El sábado, 14 de abril de 2018, coincidiendo con el 87º aniversario de la proclamación de la II República, se celebró en el Salón de Plenos del Ayuntamiento de Morón de la Frontera a las 10,00 horas un sencillo y emotivo acto institucional de reconocimiento a las personas que en julio de 1936 conformaban la última Corporación Municipal, tal y como se aprobó en la sesión plenaria del pasado 15 de febrero con los votos favorables de los grupos políticos: PSOE, AMA Morón e IU.
La última Corporación Municipal del régimen democrático y legítimo de la II República en Morón pagaron un alto precio por pertenecer a unas formaciones políticas legales y por ser los representantes legítimos de la ciudadanía en una institución democrática.
El Ayuntamiento de Morón ha querido con este acto honrar la memoria de aquellas personas y dejar constancia de ello a las generaciones futuras, para que prevalezcan en ellas los valores democráticos y eviten que los pasajes más negros de nuestra historia se vuelvan a repetir.
El acto comenzó con la colocación de la bandera republicana en un balcón de la fachada del Ayuntamiento. Posteriormente se dio lectura por el alcalde al acuerdo plenario y a un comunicado conjunto.
El historiador local Miguel Guardado, dio una emotiva conferencia sobre los 23 miembros de la Corporación Municipal de 1936:
Señor alcalde, señoras y señores concejales, señoras y señores:
Permítanme que dirija un saludo especial a todos los familiares aquí presentes de aquellos veintitrés hombres que componían la última corporación municipal republicana. Posiblemente algunos de sus hijos, a lo largo de su vida, escucharían con disgusto cómo al referirse a su padre le espetaban aquella frase tan hiriente y despectiva de “tu padre era un rojo”, palabras que, calando como lluvia fina, fue condicionando irremediablemente la mirada hacia el recuerdo de su familiar. Fueron muchos años de una dictadura llena de odio hacia ellos, seguidos de otros muchos años de olvido cómplice. Afortunadamente hoy se ha roto la indiferencia y vamos a poder hablar con justicia de aquella corporación y de los hombres que la componían.
Vemos aquí una preciosa fotografía del Morón de aquella época. Abajo a la derecha, se pueden ver los tejados de algunas de las casitas del Castillo, en el centro la iglesia de San Miguel y justo delante de ella y en la parte derecha, su antiguo cementerio. Al fondo, la humeante chimenea de la fábrica de cemento, promotora entonces de una buena parte de la mano de obra industrial de la localidad. También se puede observar el llano que hoy ocupa el popular barrio del Pantano y, repartidas a un lado y otro, unas hermosas casas con tejados a dos aguas, que tanta belleza y equilibrio le dan al paisaje urbano. Este es el escenario en el que se desarrollaron los hechos que ahora vamos a ver.
Esta es la composición de la última corporación republicana:
Partido Concejales PSOE 9, Unión Republicana 6, Izquierda Republicana 5, y Partido Comunista 3.
Para comprender mejor cómo se distribuyeron las diversas concejalías habría que remontarse al año 1931, cuando tuvieron lugar las elecciones municipales de la que salió vencedora una corporación republicano-socialista que gobernó Morón hasta el 18 de agosto de 1934, día en que fue cesada en sus funciones por el gobernador civil, que designó para sustituirla una corporación derechista, no votada por el pueblo y que casaba mejor con la ideología del Gobierno de Ricardo Samper, presidente por aquellas fechas. El 16 de febrero de 1936 se celebraron en España elecciones generales, y es a partir de esa fecha, con el triunfo del Frente Popular, cuando se restituye a la corporación cesada en 1934. El día 20 de febrero, bajo la presidencia de Juan Pérez Mendoza, en calidad de delegado gubernativo, en este mismo salón que ocupamos tuvo lugar el acto de reposición de los concejales que habían sido elegidos en 1931. Pero no todos volvieron a ocupar sus cargos; por diversas razones once de ellos renunciaron a continuar. Por tanto, de los veintitrés componentes de la corporación, doce fueron repuestos y otros once fueron designados para cubrir las vacantes, aplicándose de este modo el acuerdo alcanzado en el llamado Pacto de las Izquierdas.
Todos conocemos las conductas electorales actuales, donde cada partido presenta a su candidato o candidata, que es avalista de un programa electoral que le servirá como marco de referencia a las políticas a desarrollar posteriormente. Pero cuando no existe un programa electoral previo y en una coalición de partidos políticos tan diversos como los que iban desde la izquierda moderada que representaba Unión Republicana hasta los de líneas marxistas, como socialistas y comunistas, resulta difícil de imaginar hoy cómo se las debieron de arreglar aquellos hombres para conformar criterios comunes a la hora de afrontar la durísima tarea que tenían por delante.
Gobernar esta ciudad en las circunstancias sociales y políticas del año 1936 era una cuestión bien difícil. Morón era entonces un municipio de 24.000 habitantes, de los cuales una cuarta parte residía habitualmente en el ámbito rural. Podemos ver en este plano de aquel año que todavía no existían muchos de los barrios actuales.
Hoy es difícil asimilar las coordenadas que enmarcaban la vida en Morón, con sus enormes desigualdades, sus graves carencias en todos los órdenes y unos indicadores de la situación que parecen increíbles. En seguida vamos a ver unos datos que expresan perfectamente el grado de subdesarrollo en que monarquía y nobleza, iglesia y propietarios habían mantenido al pueblo durante muchísimos años. Resolver o, al menos, paliar aquellas enormes desigualdades fue el objetivo principal del alcalde y sus concejales y para ello trabajaron obstinadamente, celebrando plenos municipales cada semana, generalmente en sábado, que comenzaban a partir de las nueve de la noche y alcanzaban a veces la madrugada. El acta de pleno del 22 de febrero de 1936 recoge estas palabras de Juan Martín Barroso, uno de los concejales: “La República necesita trabajo y justicia social”. Creo que esta expresión podría ser perfectamente el lema que les guió. Vamos a prestar nuestra atención a los problemas más importantes del Morón de entonces y a las medidas que se adoptaron para afrontarlos.
Vivienda
Como hemos visto, la extensión del núcleo urbano lo constituía un espacio reducido, si lo comparamos con el actual, lo que obligaba a los vecinos asentados en el mismo a concentrarse en las 2.829 viviendas que existían entonces, cifra considerablemente menor que las 11.500 de la actualidad. Cientos de familias vivían en chozas o en las cuevas del Castillo. También eran comunes las casas de vecinos, unos caserones habitados por varias familias y donde cada una tenía alquilada una o dos habitaciones a lo sumo, que servían de dormitorio para padres e hijos, cobijados bajo el mismo techo; en la casa solía haber una sola cocina para uso colectivo y un retrete común que resolvía de mala manera las necesidades corporales. En los barrios más humildes, Los Remedios, el Castillo o en el conocido como barrio de La Fatiga, muchas casas carecían de agua corriente y electricidad y por doquier había viviendas en estado de ruina, sin la indispensable ventilación y carentes de todo sistema de evacuación de inmundicias, y en donde las personas y animales convivían en relación de contigüidad.
Ante este panorama bien poco podía hacer la corporación, pues carecía de recursos para la promoción de viviendas sociales. Como medida que podría resolver el problema de algunos de los más afectados, se determinó recogerles a sus dueños las llaves de 12 grandes casas que, estando en buen estado, permanecían cerradas. Fue así como sesenta y nueve familias encontraron acomodo en una vivienda algo más digna.
Educación
Consultando el censo electoral local que se utilizó en las elecciones del mes de febrero de 1936, se observa que un 45% de las personas con derecho a voto 1, por tanto con 23 años cumplidos, manifestó no saber leer ni escribir. Es decir, que para este colectivo la tasa de alfabetización era del 55%. Para que podamos percibir mejor esta magnitud, es bueno saber que a
Exactamente 4.866 personas, sobre un total de 10.973 electores.
A día de hoy este mismo índice lo presenta Gambia, que ocupa el puesto número 171 en una relación de 184 países.
Resolver este asunto no era posible en semanas o en meses, pero era apremiante ir cimentando una política en educación que en el medio y largo plazo diera sus frutos. Se hacía inexcusable un mayor número de escuelas y las obras de dos de ellas estaban a punto de finalizar, en concreto los grupos escolares del Castillo y de la calle Marchena. Esta corporación dispuso de forma urgente la acometida de agua para estos colegios, con el propósito de que estuvieran disponibles para septiembre, fecha de comienzo del curso siguiente. También quiso el alcalde encargar diversos proyectos de obras para dotar las escuelas con duchas y para la construcción en sus inmediaciones de viviendas destinadas a los maestros y conserjes de los centros. Así mismo, se amplió el presupuesto de la Cantina Escolar, permitiendo así atender en el comedor a un mayor número de alumnos. Y como medida más relevante, se apostó por encargar un proyecto arquitectónico para la construcción de nueva planta de un moderno instituto elemental de Segunda Enseñanza, en vista de que el existente entonces no estaba dotado suficientemente.
Sanidad
Otro índice llamativo del Morón de entonces es el de mortalidad infantil. La tasa para el lustro 1931-1935 superaba el 137 por mil. Es decir, de cada mil niños nacidos, 137 morían antes de alcanzar la edad de un año, siendo el promedio de 108 muertes por año: dos entierros de bebés a la semana discurrían por nuestras calles. Este índice de mortalidad infantil, afortunadamente no lo alcanza en la actualidad ningún país del mundo, siendo Afganistán quien más se aproxima con el 111 por mil. La mala e inadecuada alimentación de los niños y la rudimentaria asistencia sanitaria incidían de manera muy directa en las defunciones.
Para tratar de darle solución a esta rudimentaria asistencia sanitaria, la corporación dispuso aplicar con rigor el Padrón de Beneficencia Municipal, de modo que los médicos encargados de los cinco distritos sanitarios en que estaba dividida la población, más el tocólogo, el dentista, los dos practicantes y las cuatro matronas, pudieran extender sus prestaciones a un mayor número de beneficiarios de asistencia médica gratuita. La sala de socorro, para la atención de las urgencias, y el servicio antipalúdico, para proteger a la población contra esta enfermedad, seguirían también su actividad. Todos ellos, como es lógico, a cargo del presupuesto municipal. Pero como medida más relevante en este capítulo, cabe destacar el encargo de un proyecto para la ampliación del edificio del Hospital Municipal, con el que se pretendía dotarlo de doscientas camas.
Paro obrero
Pero el problema que más atención demandó de esta corporación fue el del paro obrero. No hay cifras sobre su magnitud, porque entonces no se publicaban estadísticas como hoy se hace, pero sí sabemos que en Morón solo había una cierta estabilidad laboral en el sector industrial. La ciudad contaba con una fábrica de cemento y un puñado de industrias menores. Pero el paro afectaba a los campesinos, la mayoría jornaleros, y cuando las faenas agrícolas escaseaban por la estacionalidad, muchos se veían obligados al hurto de frutos del campo para poder subsistir. Las autoridades locales, conscientes de que el sistema de laboreo no podía absorber el censo de braceros existentes, decidió trabajar en la solución de este gran problema. Muchas fueron las propuestas de los ediles en los plenos, pero a este aluvión de ideas tuvo que ponerle freno el alcalde advirtiéndoles que no era facultad del Cabildo hacer leyes, sino cumplirlas y hacerlas cumplir. Sobre este principio, se adoptaron varias medidas importantes: la realización de todas las obras públicas que pudieran encajar en los presupuestos municipales, la aplicación de la Ley de Laboreo Forzoso y de la Ley de Bases de la Reforma Agraria.
Una vez que se restableció el funcionamiento de la oficina de Colocación Obrera, y a través de ella, se pusieron en marcha varias obras públicas, que además de emplear a un buen número de obreros, servirían para dotar a la población de mejores servicios. Así se aprobó ampliar el alumbrado público a la Puerta de Olvera, reformar una casa de propiedad municipal en la Corredera para la nueva oficina de Correos y Telégrafos, la construcción de un nuevo alcantarillado en las calles Haza y José Nakens (actual Espíritu Santo), la construcción de una fosa séptica para el municipio y la reconstrucción de un muro del cementerio que se encontraba en mal estado. También se aprobó que los trabajos de tapamientos de nichos en el cementerio los realizaran albañiles en paro y que las tareas de carpintería del Ayuntamiento se les encargaran a la Sociedad de Carpinteros, donde acudían los obreros parados.
Pero todas estas obras puestas en marcha paliaban pero no solucionaban el paro de los campesinos. Para tratar de remediarlo se hacía necesaria una medida de mayor calado como la que supuso la implantación de la Ley de Laboreo Forzoso. Quiso el alcalde que las partes afectadas consensuaran un acuerdo que lo hiciera posible y para ello propició un encuentro entre la patronal agrícola y los representantes de los obreros. Fruto del mismo fue que cada día muchos de los jornaleros parados salieron al campo para ocuparse de las tareas agrícolas propias del momento, asumiendo los terratenientes los jornales devengados. El montante de los salarios ascendió a 594.000 pesetas; sabiendo que un jornalero solía ganar seis pesetas al día, aquella cifra, tan elevada para la época, nos aproxima a la magnitud del total de peonadas efectuadas. Pero no toda esa cantidad fue asumida por los patronos, porque algunos se negaron a hacerlo, viéndose el Cabildo en la obligación de atender esos jornales impagados. A pesar de la alta cifra de peonadas conseguidas por la aplicación de la Ley de Laboreo Forzoso, y a la vista de las tremendas necesidades de muchos trabajadores, que en aquella época no estaban amparados por ninguna cobertura de desempleo, la corporación dispuso proporcionarles un socorro en metálico y en pan a los obreros que no se habían beneficiado de la medida. En este sentido es destacable la clarividencia del alcalde cuando en el pleno del 22 de junio expuso que para ir previendo las soluciones al paro obrero que se produciría a la finalización de las tareas de la cosecha del cereal, todos los ayuntamientos de la provincia deberían dirigirse al Gobierno para que estableciera un subsidio de paro, especialmente para las clases campesinas (algo parecido a lo que hoy conocemos como Plan de Empleo Rural).
Pero la medida más importante se adoptó en el pleno del 4 de abril, cuando se anunció la creación de un censo de campesinos que permitiría presentar una propuesta de explotación agraria colectiva. Era el preludio de la aplicación de la Ley de Bases de la Reforma Agraria, esperada con impaciencia por la clase obrera campesina y temida por los grandes terratenientes. Esta ley pretendía solucionar las seculares carencias de una clase trabajadora que demandaba una reforma en el campo. Creían que ellos podían ser dueños de un pedazo de tierra y no ser considerados únicamente como una herramienta al servicio de los señores. La ley perseguía corregir las consecuencias de la estructura latifundista propia de la zona.
Latifundismo
El término de Morón abarcaba entonces unas 43.000 ha de cultivo, de las cuales cerca de 18.000 se podían considerar expropiables según el articulado de aquella ley, que permitía la ocupación de las grandes fincas para su explotación agraria en beneficio de una mayoría. Cinco grandes terratenientes tenían entre sus lindes una cuarta parte del territorio local, destacando entre ellos Leopoldo de la Maza con cerca de 3.200 ha. El 4 de mayo el alcalde pidió al resto de la corporación un acuerdo para solicitar al Ministerio de Agricultura la aplicación inmediata de la reforma agraria a las fincas del conde de la Maza. Razonó esa medida en que las tierras nunca habían sido cultivadas directamente por su dueño. A final de junio anunció que en pocos días se ocuparían las fincas Hornillo y Arenales, y que se estaban estudiando otras ocupaciones.
Pero ya no daría tiempo a que se llevaran a cabo esas ocupaciones ni ninguna otra de las propuestas aprobadas con antelación en los apenas ciento cincuenta días de gobierno. A las once y veinte de la noche del día 13 de julio de 1936 se levantó la última sesión celebrada por aquella corporación en este mismo salón que pisamos.
Golpe de Estado
El sábado siguiente llegó la noticia del golpe de Estado y el día 25 de julio la ciudad fue ocupada por las fuerzas golpistas. Antonio Castejón, que las comandaba, nombró una gestora compuesta por personas afines al golpe y ya hasta 1979 no volvería a reunirse una corporación municipal democrática. Ninguno de aquellos hombres que componían el último concejo republicano podía prever la tormenta de sangre y terror que caería sobre Morón en los siguientes días y de la que todos ellos serían víctimas de una forma u otra.
Hemos hecho una aproximación histórica a aquella corporación y a sus afanes por conseguir para el pueblo esa justicia social que los más necesitados demandaban. Ahora vamos a centrarnos en el lado humano de las personas que la componían; por orden alfabético vamos a ir viendo algunos apuntes biográficos.
RESEÑAS BIOGRÁFICAS
BLAS ALARCÓN MUÑOZ
Unión Republicana. Teniente de alcalde por designación, formó parte de la comisión de Policía Urbana y Rural y más tarde se incorporó a la de Abastos y Matadero.
Nacido en El Borge en 1871, residía en Morón desde los primeros años del siglo XX. Estuvo casado con Teresa Torres, con la que tuvo una hija, Dolores, que sería asesinada por los golpistas. Enviudó y se casó en segundas nupcias con Francisca Salvador. Era labrador y comerciante, y tuvo su domicilio en la calle Jaime Vera, 11 (actual calle San José). Este hombre era el líder de Unión Republicana y tesorero de la Sociedad Alianza de Labradores. En 1934 había sido designado para ocupar el cargo de fiscal municipal. Sobre su muerte contamos con dos versiones no coincidentes entre sí. Por una parte está un informe del comandante militar Alfonso Orellana, que lo cita en un escrito para decir que “se le aplicó el Bando de Guerra en los primeros días”, y por lo tanto entendemos que se refiere al mes de agosto de 1936. La otra versión, más cercana, me la dio una ahijada suya, que sabía que lo habían matado en La Puebla de Cazalla en febrero de 1937. Para entonces ya le habían sido incautados todos sus bienes y varios años después sería juzgado por el Tribunal de Responsabilidades Políticas.
GABRIEL ALCALÁ MARTÍNEZ
Unión Republicana. Concejal electo en 1931, fue repuesto en febrero de 1936. Formó parte de las comisiones de Sanidad y de Instrucción Pública. También fue designado para la comisión que debería estudiar el Anteproyecto del Estatuto de Andalucía.
Moronense, nacido en 1899. Estaba casado con Magdalena López Sánchez, con quien tuvo dos hijas. Esta familia vivía en la calle Sagasta, 27. Gabriel labraba unas tierras de las que era propietario. Era secretario del Comité Local de Unión Republicana. Cuando Morón fue ocupado, se refugió en casa de sus cuñados Juan María y Pablo López Sánchez, dos respetados sacerdotes. Allí fueron a buscarle en varias ocasiones los falangistas, a los que los religiosos les decían que allí no se encontraba. La razón de tener que mentir les creó un conflicto de conciencia que no supieron resolver, por lo que le presionaron para que se entregara, con la promesa de que ellos harían todo lo posible para que nada le ocurriera. Tras su detención, de nada sirvieron las gestiones de sus cuñados y fue trasladado a Sevilla e internado en el barco prisión del Guadalquivir, de donde fue sacado en la madrugada del 18 de agosto para su fusilamiento. Varios años después sería juzgado por el Tribunal de Responsabilidades Políticas.
MANUEL ALEMÁN MARTÍNEZ
Izquierda Republicana. Concejal electo en la primera corporación republicana, fue repuesto en febrero de 1936. Formó parte de las comisiones de Sanidad y de Obras Públicas.
Nacido en Morón en 1898, había sido militarizado durante la guerra colonial de Marruecos. Fue miembro de la Cruz Roja local. Se casó con Leonor Rodríguez Domínguez, con quien tuvo cuatro hijas. Era tabernero y vivía en la calle General Prim, 9 (actual calle Nueva) y allí tenía su taberna, donde celebraban sus tertulias los simpatizantes de Izquierda Republicana. Este establecimiento sería destrozado por el tropel golpista durante la ocupación de Morón el 25 de julio. En esa misma fecha se vio obligado a refugiarse en zona republicana. Fue detenido y encarcelado en Málaga, en donde lo fusilaron el 17 de febrero de 1937.
CRISTÓBAL BASCÓN NARANJO
Partido Comunista. Concejal por designación en febrero de 1936, formó parte de la comisión de Policía Urbana y Rural y de la comisión que estudiaría el Anteproyecto de Estatuto de Andalucía.
Nacido en Morón en 1901, era albañil y estaba casado con Josefa Giráldez, con quien no tuvo hijos. Vivía en la calle Francisco Díaz, 14. Fue encarcelado en mayo de 1939 y sometido a los tribunales militares, que determinaron el sobreseimiento del sumario dos años más tarde. Murió en Morón en 1984.
RAMÓN CUBERO DE LA ROSA
Unión Republicana. Concejal por designación en febrero de 1936. Teniente de alcalde, delegado de Hacienda y Presupuestos y miembro de la comisiones de Asuntos Sociales y Asuntos Jurídicos.
Nacido en Morón en 1903, era labrador y vivía en la calle Pablo Iglesias, 13 (actual calle San Sebastián). Estaba soltero y había ejercido de juez municipal desde 1931 a 1934. Debido a sus conocimientos jurídicos fue un hombre muy tenido en cuenta por el resto de la corporación, pero perdió protagonismo a partir del 25 de abril de 1936, cuando solicitó una licencia temporal por motivos personales, sin que conste su reincorporación posterior. En el año 1941 fue juzgado por el Tribunal del Responsabilidades Políticas. Murió en Andújar en 1977.
FRANCISCO CUEVAS OJEDA
Partido Socialista Obrero Español. Fue teniente de alcalde en la primera corporación republicana. En febrero de 1936 sería repuesto en su cargo, formando parte de la comisión de Impuestos y Contribuciones y de la comisión municipal que estudiaría el Anteproyecto de Estatuto de Andalucía.
Nacido en Morón en 1900, albañil de profesión, se casó con Luisa Cala Ledesma, sin que hubieran tenido hijos. Vivía en la calle Victoria, 58. Directivo de la Agrupación Local del PSOE desde 1931, fue elegido presidente de la Casa del Pueblo. Se refugió en zona republicana, enrolándose en el ejército. En 1939 fue encarcelado y condenado a 15 años de prisión, cumpliendo parte de los mismos como trabajador forzado en las obras del Canal de los Presos. Tanto él como su mujer serían juzgados por el Tribunal de Responsabilidades Políticas. Murió en Sevilla en 1977.
MANUEL FERNÁNDEZ SIERRA
Partido Socialista Obrero Español. Formó parte de la primera corporación republicana en 1931 y repuesto en su cargo en 1936, integrándose en la comisión de Matadero y Abastos.
Había nacido en Morón en 1897 y era de oficio blanqueador. Estaba soltero y vivía en la calle José Nakens, 58 (actual Espíritu Santo). Directivo de la Agrupación Local Socialista desde 1931, se refugió en Málaga tras la ocupación de Morón por los golpistas. Allí sería encarcelado y fusilado el 20 de febrero de 1937.
LEOCADIO GÁLVEZ GARCÍA
Partido Socialista Obrero Español. Fue procurador síndico y teniente de alcalde en la primera corporación republicana. En febrero de 1936 sería repuesto en su cargo como concejal.
Nacido en Gilena en 1882, se casó en primeras nupcias con Asunción Corrales y en segundas nupcias, con Manuela Bucardo y tuvo tres hijos. Vino a Morón en 1919 y abrió un comercio en la calle Ramón Auñón, 5. Fue directivo de la Agrupación Local del Partido Socialista. Murió en Morón el 1 de abril de 1939, el mismo día en que el dictador firmó el último parte de guerra. Dos años más tarde sería juzgado por el Tribunal de Responsabilidades Políticas.
MANUEL GAMERO GARCÍA
Izquierda Republicana. Concejal por designación en febrero de 1936. Formó parte de las comisiones de Asuntos Sociales y de Matadero y Abastos; también lo hizo en la comisión que estudiaría el Anteproyecto de Estatuto de Andalucía.
Nacido en Morón en 1906, se casó con Dolores Garrido Luna, con quien tuvo tres hijas: Francisca, Carmen y Manuela. Francisca moriría muy pequeñita en junio de 1936. Panadero como su padre, trabajaba en el horno de Diego Lucas. Vivía en la calle Pi y Margall, 56 (actual Jerez Alta). Me ha contado su familia que era un hombre extraordinariamente generoso y que en ocasiones llegaba a su casa con los bolsillos del pantalón vueltos hacia fuera, para darle a entender a su mujer que el jornal ganado ya lo había repartido entre los necesitados. En el año 1933 fue elegido vicepresidente de la Sociedad Autónoma de Panaderos “El Progreso” y fue comisionado para organizar a los de su gremio en La Puebla de Cazalla. En los días siguientes a la ocupación de Morón por los golpistas, Manuel fue detenido y llevado a Sevilla. Ingresó en el barco prisión del Guadalquivir y el 10 de octubre fue asesinado. Cinco años después de su muerte fue juzgado por el Tribunal de Responsabilidades Políticas.
JOSÉ GARCÍA PÉREZ
Partido Comunista. Designado concejal en febrero de 1936, fue teniente de alcalde con delegación en los asuntos de Obras Públicas.
Nacido en Morón en 1909, aprendió el oficio de albañil. Soltero, era un hombre autodidacta, con una cultura adquirida con la lectura de una amplia biblioteca propia, que sería destruida por los golpistas cuando irrumpieron en su casa de la calle José Nakens, 51 (actual Espíritu Santo). Pero entonces no pudieron detenerle porque ya había salido de Morón buscando refugio en la zona leal a la República. Pudo cruzar la frontera francesa en febrero de 1939 y fue recluido en el campo de concentración de Argelès. Después se alistaría en la Resistencia para combatir a los nazis en la Segunda Guerra Mundial. Exiliado político, con la sospecha de que los tentáculos de la policía franquista podrían capturarle en cualquier momento, ya no volvería a pisar suelo español y murió en la ciudad de Grasse en 1979.
ANTONIO GARRIDO PALMA
Unión Republicana. Designado concejal en febrero de 1936, formó parte de la comisión de Matadero y Abastos.
Había nacido en Benagalbón en 1883. De oficio pescadero, estaba casado con Concepción López Gil con quien tuvo cinco hijos, entre ellos Manolo, conocido poeta, que fue distinguido por este Ayuntamiento en 2017 como Hijo Predilecto de la Ciudad. Tenía su domicilio en la calle Pi y Margall, 14 (actual Jerez Alta). Antonio fue encarcelado en marzo de 1938, y sometido a un consejo de guerra que acabaría absolviéndole. A pesar de ello, en 1941 sería juzgado otra vez, en esta ocasión por el Tribunal de Responsabilidades Políticas.
ABELARDO GIL LEONÍS
Unión Republicana. Fue teniente de alcalde en la primera corporación republicana y alcalde en 1934. En febrero de 1936 sería repuesto en su cargo como concejal. Asumió la delegación en Asuntos Sanitarios.
Montellanero, nacido en 1893, se vino a vivir a Morón con apenas 13 años y aquí se establecería para siempre. Se casó con María Siles León, con quien tuvo tres hijos: Isabel, Pepe y Abelardo. Vivía en la calle Fermín Galán, 34 (actual Pozo Nuevo) y en esa misma casa tenía su comercio de ferretería y ultramarinos. Fue un hombre con una extraordinaria influencia social: ocupó los cargos de vicepresidente del Círculo Mercantil y presidente del Morón Balompié en 1924, año en que se inauguró el campo de fútbol de la Alameda, donde hoy está el instituto de enseñanza; fue presidente del Casino Republicano y vicepresidente de la Unión Patronal de Industria y Comercio. Se inició en la política por la influencia de su cuñado, Juan Pérez Mendoza, que fue alcalde en Montellano y diputado provincial. Abelardo debió ser un hombre de una envidiable clarividencia, pues en las actas de plenos del periodo, podemos encontrar propuestas suyas como la de la ampliación del Hospital Municipal o la de construir un instituto de enseñanza de nueva planta en la Alameda; proyectos que él no pudo ver hechos realidad, pero que a día de hoy sí los disfrutamos. Estos proyectos y otros muchos cayeron entonces en el olvido porque a Abelardo lo detuvieron unos falangistas a primeros de agosto de 1936 y lo enviaron a Sevilla, donde lo encerraron en el barco del Guadalquivir. Allí permaneció hasta la madrugada del 18 de agosto, en que fue fusilado. De su ferretería, los golpistas robaron para su cuartel todos los artículos que quisieron y cinco años después de su muerte sería juzgado por el Tribunal de Responsabilidades Políticas.
MIGUEL GIRÁLDEZ BARRERA
Partido Socialista Obrero Español. Fue teniente de alcalde en la primera corporación republicana. En febrero de 1936 sería repuesto en su cargo como concejal, participando en las comisiones de Hacienda y en la de Obras Públicas.
Nacido en Morón en 1901, se casó con María Alcántara Díaz, con la que tuvo siete hijos; a la menor, Josefina, no la llegaría a conocer, pues nació poco después de la muerte de su padre. Vivía en la calle Perulejo, 41. Miguel era carpintero y trabajaba en el taller que la viuda de Martínez tenía junto a los jardines de La Carrera, entonces llamados paseo 14 de Abril. De reconocido prestigio entre los de su gremio, fue elegido secretario de la Sociedad Patronal de Carpinteros y Ebanistas y fue también directivo de la Agrupación Local del PSOE. Después de la ocupación de Morón por los golpistas, Miguel fue detenido. Estuvo en el cuartel de Falange unos días, pero pudo salvar la vida. Acosado y sin poder trabajar, optó por marchar a Sevilla, donde se establecería. Su presencia en la capital no pasó inadvertida para la Comisaría de Investigación y Vigilancia, que le fue estrechando el cerco cada vez más. El episodio de su muerte nunca quedó claro: el 18 de octubre de 1940 su cuerpo apareció flotando en las aguas del río Guadalquivir, mostrando en su cabeza la señal de haber recibido un fuerte golpe.
JOSÉ GUERRERO JIMÉNEZ
Partido Socialista Obrero Español. Designado concejal en febrero de 1936, recibió del alcalde la delegación en Asuntos Sociales.
Nacido en Morón en 1912, se casó con María Provencio, con quien no tendría hijos. Vivía en el Barrio de Santa María. Era albañil y fue elegido para la directiva de la UGT en 1933. Se refugió en zona republicana y se alistó en su ejército, en donde alcanzaría el grado de teniente. Finalizada la guerra fue juzgado dos veces: por un tribunal militar, que le condenó a quince años de prisión, y por el Tribunal de Responsabilidades Políticas. Cuando obtuvo la libertad, las autoridades locales no le permitieron regresar a Morón y sufrió destierro en Alhama de Murcia, donde moriría en 1993.
ESTANISLAO GUTIÉRREZ LADRÓN DE GUEVARA
Partido Socialista Obrero Español. Formaba parte de la corporación en 1931 y fue elegido alcalde en 1932. En febrero de 1936 sería repuesto en su cargo como concejal, asumiendo la delegación de Matadero y Abastos.
Granadino, nacido en 1891, tallista de prestigio, había sido alumno de la Escuela de Artes y Oficios de Granada. Estaba casado con Encarnación Prados, con quien tuvo tres hijas. Vivía en la calle Fernando Villalón, 3. Por su habilidad con la gubia, este artista estuvo siempre muy bien relacionado con la burguesía local, de la que recibía numerosos encargos; algunas de sus obras las podemos disfrutar también en este Ayuntamiento. Sus buenas relaciones fueron las que le proporcionaron cierta protección tras el golpe de Estado, y sin duda fue lo que le permitió salvar la vida. Le proporcionaron un salvoconducto para que marchara a Granada, pero allí no se sintió seguro y volvió a Morón poco después. Pudo comprobar que la cosa había cambiado bastante porque su taller recibía cada vez menos encargos, lo que le obligó a comenzar una nueva vida en Sevilla, siempre, claro está, bajo la atenta mirada de la Comisaría de Investigación y Vigilancia. Poco después sería juzgado por el Tribunal de Responsabilidades Políticas. En Sevilla murió en 1976.
MANUEL HERMOSÍN MORÓN
Izquierda Republicana. Designado concejal en febrero de 1936, formó parte de la comisión de Obras Públicas.
Nació en Morón en 1883, era carpintero y tenía su taller en la calle García Hernández, 56 (actual calle Utrera). Estaba casado con Dolores Manchado, con la que tuvo cinco hijos. Formó parte de la directiva del Casino Republicano y también de la Sociedad Patronal de Carpinteros y Ebanistas. En el año 1941 sería juzgado por el Tribunal de Responsabilidades Políticas. Murió en Morón en 1957.
JUAN MARTÍN BARROSO
Partido Socialista Obrero Español. Fue concejal en la primera corporación republicana. En febrero de 1936 sería repuesto en su cargo como concejal, participando en la comisión de Instrucción Pública.
Era el concejal de mayor edad de la corporación. Había nacido en Morón en 1869; estaba casado con Rosario Rueda, con la que tuvo cuatro hijos. Vivía en la calle Victoria, 9 y era cantero de profesión. Tras la proclamación de la República fue elegido presidente de la Casa del Pueblo. Después de la ocupación de Morón, uno de sus yernos fue asesinado, y sabiendo que a él también lo buscaban para matarlo, decidió esconderse en una cueva en el campo. Allí pasó varios meses, hasta que el insoportable frío le obligó a volver furtivamente a su casa. Enfermo, se encerró en una habitación y, haciendo vida de topo, allí permaneció hasta su muerte en 1940.
MANUEL OLMEDO SERRANO
Partido Socialista Obrero Español. Fue elegido alcalde en la primera corporación republicana y en febrero de 1936 sería repuesto en su cargo.
Nació en nuestra ciudad en 1885. Estudió la carrera de medicina en Madrid y en 1917 se asentó en Morón, donde abrió su consulta, que pronto gozaría de prestigio. Estaba casado con Magdalena Caballos Angulo, con la que tuvo tres hijos. Fue un hombre de una formidable proyección pública en muchos ámbitos: presidente del Casino Republicano, titular de la Inspección de sanidad municipal, en 1931 fue elegido alcalde y ese mismo año llegó a ser diputado en las Cortes de Madrid, ocupando su escaño hasta 1933. Simultaneaba su puesto de diputado con el de vocal de la Diputación Provincial. Fue una persona respetadísima por todas las fuerzas de la izquierda local. El 18 de julio Olmedo no estaba en Morón, pues había tenido que viajar a Madrid para asistir el día 15 a una asamblea nacional de municipios en representación de nuestro Ayuntamiento. La guerra supuso un terrible mazazo para la sociedad española y también produjo un giro brusco en su vida, ya lejos de su Morón natal. Capitán médico en el ejército republicano, pudo cruzar la frontera francesa dentro de la riada de españoles que partieron hacia el exilio en febrero de 1939. Había perdido todo: su familia, su casa, su clínica de la calle Utrera, que sería arrasada por las hordas fascistas y sus muebles, robados para el cuartel de Falange. En Francia le esperaba el campo de concentración de Argelès y más tarde, un viaje sin retorno a México. Aun estando en el exilio fue juzgado por el Tribunal de Responsabilidades Políticas y por el Tribunal Especial para la Represión de la Masonería y el Comunismo, que le condenaría a veinte años de reclusión, pena que no llegaría a cumplir, como es lógico, porque residía en el extranjero. Murió en la capital de México en 1971. Es el único alcalde de Morón que figura en el callejero actual de nuestra ciudad.
MANUEL PÉREZ DE VERA ANGULO
Izquierda Republicana. Fue concejal en la primera corporación republicana. En febrero de 1936 sería repuesto en su cargo como concejal, participando en las comisiones de Impuestos y de Policía Urbana y Rural.
Moronense, nacido en 1894, era soltero, vivía en la calle Castelar, 8 (actual Corredera) y tenía una industria de fabricación de yeso. Había sido presidente de la Agrupación Local de Acción Republicana y también de la Sociedad Alianza de Labradores. Tras la ocupación de Morón, fue detenido y enviado a Sevilla, donde lo encarcelaron en el barco del Guadalquivir. Esta situación le provocó un estado de enajenación mental que obligó a su internado en el manicomio de Miraflores. Allí estuvo hasta el 15 de noviembre, cuando lo sacaron para su fusilamiento.
JUAN RODRÍGUEZ NÚÑEZ
Partido Socialista Obrero Español. Formaba parte de la corporación en 1931, en la que fue teniente de alcalde, y en febrero de 1936 sería repuesto en su cargo como concejal, asumiendo la delegación en Policía Urbana y Rural.
Nacido en Morón en 1902, se casó con Mercedes Aguirre Rodas, con la que tuvo cuatro hijos; Ana, la menor, nacería poco después de la muerte de su padre. Vivía en la calle Zaharilla, 19. Desde 1931 pertenecía a la directiva de la Agrupación Local del PSOE. Juan era jornalero, muy instruido porque tenía gran afición a la lectura (libros, por cierto, que los falangistas quemarían), y era muy entendido en cuestiones del campo y sus labores. Esto fue lo que propició que el alcalde delegara en él los asuntos de la Policía Rural, quizás la más complicada de todas. Tras la ocupación de Morón por los golpistas, se refugió en zona republicana. A su casa fueron una y otra vez a buscarle y en una de las ocasiones se llevaron detenida a su mujer, a la que purgaron con aceite de ricino. Mercedes, que había trabajado como limpiadora en el Instituto de 2ª Enseñanza, sería depurada más tarde y perdió el empleo. Tras la caída de Málaga, Juan volvió a Morón. Fue detenido y asesinado en las tapias del cementerio de La Puebla de Cazalla. En 1941, tanto él como su viuda fueron juzgados por el Tribunal de Responsabilidades Políticas.
JOSÉ RUEDA GONZÁLEZ
Partido Comunista. Designado concejal en febrero de 1936, formó parte de las comisiones de Sanidad, de Instrucción Pública y de Hacienda.
Nació en Morón en 1907 y estaba casado con Carmen Moreno Rueda, con quien tuvo seis hijos. Era albañil y vivía en la calle Lobato, 1. Marchó a zona republicana, enrolándose en su ejército. Finalizada la guerra fue internado en un campo de concentración en la provincia de Madrid a la espera de ser juzgado en consejo de guerra. Pasó por diversas cárceles hasta que en 1942 un tribunal militar determinó el sobreseimiento del sumario. En la década de los sesenta emigró a Torrent, en la provincia de Valencia, donde fijaría su residencia hasta su muerte en 1989.
ANTONIO SALAS ORTIZ
Unión Republicana. Designado concejal en febrero de 1936.
Nacido en Morón en 1905, se casó con Antonia Ordóñez, con quien tendría seis hijos. Vivía en la calle Sagasta, 44, esquina a Calzadilla, donde tenía un bar. Después del golpe de Estado, Antonio supo que lo estaban buscando y decidió esconderse en el altillo de una taquilla en casa de sus padres, próxima a su domicilio. En uno de los registros que hicieron, los falangistas se llevaron a su hermano Pepe, al que fusilaron. La sucesión de hechos posteriores podría parecer estar tomada de un guion de cine: Antonio pasaba escondido las horas del día y durante la noche, y a través de los tejados, llegaba a su casa para poder hacer vida familiar. Pasados unos meses, su mujer, que siempre negaba saber dónde estaba su marido, quedó embarazada. Ella ocultó su situación cuanto pudo, pero como es lógico llegó la hora del parto. Fue entonces cuando se supo que Antonio estaba escondido y de inmediato fue encarcelado. Ya habían pasado los tiempos peores y la violencia en Morón estaba algo calmada; por la influencia de un derechista, amigo de la familia, obtuvo la libertad poco después. No obstante, en 1941 fue juzgado por el Tribunal de Responsabilidades Políticas. Murió en Morón en 1978.
JOSÉ LUIS VERGILLOS ÁVILA
Izquierda Republicana. Designado concejal en febrero de 1936, fue teniente de alcalde y ocupó la delegación de Instrucción Pública.
Nacido en 1906, ejerció el periodismo en su Constantina natal. Allí había sido también alcalde en 1931, en la primera corporación republicana. Estaba casado con María de los Ángeles Pedrero, sin que tuvieran hijos, y vivía en la calle Vicario, 2. Licenciado en Filosofía y Letras, había obtenido la cátedra de Geografía e Historia y ejercía su profesión de docente en el Instituto Elemental de Segunda Enseñanza de nuestra ciudad desde 1935. El profesor Vergillos era también diputado provincial. Precisamente estaba en Sevilla el 18 de julio para asistir a una reunión en la Diputación y en la capital fue detenido. Ingresó en prisión junto al gobernador civil, Varela Rendueles. En el mes de septiembre el Rectorado de la Universidad de Sevilla lo suspendió de empleo y sueldo y propuso a la Comisión de Enseñanza del nuevo régimen su depuración por su afiliación a Izquierda Republicana. Pocas semanas antes, su casa de Morón había sido asaltada y saqueada por los matones, que lanzaron todas sus pertenencias por un balcón a la calle Vicario. Estando en la cárcel enfermó de tuberculosis e ingresó en el Hospital de la Caridad. De allí lo sacaron la madrugada del 26 de octubre de 1936 para su fusilamiento. Varios años después sería juzgado en dos ocasiones: en 1941 por el Tribunal de Responsabilidades Políticas y en 1945 por el Tribunal Especial para la Represión de la Masonería y el Comunismo.
Resumen
A modo de resumen, la represión sufrida por los hombres de la última corporación municipal republicana:
Nueve concejales fueron asesinados.
Uno murió en extrañas circunstancias (su cuerpo apareció flotando en el Guadalquivir).
Uno murió en su escondite.
Dos murieron en el exilio.
Cinco padecieron la cárcel.
Un total de quince fueron juzgados por el Tribunal de Responsabilidades Políticas (seis ya habían sido asesinados).
Dos fueron juzgados por el Tribunal Especial para la Represión de la Masonería y el Comunismo (uno ya había sido asesinado).
Tres padecieron la incautación de sus bienes.
Como vemos, todos fueron sometidos al terror que los golpistas infligieron a sus adversarios políticos. Ninguna otra corporación local ha sufrido tanto, y esa es su singularidad.
Homenaje
Han pasado ochenta y dos años desde que aquellos hombres se reunían entre estas mismas paredes con el ideal de mejorar la vida de sus vecinos. La corporación actual ha tenido la sensibilidad que ninguna otra demostró y este 14 de abril la ciudad de Morón les rinde un merecido homenaje que les hace justicia y que sin duda reconfortará a sus familiares. Pero no todos los concejales han manifestado su apoyo a este acto, y es una lástima, porque discernir entre democracia y dictadura no debería plantear ningún dilema a nadie. Una parte de esta sociedad no sabe aún acercarse a aquellos hombres sin los prejuicios del prisma ideológico y no proyecta sobre ellos una mirada limpia, transmitiendo la sensación de que todavía está enredada en la pegajosa liria del franquismo.
Hoy se ha roto un silencio de décadas, vaya mi reconocimiento a los grupos políticos que han propiciado este acto y mi gratitud por permitir que haya sido mi voz la que rescate una parte de la historia de la última corporación municipal republicana.
Morón de la Frontera, 14 de abril de 2018
Miguel Guardado Rodríguez
El acto terminó con el descubrimiento de una placa conmemorativa con los 23 nombres que formaban aquella Corporación Municipal de 1936. Se encuentra colocada a la entrada del Salón de Plenos.
A tan emotivo acto asistieron algunos familiares de los concejales que formaron la Corporación Municipal de 1936.
Desde el Ayuntamiento de Morón, en compañía del historiador local Miguel Guardado, para el blog de mis culpas...
P.D. El pasado viernes 9 de junio de 2019 tuvo lugar en la Sala de Juntas del Ayuntamiento de Morón de la Frontera el Día Mundial de los Archivos y tan magna efemérides no ha pasado desapercibida al llevarse a cabo una exposición con 71 documentos inéditos sobre la Guerra Civil en Morón. Dichos documentos han sido descubiertos de forma casual por el investigador local Gabriel Giráldez en los archivos municipales que junto con el historiador local Miguel Guardado nos introducen histórica y documentalmente en el periodo más sangriento de nuestra historia local.
Por su importancia, la documentación aparecida se distribuye según el investigador local Miguel Guardado en dos niveles:
1. Reparación de los desperfectos causados en esos días en el Ayuntamiento, en la cárcel, en el edificio de Telefónica, adoquinado de las calles y en los puentes de acceso a Morón.
2. Y lo más significativo, desde el punto de vista de la investigación dada su trascendencia histórica, es que han aparecido una serie de documentos que forman parte de los trabajos de enterramientos en la fosa común del cementerio municipal que se abrieron para dar sepultura a los cerca de 300 personas asesinadas por el bando franquista durante los primeros días de la Guerra Civil en Morón de 1936 y que fueron firmados por el maestro de obras, donde constan las peonadas y salarios diarios percibidos por los obreros que trabajaron aquéllos trágicos días durante jornadas de sol a sol, para enterrar a las personas asesinadas.
Estos documentos certifican la matanza producida en Morón por el bando franquista y que hasta ahora no existía constancia documentalmente.
Miguel Guardado junto es autor del mayor y mejor documentado estudio de la Guerra Civil española y primeros años del franquismo recogida en su obra “MORÓN, CONSUMATUM EST 1936-1953: Historia de un crimen de guerra” (Ed. Planta Baja, 2011) junto con el historiador José María García Márquez.
"Consumatun est" fueron las palabras que dijo Queipo de Llano cuando dio por concluida la salvaje ocupación de Morón el 25 de julio de 1936. Un monstruoso crimen de guerra que cambió para siempre la vida de los moronenses de aquella generación".
El día 25 de julio de 1936, ocurrió en Morón el hecho más sangriento de su historia, al menos que se tenga conocimiento”, explicaba Miguel Guardado, quien narraba lo siguiente:
“Unos 1.000 soldados bien pertrechados con cañones y vehículos entraron por varias zonas de Morón. El día anterior intentaron entrar por el Arrecife, pero ese día se diversifican y entran por la calle Fray Diego de Cádiz, el Arrecife, la calle Marchena, el barrio de Santa María, etc.
Conforme van entrando van abriendo las puertas de las casas y van sacando a los varones que estaban dentro. Muchas de estas personas, sobre la marcha, son fusilados. Eran civiles, como cualquieras de nosotros.
Los cuerpos quedaron tirados en la calle durante muchas horas, y hubo matanzas, referidas por muchos testigos, en la Puerta Sevilla, en la calle Zaharilla, en la calle Pósito, en los Caños de Aranda, y calle Nueva, entre otras.
Los cuerpos se recogen en camiones y hay muchas personas que todavía recuerdan pasar esos camiones cargados de cadáveres, chorreando sangre, que eran llevados al cementerio.
Esa es la realidad, pero no está documentada. Solamente teníamos los testimonios de las personas que, siendo niños, lo vivieron. Y no está documentada porque hubo ocultación. Si se acude al Registro Civil, en el Libro de Defunciones, no hay inscritas ni una de las muertes del día 25 de julio. En el Libro del Cementerio, donde se anotan los enterramientos, se encuentra que los días 25, 26 o 27 no se enterró a nadie.
Solo hay un documento que aproxima un poco al número de víctimas. El día 31 de julio, un clérigo Salesiano envía una carta a sus superiores en la que señala que las fuerzas nacionales hicieron un escarmiento en el que murieron en torno a 300 comunistas, una valoración inexacta desde luego.
Esos cuerpos había que enterrarlos, y esos son los documentos que tenemos aquí. Las contrataciones de las personas que se encargaron de enterrarlos.
Uno tiene que pensar que 14 hombres jóvenes, enterrando cuerpos de sol a sol, eso da para mucho. Pero llega el crepúsculo, se acaba la luz, y quedan más cuerpos. Y el día 27 son 13 hombres los contratados para seguir enterrando cuerpos, también de sol a sol. El día 28 son 7 los hombres que tienen que volver al siguiente día, y así, sucesivamente día tras día un mínimo de 3 personas siguen enterrando cuerpos, lo que quiere decir que la matanza continuaba.
Ellos fueros los oficiantes laicos del mayor enterramiento de la historia de Morón. Es bueno que se sepa que, con el paso de los años, el franquismo celebró aquel 25 de julio, es decir, el día de la matanza, como una efemérides festiva, con actos oficiales o la imposición de medallas, como la que se le impuso al que comandaba las fuerzas que realizaron la matanza: Antonio Castejón, al que se le dignificó con el título de Hijo Adoptivo y se le concedió la Medalla de oro de Morón.
Del otro lado tenemos centenares de cuerpos anónimos, enterrados casi como animales no se sabe bien dónde, mientras que a los autores de la matanza se les dignificó de forma honorífica.
La importancia de estos documentos es que certifican lo que todo el mundo vio y contó, pero que no se podía documentar porque los que cometieron estos crímenes borraron todas las huellas.
A tan emotivo acto asistieron algunos familiares de los concejales que formaron la Corporación Municipal de 1936.
Desde el Ayuntamiento de Morón, en compañía del historiador local Miguel Guardado, para el blog de mis culpas...
P.D. El pasado viernes 9 de junio de 2019 tuvo lugar en la Sala de Juntas del Ayuntamiento de Morón de la Frontera el Día Mundial de los Archivos y tan magna efemérides no ha pasado desapercibida al llevarse a cabo una exposición con 71 documentos inéditos sobre la Guerra Civil en Morón. Dichos documentos han sido descubiertos de forma casual por el investigador local Gabriel Giráldez en los archivos municipales que junto con el historiador local Miguel Guardado nos introducen histórica y documentalmente en el periodo más sangriento de nuestra historia local.
1. Reparación de los desperfectos causados en esos días en el Ayuntamiento, en la cárcel, en el edificio de Telefónica, adoquinado de las calles y en los puentes de acceso a Morón.
2. Y lo más significativo, desde el punto de vista de la investigación dada su trascendencia histórica, es que han aparecido una serie de documentos que forman parte de los trabajos de enterramientos en la fosa común del cementerio municipal que se abrieron para dar sepultura a los cerca de 300 personas asesinadas por el bando franquista durante los primeros días de la Guerra Civil en Morón de 1936 y que fueron firmados por el maestro de obras, donde constan las peonadas y salarios diarios percibidos por los obreros que trabajaron aquéllos trágicos días durante jornadas de sol a sol, para enterrar a las personas asesinadas.
Estos documentos certifican la matanza producida en Morón por el bando franquista y que hasta ahora no existía constancia documentalmente.
"Consumatun est" fueron las palabras que dijo Queipo de Llano cuando dio por concluida la salvaje ocupación de Morón el 25 de julio de 1936. Un monstruoso crimen de guerra que cambió para siempre la vida de los moronenses de aquella generación".
“Unos 1.000 soldados bien pertrechados con cañones y vehículos entraron por varias zonas de Morón. El día anterior intentaron entrar por el Arrecife, pero ese día se diversifican y entran por la calle Fray Diego de Cádiz, el Arrecife, la calle Marchena, el barrio de Santa María, etc.
Conforme van entrando van abriendo las puertas de las casas y van sacando a los varones que estaban dentro. Muchas de estas personas, sobre la marcha, son fusilados. Eran civiles, como cualquieras de nosotros.
Los cuerpos quedaron tirados en la calle durante muchas horas, y hubo matanzas, referidas por muchos testigos, en la Puerta Sevilla, en la calle Zaharilla, en la calle Pósito, en los Caños de Aranda, y calle Nueva, entre otras.
Los cuerpos se recogen en camiones y hay muchas personas que todavía recuerdan pasar esos camiones cargados de cadáveres, chorreando sangre, que eran llevados al cementerio.
Solo hay un documento que aproxima un poco al número de víctimas. El día 31 de julio, un clérigo Salesiano envía una carta a sus superiores en la que señala que las fuerzas nacionales hicieron un escarmiento en el que murieron en torno a 300 comunistas, una valoración inexacta desde luego.
Esos cuerpos había que enterrarlos, y esos son los documentos que tenemos aquí. Las contrataciones de las personas que se encargaron de enterrarlos.
Estos documentos certifican la matanza, porque se demuestra que el día 26, al día siguiente, se contrataron a 14 hombres de sol a sol, porque se les pagó doble jornada y eso quiere decir que trabajaron más horas de las habituales, para enterrar cuerpos. Como sabemos sus nombres hemos podido saber qué edad tenían, y eran todos varones con edades comprendidas entre los 18 y los 30 años, es decir, gente joven a la que se le supone fuerte para hacer este trabajo.
"El crimen de guerra que se cometió en Morón fue celosamente ocultado para que la historia no pudiese contarlo". Al mismo tiempo se ocuparon de ocultar el principal rasgo documental de sus crímenes y eliminar las pruebas que les pudieran incriminar resolviendo el problema mediante fosas comunes y paladas de cal viva sin ningún tipo de registros en los cementerios".
"El crimen de guerra que se cometió en Morón fue celosamente ocultado para que la historia no pudiese contarlo". Al mismo tiempo se ocuparon de ocultar el principal rasgo documental de sus crímenes y eliminar las pruebas que les pudieran incriminar resolviendo el problema mediante fosas comunes y paladas de cal viva sin ningún tipo de registros en los cementerios".
Ellos fueros los oficiantes laicos del mayor enterramiento de la historia de Morón. Es bueno que se sepa que, con el paso de los años, el franquismo celebró aquel 25 de julio, es decir, el día de la matanza, como una efemérides festiva, con actos oficiales o la imposición de medallas, como la que se le impuso al que comandaba las fuerzas que realizaron la matanza: Antonio Castejón, al que se le dignificó con el título de Hijo Adoptivo y se le concedió la Medalla de oro de Morón.
Del otro lado tenemos centenares de cuerpos anónimos, enterrados casi como animales no se sabe bien dónde, mientras que a los autores de la matanza se les dignificó de forma honorífica.
La importancia de estos documentos es que certifican lo que todo el mundo vio y contó, pero que no se podía documentar porque los que cometieron estos crímenes borraron todas las huellas.
osamentas de hombres
firmes y por derecho.
¡Qué suerte tuviste de
cobijarlos en tu lecho!
¡Con cal viva los enterraron
los enemigos del pueblo!
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