El marrano de San Antón y la Moza de Ánimas en el pueblo de La Alberca son tradiciones que hunden sus raíces en la Edad Media. Dicen algunas páginas de la historia sobre el Marrano de San Antón, que fue institucionalizado por los judíos conversos para demostrar a la Iglesia su verdadera fe cristiana ante la amenaza de la Inquisición o Tribunal del Santo Oficio, que juzgaba los casos de herejía mientras que el brazo secular del Estado, la autoridad civil, ejecutaba las sentencias.
Etimológicamente, marrano proviene del árabe "muḥarrám", que significaba "cosa prohibida". Y era empleado como anatema o maldición. Tras la expulsión de los judíos en 1492 los cristianos viejos [aquellos que no tenían ascendientes judíos o herejes] mencionaban de manera peyorativa el término marrano para dirigirse a aquellos judíoconversos que continuaban practicando su religión, aunque fuera en privado.
En un principio dicho vocablo servía para musulmanes como para los judíos sefardíes aunque más tarde se denominara al musulmán converso con el término "morisco". Lo que pretendía la nueva hegemonía religiosa mediante la intolerancia era reducir al "Otro" para erosionar su propia identidad cultural.
Los productos de la matanza del cerdo eran donados por los judioconversos a la parroquia, para que quedara constancia de su devoción. Cabe pensar que muchos judíos conversos y moriscos llegaron a colgar jamones en la puerta de sus casas como señal de que no practicaban el judaísmo y para no levantar sospecha alguna ante la Inquisición.
En el año 1492 la nueva España integrista, intolerante, rancia y refractaria como idea de Castilla le helará el corazón a la España sefardí como prólogo de lo que ocurrirá más tarde con la población autóctona morisca, traumatizada y clandestina entre 1609 y 1614, que tuvo que soportar la pesada carga del exilio o en el mejor de los casos padecer la presión de los cristianos viejos acostumbrados a “tirar de la manta” para impedir que los conversos ejercieran trabajos destinados tradicionalmente a ser ejercidos por los “católicos de pura sangre”.
No hace falta recordar que en algunas paredes del interior de las iglesias se colocaban grandes lienzos denominados "mantas", donde estaban escritos los nombres de las familias de conversos. Colgar un sambenito a comienzos del siglo XVI equivalía a culpar injustamente a la población conversa y por consiguiente, a que la Inquisición los tuviera en el punto de mira por si era necesario "tirar de la manta".
Los marranos disimulaban su identidad judía y simulaban que adoptaban la religión cristiana. Toda su vida era observada por los vecinos y la Inquisición. Los judeoconversos escuchaban las predicaciones, acudían a la Iglesia para ser vistos y participaban o aparentaban participar en las festividades religiosas. El secreto de su identidad quedaba reducido a un radical y solitario espacio de la intimidad en sus hogares, perdiendo el carácter social del judaísmo. La identidad y prácticas judías se restringe a determinados ritos, cada vez más alejados de la tradición. Los marranos van poco a poco, desapareciendo, bien por la implacable acción de la Inquisición, bien por el olvido.
El judío durante la Edad Media era considerado perteneciente al pueblo deicida, responsable de la muerte de Jesús. Además se le colocaba el sambenito de "asesino de niños y envenenador de aguas", a lo que habrá que añadir el tópico social de avaro, usurero o recaudador de impuestos. Cuando existía una epidemia de peste, se culpaba a los judíos como chivo expiatorio. Éstos no cogían enfermedades porque se lavaban las manos a diario como práctica de higiene antes de comer.
La Moza de Ánimas
Otra de las tradiciones que cuenta con mayor arraigo en el pueblo de La Alberca es el culto a las Ánimas Benditas. Todos los días del año, coincidiendo con el crepúsculo, sale la Moza de Ánimas con su lúgubre comitiva con la esquila de las Ánimas en su mano derecha recorriendo todo el pueblo y rezando por las almas del Purgatorio, entonando una salmodia.
Un halo de misterio recorre las calles de La Alberca durante el crepúsculo, y más aún durante los gélidos días del invierno.
Dicen en La Alberca, que todos los días del año cuando llega el ocaso del día, se oye por las calles de La Alberca a la Moza de las Ánimas Benditas tañendo una esquila o campana, acompañada de otras mujeres, para llamar con sus salmos a la oración de los vecinos y llevar la paz a las Ánimas del Purgatorio, que se encuentran en estado temporal para expiar sus pecados. Es tradicional rezar un Padre Nuestro acompañado del Ave María.
La Moza de Ánimas se para en cada una de las esquinas y toca tres veces la esquila, entonando la salmodia, dando otros tres toques y vuelve a entonar, cesando la salmodia. Por último, toca por última vez otros tres toques y continúa su camino, hasta que recorre todas las esquinas del pueblo. No vuelva a salir hasta el día siguiente. Así todos los días del año, ya llueva, haga viento o nieve.
Nos sentamos en la terraza de un bar en la Plaza Mayor, y escuchamos durante el crepúsculo el eco de una esquila o campana que nos avisaba de que la Moza de Ánimas se encontraba en una esquina recordándonos la plegaria por las almas benditas del Purgatorio. Como curiosidad fui a comprobarlo, encontrándola entonando sus plegarias.
Una costumbre que aunque posiblemente hunda sus raíces en el siglo XVI, nos recuerda más bien episodios de la España profunda o de sotana y sacristía, de Antonio Machado [dicho sea con el máximo respeto]. Todo ello en su conjunto pone los vellos de punta desde la mentalidad de un sexagenario del siglo XXI.
Plegaria en la parte exterior de la Iglesia Parroquial
Nuestra Señora de la Asunción
PLEGARIA
"Fieles cristianos acordémonos de las almas benditas del Purgatorio
con un Padrenuestro y un Avemaría por el amor de Dios.
Otro Padrenuestro y otro Avemaría por los que están en pecado mortal
para que su Divina Majestad los saque de tan miserable estado."
La Moza de las Ánimas se detiene en las esquinas del pueblo, y actúa con sus plegarias como puente entre el mundo de los vivos y el de los muertos. No cabe duda de que el pueblo de La Alberca alberga un elevado componente de religiosidad popular perenne en la memoria colectiva del pueblo, aunque posiblemente en vías de extinción al no existir relevo generacional, aunque por ahora sigue existiendo una especie de halo místico que embarga al pueblo a partir del crepúsculo vespertino.
Los cruceros en sus plazas, calles y símbolos religiosos en los dinteles de las casas, junto a una cruz y un candil en el lateral de la iglesia de Ntra. Señora de la Asunción recuerdan a los difuntos.
El Concilio de Trento en su Decreto 25 reafirmaba la existencia del Purgatorio instando a los cristianos por las almas de los difuntos que allí permanecían para encontrar alivio y subir al cielo, instruyendo a los obispos para que se enseñara.
Desde los púlpitos y confesionarios se inculcaba a los fieles que las almas de los difuntos tenían en el Purgatorio un periodo de caducidad, para que su estancia fuera lo más breve posible, siendo necesario sufragarlo con abundantes misas y oraciones mediante su justo precio, donando a la Iglesia fincas y propiedades. Estaba ampliamente extendida la costumbre de realizar donaciones a instituciones religiosas a cambio de evitar el Purgatorio y el Infierno.
La importancia del Infierno y del Purgatorio en la mentalidad de su época y en parte del misticismo de la España profunda. El hombre, reflexiona y se angustia, cuando no tiene nada a lo que agarrarse.
El ser humano siempre ha necesitado de un barquero que le ayude a atravesar sus propias sombras y angustias. Y es ahí donde interviene el brujo, el hechicero o el chamán al cumplir un papel fundamental al actuar como presunto intermediario entre la tribu y la divinidad, entre la comunidad y el Trascendente.
La Divina Comedia es la creación más importante de Dante Alighieri, escrita entre 1301 y 1321, siendo una de las obras fundamentales de la transición del pensamiento medieval (teocentrista, que consideraba a Dios el centro de todas las cosas) al renacentista (antropocentrista, que consideraba al ser humano como el centro y medida de todas las cosas).
En algunos pueblos cuando se produce un óbito, si suenan 9 campanadas, el muerto es un hombre, si suenan 8, la difunta es una mujer, lo que me recuerda costumbres desaparecidas de mi pueblo durante mi época de zagal.
Recuerdo que los difuntos eran velados por su familia en sus propias casas [hombres en un lado y mujeres en otro]. La disposición del cirio en el zaguán de la vivienda del difunto, indicaba si era hombre o mujer. La cera ha sido y sigue siendo muy importante en los ritos funerarios, siendo considerada como el lugar intermedio entre el lugar del fallecimiento del difunto y su destino final.
Y quién no recuerda a nuestras abuelas, en el Día de los Difuntos, encender aquellas velas tristes que denominaban "mariposas" [junto a una fotografía del difunto], que eran pequeños discos de corcho con un pabilo en su parte central, sobre un plato con aceite y agua, con la sana intención de ayudar a las ánimas benditas para proseguir su camino hacia Dios...Y aquello, a los niños de mi época, nos causaba cierto temor, al transitar por el pasillo donde se encontraba la habitación de la abuela en tan señalado Día de los Difuntos.
Todo ello me recuerda un retablo de las Ánimas del Purgatorio realizado a mediados del siglo XVIII, en el lado del crucero del lado del Evangelio en la Catedral de la Sierra Sur de mi pueblo [Iglesia de San Miguel Arcángel].
Desde la Alberca, en Salamanca, en el monumento al marrano de San Antón, para el blog de mis culpas...
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