La historia de Carmen
La recuerdo, siempre sentada en un sillón de mimbre con el pelo blanco tirante y recogido en un moño sobre la nuca; con un grueso cigarro de tabaco negro entre los dedos y entre el humo gris que envolvía, como a las diosas que pintan entre nubes, su figura curvada sobre sus espaldas; y una cara que nos daba noticias inequívocas de la hermosura corporal que debió lucir en su juventud y madurez.
Vivía en Sevilla, en la Calle Antolinez, junto a la Gavidia, y contaba más de cien años. Se llamaba Carmen y era la madre de mi abuela Antonia y abuela de mi madre, Pilar Triano. Y en el brillo de sus ojos y entre la destreza de sus dedos amarillos de nicotina, asentaba el orgullo que acompañaba sus palabras cuando me contaba historias de su oficio: había sido, y seguía siéndolo por su gesticulación personalísima, cigarrera en la Fábrica de Tabacos de Sevilla.
De todas las historias escuchadas de su boca, en aquellos tiempos de camillas con braseros de cisco picón encima del cisco carbón, encendidos con soplillos de palmas, había una que siempre me estremecía, una que tomó de los labios de su madre, la de su tocaya Carmen; la de la cigarrera gitana que mataron, por sus amores con un picaó en la Puerta del Príncipe de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla. La de Carmen la de Triana, orgullo de sus compañeras de trabajo por liderar cuantas sublevaciones se organizaban contra los convencionalismos sociales de la época que aplastaban la libertad y la dignidad de las mujeres trabajadoras. La historia de la trianera que murió asesinada y vivió acorralada por cinco razones que llegan hasta nuestros días: querer ser LIBRE siendo POBRE, MUJER, OBRERA y GITANA.
El pasado viernes 27 de enero de 2012 tuve la enorme satisfacción de asistir con mis amigos a la representación de la obra "Carmen", de Salvador Távora en el teatro “ La Cuadra de Sevilla", en la antigua Hytasa. De nuevo, la noche del 9 de junio de 2018 tuve la oportunidad de asistir en la Plaza de Toros de mi pueblo a la misma representación de Carmen.
En Morón, tierra de la Cal y del Flamenco pudimos disfrutar de un gran espectáculo de tradición andaluza que despertaba nuestros sentidos. El olor a incienso, el cante jondo y el buen toque de guitarra entre sombreros de catite y trajes de la época nos introducía poco a poco en el contexto histórico de comienzos del siglo XIX donde las ansias de libertad de un pueblo brillaban con luz propia. Las cigarreras como mujeres trabajadoras intentaban con muchas dificultades sacar sus humildes hogares adelante y al mismo tiempo luchar por sus derechos sociales en un mundo reaccionario donde la justicia social brillaba por su ausencia.
Los cantes nos van introduciendo en la escena interpretando palos del flamenco como deblas y martinetes, caña, bulerías etcétera, sin olvidar que el toque de las guitarras son una parte fundamental al acompañar los cantes y bailes por seguirillas, soleá, alegrías o bulerías.
Los toques de cornetas y tambores por parte de la Banda de las Tres Caídas de Triana acompañan a la obra con marchas como "Rocío", "Angustias" y con solos magistrales.
Una ópera andaluza interpretada por un magnífico reparto entre actores, actrices, cantaores, guitarristas, jinete y caballo de alta escuela con la banda de cornetas y tambores del Santísimo Cristo de las tres Caídas de la que forma parte nuestro paisano y amigo Emilio José Escalante, que hicieron las delicias de todos los asistentes en un teatro abarrotado de público.
La recuerdo, siempre sentada en un sillón de mimbre con el pelo blanco tirante y recogido en un moño sobre la nuca; con un grueso cigarro de tabaco negro entre los dedos y entre el humo gris que envolvía, como a las diosas que pintan entre nubes, su figura curvada sobre sus espaldas; y una cara que nos daba noticias inequívocas de la hermosura corporal que debió lucir en su juventud y madurez.
Vivía en Sevilla, en la Calle Antolinez, junto a la Gavidia, y contaba más de cien años. Se llamaba Carmen y era la madre de mi abuela Antonia y abuela de mi madre, Pilar Triano. Y en el brillo de sus ojos y entre la destreza de sus dedos amarillos de nicotina, asentaba el orgullo que acompañaba sus palabras cuando me contaba historias de su oficio: había sido, y seguía siéndolo por su gesticulación personalísima, cigarrera en la Fábrica de Tabacos de Sevilla.
De todas las historias escuchadas de su boca, en aquellos tiempos de camillas con braseros de cisco picón encima del cisco carbón, encendidos con soplillos de palmas, había una que siempre me estremecía, una que tomó de los labios de su madre, la de su tocaya Carmen; la de la cigarrera gitana que mataron, por sus amores con un picaó en la Puerta del Príncipe de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla. La de Carmen la de Triana, orgullo de sus compañeras de trabajo por liderar cuantas sublevaciones se organizaban contra los convencionalismos sociales de la época que aplastaban la libertad y la dignidad de las mujeres trabajadoras. La historia de la trianera que murió asesinada y vivió acorralada por cinco razones que llegan hasta nuestros días: querer ser LIBRE siendo POBRE, MUJER, OBRERA y GITANA.
El pasado viernes 27 de enero de 2012 tuve la enorme satisfacción de asistir con mis amigos a la representación de la obra "Carmen", de Salvador Távora en el teatro “ La Cuadra de Sevilla", en la antigua Hytasa. De nuevo, la noche del 9 de junio de 2018 tuve la oportunidad de asistir en la Plaza de Toros de mi pueblo a la misma representación de Carmen.
Monumento a las cigarreras, en Cádiz |
Los cantes nos van introduciendo en la escena interpretando palos del flamenco como deblas y martinetes, caña, bulerías etcétera, sin olvidar que el toque de las guitarras son una parte fundamental al acompañar los cantes y bailes por seguirillas, soleá, alegrías o bulerías.
Los toques de cornetas y tambores por parte de la Banda de las Tres Caídas de Triana acompañan a la obra con marchas como "Rocío", "Angustias" y con solos magistrales.
Una ópera andaluza interpretada por un magnífico reparto entre actores, actrices, cantaores, guitarristas, jinete y caballo de alta escuela con la banda de cornetas y tambores del Santísimo Cristo de las tres Caídas de la que forma parte nuestro paisano y amigo Emilio José Escalante, que hicieron las delicias de todos los asistentes en un teatro abarrotado de público.
La leyenda primitiva
Carmen fue una gitana cigarrera y trianera, cuya vida y muerte, entre el primer cuarto del siglo pasado, generó una leyenda popular. Cuando Mérimée escribe Carmen, en 1845, a los quince años de escuchar de la boca de la Condesa de Montijo la popular leyenda, lo más probable es, tratándose de la imaginación de un novelista, que personajes, paisaje, formas y costumbres de un entorno cultural lejano al suyo, en el que vivió de paso en 1830, se le mezclen los recuerdos y pasen a protagonizar una historia cuyos puntos de partida fueron austeros e insólitos, y de ninguna manera típicos ni tópicos; y de ahí que por ser hechos inhabituales en la vida de esa sociedad donde se produjeron, conmocionaran al medio y se convirtieran en leyenda.
Monumento a Carmen "La Cigarrera" en Sevilla |
Entabló Carmen amores con un militar vasco llamado D. José Lizarrabengoa, quien, tras participar en una redada de gitanos en Triana y atraído por su singular belleza de mujer, la toma del suelo, caída y atropellada, y evita su detención. En la sociedad sevillana de aquel tiempo (y quizás también de éste) el emparejamiento público de un hombre castrense con una gitana sin pasar por ningún registro civil ni bendición eclesiástica alguna, fue un acto escandaloso y provocativo que zamarreó a la pequeña y alta burguesía sevillana encorsetada en costumbres sociales inviolables.
En el curso de ese descarado concubinato, Carmen, desde su condición de mujer libre sin dependencia económica de un hombre por su trabajo de cigarrera, se destacó, acrecentando el escándalo de sus amores, capitaneando cuantas revueltas reivindicativas de los derechos de la mujer en el trabajo se levantaban en el clima industrial donde se desenvolvía. Asumió posturas políticas progresistas que la llevaron a liderar importantes conquistas en el campo de las incipientes libertades de la mujer andaluza. Eran tiempos donde al General Rafael de Riego, sublevado en el pueblo sevillano de Las Cabezas de San Juan en 1820 en el marco de una conspiración en favor de la Constitución de Cádiz de 1812 derogada en 1814 por Fernando VII, se le recibía en Triana con toques de campanas entre el fervor popular. Años después, el 7 de noviembre de 1823, Rafael de Riego fue ahorcado en Madrid por haber votado, como diputado en las Cortes reunidas en Sevilla, por la suspensión temporal de los poderes del monarca.
Fernando VII, llamado por la historia el felón -desleal- no dejó de conspirar contra la democracia para colocar a España de nuevo en la Edad Media atrasando el reloj de la historia.
“Marchemos francamente, y yo el primero, por la senda constitucional”.
Tener libertades en España ha costado un alto sacrificio en un país que aún permanece amnésico y reacio para afrontar su historia reciente. La causa de las Cortes de Cádiz de 1812 representaba la única esperanza para el pueblo anclado en la miseria pero la vuelta de Fernando VII que declaró dicha Constitución nula, tiró por tierra sus expectativas de conseguir una monarquía parlamentaria que otorgara derechos y libertades a los españoles, afianzando de nuevo el absolutismo mientras las cabezas ilustradas de la época padecían prisión, destierro o exilio.
Cuando Fernando VII entró en Madrid en 1814, fue recibido por una masa enfervorecida e ignorante que gritaba:
¡Muera la libertad, vivan las cadenas!.
Un desafortunado lema acuñado por los absolutistas que no permitían que la razón y el progreso afloraran en la sociedad. Mártires como Riego, Torrijos o Mariana de Pineda entre otros pagarían con la muerte su heroísmo.
Estos dos hechos, ya provocativos y capaces de engendrar una leyenda por sí solos, se agigantan por un suceso que conmueve a la sociedad andaluza en general: las graves heridas que el militar de Elizondo le produce en una reyerta a un oficial de su regimiento, por celos en sus amores con la cigarrera. Encarcelado D.José Lizarrabengoa, Carmen le guarda fidelidad que subraya con constantes visitas a la prisión donde el militar cumple su condena. Y al obtener D. José su libertad reanudan, con toda su intensidad, sus públicas relaciones amorosas y cotidianas. Y es entonces cuando se produce el hecho más sangrante y doloroso de la historia: la muerte de Carmen apuñalada con una bayoneta militar por su amante.
Antigua Fábrica de Tabacos. Universidad de Sevilla |
Carmen, enamorada de Lucas, un picador famoso en la historia de las corridas de toros del siglo pasado, desde su libertad de mujer sin compromiso, decide compartir su vida con el admirado picador. Su amante, D. José Lizarrabengoa, intransigente y herido en su honor, da muerte a la gitana al término de una corrida de toros en la que Carmen, asistiendo a la fiesta acompañada de sus compañeras de trabajo, había sido galanteada por el jinete.
La plaza de toros de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla |
Tras su muerte, en la Puerta del Príncipe de la Plaza de Toros de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla, Carmen se convierte en una mítica referencia del debate de la mujer por su libertad, y se consolida definitivamente como leyenda desde el momento en que se escuchan por Triana y Sevilla los tiros de la ejecución de su machista amante, el oficial vasco de un Regimiento de Caballería, D. José Lizarrabengoa.
Una historia, una leyenda de transmisión oral llena de rigurosos y atrevidos comportamientos, de dignidades y libertades, enraizada en nuestra cultura popular y ajena a la visión literaria y romántica del siglo.
Recuerdos de Carmen, con Salvador Távora |