martes, 13 de febrero de 2018

La Piedra de Rosetta “el amanecer de la egiptología”.


“This article is dedicated to my Peter friend, in the London City”


Cuando realizamos nuestra visita a Londres, a primeros de noviembre de 2016, nunca pensé que al observar la Piedra de Rosetta en el Museo Británico, en Trafalgar Square -y que habíamos estudiado en el antiguo bachiller-, que con el tiempo fuera a dedicarle un pequeño artículo en el blog de mis culpas. 

…En julio de 1798, un contingente militar francés de 54.000 hombres desembarcó en Egipto bajo las órdenes del general Napoleón Bonaparte. Francia había planeado dar un golpe a su enemiga Gran Bretaña en uno de sus puntos vitales: el comercio en el Levante mediterráneo.

El Directorio, el gobierno que dirigía Francia en aquel momento, había comenzado a temer al general Bonaparte, que había vuelto de sus campañas en Italia no sólo con la victoria en la mano, sino acompañado de un ejército fiel y disciplinado que podía utilizar para alzarse con el poder. Por ello, una campaña en un escenario lejano y complicado como Egipto erra un medio perfecto para alejarle de Francia e intentar quebrantar la fidelidad de las tropas. 

Napoleón aceptó este reto con entusiasmo al ser un apasionado de la Antigüedad y experimentó un vivo interés por la civilización del Antiguo Egipto. Los textos de Herodoto o Diodoro de Sicilia junto a los relatos del Génesis y el Éxodo marcaron la imaginación de Europa sobe el mundo de los faraones.

A pesar de que la campaña en Egipto fue un fracaso que acabó con la retirada francesa, desde el punto de vista científico fue una de las hazañas más notables de finales del siglo XVIII, siendo publicados los trabajos entre 1809 y 1822, en nueve volúmenes de texto y once de grabados, bajo el título “Descripción de Egipto”, lo que permitió la difusión por todo el mundo occidental de información actualizada y fidedigna sobre las antigüedades y monumentos que se conservan en Egipto. 

Entre los logros del ejército expedicionario francés, los hubo también casuales pero de gran envergadura. En 1799 unos soldados realizaban obras de acondicionamiento en la fortaleza de la ciudad de Rosetta (actual Rashid). Cuando estaban demoliendo un muro localizaron y extrajeron un bloque de granodirita negra de 762 kg. de peso, fragmentado por tres de sus lados. Una de sus caras estaba grabada con signos, por lo que el oficial de ingenieros a cargo de las obras lo envió a Alejandría para su estudio. 

En la ciudad de Rosetta (actual Rashid) en el delta del Nilo, un oficial francés Pierre-François Buchard el 15 de julio de 1799 halló durante la campaña francesa en Egipto la famosa Piedra de Rosetta, que será la llave para el amenecer de la egiptología. 

Se había descubierto casualmente uno de los descubrimientos arqueológicos más importantes del mundo: “La Piedra de Rosetta”. 

La famosa Piedra de Rosetta de 112,3 cm. de altura por 75,7 cm. de ancho y un peso de 762 kg. reproduce un decreto sacerdotal del año 196 a.C. en Menfis. Conmemora el primer aniversario de la coronación del faraón Ptolomeo V Epífanes (miembro de la dinastía lágida, una larga estirpe de monarcas griegos que gobernó Egipto entre los siglos IV y I a.C.). 

Los Ptolomeos grabaron sus decretos en tres escrituras: jeroglífica, demótica o popular y la griega. El más famoso de tales decretos se ha conservado a través de la Piedra de Rosetta publicado por Ptolomeo V Epífanes [205-180] en el año 196.

La Piedra de Rosetta recoge el mismo texto en dos lenguas y tres escrituras distintas. Por un lado, se conservan varias líneas de jeroglíficos (de los que se ha perdido la mayor parte) y el contenido íntegro en la escritura demótica. 

Ambas grafías representaban la misma lengua: la de los antiguos egipcios, siendo la jeroglífica la reservada para los sacerdotes y la demótica la empleada por las clases letradas de la época. Por último, la inscripción está traducida y escrita en griego clásico en la base, la lengua empleada por los gobernantes y alta burguesía lágida. 

Su escritura ha sido el resultado de un desarrollo autóctono como una de sus más importantes señas de identidad. El ejercicio de la escritura estuvo siempre ligado a aquellos que la dominaban, constituyendo un porcentaje muy reducido de la población total. La mayoría estaban relacionados con la monarquía -escribas y sacerdotes-. La escritura estaba protegida por el dios de la sabiduría “Thot” que era el patrón de los escribas.

La Piedra de Rosetta sería transportada a Londres para ser expuesta al público en el Museo Británico desde 1802 hasta nuestros días, siendo la pieza más visitada. A su llegada a Gran Bretaña, la Piedra de Rosetta pudo ser analizada en profundidad por numerosos estudiosos. La valiosa información de esta piedra facilitará la clave para comprender los jeroglíficos egipcios hasta entonces ininteligibles y por consiguiente, conocer aquella poderosa civilización que abarca tres milenios.

La piedra es un fragmento de una gran estela que fue erigida en el recinto del templo de la ciudad de Sais (en el delta) para su conocimiento público. Sería una de las diversas copias que se hicieron del decreto y que fueron emplazadas en diferentes lugares de culto del país, ya que se han encontrado fragmentos de otras 17 inscripciones similares.

El carácter de las pirámides junto con la Piedra de Rosetta llegó a ser indescifrable hasta que en 1822 un joven erúdito francés, Jean-Francois Champollion anunciara en París el descifrado de los textos jeroglíficos egipcios. Nadie habia sido capaz de leer o reproducir el lenguaje y la escritura de los antiguos egipcios hasta entonces.

Jean-Francois Champollion (1790-1832), auténtico genio en idiomas que con tan sólo 19 años había logrado ocupar una plaza de profesor en la Universidad de Grenoble.
Champollion era un linguista fascinado por el mundo egipcio. Estudió el árabe, hebrero, copto, sirio y caldeo entre otras disciplinas.


Champollion se percató de que los jeroglíficos eran fonéticos, representando los sonidos que hablaban los antiguos egipcios, lo que le dio la clave para comenzar a descifrarlos. En 1822 presentó su hallazgo a la comunidad científica publicando su “Carta a M. Dacier relativa al alfabeto de los jeroglíficos fonéticos”, donde exponía por primera vez el funcionamiento de la escritura jeroglífica. 

Aunque Champollion falleció en 1832, su trabajo se siguió publicando, llegando a ver la luz póstumamente una gramática y un diccionario de egipcio antiguo. El impacto de la obra fue sensacional. Como recuerda el profesor Wilkinson, Champollion “tradujo correctamente la versión jeroglífica del texto, iniciando así el proceso que habría de revelar los secretos de la historia del Antiguo Egipto. Su gramática y su diccionario de la lengua del antiguo Egipto […] permitieron a los estudiosos leer las palabras de los propios faraones tras un intervalo de 2.000 años”.


Se podría decir que la Piedra de Rosetta había sido cincelada para transmitir mensajes a la posteridad. Un nuevo mundo se abría ante los ojos de los investigadores modernos. “Será el amanecer de la Egiptología”.


Desde Londres, para el blog de mis culpas...



Bibliografía

Faraones “Vida, muerte y eternidad en el Antiguo Egipto” -Historia-


Enlaces interesantes



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