La Torre de San Miguel se encuentra girada en la esquina noreste con respecto a la Iglesia de San Miguel, lo que demuestra que fue edificada sobre un alminar almohade, posiblemente sobre los restos de una antigua mezquita a extramuros del castillo. Dicen algunos expertos que la quibla como punto de referencia de la oración en las mezquitas, debe orientarse hacia el cuadrante sureste, en dirección a La Meca.
Desde el exterior se pueden apreciar en la torre los cuatro cuerpos que la componen en su robusta construcción, con una altura de 46,81 metros. La torre está asentada sobre fuertes sillares hasta los ocho primeros metros y a partir de ahí, confeccionada con ladrillos. Se accede interiormente mediante catorce rampas, las cuales se ascienden en contra de las agujas del reloj. Destaca en su fachada sur un reloj de sol labrado en piedra.
A partir del cuerpo de campanas se puede apreciar la parte exterior de la cúpula principal con remate en linterna, los arcos arbotantes, pináculos y gárgolas,-que son caños de piedra que sirven para evacuar al exterior el agua de lluvia de los tejados-, los contrafuertes junto a las bóvedas laterales, así como disfrutar de unas magníficas vistas, entre las que destaca con luz propia el castillo junto con la torre albarrana en el antiguo arrabal (del árabe al-rabad, barrio).
Vista del castillo, desde la torre de San Miguel
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La torre-campanario se empezó a construir el 14 de septiembre de 1628 cuyo diseño se debe a Diego Antonio Díaz, que también diseñó la portada principal de la Iglesia de San Miguel, aunque la configuración final de la torre se debe al arquitecto Silvestre Tirado. Es de planta cuadrada compuesta de cuatro cuerpos. El primer y segundo, de igual lado, siguiéndole el tercero de menor lado y el cuarto, de sección circular en forma de linterna, rematada por una veleta de hierro dorada a fuego, con la esfigie de San Miguel.
Se puede apreciar que el segundo cuerpo -de las campanas-, está inspirado en la Giralda de Sevilla. En el año 1680 se colocaron las primeras y veinte años más tarde se colocan las restantes hasta un total de nueve campanas de bronce. Presenta en cada lado tres vanos -huecos en la pared- para alojar las campanas, separados por pilastras toscanas y dos óculos ovales encima de cada vano de los extremos.
Las primeras campanas son colocadas en el año 1668 y veinte años más tarde se colocan las restantes hasta un total de nueve campanas de bronce. Mirando al Ayuntamiento hay tres: “San Cristóbal”, en el centro, “San Pedro” a su derecha y “La Nueva” a su izquierda.
Mirando hacia el barrio de Santa María, a extramuros del castillo, solamente hay una en el centro “la Agonía”, que era la campana que daba los avisos de defunción y en función del número de campanadas se conocía si el fallecido era hombre –nueve veces tocaba- o mujer –siete veces-.
Mirando hacia el Paseo del Gallo: en el centro “la Gorda antigua” y hacia el Castillo tenemos en el centro “La Esquilón” y a su derecha “La Esquila”.
Desde el campanario de San Miguel se puede observar la torre campanario de la Iglesia del antiguo Hospital de San Juan de Dios cuya hornacina de su portada posee una escultura de dicho santo.
Habiendo quedado almacenada en nuestra retina la magnífica panorámica, descendimos las rampas de la torre de San Miguel hasta llegar a la Puerta de la Epístola, que da en su parte exterior a la antigua Siete Revueltas.
Junto a la portada de la Epístola ubicada en la parte Sur, más conocida como la puerta del Archivo, nos encontramos con los vestigios de la antigua iglesia visigoda construida entre los siglos VI y VII, lo que ha contribuido para conocer el proceso de cristianización del sur de la provincia de Sevilla.
En definitiva, un bello conjunto gótico cuyo estilo otorga magnificencia a este edificio monumental en portadas, bóvedas de crucería, cúpula barroca, arcos, retablos, capiteles, grandes vidrieras y sillería de coros y que ha sido considerado popularmente como “la Catedral de la Sierra Sur”, para legado y placer de nuestra retina para muchas generaciones.
Desde San Miguel nos dirigimos hacia el Convento de Santa Clara. Desde el exterior se puede apreciar su interesante fachada junto a dos magníficas portadas de cantería de estilo barroco incaico casi similares terminando el edificio con un tejado de tejas árabes rematado en su parte izquierda mediante un campanario que posee desde tiempos pretéritos una estrecha relación con sus vecinas incondicionales, las cigüeñas.
En el interior nos encontramos en su parte izquierda una gran reja de hierro forjado que separa el convento de clausura de las Hermanas Clarisas de la capilla rectangular cuya construcción va desde 1598 hasta el siglo XVII y que termina en el presbiterio donde destaca el Retablo Mayor con el Crucificado de Pablo Rojas, del siglo XVII y los lienzos de la Inmaculada y la Estigmatización de San Francisco (siglo XX) obras del moronense Joaquín García. Los retablos, tallas y lienzos se encuentran en perfecto estado.
Destaca la cúpula con ocho óleos ovalados de santos franciscanos, entre el que se puede apreciar “la Venerable”, Santa María de Ágreda. La cúpula se asienta sobre cuatro pechinas con óleos de los Cuatro Evangelistas.
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Bibliografía
"Paseando por Morón", de Ramón Castellano de Torres.
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