“La ciudad de las iglesias blancas y
gongorinas”
Gerardo Diego
Desde el Torcal, considerado como uno de los paisajes kársticos más impresionantes de Europa y auténtica ciudad en piedra, cuyos efluvios embriagan e impregnan la retina del viajero, descendimos hasta la monumental Antequera por una carretera angosta de montaña que desemboca en el centro de la bella ciudad.
La antigua ciudad de Antequera ha permanecido situada geoestratégicamente desde hace siglos como cruce de caminos y de culturas. La Antikaria romana (ciudad antigua al descubrir los romanos su gran riqueza prehistórica con los Dólmenes), sirvió en tiempos muy pretéritos como granero para las legiones romanas.
Posteriormente, los árabes la convirtieron en plaza fortificada durante el Califato de Córdoba a la que llamaron “ Madinat Antakira” siendo una importante plaza fuerte dentro del reino nazarí al desmembrarse el Califato de la antigua Corduba y tras la conquista de la antigua Isbilya por Fernando III de Castilla. Dos de las ciudades más importantes de Al Ándalus. La caída del reino nazarí, sólo era cuestión de tiempo.
Durante
el Renacimiento y el Barroco se edificaron en Antequera -como en Úbeda y Baeza-
numerosas construcciones, como resultado del mecenazgo y autoafirmación de
nobles y eclesiásticos de la época que favorecieron la construcción de templos,
palacios y casas solariegas que se alzaron para deslumbrar al pueblo.
Descendiendo
desde el Torcal hacia Antequera, lo primero que nos impacta en nuestra retina
desde un mirador cercano a la Iglesia Santa María de Jesús (siglo XVI-XVIII),
es la antigua alcazaba musulmana “Madinat Antakira”.
Desde la oficina de turismo nos dirigimos hacia la plaza donde se encuentra la estatua ecuestre de Fernando I, infante de Castilla y rey de Aragón (1379-1416), llamado “de Antequera”.
Por
último, nos dirigimos al Museo
Arqueológico para presenciar el Domen de Menga y Viera como uno de los mejores
exponentes de la cultura megalítica en Europa como ejemplo de Arquitectura
monumental prehistórica,-del griego mega (μεγας), grande y lithos (λιθος), piedra-.
Los dólmenes están ubicados
frente a la Peña de los Enamorados,
un peñón calizo cuya morfología parece la cabeza de un indio tumbado.
Entre
la visita al Torcal y la monumental Antequera, considerada como la ciudad de
las Iglesias, recuperamos energías en un mesón de la zona degustando las migas
antequeranas y el postre conventual “bienmesabe”, posiblemente de descendencia
andalusí cuyos deliciosos ingredientes
son la sidra, el cabello de ángel, bizcocho, almendra molida, azúcar y canela que hacen las delicias de
cualquier paladar.
A través de la antigua Puerta de Granada nos dirigimos a la ciudad de Estepa, cuyos efluvios a mantecados y polvorones emanaban de sus fábricas.
Desde la antigua “Madinat Antakira”, para el Blog de mis
culpas…
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