lunes, 12 de diciembre de 2011

El grado de evolución de una sociedad


El abuelo. Fernando Fernán Gómez.
“Cuando muere una persona mayor, se quema una biblioteca viviente”
Dr. Manuel Velázquez Clavijo Aula de la Experiencia de Sevilla

Se suele decir que el grado de evolución de una sociedad se mide por la forma en que ésta trata a sus ancianos. Es obvio que las personas mayores son imprescindibles en una sociedad sana, lo cual enaltece a sus ciudadanos. Somos conscientes de que el anciano ha sido siempre un depósito de experiencias y que a ellos le debemos lo que hoy somos.

Sin embargo, muchos ancianos, sobre todo en las grandes urbes, están sometidos a lo que algunos autores han llamado el geronticidio pasivo. Con esta expresión se quiere decir que la sociedad no mata directamente a la persona mayor, pero sí crea las condiciones -sin pretenderlo- para que muchas persona mayores mueran, bien por abandono familiar, por falta de recursos, soledad, etc…

En la antigua Grecia se asociaba la vejez a la sabiduría y los ancianos ocupaban puestos de honor y se les escuchaba. La Gerusia -“γερουσία”-, compuesta por veintiocho ciudadanos de más de sesenta años elegidos vitaliciamente, constituía el juzgado supremo y asesoraba sobre la política exterior del Estado. Esparta fue la gran excepción del mundo griego por el lugar privilegiado que ocuparon los ancianos. Sin embargo, se trataban bien a los mayores ya que cuando cesaba la actividad militar existía unos estipendios. Éste podría ser el origen de las pensiones. El derecho romano concedió una gran autoridad a los ancianos en la figura del "Pater familias" cuya autoridad sobre el resto de miembros de la familia era fundamental. El medievo está influenciado por las dos grandes religiones monoteístas: el Cristianismo y el Islam. A partir de este momento surgen los hospitales para acoger a los indigentes. En la antigüedad las personas cuando cesaban en su actividad laboral pasaban a la indigencia. Progresivamente fueron cambiando las cosas hasta los actuales Estados, que dan respuestas a las reivindicaciones y dan lugar a las conquistas sociales mejorando las condiciones de vida de los trabajadores.

Existen en la actualidad recursos suficientes en el mundo desarrollado para crear políticas de bienestar y, con ello, un mundo más justo y solidario. Pero sobre todo deberíamos saber interpretar en el mundo de hoy de dónde venimos y hacia donde queremos ir. Las mejoras que hoy tenemos como sociedad no son un maná caído del cielo sino que se deben a las conquistas sociales que la clase trabajadora ha ido consiguiendo a lo largo de la historia. Basta recordar la revolución francesa, las luchas obreras del siglo XIX y siglo XX, etc.

La sociedad actual ha considerado a la vejez como una carga financiera debido a las pensiones y el gasto sanitario. La vejez no es más que una imagen de futuro deterioro y “algo improductivo”, considerando lo viejo, cuando el peso de la memoria  es superior a los proyectos e ilusiones. La tendencia en cuanto a los cuidados de estas personas es la de encomendarlos a instituciones geriátricas, residencias de mayores, etc., debido a una desvinculación progresiva de los miembros de la familia, dimensiones de la vivienda, y otras razones. Pero hay que hacer una profunda reflexión ya que aunque en estas instituciones estén bien atendidos por profesionales cualificados, el cariño de una familia es insustituible y eso se aprecia en el rostro de las personas mayores que por una u otra circunstancia carecen del cariño necesario para ir superando los duros peldaños de la escalera de la vida. La soledad es uno de los principales problemas de las personas en la etapa de la vejez porque es contraria a la naturaleza del ser humano. El hombre como animal social tiene la necesidad de relacionarse, de cambiar impresiones, inquietudes, ilusiones.

Ser mayor no es ninguna enfermedad, sino un proceso normal, biológico que aparece como consecuencia de la acción del tiempo sobre los seres vivos. La causa de la vejez la tienen tantas primaveras, otoños e inviernos. En la senescencia se van deteriorando poco a poco nuestros sistemas y funciones fisiológicas debido al desgaste de los años vividos, con la reducción de las facultades físicas y cognitivas que aumentan la inseguridad. En este proceso influyen factores importantes como la genética, la personalidad y el entorno social. Pero como dice mi amigo Curro, octogenario, “las ruinas gustan por el encanto de ser auténticas ya que no se pueden disimular”. La vejez es sabia, reposada y prudente pero es sobre todo una atalaya natural desde donde la experiencia observa y aconseja a las generaciones venideras.

La salud ajustada a los años es lo natural, lo biológico. Por el contrario, el término patológico en la vejez lleva intrínseco la lentitud en la reparación de las lesiones, lo pluripatológico deriva en cronicidad, descompensaciones y gran parte en riesgo de invalidez, inseguridad con riesgos de caídas, trastornos yatrogénicos y al final los cuidados paliativos para dar la máxima dignidad al enfermo.

Sería necesario que en un futuro próximo, si queremos prestar como sociedad avanzada una asistencia integral a las personas mayores contemplar en las residencias de mayores la figura del geriatra, médico imprescindible para garantizar una correcta atención sanitaria a los mayores en base a una valoración multidisciplinaria (orgánica, psíquica-cognitiva, funcional…) que valore sus necesidades.

No pocas veces he escuchado la utopía de que las personas mayores fundaran su propio partido en base a defender sus propios derechos con varios millones de votos pero nada más lejos de la realidad ya que lo que único que uniría al sr. Botín con un bracero encorvado por el trabajo, sería el número de años cumplidos.

Es cierto que la cultura nos hace a los seres humanos más libres y solidarios pero no es menos cierto que el grado de evolución de una sociedad se mide por la forma en que ésta trata a sus personas mayores. Por tal motivo, los ciudadanos no debemos permitir que las políticas de recortes traspasen esa delgada línea roja que dañe a los sectores de población más vulnerables mediante pérdidas de derechos en educación, sanidad, servicios sociales y pensiones ya que sería el principio del fin de nuestro estado del bienestar labrado con mucho sacrificio a través de generaciones y una regresión hacia tiempos pretéritos, en los que los pilares de dicho estado brillaban por su ausencia.  Es fundamental, si queremos seguir perteneciendo a una sociedad sana que no se sobrepasen esas delgadas líneas rojas que afectan a nuestro estado del bienestar.
 
Enlace interesante
http://antonicuevas.blogspot.com/2010/11/pasado-viernes-29-de-octubre-tuvimos-la.html