lunes, 26 de agosto de 2013

Visita a Medina Sidonia

 

 Dejamos el litoral de la Janda en Barbate e iniciamos la ruta de vuelta pasando por Medina Sidonia que emerge a 337 metros de altitud sobre el nivel del mar. Una ciudad tres veces milenaria y testigo de la historia con huellas de 500 años de presencia musulmana que han dado origen a numerosas palabras. La cercanía a África ha convertido a La Janda en un puente cultural entre dos continentes y el intercambio de población entre las dos orillas del Estrecho de Gibraltar ha otorgado rasgos comunes heredados de generación en generación a lo largo de los siglos.
Medina -ciudad- y Sidonio es un gentilicio que quiere decir, procedente de la ciudad fenicia de Sidón.
 
 
Medina Sidonia ha ocupado una posición geoestratégica al igual que Vejer de la Frontera. Desde Tarifa hasta Cádiz han transitado muchas culturas al ser paso obligado desde el Mediterráneo hasta el Atlántico.

 
El cerro del castillo ha estado habitado desde la Edad de Bronce. En Medina Sidonia se establecieron los fenicios, romanos, visigodos, musulmanes, etc…En la época romana se fortificó el castellum, cuya primera fase data del siglo II a.C. edificado con sillares y un profundo foso excavado en la roca. En torno al siglo XI se construye otro castillo en el mismo lugar mediante la técnica de tapial y que Abderramán III ordena demoler como castigo a los habitantes musulmanes que se levantaron contra él. Durante la Reconquista fue sede de varias órdenes militares, como la Orden de Santiago y la de Santa María. El II Duque de Medina Sidonia promueve en el siglo XV el alzado de una nueva fortaleza de muros de mampostería.
 
 
Medina Sidonia formaba parte en tiempos pretéritos de la ruta de los Almorávides y Almohades, en la que existían varias rutas. Una transitaba desde Cádiz hasta Arcos, Grazalema, Zahara de la Sierra, Olvera y Setenil de las Bodegas hasta el corazón de Ronda para proseguir hasta el reino nazarí de Granada, ensalzada como la “Damasco de Occidente”. La otra ruta nos lleva desde Tarifa y Algeciras-, a la que se unía Medina Sidonia- y nos lleva hasta Gaucín, Algatocín, Atajate y Ronda para proseguir hasta la antigua Elvira -Granada-.
 
Pueblos con reminiscencias andalusíes por sus cuatro costados que impregnan la retina del viajero que captan la personalidad propia de la ruta de los pueblos blancos encalados con cal de Morón como referente y pregonada desde tiempos ancestrales  por toda Andalucía. La cal genera un comportamiento bioclimático dando al interior de la vivienda frescor en verano y calor en invierno, lo que se ha denominado “el efecto botijo” al permitir la circulación del aire y evaporación de la humedad, muy conocido en las casas antiguas de Andalucía al ser una solución barata, eficaz y ecológica.


 El Museo de la Cal de Morón de la Frontera ha reconocido la  labor de conservación y empleo de cal en las fachadas asidonenses otorgando el galardón a Medina Sidonia de "Pueblo encalado con cal de Morón". Se trata de la primera localidad en recibir dicha mención. Hay que destacar que en 2011 la UNESCO declaró la cal de Morón como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, para proteger, difundir y salvaguardar esta tradición artesanal.

También es interesante recordar Medina-Sidonia como un municipio que ha dado nombre al ducado hereditario más antiguo del reino de España.
La Fundación Casa de Medina Sidonia es un centro difusor de la cultura que ha tenido como objeto preservar y difundir el patrimonio histórico y artístico como instrumento de investigación y conocimiento donde su Archivo General compuesto por más de seis millones de documentos, reunidos en 6.317 legajos pertenecientes a las diferentes familias o casas señoriales que se fueron uniendo a la casa Medina Sidonia. Uno de los archivos históricos privados más importantes de Europa. La casa donde se encuentra ubicada la Fundación Casa de Medina Sidonia en Sanlúcar de Barrameda y ha pertenecido desde el siglo XII a los Duques de Medina Sidonia desde su primer antepasado que fue Alonso Pérez de Guzmán (Guzmán el Bueno).
 
 
 

Subimos por la conocida Cuesta de la Viuda y llegamos a su casco histórico. Entramos por  el arco de Belén, una de las tres antiguas puertas de muralla de la Medina Musulmana, construida entre los siglos X-XIII y frente a nosotros se erige la iglesia gótica de Santa María Coronada levantada entre el siglo XVI y XVII para pasar por la torre albarrana de doña Blanca, mujer de Don Pedro I en la que dice la tradición que fue encerrada y murió. Muy cerca están las “Caballerizas del Duque” y desde allí ascendimos mediante cuestas empinadas hacia el Cerro del Castillo que nos permite observar diferentes tipos de construcciones como sillares en la época romana y obra de ladrillo y mampostería en la época musulmana junto con una extraordinaria panorámica.
 
 
Desde el castillo descendimos por sus angostas callejuelas de casas encaladas con Cal de Morón en dirección hacia la antigua ciudad romana de ASIDO CAESARINA donde pudimos contemplar el Conjunto Arqueológico Romano con restos humanos, ánforas, capiteles, tramos de calzadas, obras hidráulicas, etcétera.
El trazado de las ciudades constaba de dos calles principales que tenían como punto de partida las puertas de la ciudad como acceso a la urbe. El Cardus Máximus en dirección norte-sur y el Decumanus Máximus con orientación este-oeste. En la intersección de ambas arterías se abría una gran plaza llamada Forum. Las calles secundarias se  trazaban paralelas a las principales y los enterramientos al ser recintos sagrados se realizaban fuera de las murallas.
Las calles de las ciudades romanas en función de su importancia tenían un pavimento empedrado y aceras laterales elevadas con respecto a la calzada. La pavimentación de las calles se dejaba a expertos canteros que una vez preparado el terreno iban colocando las losas de piedras planas, a veces de grandes dimensiones, que se tallaban en el mismo sitio para encajarlas unas junto a otras para conseguir un firme uniforme. En el subsuelo de las calles y siguiendo el mismo trazado, los romanos realizaron importantes obras hidráulicas como las red de alcantarillado para canalizar las aguas y verterlas fuera del núcleo urbano.
Las galerías subterráneas permitían la amplitud suficiente para permitir que un hombre caminara por su interior y realizar el penoso trabajo de su limpieza periódica.
 
Un tramo de vía romana de cinco metros descubierta en 1997 construida con grandes lozas de piedra y dos aceras perteneciente al siglo I d.C. Por debajo de las lozas existe una cloaca de casi un metro de altura cuyos muros estaban realizados de sillares de piedra arenisca con bóvedas de medio cañón corrido para canalizar las aguas de lluvia y residuales.

Destacan los criptopórticos que eran grandes construcciones abovedadas que se realizaban para poder elevar el terreno y que el edificio sustentado por estas bóvedas y muros se situara por encima del nivel de la cloaca como red de alcantarillado. El suelo contenía un mortero impermeable para evitar filtraciones de agua, lo que nos puede dar una idea del esplendor urbanístico de esta colonia romana.


 
Terminamos esta interesante jornada junto al arco de la Pastora del siglo X y los lienzos de murallas en restauración, cerca de la fuente circular en la entrada de Medina Sidonia que representa un togado romano con cuatro columnas y de la que brotan de la parte inferior chorros de agua. En definitiva, una ciudad digna de ser visitada para deleite de nuestra retina.
 

 
Desde la antigua Medina Sidonia para el Blog de mis culpas...

jueves, 15 de agosto de 2013

Vejer de la Frontera (II)




La noche anterior visitamos el Museo Municipal de Costumbres y Tradiciones de Vejer.  Vengo de un pueblo, también denominado "de la Frontera", donde nunca hemos disfrutado de la presencia de un museo arqueológico. Incluso hasta las piedras de su desvencijado castillo -como vestigio arquitectónico más importante de la ciudad, padecen una artrosis degenerativa difícil de curar incluso por los mejores "paliativistas" de la historia pero lo que es aún más preocupante es que su posible restauración se dilata demasiado en el tiempo por la escasa altura de miras y falta de interés que han mostrado las diversas administraciones como fiel reflejo de sus ciudadanos que también hemos vivido desde tiempos inmemoriales de espaldas a nuestra historia. 

El antiguo Mawror, fue un alkevirato  en tiempos de Abd al-Rahman I ben Muawiya al-Dajil (el Inmigrado 756-788) colaborando activamente con éste cuando entró por Almuñécar -Granada-, según la obra “los alkevires de Morón” de Ramón Auñón y  Reino de Taifa de Morón en el siglo XI, con el desmembramiento del Califato de Córdoba (Banu-Nuh 1041-1066), que es una de las épocas más brillantes de la historia de Morón.



Una gran carreta del siglo XIX  preside el Museo de Vejer en su parte central, único medio de transporte para personas y mercancías de la época donde se puede apreciar su eje, viga, yugo, traviesa, ruedas con sus radios, etcétera…


Los arados como paso previo a la siembra. En función del estado de la tierra se usaba la vertedera para voltear la tierra en seco o el arado romano para arar en tierras húmedas abriendo surcos.



Una parte del museo está dedicada a la agricultura con didácticas explicaciones sobre la siembra, la siega y la trilla de cereales.  Un día en la era con los segadores y la trilla como labor que consistía en separar la espiga de la paja. Otra labor del campo consistía en el trillo que era una plancha de madera con ruedas metálicas arrastradas por dos mulas.



A mediodía, en la época del tórrido verano andaluz, cuando venía "la caló" se preparaba el gazpacho caliente que generaba la fuerza suficiente para proseguir la jornada en la era de los infatigables jornaleros. Para el trigo y la cebada el mejor viento era el que provenía  de poniente mientras que los garbanzos y habas se prefería el de levante. Una tarea reservada cuando se levantaba la brisa al atardecer terminando la faena con cribas que cernían los granos con  distintos tamices para separar los granos por tamaños y eliminar las impurezas y la tierra sobrante. El trigo iba directo al molino para su molienda, convertido ya en harina.


Otro espacio del Museo consistía en la construcción tradicional de chozas como cuadras de animales, aperos de labranza e incluso residencia de familias que hacían del trabajo en el campo su modo de vida.

La palma como artesanía se transformaba en escobas, sopladores, cestas, serones, espuertas, capachos. La palma se recolectaba entre junio y julio, se secaba al sol y se separaban las hojas cuidadosamente, se dividía en fracciones –desvenar- y se confeccionaban los objetos siendo preciso poseer habilidad y destreza.



Para terminar con la tradicional matanza que desde tiempos inmemoriales era tradición el 11 de noviembre, día de San Martín, de ahí la popular frase, ¡a todo cerdo le llega su San Martín!, y que solía durar dos o tres días. Era un evento social y gastronómico de muchas familias y constituía en muchos casos una fuente necesaria de alimentos para el duro invierno y meses venideros.

Sin olvidar el ámbito doméstico y la ganadería. En definitiva, en este interesante museo se muestran las formas de vida, costumbres y economía de base de los habitantes de Vejer y su entorno en tiempos pretéritos.



Deleitarnos por el callejón del arco de las monjas y quedarse  impregnados de sus hermosos patios,  dejarse llevar por nuestra imaginación hasta llegar hasta el paseo de las Cobijadas, en cuyo mirador encontramos un monumento en homenaje a la mujer vejeriega.  El cobijado era el vestido tradicional femenino que guarda gran similitud con el vestuario de la mujer musulmana.


En definitiva, Vejer reúne todas las condiciones idóneas para perderse por la angostura de sus calles y extrapolar nuestra retina a épocas pasadas gracias a su patrimonio cultural bien conservado. Un grato fin de semana del que pudimos saborear los efluvios marinos que provienen de la costa junto con la brisa de una noche de verano, con el Faro de Trafalgar como símbolo emblemático en la playa del Palmar, desde la cual se pueden iniciar bellas rutas hasta el Parque de la Breña en Barbate y desde allí dirigirse hasta Zahara de los Atunes con el Faro de Camarinal y Baelo Claudia para llegar hasta Tarifa, capital europea del viento “la madre que parió al viento de poniente y levante”.



Todo ello, sin mencionar la exquisita gastronomía, desde el interior hasta la costa que tiene cualquier rincón de nuestra Andalucía y que forma parte por derecho propio de nuestra dieta mediterránea como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.

Desde Vejer, para el Blog de mis culpas...


Vejer de la Frontera (I), reminiscencias andalusíes entre la angostura de sus calles


Cobijada que descubriste
 Tu cautivo rostro
En aras de la libertad



Foto. El País

Uno de los pueblos de Andalucía que han recibido el topónimo “de la Frontera” ha sido Vejer, al formar parte desde tiempos muy pretéritos de antiguas tierras de fronteras y repoblación como resultado del antagonismo entre dos maneras de entender la vida: el mundo cristiano y el mundo musulmán.

Arcos de la Frontera, Castellar de la Frontera, Chiclana de la Frontera, Jerez de la Frontera y Vejer de la Frontera en Cádiz, Aguilar de la Frontera, en la provincia de Córdoba, Cortes de la Frontera en la provincia de Málaga y Morón de la Frontera en la provincia de Sevilla.


En el año 711 los árabes cruzan en Estrecho de Gibraltar-Gebel al-Tarik- y tras la batalla del río Guadalete, Barbate, ó de la Janda -ya que los historiadores no se ponen de acuerdo sobre el lugar-, en la que Tarik derrota el rey visigodo Roderico, Vejer pasa a manos musulmanas con el nombre de Besher. Durante más de cinco siglos formó parte del dominio musulmán volviendo a manos cristianas en dos ocasiones. La primera, en el año 1250 con Fernando III el Santo, volviendo a manos musulmanas en agosto de 1264 para volver definitivamente en 1285 con Sancho IV que la concede a la Orden de Santiago. En 1307, después de una segunda repoblación, pasa a ser señorío de Guzmán el Bueno –dueño de las almadrabas de toda la zona del Estrecho de Gibraltar y Tarifa- hasta que heredaron de él los Duques de Medina Sidonia…


Vejer ha formado parte desde tiempos inmemoriales de un territorio denominado de fronteras que separaba el Islam del Cristianismo entre conquistas y repoblaciones con abundantes reminiscencias andalusíes que aún perduran en la fisonomía de sus angostas calles.


Sancho IV ordena la restauración de su fortaleza en el siglo XIV y el Duque de Medina Sidonia construye la torre de la Corredera y el baluarte de la Segur, en el siglo XV.



Desde Tarifa –al sur del sur- con la isla de las Palomas, -el lugar más meridional de Europa, donde confluyen las aguas del Mar Mediterráneo con el Océano Atlántico- hasta Baelo Claudia, pasando por Zahara de los Atunes, llegamos hasta Barbate -considerado el atún como el oro rojo- y desde allí visitamos Vejer con sus enormes cuestas que desembocan en una especie de laberinto por la angostura de sus calles que desembocan en su bello casco histórico. 



Cuenta la leyenda que en torno a 1485 tuvo lugar el matrimonio entre el emir Mawlay Alí Ben Rachid, descendiente del profeta y del clan noble de los alamís de Marruecos, con una cristiana vejeriega que adoptó la religión islámica y el nombre de Lal-La Zohra o Zahra. El emir que residió en su juventud en Andalucía, a la vuelta a su patria natal se convirtió en jefe de la región de Yebala, fundando en 1471 Chefchauen, ciudad del norte de Marruecos con la que está hermanada Vejer y con la que guarda cierta similitud.


Destaca un sistema defensivo con torres almenaras, desde Tarifa pasando por la Torre del Tajo en el Parque de la Breña, hasta el Faro de Trafalgar, donde el 21 de octubre de 1805 se produjo la célebre batalla que puso fin al dominio español en los mares pasando a Gran Bretaña.

El almirante Nelson abatido por un disparo de mosquete en la batalla de Trafalgar, su cadáver fue metido en un barril de brandy de jerez para evitar su deterioro en la travesía hasta Inglaterra.


En definitiva, una zona que posee un gran patrimonio arqueológico,  defensivo, natural con una elevada bio-diversidad que entre todos tenemos la obligación de legar a las generaciones venideras.


Pasear por las callejuelas de Vejer es extrapolar nuestra retina a un emplazamiento que ha hecho posible unas condiciones defensivas óptimas para ser fortificada al poseer una gran altura natural que la hacían casi inexpugnable. El arco de la puerta cerrada como puerta de acceso al recinto amurallado, en el barrio de la judería,  sus cuatro puertas (La Segur, Sancho IV, de la Villa y Cerrada) junto a sus tres torres (Mayorazgo, San Juan y Corredera), hacen de su casco histórico una buena excusa para visitar tan interesante ciudad.


En la oficina de turismo de Barbate, nos entregaron un interesante mapa de campo “Historias y Leyendas de la Costa de Trafalgar” que nos abrió el apetito cultural en un fin de semana que tan sólo teníamos la intención de disfrutar de sus bellas playas con sus arenas doradas y aguas cristalinas. 


Entramos por la Torre de la Corredera hasta llegar a la Fuente de la Plaza de España y descansamos un poco en el café Trafalgar para recuperar fuerzas y poder subir por sus angostas callejuelas empedradas. Pasamos por la Puerta de Segur, segunda puerta interior del antiguo baluarte defensivo y conocida como la puerta de la Villa hasta el siglo XVII hasta llegar al recinto amurallado y  dirigimos hasta su hermoso castillo junto y la Iglesia del Salvador, con una parte mudéjar del siglo XIV y otra parte gótico-tardío del siglo XVI.


A lo lejos de divisan  los molinos de viento o harineros como autenticas reliquias cuyos orígenes se remontan al siglo XIX, pertenecientes a la Cada Ducal de Medina Sidonia. Paseamos por el Callejón con la imagen de la Virgen de la Oliva que me recordaba a la desaparecida "Siete Revueltas" de Morón.


Desde Vejer para el Blog de mis culpas...

jueves, 8 de agosto de 2013

Las murallas de Ávila

Llegamos a Ávila, la capital de provincia más alta de España situada en la Meseta Norte de la Península Ibérica a 1131 m. de altitud. Hermosa ciudad rodeada de pétreas murallas que rodean y protegen su casco antiguo. La piedra en los torreones y puertas como fiel testigo de la historia donde destacan la Puerta del Alcázar junto a la Puerta del Carmen.
Posiblemente sea el recinto amurallado mejor conservado de España y de toda Europa al poseer un perímetro de más de 2.500 metros con muros de 3 metros de grosor y 12 metros de altura, con 88 torreones de planta semicircular y sus  9 puertas .
 
El estilo de la muralla es románico con ornamentos de influencia morisca. La piedra es granito gris y negro pero también se utilizó el ladrillo, el mortero, la cal. Se trata de una construcción de mampostería y en algunas partes ornamentación con friso de ladrillos en la parte superior.

Los romanos la denominaron Avela, incorporándola a la Lusitania. Posteriormente se asentaron los visigodos y a principios del siglo VIII, los árabes, al mando de Tarik, conquistan Ávila, arrasando las murallas romanas y reconstruyéndolas sólidamente. Las actuales murallas se terminaron en el año 1099. Se ha dicho muchas veces que Ávila es una de las ciudades mejor amuralladas del mundo. Sus murallas como obra maestra de la ingeniería militar de su época fueron levantadas durante nueve años, desde 1090 a 1099, constituyendo un baluarte inexpugnable.

En cada una de las nueve puertas de la muralla hay uno o varios palacios a los que estaba encomendada la defensa de cada puerta. Estas casas fueron construidas entre los siglos XV y XVI. La puerta principal estaba reforzada por dos grandes torreones unidos por un puente que refuerza la defensa del acceso. Bajo el puente hay una serie de mensurones que sirvieron para apoyar un cadalso de madera o alguna pieza de la estructura del puente levadizo.

 Aunque hoy en día desaparecidos, contaba con un foso y una barbacana que era un pequeño muro que servía para evitar que las máquinas de asalto pudieran llegar a la muralla.


Ávila, como muchas ciudades medievales españolas posee un importante patrimonio cultural es fiel reflejo de su historia, de su arquitectura, de sus gentes y de su paisaje. Una tierra para visitar sin prisas y  pausadamente donde en tiempos  pretéritos convivieron en tolerancia judíos, mudéjares y cristianos dejando su huella en su inmenso legado cultural. Ávila, tierra de Teresa de Cepeda y Ahumada -Santa Teresa-, y de San Juan de la Cruz. Ciudad que participó en la Guerra de las Comunidades de Castilla en 1520. En el siglo XVI y XVII comienza su despoblación a la que contribuye en parte la epidemia de peste de 1599 que se lleva consigo el 12% de su población junto con la expulsión de los moriscos dictada en 1609 por Felipe III que afectó al 13,8 de sus habitantes.




Al caer la tarde paseamos por el perímetro de su muralla donde disfrutamos de la Basílica de San Vicente, la Iglesia de San Pedro,  la Puerta del Alcázar, la Puerta del Carmen, la catedral del Salvador y el convento de Santa Teresa del siglo XVII que se levanta sobre el solar que ocupó su casa natal. Santa Teresa fundó las carmelitas descalzas que se instalaron en Ávila el 15 de octubre de 1636 gracias al patronazgo del Conde Duque de Olivares y que durante la Desamortización de Mendizábal sufrieron los frailes la exclaustración.


Los conventos y monasterios son testimonio del esplendor económico, social, cultural y religioso de tiempos pasados y que en épocas de penurias dieron amparo a gran cantidad de mendigos.


En pleno centro histórico dentro de su recinto amurallado, degustamos la exquisita gastronomía de Ávila con platos típicos como las patatas revolconas con matanza ibérica, el chuletón y entrecot de ternera de Ávila con patatas panaderas o el churrasco a la brasa acompañado con tinto de la tierra y postres caseros como auténtico placer del buen yantar como lo llaman en la tierra.

Al día siguiente, desde la Meseta Norte tomamos dirección a Madrid por el Puerto de Navacerrada buscando la ansiada A4 que nos traía de vuelta hacia nuestra Andalucía para terminar el fin de Semana entre Barbate y Véjer pero eso ya pertenece a otra historia…



Desde Ávila para el Blog de mis culpas...