sábado, 25 de octubre de 2025

Visita al Palacio de la Condesa de Lebrija, en Sevilla

 

El Marqués de Lozoya afirmó que era «el palacio mejor pavimentado de Europa»

 

Desde la tierra de Villalón, de la Cal y del Flamenco orientamos nuestro sextante didáctico, en compañía de nuestros amigos Manuel, Jesús y Antonio, para conocer el Palacio de la Condesa de Lebrija que se encuentra en la calle Cuna, 8 de la capital hispalense.




Tras haber realizado una visita durante la mañana a las Reales Altarazanas y al monumento de Miguel Mañara frente al Hospital de la Caridad, paseamos a través del Postigo del Aceite, antes de dirigirnos a la Casa Palacio de la Condesa de Lebrija, donde los mosaicos romanos brillan con luz propia.

Nada hacía presagiar en pleno corazón de Sevilla que tras una bella fachada renacentista pudiésemos encontrarnos con una casa-palacio de estilo andaluz tan bien conservada, donde brillan con luz propia los patios sevillanos con sus bellos mosaicos romanos acompañado de grandes obras de arte para disfrute de los sevillanos y visitantes.




La entrada al Palacio de la Condesa de Lebrija tiene el “módico precio” de 15 euros por persona, no existiendo descuento alguno para pensionistas. Pero, merece la pena la visita.




La Casa-Palacio posee un carácter único de corte Renacentista Mudéjar
Una especie de relicario donde se ha guardado el legado de sus antepasados junto con los tesoros artísticos que decoran su bello interior.


Haciendo una breve introducción, la desamortización de Mendizábal en 1836, puso a la venta los bienes del clero regular y se produce en la gente pudiente de la época una fiebre desmesurada por el coleccionismo de cosas antiguas como símbolo de riqueza y estatus social.

El coleccionismo será considerado un pasatiempo refinado de las élites, admirado por unos y vilipendiado por otros. Muchos coleccionistas con recursos actuarán como verdaderos depredadores del Patrimonio Cultural al que dicen defender. Aunque será éste el caso.



El edificio

Data del siglo XVI, siendo ampliado en los siglos XVIII y XX. Inicialmente perteneció a la familia Paiba, pasando posteriormente a los condes de Miraflores, pero cuando realmente comienza a cobrar vida es en 1.901, año en que doña Regla Manjón Mergelina, condesa de Lebrija, compra y restaura durante trece años los dos mil metros cuadrados de que consta la casa familiar, una verdadera "domus" de la capital hispalense.




La planta baja, donde vive la familia durante el caluroso verano de Sevilla, se extiende en torno a un bello patio columnado con arcos arabescos donde se encuentran ánforas, esculturas, pinturas, elegantes muebles, bellos mosaicos y piezas romanas, antiguos azulejos de Triana rescatados de conventos y palacios en ruina, piezas de porcelana y valiosos cuadros, entre un largo etcétera.


Destaca el opus sectile que consiste en ensamblar piezas grandes de mármol para formar figuras geométricas, y el opus tessellatum, que utiliza pequeñas teselas para formar un bello mosaico.




Una colección de tinajas [cinco árabes], brocales de pozos árabes, alfarería entre el siglo X y XIII, bustos grecorromanos, ánforas romanas, cerámica romana y visigoda, arte califal, platos de Talavera de la Reina o mosaicos como el de Polifemo o la Medusa nos esperan durante la visita, sin olvidar el un retablo del siglo XVIII, un cuadro de la Escuela de Van Dyck "La Virgen y el Niño", de Bruegel el viejo, o los cuadros de la Escuela de Murillo, como por ejemplo, una copia del siglo XIX, "Santa Justa y Rufina", cuyo original de Bartolomé Esteban Murillo se encuentra en el Museo de Bellas Artes de Sevilla.




Arte Califal Placa de mármol con un león atacando a una gacela
Encargada por Almanzor "Al Mansur" en Medina Zahara (Córdoba). Año 987


Se trata de un patio columnado en torno al cual se articula todo el edificio. En el centro del patio se encuentra un mosaico, decorado con un círculo central, en cuyo interior se encuentra la figura de Polifemo o del Dios del Pan, rodeado de 8 medallones con escenas de aventuras amorosas de Zeus, que fue encontrado en 1914 en Santiponce (Sevilla).

El conjunto del mosaico del dios Pan, de 6,85 metros x 6,82 metros, se trasladó tesela a tesela, desde Santiponce a la calle Cuna, instalándose en el Patio Principal. La figura central representa al dios Pan tocando la flauta para Galatea, con cuatro medallones en las esquinas con figuras femeninas (primavera, verano, otoño e invierno). Los otros medallones intermedios representan escenas mitológicas de gran interés: Leda con el cisne, Europa con el toro, Ganímedes dando de beber al águila, y Danae y la lluvia de oro.





El patio está rodeado por una galería, cuyo suelo está compuesto por un mosaico de opus sectile, de raros mármoles de colores, hallado en Itálica (Santiponce), en 1902.




En la planta baja se encuentra un cuadro de Doña Regla Manjón, Condesa de Lebrija, pintado por Joaquín Sorolla, en 1914, quien realizó este retrato a cambio de una obra de “San Bartolomé” de la Escuela de Ribera para su colección que hoy se conserva en el ante-comedor de la Casa Museo Sorolla, en Madrid.


En la segunda planta, vive la familia en invierno. Cuando se visita nos da la impresión de que el tiempo se ha detenido en tiempos pretéritos. Allí se encuentra la capilla privada del palacio, la biblioteca, el dormitorio, el comedor, las salas de estar con chimenea y cortinas de tela gruesa que proporcionaba calor, la sala imperial, el salón de los retratos de familia [Pedro Manjón, Leona Mergelina y Leona Manjón], las cerámicas de Cantón, el salón marroquí, un comedor con su vajilla azul de Inglaterra, el salón verde, donde la condesa despedía a sus invitados, entre retratos de familia con uniformes de gala y armas familiares, tapices con temas bíblicos y muebles de caoba que jalonan los pasillos del palacio junto con los bargueños del siglo XVII y XVIIII para guardar documentos y joyas. Para que no falte ni un detalle, existe una sala donde se cambiaba el obispo antes de decir misa en la capilla del palacio.

La luz eléctrica llegará al palacio en 1925. Las lámparas son originales. Anteriormente, la vivienda se alumbraba con velas.




¡Pero, quién era Doña Regla Manjón y Mergelina, mujer no solo de alta cuna, sino también una erudita adelantada a su época, y que llegó a ser la primera mujer académica de número de la Real Academia de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría!

 

Regla Manjón Mergelina nació en el seno de una familia hacendada el 26 de octubre de 1851, en Sanlúcar de Barrameda [Cádiz], falleciendo el 19 de febrero de 1938 en su casa-palacio de Sevilla, en la actual Calle Cuna, 8.

Mujer tradicionalmente conservadora y de la alta nobleza andaluza, participa en la vida social sevillana. Su amor por el arte le llevará a conseguir un valioso patrimonio cultural a lo largo de su vida, desde bellos mosaicos en Itálica hasta valiosas obras de arte adquiridas a lo largo de su vida.

 

La Condesa viajó por España, Inglaterra, Francia, Alemania, Portugal y Marruecos, algo no muy común en la época.

 

Las controversias en relación a los mosaicos y objetos procedentes de Itálica, fueron objeto de polémica: méritos para sus panegiristas, quienes la consideraron como una labor de rescate para recuperar objetos artísticos que de otra manera hubiesen sido serían expoliados y vendidos fuera de España. Demérito para otros, que consideraron su labor como un verdadero expolio cultural, aunque es cierto que en su época no existían leyes que defendieran el Patrimonio Cultural, y por tanto, no se pueda juzgar con la visión de hoy.

La boda de Regla Manjón tiene lugar el 27 de octubre de 1895 en el oratorio de su casa sanluqueña de Moreda. Federico Sánchez Bedoya, quien tras el triunfo de la Revolución de 1868 “La Gloriosa” que acabó con la monarquía de Isabel II, quedando restaurada la dinastía borbónica, inició una brillante carrera política adscrito al Partido Conservador de Cánovas del Castillo, llegó a ser diputado a Cortes por Sevilla, vicepresidente del Congreso de los Diputados y gobernador civil de Madrid.

Viuda, y sin hijos doña Regla, ya que su esposo morirá tres años más tarde, en 1898, el mismo año en que España perdió los últimos jirones de su Imperio —Cuba, Puerto Rico y Filipinas— tras la derrota en la Guerra del 98 con Estados Unidos a la que pondrá fin el Tratado de París.

Regla Majón era una mujer culta y erudita, apasionada de los libros e interesada por la historia, por el estudio y por el arte.



Frisos procedentes del Palacio de los Ponce de León en Marchena,
sobre la escalera de tres tramos del Palacio mandada a construir por la Condesa de Lebrija. Todo en perfecta armonía.


Regla Manjón mandó construir una caja de escalera. Para cubrirla utilizó un bello techo de lacería mudéjar procedente del castillo de los duques de Arcos en Marchena. Una barandilla en madera de caoba idéntica a una que había visto en una casa de Sanlúcar de Barrameda se la encargó a un carpintero.

 


Conjunto Arqueológico de Itálica en la actualidad


Ironía del destino

La primera norma para proteger el yacimiento de Itálica se promulgara el 9 de febrero de 1810, durante la ocupación napoleónica, que en aquel momento sufría un gran expolio debido a la falta de legislación. 

Los franceses bajo el mando del mariscal Soult serán los mismos que expoliaron los cuadros de Murillo, Valdés Leal y Zurbarán en 1812, hecho que refleja fielmente el pintor Fernando Vaquero en su cuadro “El Expolio”. La Catedral de Sevilla, junto con las iglesias de Santa María la Blanca en el Barrio de San Bartolomé y el Hospital de la Caridad en el Barrio del Arenal, entre otras muchas, fueron expoliados por los mismos que decían defender el patrimonio de Itálica y presuntamente amigos de España.


«Queriendo reunir en un mismo sitio todos los monumentos de las bellas artes existentes en esta ciudad, hemos decretado y decretamos lo siguiente: de las salas de nuestro Real Alcázar se tomarán quantas sean necesarias para que se coloquen los monumentos de arquitectura, las medallas y las pinturas, y su escuela, que ha de ser conocida por la Sevillana».

La Gaceta de Sevilla, a 13 de febrero de 1810

José Bonaparte

 

Como ironía del destino cabe destacar que la Semana Santa de Sevilla le tendrá que estar "agradecida" al mariscal Soult de que no le gustara la escultura en madera ni la imaginería, quedando a salvo muchos Titulares de las Hermandades de aquel expolio artístico. De lo contrario, el Cristo del Cachorro, el de los Gitanos o del Gran Poder, entre otros, posiblemente estarían hoy ocupando algunas de las salas en el Museo del Louvre, para dolor de Sevilla.



Litigio de la Condesa de Lebrija

Es cierto que en aquella época no existían leyes que amparasen los Bienes Culturales. Actuar en Itálica con aquellas excavaciones privadas sería considerado en la actualidad como un verdadero expolio, pero en la mentalidad de la Condesa no existía otra cosa que traerlos a su casa-palacio para ser protegidos antes de ser destruidos. Su labor de rescate ha sido una manera de conservar y cuidar el patrimonio artístico.

Uno de los casos más llamativos es el que sufrió Rodrigo Amador de los Ríos [abogado, arqueólogo e historiador español] a raíz de su conflicto con la condesa de Lebrija, Regla Manjón, por la aparición del Mosaico de los Amores de Zeus. La condesa pagó a unos guardas para que nadie se llevara el mosaico y se ocupó de su extracción con el fin de llevárselo a su residencia, la actual Casa de Lebrija en la calle Cuna. «Rodrigo Amador de los Ríos se enfrenta a ella, pero la condesa elabora junto a otros personajes de la ciudad un documento de denuncia para que destituyan al que llaman excavador oficial. Y claro que lo echan, faltaría más. A ella la hacen académica de la Historia», apunta con ironía José María Luzón mientras recuerda a aquel jornalero que él conoció y que le relató que en su juventud le vendió una estatua a la condesa con cuyo dinero se compró una mula. «A la mula le puso el nombre de Regla, en agradecimiento a la condesa», añade.

En 1914, un vecino de Santiponce encontró en terrenos de su propiedad, en la zona conocida como olivar de los palacios, tres mosaicos en magnífico estado de conservación. Como era costumbre, la primera persona a la que fue ofrecida el descubrimiento fue a la condesa de Lebrija, la cual, en vez de comprar los hallazgos, adquirió directamente la finca con lo que contenía, imaginando que habría más tesoros enterrados. Sin embargo, el Estado se enteró de la maniobra y entabló pleito con la condesa. En un primer fallo, se decidió que los tres mosaicos quedaran en poder de la condesa de por vida en calidad de usufructo, sin poder ser enajenados ni cedidos, y siempre con la condición de que no se pudieran mover del lugar en que fueron encontrados.

Esta decisión no satisfizo a la Condesa, ya que su intención era trasladarlos a su palacio de la calle Cuna, donde ya había guardado numerosas piezas. Apeló el fallo y, como era mujer de influencias (su difunto marido, don Federico Sánchez Bedoya llegó a ser vicepresidente del Gobierno), consiguió quedarse sin restricciones el más grande (el mosaico del dios Pan), a cambio de ceder los otros dos al Estado.

Hay que decir en descargo de doña Regla que no era una expoliadora al uso, cuyo fin fuera la mera exposición de obras en su casa por pura vanidad ni, mucho menos, hacer negocio con los hallazgos. Es más, su dedicación a la arqueología llegó a tal punto que, aprovechando que estaba restaurando la casa-palacio, modificó muros y tabiques con el fin de adaptarlos a los objetos que iban a contener (algo particularmente visible en la Sala Ochavada), pintando las paredes a la manera romana (en colores ocre y carmesí, con cenefas decorativas) y, en general, adaptando el palacio al contenido y no al revés, que era lo habitual.

 

Tras un largo proceso se llegó a un acuerdo: doña Regla consiguió que se le cediera por Real Orden el más bello de los tres mosaicos, conocido como Amores de Júpiter, a cambio de que donara al Estado los otros dos dedicados a Baco-, y que hoy se encuentran en el Museo Arqueológico de Sevilla.

El litigio entre la Condesa de Lebrija y los poderes públicos de la época tendrá sus consecuencias. Desde 1912 las Ruinas de Itálica fueron declaradas Monumento Nacional y a partir de esa fecha no se permitirá que los descubrimientos fueran realizados por particulares. Las actividades privadas se vieron mermadas tras la promulgación de la Ley de Excavaciones en 1911 y la Ley de Patrimonio Histórico Español de 1912.

Es un hecho histórico que Sevilla ha utilizado a lo largo de su historia Itálica como canteras [o fuente de materiales]. Muchos sillares y materiales de las ruinas romanas, incluyendo las columnas que se encuentran en la Alameda de Hércules, que provienen del templo de los dioses en Itálica, fueron trasladadas allí por encargo del rey Pedro I. Se dice que en los cimientos de la Giralda se utilizaron sillares de Itálica.
 



Donación de parte de su biblioteca a la Universidad de Sevilla

 

La Condesa de Lebrija era poseedora de una gran biblioteca que contaba con unos seis mil libros. En 1931, un importante fondo sería donado por la condesa a la Universidad de Sevilla [unos dos mil libros], lo que será conocido como el “Fondo de la Condesa de Lebrija”.


Título de Condesa de Lebrija

Regla Manjón y Mergelina reclamó para sí y sus descendientes, el título de “Condesa de Lebrija”

Alfonso XIII rehabilita a su favor por Real Decreto de 28 de octubre de 1912:

“Accediendo a la solicitado por Dª Regla Manjón y Mergelina, viuda de Sánchez Bedoya, teniendo en cuenta lo dispuesto en el Real Decreto de 27 de mayo último, de acuerdo con el parecer de Mi Consejo de Ministros, vengo en rehabilitar, sin perjuicio de tercero de mejor derecho, el título de Conde de Lebrija a favor de Dª Regla Manjón y Mergelina, viuda de Sánchez Bedoya, para sí, sus hijos y sucesores legítimos”.

 


Título de Hija Adoptiva y Predilecta de Sevilla [1916]


Reconocimientos

Al margen de su pasión por el arte y las antigüedades Regla Manjón inició una importante labor social a su llegada a Sevilla, muy especialmente a favor de los niños abandonados. Una de sus prioridades sociales fue la construcción de una casa-cuna acorde a los nuevos tiempos, cediendo para este fin su finca Huerta de San Jorge en cuyos terrenos el arquitecto Antonio Gómez Millán levanta en 1914 un soberbio edificio regionalista que se dedicaría a atender a los niños expósitos. Actividades benéficas que le serían reconocidas a la condesa por el Ayuntamiento de Sevilla, siendo nombrada el 26 de mayo de 1916 Hija Adoptiva de la ciudad “a fin de enaltecer los méritos de tan caritativa señora”.




  • En 1918, Regla Majón había sido nombrada miembro de la Comisión de Monumentos de Sevilla y elegida académica de número de la Real Academia de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría, siendo la primera y única mujer en formar parte de esta institución sevillana en muchos años. Era la primera mujer académica.
Las actas de la junta extraordinaria de la Academia en las que se propuso y se acordó el nombramiento no dejan lugar a duda: en la Junta General Ordinaria celebrada el día 6 de octubre de 1918, se acuerda por unanimidad, “teniendo en cuenta las circunstancias especialísimas que concurren en la Excelentísima Señora Doña Regla Manjón, Condesa de Lebrija y a las grandes pruebas que tiene dadas de su amor a Sevilla, a sus Artes y Monumentos, elegir a dicha Señora para ocupar la vacante de Académico ocurrida por fallecimiento del Señor Don José Muñoz Estévez, y que al terminar la sesión fue de la Academia al domicilio de dicha señora a notificarle su nombramiento”.
  • El 19 de abril de 1920, la condesa de Lebrija será nombrada Académica de la Real Academia de San Fernando.
  • Regla Manjón, gran defensora del desarrollo de una estructura de sanidad pública, contribuye a la fundación del sanatorio antituberculoso de El Tomillar, en Dos Hermanas, y se preocupa de que los soldados heridos en la guerra de África sean atendidos en centros hospitalarios adecuados. Por estas actividades Alfonso XIII le concede la Gran Cruz de Beneficencia en 1921.
Regla Manjón, con su vista mermada, fallece en su Palacio de Lebrija, el 9 de febrero de 1938 a los 86 años de edad. Gracias a su colección arqueológica y artística de esta mujer vanguardista para su época, los sevillanos y visitantes podemos disfrutar de un Patrimonio Cultural importante, siendo el Palacio de Lebrija, uno de los tesoros ocultos por conocer en la capital hispalense.

 


Busto de don Eduardo de León y Manjón


Al no tener descendencia Doña Regla Manjón, su sobrino Pedro Armero, III Conde de Bustillo, heredó el palacio de su tía, la Condesa de Lebrija. Pedro Armero tampoco tuvo descendencia, pasando la herencia a su sobrino Eduardo de León y Manjón…




Terminada nuestra visita al Palacio de la Condesa de Lebrija dejamos en un segundo plano nuestro sextante didáctico para orientar el gastronómico hacia la Taberna de Manolo Cateca, ubicada en el casco antiguo, y donde brilla con luz propia el vino de Jerez, el queso y las chacinas, junto con los buenos taberneros sevillanos chapados a la antigua. 




Allí nos hidratamos con una buena cerveza fría antes de emprender viento en popa en busca del Restaurante Slava, en el barrio de San Lorenzo, donde recuperamos algunas energías, tras una conveniente hidratación "mens sana in corpore sano". 

Recuperadas nuestras fuerzas emprendimos una nueva visita hacia la Plaza del Museo con el Monumento a Bartolomé Esteban Murillo como testigo de nuestra presencia. Frente al monumento a Murillo se encuentra el Museo de Bellas Artes, donde nos esperaba la Exposición "Arte y Misericordia. La Santa Caridad de Sevilla", que compartiremos también con los amigos.


Desde el Palacio de la Condesa de Lebrija, en compañía de Manuel, Jesús y Antonio, para el blog de mis culpas...


 Martínez Montañés "Dios de la gubia hispalense"

Visita al Monasterio cisterciense de San Isidoro del Campo

Visita al Conjunto Arqueológico de Itálica (I)

Visita a la iglesia de Santa María la Blanca con el Aula de la Experiencia de Morón


viernes, 24 de octubre de 2025

Una visita a la Exposición "Arte y Misericordia. La Santa Caridad de Sevilla"





Tras haber realizado una visita por la mañana a las Reales Altarazanas y al monumento de Miguel Mañara con nuestros amigos Manuel, Jesús y Antonio, paseamos por el Postigo del Aceite, en el antiguo Puerto de Indias para dirigirnos a la Casa Palacio de la Condesa de Lebrija, donde los mosaicos romanos brillan con luz propia.  Tras la grata visita, orientamos nuestro sextante gastronómico hacia la taberna de Manolo Cateca, ubicada en el casco antiguo donde brilla con luz propia el vino de Jerez, el queso, las chacinas junto con los buenos taberneros sevillanos chapados a la antigua. Allí nos hidratamos con una buena cerveza fría antes de emprender el camino en busca del Restaurante Slava, en el barrio de San Lorenzo, donde recuperamos las energías tras una conveniente hidratación "mens sana in corpore sano". 

Se dice que Sevilla experimentó un gran crecimiento durante la época de los descubrimientos, convirtiéndose en el puerto comercial de América y una de las ciudades más importantes de Europa. Aunque este auge se debió a la creación de la Casa de la Contratación en 1503, es necesario recordar,que Sevilla, varios siglos antes, en 1252 había comenzado a construir por orden de Alfonso X las Reales Altarazanas junto al río Guadalquivir para la construcción de  navíos, que desde el río Padre de Andalucía ejercieran su influencia tanto en el Estrecho de Gibraltar como en el norte de África. Sevilla ya tenía relaciones comerciales con Portugal, Italia, Inglaterra y Francia.

La tarde estuvo dedicada para realizar una inoldivable visita a la "Exposición Arte y Misericordia. La Santa Caridad de Sevilla" en Museo de Bellas Artes de Sevilla, antiguo convento mercedario. Pasamos por el patio el aljibe hasta llegar frente al patio de los bojes, ahora plantado de arrayanes, donde se encontraba tan magna Exposición, que guardaremos gratamente en la retina del recuerdo.

Disfrutar de la visión de grandes lienzos de Bartolomé Esteban Murillo (1618-1682) Juan de Valdés Leal (1622-1690) junto con las esculturas de Pedro Roldán (1624-1699) y Pedro Duque Cornejo (Sevilla, 1678 - Córdoba, 1757) no se ve todos los días, y más aún, si se encuentran a escasos centímetros frente a nosotros. 

Una Exposición tan cerca de mi pueblo, la tierra de Villalón, [quien se bautizara en la misma iglesia y pila bautismal que Miguel Mañara, en la iglesia de San Bartolomé del Barrio de Santa Cruz] se nos presenta como una gran oportunidad para disfrutar de obras maestras del Barroco y por tanto, no podíamos desaprovechar la ocasión que se presentaba ante nuestra proa didáctica.

El Monumento a Bartolomé Esteban Murillo preside la Plaza del Museo como preámbulo a las grandes obras de arte que nos quedaban por disfrutar, y tan cerca de nosotros.





La Exposición consta de 17 obras que se pueden visitar hasta junio de 2026, y que han sido trasladadas desde el Hospital de la Caridad [afectado por las obras de las Reales Altarazanas] hasta el Museo de Bellas Artes de la capital hispalense. Por vez primera se podrán observar a la altura del suelo fuera de su entorno original.

Todas las obras originalmente fueron diseñadas hace tres siglos y medio para la iglesia del Hospital de San Jorge del Hospital de la Santa Caridad, gracias a su benefactor el Venerable Miguel Mañara.

No hace mucho que realizamos la ruta de Miguel Mañara por el Barrio de Santa Cruz de Sevilla junto con una visita al Hospital de la Caridad para ilustrarnos de las grandes obras de pintores de enorme talla como Murillo y Valdés Leal, y escultores como Roldán y Cornejo.

La "Exposición Arte y Misericordia. La Santa Caridad de Sevilla" se encuentra estructurada en tres ámbitos que reflejan el programa iconográfico original de Mañara:

1. Murillo, con siete de sus pinturas: "La multiplicación de los panes y los peces", "Moisés haciendo brotar el agua de la roca de Horeb", "Santa Isabel de Hungría curando a los tiñosos", "San Juan de Dios transportando a un enfermo", "La Encarnación, "Niño Jesús" y "San Juan Bautista niño".



San Juan de Dios transportando a un enfermo ayundado por un ángel [1662 o 1672]

Exposición "Arte y Misericordia. La Santa Caridad de Sevilla"




"Santa Isabel de Hungría curando a los niños tiñosos"

Bartolomé Esteban Murillo. 1672




Detalle del cuadro


La escena refleja el compromiso de Santa Isabel de Hungría con los más necesitados. El detalle principal del cuadro es el fuerte contraste entre la opulencia de la santa y sus acompañantes y la miseria de los niños, vestidos con ropajes pobres, sucios y harapientos.


2. Valdés Leal, con  "Finis Gloriae Mundi" y "In Ictu Oculi ". Ambos cuadros simbolizan la vanidad de las glorias mundanas a través de la descomposición de los cadáveres en espera del Juicio Final.



"Finis Gloriae Mundi" de Juan de Valdés Leal. 1671-1672
Exposición "Arte y Misericordia. La Santa Caridad de Sevilla"


Finis Gloriae Mundi

Una débil luz vislumbra el interior de una cripta funeraria donde se acumulan los restos humanos en el pudridero. En primer término, la cruda visión de dos cadáveres en descomposición, un obispo y un caballero de Calatrava como lo fuera Mañara, nos muestra la fragilidad de la vida y los implacables efectos de la muerte.

Arriba, la mano llagada de Cristo sopesa las buenas obras frente a los vicios practicados por el hombre durante su vida. Estos son simbolizados por el plato izquierdo de la balanza por diversos animales, mientras que a la derecha, las buenas obras son representadas por instrumentos de penitencia y ayuno, libros de oraciones y un rosario, coronados por el amor de Cristo, simbolizado por el corazón con el anagrama JHS. Las inscripciones “NI MAS” y “NI MENOS, indican que en la vida del hombre debe predominar la virtud y el amor sobre los vicios.



"In Ictu Oculi ", en un abrir y cerrar de ojos. Juan de Valdés Leal. 1671-1672
  Exposición "Arte y Misericordia. La Santa Caridad de Sevilla"


In Ictu Oculi

Esta obra inicia el programa ideado por Mañara, recordando que la muerte llega a todos de modo inexorable, en un abrir y cerrar de ojos (in ictu oculi), despojando al hombre de las riquezas y los disfrutes efímeros acumulados en este mundo. Con esta consideración dispone al hombre a preparar su alma para la vida eterna.

Valdés Leal, de modo magistral, representa a la muerte como un esqueleto que con su impactante mirada interpela al espectador. Dispuesta a su misión, porta un ataúd, una mortaja y la guadaña. En un gesto teatral apaga la llama de la vida mientras pisa un globo terráqueo, en alusión a su victoria sobre la vida terrenal. A sus pies, a modo de vanitas, se acumulan valiosos objetos que señalan la fugacidad de la vida y la irrelevancia de los triunfos mundanos ante la eternidad: el poder “terreno o espiritual”, las riquezas, la sabiduría y los honores.

Y un Retrato póstumo de Mañara, encargado por los hermanos de la Caridad


"Importante trabajo pictórico realizado por Valdés Leal al servicio de la Hermandad fue el Retrato de Miguel Mañara leyendo la regla de la Santa Caridad, lienzo que se destinó a presidir la Sala de Cabildos. Esta obra está fechada en 1681, poco después de la muerte de Mañara, y se encargó con la intención de que sirviese para preservar la memoria de quien había sido el fundador del hospital".

Enrique Valdivieso
Catedrático de Historia del Arte de la Universidad de Sevilla




Retrato de Miguel Mañara leyendo la regla de la Santa Caridad, por Juan de Valdés Leal. 1681. Perteneciente a la Hermandad de la Santa Caridad.


Retrato de Miguel Mañara, 1683

Cuatro años después de la muerte de Mañara, sucedida en 1679, la Hermandad de la Santa Caridad encargó a Valdés Leal este retrato de su venerado fundador. Es una imagen póstuma, para la que pudo utilizar como modelo la mascarilla funeraria de Mañara que guarda la Hermandad. La efigie aparece dentro de un óvalo, siguiendo las medidas de retratos difundidos por Murillo, con un rótulo que le identifica y proclama como padre de los pobres.

El rostro, de tres cuartos mira al espectador al que muestra en su mano derecha, como gesto elocuente, un ejemplar de su Diccionario de la Verdad donde planteó la espiritualidad que transmitió a través de un excepcional conjunto de obras de arte. La mano izquierda reposa sobre una calavera de acuerdo con su pensamiento sobre la fugacidad de la vida y su irremediable sometimiento a la muerte.


Valdés Leal y la Hermandad de la Caridad

Juan de Valdés Leal ingresó como hermano de la Caridad en agosto de 1667. Pone su arte al servicio de la Hermandad a través de una gran diversidad de técnicas artísticas donde muestra un gran genio creador da pinturas sobre lienzo, decoración mural, policromía, escultura e incluso la decoración de los libros de protocolos e inventarios.

En el bajocoro despliega toda su capacidad expresiva y crudeza visual en dos de sus mejores obras: “In Ictu Oculi” y “Finis Gloriae Mundi”, que inciden en la llegada de la muerte que a todos alcanza, apagando la vida de repente sin importar las glorias mundanas. La muerte antecede al momento en que el hombre va a ser juzgado según sus actos de virtud o sus vicios, y recompensado o castigado por ello. La muerte es la puerta a la eterna recompensa y a partir de esa realidad, Mañara mostrará que la práctica de la caridad es el modo de alcanzar la salvación eterna.

Valdés se ocupa de los murales de la bóveda y los muros del presbiterio que decora con ángeles, los cuatro evangelistas y varios santos de vocación caritativa. Valdés se ocupa también de la policromía del Retablo Mayor, obra de espléndida calidad donde el dorado contrasta con las esculturas pintadas y estofadas y se complementa con el gran bajorrelieve del fondo, en el que una escena de gran efecto pictórico acentúa la perspectiva.

Una vez fallecido Mañara realiza dos retratos póstumos con la intención de preservar su memoria, así como el encargo del gran cuadro “La Exaltación de la Santa Cruz”, llamado también, “Heraclio entrando en Jerusalén”. Su mensaje es que ningún rico entrará en el cielo sin haber practicado la caridad al narrar como, al regresar Heraclio, emperador de Bizancio, tras haber rescatado la cruz de Cristo que había sido robada, un ángel le exige entrar en la ciudad sin boato al igual que lo hizo Jesús.

Su último trabajo para la Hermandad fue una escultura de la Virgen del Rosario realizada para la enfermería.


3. Una tercera sección dedicada a las esculturas realizadas para los retablos de la iglesia, destacando las obras de Pedro Roldán y su nieto Pedro Duque Cornejo. 

Entre las siete esculturas exhibidas se encuentran la Virgen de la Caridad (talla anónima policromada por Valdés Leal), los dos ángeles lampararios de Pedro Duque Cornejo, el Ecce Homo "he aquí el hombre", de los hermanos Francisco y Miguel García, y el Cristo de la Caridad junto con las tallas de San Roque y San Jorge, de Pedro Roldán.





Pedro Roldán

Pedro Roldán realizó para el Hospital de la Caridad esculturas del magnífico Retablo Mayor, presidido por la escena del entierro de Cristo donde culmina todo el programa iconográfico de la iglesia. Es mostrada como la obra de misericordia de enterrar a los muertos, misión específica de la Hermandad desde su fundación a mediados del siglo XV: sepultar a los muertos de los que nadie se hacía cargo por haber fallecido sin recursos o ahogados. Desde Mañara, esta finalidad se extendió a la atención a los enfermos desvalidos.

El retablo contratado en 1670 es fruto de la afortunada colaboración del tracista Bernardo Simón de Pineda, el escultor Pedro Roldán y el pintor Valdés Leal, quien lo dora y policroma invirtiendo en su ejecución más de dos años. Está concebido como una escenografía arquitectónica efectista y teatral que presenta la dramática escena del Entierro de Cristo. En sus extremos, más cercanos al espectador, José de Arimatea y Nicodemo, como modelos para los hermanos, depositan a Cristo en el sepulcro, mientras que detrás, a modo de friso, se despliegan las figuras de la Virgen, san Juan y las santas mujeres. El fondo lo constituye una vista del Calvario donde bajorrelieve y pintura se confunden. La policromía de Valdés refuerza la expresividad e ilusionismo de las esculturas y el bajorrelieve, mediante un inteligente uso del colorido y las sombras.

La escena central está franqueada por grandes columnas salomónicas, donde se sitúan las esculturas de San Jorge, patrono titular de la iglesia, y San Roque, protector ante enfermedades y epidemias, que son mostradas en este ámbito. En ellas se constata el talento de su valiente modelado, los efectos de claroscuro y su rotundidad compositiva. En el ático, las virtudes teologales, infundidas por Dios para la salvación eterna, coronan el conjunto: la Fe y la Esperanza a ambos lados, mientras en el centro, la Caridad es mostrada con mayor relevancia, recordando el nombre de la Hermandad y el mensaje del mandamiento nuevo de Jesús, eje del programa iconográfico.





El Cristo de la Caridad realizado hacia 1673, manifiesta la estrecha colaboración de Roldán con la Hermandad y en concreto su sintonía con Mañara, cuyo pensamiento supo interpretar para transformarlo en magistrales imágenes.




Se representa a Cristo orando en el Huerto de Getsemaní, justo antes de su crucifixión, arrodillado con una expresión de dolor pero también de resignación.


El Hospital de la Caridad sería creado el siglo XV con la misión cristiana de atender a los ajusticiados, enfermos y mendigos y en última instancia dar sepultura a los numerosos cadáveres que o bien no eran reclamados o carecían de recursos por pertenecer a familias humildes. En dicha hermandad ingresó Murillo en 1665. 

Posee valiosas obras del pintor Murillo realizadas entre 1667 y 1670, como Santa Isabel de Hungría curando a los niños tiñosos, San Juan transportando a un enfermo, la multiplicación de los panes y los peces, Moisés haciendo brotar el agua de la roca de Horeb, San Juan Bautista Niño, Salvador Niño, o la Anunciación entre varias copias a mano de originales como el regreso del hijo pródigo, la curación del paralítico en la piscina de Jerusalén, Abrahám y los tres ángeles o la liberación de San Pedro.

 

El Hospital de la Santa Caridad es uno de los máximos exponentes del Barroco de la ciudad de Sevilla. No se puede hablar del Hospital de la Caridad sin mencionar a su gran benefactor Miguel Mañara.



AL VENERABLE DON MIGUEL MAÑARA FUNDADOR DE LA SANTA CARIDAD DE SEVILLA

LA HERMANDAD LE DEDICÓ ESTE MONUMENTO EN MEMORIA DE SUS MUCHAS VIRTUDES EL AÑO DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO MDCCCCII 

A.M.D.G. [AD MAIOREM DEI GLORIA "PARA MAYOR GLORIA DE DIOS"]



Junto al Monumento a Miguel Mañara,
frente al Hospital de la Caridad de Sevilla



Calle dedicada al benefactor de la Caridad 
Barrio de Santa Cruz

Miguel Mañara (1627-1679)

La Sevilla en la que nació Miguel Mañara en 1627 era una urbe de grandes contrastes, en la que las riquezas y carácter cosmopolita del siglo anterior convivían junto a evidentes síntomas de decadencia, y donde la pobreza más absoluta se adueñaba de sus calles mientras que los derroches, vicios y pecados coexistían junto a la religiosidad y piedad más encendidas.



Miguel Mañara fue bautizado el mismo día de su nacimiento, el 3 de marzo de 1627, en la iglesia de San Bartolomé, muy próxima a su lugar de residencia.


Miguel Mañara pertenecía a una noble familia de origen italiano enriquecida gracias al comercio, obteniendo Don Miguel el privilegio de ser Caballero de la Orden de Calatrava a la temprana edad de ocho años. Su educación estuvo vinculada a la de un joven destinado a recibir el mayorazgo familiar en disciplinas como la poesía, equitación o el manejo de la espada. Pero su vida cambiaría por completo en 1661, año en que fallecería inesperadamente su joven esposa, lo que le hizo cerciorarse por completo de la brevedad de su vida, la certidumbre de la muerte y la vanidad de las glorias de este mundo, orientando su vida desde entonces a una vida activa al servicio de Dios a través de la asistencia a los más necesitados de la sociedad.

 


Casa-palació donde nació Miguel Mañara




La casa de los Mañara se encuentra en la calle Levíes, cuyo origen hunde sus raíces en la judería medieval, cuando vivía en ella la familia judía de los Levy [Samuel Levy, tesorero de Pedro I]. La Judería de Sevilla se encontraba entre los barrios de San Bartolomé y Santa Cruz, siendo la segunda más importante, tras la de Toledo. Será la residencia oficial de los Mañara desde 1623.

Cuentan las páginas de la antigua Sevilla que un día en la calle Levíes ubicada en la antigua Judería de Sevilla, Miguel Mañara tropezó y quedó inconsciente teniendo una especie de alucinación. Vio como los sepultureros recogían su cuerpo del suelo y lo mandaban a enterrar en el cementerio de Sevilla. Eso unido a que en aquella época era frecuente enterrar a no pocas personas vivas, lo asustó considerablemente.

Un día Mañara se encontraba paseando por el barrio de Santa Cruz junto a su paje, Alonso Pérez de Velasco, cuando llegaron a la iglesia que llevaba el mismo nombre que la barriada. Allí oyeron unos cánticos fúnebres y pensaron que provendrían de un entierro, pero al asomarse al interior del edificio no vieron nada.

Tras aquel episodio ambos siguieron su camino pero al llegar a la calle del ataúd, el aristócrata sintió un fuerte golpe que lo tiró al suelo con brusquedad. No había nadie en la calle que pudiese haberle agredido. Sin embargo, ambos pudieron escuchar una voz que decía: «Traigan el ataúd que ya está muerto".

Una tercera visión ocurrió cuando vio su propio cortejo fúnebre. Fue entonces cuando se hizo hermano de la Hermandad de la Santa Caridad, cambiando drásticamente su vida.

Atraído por fines piadosos de la Hermandad de la Santa Caridad, Miguel Mañara ingresó en esta Hermandad, revitalizándola desde su nombramiento como Hermano Mayor, dándole un sentido trascendente y consagrando desde entonces su vida, esfuerzos y su fortuna, desarrollando profundas meditaciones de carácter espiritual.

 



Miguel Mañara convocó a los mejores artistas de la época como eran los pintores Juan de Valdés Leal y Bartolomé Esteban Murillo, al retablista Bernardo Simón de Pineda y al escultor Pedro Roldán, que ingresan en la Hermandad para así reducir los costes de tan ambiciosa tarea de decorar la iglesia de San Jorge en el Hospital de la Caridad plasmando su programa iconográfico, que buscaba representar las obras de misericordia y la reflexión sobre la muerte [la fugacidad de la vida efímera y lo inevitable de la muerte que es equitativa para todos].



Muerte de Miguel de Mañara. José Arpa Perea. 1879
Sala de Cabildos del Hospital de la Caridad


Su muerte en 1679 causó una honda conmoción en la sociedad sevillana de la época, especialmente entre sus Hermanos, iniciándose un proceso de beatificación que aún continúa abierto en la actualidad, en reconocimiento de las virtudes en grado sumo de un hombre cuyos actos de misericordia al frente de la Hermandad de la Santa Caridad de Sevilla.

 




"La casa de los pobres es la escalera al cielo"



El Hospital de la Caridad

Cuando entramos en la Iglesia del Hospital de la Caridad tiempo atrás pudimos observar que a través de los cuadros de Murillo y Valdés Leal se proyecta la búsqueda de la caridad y de las obras de misericordia como por ejemplo, los óleos que representan escenas bíblicas como “dar de comer al hambriento, de beber al sediento, recibir al hijo pródigo, etcétera”.

Murillo estuvo vinculado a la Hermandad de la Santa Caridad tanto en lo personal como en lo profesional, especialmente con su Hermano Mayor, Miguel de Mañara. En 1655 ingresó el artista en esta institución y entre 1667 y 1670 trabajaría a su servicio, realizando algunas de sus pinturas más relevantes, contribuyendo a convertir la Iglesia de la Caridad en el interior eclesiástico más deslumbrante del barroco español, donde se pueden contemplar siete obras originales de Murillo y cuatro copias que le han devuelto al templo su significación espiritual.

 




Pedro Roldán

Realizó para el Hospital de la Caridad esculturas del magnífico Retablo Mayor, presidido por la escena del entierro de Cristo donde culmina todo el programa iconográfico de la iglesia. Es mostrada como la obra de misericordia de enterrar a los muertos, misión específica de la Hermandad desde su fundación a mediados del siglo XV: sepultar a los muertos de los que nadie se hacía cargo por haber fallecido sin recursos o ahogados. Desde Mañara, esta finalidad se extendió a la atención a los enfermos desvalidos.

El retablo contratado en 1670 es fruto de la afortunada colaboración del tracista Bernardo Simón de Pineda, el escultor Pedro Roldán y el pintor Valdés Leal, quien lo dora y policroma invirtiendo en su ejecución más de dos años. Está concebido como una escenografía arquitectónica efectista y teatral que presenta la dramática escena del Entierro de Cristo. En sus extremos, más cercanos al espectador, José de Arimatea y Nicodemo, como modelos para los hermanos, depositan a Cristo en el sepulcro, mientras que detrás, a modo de friso, se despliegan las figuras de la Virgen, san Juan y las santas mujeres. El fondo lo constituye una vista del Calvario donde bajorrelieve y pintura se confunden. La policromía de Valdés refuerza la expresividad e ilusionismo de las esculturas y el bajorrelieve, mediante un inteligente uso del colorido y las sombras.

La escena central está franqueada por grandes columnas salomónicas, donde se sitúan las esculturas de San Jorge, patrono titular de la iglesia, y San Roque, protector ante enfermedades y epidemias, que son mostradas en este ámbito. En ellas se constata el talento de su valiente modelado, los efectos de claroscuro y su rotundidad compositiva. En el ático, las virtudes teologales, infundidas por Dios para la salvación eterna, coronan el conjunto: la Fe y la Esperanza a ambos lados, mientras en el centro, la Caridad es mostrada con mayor relevancia, recordando el nombre de la Hermandad y el mensaje del mandamiento nuevo de Jesús, eje del programa iconográfico.

Los autores del Retablo Mayor entre el 13 de julio de 1670 y el 5 de febrero de 1675 fueron el ensamblador Bernardo Simón de Pineda, de la estructura arquitectónica, el escultor Pedro Roldán de la imaginería y el pintor Juan de Valdés Leal en el dorado y la policromía. Su precio fue de 12.000 ducados de la arquitectura y escultura y 10.000 ducados por el dorado y la policromía.

Don Miguel de Mañara deseaba decorar el presbiterio de la iglesia con un espléndido retablo mayor confiando su construcción al mejor equipo que existía en Sevilla. Como resultado sería el retablo teatral más fastuoso del arte español y una de las joyas del barroco europeo.

Preside el conjunto la historia del Santo Entierro, que simboliza la séptima obra de misericordia y constituye “el fin principal de nuestro instituto”, sepultar a los muertos.






Pinturas de la cúpula

Entre 1678 y 1682 el pintor Juan de Valdés Leal decoró el fresco de la cúpula del antepresbiterio. Bajo las enjutas dispuso a cuatro santos que practicaron la caridad activa en alusión a don Miguel de Mañara, que fue conocido en Sevilla como “el padre de los pobres” y el gran limosnero de la ciudad”.

En las pechinas campean los cuatro Evangelistas como reveladores de la Verdad cristiana, va cuya búsqueda dedicó Mañara sus escritos y consagró su apostolado seglar. “El fundamento de la Regla de la Santa Caridad -dirá- es creer en la Palabra de Dios, que ni puede engañar ni ser engañado”.

El programa pictórico se cierra con la presencia, entre los gallones de la cúpula, de ocho ángeles que portan los atributos de la Pasión de Cristo. Eran los únicos emblemas admitidos en el templo, pues Mañara prohibió a sus hermanos colocar escudos de armas o cualquier otro signo de vanidad mundana.


La Hermandad de la Santa Caridad

 

Aunque de origen incierto, la fundación de la Hermandad de la Santa Caridad de Sevilla se relaciona con la acción caritativa promovida a mediados del siglo XV por Pedro Martínez, clérigo y racionero de la Catedral hispalense que, en una capilla frontera a ésta, efectuaba el piadoso acto de dar sepultura a los ajusticiados que nadie reclamaba, así como a los ahogados en el río Guadalquivir.

 

Desde principios del siglo XVI existe constancia ya de la existencia de una hermandad que bajo el título de la Santa Caridad, radicada en la primitiva capilla de San Jorge del marinero barrio del Arenal, la labor iniciada por el referido clérigo.

 

El proceso de reforma de la Hermandad emprendido en el siglo XVII coincidió con el ingreso en ella del caballero Don Miguel Mañara, quien desde su nombramiento como Hermano Mayor, ampliaría sus antiguas dedicaciones al cuidado y alojo de peregrinos y enfermos, promoviendo para ello la construcción de diversas enfermerías y esforzándose también en concluir la edificación de la Iglesia de su Hermandad y su costosa decoración, recurriendo para ello a los más afamados artistas de la Sevilla del Barroco. La Hermandad avanzó considerablemente bajo el gobierno de Mañara destacando la silla de manos para el transporte de enfermos como labor caritativa de sus miembros.

 

La Hermandad continuaría con su labor asistencial y hospitalaria a pesar de las coyunturas políticas y económicas. Atraídos por el prestigio de la Santa Caridad, insignes personajes ingresaron en ella, destacando la estrecha vinculación de la Hermandad con la Casa Real española durante el siglo XIX “duque de Montpesier y la Reina Isabel II”, única mujer que ha sido admitida como hermana de la Santa Caridad. Igualmente importante ha sido la vinculación de la Sede Hispalense con la Santa Caridad, figurando en ella el Cardenal Arzobispo de Sevilla Beato Marcelo Spínola.



La multiplicación de los panes y los peces
Exposición "Arte y Misericordia. La Santa Caridad de Sevilla"




Detalle del cuadro


Promotor: Don Miguel de Mañara, fundador del Hospital de la Santa Caridad.

Autor y fecha: Bartolomé Esteban Murillo, hermano de la Santa Caridad (1670)

Características: óleo sobre lienzo, 335 x 550 cm. Precio de 15.975 reales.

El óleo representa el milagro realizado por Cristo en el monte que bordea al Mar de Tiberíades donde multiplicó cinco panes de cebada y dos peces para dar de comer a la muchedumbre de cinco mil hombres que le seguía y escuchaba. El evangelista San Juan (6, 1-13) concluye la narración catequética diciendo que, una vez saciados, dijo Jesús a sus discípulos: “Recoged los pedazos para que no se pierda nada. Los recogieron y llenaron doce cestos de trozos sobrantes”.

Mañara eligió este asunto para simbolizar la primera de las Obras de Misericordia: "Dar de comer al hambriento".




Moisés haciendo brotar el agua de la Peña

Exposición "Arte y Misericordia. La Santa Caridad de Sevilla"


Promotor: Don Miguel de Mañara, Fundador del Hospital de la Santa Caridad.

Autor y fecha: El pintor Bartolomé Esteban Murillo, Hermano de la Santa Caridad (1670).

Características: Óleo sobre lienzo. 335x550 cm. Precio: 13.300 reales.

Representa el milagro realizado por Moisés, en la peña de Horeb, durante la travesía de los israelitas por el desierto en busca de la tierra prometida. Acuciados por la falta de agua, le preguntaron ¿Por qué nos hiciste salir de Egipto para matarnos de sed a nosotros, a nuestros hijos y a nuestros ganados? Moisés se encontró a Yavé, que le indicó: “hiere la roca con el cayado y saldrá de ella agua para que beba el pueblo (Éxodo 17, 1-7).

Mañara eligió este asunto para simbolizar la segunda de las Obras de Misericordia: "Dar de beber al sediento".


El pintor Fernando Vaquero pintó "El Expolio" [2018] con un enorme rigor histórico, y donde se plasma el robo de obras de arte por parte de las tropas francesas.


Al hablar de Murillo y Valdés Leal se hace necesario hablar del importante expolio artístico que sufrió Sevilla en 1810 por las tropas napoleónicas.

Ante el vacío de poder existente en España, las Cortes se refugiaron en Cádiz mientras Sevilla quedaba a merced de las tropas del mariscal Soult, que sobre todo colocaron su punto de mira en los cuadros de Murillo, Valdés Leal y Francisco de Zurbarán.

Comenzaron el expolio en el Hospital de la Santa Caridad con los cuadros de Misericordia "Santa Isabel de Hungría lavando a los tiñosos" y "San Juan de Dios acompañando a un enfermo", ambos felizmente recuperados, mientras que otros cuadros los perderá Sevilla para siempre.


 


· "Abraham y los tres ángeles" [c. 1670-1674] de Murillo, que se encuentra en el Museo Nacional de Otawa [Canadá].

· "La curación del paralítico" de Valdés Leal [1671-1672], en el Museo Nacional de Londres.

· "La liberación de San Pedro" de Murillo [1667], en el Museo Hermitage de San Petersburgo.

· "El regreso del hijo pródigo" [1668], de Murillo. Galería Nacional de Arte en Washington, D.C.



El regreso del hijo pródigo. 1668
Galería Nacional de Arte en Washington, D.C

 

Como ironía del destino la Semana Santa de Sevilla "le tendrá que estar agradecida" al mariscal Soult de que no le gustara la escultura en madera ni la imaginería, quedando a salvo muchos Titulares de las Hermandades de aquel expolio artístico.

La Catedral de Sevilla sufrirá también un profundo expolio durante la invasión napoleónica a partir del 1 de febrero de 1810 cuando entran las tropas por la antigua Puerta de San Fernando. Los franceses estuvieron en Sevilla hasta el 27 de agosto de 1812 [Batalla del Puente de Barcas o del Puente de Triana]. Durante ese tiempo se produce en Sevilla un expolio sistemático de cuadros de Murillo, Valdés Leal y Zurbarán, entre otros artistas, muchos de los cuales se encuentran actualmente en la Sala del Barroco del Museo del Louvre en París.


«Queriendo reunir en un mismo sitio todos los monumentos de las bellas artes existentes en esta ciudad, hemos decretado y decretamos lo siguiente: de las salas de nuestro Real Alcázar se tomarán quantas sean necesarias para que se coloquen los monumentos de arquitectura, las medallas y las pinturas, y su escuela, que ha de ser conocida por la Sevillana».

La Gaceta de Sevilla, a 13 de febrero de 1810
José Bonaparte


· El primer cuadro expoliado por las tropas del mariscal Soult será "El nacimiento de la Virgen" [1660], obra maestra del pintor Sebastián Esteban Murillo que se encontraba en la Capilla de la Concepción de la Catedral de Santa María de la Sede de Sevilla. Se llevaron ese cuadro porque no pudieron llevarse "La visión de San Antonio" de Murillo [1656] por sus grandes dimensiones.

· El triunfo de la Inmaculada Concepción de Murillo será expoliado de la Iglesia de Santa María la Blanca. El profesor Don Enrique Valdinieso participará en la financiación que recuperará la iconografía de dicha Iglesia.

· Otro cuadro expoliado será "San Junípero y el mendigo" [entre 1645 y 1646] que pertenecía al claustro del Convento de San Francisco que se ubicaba en la Plaza Nueva.

· "San Basilio dictando su doctrina" [1639], cuadro de Francisco Herrera el Viejo [1590-1654] en el antiguo Convento de San Basilio, padre de la iglesia oriental.

· El enésimo cuadro expoliado fue "Santa Apolonia" [1636] de Francisco de Zurbarán [1598-1664], robado del Convento de la Merced de Sevilla.

· Otros cuadros expoliado de Zurbarán que formaban parte del antiguo Colegio de San Buenaventura fue "San Buenaventura en el Congreso de Lyon" [ca.1629] y "La Exposición del cuerpo de San Buenaventura" [1629].


Todos estos cuadros junto con otros muchos formarán parte de la colección particular del mariscal Soult expoliados en Sevilla por orden de José I Bonaparte. Una nación que se decía "amiga de España" mientras que el rey Fernando VII decidió vender España a Napoleón. Una de las páginas más vergonzosas de nuestra historia.

No cabe duda que semejante expolio en Sevilla llegó a contar con la inestimable ayuda de muchos afrancesados sevillanos y panegiristas que colaboraron con las tropas de Napoleón.

 

En 1851 muere Soult y sus herederos venden 163 cuadros, de los cuales 110 eran españoles, aumentando considerablemente su patrimonio.


Tras la salida del Museo de Bellas Artes de Sevilla donde nos hemos ilustrado con las obras de Murillo y Valdés Leal, así como de las esculturas de Pedro Roldán y Cornejo, paseamos por las calles de Sevilla, dejando para otro momento la visita a la Exposición "Sorolla en el Alcázar de Sevilla", ubicada en el Palacio Gótico del Alcázar, con motivo del primer Centenario del fallecimiento del genial pintor valenciano (1863-1923). 

Será la primera vez que los catorce enormes lienzos, algunos de ellos de tamaño mural, salgan de la Hispanic Society de Nueva York. Y posiblemente, sean la última, aunque eso formará parte de otra interesante historia para compartir con los amigos.

 

Desde la Exposición "Arte y Misericordia. La Santa Caridad de Sevilla", para el blog de mis culpas...





P.D. Miguel Mañara fue declarado "Venerable " por el Papa Juan Pablo II el 6 de julio de 1985.

En el año 2027 se conmemora el IV centenario del nacimiento de Miguel de Mañara. 


Enlaces interesantes

La ruta de Miguel de Mañara (1627-1679), el gran benefactor de la antigua Sevilla