Entre la angostura de las sinuosas y empedradas callejuelas que desembocan en la confluencia de la calle Judíos con la calle Averroes llegamos al corazón de la antigua Córdoba donde se encuentra ubicada la antigua judería. Visitamos la vieja Sinagoga y la Casa de Sefarad, donde nuestra retina capta no pocos conocimientos que nos proyectan los paneles ilustrativos que forman parte por derecho propio de la Memoria.
Sefarad en hebreo significa judíos oriundos de la Península Ibérica y es el equivalente en hebreo a la Al Ándalus andalusí. Para saber en qué año están los judíos, basta sumar 3.761 años al calendario occidental. El calendario judío comienza con el fin de la esclavitud de Egipto bajo la figura de Moisés -familia hebrea de la tribu de Leví-, en el siglo XIII a.C.
La Sinagoga de Córdoba fue construida en el año 1315 (5075 en el calendario judío). Es la única sinagoga de Andalucía que se ha conservado tras la expulsión de los judíos en 1492 por los Reyes Católicos -que configuraron España como nación-, siendo una de las tres sinagogas que existen en España. Las otras dos se encuentran en Toledo.
En 1492 esta sinagoga pasa a ser utilizada como ermita pasando en 1588 a manos de la “Hermandad de los Zapateros” bajo el patronato de los santos San Crispín y San Crispiniano. En el siglo XIX el revestimiento fue sustituido por una bóveda de cañón y yeserías por deterioro del tejado. El capellán Don Mariano Párraga descubrió en 1884 las yeserías de las paredes cuando parte del mortero se cayó. La planta baja de la sinagoga en la calle de los judíos constaba de patio de acceso, atrio y sala de oración y la planta alta estaba destinada a galería para las mujeres.
Córdoba durante gran parte del periodo andalusí se convirtió en el centro y capital de la judería en Sefarad “España para los judíos”.
Los judíos y judeoconversos fueron afamados poetas, gramáticos, cortesanos, filósofos y talmudistas ejerciendo de sastres, arrendadores, médicos, escribanos, plateros, mercaderes, traperos y curtidores. A las largas listas de figuras cordobesas hay que añadir la presencia, imprescindible, en Córdoba, para enseñar o para aprender, de otros ilustres judíos hispanos como Moshé ben Ezra, Yehuda ha Levy, Selomo ben Gabirol…
Etimológicamente el término Sinagoga deriva del griego synagein (reunir, congregar). Mantiene el mismo significado en hebreo “Beth ha-kenesseth”. La Sinagoga ocupa un espacio determinante en la memoria del judaísmo al ser el lugar sagrado de la comunidad.
Las Sinagogas tienen su origen durante la deportación del pueblo judío a Babilonia y adquieren pleno protagonismo como centro de la vida judía tras la destrucción del Sagrado Templo de Jerusalén en el año 70 d.C.
La estructura básica del espacio de una Sinagoga está formada por una sala cuya pared está orientada hacia Jerusalén. Debe existir un arca o armario (hejal) donde se guardan los Sefarím (rollos sagrados manuscritos). Cada rollo (sefer) está protegido por un manto (en la tradición sefardí bordado con hilo de oro), que se remata con los denominados rimomin (piezas metálicas con adornos de campanas) o por una corona (tradición asquenazi). Frente al hejal (armario), debe estar un pupitre (tebá) para la lectura de los textos litúrgicos. En la tradición sefardí se sitúa en el centro de la sala.
Alrededor de la tebá (pupitre), se sitúan los asientos de los varones, dado que las mujeres normalmente en la tradición, suelen ocupar un espacio reservado (azará), a menudo en el piso superior de la Sinagoga.
Durante el rezo, los hombres mayores de 13 años deben sumar un número de diez (minián) para poder celebrar el servicio. Tres veces al día hay que realizar el rezo comunitario (anochecer, amanecer y mediodía). Se cubren la cabeza con una kipá (solideo) y se revisten con un taled (talit) o manto de oración.
En los días laborables se lleva, además en la frente y en el brazo izquierdo las filacterias (tefilín), pequeños estuches de cuero que contienen textos manuscritos en pergamino de la shemá (la oración central del servicio litúrgico y de la profesión de fe). Es muy común, dada la naturaleza comunitaria de los actos de la Sinagoga, que los participantes se interrumpan, hablen o se corrijan.
La Torá contiene los Cinco Libros de Moisés (los cinco primeros de la Biblia). El Pentateuco: Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio. Contiene 613 preceptos (mitzvot) que regulan todos y cada uno de los aspectos de la vida judía. El rollo en el que está escrita y se guarda en el Arca Sagrada de la Sinagoga es llamado Rollo de la Torá (Sefer Torá).
Al rabí Oseh Hanok se le atribuye el origen e impulso de la Escuela Talmúdica de Córdoba. Juez de la comunidad y líder espiritual, favoreció la consistencia y autonomía del judaísmo de Al Ándalus, iniciando un periodo de esplendor que provocó el distanciamiento de las Academias de Oriente, hasta el momento único referente de todo el judaísmo.
Uno de los momentos más importantes en la vida de todo judío es cuando al cumplir los 13 años es llamado a leer por primera vez el Sefer Torá frente a toda la Comunidad, inaugurando así su edad adulta. La Torá está escrita, manuscrita, en hebreo, sobre pergamino por un Rabino autorizado (Shofer). El más mínimo desperfecto conviene al Sefer en no apto para el culto. Para su mejor conservación y como señal de respeto se usan unas pequeñas manos o dedos de plata, profusamente decorados en la tradición sefardí, a la hora de leerla. Está prohibido destruir los libros sagrados. Cuando están deteriorados se guardan en un armario especial (Guenizá) o se entierran en un cofre plomado en el cementerio. Gracias a esta norma se han encontrado verdaderos tesoros conservados en el Guenizot de todo el mundo. Entre ellos manuscritos originales de Maimónides, de la Guenizá de la Gran Sinagoga de El Cairo.
Junto a la Sinagoga visitamos “La Casa de Sefarad” entre cuyos cuyo objetivos se intenta recuperar y restaurar la huella de identidad judioespañola sefardí, como un componente fundamental de la identidad hispana.
Consta de ocho salas.
1. Sala del ciclo de la Vida donde nos encontramos una colección de objetos que acompaña al pueblo judío en el ciclo de su vida. La cocina y el hilo de oro, el nacimiento y las bodas, el exilio y la memoria. La vida.
2. La Sala de la Sinagoga como lugar de reunión, encuentro y también de refugio.
3. La Sala Maimónides. Judío cordobés que fue filósofo, médico y pensador único.
4. La Sala de la Inquisición. No se puede entender la historia de España sin conocer la Inquisición ni tampoco se puede entender la historia del pueblo judío en Sefarad sin el papel llevado a cabo por esta institución que duró desde 1478 a 1833.
5. La Sala de las mujeres de Al Ándalus dedica su espacio a las mujeres bibliotecarias, pensadoras, poetas, médicas que fueron olvidadas. El pintor cordobés José Luis Muñoz las recupera y les pone rostro.
6. La Sala de ciclos festivos que nos explica la diversidad y singularidad de las fiestas y celebraciones en la tradición judeo española.
7. La Sala de la Judería de Córdoba como espacio urbano más importante de las juderías hispanas. Una huella de nombres, acontecimientos, lugares y memoria. La judería de Córdoba. La capital de Sefarad.
8. La Sala de la música donde brilla la lengua, la literatura y la música como el verdadero tesoro de la cultura y tradición sefardí.
Desde el origen de la Humanidad los sefardíes han dejado señales escritas sobre piedra, sobre láminas de bambú, sobre tablas de arcilla, sobre papiro, sobre seda, sobre pergamino, sobre papel. La escritura, junto con la transmisión oral, es el lugar de la memoria. El afán por destruir los libros y las bibliotecas ha sido ejercido por jueces, letrados e iletrados, ricos y pobres, sacerdotes de todos los dioses, políticos y poderosos. Paralelamente, al deseo de conocer ha crecido el odio total a un objeto singular: el libro. Desde el origen de la Humanidad se han saqueado bibliotecas y se han quemado los libros. La voluntad de destruir los libros es un impulso humano y voluntario por destruir lo que está escrito. Recibe el nombre de “biblioclastia”. El fanatismo no soporta la existencia de un pasado.
Durante sucesivas diásporas, muchos judíos sefardíes van introduciendo en el Norte de África y posteriormente por toda la cuenda del Mediterráneo, la producción y elaboración artesanal del “Hilo de Oro”. Los sefardíes -desde Marruecos hasta Turquía-, desarrollan un verdadero proceso industrial que va desde la compra del oro en sus diversas modalidades: escamas y pepitas hasta la creación de una industria subsidiaria para la fundición y conversión. El oro resultante se mezcla en hornos especiales con lingotes de plata, dando como resultado la plata dorada, verdadera materia prima de toda esta tradición.
El proceso artesanal del bordado con hilos de oro se ha venido utilizando para los vestidos tanto de hombre como de mujer y para todo el ajuar de la boda. También para la decoración de los bolsos, para los cinturones, las telas que cubren las paredes en la fiesta de Sukot (tabernáculos, cubre Torá, babuchas, etc.). Los motivos suelen ser vegetales y con referencias bíblicas, con una permanente profusión de geometrías y la singular presencia de pájaros. La artesanía del hilo de oro ha tenido continuidad en las tradiciones textiles de España y el Magreb.
La producción y elaboración del hilo de oro, favoreció una organización social en el que las mujeres judías, solteras o viudas, se dedican a la elaboración del hilado de seda. El procedimiento consistía en la torsión, es decir, la mezcla del hilo de oro con el hilo de seda. Este modelo de organización favorecía la seguridad económica, fundamentalmente de las viudas.
En el origen, los sefardíes están presentes en la Península Ibérica desde el siglo I de nuestra era conviviendo con una gran pluralidad de lenguas peninsulares como el castellano, catalán, gallego, portugués, árabe, etc…Durante los siglos XIII, XIV y XV, utilizan además la lengua romance escrita en caracteres hebreos (aljaimada) para reproducir textos jurídicos, normativos y administrativos de las comunidades (taqqanot) y también, para la escritura de textos religiosos y literarios.
Cuando en el pueblo judío se produce la diáspora van cargados con sus fardos en los que llevan la lengua y la memoria. El ladino era una lengua escrita por los judíos sefardíes y su lengua siempre los acompaña en esta diáspora. Son sefardíes allí donde llegan teniendo siempre conciencia de que la lengua oral que hablaron fuera de su tierra durante los últimos 500 años procedía de Sefarad.
Los sefardíes expulsados realizan un largo viaje. Portugal, Marruecos, Italia, Argelia, Túnez, los territorios del Imperio Otomano, Francia, Holanda y más tarde el continente americano.
El español es una lengua hispánica en su origen con un poderoso anclaje en el castellano del siglo XV. Durante los siglos de la diáspora esta lengua ha actuado como una playa en la que se van depositando sedimentos de un lugar y de otro. Del hebreo y del árabe, así como préstamos del turco, griego, italiano, etc. Una monumental hibridación cultural y única, excepcional.
El Tribunal de la Inquisición era una institución de la Iglesia Católica que fue creada por medio de la bula papal “Ad Abolendam”, emitida a principio el siglo XIII por el papa Lucio III como instrumento para combatir la herejía albigense en el sur de Francia y que estará funcionando hasta bien entrado en siglo XIX en distintas zonas de Europa.
Con la toma de Granada en 1492, los Reyes Isabel y Fernando, instauran en sus territorios la Santa Inquisición, con el afán de unir en una sola ideología y religión todos sus dominios, dando lugar a la Iglesia Católica a tener cada vez más poder y participación en sus decisiones. Este poder no le será retirado al Tribunal de la Inquisición hasta mediados del siglo XIX. Se enmarça especialmente contra los judíos y árabes que permanecieron en la península después de la conquista de Granada. Todos fueron obligados a abrazar el cristianismo para poder mantener sus antiguas propiedades. La envidia o enemistades, eran muchas veces los motivos para falsas denuncias que unidas a interrogatorios muy severos, hacían que los inocentes pasaran a ser castigados por la Inquisición y fueran presos o perdieran todas sus pertenencias en favor del denunciante o de la Iglesia, llegando incluso a perder la vida.
Los arrestos se iniciaban a partir de la parcialidad de sus veredictos, habitualmente basados en diferencias de credo y siempre en habladurías, envidias, intereses sesgados y otros deseos encubiertos, infligiendo infames y dolorosas torturas que en muchos casos, terminaban con la muerte de los “ajusticiados”. Mediante los instrumentos de tortura se privaban a los reos de los derechos humanos y de la libertad.
La Inquisición Española rompe el modelo de vecindad entre cristianos, musulmanes y judíos. La Iglesia acumula varios concilios en los que va apuntando la creciente discriminación de las minorías religiosas, singularmente los judíos. Se suceden en el siglo XIV los primeros pogromos (verdaderas matanzas) contra los judíos peninsulares. Las importantes juderías de Sevilla, Córdoba, Carmona, Baeza, Ciudad Real, Barcelona…son asaltadas. Crecen de manera sorprendente las conversiones, y el rechazo original a los judíos se amplía también a los conversos (judeoconversos).
Las epidemias llevan años asolando el país y los judíos son la diana de la acusación, el chivo expiatorio. Al tiempo se está construyendo el primer Estado Moderno de Europa (los Reyes Católicos están a punto de conquistar el último reino musulmán de la Península y de conformar un Estado unitario).
La presencia en Sevilla, de un numeroso grupo de judeoconversos que, supuestamente, preparan una rebelión sirve de coartada para le creación de la Inquisición Española. Esta institución nace en Castilla con la Bula de 1 de noviembre de 1478 otorgada por el papa Sixto IV. Nace para perseguir a los falsos cristianos, y aún cuando reconoce la suprema jurisdicción del Papa, en realidad depende del poder político de los reyes. Paralelamente a la creación de la Inquisición, en las Cortes de 1480, los Reyes Católicos impulsan la aprobación de dos medidas que anuncian la futura expulsión de los judíos al considerar que los judíos deberían de vivir en barrios separados, de donde podrán salir para sus trabajos, pero tendrán que regresar para comer y dormir. Igualmente se impone la obligación de llevar un distintivo de color en la ropa para que sean identificados como judíos. El primer auto de fe se celebró en Sevilla el 6 de febrero de 1481, donde fueron quemadas seis personas como judaizantes.
En 1449 se aprobó en Toledo una ordenanza que excluía a los conversos de origen judío de los cargos y regidurías públicas de la ciudad. Se trata del primer Estatuto de Limpieza de Sangre. Una norma que exige el requisito de demostrar, al que aspira a un cargo o a ingresar en una institución, que no tiene ningún antepasado, por lejano que sea, judío y más tarde musulmán, que no está “ infectada” su sangre.
Los Estatutos comenzaron a regir en las órdenes religiosas: primero en la orden de San Jerónimo; más tarde en los dominicos; los franciscanos después y, los últimos, fueron los jesuitas. Durante varios siglos se aplicaron en cofradías, estamentos administrativos, Colegios mayores, Órdenes Militares, asociaciones, capítulos diocesanos,…Todos se debían someter a una investigación exhaustiva designada a probar que ninguno de sus ascendientes pertenecía a una “raza” manchada.
Los judeoconversos intentan mantener su identidad oculta. El término “marrano” será utilizado por los cristianos viejos para denominar a los judeoconversos que disimulaban su identidad judía y simulaban la adoptada cristiana. Toda su vida era observada por los vecinos o por la Inquisición. Toda su vida estaba regulada por el calendario y normas cristianas. Escuchaban las predicaciones. Acudían a la Iglesia para ser vistos. Participaban o aparentaban participar en les festividades religiosas…
Maimónides profundiza allí sobre la difícil y, a veces, incomprendida situación de los conversos, que, en la clandestinidad, continúan practicando el judaísmo. Solicita a la comunidad que no sean rechazados ni menospreciados pues “La imperiosa necesidad de ocultar su judaísmo provoca la ruptura de los lazos que unen a estos judíos con el resto de la humanidad”. Maimónides expresa esta actitud en su Epístola sobre la Apostasía”. Llega a afirmar que todo el tiempo que los conversos continúan viviendo en su tierra, por razones de fuerza mayor, reciben una recompensa doble, por cada uno de los preceptos que cumplen en la clandestinidad. En su postura ante las conversiones simuladas, Maimónides procura evitar el mal, que puede acarrear el rigorismo (…) Aprueba la conversión simulada, con tal que se mantenga la fidelidad a la ley en privado. Insiste en la fuerza exonerante de la coacción y recurre a la historia para probar la singularidad de esta persecución”.
En esta obra, Maimónides intenta responder a la angustia y tribulaciones de numerosos judíos, amenazados en su propia seguridad por los almohades y criticados y humillados por algunos de sus correligionarios. Considera, en suma, que la simulación para salvar la vida es aceptable y no debe ser recriminada.
Estas reflexiones serán un verdadero anticipo de las situaciones que padecerán los judeoconversos y los moriscos en la España de los Reyes Católicos.
Reciben diversos nombres a lo largo de la historia: marranos en la cultura popular, criptojudíos en el ámbito académico, judaizantes en lenguaje inquisitorial y tornadizos en la literatura. No quieren dejar de ser judíos pero están forzados a parecer cristianos. Cambian su nombre, sus comidas (comen cerdo como antídoto frente a las sospecha), su residencia y muchos de ellos su oficio. El judaísmo rabínico los desprecia, el cristianismo los odia. El secreto de su identidad queda reducido al espacio doméstico y al ámbito de su intimidad.
Ya no hay sinagogas, ni rabinos, ni Torá, ni Talmud, ni siddurim (libro de oraciones). Desaparece la lengua hebrea. Sólo la tradición oral y las mujeres son los vehículos para mantener una tradición e identidad oculta.
El Shabat reduce su celebración al viernes por la noche. Se busca cualquier pretexto para reunir a la familia y amigos: una cena, una reunión, etc. Se suele jugar a las cartas para disimular y después se realizan las oraciones.
La última y principal celebración de los marranos es el Yom Kippur. Ante la duda de cuando celebrar Pesah, conocida como la Pascua del cordero, se hacía coincidir esta celebración con la Semana Santa o “Día Grande o “Ayuno del Perdón”.
Es posible que el término marrano provenga del andalusí “maharram” que significa en árabe andalusí “cosa prohibida”. Este nombre se le daba al cerdo al estar su consumo prohibido en la religión judía y musulmana.
El segundo Tribunal de la Inquisición que se crea en España es el de Córdoba en 1482. Con los nombramientos de Pedro Martínez de Barrio y Antón Ruiz de Morales como inquisidores se pone en marcha uno de los tribunales más crueles y activos de la larga historia inquisitorial.
En 1391 la judería cordobesa fue destruida y numerosos judíos asesinados. Una parte de supervivientes huye y la mayoría se convierte al cristianismo (judeoconversos). En 1474 un desgraciado acontecimiento (una mujer judeoconversa arroja accidentalmente aguas sucias al paso de una procesión religiosa) desata otra nueva matanza, esta vez de conversos. Se saquean y queman las casas, se roban las pertenencias a familias completas, se mata…
La numerosa comunidad de conversos se desarticula por completo “los cristianos nuevos de judíos serán para siempre privados de los oficios públicos”.
El primer Auto de Fe se celebró en 1483 quemando viva a una mujer bajo la condena de judaizar y de estar amancebada con el tesorero de la Catedral. Desde este primer auto hasta la disolución de la Inquisición se sucedieron decenas. Un total de 5565 fueron encauzadas (la segunda mayor cifra de la historia de la Inquisición). El 95% de las personas quemadas lo fueron bajo la acusación de judaizar. Estas víctimas quemadas eran: mercaderes, tratantes, parteras, boticarios, médicos, tejedoras, panaderas, sacerdotes, mendigos, esclavos, beatas estanqueros, recaudadores, joyeros, etcétera.
Diego Rodríguez Lucero, Inquisidor General de Córdoba nombrado en 1500, protagonizó los más cruentos autos de fe, entre los que destaca el celebrado el 22 de diciembre de 1504 donde murieron quemadas vivas 107 personas, en una noche. Este cruel personaje fue objeto de la primera revuelta contra la actuación inquisitorial de la historia de esta institución, siendo expulsado de la ciudad de Córdoba. Hacia mediados del siglo XVIII la Inquisición deja de quemar y la institución se dedica a perseguir el pensamiento y su mejor soporte serán los libros.
A finales del siglo XV, se extendió la aplicación de los Estatutos de Limpieza de Sangre para demostrar el linaje de cristianos viejos en el acceso a determinados oficios y profesiones. Se cuelga en las Iglesias unos lienzos denominados “mantas”. En las mantas estaban escritos los nombres de los judeoconversos, de esta manera en caso de litigio o pleito sólo había que “tirar de la manta” para demostrar la escasa limpieza de sangre de los allí inscritos.
Colgar un Sambenito (descrédito o mal nombre que pesan sobre algunos). El Sambenito procede para algunos de la expresión “saco bendito” era un sayal o escapulario de lana que el Tribunal de la Inquisición adoptó como signo de humillación tanto para los penitenciados como para los que iban a ser condenados a morir en la hoguera. Normalmente, los sambenitos llevaban una cruz en aspa y llamas de fuego. Se mantenía el sambenito en las Iglesias y en las casas de los condenados durante varias generaciones para conocimiento público y opinión general.
Hasta tal extremo llegaron incluso los críticos judíos a Maimónides, que éstos solicitaron en Montpellier la intervención de la propia Inquisición, a través de los monjes dominicos, para que vigilaran y persiguieran la obra de Maimónides. Así sucedió, pues en Montpellier y en París la Guía de Perplejos fue quemada públicamente.
En la sala 1 aprendimos un clásico de la cocina sefardí como son los huevos cocidos durante horas, o de un día para otro, hasta que las yemas queden cremosas. Se comen en Shabat; en los nacimientos, en las defunciones; al final del Yom Kippur, en Pesáh, y en todos los momentos claves del ciclo de la vida. El huevo en su cáscara simboliza la procreación y la continuidad de la vida judía…
En la sala 8 nos ilustramos con la música junto a la lengua y la literatura, que conforman uno de los pilares fundamentales del Patrimonio Cultural Sefardí. Durante el periodo denominado Al Ándalus y coincidiendo con los momentos de mayor desarrollo cultural de las comunidades judías en la península, los músicos judíos y los cantos de sinagoga tuvieron un desarrollo espectacular. Los mejores poetas escribieron textos que se convertían en cantos sinagogales. Los músicos judíos se disputaban en ceremonias y celebraciones.
La Hamsa literalmente significa cinco en lengua árabe, es un símbolo en forma de mano, usado tradicionalmente como amuleto que protege contra los infortunios. Se ha convertido en un objeto muy popular, tanto en la tradición musulmana como en la cultura judía, particularmente en la sefardí.
Como epílogo a nuestra grata visita bañada en historia terminamos leyendo la vida de uno de los pensadores más importantes de la historia universal “Maimónides”, cuya figura representa la cumbre del judaísmo hispano, siendo uno de los grandes maestros del pensamiento medieval y, evidentemente, en el judaísmo alcanza su dimensión universal.
En el patio de la Casa de Sefarad en Córdoba nos encontramos unos medallones ilustrados que explican el sufrimiento de este pueblo cuyo legado ha permanecido en la memoria de muchas generaciones.
El rey seléucida Antíoco IV prohíbe la práctica del judaísmo. Ordena destruir todos los libros judíos presentes en Jerusalén: “que sean públicamente arrojados al fuego después de ser desgarrados”. Ésta decisión está en el origen de la revuelta de los macabeos contra el poder de los sírios (festividad dee Hanuká).
El papa Gregorio IX envía una circular, en 1239, a todos los obispos de España, Francia, Inglaterra y Portugal: “Se ordena que cuando todos los judíos estén reunidos para celebrar el Sabbat de la cuaresma, se recojan y requisen todos sus libros almacenados en sus sinagogas”.
Una vez definido el Talmud como un “libro blasfemo”, el 5 de septiembre de 1553, se queman todos los libros judíos en el campo de Fiori de Roma. En esa misma plaza será quemado, el 17 de febrero de 1600, el pensador Giordano Bruno.
El Tribunal de la Inquisición ordena a sus “familiares” (informantes) que visiten, el 25 de octubre de 1566, todas las librerías de la ciudad. Tienen la obligación de sellar todos los libros y elaborar listados de los que son o no aptos para estar en los anaqueles.
Si el año 1492 fue un “annus mirabilis” o de los milagros para España con la unificación peninsular configurando un modelo de nación junto al Descubrimiento del Nuevo Mundo, fue al mismo tiempo un “annus horríbilis” para la población sefardí condenada a la Diáspora el 31 de marzo, preludio de lo que más tarde ocurriría con la expulsión de los moriscos en 1609.
Durante la visita a la Casa de Sefarad en Córdoba, el Centro de Interpretación de la Memoria en Sevilla, el barrio judío en Hervás o el castillo de San Jorge, siempre habrá un sitio destacado para el Tribunal de la Inquisición. No se puede entender la historia de España sin el Tribunal del Santo Oficio ni tampoco se puede entender la historia del pueblo judío en Sefarad sin el triste papel llevado a cabo por esta institución que duró desde 1478 a 1833.
Terminada la visita a la Casa de Sefarad, continuamos hacia el corazón de la antigua Córdoba donde la Puerta del Perdón, nos introduce en el Patio de los Naranjos de la Mezquita-Catedral de Córdoba.
Desde la Judería de la antigua Córdoba...
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