Desde La Alberca en Salamanca, orientamos nuestro sextante en busca de Santillana del Mar y las cuevas de Altamira. Antes de llegar a Santillana del Mar la toponimia del lugar, nos recuerda en un cruce de la carretera "Fontibre", donde nace el Padre Ebro, lo que me evoca antiguos recuerdos en aquellas antiguas clases de geografía "España limita al norte con el Mar Cantábrico", con aquellos mapas físicos colgados de una alcayata encalada mil veces ciento, donde venían reflejados la cuenca de los ríos con sus afluentes y las cadenas montañosas "el Ebro nace en Fontibre", etimología que proviene del latín Hiberus flumen, que a su vez deriva del griego "Ἴβηρ (Íber) y que dará nombre a la Península Ibérica.
El túnel de Nogales dejaba atrás una montaña con escasa vegetación para introducirnos en un enorme valle verde donde predominan los verdes prados como hábitat de las vacas lecheras.
...Y llegamos a Santillana del Mar [a unos 30 km de Santander], denominada la villa de las tres mentiras, porque "ni es santa, ni es llana, ni tiene mar", aunque por allí pase el camino de Santiago del Norte y a tan sólo 8 km se encuentre el Mar Cantábrico.
Etimológicamente, el topónimo Santillana proviene de Sancta Luliana [siglo VIII], cuyas reliquias se conservan en la Colegiata de Santillana. Su expansión económica y cultural culminará en 1209 cuando Alfonso VIII le otorgue el Fuero adquiriendo el título de villa, al ser lugar de parada de los peregrinos que se dirigen a Santiago Compostela [Campus Stellae] desde Santander.
Tras el obligado check-in, colocamos nuestro centro logístico y de descanso en el Hotel La Casona de Revolgo, donde en el parque homónimo comienza la ruta hacia las cuevas de Altamira.
Santillana del Mar tiene dos arterias principales: la calle denominada La Carrera tiene casonas antiguas, palacetes con heráldicas y balcones de madera. La calle Santo Domingo se encuentra jalonada de comercios con artesanía, tiendas de miel, anchoas del Cantábrico, buenos vinos y dulces tradicionales.
Causa sorpresa la cantidad de hoteles, casas rurales, y apartamentos que tiene este pueblo, que aunque no llega a 5.000 habitantes, posee un importante atractivo turístico.
Santillana del Mar es de los pocos lugares donde no llegó la denominada invasión musulmana del 711. Un bisonte de piedra en la Plaza Mayor, escultura del escultor local Jesús Otero, rinde homenaje a los bisontes de la cercana Cueva de Altamira, lo que nos recuerda que hay que ir a visitarla. En la Plaza Mayor se encuentra el Ayuntamiento.
Hubo un tiempo en Santillana del Mar donde las vacas bajaban para beber en el abrevadero cercano a la Colegiata de Santa Juliana, del siglo XII, el monumento románico más representativo de Cantabria declarado Monumento Nacional en 1889. Un abrevadero donde nace un manantial de agua como fiel testigo de su origen ganadero.
La Colegiata de Santa Juliana de Nicodemia del siglo XII es una joya del Arte Románico. Destaca su fachada con arquivoltas, siendo su claustro uno de los mejores del románico español.
Existen muchas flechas amarillas que nos indica que estamos en la dirección correcta del Camino de Santiago del Norte.
Paseando por el casco histórico de Santillana del Mar jalonados de escudos heráldicos nos damos cuenta de su encanto medieval, con sus calles empedradas de canto rodado.
El Museo de la Tortura nos recuerda los convulsos tiempos donde el Tribunal de la Inquisición brillaba con luz propia ejerciendo el miedo entre sus habitantes, entre condenas, castigos y ejecuciones.
El Tribunal de la Inquisición ejerció una enorme influencia en la vida social, política y religiosa del Imperio español, controlando la ortodoxia católica, forzando la conversión y el sometimiento de la población, e impulsando una cultura de represión y control social a través de juicios y torturas.
La Plaza de las Arenas, donde se encuentra el Palacio de Velarde, de estilo renacentista, entre el siglo XV y XVI.
Numerosas tiendas, tascas y restaurantes jalonan su casco histórico. En una de ellas tomamos una botella de sidra natural Somarroza [75 ml] para abrir apetito, pero lo que el cuerpo nos pedía era una buena cerveza fría. Así que nos dirigimos a la terraza-restaurante Casa Miguel, una antigua casona medieval donde pedimos revuelto de patatas con lonchas de jamón o chorizo por encima, acompañado del zumo de cebada.
Algunos comercios nos recuerdan que estamos en pueblos de tradición ganadera con las cántaras de leche de metal
Desde Santillana del Mar orientamos nuestro sextante didáctico en busca de Bilbao para realizar una grata visita a la mítica gabarra del Atletic, al Estadio de San Mamés con el monumento a Iríbar, el Museo Guggenheim, y el Museo de Reproducciones Artísticas, etcétera, en una nueva ruta que formará parte de otra interesante historia para compartir con los amigos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario