte y algunos días le daba la vuelta completa a la base haciendo footing. Los días que no hacía footing me dirigía con la oportuna autorización al campo de basket americano que estaba de la base española a una distancia de dos kilómetros. 

Recuerdo a Rafael, encargado de la biblioteca americana, con quien hice cierta amistad e incluso coincidimos alguna que otra vez con el equipo de la base americana denominado entonces “MORÓN CARETAKERS”. 

Era la primera vez que mi retina captaba un campo de basket de parquet, un gimnasio completo con agua caliente y una sauna cuando en mi pueblo ubicado en la frontera de mi propia esperanza, sólo teníamos aquel polideportivo de tiempos del amigo Silverio que tenía lozas de cemento con las duchas de agua fría que nos sabían a gloria.

Cuando terminábamos de jugar a baloncesto o el gimnasio, la visita a la bolera americana era obligatoria para hidratarnos y recuperar fuerzas.

Recuerdo con cariño a una limpiadora del pabellón de suboficiales llamada Josefina que me facilitó un chaquetón de faena que algún amigo de lo ajeno sustrajo de mi taquilla para poder licenciarse. Un sargento de la época cuyo nombre omito me manifestó que no dijera nada que aunque fuera verdad mi queja, en el Ejército del Aire no existían  ladrones [...y pelillos a la mar].



Antiguo Patio de Armas de la Base Aérea de Morón


Visita a la Base Aérea el 30 de mayo de 2017

El día 30 de mayo de 2017 vuelvo a visitar la Base Aérea de Morón con la intención de plasmar en mi blog una mirada retrospectiva que me proyecta la retina del recuerdo sobre aquellos años.

Sobre las 10,00 a.m. aparco mi coche en el amplio aparcamiento ubicado en el control Sevilla entregándome un pase de visita tras la identificación correspondiente. Me recoge el amigo Juan Carlos, la persona asignada para acompañarme durante mi grata visita por el interior de la Base Aérea de Morón.

Lo primero que capta nuestra retina cuando pasamos el "control Sevilla" es una rotonda con el avión Sabre que en tiempos pretéritos estuvo ubicado en la Plaza de su mismo nombre, junto a la antigua torre de control. Después de desayunar en la cantina, visitamos el patio de la tropa donde quedaron grabadas muchas horas de instrucción que realizamos durante nuestro periodo de recluta. 

La antigua “Plaza del Sabre” ha sido sustituida por el Monumento a los Caídos.


Después de transitar por lo que llamábamos la base española, orientamos nuestro sextante en la Jefatura del Ala 11 presidida por el monumento al avión Saeta y F-5. Muy cerca se encuentra el Escuadrón Eurofigther del Ala 11 “antiguo Ala 21” destacando en su fachada el lema “Vista, Suerte y al Toro”, aunque quien escribe estas humildes letrillas le gustaba más el "Gallo de Morón" en aquel escudo del 211 Escuadrón.

Visitamos la Jefatura de la Base Aérea donde tomamos algunas fotografías, recordando la historia de la Base Aérea que en otra visita nos ilustrara el brigada Salas.  

...En el año 1940 se comienza a construir la Base Aérea de Morón, recibiendo el nombre de “Aeródromo Vázquez Sagastizabal” con la antigua torre de control, muy cerca de la “Plaza del Sabre”.



La Base Aérea de Morón alberga entre otras, al Ala 11 dotada con el avión de combate C-16 Eurofighter “uno de los más modernos del mundo”, y los aviones de la patrulla marítima P-3 Orión, que han estado destacadas en Yibuti, en misión de lucha contra la piratería en el Océano Índico.
 


Foto: UME 2015

También cuenta con el 2.º Batallón de Intervención en Emergencias de la Unidad Militar de Emergencias (UME- BIEM II).

Los aviones P-3 tienen una autonomía de más de 2.000 km. y una capacidad para realizar las siguientes misiones: lucha antisubmarina y antisuperficie, vigilancia marítima, minado, vigilancia de narcotráfico e inmigración ilegal, búsqueda y salvamento, mando y control aéreo, inteligencia electrónica y fotográfica, relé de comunicaciones, etc.

Visitamos sección de perros policía y otros tipo de “cazas”: los halcones peregrinos y azores que son imprescindibles en una Base Aérea para erradicar a otras aves como las palomas y otras aves que pueden hacer mucho daño a los aviones como lo demuestran las fotografías que nos mostraron y por consiguiente, pueden poner en peligro la integridad física de los pilotos.

El cetrero mayor Jesús y su hijo Fernando nos enseñaron varios tipos de halcones peregrinos e híbridos que siempre acuden fieles a la mano que les da de comer. Su misión principal es disuadir a las aves para que no entorpezcan el paso de los aviones. Para ello es necesario que el halcón tenga suficiente hambre.

Al ahuyentar continuamente el halcón a las aves, éstas identifican el territorio como zona donde existen depredadores -halcones- en busca de caza. En este caso, la paloma busca otros lugares donde asentarse.

Cada halcón vuela con un transmisor que emite una señal de localización, en el caso de que se vaya lejos e incluso se pierdan.

Es evidente que cuando vemos este tipo de depredadores, nuestra retina de los que peinamos alguna que otra cana se acuerda del naturalista y defensor de la naturaleza Félix Rodríguez de la Fuente que influyó en los cetreros de toda una generación.

Felix Rodríguez de la Fuente, definió la cetrería como «la primera vez en que el hombre no sometió al animal al yugo y al látigo».

Con el amigo Juan Carlos nos desplazamos al lugar donde se prueban los motores del del avión de combate "Eurofighter 2000" modelo Typhoon C-16 y los del P-3 Orión Allison. Allí nos enteramos de que el motor de un avión Eurofigther gasta aproximadamente unos 1.000 litros de queroseno por hora "4 litros por segundo a máximo rendimiento".  

En la zona de prueba de motores nos dijeron que cuando se prueban los motores del avión "Eurofigther" aptos para el vuelo y no van a utilizarse a corto plazo, se les introduce un aceite especial como lubricante para que los conductos no se deterioren. 


Sirva como referencia que una hora de coste de vuelo costaba 43.000 euros en el año 2010. 

Desde allí nos trasladamos al parque de bomberos español ubicado en la cabecera de pista de aterrizaje donde observamos varios camiones construidos por Protect Fire con motor Caterpillar y un chorro de agua que abarca una distancia de hasta 60 metros de longitud.


Foto. Yoryi Cruces

El epílogo de nuestra ruta termina en los hangares donde se revisan y reparan los aviones Eurofigther, consorcio formado por "Alemania, España, Italia y Reino Unido". Subimos para observar la zona de mandos este caza polivalente bimotor de gran maniobrabilidad. 

Aprendimos que la C en la cola del avión significa caza y si lleva la CE significa caza de escuela.

Recuerdo que el 211 Escuadrón estaba compuesto por los aviones F-5 hasta el año 1992, en que fueron dados de baja. Las últimas unidades operativas de Supersaetas estuvieron en el 214 Escuadrón destinado también en la Base Aérea de Morón hasta 1981. 


El Saeta fue el primer avión de propulsión a reacción construido en España y el primer producto de la industria aeronáutica española exportado al mercado internacional. El escudo del 211 escuadrón tenía el Gallo de Morón y el 214 tenían dos tigres.

El 30 de julio de 1999 el Ala 21 cambia su denominación por el Ala 11 al cerrarse definitivamente la Base Aérea de Manises cuyo lema “Vista, Suerte y al Toro” pasará a la Base de Morón.

La Base Aérea de Morón cuenta con una de las pistas de despegue y aterrizaje más grandes de Europa con una longitud de unos 4 km. Incluso la Nasa la ha seleccionado en caso necesario como aeropuerto alternativo del programa de transbordadores espaciales. La anchura de la pista de aterrizaje permite que aviones de gran envergadura puedan despegar y aterrizar en la Base Aérea de Morón, en caso necesario.

Tan sólo volver a darle las gracias al amigo Juan Carlos por facilitarme esta visita a la Base Aérea de Morón donde la retina del recuerdo me proyectaba tiempos pretéritos de mi servicio militar, allá por julio de 1978. Y es que ha pasado en el mejor de los casos, media vida.


Desde la Base Aérea de Morón para el blog de mis culpas, a través de una mirada retrospectiva...




P.D. Quiero dar las gracias al Mayor Juan Carlos de Haro por haberme acompañado por la Base Aérea de Morón durante tan grata visita.


Recuerdo durante mi servicio militar a los desaparecidos escuadrones de F5 y aviones a reacción "saetas y supersaetas" con la escarapela roja y gualda y la cruz de San Andrés situada en la cola, que se remonta a los tiempos de Juana I de Castilla, primogénita de los Reyes Católicos, que vinculó a su propio escudo el aspa de Borgoña.

Nos dicen las páginas de la historia aeronáutica que el emblema del Ejército del Aire español fue creado por la princesa doña Beatriz de Sajonia-Coburgo-Gotha, casada en 1909 con don Alfonso de Orleáns y Borbón, aviador profesional.

El diseño del emblema de aviación se gestó en Sanlúcar de Barrameda en 1913, en el domicilio conyugal de ambos. Un grupo de oficiales y aviadores, charlaban sobre la conveniencia de crear un distintivo para colocar sobre la guerrera de sus uniformes del Ejército de Aire.

Dos alas de plata desplegadas sobre un disco rojo y una corona real en la parte superior que nos recuerda a la diosa egipcia Maat, unidas por un círculo rojo. Fue aprobado por Real Orden el 16 de abril de 1913. Este símbolo tuvo un enorme éxito siendo adoptado de inmediato por los aviadores militares españoles. Será el primer símbolo del Ejército del Aire del mundo en usar dos alas en memoria del legado del Antiguo Egipto para resaltar la pertenencia a las fuerzas aéreas, siendo copiado internacionalmente por todas las fuerzas aéreas.

Durante la Guerra Civil española (1936-1939), el Rokiski Republicano llegó a estar coronado por una Estrella Roja de cinco puntas.

Dicho emblema con el que se identifica al Ejército del Aire del Reino de España se denomina Rokiski, en memoria del orfebre de origen polaco Luis Rokiski encargado de su fabricación, que grabaría su apellido en el revés de cada pieza.

Cualquier persona que haya sido aviador, piloto o paracaidista en el Ejército del Aire, habrá recibido con gran orgullo la insignia de Rokiski.


Enlaces interesantes

Visita al Buque Escuela "Juan Sebastián Elcano"

Visita al Observatorio de San Fernando "el guardián del tiempo"

Visita a la Base Aérea de Morón con la Residencia de Mayores "San Francisco" de Morón

jueves, 18 de mayo de 2017

La Ruta de Washington Irving


«Dale limosna mujer, que no hay en la vida nada como la pena de ser ciego en Granada» 

Francisco de Icaza

Paseando por el Callejón del Agua, junto a las murallas del Alcázar de Sevilla nuestra retina capta una placa en bronce de 1925 en honor al viajero romántico “Washington Irving” (1783-1859) que visitara ciudades tan esenciales para la civilización andalusí como “la antigua Isbilya, Córduba y Garnatha”.




El romántico escritor norteamericano realizó la ruta que lleva su nombre en el año 1829, quedando impregnado de los efluvios y reminiscencias que se rezumen por todos los poros del romanticismo del siglo XIX.

Son innumerables los pueblos blancos jalonados a lo largo de la serranía andaluza. La angostura de sus callejuelas, sinuosas y empinadas en busca de la protección que le brindaban las antiguas alcazabas, entre una enorme diversidad paisajística a la que también contribuyen una franja del territorio, donde hasta no hace mucho tiempo, ejercían su influencia los contrabandistas y bandoleros como los “Siete Niños de Écija o José María “El Tempranillo” entre otros, a los que la miseria junto con la injusticia social les obligó a “echarse al monte”. Por consiguiente, el bandolerismo será considerado como una razón de Estado al poner en peligro las comunicaciones y los intereses de los caciques y señoritos cortijeros.


Las diferentes franjas geográficas donde ejercían los bandoleros su influencia eran:

1. La cuenca del río Genil, desde Loja hasta Écija: Benamejí, Palenciana, Alameda, Jauja, Badolatosa, Estepa, Écija…

2. Desde Gibraltar hasta Granada: Gibraltar, Grazalema, Cortes de la Frontera, Torre Alháquime, Villamartín, Ronda, Antequera, Alhama y Granada…

3. Desde Carmona hasta Montellano, pasando por Arahal. 

4. El norte de las provincias de Córdoba y Jaén en Sierra Morena.


La Ruta de Washington Irving constituye una arteria vital dentro de las diversas rutas de Al Ándalus: Málaga, Sevilla y Granada. Estas dos últimas capitales deslumbrantes y esenciales en la civilización andalusí “la antigua Ishbiliya”, capital de los almohades y la antigua “Garnatha”, capital del reino nazarí”.

Existían en tiempos de la Casa del Islam “Dar al Islam” en Al Ándalus diversas e importantes rutas: la Ruta del Califato, la Ruta de los nazaríes, las rutas de los Almorávides y Almohades…

El itinerario de la Ruta de Washington Irving está formado por aquéllos pueblos por donde pasara el escritor norteamericano en 1829 que transcurre entre Sevilla y Granada unos 250 km. A lo largo de la ruta se pueden observar un considerable patrimonio monumental entre castillos y antiguas alcazabas, obras mudéjares, barrocas, torres, iglesias, baños árabes y una arquitectura popular que jalonan un histórico camino que durante la Edad Media serviría de importante vía comercial entre la Vega del Guadalquivir "Wad al-kabir" y el “inexpugnable” reino nazarí de Granada "Garnatha".

Sevilla, Alcalá de Guadaira, El Arahal, Carmona, Marchena y Écija, Osuna, Estepa, La Roda de Andalucía, Fuente de Piedra, Humilladero y Mollina, la Vega de Antequera, Archidona, Loja, Huétor-Tájar, Moraleda de Zafayona y Alhama de Granada al sur. Al norte se asciende hasta Montefrío e Íllora, retornando por Fuente Vaqueros y Chauchina, al eje de la ruta, que culmina en Santa Fe y Granada.

En su primer viaje a Granada, Washington Irving salió de Madrid el 1 de marzo de 1828 llegando a Córdoba el 4 de marzo hasta el 7. Ese mismo día emprendieron el viaje desde Córdoba a Granada a caballo llegando al atardecer del 9 de marzo de 1828 por la Vega de Granada. 

La primera etapa fue Castro del Río. Al amanecer observan un cortejo de frailes con linternas cantando por las calles al estar en Cuaresma. Al día siguiente paran en Baena y llegan a Alcalá la Real donde Washington Irving observa toda la comarca llena de montes olivos entre ermitas y castillos. En la lejanía su retina capta por vez primera Sierra Nevada entre fondas y posadas. Al fin, Washington Irving iba a conocer la última ciudad nazarí, escenario histórico de luchas entre árabes y cristianos.

Foto. Manuel León

Cuando Washington Irving llega a la Alhambra, comprueba las consecuencias de la invasión francesa y el olvido secular del gobierno español. Durante su estancia en fortaleza nazarí, observó que los habitantes pobres y gente de mal vivir se alojaban al amparo de sus torres en ruinas, tan deterioradas que incluso el gobernador de la Alhambra abandonó definitivamente su alojamiento para irse a vivir a Granada.

Allí seguirán viviendo los soldados retirados, mal vestidos y peor pagados como “custodios de la Alhambra”. Antonia, su sobrina Dolores y otro sobrino que estudiaba medicina vivían también en la Alhambra. Mateo Giménez, pobre pero orgulloso de ser cristiano viejo y de sangre limpia tenía 35 años de edad cuando conoció al escritor, quien le contaba al escritor muchas historias y leyendas de la Alhambra sin olvidar al jardinero Pepe que le llevaba flores a W. Irving cuando éste se alojó en la Alhambra. 

Washington Irving visitará la Catedral de Granada, la Capilla Real con la cripta de los Reyes Católicos, el Valle del Darro y el Sacromonte. Cuenta en su libro “Cuentos de la Alhambra que los Abencerrajes pagaron con su sangre la fidelidad al monarca y que tenía como escritorio un lugar privilegiado como fue el magnífico escenario histórico del Patio de los Leones.



Nos narra Washington Irving en su libro “Cuentos de la Alhambra” la inseguridad de esta región donde estaba demostrado el universal uso de las armas: el pastor en la campiña y el zagal en el llano tienen su escopeta y su navaja, y el opulento aldeano rara vez se aventura a ir a la feria real sin su trabuco, y acaso también acompañado de un criado a pie, con su arma de fuego al hombro; y, en general, no se emprende la más pequeña caminata sin todos los preparativos de un empresa guerrera. 


Los peligros del camino dan también lugar a un modo especial de viajar; parecido, aunque a pequeña escala, a las caravanas de Oriente. Los arrieros se reúnen y emprenden juntos la caminata en largo y bien armado convoy en ciertos y determinados días; y, a la vez, algún que otro viajero aumenta el número y contribuye a la general defensa. En este primitivo modo de viajar está el comercio de este país.

El mulatero es el ordinario medianero del tráfico y legítimo viajero de la tierra: él atraviesa la Península desde los Pirineos y las Asturias hasta las Alpujarras, la Serranía de Ronda y aún hasta las puertas de Gibraltar. Vive sobria y duramente; sus alforjas de tela burda constituye su mezquina despensa de provisiones; una bota de cuero pendiente de su arzón contiene vino o agua, que le da refuerzo a través de aquéllas estériles montañas y secas llanuras; una manta de mula tendida en la tierra le sirve de cama por la noche y la albarda de almohada…

…Como estos hombres llevan constantemente toda su fortuna entregada al azar en las cargas de sus acémilas, tienen siempre sus armas a mano, colgada de los aparejos y prontas para poderlas coger en alguna desesperada defensa; pero, como viajan reunidos en gran número, se hacen temibles a las partidas de merodeadores, y el solitario bandolero, armado hasta los dientes y montado en su corcel andaluz, anda recelosamente acechándolos, como el pirata que persigue un barco mercante, sin tener el valor para dar el salto

David Roberts. La Puerta de las Orejas (1830)

…lo de más valor de nuestro equipaje se había enviado delante con los arrieros, llevando solamente con nosotros lo necesario para el viaje y el dinero de los gastos del camino, con un suficiente sobrante de esto último para satisfacer la codicia de los ladrones, si por desgracia nos asaltaban, y para librarnos de los duros tratamientos que sufre el indefenso viajero que es demasiado confiado. 

…Pero, ¡qué país es España para un viajero!. La más miserable posada está para él tan llena de aventuras como un castillo encantado, y cada comida constituye por sí misma toda una hazaña!...

…Mientras estábamos cenando con nuestro amigo el jefe de la patrulla de los migueletes se oyeron acordes de una guitarra y el ruido de las castañuelas, y poco después varias voces cantando en coro un aire popular. En efecto, mi posadero había reunido conjuntamente a los aficionados al canto, a la música y a las beldades el rústico vecindario, y al salir al patio del mesón se presentó ante nuestra vista el cuadro de una verdadera fiesta española…

…Para el viajero inspirado en lo histórico y en lo poético, la Alhambra de Granada es un objeto de tanta veneración como la Kaaba o Casa Sagrada de la Meca para los devotos peregrinos musulmanes. ¿Cuántas leyendas y tradiciones verídicas y fabulosas, cuántos cantares y romances amorosos, españoles y árabes, y qué de guerras y hechos caballerescos hay referentes a aquellos románticos torreones!. El lector comprenderá fácilmente nuestra alegría cuando, poco después de llegar a Granada, el gobernador de la Alhambra nos dio permiso para residir en las habitaciones vacías del Palacio morisco. Mi compañero fue pronto llamado para los deberes de su cargo oficial; pero yo permanecí de intento algunos meses en el viejo Palacio encantado…

“Cuentos de la Alhambra” de W. Irving


Pero, ¡quién fue nuestro protagonista que tanto ha contribuido a proyectar esa imagen romántica de Andalucía al quedar fascinado por su exotismo!, y que en esta ocasión, ha sido uno de los “culpables” para mi desplazamiento a los jardines de la Alhambra de Granada en busca de sus huellas y volver a releer “Cuentos de la Alhambra” y “Cartas desde la Alhambra”.


Biografía


Washington Irving nace un 3 de abril de 1783 en Nueva York. Desde su niñez desarrolló una gran pasión por la lectura y escritura, devorando Robinson Crusoe y Las Mil y una Noches, siendo colaborador de una publicación editada por su hermano Peter Irving “Morning Chronicle”, al mismo tiempo que estudiaba leyes.

El origen de su nombre viene por la gran admiración que sentían sus padres hacia el general George Washington (primer presidente de los Estados Unidos) y en su honor lo bautizaron con su nombre. Su infancia transcurrió entre las riberas del río Hudson. El joven Irving era hijo de un rico comerciante escocés y madre inglesa, nieta de un clérigo, siendo el hijo menor de una familia de once hermanos.


Entre 1804 y 1806 Washington Irving viaja por diversos países europeos con el fin de fortalecer su frágil salud residiendo en Francia e Italia. París le atrae poderosamente. Tras regresar a Nueva York trabaja como abogado participando en la empresa familiar.

Washington Irving se esconde bajo el pseudónimo de Dietrich Knickerbocker. En 1809, “A History of New York” le catapulta a la fama al criticar de forma humorística a los holandeses de Nueva Amsterdam, a la alta sociedad neoyorkina y a la frágil democracia jeffersoniana. Ese mismo año fallece su novia Mathilde Hoffman, con quien estaba comprometido. Tras esta tragedia, nunca más contraerá matrimonio.

W. Irving describe con ingenio como junto a la colonia de New Amsterdam se habían instalado un creciente número de ingleses conocidos por los indios con el nombre de “yankees”, un apodo que fue dado a los rebeldes norteamericanos por los propios británicos en Nueva Inglaterra, siendo después utilizado por los sudistas para referirse a los nordistas durante la Guerra de Secesión americana. En la actualidad se aplica a todos los habitantes de Estados Unidos de origen anglosajón.

Hacia la segunda mitad del siglo XVII muchos holandeses vivían en Nueva Inglaterra, muchos de los cuales se llamaban Jan (en neerlandés Juan, pronunciado [yan]) y su diminutivo “Janke” ("Juanito"), originándose el término inglés “yankee”.

Con la caída de Napoleón Bonaparte, Irving llega a Liverpool en 1815 y se empapa del misterioso paisaje escocés a través de la producción de Walter Scott, al que conoce en 1817, en Abbotsford ”Escocia”. Viaja a Italia, Francia, Bélgica, Holanda y finalmente, queda prendado de los escenarios más románticos de España y Alemania. 

Es nombrado agregado de la legación norteamericana en Madrid, presidida por sir Alexander H. Everett, llegando a Madrid un 15 de febrero de 1826, lo que le proporciona investigar y ampliar sus conocimientos sobre Cristóbal Colón ya que se sentía fascinado por la lengua y la literatura española. Y será a partir de entonces, cuando su retina quede impregnada por los efluvios y reminiscencias de la época nazarí junto con el costumbrismo, el color y la luz de Andalucía.

Muy pronto se dio cuenta W. Irving de la enorme posibilidad que se le ofrecía para realizar una biografía sobre Cristóbal Colón aunque sería necesario recopilar mucha documentación y una enorme cantidad de datos históricos “Historia de la Vida y los Viajes de Cristóbal Colón -History of the life and Voyages of Cristopher Columbus-”, que se publicará en Londres y Nueva York en 1828. 

Pero W. Irving tenía la necesidad de consultar en la capital hispalense el Archivo General de Indias y viajar a la Rábida en busca de las huellas del descubridor de América. Esa primera biografía de Colón tuvo mucho éxito al ser la primera que se publicaba en el mundo y traducirse a varios idiomas. La primera edición española pertenece a 1833.

En la primavera de 1829, Irving visitará Sevilla y Granada, junto a Dalgoruki, adscrito a la embajada rusa en Madrid. Allí solicitan al gobernador de la Alhambra “de la Serna” que les dejen vivir en ella. Conseguido el permiso, pone manos a la obra de su producción más famosa entre nosotros “Cuentos de la Alhambra”.


El motivo principal del viaje de W. Irving a Andalucía era consultar en Sevilla la Biblioteca Colombina y el Archivo de Indias. La visita a Granada entraría como una razón personal. Visita la Capilla Real donde se encuentra enterrado los Reyes Católicos, Juana “La Loca” y Felipe el Hermoso.

W. Irving estuvo en Granada en dos ocasiones. La primera del 9 al 20 de marzo de 1828 y la segunda del 4 de mayo al 29 de julio de 1929. Su estancia en España concluye al asumir el puesto de secretario de la Embajada de Estados Unidos en Londres. 

Además de escribir “Cuentos de la Alhambra” bajo el hechizo de la capital nazarí, Irving mantuvo una fructífera correspondencia -hasta hace poco tiempo inédita- con sus amigos, lo que nos demuestra que fue también un romántico soñador. En la segunda estancia en Granada, su guía Mateo Jiménez “Hijo de la Alhambra” será su inseparable amigo que le narrará historias que más bien parecen de “Las mil y una noches”.

W. Irving no se aloja en el brillante palacio habitado por los nazaríes sino en un complejo destartalado “mitad cuartel, mitad vivienda de gitanos”, que le inspirará al folklorismo. España en general y Granada en particular, se mostraba ante él como el país más romántico de Europa con todos sus ingredientes: reminiscencias andalusíes, partías de bandoleros, contrabandistas, toreros y cante flamenco con la guitarra y el baile.

En 1827 logra terminar “Crónica de la conquista de Granada -Chronicle of the Conquest of Granada-” que se publicará en 1929 en Londres y Filadelfia. Terminado el libro sobre Colón, vuelve a viajar a Andalucía con dos ciudades grabadas en su retina: Sevilla y Granada, ésta última le permitirá conocer con todo lujo de detalles la Alhambra y el embrujo de Oriente, donde la sombra de Boabdil,  apodado entre sus cronistas como "el Zogoibi o el Desdichado” le acompañará junto al Patio de los Leones, en el corazón de la Alhambra, con las huellas de los Abencerrajes de tiempos pretéritos.

“Cuentos de la Alhambra” es una colección de leyendas y costumbres sobre el palacio nazarí y sus habitantes narradas por su guía y amigo Mateo Jiménez que le contaba que existían muchos tesoros escondidos por los moros.

En Sevilla residirá más de un año porque quiere recoger más datos sobre la historia de Colón y sus compañeros de conquista. Pero W. Irwing no sólo escribe sino que emplea una parte de su tiempo en disfrutar de la ciudad y sus alrededores deleitándose durante su estancia en Andalucía con la gastronomía de la tierra -el pan de Alcalá con los molinos harineros movidos por el río Guadaira, los molletes de Antequera, la chacina de la serranía, las hortalizas de la Vega del Genil, el gazpacho y un largo etcétera.

También encuentra huellas andalusíes en la arquitectura árabe de los pueblos donde la cultura del agua fluye por los patios, huertas, acequias, jardines y vegas entre los efluvios de los naranjos y limoneros bajo la atenta mirada de la abrupta Sierra Nevada, el río Darro, la Alpujarra y la Vega del Genil con la Serranía de Ronda a medio camino entre Gibraltar y la antigua Garnatha, considerada la “Damasco de Occidente”.



Nadie como Irving ha sabido captar “a vista de pájaro” todas las emociones que se perciben desde lo alto de la fortaleza de la Alhambra «al-Ḥamrā», cuyo nombre completo será “Qalat al-hamra» o fortaleza roja, describiendo minuciosamente el Palacio del Generalife, el río Darro, Santa Fé, la Vega del Genil y Sierra Nevada.

Cuenta la leyenda que encontrándose Muley Hacén ya anciano se retiró a morir al castillo de Mondújar en el “Valle de Lecrín”, en compañía de Zoraya. El 28 de octubre de 1485, tras invocar al arcángel Azrael y taparse el rostro con un Corán abierto, entregó su alma a Alá. Cuentan que Zoraya, para que su sepultura no fuera profanada jamás, ordenó conducir el cadáver a lo más alto de Sierra Nevada -Solair, para los árabes-, en cuya más alta cumbre mandó inhumar sus restos, cubiertos por la bandera roja de los nazaríes, bajo las nieves perpetuas. 

Desde entonces este pico -el más alto de la Península Ibérica con 3478 metros lleva el nombre de este monarca nazarí: Muley Hacén "Mulhacén", padre de Boabdil y hermano de El Zagal.

W. Irving quedará entusiasmado ante la contemplación de la ciudad del Darro en las faldas de Sierra Nevada. Durante algún tiempo sus dependencias de trabajo estuvieron junto al “Patio de los Leones”. Consultó la biblioteca de la Universidad, que antaño había pertenecido a los jesuitas, consultando también a los erúditos locales que residían entonces en la Alhambra: soldados veteranos, mutilados de guerra, contrabandistas…mezclando sabiamente la literatura popular con otras fuentes. 

Todos los días al atardecer, W. Irving reunía una animada tertulia en la plaza de los Aljibes. Curiosamente la primera niña que leería sus cuentos sería con el tiempo emperatriz de Francia: Eugenia de Montijo. 

Otros autores como A. Dumas, T. Gautier y Chateaubriand habían buscado también inspiración en la luminosa Andalucía, pero nadie como W. Irving efectuó esa unión tan íntima con Granada. Irving fue el primero de los hispanos que amó a España contribuyendo a hacer amables las cosas españolas. Los “Cuentos de la Alhambra” parecen que están sacados de “Las mil y una noches”.


W. Irving de mentalidad conservadora ha sido llamado muchas veces, con toda justicia, el primer gran hombre de letras americano. Sus largas estancias en España, le permitieron conocer perfectamente la Historia de España, llegando a ser posiblemente el primer hispanista en la historia de su país.

Washington Irving escritor y diplomático norteamericano llegó a ser el prototipo del viajero romántico que quedó seducido por Andalucía. Sus andanzas dieron como fruto varias obras de tema hispano árabe, entre las que destacan “Cuentos de la Alhambra”, que tanto ha contribuido a proyectar la imagen romántica de Andalucía.

Su crónica de la Conquista de Granada es una especie de libro de caballerías histórico pero plagado de fantasía. En 1829 sale a la luz “Vida y viajes de Cristóbal Colón” y los “Viajes y descubrimientos de los compañeros de Colón” en 1831.

Pero los reajustes burocráticos le relevaron de su misión con la llegada la presidencia de EE.UU de Andrew Jackson. De vuelta a los EE.UU. redactó una Biografía de Mahoma, poco conocida, así como una vida de George Washington (1855-1859). 

Washington Irving falleció el 28 de noviembre de 1859 en su villa de “Sunyside”, situada junto a su querido río Hudson. W. Irving fallece el mismo año que tiene la apertura el Canal de Suez que debería contribuir al acercamiento de Occidente y el Mundo Islámico. 

¡Qué lejos quedaba todavía el Desastre de 1898 plasmado fielmente por una Generación de poetas, la del 98!.

W. Irving había descubierto Granada muchos años antes de que Gerald Brenan descubriera las Alpujarras “Al Sur de Granada” y de que nuestro gran poeta y dramaturgo Federico García Lorca descubriera posteriormente la ciudad natal de Washington Irving. Sin embargo, Granada le debe a Washington Irving el renacer de su pasado más glorioso “el nazarí”.


Con el devenir de los tiempos, la figura de Irving se hizo más atrayente, tanto en EE.UU como en España. En 1959 se colocó una lápida en la fuente próxima a la Puerta de la Justicia, de su querida Alhambra y se restauraron estancias y muebles donde vivió y utilizó el escritor, dedicándose un monumento en el bosque de la Alhambra. También un establecimiento hotelero en Granada junto a la Alhambra lleva el nombre de Washington Irving. 


Las Cartas desde la Alhambra nos acercan al lado más privado de Washington Irving. El 15 de marzo de 1828, W. Irving escribe a Antoinette Bolviller una carta desde el Patio de los Leones en Granada.

La imagen de Boabdil paseando con todo su regio esplendor por estos patios, de su bella esposa Moraima, de los abencerrajes con todo el esplendor del lujo oriental.

He estado buscando la Puerta de los Siete Duelos por la que el desgraciado Boabdil salió de este lugar cuando bajo a l Vega para entregar las llaves de la ciudad de Granada a Fernando e Isabel. Descendió por la parte exterior de las murallas, por el mismo camino por el que el gran cardenal de España, don Pedro González de Mendoza, ascendió a la cabeza de un grupo de caballeros para tomar posesión de la Alhambra.

Boabdil le pidió a los Reyes Católicos, como triste regalo, que a ninguno se le permitiera entrar en la Alhambra por la puerta por la que él había salido. Se le concedió esta gracia: la puerta fue tapiada y así ha seguido hasta el presente. Esta puerta está en una torre que había sido dinamitada por los franceses.

Decía Washington Irving el su libro “Cuentos de Granada”, que no ha habido sobrenombre más bien aplicado a Boabdil que el “Zogoibi” o el desgraciado, que le pusieron sus súbditos al comenzar sus infortunios desde su cuna.

Durante su tierna infancia fue reducido a prisión y amenazado de muerte por su inhumano padre, pudiendo escapar por la estratagema de su madre “Aixa La Horra”. Pasados algunos años, su vida estuvo amargada por las hostilidades de un tío usurpador; su reino se vio turbado por invasiones extranjeras y por las luchas interiores; Boabdil fue enemigo, prisionero, amigo y casi víctima de Fernando, hasta que se vio sometido y destronado por él siendo desterrado de su país natal….

No ha habido, en verdad, hombre más injustamente calumniado. Dichas acusaciones debieran dirigirse con más razón a los actos de su padre, Aben Hasan, dotado de un carácter cruel y feroz. Él fue quien dio muerte a los caballeros del ilustre linaje de los Abencerrajes, por sospechas de que estaban comprometidos en una conspiración para arrojarle del trono.

La historia de la acusación de la madre de Boabdil y de su prisión en una torre también puede explicarse como uno de los incidentes de la vida de su sanguinario padre. Aben Hasah, en su edad proyecta, casó con su bella cautiva cristiana de noble linaje, y que tomó el nombre morisco de Zorayda, de la cual tuvo dos hijos. Estaba dotada de un espíritu ambicioso, y anhelaba que éstos heredasen la corona. Con este objeto amargó el corazón del desconfiado rey, encendiéndolo de celos contra los hijos de las otras esposas y concubinas, a quienes acusó de conspirar contra su trono y su vida. Ayxa la Horra, la virtuosa madre de Boabdil, que había sido en otro tiempo la adorada favorita de aquel tirano, fue también blanco de sus sospechas. La encerró con su hijo en la Torre de Comares, y hubiera sacrificado en su furia a Boabdil si su padre si su madre no le hubiera descolgado de la Torre cierta noche, valiéndose de su ceñidor y de los de sus esclavas, con lo que quedó en condiciones de poder huir a Guadix. Boabdil fue perseguido en vez de perseguidor.

En medio de su breve, turbulento y desastroso reinado Boabdil deja de ver un carácter tierno y amable. Desde un principio se ganó el cariño de su pueblo por sus afables y dulces modales; fue siempre clemente y nunca impuso severos castigos a aquellos que se le rebelaban a cada instante. Era bravo físicamente, pero carecía de valor moral, y en los momentos de dificultad se mostraba perplejo e irresoluto. Esta debilidad de espíritu apresuró su caída y lo despojó al mismo tiempo de aquel heroísmo que le hubiera engrandecido y dignificado…

La Alpujarra entre fuertes contrastes verdes y ocres permanece siempre acompañado por el blanco puro de la cal de los pueblos blancos que jalonan Sierra Nevada, la Sierra de Lújar y la Sierra de la Contraviesa, destacando sus paredes encaladas donde predomina el “efecto botijo” que permite que las paredes de las viviendas transpiren y mantengan la temperatura en invierno y las refresca durante el verano. Por otro lado, el agua fluye de manera irregular formando arroyos y pequeñas cascadas susurrando y acariciando nuestros frágiles tímpanos proporcionando bellas estampas.



Padul, Durcal, el Valle de Lecrín y Lanjarón “Al-Anŷarūn,lugar de manantiales”, considerada la puerta de entrada a la Alpujarra granadina nos acerca a Órgiva “Urŷuba” en la falda de Sierra Nevada y que nos indica el camino hacia la Alpujarra Alta. En 1492 fue cedida por los Reyes Católicos a Boabdil -Abu 'Abd Allāh-, como lugar de retiro. 

Al fondo, el Mar Mediterráneo nos recuerda que en Almuñécar comenzó el prólogo de la Casa del Islam en Al Ándalus bajo la figura histórica de Abderramán I ben Muawiya al-Dajil “El Inmigrado”.

Entre  febrero de 1492 y julio de 1493 marcarán la decisión de Boabdil de aceptar las definitivas capitulaciones de los Reyes Católicos, teniendo que abandonar Laujar de Andarax en busca del puerto de Adra donde una flota compuesta por una nao, una carraca y una carabela, al mando de Íñigo de Arrieta los llevará a la otra orilla del Mediterráneo -al puerto de Cazaza, a unos 15 km. de Melilla. Desde allí Boabdil emprenderá camino a Fez, donde colocará su residencia.

Por el contrario, el denominado rey de la Alpujarra “Boabdil” señalará el ocaso de la Casa del Islam en Al Ándalus, fuera de la nueva escena histórica. La liturgia del terror tendrá su prólogo en la plaza de Bib-Rambla el 23 de febrero de 1502 por el entonces cardenal arzobispo de Toledo, primado de España y tercer inquisidor general de Castilla, perteneciente a la orden franciscana Francisco Ximénez de Cisneros, quien ordenara la quema de libros escritos en lengua árabe por ser considerados “malditos” para el nuevo marco histórico y refractario.

Coránes, tratados de astronomía y astrología, tratados científicos, poemas. títulos de propiedad, etcétera, acabarán en la hoguera como producto de la intolerancia. “Era necesario erradicar lo más importante que poseían los vencidos”, la memoria y el conocimiento.

"El exilio de Boabdil será el preludio de la diáspora de los judíos el 31 de marzo de 1492 y de los moriscos a partir de 1609". 



Washington Irving en los lugares colombinos


W. Irving viajó por Andalucía recorriendo Córdoba, Granada, Málaga, Gibraltar, Cádiz y los lugares colombinos. En Sevilla se instala entre el 1 de marzo de 1828 y el 23 de agosto de 1829. Catorce meses para tomarle el pulso a la Andalucía de su época.

Washington Irving sentía una enorme fascinación por el Descubrimiento de América y por la figura del Almirante Cristóbal Colón y para ello decidió acudir al Archivo General de Indias en Sevilla para seguir investigando y documentarse.

Aprovechando su estancia en Sevilla visita los Lugares Colombinos los días 12, 13 y 14 de agosto de 1828 “Moguer será su primer destino, Palos de la Frontera y el Monasterio franciscano de La Rábida” con el objetivo de documentarse sobre la figura del Almirante Colón y del Descubrimiento de América. Washington Irving realizó la primera biografía de Cristóbal Colón, a través de la cual dará Irving al mundo el papel jugado por los onubenses en el Descubrimiento de América.

Fruto de esta visita a los Lugares Colombinos publicó "Mi viaje a los lugares colombinos", en 1828; "Historia de la vida y viajes de Cristóbal Colón", en 1833, Viajes y descubrimientos de los compañeros de Colón", publicada en 1854. 

Los “Lugares Colombinos” también forman parte por derecho propio de la Ruta de Washington Irving que visitará también Niebla, La Palma y Villalba camino de Sanlúcar de Barrameda, en Cádiz.

Desde el monumento a Washington Irving en los jardines de la Alhambra de Granada, para el blog de mis culpas...



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