lunes, 1 de enero de 2024

El Cristo de las Mieles, una de las leyendas más hermosas de Sevilla


¡Para Manolo Tercero en su onomástica!


Cuando el solsticio de invierno hace su aparición en la tierra de Villalón, de la Cal y del Flamenco, orientamos nuestro sextante en busca del norte de la ciudad hispalense donde se encuentra el Cementerio de San Fernando de Sevilla, para visitar el panteón del ilustre arquitecto Aníbal González

No muy lejos de nuestra mirada, en el centro de la avenida principal, destaca el Cristo de las Mieles, que fuera esculpido por el genial escultor sevillano Antonio Susillo en 1880. Al llegar a la altura del Crucificado recordamos una de las leyendas más hermosas de la capital hispalense.

Unas breves pinceladas nos introducen en la vida de este genial artista...



Antonio Susillo Fernández nace en la Alameda de Hércules el 16 de abril de 1855, siendo bautizado en la Iglesia de "Omnium Sanctorum" [en la calle Feria], el 20 de abril de ese mismo año. Fue matriculado en el colegio de los jesuitas del Puerto de Santa María, aunque permaneció poco tiempo por problemas de salud. Desde niño tenía un don innato para modelar el barro. En 1875 el pintor José de la Vega Marrugal se dio cuenta de que tenía talento y decidió enseñarle dibujo y composición.


Iglesia de Omnium Sanctorum en la calle Feria de Sevilla

Antonio contrae matrimonio el 22 de junio de 1878 con Antonia Huertas Zapata, de 19 años, en la misma Iglesia donde fue bautizado “Omnium Sanctorum”. Por aquel entonces, Antonio Susillo estaba vinculado al negocio paterno de las aceitunas y aún no era escultor. Tuvo un hijo con su primera esposa, llamado Manuel, que falleció a los pocos meses de vida.

En 1879 participa en la Exposición de Cádiz, obteniendo una medalla de bronce.

El 13 de marzo de 1880 muere su esposa Antonia, apenas un año después de la boda, por culpa de la tuberculosis.

En 1882 participó con tres obras en la Exposición Regional de Sevilla y ​ ese mismo año dejó el negocio familiar para dedicarse por completo a la escultura.

A los veinte años, comienza a recibir encargos de la alta aristocracia europea, consolidándose como el escultor sevillano más famoso de todos los tiempos. Clientes suyos fueron la reina Isabel II o Nicolás II, Zar de todas las Rusias.

En una carta a su amigo José Lafita y Blanco, Antonio Susillo narra que unos amigos llevaron una de sus obras al Real Alcázar de Sevilla para que la viese la reina Isabel II "La de los Tristes Destinos". Le gustó tanto que pidió quedársela unos días para mostrársela a Romualdo Giedroik, príncipe ruso que iba a visitarla. La obra le gustó tanto a Giedroik que decidió llevar a Antonio Susillo a trabajar a París bajo su mecenazgo, permaneciendo en la capital francesa entre 1883 y 1884, tiempo que aprovechó para estudiar en su Escuela de Bellas Artes, obteniendo la máxima calificación lograda por un extranjero. Su maestro Bonaumax le enseñó a copiar del natural aprendiendo también la fundición.



1885 a 1887. El Ministerio de Fomento le otorga una pensión a Antonio Susillo en Roma. En el año 1887 fue nombrado académico numerario de la Real Academia de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría.  

En 1887 obtuvo una medalla de oro en la Exposición de la Sociedad de Escritores y Artistas de Madrid. 


1889. En la Plaza de la Gavidia se encuentra la talla del capitán Luis Daóiz mártir del levantamiento del 2 de mayo de 1808 en Madrid, sobre un pedestal de mármol. Será el primer encargo que recibirá Antonio Susillo.


Plaza de Colón, en Valladolid



1891. Destaca el Monumento a Colón (1891), en Valladolid y en un principio destinado a Cuba.



1892. En la Plaza del Duque se encuentra la escultura de Diego Velázquez que sostiene su paleta con los pinceles. Ese mismo año Alfonso XII le nombra Caballero de la Orden de Carlos III.

De 1892 a 1895 fue profesor de escultura en la Escuela Provincial de Bellas Artes de Sevilla.

1893. La restauración de la Virgen de la Amargura tras el incendio a su paso por la Plaza de San Francisco aquella Semana Santa.

En 1894 un grupo de artistas sevillanos, entre los que estaban Antonio Susillo, José Jiménez Aranda, José García y Ramos. José de Pando y Fernández, Emilio Sánchez Perrier, Gonzalo Bilbao, Fernando Tirado, José Lafita y Blanco, José Arpa Perea, José Chávez Ortiz, Salvador Clemente y Adolfo López Rodríguez, crearon el Círculo de Bellas Artes, que tuvo una existencia hasta 1911.

1895. Antonio Susillo esculpe “El Cristo de las Mieles". Un crucificado en bronce que da la impresión de estar realizado en madera. Se encuentra ubicado en la Avenida Principal del Cementerio de San Fernando de Sevilla.



1895. En el Palacio de San Telmo, antigua Escuela de Mareantes y actual sede de la Junta de Andalucía figuran los "Doce Sevillanos Ilustres", por encargo de los Duques de Montpensier. La Duquesa Luisa Fernanda tuvo la idea de inmortalizar algunos personajes ilustres hispalenses ofreciendo al escultor 2500 pesetas por cada escultura. Antonio Susillo convino que serían doce, con un costo de 30.000 pesetas de la época.

De derecha a izquierda se pueden observar las siguientes esculturas: al imaginero barroco Juan Martínez Montañés (1568-1649,) al destacado militar en la conquista de Granada, Ponce de León (1443-1492), al genial pintor Diego de Velázquez (1599-1660), al hidalgo Miguel de Mañara (1627-1679), al singular hidalgo filántropo y fundador del Hospital de la Santa Caridad; al dramaturgo Lope de Rueda (1510-1565), al historiador Diego Ortiz de Zúñiga (1633-1680), al poeta del Siglo de Oro Fernando de Herrera (1534-1597), al héroe del 2 de mayo caído en el Parque de Monteleón, Luis Daóiz (1767-1808), al gran humanista y teólogo Benito Arias Montano (1527-1598) que participara en el Concilio de Trento, al máximo exponente de la pintura sevillana, Bartolomé Esteban Murillo (1617-1682), al impulsor del Hospital de las Cinco Llagas [hoy Parlamento de Andalucía] y mecenas Fray Bartolomé de las Casas de la ciudad hispalense, Fernando Afán de Rivera (1583-1637), y al defensor de los indios, (1474-1566).


1896. La escultura de Miguel de Mañara ubicada en los Jardines del Hospital de la Santa Caridad la Caridad, que no llegaría a ver en vida.

Antonio Susillo mantuvo trato con el Marqués de Pickman, que tenía una fábrica de cerámica en la Cartuja de Sevilla. Entre los discípulos que legó su magisterio se encuentran el imaginero Antonio Castillo Lastrucci, Joaquín Bilbao [autor de la estatua ecuestre de Fernando III el Santo en la Plaza Nueva de Sevilla, y Lorenzo Coullaut Valera [Glorieta de Bécquer en el Parque de María Luisa, Monumento a Cervantes en la Plaza de España de Madrid, entre otras].


Estatua ecuestre de Fernando III el Santo en la Plaza Nueva de Sevilla, obra de Joaquín Bilbao, alumno de Antonio Susillo.


Segundo matrimonio

El 29 de septiembre de 1895, Antonio contrae matrimonio en segundas nupcias con la malagueña María Luisa Huelin Sanz, de 26 años, con la que tendría frecuentes desencuentros. Con serios problemas económicos, Antonio tuvo el encargo del Cristo que le permitiría saldar sus deudas. Antonio Illanes narra desavenencias en el segundo matrimonio de Antonio Susillo que, según él, pudieron haber sido la causa del suicidio.

Tras su segundo matrimonio, Antonio Susillo comenzó a sufrir frecuentes trastornos depresivos acompañados de una conducta suicida. Muchos cronistas de la época señalan su segundo matrimonio como como la clave del trágico desenlace de la vida del ilustre escultor sevillano.

Se cuenta que su segunda esposa tan sólo estaba empeñada en mejorar su posición social y presionaba al escultor para que trabajara más y por mejores cantidades de dinero, e incluso llegaba a menospreciar su oficio llamándolo albañil despectivamente. Posiblemente sufriera delirios de grandeza al querer equipararse a la Casa de Alba o a la de los Guzmán.



El Cristo de las Mieles es obra del escultor Antonio Susillo [1895]. Se encuentra colocado en la cabecera del promontorio de piedra. En la parte superior de la cruz aparece un cartel con las letras "Jesús Nazareno rey de los judíos" en hebreo, griego y latín.


Leyenda del Cristo de las Mieles

Cuenta la leyenda que cuando el escultor esculpió el Cristo para el Cementerio de San Fernando se esmeró enormemente, pues en ese momento se encontraba fuertemente endeudado y esa obra significaba mucho para él. Se dice que al montar la escultura, se dio cuenta de que la había elaborado con las piernas al contrario, y que al contemplar la obra terminada, se sintió tan angustiado que puso fin a su vida con cuarenta y dos años. Era el 22 de diciembre de 1.896 cuando se pegó un tiro, muy de moda en la época romántica.

Días después de su entierro sucedió algo sorprendente, que muchos consideraron como un milagro: el Cristo lloraba miel. El revuelo fue considerable en la ciudad. El “milagro” estaba en boca de todos y la Iglesia tuvo que tomar cartas en el asunto, enviando el mismísimo Vaticano una delegación para aclarar el asunto.

Finalmente se averiguó la verdad: lo que manaba de la boca del Cristo era efectivamente miel de abeja, pero no porque llorara el Hijo de Dios por el escultor, sino porque Susillo había construido la efigie dejando hueco su interior para evitar el excesivo peso, y ese hueco fue aprovechado por un grupo de trabajadoras abejas para instalar su colonia. Así, cuando el calor apretaba y el bronce se calentaba, la miel de los panales se derretía y salía por la boca del Cristo. No había milagro, aunque al Cristo se le quedará para siempre el sobrenombre de “El Cristo de las Mieles”.





Muerte de Antonio Susillo

¡Cabe preguntarse si sería la muerte de su primera mujer, la presión profesional o el desencanto de su segundo patrimonio lo que presuntamente pudiera haber llevado a Antonio Susillo al suicidio o tal vez, todo un cúmulo de circunstancias!

Antonio Susillo en la cumbre de su carrera profesional se vuelve desdichado en su segundo matrimonio. El 22 de diciembre de 1896, con solo 41 años de edad emprende el camino de las vías del tren de la Barqueta a San Jerónimo, pero le asaltan las dudas, y opta por pegarse un tiro. Es encontrado esa misma noche como un vagabundo cualquiera, pero sus ropas revelan pronto que no se trata de cualquier desgraciado. Al día siguiente comprueban que el suicida era el genial escultor Antonio Susillo.

En sus bolsillos encontraron una nota para el juez y otra para su esposa. En la primera decía que se mataba él solo y que su esposa era la heredera. En la segunda decía "Perdóname, María de mi alma. Me he convencido de que mi carrera no produce para ganar la vida. Adiós, mi vida".

Antonio Susillo lo enterraron el día 23 de diciembre de 1896 en el cementerio de San Fernando, justo un día antes de Nochebuena según sus cronistas más fiables. En un primer momento fue enterrado en una tumba junto a la del pintor Ricardo Villegas, que pagaba anónima y puntualmente un amigo suyo.

En 1926 el periódico El Noticiero Sevillano publicó una semblanza de Antonio Susillo señalando que la tumba de este escultor era un alquiler temporal y que los restos corrían el riesgo de terminar en una fosa común. Se proponía situar su enterramiento en un lugar digno y permanente. Aníbal González Álvarez-Ossorio y Mariano Benlliure se habían ofrecido a hacer un monumento funerario. El periódico sugirió que fuese enterrado a los pies del Cristo de las Mieles, que él mismo había realizado.

Sus paisanos sevillanos creyeron que el mejor homenaje para aquel hombre era ser enterrado en el centro del cementerio, a los pies del Cristo que había esculpido con tanta pasión, y así se propuso, con el beneplácito de la autoridad municipal. Sin embargo, la autoridad eclesiástica puso impedimento, ya que los suicidas no podían ser enterrados en suelo sagrado, aunque finalmente se hizo constar que el acto había sucedido como consecuencia de una enfermedad mental y se concedió el permiso oportuno.

Si el arquitecto Aníbal González [1876-1929] revitalizó a nivel arquitectónico la ciudad hispalense, el escultor Antonio Susillo [1857-1896] hizo lo propio al revitalizar el panorama artístico de la ciudad.

¡Cercano el 130 aniversario de la muerte del genial escultor sevillano, cabe preguntarse si Antonio Susillo ha recibido de Sevilla el reconocimiento que un escultor de su talla se merece!

No olvidemos que Aníbal González murió pobre en su Sevilla. Es necesario resaltar que el periódico “El Noticiero Sevillano” en 1926 señaló que la tumba de Antonio Susillo era temporal y que los restos corrían el riesgo de terminar en una fosa común, como le ha ocurrido a tantos paisanos ilustres.


Desde el Cementerio de San Fernando de Sevilla, para el blog de mis culpas...




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