Sevilla tuvo que ser…testigo de aquel horror aquel 6 de febrero de 1481, allá por el quemadero de Tablada [y otro existente frente a la Universidad donde se encuentra el monumento al Cid], bajo la gélida noche enlutada ¡Qué pena de tanta sinrazón, entre presuntas herejías, mientras el Tribunal de la Inquisición, proyecta su lacerante terror, entre las ascuas encendidas!
Que fuera Diego Susón, en aquella Sevilla cristianizada, la primera víctima de la Inquisición, corrupta, vil y sanguinaria, que se proyectará durante siglos, para enlutar media España.
Una nueva España excluyente, que ni piensa ni razona [como diría el poeta], sino que se dedica a embestir sobre cualquier forma de progreso ¡Vaya a ser que, si no se controla el silencio de los vencidos, se pudiera poner en peligro tantos privilegios!
Sevilla goza de tan siniestro “honor”, desde aquel febrero del año 1391 en aquel Barrio de Santa Cruz, que también tuvo una calle denominada “del ataúd” que iba desde el postigo del Alcázar hasta la Plaza de los Venerables, o calle de la Muerte [calle Susona desde 1845] sin olvidar, la calle Vida, dedicada a aquellos judíos conversos que lograron escapar de tan vil matanza de inocentes.
Hacia la diáspora se dirigen los judíos sefardíes con sus alforjas cargadas de nostalgia para evitar que los cristianos viejos “sigan tirando de la manta” y sean acusados por la Cruz Verde nudosa, [cuyos símbolos son el olivo para el perdón junto a la cruel espada], y evitar por enésima vez, seguir siendo los chivos expiatorios de una nueva Cruzada [cuyo epílogo tendrá lugar en la diáspora de marzo de 1492].
¡Oh, Plaza de Santa Cruz!, muy cerca de la actual Plaza de doña Elvira, volverte hoy a recordar aunque parezca mentira, que todo aquello pasó, aunque quedara en el olvido, [existe un Centro de Interpretación sefardí para recordar aquellos cuatro mil muertos a los que aún estamos vivos], y que el tiempo aún no terminado de diluir entre las páginas la tergiversada historia, donde no pocas veces predomina la ideología del historiador por encima del rigor histórico…
Cuando el grajo vuela bajo [porque hace un frío respetable] el 2 de enero, en la tierra de Villalón, de la Cal y del Flamenco y también de los antiguos alkevires [contando con el permiso de la pandemia que nos ha robado no sólo el mes de abril como diría Joaquín Sabina], enarbolamos nuestras frágiles velas para recordar antiguos y bellos rincones de la antigua y profunda Sevilla, impregnando nuestros sentidos en el Barrio de Santa Cruz.
Antigua sinagoga judía convertida en la iglesia de Santa María la Blanca, en el barrio de la Judería
Nuestro sextante orientaba nuestros pasos hacia la antigua sinagoga de “Santa María la Blanca” que nos acercaba hasta el Centro de Interpretación “Judería de Sevilla”, un lugar para la reflexión entre la nostalgia y la esperanza que nos transportaba a la antigua Sefarad, donde el Barrio de Santa Cruz y la Plaza de Doña Elvira [calle Vida y Muerte] brillan con luz propia entre las olvidadas páginas de la historia.
En aquel histórico lugar nos encontramos varios azulejos que hacen referencia a la “Revuelta antijudía de 1391” y aún nos parece mentira, que todo aquello pasó y todo quedara en el olvido…[como dice la canción].
Es posible que Sevilla haya sido una de las pocas ciudades del mundo donde la muerte sin sentido haya tenido incluso rotulada una calle en uno de los cascos históricos más emblemáticos de Europa.
No obstante, en muchos pueblos todavía han existido y existen nombres como Cruz Verde [símbolo de la Inquisición], antigua cuesta del vigolero [ayudante del verdugo], Callejón de la Inquisición, etcétera, que recuerdan tenebrosos tiempos pretéritos.
En la judería se produjeron saqueos, incendios y matanzas contra la población judía de la época, en un contexto histórico donde las epidemias asolaban Europa. Cualquier plaga era atribuida a los judíos como chivo expiatorio, que no sólo eran acusados de envenenar pozos sino también de querer destruir a la Cristiandad.
Una gran parte de la población judía era gente emprendedora dedicada al comercio o prestamistas, lo que levantaba el recelo de los deudores y también de parte de la población cristiana, que los culpaba de ser el origen de las grandes epidemias y catástrofes que ocurrían en las ciudades, lo que llevaría en más de una ocasión, al asalto de las juderías en Sevilla, Córdoba y Toledo entre otras ciudades.
Todos los judíos sabían leer y escribir teniendo amplios conocimientos en aritmética y gramática en un mundo cristiano donde el saber y el conocimiento se encontraba custodiado sólo en los monasterios.
El arcediano de Écija, Ferrán Martínez, través de sus sermones, tanto en Écija como en Sevilla fue provocando un furor antisemita, que hizo que el pueblo llano viera a los judíos como causa cierta de todas sus desgracias y empobrecimiento.
La situación política y el vacío de poder en aquellos momentos hacen que el pueblo siguiera ciegamente a fanáticos e iluminados como el arcediano de Écija, que con sus soflamas antisemitas sembraban el odio por todas partes, especialmente en Sevilla, donde se encontraba la judería más grande y más próspera.
En la primavera de 1391, el joven rey apenas había cumplido 11 años. La prematura muerte del rey en 1390, hacen de la Corte un escenario de disputas e intrigas cortesanas de toda índole para organizar la regencia del joven rey Enrique III.
En marzo de 1391 hay un conato de asalto a la Judería sevillana. Si bien se produjeron importantes robos y asaltos a tiendas y viviendas, los daños contra personas no fueron de gravedad ya que don Alvar Pérez de Guzmán, alguacil mayor de la ciudad, consiguió con sus hombres detener los desmanes y alborotos.
antigua sede de la Inquisición de Sevilla
No obstante, aquel arcediano subió aún más el tono de sus incitaciones contra los judíos, hasta provocar una matanza sin precedentes en la Judería sevillana. Se dice que murieron 4.000 personas aunque la cifra sea controvertida. Lo que no cabe ninguna duda es el horror que se vivió en estas calles el 6 de junio de 1391.
La presión ejercida sobre los conversos [marranos o criptojudíos en el medio académico] es de tal magnitud que un notable grupo de ellos comienza a reunirse. El mercader Diego Susón, el jurado Francisco Martínez, el sedero Diego de Jerez, el tintero Álvaro González, el aduanero Albilafia, el cambiador Pedro Ortiz, el mayordomo Alemán Pocasangre, los hermanos Aldafes, vecinos de Triana, el padre, un canónigo, Pedro Fernández Benaveda, son algunos de los conjurados que pretenden rebelarse contra las humillaciones de la Inquisición y, sobre todo, contra el cada vez más estrecho cerco que sobre sus actividades económicas y comerciales se está estableciendo. Pero son descubiertos y denunciados al Tribunal de la Inquisición.
Diego Susón será ejecutado en Tablada el 6 de febrero de 1481 junto con seis de los conjurados. En abril se ejecuta al resto de los acusados, hasta veinte.
Muralla de la antigua Dar al Imara de la antigua Isbilya "Alcázar de Sevilla", que desemboca en el Callejón el Agua, desde donde salen la Calle Vida y la Calle Muerte o Susona, que desembocan en la Plaza de Doña Elvira.
…Casi perdido entre el laberinto de sus angostas callejuelas en el Barrio de Santa Cruz y paralelo al Alcázar “antigua Dar al Imara” de la antigua Isbilya nos adentramos en el Callejón del Agua donde se encontraba una puerta que comunicaba el Alcázar con la Judería.
Y será en este contexto histórico donde surge una trágica leyenda de amor y muerte en el corazón de la antigua judería de Sevilla [la bella Susona] que por amor traicionaría no sólo a su padre sino también a su pueblo, hecho que le marcará el resto de su vida.
La vida y la muerte trazará una lúgubre historia en la judería hispalense dando lugar al Callejón de la Susona [antigua calle de la Muerte] y la calle de la Vida [por donde lograron salvarse algunas familias judías] cuya nomenclatura se encuentra impregnada entre hechos históricos y leyenda.
Y será en este contexto histórico donde nace la leyenda de la Susona…
Susona Ben Susón (siglo XV)
Era hija de un rico mercader converso llamado Diego Susón. Admirada por la belleza de su rostro y el de su cuerpo, era llamada por los sevillanos “la fermosa fembra”, y gozaba de admiradores y pretendientes en toda la ciudad de Sevilla. Enamorada de un apuesto joven perteneciente a un noble linaje de cristianos viejos de la familia Guzmán, le confesó a su enamorado las conversaciones secretas que su padre tenía con otros conversos. Querían hacerse con el control de la ciudad y evitar las continuas represalias y vejaciones a que eran sometidos los conversos por los cristianos viejos. De inmediato, el joven dio noticias de esta conspiración al alcalde de la ciudad, y éste hizo apresar a todos los conspiradores (entre ellos el padre de la Susona) a los que se dio muerte. Entre los conspiradores estaban Pedro Fernández de Benaveda, mayordomo de la Catedral; Juan Fernándes de Albilafia, llamado “el perfumado” por su excesiva compostura en el vestir y arreglarse, que era letrado y alcalde justicia; Adolfo de Triana, también rico mercader y hombre principal, y así hasta 20 conversos pudientes de Sevilla, Carmona y Utrera. La joven se vio huérfana y abandonada por su amado, llevando una vida misteriosa y escondida que dio lugar a numerosas leyendas.
“Para que sirva de ejemplo a los jóvenes en testimonio de mi desdicha, mando que, cuando haya muerto, separen mi cabeza de mi cuerpo y la pongan sujeta en un clavo, sobre la puerta de mi casa, y allí se quede para siempre jamás”.
La calle de la Susona se llamó antes la calle del Ataúd y la calle de la Muerte…así que no parecía tener muy buenos presagios. En el lugar en el que estuvo colgada la supuesta calavera de la Susona hasta bien entrado el siglo XVII, se colocaron unos azulejos en los que puede leerse:
“En estos lugares, antigua calle de la muerte, púsose, la cabeza de la hermosa Susona Ben Susón, quien, por amor, a su padre traicionó, y por ellos, atormentada, dispúsolo así en testamento”.
Desde la antigua Judería de la antigua Sevilla, en el Barrio de Santa Cruz, para el blog de mis culpas...
P.D. Desde que Diego de Susán fuera condenado a la hoguera en el quemadero de Tablada como el primer Auto de Fe celebrado en Sevilla, el 6 de febrero de 1481, hasta el último ajusticiado, el maestro de escuela valenciano Cayetano Ripoll el 31 de julio de 1826 que fuera ahorcado por no creer en los dogmas católicos, pasarán tres siglos y medio de terror de un Tribunal cargado de miserias y vicios cuya nefasta influencia llegará a convertirse en una pesadilla hasta que fuera definitivamente abolido el 15 de julio de 1834 tras la muerte de Fernando VII, quien convirtiera al Tribunal de la Inquisición en un verdadero aparato policial.
El símbolo de la Inquisición era una Cruz Verde nudosa central amparando en su lado derecho, una rama de olivo para el perdón y en el lado izquierdo, la espada]. No es raro observar algunas calles o plazas en algunos pueblos de España rotuladas con el nombre de “Cruz Verde”, que denota la influencia que este Tribunal tuvo en tiempos pretéritos.
Una de las leyendas que enriquecen nuestra rica tradición oral nos recuerda que una vez se encontraba Murillo paseando por los alrededores de la Catedral de Sevilla o del Puerto de Sevilla y se le acercó una gitana que se aventuró a leerle su destino. Le miró muy seria a los ojos animándole a no acudir a ninguna boda para evitar su desdichado final. Murillo, como era un ferviente hombre de fe, y bastante supersticioso, llegó a rechazar alguna invitación por miedo a que se cumpliera la profecía.
La ironía del destino quiso que Murillo, universal maestro del Barroco, encontrase la muerte tras caer de un andamio pintando precisamente una boda [que dejó inacabada]: la de Santa Catalina con Dios, en el altar mayor de la iglesia Convento de Capuchinos de Cádiz. El día 3 de abril de 1682 murió Sebastián Esteban Murillo, a los 65 años de edad, como consecuencia de la caída.
Y la profecía de aquella gitana se cumplió… No fue como padrino ni como marido, pero sí como autor del cuadro de una boda: un compromiso divino entre Santa Catalina y Dios mismo.
Murillo se encuentra enterrado en algún lugar de la desaparecida iglesia del Barrio de Santa Cruz de Sevilla [anterior mezquita y sinagoga], que fuera derribada en 1810 por los franceses.
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