Desde la tierra de Villalón, de la Cal y del Flamenco orientamos nuestro sextante en busca de la Costa de la Luz donde la playa de Islantilla “Isla Cristina y La Antilla” brilla con luz propia en el poniente onubense, cercano a la frontera con Portugal.
Los antiguos andalusíes nombraron a estos territorios bajo la etimología “al garb o poniente”, la zona más occidental de la antigua Al Ándalus, que la diferenciaba del término “al Xarq o parte oriental de Al Ándalus”.
Las Dunas son un ecosistema muy importante del litoral atlántico, ya que en ellas habitan numerosos seres vivos (camaleón, chorlitejo patinegro, barrón y azucena del mar entre otros). Además, funcionan como una especie de despensa de arena para rellenar la playa después de los temporales de invierno.
La vegetación del sistema dunar merece especial protección, por cuanto protege la barrera de defensa de las playas al servir como fijación de la arena al terreno, evitando su desplazamiento o erosión.
Después de haber paseado sobre sus espléndidas playas bañadas por las frías aguas del Océano Atlántico y estimular nuestro paladar entre una excelente gastronomía, donde destacan los chocos y puntillitas fritas, langostinos, calamares de la huerta o gambas al ajillo entre otros manjares que nos ofrece la tierra y el mar -acompañados siempre de alguna que otra cerveza fría-, iniciamos nuestra ruta de vuelta hacia nuestro lugar de origen, en la tierra de Villalón, no sin antes, entrar por la Avda. de Méjico o del Decano en Huelva -en honor al Recreativo-, para conocer un poco más el antiguo Muelle de Carga -del Tinto o de Eiffel-, convertido en uno de los referentes turísticos de la ciudad onubense como zona de ocio, donde la gente disfruta paseando, leyendo e incluso pescando. La gigantesca estructura férrea de 1.165 metros de longitud proyecta su enorme sombra que nos recuerda a la Torre Eiffel tumbada bajo el sol.
La visita al Muelle de Carga complementada con el libro “1888. El año de los tiros” de Rafael Moreno junto con nuestra próxima visita al Museo Minero de Rio Tinto nos proyecta sin duda alguna, a la novela épica y monumental “Gérminal” de Émile Zola, el más bello texto escrito sobre el mundo de la mina, con sus dramas, miserias y huelgas, donde se narran similares e infrahumanas condiciones de vida de los mineros y sus familias entre “hambre, asma, sudor, lágrimas y la muerte como liberación”.
El impresionante Muelle de Carga o Embarcadero de la antigua Compañía de Rio Tinto -frente al Nuevo Estadio Colombino- sería construido entre 1874 y 1876 gracias a la iniciativa de un grupo de financieros británicos durante la Segunda Revolución Industrial con la intención de revitalizar las minas onubenses después de agotar sus minas de cobre en Inglaterra, lo que supondría una verdadera transformación socioeconómica en la zona con sus evidentes “efectos colaterales” al mermar las teleras gravemente la salud de los trabajadores, sus familias y el hábitat de la cuenca minera.
En el año 1863 nace oficialmente el Foot-ball Association en la Freemason’s Tavern londinense con sus primeras normas y reglamentos. No cabe duda de que lo que nos ha llegado de aquellos tiempos pretéritos no han sido las condiciones infrahumanas de la cuenca minera sino que los primeros mimbres del fútbol español surgieron en las Minas de Riotinto (Huelva) en 1873 al introducir los británicos que explotaban las minas de Riotinto este deporte.
El Huelva Recreation Club (actual Real Club Recreativo de Huelva) es el club de fútbol más antiguo de España que se fundaría en 1889 en el Club de Bellavista. El fútbol no penetraba a través de los Pirineos sino por el sur de la Península Ibérica. La cuna del fútbol español se encuentra en Huelva, denominándose al Recreativo de Huelva “El decano del fútbol español”.
El 14 de febrero de 1873 el presidente de la I República Española, Estanislao Figueras, firmaba el decreto por el que las minas de Rio Tinto, fueron vendidas por el precio de 93 millones de pesetas a un consorcio británico que tenía la capacidad de expropiar todos los suelos para la construcción del ferrocarril además de adquirir el suelo, subsuelo e incluso el aire del entorno natural quedando los habitantes de la cuenca minera desposeídos de cualquier elemento de subsistencia que no viniera de la Compañía Minera.
Ni tan siquiera durante el gobierno republicano de 1873 cuajarían las mejoras laborales y sociales que pedían los mineros.
El 29 de marzo de 1873, se firmaba el acta de constitución “The Río Tinto Company Limited -RTCL-”, que se convertirá unos años más tarde en la empresa minera más importante de su época a nivel mundial. Una explotación gradual a cielo abierto que junto con la construcción del Muelle de Carga en el Puerto de Huelva y el ferrocarril que transitaría desde las Minas de Río Tinto hasta el Muelle de Carga (80 km. de distancia) hará que las frágiles entendederas de las fuerzas vivas de Huelva comiencen a pensar en inglés ante los derechos de los mineros.
La construcción del muelle
En sus comienzos, el proyecto del embarcadero presentaba grandes dificultades debido a la escasa firmeza del terreno, superado por el empleo de plataformas de madera apoyadas sobre el lecho del río. Otro gran inconveniente sería salvar los más de 500 metros de infraestructura sobre el mar, que permitiría el calado de los grandes buques de carga.
Para la construcción del muelle, la Compañía contrató a una empresa acreditada dirigida por el ingeniero John Dixon. El muelle constaba de tres pisos sostenidos por castilletes de columnas de hierro con roscas Mitchell, y se prolongaba por el lado de tierra por un viaducto de madera de 226 metros, unido a un terraplén de acceso. Por la plataforma superior circulaban los trenes de minerales y por la inferior, los de mercancías.
Millones de toneladas de piritas se embarcarían a través del muelle de la Compañía de Rio Tinto hacia la Inglaterra. El sistema de embarque contaba con una altura considerable que salvaba la altura de los barcos. La caída del material sería por gravedad, por ser más económico, lo que permitía desplazar las grandes vagonetas empujadas por locomotoras. Las tolvas descargaban por gravedad el mineral en el interior de la embarcación.
El 18 de marzo de 2003 el Muelle sería declarado Bien de Interés Cultural (BIC), con la categoría de monumento, permitiéndose el paseo de los transeúntes, lo que permite disfrutar de un entorno de enorme belleza entre un monumento de ingeniería británica del siglo XIX.
El Ferrocarril
Para el diseño del ferrocarril que llegaría desde las Minas de Rio Tinto al Muelle de Huelva, el presidente de RTCL Hugh Matheson contrató a un inglés muy prestigioso, llamado George Barday Bruce, y a un segundo hombre, Tomas Gibson, que materializó la propuesta. El proyecto del muelle se presentaría a la Compañía en febrero de 1874, y posteriormente a la Junta de Obras del Puerto de Huelva y al Ministerio de Fomento. La línea principal del ferrocarril quedaría terminada el 28 de julio de 1875, y el muelle se levantó un año más tarde, en marzo de 1876.
Desde el 11 de junio de 1873 a julio de 1875 se puso en marcha el ferrocarril de vía estrecha más importante del mundo para llevar el mineral desde las Minas de Río Tinto al Muelle de Carga en Huelva que distaba 80 km. A todo ello había que añadir 8 puentes, 5 túneles y 12 estaciones de ferrocarril tendría un coste de 767.190 libras esterlinas de la época.
También se construyeron 264 km. de ramales de vías que servían de unión entre los talleres, almacenes, tajos, las distintas poblaciones y los poblados mineros. Se usaron 147 locomotoras de vapor, 9 locomotoras diésel hidráulicas, 6 automotores de tipos diversos, 21 locomotoras eléctricas de varias clases y 1 locomotora de aire comprimido. Y también 1.300 vagones, 2.000 vagonetas y 36 coches de viajeros. El objetivo estaba claro, extraer todo el mineral posible, vaciar las montañas hasta sus mismísimas raíces al menor coste, solo con el sudor, la sangre y el dolor de los trabajadores.
El tren de transporte de mineral, podían alcanzar los 400 metros de longitud con 50 vagones, cargados de mineral.
Después de nuestra visita al Muelle de Carga nos dirigimos al Barrio de la Reina Victoria o Barrio Obrero como legado británico en Huelva (B.I.C. en 1977) donde pudimos apreciar sus típicas casas inglesas, que se construyeron para alojar a los trabajadores que pertenecían a la compañía minera de Rio Tinto.
Es evidente que en el Museo Minero de Riotinto existe mucha información y profundas huellas sobre las terribles condiciones laborales y de salud que padecieron sobre sus propias carnes los trabajadores de aquella época junto con la casi olvidada masacre ejercida por el Regimiento de Pavía aquel 4 de febrero de 1888 y de la cual no hubo responsables al pensar en inglés incluso la propia justicia.
Desde el Muelle de Carga y el Barrio de la Reina Victoria colocamos nuestro punto de mira en el origen del mineral, en entrañas de la tierra de las Minas de Río Tinto. Aunque nuestra próxima visita al Parque Minero de Río Tinto como legado tras 100 años de la huella británica en Huelva formará parte de otro interesante artículo del blog de mis culpas que compartiremos con nuestros amigos.
Desde la Casilla del Guarda, en el Barrio de la Reina Victoria de la capital onubense, para el blog de mis culpas…
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