martes, 3 de diciembre de 2019

¡París, bien vale una visa!



Cuando el grajo vuela bajo [porque hace un frío del carajo] en la tierra de Villalón, de la Cal y del Flamenco y de nuestra propia esperanza, colocamos nuestro sextante cultural en el aeropuerto de París-CDG, para impregnarnos de algunos lugares que visitara en la ciudad del Sena, nuestro universal poeta y uno de los grandes colosos de la literatura española del siglo XX, Antonio Machado. 

Pronto comenzaríamos a percibir los efluvios y reminiscencias machadianas al otear  desde la histórica Universidad de la Sorbona el “College de France" en el Barrio Latino, la Biblioteca Nacional o el Molin Rouge, entre otros muchos monumentos y museos en la ribera del Sena, dignos de ser visitados, y cuya belleza brilla con luz propia desde la “Isla de Cité, cuna de París”, testigo de una longeva historia y de nuestra visita al celebrar el 60º aniversario de la llegada de éste humilde bloguero a la tierra de Villalón. 

Para desplazarnos cómodamente por la ciudad del Sena se hizo necesario transitar por el metro [para poder aprovechar nuestro largo fin de semana] que nos acercaría por todos los rincones del extenso y bello casco histórico de París. Todo ello, gracias a nuestro magnífico guía “Alonso”, cuyo sextante no dejaba de orientarnos por el extenso casco histórico y a través del bohemio Montmartre, que aún mantiene el aroma de pueblo, en el corazón de París. 

Es evidente que la ciudad parisina es una ciudad gris para un turista natural de la tierra de Villalón, que tiene la suerte de disfrutar del sol, al menos 300 días al año y al mismo tiempo, tenemos el privilegio de degustar nuestra dieta mediterránea que brilla con luz propia por todos y cada uno de nuestros cuatro puntos cardinales, con nuestro pan de pueblo para las tostadas del desayuno acompañadas de nuestro ancestral aceite de oliva virgen extra con el jamón ibérico por bandera [ que en París, ni está ni se le espera], entre otros manjares que comienzan a brillar por su ausencia cuando se atraviesan los Pirineos, que nos separan de Francia [París al igual que Londres es una ciudad excesivamente cara para  la inmensa mayoría del pueblo llano, donde un vaso de 50 cl. de cerveza cuesta 8 euros y una botella de agua de 33 cl. unos 5 euros]. 

Nuestra retina tomaba buena nota de las múltiples estaciones de metro cuya nomenclatura se encuentra vinculada con la historia de París [diez líneas con cuatro niveles subterráneos que producen cierta claustrofobia], [Robespierre, Nation, Bastille, Chamos-Élysées, Voltaire, Repúplique, Troccadero, Pyramides, Pont Neuf, Musee du Louvre, Austerlitz, Émile Zola o Diderot, entre un largo etcétera]. 



La primera boca de metro [como si de un vomitorium se tratara] por la que fuimos expulsados al exterior el primer día de nuestra ruta nos acercaba al Ayuntamiento de París en el IV Distrito de la ciudad. En la parte derecha de su fachada se encuentra el “Jardín de los Combatientes de la Nueve” dedicado a la División Leclerc, que estuvo formada en su mayoría por aquellos republicanos españoles, verdaderos héroes de la liberación de París aquel 22 de agosto de 1944 y que han permanecido durante muchos lustros olvidados por la amnesia colectiva.


El 3 de junio de 2015, setenta años más tarde, el rey de España Felipe VI acompañado de la alcaldesa de París de origen español Anne Hidalgo, rendía un merecido homenaje a aquellos 146 hombres de la Nueve que contribuyeron a liberar París de la ocupación nazi. Desde marzo de 2015, el jardín del Ayuntamiento de París se denomina oficialmente “Jardín de los Combatientes de la Nueve”.

Desde el Ayuntamiento de París se pueden percibir las dos enormes torres de la Catedral de Notre Dame en la Isla de Cité [la cuna de París], aunque no pudimos visitarla, tras el trágico incendio ocurrido durante la tarde del 15 de abril de 2019. 

Notre Dame es considerada la joya gótica de París. Su construcción duró casi dos siglos [entre el XII y XIV]. Nuestra Señora de París es famosa por sus estatuas, gárgolas, vitrales y sobre todo, por su enorme Rosetón de 13 metros de diámetro, compuesto por 32.000 piezas de vidrio. Posee orientación sur y la luz del sol [cuando sale] penetra a través de las vidrieras del Rosetón iluminando el interior de la Catedral. 

Es evidente que Notre Dame nos recuerda la novela escrita en 1831 por Víctor Hugo donde entre celebraciones populares, con motivo de la Epifanía de 1482, nos presentaba aquella la bella gitana llamada "Esmeralda", que adivinaba el porvenir atrayendo fatalmente a los hombres en sus redes, sin olvidar al sensible "Quasimodo", jorobado y forzudo de Notre Dame, que gozaba de la simpatía de los niños mientras el papel de malo correspondía al archidiácono Claude Frollo [un malaje con mala sombra].

Frollo, atraído por la bailarina, pide a su protegido Quasimodo que la rapte. Sin embargo, la intervención del capitán Febo de Châteaupers impide la consumación del secuestro y lleva a Quasimodo a la condena del suplicio público. Es azotado en la plaza, y recibe todo el odio y los insultos del pueblo, que lo detesta por su fealdad. Quasimodo pide agua y la gitana Esmeralda sube al patíbulo para calmar su sed. A partir de este gesto Quasimodo siente un agradecimiento y un afecto enorme hacia la gitana por su piedad hacia él, ya que no estaba acostumbrado a ser bien tratado. 

Tiempo después, la gitana es acusada injustamente de la muerte de su amado siendo condenada al patíbulo. Agradecido por el apoyo que en otro tiempo recibió de ella, Quasimodo, la salva y le da asilo en la catedral. 

No es nada extraño encontrarse en la isla de Cité algún que otro café o restaurante en París con el nombre de “Quasimodo”.



La Coronación de Napoleón. Jacques-Louis David (1805-1808). Museo del Louvre (París).


Un cuadro de enormes dimensiones [6,21 m x 9,79 m] que fuera pintado por Jacques-Louis David y que se encuentra en el Museo del Louvre (París) nos recuerda que en Notre Dame tuvo lugar la coronación de Napoleón Bonaparte como emperador de Francia el 2 de diciembre de 1804.

Observando la isla de Cité [ubicada en el corazón de París] bañada por el río Sena, se nos viene a la memoria la serie vikingos y como "efecto colateral" una colección homónima de cromos que coleccionaba durante mi más tierna infancia.

A finales del siglo IX tuvo lugar el asedio de París por los expertos navegantes vikingos [hombres del norte]. Hubo varios saqueos durante el 845, 857, 861 y 865 y 885 donde llegaron 700 naves dirigidas por Siegfried y Rollón. Los vikingos utilizaban la táctica militar denominada testudo [formación defensiva con sus escudos en forma de tortuga]. Tras las numerosas muertes por los asedios vendrían las epidemias de peste, que diezmarían a la población.

El emperador carolingio Carlos el Gordo firmaría un acuerdo con los vikingos [que procedían de las lejanas tierras de Escandiavia], a los cuales les pagaría un tributo.

Hrolf Ganger juró lealtad al rey de Francia [Carlos el Simple] recibiendo el ducado de Normandía. Poco a poco irían adoptando el cristianismo fusionándose con la identidad cultural local. La influencia normanda llegaría a extenderse a las Islas británicas [Londres, York], Sicilia, Calabria y Apulia en el sur de Italia llegando incluso a los estados cruzados de Oriente Medio como Antioquía.


Los ríos eran la vía de penetración para sus correrías y pillaje. En el siglo IX saquearon la costa cantábrica, gallega hasta llegar a Lisboa hasta llegar a Cádiz adentrándose en el Guadalquivir e incluso adentrarse en el Mar Mediterráneo. Los andalusíes carecían de preparación ante estas oleadas por mar mientras los vikingos [llamados por los andalusíes majús "adoradores del fuego"] carecían de caballería. Serían derrotados por Abderramán II en la batalla de Tablada [844], al sur de la antigua Isbilya [Sevilla andalusí]. Los supervivientes escaparon a través del río padre de la antigua Al Ándalus. Los vikingos volverían a asediar otras zonas de Península Ibérica hasta que en el 971 la flota vikinga sería interceptada por el Califa Al-Haken II.

El asedio de París así como las incursiones por el río Guadalquivir demostrarían la importancia que tendrían las fortificaciones a lo largo de los ríos y en la costa donde las torres albarranas brillarían con luz propia.


El Puente Nuevo "Pont Neuf"

En nuestra ruta por libre, nos esperaba el Puente Nuevo “Pont Neuf” en la Isla de Cité, donde muy cerca se encuentra el lugar exacto donde fuera quemado en la hoguera el 18 de marzo de 1314 frente a la Catedral de Notre Dame [aún en construcción], el último Gran Maestre de la Orden del Temple “Caballería de Dios para proteger los Santos Lugares”, Jacques de Molay. 


La estatua de Enrique IV fue encargada por la reina María de Médicis, esposa de Enrique IV, tras el asesinato del rey en 1610, siendo la primera estatua de un rey en las calles de Francia. Sería destruida durante la Revolución francesa. La estatua que actualmente podemos observar se construyó durante la Restauración, en 1818. En el museo del Louvre se conservan los cuatro esclavos encadenados que la estatua tenía originalmente junto al pedestal.



La construcción del Pont Neuf por Enrique IV será el comienzo de la Edad Moderna de París, dejando atrás la ciudad medieval. Será el propio Enrique IV [primero de la dinastía Borbón], quien en apenas diez años transformaría profundamente París construyendo el Pont Neuf como regalo a la ciudad de París. Dicho puente uniría las dos orillas del Sena sin pasar por la Isla de Cité, siendo el puente más largo con 240 metros. Sobre ambas márgenes se apoyan sobre una gran plataforma donde destaca la estatua ecuestre de Enrique IV, verdadero artífice del puente, y al que se le atribuye la famosa expresión “París bien vale una misa -Paris vaut bien une messe-”.

El puente consta de dos tramos desiguales: 

· La margen derecha tiene 156 metros con 7 vanos. 
· La margen izquierda, de 85 metros con 5 vanos.

Pont Neuf se convirtió en un nuevo icono de la ciudad, siendo reproducido en pinturas y grabados de la época.

El éxito del puente fue de tal magnitud que existe un antiguo dicho en la literatura popular que aseguraba que siempre podían verse al mismo tiempo, y a cualquier hora del día, "un carruaje, un caballo blanco, un cura y una prostituta".

Posee 381 mascarones grotescos que adornan la gran cornisa. Según dicen, representan a los amigos y ministros de Enrique IV que dudaban de la solidez del puente. Enrique IV decidió burlarse de ellos mostrándolos al público con estas muecas divertidas.




Un tour por el Sena

Junto al lugar donde fue ajusticiado el último Gran Maestre de la Orden del Temple nos esperaba el tradicional tour por el río Sena [una hora de recorrido]. Durante nuestra gélida tarde, atravesamos múltiples puentes observando a lo largo de sus riberas, grandes monumentos cargados de historia mientras que el objetivo de nuestra humilde cámara fotográfica se encargaba de captar. 

Comenzamos nuestro tour en la Isla de Cité [Ponty Neuf], Pont des Arts, Museo de Louvre, Pont Royal, Museo de Orsay, Pont de la Concorde, Pont Alexandre III, Asamblea Nacional, Los Inválidos, Torre Eiffel y vuelta hasta llegar de nuevo al Pont Saint-Michel perimetrando Notre Dame y la Isla de Cité [desde donde se observa el Ayuntamiento], para llegar de nuevo al punto de partida, en el embarcadero junto al Pont Neuf. 

Si con Notre Dame se nos vino al pensamiento Víctor Hugo, será el mismo autor el que nos refresque nuestras frágiles entendederas al ubicar el río Sena en la histórica novela de “Los Miserables”, donde se entrelazan los destinos del protagonista Jean Valjean que en 1815 salía de presidio [por haber robado unas hogazas de pan para dar de comer a sus sobrinos hambrientos], la desafortunada Fantine con su hija Cosette y el inefable inspector de policía Javert que interpreta a la "implacable justicia" hasta que llegó la Revolución de París, en junio de 1832. 

Al final de la dramática novela de "Los Miserables" [llevada al cine], el inefable inspector Javert bajo un enorme cargo de conciencia [debido a su intolerancia] se arroja al río dejando tranquilo no sólo al bueno de Valjean, sino también a los lectores de la novela.  Una obra maestra que nos hace reflexionar sobre la eterna lucha entre el bien y el mal, la ley y la justicia [con su tradicional vara de medir], la ética y la religión.



El Puente de Alejandro III

Posee 232 metros de longitud, siendo considerado el puente más bello de París que atraviesa el río Sena. Une la explanada de los Inválidos con el Gran Palacio de los Campos Elíseos. La primera piedra fue colocada el 7 de octubre de 1896 por el zar Nicolás II de Rusia siendo inaugurado el 14 de abril de 1900 para la Exposición Universal de París y honra la amistad franco-rusa desde el zar Alejandro III, a quien el puente está dedicado. 

Por tal motivo, tiene en su centro el escudo de oro de la ciudad de San Petersburgo con dos ninfas a cada lado, obras de Georges Récipon. «Las Ninfas del Sena», representan a Francia, mientras que “Las Ninfas de Nevá", representan a Rusia. 

Los arquitectos que participaron en la construcción del puente fueron Joseph Marie Cassien-Bernard y Gaston Cousin, y sus ingenieros fueron Amédée Alby y Jean Résal. 

Cuenta con una anchura de 40 m. y un único arco de 109 m. de longitud, que permite salvar el Sena de un solo vuelo.​ La iluminación del puente la conforman 32 farolas de bronce situadas sobre las barandillas que iluminan el puente. Dos grandes columnas de 17 metros de altura tienen en su cúspide estatuas de Pegasos en bronce dorado. Las cuatro estatuas tienen en su parte inferior cada una "La Francia de Carlomagno", "La Francia contemporánea", "La Francia de Luis XIV" y "La Francia renacentista". También hay cuatro estatuas de leones. 

Port Royal es uno de los puentes más antiguos. Fue un regalo del rey Sol, Luis XIV, a los parisinos para que lo perdonasen por todo lo que se había gastado para construir el Palacio de Versalles. 

El Puente de Saint Michel fue construido durante el reinado de Napoleón III como indican las “N”, símbolo imperial que se observan en las columnas.

Al terminar nuestra ruta por el Sena nos dirigimos al V Distrito donde se encuentra la histórica Universidad de la Sorbona que fuera fundada en 1257 por el teólogo francés Robert de Sorbonne y reformada en su totalidad por el Cardenal Richelieu. Por sus aulas pasaron célebres profesores y alumnos de la talla de Pierre y Marie Curie, Jean-Paul Sartre, Simone de Beauvoir, René Descartes, Louis Pasteur, Lavoisier, Víctor Hugo o San Ignacio de Loyola entre otros personajes históricos de indiscutible valía. 



Pero nuestro objetivo en este Distrito se encontraba ubicado en el “College de France” [junto a la Universidad de la Sorbona], uno de los centros de enseñanza más prestigiosos del país galo, donde nuestro inmortal poeta y coloso de la lírica española del siglo XX Antonio Machado asistiera en su tercer viaje a París [en 1911] para recibir clases del prestigioso filósofo francés Henri Bergson. 

Desde el Barrio latino [porque el latín era el idioma que se hablaba en la Universidad de la Sorbona] bajo una tarde fría [que calaba hasta los huesos] pusimos viento en popa a toda vela paseando por la ribera del Sena observando la fachada del Castillo La Conciergerie, el Museo de Orsay, la Asamblea Nacional hasta llegar a la Torre Eiffel que comenzaba a iluminarse para las fiestas navideñas mientras, la Plaza del Trocadero nos servía para realizar algunas fotografías con la Torre Eiffel al fondo. 

Cansados de nuestro primer día de ruta por París, tomamos el metro que nos acercaría hasta Robespierre donde se encontraba nuestro centro logístico y poder descansar nuestros sufridos pies no sin antes, darnos un merecido descanso que nos ayudaría a recuperar las energías perdidas.



Segundo día de ruta
El segundo día estuvimos acompañados todo el día por un continuo aguacero acompañado de frío intenso que nos seguía proyectándonos un París aún más gris, aunque muchos comercios comenzaban a encender su iluminación navideña que daba cierto colorido a sus gélidas calles.

Iniciamos temprano nuestra ruta en el Barrio Latino donde se encuentra el Panteón Nacional [en el V Distrito], que fuera destinado para uso cívico a partir de 1885 con motivo de los funerales del inmortal Víctor Hugo.



Al Panteón se accede por un peristilo monumental, inspirado en el Panteón de Roma en cuyo frontón se puede leer “Aux grands hommes la Patrie reconnaissante” (A los grandes hombres la Patria agradecida) donde aparecen Voltaire y Rousseau sentados, a la izquierda. Al entrar en el Panteón, nuestra mirada se fijaba en un enorme Péndulo Esférico de Foucault [en honor a su inventor, León Foucault]. Se utilizaba para demostrar la rotación de la Tierra.




En 1851 León Foucault recibe la autorización del príncipe presidente Luis Napoleón Bonaparte de utilizar la cúpula del Panteón para instalar allí un péndulo y poder así demostrar que la tierra gira sobre sí misma.

En 1744, tras una grave enfermedad de Luis XV cuya curación atribuye a la invocación de la santa Genoveva, hace la promesa de dedicar a la santa una nueva basílica. El proyecto se confía en 1755 al arquitecto Souffot, que ambiciona competir con la basílica de San Pedro de Roma; su colaborador Rondelet terminaría el edificio en 1790.

En el antiguo presbiterio destaca su enorme cúpula donde en su parte más elevada del ábside, el pintor Ernest Hébert plasmaría a "Cristo enseñando al ángel de la guarda de Francia los destinos de la patria" (Le Christ enseignant à l'ange gardien de la France les destinées de la patrie -ANGELVM GALLIÆ CVSTODEM CHRISTVS PATRIÆ FATA DOCET-), mientras en su parte baja se encuentra el Monumento a la Convención Nacional. 

Ni que decir tiene la tremenda emoción que nos embargaba cuando descendimos a la cripta donde descansan grandes escritores y filósofos de enorme talla intelectual [y que estudiábamos en nuestros tiempos de bachiller en la tierra de Villalón] como Jean Jacques Rousseau -el padre de la igualdad-, Voltaire -defensor de la tolerancia-, Víctor Hugo, Émile Zola, Alejandro Dumas y científicos como Pierre y Marie Curie, galardonados con el Premio Nobel de Física en 1903 por su descubrimiento sobre el radio.

Germinal, una obra cumbre y uno de los más bellos textos escritos sobre el drama del mundo minero con sus huelgas por mejorar las condiciones de su existencia. En las exequias de Zola, fue "Germinal, Germinal..." quien acompañaría a la inmensa multitud que acompañaba el féretro.

Naná, donde Zola con maestría literaria [no dejaba indiferente a nadie] alcanza la cúspide del naturalismo, al narrar la crudeza de una prostituta de lujo con sus víctimas masculinas.

La taberna, una magnífica obra que denuncia los estragos causados por la miseria en el mundo obrero donde el alcoholismo de las tabernas sirve como cruel refugio causando estragos en la clase obrera cuyos recursos brillan por su ausencia.

...Y tantas obras universales que la retina del recuerdo comenzaba a refrescar nuestras frágiles neuronas  al describir el ambiente político y social de una época...

En el interior del Panteón, nos sorprendió gratamente poder observar a profesores explicándole a sus alumnos sentados en el suelo clases magistrales de historia y filosofía acerca de éstos personajes históricos que cambiaron la historia del mundo y que difícilmente se les olvidará ésta experiencia.





Por decreto 4 de abril de 1791, la Asamblea Constituyente busca un lugar digno para honrar a los grandes hombres de la Nación. Con este objetivo nace el Panteón, que acoge los restos de Voltaire en 1791 y Jean-Jacques Rousseau y Marat en 1794. Rousseau "el padre de la igualdad", descansa frente a su eterno adversario Voltaire, "enemigo del clero y de los déspotas". La Revolución los define como dos emblemas de la Ilustración cuyos escritos propiciaron la llegada del nuevo régimen político. El 1885, ante la considerable emoción suscitada por la muerte de Víctor Hugo, solo la gigantesca basílica parecía ser digna de acoger sus restos.




El propio Voltaire  escribía a Diderot, en agosto de 1776, una carta que viene a ser una especie de testamento del hombre público:

La sana filosofía gana terreno desde Arjanguelsk hasta Cádiz; pero nuestros enemigos siguen teniendo de su lado el rocío del cielo, la gordura de la tierra, la mitra, el arca de caudales, la espada y la canalla. Todo lo que hemos podido hacer se ha limitado a lograr que las gentes honradas digan en toda Europa que tenemos razón, y tal vez hacer que las costumbres sean un poco más dulces y honestas. Sin embargo, la sangre del caballero de Barre huméa aún [el caballero de la Barre, que fue torturado y ejecutado por no haberse arrodillado al paso de una procesión, y cuyo cuerpo fue quemado, precisamente con el Diccionario filosófico de Voltaire]. Vivid largamente señor, y ojalá podáis dar golpes mortales al monstruo al que yo sólo he podido morder las orejas.


Historia del pasado por Josep Fontana

Pierre y Marie Curie fueron galardonados en 1903, junto a Henri Becquerel, con el Premio Nobel de Física por el descubrimiento de la radiactividad. En 1911, Marie Curie recibiría el Premio Nobel de Química, convirtiéndose en la primera mujer en la historia en ganar un premio nobel y también en recibir un doble Nobel.

Visitando la cripta de Víctor Hugo se nos viene de nuevo al pensamiento su histórica y atemporal novela “Los Miserables” que continúa proyectándose en el siglo XXI en París donde sigue brillando con luz propia la miseria y la desigualdad social en sus calles, mientras la clase política [al igual que en España] permanece en la despensa de palacio ajena a dicho contexto social, lo que les impide observar la vida de los oprimidos "los miserables del siglo XXI", que viven en los barrios obreros donde prevalece la falta de oportunidades, la injusticia social y la pérdida de poder adquisitivo. No cabe duda, de que si los Miserables del siglo XXI se rebelan contra la injusticia social y la miseria, serían llamados por el sistema “intolerantes”.



Los Inválidos
Desde el Panteón de París cogimos el metro por enésima vez para dirigirnos al VII Distrito de París donde se encuentra “Los Inválidos” [antigua residencia de los inválidos de guerra que quedaban sin hogar]. En su parte central se encuentra la impresionante cripta de Napoleón, la de su hijo Napoleón II y del hermano de Napoleón “José I de España” junto a grandes mariscales.

Junto al altar se encuentra un baldaquino muy parecido al de San Pedro de Roma, con sus columnas salomónicas, aunque más reducidas, lo que contribuye a dar al conjunto mayor solemnidad.



Arco del Triunfo

Desde el Panteón de París tomamos de nuevo el metro para desplazarnos al VIII Distrito. Sobre la Plaza Charles de Gaulle nos esperaba una enorme rotonda donde confluyen doce grandes avenidas coronadas por otro de los grandes símbolos de París “El Arco del Triunfo” más célebre del mundo. Fue construido por Napoleón entre 1806 y 1836 para celebrar su victoria en Austerlitz. De estilo neoclásico, posee una altura de 50 metros por 45 de ancho con una profundidad de 22 metros. A sus pies se encuentra la "Tumba del Soldado Desconocido" de la I Guerra Mundial con una llama continuamente encendida.

Poco nos quedaba para llegar al Museo del Louvre. Pasamos por la fachada del Palacio de Justicia en el I Distrito de París que llegara a ser la sede del Tribunal revolucionario desde el 10 de marzo de 1793 al 31 de mayo de 1795.

Bajo una intensa lluvia y con los pies cansados y doloridos “se hace camino al andar” llegamos al Museo del Louvre en el I Distrito no sin antes, estimular nuestro apetito e hidratarnos de nuevo en uno de los numerosos bares existentes en la rue Saint Honoré, frente por frente del Museo del Louvre.



La tercera jornada

Saint-Chapelle

A primeras horas de la mañana, nos esperaba de nuevo el abarrotado metro para acercarnos hasta la Sainte-Chapelle en la Isla de Cité, uno de los edificios góticos más importantes de París que fuera construido por San Luís entre 1241 y 1280 para albergar la presunta corona de espinas de Cristo junto con un pedazo de la Vera Cruz. Dichas reliquias fueron destruidas durante la Revolución francesa, en 1789. Actualmente se puede disfrutar de sus quince vitrales de 15 metros de altura que narran las escenas de la historia de la Humanidad incluyendo escenas del Antiguo y Nuevo Testamento. La Iglesia sería consagrada el 26 de abril de 1248. La Saint Chapelle es tan bella como Notre Dame. A través de sus vitrales nos sorprende una atmósfera mística creada por la luz al traspasar los vidrios de color.




Biblioteca Nacional
Terminada nuestra visita a la Saint Chapelle nos esperaba el metro para acercarnos a la Biblioteca Nacional Richelieu, que fuera testigo de la presencia de Antonio Machado leyendo los clásicos españoles como Cervantes, Quevedo o Lope de Vega entre otros. La Biblioteca Nacional al igual que todos los edificios públicos en Francia posee grandes medidas de seguridad.



El Palacio de la Cité o la Conciergerie
Siempre que paseamos por las riberas del Sena nos impresiona en la Isla de Cité el castillo de la Conciergerie con sus imponentes cuatro torres, en una de las cuales destaca la torre del reloj. 

El Palais de la Cité o de la Conciergerie es un edificio histórico de París que ocupa el muelle del Reloj. Fue residencia de los reyes de Francia durante los siglos X al XIV terminando convertido en prisión del Estado en 1392, tras el abandono del palacio por parte de Carlos V y sus sucesores.

Durante la época del Terror, la prisión de la Conciergerie estuvo considerada como la antecámara de la muerte. Pocos fueron los que salieron en libertad. La reina María Antonieta, esposa de Luís XVI, ejecutado nueve meses antes que su esposa [se ganaron la antipatía del pueblo] estuvo encarcelada en este lugar en 1793  siendo guillotinada el 16 de octubre de ese mismo año.

Además de la reina María Antonieta, la Conciergerie fue testigo de la reclusión de veintiún diputados girondinos, Lavoisier y Maximilien Robespierre entre otros. También en el siglo XIX serían encarcelados en la Conciergerie célebres personajes como el príncipe Napoleón (futuro Napoleón III).

La torre de la derecha o Torre Bombec “Torre de la Pregunta” sería el lugar donde se reunían a los presos durante la revolución para realizar los sumarísimos interrogatorios.

En el centro de la fachada se pueden observar dos torres gemelas. La de la derecha, llamada Torre de la Plata, era el lugar reservado para guardar el tesoro de la Corona francesa. La torre de la izquierda era la llamada Torre de César y en aquel lugar, el acusador Fouquier-Tinville tuvo su vivienda durante los años del Terror, teniendo entre sus actividades la labor de llevar la acusación pública contra la reina Maria Antonietta, Robespierre, los Girondinos y los Dantonistas entre otros. 

Pero el mismo Fouquier probaría su propia medicina al ser acusado de “juzgar y ejecutar a un determinado número de personas sin juicio previo ni condena.




La Torre del Reloj

A la izquierda del edificio y con la fachada principal de la Catedral de Notre Dame frente a ella, nos encontramos con una cuarta torre de forma cuadrada cuyos muros tienen casi 1 metro de espesor denominada “Torre del reloj” que alcanza los 47 metros de altura. El rey Carlos V encargó su construcción al no poseer París durante el siglo XIV ningún reloj público, siendo el primero de París en 1370.

El rey envió un mensajero a Alemania para negociar con Henry de Wyck, un relojero famoso, con el que llegó a un acuerdo para la construcción y el montaje de la máquina. El artista alemán, dice la historia, tuvo un apartamento asignado en la misma torre donde el reloj iba a ser colocado, y recibió seis céntimos diarios del rey durante ocho años consecutivos que es el tiempo que le llevó ejecutar su trabajo.

Jean Jounence, un conocido fundidor de campanas, recibió la orden de crear la campana contra el cual el martillo del reloj iba a dar las horas. Estas torres llegaron a ser infranqueables tanto para los enemigos como para los reclusos de la cárcel.

A lo largo del tiempo se han realizado sucesivas mejoras sobre la placa de reloj de Henry de Wyck. Los más importantes se produjeron en tiempos de Carlos IX y Enrique III. Pilon fue el encargado de realizar las esculturas que flanquean el reloj por dos figuras alegóricas que representan a la Ley y a la Justicia. 



Paseando por el IX Distrito nos encontramos la imponente fachada de la Opera Garnier que fuera mandada a construir por Napoleón III durante el Segundo Imperio francés. No deja indiferente a nadie.




Iglesia de la Madeleine

En el Distrito VIII de París se encuentra la Iglesia de la Madeleine con su enorme pórtico octástilo. Es de estilo neoclásico rodeada por 52 columnas corintias, con una longitud de 108 metros, una anchura de 43 metros y una altura de 30 metros. 

La Madeleine fue concebida por Napoleón Bonaparte como un templo griego dedicado a la gloria de su Grande Armée en 1806. Aunque pudo haber sido en 1837 una estación de ferrocarril finalmente se convirtió en iglesia en 1845.

Bajo el frontón, se encuentra la inscripción latina «D.O.M. SVB. INVOC. S. M. MAGDALENAE» («Domino Optimo Maximo sub invocatione Sanctae Mariae Magdalenae»), que significa «A Dios muy bueno y muy grande, bajo la invocación de Santa María Magdalena».



Plaza de la Vendóme

Desde la estación de metro de la Madeleine y Ópera llegamos a la Plaza de Vendóme en el I Distrito de la ciudad donde una enorme columna de 44 metros de altura por 3,60 metros de diámetro se encuentra coronada por la estatua de Napoleón I vestido de general romano. 

Fue erigida por Napoleón Bonaparte para celebrar su victoria en la batalla de Austerlitz contra las fuerzas combinadas ruso-austriacas del zar ruso Alejandro I y del emperador austriaco Francisco I en el contexto de las Guerras Napoleónicas. La columna fue esculpida por Auguste Dumont inspirada en la Columna de Trajano realizada en mármol, y mandada a erigir por Napoleón III. Está forrada con el bronce de los cañones arrebatados por los franceses en dicha batalla y decorada con bajorrelieves que representan escenas de la guerra.


Más tarde nos dirigimos al Jardín de las Tullerías desde donde se observa el gran obelisco de 23 metros de altura realizado en granito rosa de Asuán proveniente del Templo de Luxor en Egipto ubicado en el centro de la Plaza de la Concordia de París. Tiene un peso de 230 toneladas y en la cumbre del obelisco destaca el piramidión, cubierto en mayo de 1998 con láminas de bronce y oro. La base original se encuentra expuesta en el Museo del Louvre.

Entre los motivos que adornan cada una de las caras, figura Ramsés II [Tercer faraón de la XIX Dinastía (1304-1214 a.C.)] haciendo una ofrenda al dios Amón Ra [principal dios del Antiguo Egipto] con los títulos y cartuchos del rey escritos en jeroglífico. 



Montmartre, el barrio de los pintores bohemios del siglo XIX

La tercera jornada de nuestra visita nos lleva ineludiblemente a Montmartre en el XVIII Distrito. Subimos varias escalinatas con numerosos escalones que nos acercaba a una colina cercana a los 130 metros sobre el río Sena desde donde divisamos una hermosa panorámica de París con la Torre Eiffel, el Panteón, Notre Dame y los Inválidos brillando con luz propia.



Recorriendo a pie el barrio bohemio de Montmartre llegamos a la "Plaza de los pintores" donde  multitud de artistas invitan a los turistas a realizarse un dibujo o caricatura, entre puestos de frutas frescas, pescados y tiendas de souvenirs. En su parte más elevada se encuentra la Basílica del Sagrado Corazón de Jesús.


Moulin Rouge
Entre calles estrechas, empedradas y empinadas comenzamos a descender por el Moulin de la Galellet [que fuera inmortalizado en el cuadro de Renoir] hasta llegar a la fachada del Moulin Rouge “el cabaret más famoso de París”, que visitaran los hermanos Machado en su etapa de bohemia. Unas fotografías nos "inmortalizaron" en esta zona de París donde célebres pintores impresionistas le tomarían el pulso a este barrio de Montmartre como Van Gogh o Renoir, entre un largo etcétera.




Después de coger el enésimo metro para llegar al Museo de Orsay [una antigua estación de ferrocarril convertida en museo] para impregnarnos de los efluvios y reminiscencias del movimiento impresionista que se origina en Francia en la segunda mitad del siglo XIX, nos esperaban las inmortales obras de Van Gogh, Matisse, Renoir entre un sinfín de artistas.


Noche estrellada. Vincent Van Gogh. Museo de Orsay (París).

La Torre Eiffel

La Torre Eiffel que fuera construida por el ingeniero francés Alexandre Gustave Eiffel para la Exposición Universal de 1889 en París, nos esperaba para ser fotografiada desde la Plaza del Trocadero. Tiene 300 metros y es considerada el símbolo de Francia. 

Se encuentra situada en el extremo del Campo de Marte. Una antena colocada en su parte superior llevaría a elevar su altura hasta los 324 metros. Los artistas de la época la observaban como un verdadero monstruo férreo, siendo utilizada por el ejército francés como antena de comunicación. Se puede observar desde cualquier punto de París.

Desde el Museo de Orsay iniciamos un largo paseo por la ribera del Sena que nos acercaba de nuevo a la Asamblea Nacional para atravesar el Puente de Alejandro III y llegar a la Torre Eiffel como epílogo de nuestra visita, no sin antes hidratarnos de nuevo con una buena cerveza que nos permitiera recuperarnos del continuo trasiego. 

La memoria colectiva de una generación recordará la inolvidable película "Casablanca" interpretada por Humphrey Bogart e Ingrid Bergman con aquella inmortal frase "Siempre nos quedará París" con la leyenda del Rick´s Café "Tócala otra vez, Sam" proyectándola hacia nuestro lugar de encuentro con nuestros amigos: el inolvidable rincón de Manolo y Eduardo.


¡Siempre nos quedará Retamares!

Mientras tanto un vuelo nos esperaba en el Aeropuerto París-CDG para acercarnos a nuestro lugar de origen en la tierra de Villalón, de la Cal y del Flamenco, con la mente collocada en “Collioure”, donde descansa uno de los colosos de la lírica española del siglo XX, Antonio Machado, pero eso formará parte de otra interesante historia de nuestra particular ruta machadiana.


Desde París, para el blog de mis culpas…



P.D. La Plaza del Trocadero de París tomará su nombre en 1877 de la batalla homónima en la Bahía de Cádiz, un año antes de la Exposición Universal de París, con motivo de rendir homenaje a la memoria de los soldados muertos en la batalla homónima. Paradójicamente, nuestro vecino galo de la Liberté, Egalité y Fraternité conmemora la victoria del absolutismo de Fernando VII sobre los últimos defensores de La Pepa [la Constitución más avanzada de su tiempo].

Gracias a la toma del fuerte del Trocadero el 30 de agosto de 1823 [último baluarte de los liberales], por los Cien Mil Hijos de San Luís al mando del que de Angulema [Luis Antonio de Borbón] que cruzaron el Bidasoa el 7 de abril de 1823, los franceses inauguraron calles y plazas con el nombre de “Trocadero”, que recuerda la desafortunada intervención francesa para derribar el constitucionalismo y restituir al traidor monarca del absolutismo Fernando VII.

Si el conde de Provenza, más tarde Luis XVIII, en el Congreso de Verona [1822] ayudó a Fernando VII a recuperar el poder absoluto, enviando a España a los Cien Mil Hijos de San Luís, la ironía del destino hará que la hija de Fernando VII [Isabel II] abandone España después de la Revolución del 1868 "La Gloriosa". Será por el mismo río que entraran los Cien Mil Hijos de San Luís [Bidasoa] a reponer en el trono a su padre.


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