miércoles, 3 de abril de 2019

Al Motamid, el último rey abadí de la antigua Ishbiliya




Una mañana de primavera, entre efluvios de incienso y azahar, colocamos nuestro sextante desde la tierra de Villalón, de la cal y del flamenco, en la antigua Ishbiliya con el objeto de otear las huellas de su último rey abadí "Al Motamid Ibn Abbad". 

La visita podría servirnos como prólogo para un próximo viaje a la ciudad imperial -majzen- de Marrakech, lugar del que toma Marruecos su bella etimología, y donde Agmat, brilla con luz propia al encontrarse un morabito con los restos del último rey abadí de la antigua Ishbiliya.

«Aun si los enemigos me arrebataban el reino / y el pueblo me traicionara, / mi corazón permanecería entre mis costados, / y costados no entregan corazones... / Mi nobleza no ha sido arrebatada. / ¿Acaso se puede arrebatar la nobleza?». No se puede. Ni aunque haya estado mil años bajo tierra.




Al Motamid estuvo vinculado en la antigua Ishbiliya con el campo de la cultura de su época, Sin embargo, le esperaba un final desconsolado y cargado de nostalgia bajo el inhóspito destierro de Agmat, cerca de Marrakech, añorando su antigua "Dar al-Imara", el río Guadalquivir "Wad al-kabir" o los olivares sevillanos de cuyas aceitunas "azzaytúna" se obtenía el zumo virgen en las almazaras "al-ma'sara" en forma de preciado aceite "azzeit" del Aljarafe "Al-Xaraf".


A través de la Ruta Bética Romana llegaría el vino y el aceite de oliva al puerto de Baelo Claudia, y desde allí a Roma, en ánforas, elaboradas en los alfares de la Bética.

El aceite lampante que no se utilizaba para consumo humano se utilizaba para las lámparas "qandil" de barro cocido. 

En su viaje a Marruecos en 1924 Blas Infante visitó la tumba del último rey abadí de la antigua Ishbiliya “Al-Motamid” en Agmat, al este de Marrakech. Al Motamid encarnaba para Blas Infante un ejemplo de pacifismo y tolerancia encarnado por el espíritu de Andalucía. Blas Infante otorga una gran importancia al periodo de convivencia entre musulmanes y cristianos de Andalucía y se inspira en los enamorados de Antequera que proviene del siglo XV, cuando ésta ciudad, llegara a ser frontera entre los reinos de Castilla y Granada. 


La Torre del Oro junto al río Guadalquivir, histórico cauce de culturas.

Tras haber escuchado allí las nubas magrebíes, es el primero en poner en relación los cantos populares de ambos lados del estrecho de Gibraltar. En su obra “Orígenes de lo flamenco y secreto del cante jondo” (1929) da forma a una de las teorías más serias sobre el origen del término "flamenco", cuyo origen estaría en los cantos de los moriscos que se escondieron en los montes tras el decreto de expulsión de Felipe III, que con el tiempo se confundirían con los gitanos errantes. Flamenco vendría de "fellah mengu" cuyo significado sería “campesino huido” en el dialecto andalusí.

En el barrio de Santa Cruz nuestra retina captaba un azulejo -azzuláyǧ o ladrillo vidriado- en la calle Gloria, entre la Plaza de los Venerables y la Plaza de Doña Elvira, que nos recuerda una bella historia de amor, la de una alfarera -alfahhár- del antiguo arrabal de Triana llamada “Itimad”, que aun siendo esclava llegaría a ser reina de la antigua Isbiliya "Sevilla", al enamorarse perdidamente  de ella, el último rey poeta "Al Motamid". 



Las angostas y sinuosas callejuelas del Barrio de Santa Cruz nos acercan a las murallas de la antigua “Dar al Imara o casa del Gobernador”, donde llegaría a vivir Al Motamid en compañía de su esposa “Itimad”. Paseando entre sus bellos jardines pudimos observar una columna de mármol conmemorativa del IX Centenario (1091) del destierro del último rey de la antigua Ishbiliya (Sevilla).


“LA CIUDAD DE SEVILLA A SU REY POETA ALMUTAMID IBN ABBAD EN EL IX CENTENARIO DE SU TRISTE DESTIERRO 7 DE SEPTIEMBRE DE 1091/RACHAB 384.
SEVILLA 1991


Paseando por el perimetro de las murallas de la antigua "Dar al-Imara", entre la judería y el callejón del agua, pudimos observar antiguas conducciones de la época islámica -siglo XI y XII- que suministraban agua al Alcázar y a la ciudad.

La Torre del Oro ubicada en la margen izquierda del río Guadalquivir “Wad al Kabir”, nos evoca la época de Al Motamid cuando paseaba junto al puente de las barcas que conectaba la antigua Ishbiliya con el arrabal de Triana, permitiendo llegar al Aljarafe "Al-Xaraf o elevación" . 


El brillo dorado que proyectaba la Torre del Oro era la consecuencia de que los rayos del sol se reflejaban en el mortero de cal mezclado con paja prensada. La Giralda de Sevilla como antiguo alminar andalusí nos va acercando al Patio de los Naranjos de singular belleza.


El Patio de los Naranjos de la antigua mezquita aljama de Ibn Abaddás (Iglesia del Salvador de Sevilla) con su alminar en la calle Córdoba nos proyecta aquel esplendoroso pasado andalusí.

La antigua mezquita de Ibn Adabbas en la Iglesia del Salvador con el alminar en la calle Córdoba junto con las dos antiguas aldabas con cabeza de león pertenecen también al legado andalusí que otorgó esplendor a la antigua Ishbiliya. 



Bajo el reinado de Al Motamid se decidió desecar una laguna que ocupaba la zona que hoy conocemos como Buhaira (“al-buhaira” significa “laguna”). Gracias a tres botánicos -Ibn-Bassal, Abu I-Jair e Ibn Hayay- se convertirá en una zona de recreos donde se harán diversos experimentos agrícolas al ser los musulmanes grandes expertos en la cultura del agua.



A partir del siglo XII, este terreno se ampliará bajo el califato de Abu Yacub Yusuf, quien dotará a la zona de olivos, palmeras, viñas, árboles frutales y lo más importante: un palacio y jardines en la zona “almunya”, creando así una pequeña Medina Azahara en Sevilla. El agua con el que se mantenían estos jardines provenía del acueducto de los Caños de Carmona, y de una alberca que había in situ. El palacio de verano de al-buharia llegaría a ser un lugar idílico para los reyes árabes y de hecho, los dos portones que dan a la calle Portacoeli era el acceso a esta zona de descanso.


¡Pero quien fue Al Motamid, al que recuerdan tanto en Sevilla casi un milenio después y cuya memoria se proyecta en Agmet a través de un morabito y que incluso Blas Infante visitara en 1924 al encarnar un ejemplo de pacifismo y tolerancia encarnado por el espíritu de Andalucía!

Al Mutamid (Beja, 1040 - Agmat, 1095) fue rey de la antigua taifa de Ishbiliya (Sevilla) entre 1069-1090 y último rey abadí, segundo hijo y sucesor de al-Mutadid I (1042-1069). Se convirtió en heredero cuando su hermano mayor fue mandado a ejecutar por su padre por una presunta traición. Fue educado por el poeta Abu Bakr Ibn Ammar en Silves (Algarbe).

Su abuelo Abú al Qasim Muhammad ibn Abbad, descendiente de una estirpe real, se proclamó emir de Sevilla. Eran las primeras décadas del año mil. Los reyes abadíes se apoderaron del Algarve, Huelva, Algeciras, Ronda, Sevilla, Córdoba, parte de Jaén y Murcia. Durante este largo periodo de tiempo, Sevilla se convirtió en un gran centro de la cultura.

En el segundo año de su reinado, al-Mutamid anexionó la taifa de Córdoba, a cuyo frente puso a uno de sus hijos. Esta anexión supuso una amenaza para la taifa de Toledo, cuyo rey, Al-Mamún, apoyó a un aventurero, Ibn Ukkasha, que en 1075 se apoderó de la ciudad y ejecutó al joven príncipe. Al Mamún de Toledo tomó posesión de la ciudad, en la que murió seis meses después. Durante tres años al-Mutamid trató de reconquistar Córdoba, lo cual consiguió en 1078, al tiempo que todas las posesiones de la taifa de Toledo situadas entre el río Guadalquivir y Guadiana pasaron a formar parte del reino de Sevilla.



En la corte de Al Motamid gozaron de favores poetas y personajes dedicados al campo de la cultura como Ibn al-Labbana de Denia, Ibn Zaydún o el propio visir y poeta Ibn Ammar de Silves (1031-1086) e intelectuales de la talla de Ibn Hazm (994-1063) “El collar de la Paloma”, una de las figuras centrales de la cultura andalusí, el geógrafo al-Bakrí junto con el astrónomo y geógrafo Azarquiel (al-Zarqali).


En el año 1013 ocurre la destrucción de Madinat al-Zahra por el bereber al-Mustain que concede a loz ziríes el territorio de Granada y a los Banu Dammar el de Morón.

En poco más de 50 años, gozó de un esplendor económico, social y cultural, no faltando las intrigas palaciegas. Un reino habitado por un mosaico étnico entre árabes, bereberes, muladíes, mozárabes y judíos, aprendiendo a convivir. Un territorio con personalidad propia entre 1013-1066.

Tras la caída del Califato de Córdoba, cada general se hizo fuerte en su castillo. La seguridad dependía de la diplomacia y del ejército. Durante un tiempo Mawror hizo frente a la antigua Ishbiliya formando una liga con los reinos de taifas de Arcos, Ronda y Granada, pero esta última nos traicionaría. 

"En 1053 partimos en comitiva hacia Sevilla siendo encarcelados y asesinados. Sólo sobrevivió el rey de Ronda como ejemplo para los ziríes de Granada".

Manad ben Muhammad, Imad ad-Dawla siguió sufriendo el asedio del soberano Al-Mutadid que incendiaba las cosechas y cercaba el comercio. Su hijo cederá la plaza a cambio de un alojamiento y una pensión. Finaliza aquí la historia del reino de Mawror anexionado definitivamente a Ishbiliya en el año 445 de la Hégira, 1066 de la era cristiana.




...Uno de los principales anhelos de al-Mu´tadid era la eliminación de los principados bereberes de Morón, Ronda y Arcos. Para ello, utilizó los métodos más diversos; desde el ataque frontal a la compra de voluntades mediante la extorsión y el soborno, enfrentando a unos con otros. 

Visita al-Mu´tadid Morón acompañado solamente de dos servidores, lo que asombra dado el odio que le tenían los bereberes, demostrando así “la lucha audacia que le caracterizaba en todos sus actos. A Ibn Núh le dio una gran alegría una visita tan inesperada (no la había anunciado) acogiéndolo con suntuosidad y reiterándole su vasallaje. En realidad, la visita de al-Mu´tadid tenía por objeto la distribución de dinero entre los guerreros de Ibn Núh asegurándose así la buena voluntad de sus corazones y explorar el terreno, “procurando atraerse. A ser posible, algunas personas influyentes para preparar una sublevación, poniéndose en comunicación, al mismo tiempo, con la población árabe, que ardía en deseos de sacudirse el yugo berberisco”.

Luego marchó a visitar a Abí Qurra en Ronda y obró exactamente igual que lo había hecho en Morón. En Ronda, mientras simulaba tomar una siesta, un jefe bereber aconsejó matarlo pero Abí Qurra se opuso invocando las leyes de hospitalidad. Al-Mu´tamid se marchó de Ronda sabiendo quienes deseaban eliminarle y con un odio acrecentado, todavía más si cabe, hacia los bereberes.

Poco tiempo después, al Mu´tadid los invitó a visitarle en Sevilla, poniendo como pretexto la circuncisión de uno de sus hijos. 

“Llegaron como llega el borrego a la cuchilla”. Tenían el más hermoso aspecto, vestidos espléndidos, joyas de alto precio…Se les unió, sin haber sido invitado Ibn Jizrún de Arcos. El séquito lo componían unos doscientos caballeros de entre los arráeces de sus cabilas. Cuando llegaron, los alojó y los honró. Aposentó a sus emires en u no de sus palacios y se dedicó a preparar el plan que sería la culminación de su odio hacia ellos.

Al tercer día de su llegada les concedió audiencia. Entraron y tomaron asiento junto a él. Comenzó a reprocharles su poca diligencia, como aliados suyos, en la guerra que sostenían contra sus enemigos. Ellos, en su ignorancia de lo que estaba hablando quisieron justificarse, replicándole Ibn Núh, pero al-Mu´tadid le golpeó y llamó a sus esclavos -a los que tenía prevenidos- que les trataron con insultos y bajezas, arrancándoles las barbas por haberse dejado engañar. Ibn Abbad ordenó al instante aherrojarles y castigarles; luego los encarceló en un baño que había hecho desalojar a tal fin y que se conoce como “hammán ar-raqqaqín o baño de los pergamineros”. Les daba poco de comer y los grillos les hicieron llagas en las piernas. No podías ir a hacer sus necesidades con los pies trabados y hombres de la hez del pueblo se encargaban de aquello para que gustaran de otro castigo ejemplar. Esto tuvo lugar en el mes de rayab del año 445/17 de octubre a 15 de noviembre del año 1053.

A los arráeces de las cabilas bereberes les quitó sus caballos, sus armas, sus tiendas y todo lo que poseían. La mayoría de ellos se había endeudado, pidiendo prestado para presentarse ante Ibn Abbad y sus íntimos con el debido boato y majestad. Al-Mutádid obtuvo muchas riquezas y ellos permanecieron cautivos durante un tiempo considerable.

Luego ordenó sacarlos de sus calabozos y les devolvió todo lo que les había tomado. Después preparó un banquete para los emires que fueron introducidos ante él. Los colmó de honores y mandó preparar y perfumar el baño, al cual marcharon en compañía de los esclavos de Ibn Abbad, reteniendo junto a sí, con una excusa, a Abú Núr Hiláb b. Abí Qurra, señor de Ronda, al que liberó después. 

Cuando entraron en el baño y se sentaron frente a la pila, marcharon de su lado los esclavos. Habían preparado cal y ladrillos. La puerta fue tapiada y se ordenó al calderero que avivara el fuego. Así pues, el baño se calentó mucho. Como consecuencia los emires se levantaron y quisieron salir; pero no encontraron la salida y allí tuvo lugar el fin de su vida. Muhammad b. Núh murió el año 449/1057 y su cráneo, junto al de Ibn Jizrún y otros muchos enemigos de los Banú Abbad, pasaron a engrosar la colección del tétrico jardín de al-Mu´tadid. 

MANAD B. MUHAMMAD B.NUH, IMAD AD-DAWLA le prestó juramento de fidelidad a la muerte de su padre. Siguió la senda de su padre y la sobrepasó. Su fama y autoridad se extendieron de tal forma que los descontentos de Sevilla y Écija, se unieron a su ejército y sus tropas de multiplicaron. “Fue un nudo en la garganta de Ibn Abbad”. No cesó, a pesar de eso, al-Mu´tamid de combatirle, incendiando cosechas y aldeas y cautivando a sus habitantes---hasta que por fin, logró sitiarle en Mawrúr, capital de la taifa. Le combatió tan firma y reciamente que Manád no tuvo más remedio que mandarle una carta pidiéndole el “aman” a cambio de su vida, abdicación y marcha a Sevilla con toda su familia y sus bienes. Al-Mu´tadid le respondió favorablemente y como consecuencia, Manád le entregó la fortaleza marchándose a Sevilla.

Al Mu´tadid le aposentó en Sevilla en una casa magnífica y se esforzó en agasajarlo y procurarle una vida holgada. Esto ocurrió el año 458/3 Dic 1065 - 21 Nov 1066 y así permaneció en Sevilla hasta su muerte en el año 468/10 Ago 1075 - 4 Ago 1076. Su reinado en Mawrúr tuvo una duración, desde el día en que fue investido hasta el de su deposición, de 30 años. Permaneció en Sevilla diez años…

Del libro: FAQUIES, GUERREROS, GRAMÁTICOS Y POETAS: EL MORÓN MUSULMÁN EN SUS PERSONAJES (SIGLOS VIII AL XIII) del arabista de Morón Ricardo Barroso Martínez/julio 2018



Después de la conquista de Toledo por Alfonso VI (1085), y viendo Al Motamid que la frontera del río Tajo estaba en peligro decidió pedir auxilio a los almorávides, que el 30 de julio de 1086 desembarcaron en Algeciras. Las tropas de la taifa sevillana ayudaron, junto con tropas de las taifas de Granada y Badajoz, a derrotar a los cristianos en Zalaca (1086). Sin embargo, el emir almorávide Yúsuf ibn Tafsún, requerido en África, volvió a su reino.

Azulejo de la "Toma de Toledo", en la Plaza de España de Sevilla.

Históricamente, los grandes ríos peninsulares han formado parte de las fronteras o marcas. El río Ebro formaba parte de la marca superior "al-Tagr al A´la" de Al Ándalus con capital en Saraqusta. El río Tajo de la Marca Media "al Tagr al Awsat"" con capital en Tulaytulah "Toledo" y el Guadiana de la Marca Inferior "al Tagr al Adna" con capital en Mérida. Por tanto, cuando Toledo fue conquistada por Alfonso VI, comenzaron a saltar todas las alarmas.

Ante las nuevas desavenencias y desencuentros entre las taifas, Al Motamid en persona se dirigió de nuevo a Marrakech para pedir a Yúsuf que acudiera en ayuda de los musulmanes en al-Ándalus.

Al Motamid ignoraba que la petición de ayuda a los fanáticos almorávides convertiría su hermoso destino en un final desconsolado.


El 7 de septiembre del año 1091 fue tomada Sevilla por los almorávides. El emir Ibn Tafsún ordenó que el rey depuesto fuera conducido a Marruecos y desterrado en el aduar -pequeña población de beduinos- de Agmat, donde moriría en 1095 “extranjero y cautivo”, después de haber pasado los últimos cuatro años de su vida cargada de nostalgia y tristeza. Un hombre culto que vivía en el Alcázar se ve desterrado hacia un lugar solitario e inhóspito, lo que le llevará emocionalmente a una profunda melancolía. El tercer y último rey sevillano de la dinastía de los abbadíes Al Mutamid y su esposa Itimad sintieron en el destierro la nostalgia de Ishbiliya.

Al Motamid llegó a Tánger en tránsito hasta su triste destierro en Agmat, donde se dedicó a escribir los más bellos poemas cargados de nostalgia, desconociendo los habitantes de Agmet su verdadera identidad. 

En 1095, en el aduar de Agmat, la esposa de Al Mutamid fue enterrada mientras un nuevo dolor se añadía al lacerante dolor del destierro. A los pocos meses de la pérdida de su esposa, Al Mutamid, el poeta rey, dejaba de existir y comenzaba su leyenda.

En el morabito de Agmat, la tumba de Al Mutamid se encuentra a la izquierda y la de su esposa I’timad Al Rumaikyya a la derecha. Entre ambas tumbas se encuentra la de uno de sus hijos, está dispuesta entre ambos. 



Allí compuso “Elegías de Agmat”, uno los más bellos poemas de dolor de la literatura universal.

 “¡Sevilla, que lejos!
¡Ay qué lejos!
¡Ay Sevilla!
La única cadena que yo siento…”

Al Mu’tamid de Sevilla llegó a ser mejor poeta que rey. Su poesía culta, intensa y nostálgica podría considerarse una especie de autobiografía sentimental. Al Mutamid de la dinastía de los abadíes es considerado uno de los máximos exponentes de la poesía andalusí.



...Cuenta la leyenda que Al Motamid paseaba durante las tardes por la ribera del Guadalquivir junto a su amigo, consejero y poeta Aben Amar. Caminaban despacio y se paraban de trecho en trecho hablando de poesía.

Una tarde, paseando junto al puente de barcas que unía el antiguo arrabal de Triana con la antigua Ishbiliya se detuvieron a contemplar el río Wad al Kabir “Guadalquivir”. Al Motamid llamó la atención de su amigo sobre la belleza que emanaba del efecto de la luz del sol de poniente sobre el agua rizada por la brisa.

Aben Amar comentó adulador: 

“Una cota de oro digna de un rey”.

Inspirado Al Motamid comienza a hacerle un verso y empieza:

La brisa convierte al río
en una cota de malla…

De pronto a sus espaldas una voz femenina bien timbrada con perfecta entonación y dicción, declama:

La brisa convierte al río
en una cota de malla,
mejor cota no se halla
como la congele el frío.

Sorprendidos, se vuelven para ver quién era la que con tanta inspiración había completado la estrofa.

Vieron a una joven descalza que llevaba un borriquillo por el ronzal y que sin hacerles caso se dirigió a Triana por el puente de barcas.

El rey encargó a su amigo que se enterara de quién era y a quien pertenecía la muchacha pues parecía una esclava.

Efectivamente lo era.

Se trataba de Itimad, esclava de un alfarero llamado Romaicq, por eso la llamaban "Itimad la Romaiquia".

Itimad era de Triana y se dedicaba a la faena de hacer ladrillos y tejas en el horno de este alfarero. Aunque el rey le propuso comprarle la esclava, el mercader muy a gusto se la regaló ya que decía que era muy fantasiosa y que trabajaba poco.

Así que, Al Motamid se la llevó a la antigua Dar al Imara “El Alcázar” aunque hasta ese momento el rey sólo se había preocupado por la poesía y las artes sin preocupación por las mujeres, quedó enamorado de ella hasta el tuétano (un claro “flechazo”) y la hizo su esposa. Tuvieron 3 hijos.

Itimad fue una esposa y reina prudente que consiguió logros notables como que las mujeres sevillanas se quitasen el velo del rostro en contra de la ley islámica, lo que le hizo valdría al rey poeta enemistarse con los juristas malikíes aunque su talento natural para las artes literarias y sus ideas “feministas” fueron siempre respetados.

Cuenta la leyenda que Itimad dio muestras de melancolía, se acordaba de Triana y tenía ganas de pisar el barro como cuando fabricaba ladrillos y tejas para el mercader Romaicq.

El rey Al Motamid para no verla triste llenó el patio del Alcázar con barro perfumado con todas las especias y aromas que pudo encontrar en su reino, como azúcar, canela, espliego, clavo, almizcle, ámbar y algalia. 

Allí estuvo Itimad jugando con sus doncellas un buen rato, amasando con los pies el perfumado barro al igual que lo hacía de niña en Triana, y riendo entre alegres y estrepitosas risas.

También cuenta la leyenda que en otra ocasión volvió a estar triste porque nunca había visto la nieve. El rey se la llevó a Córdoba para distraerla. En la Península no había nieve, si no era en el Norte que era tierra de cristianos, o en Granada que era tierra de Almudafar, y no era plan de molestar a nadie por un capricho.

Un día de febrero el campo de Córdoba amaneció nevado. No era nieve, pero Itimad no notó la diferencia. El rey en secreto había hecho plantar un millón de almendros frente al Alcazar viejo. Cuando ese día de febrero los almendros florecieron, el campo parecía nevado y dejó contenta a su esposa.

Itimad y Al Motamid fueron felices. Aunque él podía tener un harén porque su religión se lo permitía, ella fue su única esposa y su amor duró toda la vida de ambos, sobreviviendo a los buenos y a los malos tiempos.

Una de sus hijas Zaida, fue pedida en matrimonio por el rey Alfonso VI mediante embajadores cuando cumplió 15 años. Ésta fue enviada a la frontera con lucida escolta y tras convertirse al catolicismo y tomar el nombre de Isabel, se casó con el rey.

Al Motamid destacó por sus dotes como poeta y por su pasión por las artes y la cultura, y por eso precisamente se quedó sin reino; ¡más le hubiera valido que hubiera destacado como estadista y estratega! Entre la espada y la pared, perdió su reino al abrir las puertas de Sevilla a Yusuf quien lo desterró a Marruecos.

Los sevillanos los despidieron con pena agolpados en la orilla del río cuando partía para el destierro. Las mujeres se quitaron el velo del rostro y se lo arañaban en señal de dolor.

Itimad estuvo con su marido no sólo durante los años de esplendor, sino también en los momentos duros; lo acompaño al destierro.

La reina de nuevo volvió a vivir en la miseria como cuando era la Romaiquía de Triana, una simple esclava.

Invisible a mis ojos, siempre estás presente en mi corazón.
Tu felicidad sea infinita, como mis cuidados, mis lágrimas y mis insomnios.
Impaciente al yugo, si otras mujeres tratan de imponérmelo, me someto con docilidad a tus deseos más insignificantes.

Mi anhelo, en cada momento, es tenerte a mi lado: ¡Ojalá pueda conseguirlo pronto!.
Amiga de mi corazón, piensa en mí y no me olvides aunque mi ausencia se larga.
Dulce es tu nombre. Acabo de escribirle, acabo de trazar estas amadas letras.

Al Motamid a su esposa.

El monumento a Morayma "esposa de Boabdil" expresa fielmente el dolor lacerante andalusí por la pérdida de Al Ándalus, con el consiguiente destierro.

Tras haber visitado la antigua Ishbiliya de Al Motamid, colocamos nuestro sextante en Tánger, donde el rey poeta transitara hacia su destierro, lo que nos permitirá llegar a Marrakech, donde nuestro protagonista pidiera ayuda a los almorávides.

Por último, como epílogo de nuestra ruta del último rey abbadí de la antigua Ishbiliya, visitamos Agmat -cerca de la cordillera del Atlas- a unos 30 km. al este de Marrakech, en la carretera de Ourika, donde un morabito recuerda la memoria de Al Motamid y la de su esposa Itimad mientras en el horizonte nos observa el Atlas como testigo de nuestra presencia bajo los efluvios y reminiscencias andalusíes.

Desde la antigua Ishbiliya de Al Motamid -que encarnaba un ejemplo de pacifismo y tolerancia- con nuestro sextante cultural colocado en la tierra de Villalón, de la cal y del flamenco -entre efluvios de incienso y azahar-, con la didáctica intención de seguir oteando nuevos horizontes culturales para compartir con los amigos del blog de mis culpas... 



ALFONSO VI y ZAIDA "UNA BELLA HISTORIA DE AMOR".

Una verdadera historia de amor entre el rey cristiano Alfonso VI y una bella princesa musulmana, hija del rey taifa de la antigua Ishbiliya "Al Motamid". Es posible que haya sido no sólo una hermosa historia de amor de la España medieval, sino de la España de todos los tiempos.

El rey Motamid tuvo una hija de su esclava favorita Itimad conocida como "la Rumayqyya", a la que le pusieron el nombre de Zaida, siendo de una belleza espectacular. Se educó en una corte de cultura refinada y exquisita, recibiendo clases de canto, música, poesía, relaciones sociales...lo que la convertiría en una mujer inteligente y discreta, que causaba admiración. Al Motamid era tributario de los reinos del Norte, en concreto del poderoso Alfonso VI.

Cuando Zaida contaba con tan sólo 12 años, entró en los acuerdos políticos que Al Motamid intentaba cerrar con Alfonso VI, quien aceptó a la joven como futura prometida, puesto que estaba casado con Inés de Aquitania, que estaba enferma.

La princesa Zaida llevaba como dote numerosas plazas fuertes: Alarcos, Consuegra, Uclés, Ocaña, Huete, Cuenca...lo que hacía aún más deseable el matrimonio y Alfonso VI no estaba dispuesto a renunciar a ello bajo ningún concepto. 

Pero el tiempo pasaba y la boda no llegaba a concretarse. Un delegado de la orden religiosa de Cluny intentó disuadir a Alfonso VI de su casamiento con una mora, cuando bien podría hacerlo con una princesa cristiana, como por ejemplo con Constanza de Borgoña. 

En 1091 Zaida se desplazó a Castilla con un mensaje desesperado de su padre Al Motamid. El reino de Sevilla estaba en grave peligro de caer en manos de los almorávides, y Al Motamid le enviaba a su mejor embajadora "Zaida", para que animara al rey castellano a acudir en su ayuda. 

Pero nada se pudo hacer, cuando la princesa andalusí llegó a la corte castellana, se recibieron noticias de que Sevilla había caído y Al Motamid, como el resto de la familia real, eran prisioneros de los almorávides.

Zaida quedó sola, en tierra extraña, y se acogió a la protección de su eterno prometido, el rey Alfonso VI. La pasión que sentían el uno por el otro les acabaría por unir definitivamente. 

En 1094 tuvieron un hijo, el infante don Sancho, que se convertiría en el heredero a la corona. Zaida decidió renunciar al islamismo y se bautizó con el nombre de Isabel.

Alfonso VI esperaría veintidós años, hasta que en 1099 murió la reina Berta de Borgoña y al fin, Alfonso VI contrajo matrimonio con la amada de su corazón. El 14 de mayo de 1100, se casaron y su hijo quedó legitimado. El rey tenía un heredero por el que corría la noble sangre de cristianos y musulmanes, una ocasión de oro para el entendimiento entre ambas culturas. 

Pero la felicidad de los tres fue muy corta. Apenas siete años después, cuando la reina Isabel tenía 41 años, enfermó y murió al poco tiempo. Alfonso, que ya era muy mayor, quedó desconsolado, pero ella, por lo menos, se libró del dolor de ver morir a su hijo, u año más tarde, en la terrible batalla de Uclés. Ese dolor quedó por entero para Alfonso, que en breve tiempo perdió a los dos seres que más quería en este mundo. 

Zaida fue enterrada en el panteón de los reyes de León, en San Isidoro, y más tarde fue llevada a Sahagún. El pueblo la respetó y con ella murió una bella historia de amor que fue más allá de la cultura, de la religión y de los condicionamientos sociales...y que hizo lo que era aún más difícil: esperar y superar el paso del tiempo. 


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