martes, 18 de abril de 2017

Visita al Monasterio cisterciense de San Isidoro del Campo



“Post tenebras, lux”
Tras las tinieblas, la luz

Es grato comprobar la recuperación de un nuevo espacio cultural para Andalucía como es el Monasterio de San Isidoro del Campo, que fuera fundado por Alonso Pérez de Guzmán "El Bueno” y María Alonso Coronel en 1301. 

Cuenta la tradición que en este monasterio estuvo enterrado San Isidoro de Sevilla, teólogo y erúdito de la Hispania visigoda que fuera arzobispo de Sevilla entre el 599 y 636 y canonizado por la Iglesia católica, cuyos restos serían trasladados a León en 1063.

Este interesante enclave histórico llegó a ser denominado en tiempos pretéritos “Sevilla, La Vieja” ubicado junto a las faldas del Aljarafe “al-Xaraf”, cerca de las Ruinas de Itálica y que formó parte de la “Vía de la Plata” y también de la “Vía de la Bética Romana”.

Si realizamos una mirada retrospectiva hacia el momento de la construcción del Monasterio de San Isidoro del Campo, cincuenta años años después de la conquista de la antigua Isbilya "Sevilla", podemos observar que en estos territorios se realizaban incursiones en un sentido y otro de la frontera de Granada, con la continua amenaza de los benimerines.

Benimerines es el nombre castellanizado que recibieron los Banu Marin, miembros de la dinastía bereber norteafricana más importante surgida tras la caída y destrucción del Imperio Almohade y que gobernará buena parte del Magreb a partir de 1268.

Es necesario destacar que el núcleo primitivo del Monasterio de San Isidoro del Campo es el fiel reflejo de la sociedad castellana de la época, fuertemente militarizada, dominada por la nobleza y el clero, con una situación política y social inestable reflejando las relaciones de poder entre determinadas clases sociales.

Un caldero y un lobo eran los símbolos heráldicos de los Guzmanes y Ossorios respectivamente, lo que nos indica que la iglesia se erigió después de 1334, fecha en que Juan Alonso Pérez de Guzmán se casa en segundas nupcias con Urraca Ossorio, y debió concluirse antes de 1531, fecha de la muerte de Juan Alonso de Guzmán.




Desde su fundación el Monasterio de San Isidoro del Campo ha estado bajo la administración espiritual y temporal de diferentes órdenes religiosas: cistercienses, ermitaños, jerónimos y la Orden de San Jerónimo. 

En este singular monasterio-fortaleza con doble iglesia, se solapan el estilo gótico con claras influencias del Languedoc y mudéjar en el que es visible la tradición almohade. Sus excepcionales pinturas murales y bienes muebles conforman uno de los conjuntos más notables de toda España, habiendo sido declarado Bien de Interés Cultural en 1872.

Desde el momento de su fundación ha existido una estrecha vinculación entre el Monasterio de San Isidoro del Campo e Itálica. En la “Carta de Dotación” se explicita la entrega al Monasterio de “Sevilla la Vieja”, nombre que recibía en aquella época Itálica, reducida a una simple alquería.

Los restos romanos fueron utilizados como materiales de construcción desde el momento fundacional o hasta finales del siglo XVIII. Así aparece, una inscripción romana en uno de los matacanes de la fachada meridional, se utilizaron mármoles romanos para la reforma del presbiterio de la iglesia monacal en el siglo XVII, en la fachada neoclásica de las celdas del claustro grande se usaron también sillares romanos, según expresa una inscripción, y como ha documentado la arqueología y es visible en uno de los lienzos de la Vida de San Isidoro, existieron hornos de cal que la utilizaban como materia prima. Diversos elementos arquitectónicos y escultóricos, restos de una rica colección que poseía el monasterio a finales del siglo XVIIII, han llegado hasta nuestros días. Entre ellos, cabe señalar el fuste y el capitel que se hallan en el llamado Patio de los Naranjos, otro capitel corintio que aquí se expone junto con la cabeza de Apolo, que hasta mediados del siglo XX decoraba la espadaña del monasterio junto con otra de un personaje desconocido.

Itálica puede ser considerado el primer asentamiento romano en el Sur de la Península Ibérica, que fuera fundado en el 206 a.C. por Publio Cornelio Escipión “El Africano” en el contexto de la Segunda Guerra Púnica siendo además, cuna del emperador Trajano y de su sucesor Adriano. 

Llama nuestra atención desde el atrio el singular monasterio-fortaleza donde brilla con luz propia las almenas, matacanes, ventanas saeteras y los ábsides inexpugnables que nos recuerdan antiguos símbolos de la fuerza y poder del linaje más importante de la alta nobleza en Andalucía durante la Baja Edad Media: el de los Guzmanes. 

En 1298 Alonso Pérez de Guzmán “El Bueno” y María Alonso Coronel “fundadores de la Casa de Sidonia”, conseguirán de Fernando IV de Castilla el privilegio para la fundación del “Monasterio Cisterciense de San Isidoro del Campo” cuya fundación data de 1301 y entregado a los monjes de San Pedro de Gumiel, siendo considerado el monasterio cisterciense más meridional de Europa. Se trata de la primera institución monástica de Andalucía impulsada por un particular, pues todos los anteriores monasterios fueron impulsados por la monarquía. Los monjes cistercienses permanecieron en el monasterio hasta 1431. 


Panteón de "Guzman , el Bueno" en el Monasterio.

El monasterio fortaleza se erige con el objetivo de servir de panteón al linaje de los Guzmanes para memoria perpetua y poder posibilitar así “la salvación eterna”. El primer enterramiento realizado en el Monasterio de San Isidoro del Campo será el de su hijo Pedro Alonso, protagonista de los sucesos de Tarifa.


En 1294 el rey Sancho IV recurrió a Alonso Pérez de Guzmán “El Bueno” para la defensa de Tarifa, plaza amenazada por el infante don Juan, hermano del monarca, con la ayuda de los meriníes y nazaritas. Allí ocurrió la célebre defensa heroica de Tarifa, con la muerte de su inocente hijo menor “Pedro Alonso de Guzmán”, convertida en leyenda histórica. 

Según ésta, “Guzmán el Bueno” lanzó un cuchillo desde su castillo para que mataran con él a su propio hijo antes que sucumbir al chantaje que le hacían los sitiadores al haberlo conseguido apresar. Tras la gesta de Tarifa, Sancho IV le prometió el Señorío de Sanlúcar cuyo término incluía los lugares y poblados de Sanlúcar de Barrameda, Rota, Chipiona y Trebujena.


Monumento a "Guzman, el Bueno", en Tarifa

Sin embargo, será su hijo Fernando IV quien hizo efectiva dicha merced en 1297. Con el tiempo, Sanlúcar se convertiría en el principal solar de la casa. En 1299 recibió la merced de la almadraba de Conil y en 1303 la almadraba de Chiclana, cuyas respectivas aldeas poblaría. En 1307 recibió el Señorío de Vejer de la Frontera, a cambio de Zafra y Falconera, en Extremadura. Asimismo recibió el Señorío de Marchena y una retención sobre las rentas de Medina Sidonia.

Los restos mortales de su hijo fueron los primeros en ser depositados en la Iglesia del Monasterio de San Isidoro del Campo, algunos años después de su muerte, acaecida en 1294. En 1309 falleció Alonso Pérez de Guzmán, “I Señor de Sanlúcar de Barrameda” en la toma del castillo de Gaucín, en la Serranía de Ronda, luchando en la frontera del Reino de Granada. 



Castillo del Águila, en Gaucín, donde encontrara la muerte Guzmán, "El Bueno".

Los monjes cistercienses habitaron el monasterio hasta el 27 de septiembre de 1431 siendo desposeídos en virtud de una bula papal otorgada por el papa Martín V en 1429 a instancias de Enrique de Guzmán, conde de Niebla. 

Serán sustituidos por los ermitaños jerónimos de Lope de Olmedo a partir de 1431 con el objeto de recuperar el rigor eremítico de la Orden de San Jerónimo y profundizar en el estudio de las Sagradas Escrituras. Serán conocidos como “los isidros”. En 1568 será ocupado por la Orden de San Jerónimo.

A la iglesia primitiva de una sola nave, se le adosa una segunda iglesia en el segundo tercio del siglo XIV, mandada a construir por Juan Alonso Pérez de Guzmán “II Señor de Sanlúcar” quien quiso disponer de un panteón funerario propio, no siendo hasta 1600 cuando se unan los tramos inmediatos al presbiterio. 



La iglesia primitiva o fundacional se reservará para el culto monástico, mientras que la “nueva” estaba abierta a los fieles y a partir del siglo XVII abarcando las funciones del templo parroquial de Santiponce. Ambas iglesias serán conocidas como “las iglesias gemelas”.

Los monjes cistercienses se enterraban en el exterior del templo. Posteriormente los monjes jerónimos y potentados se enterrarían en el claustro, recibiendo por ello el nombre de “Claustro de los Muertos”. 

Las estructuras y dimensiones de ambas iglesias son de una sola nave con tres tramos y cabecera poligonal de siete lados con diferentes alturas, siendo más elevada la primera, lo que enfatiza su aspecto de fortaleza, puesto de manifiesto en el coronamiento de las almenas y matacanes que circundan el ábside, conformador por arcos apuntados que cabalgan entre contrafuertes, elemento singular de la arquitectura gótica de Andalucía.


El clero ha defendido siempre el “status quo” justificando y apoyando ideológicamente una situación que los ha convertido en estamento privilegiado. No olvidemos que el abad del Monasterio de San Isidoro del Campo poseía jurisdicción espiritual equiparable al de un obispo y temporal equiparable a un señor feudal. Por tanto, Santiponce entraba dentro de las propiedades del monasterio. 

El 20 de diciembre del año 1603 se produce una riada que provoca el traslado de Santiponce original hasta su emplazamiento actual. Los monjes del Monasterio cisterciense les cedieron las tierras altas a los supervivientes para la construcción de sus casas, edificándose un nuevo Santiponce, sobre las ruinas de la “Vetus Urbs” o Ciudad Vieja, núcleo originario de la ciudad de Itálica. El antiguo cementerio de los monjes cisterciense se transformará en cementerio municipal y la iglesia nueva se convertirá en templo parroquial.


En el siglo XVI se produce en el Monasterio de San Isidoro del Campo uno de los primeros focos de Reforma en España, ya que la comunidad de los monjes jerónimos practicaban las ideas reformadas. En su interior se leyeron y tradujeron libros prohibidos por el Tribunal de la Inquisición “desde Lutero a Calvino”. 

El 31 de octubre de 1517 Martín Lutero clavó sus famosas 95 tesis en la puerta de la iglesia del castillo de Winttemberg cambiando la historia del mundo, dando origen a la mayor ruptura dentro del Cristianismo y el punto de arranque de la reforma protestante que en 2017 celebrará su V Centenario. 

Los libros prohibidos llegaban a Sevilla gracias al arriero Julianillo Hernández. La Inquisición descubrió el brote herético y quemó a algunos de los “monjes propagandistas” en varios Autos de Fe. Sin embargo, algunos lograron escapar fuera de España como Casiodoro de Reina que se estableció en la Europa reformada. 

Casiodoro de Reina fue el traductor de la primera Biblia castellana completa, el 28 de septiembre de 1569, hermosa versión todavía vigente (con revisiones, en especial la de Cipriano de Valera, en 1602) en las comunidades evangélicas de todo el orbe hispánico. Esta es la famosa Biblia Versión Reina-Valera, que actualmente es la más leída en español, versión de 1960. 

Se la denominó la “Biblia del Oso” porque en su portada viene ilustrado un oso. La traducción a las lenguas romances o vulgares estaba prohibida por la Iglesia Católica, pero no así por las Iglesias reformadas.

María Bohórques fue una mujer muy docta, con tan sólo 24 años, fue condenada a morir en el "Quemadero del Prado de San Sebastián", en 1559 por mantener sus creencias reformadas.

En el interior del Monasterio de San Isidoro del Campo se funde el arte gótico con el mudéjar que lo convierte en uno de los conjuntos monumentales más importantes de Andalucía. El Monasterio de San Isidoro del Campo posee una verdadera carga histórica y artística con obras de Martínez Montañés, Pacheco y frescos del siglo XV. 



El Monasterio fue ampliándose y enriqueciéndose con los siglos, llegando a contar con una torre, una espadaña y cinco claustros. Junto a las dependencias monacales se encontraban la procuraduría, la hospedería y las instalaciones agropecuarias propias de estas instituciones que pretendían ser autosuficientes, dado su carácter autárquico. Se construyen graneros, almazaras, almacenes, alberca, pozos, norias, lagar, etc.

En la iglesia primitiva los muros del ábside se construyen con piedra tallada y los arcos sustentados mediante ménsulas mientras que la iglesia nueva se labraría en ladrillo y los arcos sustentados por pilastras. El Monasterio de San Isidoro del Campo es considerado uno de los ejemplares más significativos del mudéjar sevillano.

En las claves de los arcos centrales de las fachadas, en las bóvedas se representaron los símbolos heráldicos del linaje y en los sepulcros la imagen que se tuviese de ellos: armados con espada, cota de malla y armadura, como grandes guerreros. 

A lo largo del siglo XIX se produjeron en el Monasterio de San Isidoro del Campo dos exclaustraciones: la primera con ocasión de la invasión napoleónica 1808-1814 y la segunda con la “Desamortización de Mendizábal” en 1835. Tras esta última exclaustración el conjunto monacal se dedicó a cárcel de mujeres revertiendo finalmente en 1880 al Duque de Medina Sidonia.

Durante este periodo el proceso de degradación del conjunto fue notable, con el hundimiento de elementos significativos como el Claustro de los Mármoles o de los Aljibes, la botica y la hospedería. Ante la ruina inminente de esta última se movilizaron algunas instituciones como la Comisión de Monumentos y la Academia para salvar las pinturas murales que habían aparecido en el Claustro de los Evangelistas. Ante el riesgo de venta de todo el conjunto, Demetrio de los Ríos consiguió que fuera declarado Monumento Artístico Nacional en 1872, el primero de Andalucía, exceptuándolo así de la venta de los Bienes de Estado.

Los frescos han sido objeto de su restauración a finales del siglo XX debido a los destrozos producidos en la “Revolución de 1868”. Entre 1956 y 1978 el Monasterio vuelve a tener uso religioso siendo ocupado por los Jerónimos. A partir de esa fecha ha estado abandonado a su suerte.

Con motivo de los actos del VII Centenario de su fundación por Guzmán el Bueno se produce una profunda rehabilitación en el año 2002. Actualmente el Monasterio de San Isidoro del Campo pertenece a la Fundación Casa Álvarez de Toledo y Mencos, que tiene un Convenio de colaboración y cesión temporal de uso compartido con la Junta de Andalucía.




La visita al Monasterio de San Isidoro del Campo

Por la SE-30 accedemos desde Sevilla al Monasterio de San Isidoro del Campo, en Santiponce. En la explanada de la parte exterior del templo de San Isidoro del Campo se puede observar el “Patio de los Naranjos”. En el centro destaca la cruz del atrio que nos recuerda que estamos sobre un lugar de enterramiento de monjes cistercienses.

Los jerónimos que los sustituyeron a partir de 1.431 sepultaban a sus difuntos y particulares adinerados en el claustro grande, denominado “Claustro de los Muertos” donde se pueden observar algunas lápidas en sus galerías.


En el atrio, sobre una portada lateral junto a la puerta de entrada al conjunto monumental se puede observar una cerámica que representa el escudo de los Álvarez de Toledo, que ostentaron el escudo de la Casa de Alba durante varios siglos, rodeado por los estandartes de las casas que dieron origen al Ducado. 

En el sureste nuestra retina capta la torre de estilo barroco, renovada tras el terremoto de Lisboa en 1.755. Tanto desde el exterior como en el interior se perciben las dos iglesias conocidas ambas como las gemelas: la primitiva o fundacional y la nueva. De la época fundacional se ha conservado un Crucificado, única imagen que se permitía en los templos cistercienses. 

Llegamos a un espacio acotado “el coro” que ocupa la mayor parte de la iglesia primitiva o fundacional, restringida para el culto monacal, estrechamente ligado al presbiterio en el ámbito de la liturgia donde los monjes recitaban salmos y lecturas una hora nocturna y siete diurnas. Estas horas canónicas se cantaban en el coro y era señaladas con un toque de campana. 

La sillería del coro es una obra clasicista del siglo XVII donde se muestra el rigor ideológico de la “Contrareforma”, desde el Concilio de Trento en 1535 y en estrecha relación con el nuevo rumbo que la orden jerónima impuso al monasterio. Posee dos niveles y allí se colocaban los monjes.

El fascistol o atril grande conserva el diseño clásico en su vástago central al que se añade en la segunda mitad del siglo XVIII para enriquecerlo una talla rococó con La Inmaculada rodeada de ángeles. El órgano vendrá a reforzar con sus toques el esplendor ceremonial de la liturgia.


Decoran los muros del coro una serie de cuadros: La Asunción-Coronación de la Virgen, El Triunfo de la Muerte, una alegoría a la fugacidad de la vida; San Cristóbal, como era tradicional, se situaría a la entrada del templo; San Isidoro en la toma de Baeza muestra la imagen del Santo titular en relación con el concepto de “Reconquista” que propugnaron los reinos cristianos.




Desde el coro se observa “El Claustro de los Muertos” cuya nomenclatura se debe a que las galerías fueron utilizadas por los jerónimos para el enterramiento de los monjes, patronos y algunos particulares pudientes. En el centro del Claustro se encuentra el pozo, que en la tradición cisterciense tenía un valor simbólico como fuente de la vida.

El monasterio posee dos claustros “El claustro de los Muertos” y “El claustro de los Evangelistas”. En torno al Claustro de los Muertos se articulan las dependencias del núcleo medieval: iglesias, refectorio, sacristía, sala capitular, etc.


El Claustro de los Muertos es de estilo mudéjar, de planta rectangular, con doble galería y arcos peraltados enmarcados en alfiles que apean sobre pilares ochavados. Las pinturas que se encuentran son murales al fresco con decoración y lacerías mudéjares. Hallamos restos de una Anunciación, de Juan Sánchez de estilo hispanoflamenco, y también encontramos un San Miguel a la grisalla.



Consta de un patio, cuatro galerías perimetrales, dos plantas y una escalera de caracol exterior que las comunica. Los arcos, cuyo número se duplica en la planta alta, son de medio punto y están enmarcados por alfices. Su traza mudéjar confirma la mayor libertad estilística en relación con otras dependencias más sometida a la regulación de la orden, lo que en este caso permitió las aportaciones de tradiciones constructivas y decorativas locales. Este mudejarismo se acentúa con la policromía de las arquerías y la decoración pictórica de los arrimaderos, en un despliegue de paños de lacerías de tradición islámica, combinados con motivos vegetales de tradición gótica. 


El claustro de los Evangelistas o de la Hospedería posee unos frescos que datan del siglo XV atribuidos por unos a Diego López, maestro mayor de los pintores del Alcázar de Sevilla y otros autores lo atribuyen a Pedro de Toledo. 

El Claustro situado al sur de la iglesia para que estuviese más soleado era el centro de la Vida Monástica. Allí se encontraba el “armariolum”, librería para que los monjes en los momentos de esparcimiento de pudieran dedicar a la lectura. 


Las pinturas murales permiten apreciar los sucesivos cambios de gusto producidos desde el siglo XV al XVII, destacando las pinturas de San Miguel y la Anunciación, obras de Juan Sánchez de San Román, fechables en torno a 1490. También son notables los paños de azulejos de arista del siglo XVI que recubren la galería norte.


La comida en el monasterio era a base de pan, legumbres y excepcionalmente, pescado. La carne estuvo especialmente proscrita. Siempre la lectura daba a la comida el sentido espiritual y didáctico que se requería en la vida monacal.

Antes de entrar en el refectorio los monjes se lavaban las manos en el lavabo. Las mesas se disponían en forma de U, sentándose los monjes sobre un banco corrido apoyado en el muro. Encontraban el alimento ya servido, después de la bendición en latín, se sentaban, y no comían hasta que el prior descubría el pan. Se comía en silencio, mientras que los monjes procedían a la lectura desde el púlpito.

El refectorio se sitúa en un espacio rectangular cubierto con bóvedas de crucería apoyadas sobre ménsulas repisas. Está presidido por la Sagrada Cena, pintura mural única en España.

Se construyeron en el siglo XIV, siguiendo los postulados de la arquitectura gótica de raíz burgalesa, tal como muestra la propia fábrica y las ventanas que dan al claustro; mientras que las ventanas que dan a exterior se rematan con arcos polilobulados de tradición almohade.



De vuelta a las galerías que dan de nuevo al Claustro de los Muertos entramos en la Sacristía de amplias dimensiones destacando el retablo de la Virgen de la Antigua, obra atribuida a Cristóbal de Mayorga.

Saliendo de la Sacristía entramos en el presbiterio de la primitiva iglesia donde destaca el Retablo Mayor, obra de Juan Martínez Montañés finalizado hacia 1613 donde se encuentran representados San Isidoro de Sevilla, San Jerónimo o el Nacimiento y la Adoración de los Pastores. Junto al Retablo Mayor se encuentra el panteón con las figuras orantes de D. Alonso Pérez de Guzmán y Dª María Alonso Coronel, dos de las tres únicas figuras no sagradas que realizó Montañés en toda su vida. 


Desde la Iglesia primitiva entramos en la Iglesia nueva del Monasterio de San Isidoro del Campo que está presidida por un retablo barroco ensamblado en 1730, en el que destaca el Cristo de las Ánimas o Cristo de la Vera Cruz, atribuido a Jerónimo Quijano, escultor y arquitecto del siglo XVI. El retablo consta de un único cuerpo con tres calles al que se le suma un ático con una escena de la Natividad, escoltada por San Isidoro y San Leandro.

El retablo es una estructura barroca realizada en torno a 1730. Está articulado mediante estípites y contiene las esculturas de La Virgen y San Juan conformando el Calvario en la hornacina central, flanqueada por las imágenes de San Juan Nepomuceno y San José. En el remate se sitúan el relieve de Santa Paula y San Jerónimo en el Portal de Belén en el centro y San Cornelio y San Geroncio en los laterales.

Dos retablitos ménsulas del siglo XVIII, situados en los muros laterales, contienen la escultura en barro cocido de San Joaquín, de la misma época, y San Sebastián, talla del siglo XVI.

En el muro de la nave, dentro de una pequeña hornacina, se custodia un fragmento de brocal erosionado por la acción de la soga. Según la tradición esta reliquia corresponde al pozo donde San Isidoro meditó sobre el valor de la perseverancia en el estudio a lo que hace referencia la inscripción que se puede traducir por “La gota horada la piedra”.

Junto al retablo barroco se encuentran diversos sepulcros del linaje de los Guzmanes y de Álvarez de Toledo. 


Documentación

En la relación entre el monasterio e Itálica hay que subrayar la figura de Fray Fernando de Zevallos (1732-1802) prior del monasterio y erúdito, autor de “La Itálica”, figura esencial para el conocimiento del conjunto arqueológico que promovió la extracción de piezas con un nuevo criterio, como documentos de la Antigüedad e inició su estudio sistemático.

La orientación intelectual y el estudio de las Sagradas Escrituras constituye el principal carisma de la orden jerónima, superpuesta a la producción documental y bibliográfica común a cualquier monasterio como centro de investigación, docencia y reproducción de los saberes medievales o del Antiguo Régimen, debieron generar un riquísimo patrimonio documental y bibliográfico que, desgraciadamente, ha sufrido una gran dispersión.

El patrimonio documental y bibliográfico debió ser inmenso. En la actualidad, esa de esa riqueza patrimonial sólo resta en el monasterio algunos libros litúrgicos y de canto, que con su calidad de impresión y encuadernación, dan muestra de lo que pudo ser el patrimonio bibliográfico que atesoró en otras épocas. Prueba del esplendor que adquiere el monasterio desde entonces fue la ampliación de sus dimensiones, diferenciándose en torno al núcleo fundacional diversos ámbitos, como el Claustro Grande con las celdas individuales, la procuraduría, la botica, etc. 



Antes de salir nuestra retina capta una hornacina del brocal del pozo de San Isidoro del Campo, conservado como una reliquia con la siguiente inscripción CVTIACAVATLAPIDEM “La gota penetra la piedra, no por la fuerza, sino por la constancia” -de Ovidio-.

Desde el Patio de los Naranjos del Monasterio de San Isidoro del Campo pusimos nuestro sextante cultural en busca de la antigua mezquita de Ibn Adabbás en la Iglesia del Salvador de Sevilla. Pero antes hicimos un alto en el camino para recuperar energías, bajo un marco incomparable a la sombra de la Giralda.

La tarde la dedicamos a visitar la Iglesia del Salvador donde estuvo ubicada la antigua Mezquita Aljama de Ibn Adabbás. Se puede apreciar los restos de los arcos del patio de las abluciones “sahn”, el antiguo alminar y las aldabas de la puerta de la Aljama o Mezquita Mayor de la antigua Ishbiliya hasta el día 30 de abril de 1182, fecha en la que dejó de realizarse en ella el sermón y la oración de los viernes. Pero eso formará parte de otro capítulo en el blog de mis culpas…

El Monasterio de San Isidoro del Campo se ha convertido en un monumento simbólico de la Reforma en España, razón por la cual ha sido escogido los protestantes españoles como escenario clave para conmemorar el V Centenario de las tesis de Lutero (1517-2017).

Desde el Monasterio de San Isidoro del Campo, símbolo de la Reforma en España, para el blog de mis culpas...


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