El día 2 de julio de 2018 nos esperaba María con nuestra guía Gloria para coger el AVE en Santa Justa “Sevilla-Madrid” que nos dejaba en la Estación de Atocha (6,45-9,15 a.m.) donde nuestro conductor Pedro “Viajes Pablo Romero” nos acercaba a Jaca con una parada logística que nos permitiría recuperar energías en Zaragoza. Al ser tan breve la parada, sólo pudimos deleitar nuestra retina con el Puente de Piedra, la Basílica del Pilar, el monumento a Goya y el Palacio de la Aljafería.
Cuando atravesamos Despeñaperros se nos viene al pensamiento aquella versión histórica que alude al desafortunado topónimo geográfico. Cuentan que tras la batalla de las Navas de Tolosa como punto de inflexión de la denominada "Reconquista", las tropas musulmanas capturadas por los cristianos eran arrojadas por los tajos rocosos del desfiladero como "perros infieles". A partir de esa fecha las tropas cristianas llamarían a las nuevas tierras conquistadas Andalucía “Andalusiyya”. Por tanto, no era nada extraño en aquéllos tiempos pretéritos, el patrón de España fuese bautizado con el desafortunado nombre de “Santiago Matamoros”, nomenclatura exportada posteriormente al Nuevo Mundo con el no menos desafortunado “Santiago Mataindios”.
El Palacio de la Aljafería junto con la Alhambra de Granada y la Mezquita de Córdoba forman parte de la “Trilogía de la arquitectura de Al Ándalus”.
Si la Mezquita de Córdoba puede ser considerada como el momento culminante del arte islámico religioso en Al Ándalus, el conjunto de La Alhambra y el Generalife es un referente en la arquitectura y arte musulmán para el disfrute de los sentidos, donde la armonía y el refinamiento alcanzan cotas sublimes sin olvidar el antiguo alcázar de la Aljafería, considerado como el símbolo de los Reinos de Taifas.
Atrás íbamos dejando Alcalá de Henares “al-qal'a Nahar” o fortaleza sobre el río Henares, Medinaceli “Madīnat Sālim” la ciudad de Salím o Calatayud “Qal’ at Ayyub” o fortaleza de Ayyub ibn Habib al Lajmí, emir de Al-Andalus en el año 716.
Etimológicamente Zaragoza proviene del topónimo romano Caesaraugusta en honor al emperador romano César Augusto que fundara una colonia de ciudadanos libres en el año 114 a.C. arabizada posteriormente bajo el topónimo andalusí Saraqusta, que llegara a ser el mayor centro de influencia de la marca superior andalusí, en la denominada Al-Tagr al-A´la o Marca Superior cuyo territorio abarcaba desde el Mar Mediterráneo hasta los nacimientos de los ríos Duero y Tajo, donde comenzaba la Marca Media “al-Tagr al-Awsat con centro administrativo y militar en la cora de Tulaytulah “Toledo”.
· La Marca Superior “al Thagr al-A´la” estaba situada en el Valle medio del Ebro “Wadi Ibro” entre 714 a 929.
· La Marca Media “al -Tagr al-Awsat" tenía como capital Tulaytulah (Toledo) ocupando los territorios de Albarracín.
· La Marca Inferior “al-Tagr al-Adna” se encontraba hacia el oeste de Al Ándalus, entre el río Guadiana y el océano Atlántico con su capital en la antigua Emérita Augusta (Mérida).
· El occidente de Al Ándalus se denominaba “Al-Garb” y la parte oriental, al-Xarq (levante).
Al llegar a Zaragoza lo primero que observamos es el río Ebro “Wadi Ibro” y el Puente de Piedra desde donde se observa una bella panorámica de la Basílica del Pilar. Etimológicamente "Ebro" deriva del antiguo topónimo griego “Iβηρ-Íber” latinizado como “Hiberus flumen”, testigo de episodios históricos como la batalla naval entre la flota cartaginesa y la romana cerca de su desembocadura en la primavera 217 a.C. donde empezaría a perder su influencia los cartagineses en Hispania.
El barrio de la Almozara “al-musára -el paseo-” nos introduce en el Palacio de la Aljafería “al-Ja´fariyya” o Palacio de la Alegría, que alcanzara su máximo apogeo cultural alcanzado durante los reinos de taifas.
Etimológicamente el término “Aljafería” proviene del árabe hispánico o andalusí “al-ja´fariyya” derivación de Qasr al-Ja´fariyya en alusión al monarca de la taifa de Saraqusta, Abu Yafar Ahmad ibn Sulaymân al-Muqtadir Billâh (1046-1082), perteneciente a la dinastía de los Banu Hud; poderoso rey de la Marca Superior quien mandara construir el palacio, ejemplo de la arquitectura taifa realizada en la segunda mitad del siglo XI. Al-Muqtadir también se consideraba poeta, astrónomo y matemático recibiendo en su palacio a científicos y artistas.
El Palacio de la Aljafería es el último testimonio conservado de un gran edificio en la época de los Reinos de Taifas. Su trayectoria histórica abarca el alcázar islámico hudí, palacio medieval mudéjar, palacio de los Reyes Católicos, cárcel de La Inquisición, cuartel militar hasta llegar en nuestros días a ser la sede de las Cortes de Aragón.
Desde el 714 al 929 la ciudad pertenece sucesivamente al Valiato de Al-Ándalus, al Emirato de Córdoba y finalmente al Califato de Córdoba. Fue un puesto avanzado en la lucha contra los reinos cristianos del norte, que gozó de relativa independencia. Fue gobernado en la segunda mitad del siglo IX por una dinastía de origen muladí que tenía lazos de sangre con los Íñigo Arista de Pamplona, Íñigo Arista de Pamplona, los Banu Qasi “los hijos de Casio” con capital en Tudela, con su área de influencia en Tarazona, Ejea de los Caballeros, Calahorra, Nájera, Borja o Amedo entre otros pueblos.
Paseando por Zaragoza se puede observar el monumento a Goya, quien plasmara fielmente aquella barbarie en los "Desastres de la Guerra".
El Puente de Piedra es el más emblemático de la ciudad habiendo sufrido numerosos avatares a lo largo de su historia. Durante los asedios que sufrió Zaragoza por los ejércitos napoleónicos en la Guerra de la Independencia, fue también escenario de múltiples combates y feroces sucesos. Durante el primer asedio de 1808 el teniente patriota Luciano de Tornos logró frenar en el puente la estampida popular que huía hacia el arrabal de la ciudad, producida tras una dura ofensiva francesa el 4 de agosto. Tornos, amenazándolos con un cañón desde el convento de San Lázaro logró que volvieran a la ciudad a combatir. El puente era la única conexión entre la ciudad y el rabal, sí éste caía, sería ocupado por el enemigo quedando la ciudad desprotegida. Y así sucedió durante el segundo Sitio, cuando el 18 de febrero de 1809 las baterías francesas arrasaban el Convento de San Lázaro y batían el puente para impedir cualquier ayuda a la ciudad. Zaragoza se rendiría tres días más tarde.
Muy próxima al puente de Piedra se encuentra la Arboleda de Macanaz, un lugar de paseo y recreo para los zaragozanos desde hace siglos y donde en 1809 tras los Sitios fueron enterrados en una fosa común los restos de miles de caídos.
El río Ebro jugó también un papel destacado en la defensa de la ciudad. Además de destacar como vía de comunicación en el avance francés hacia la capital, tuvo también una gran importancia estratégica. En el segundo Sitio, tropas procedentes de Murcia y Cartagena acudieron en ayuda de la defensa zaragozana, que con sus cañoneras patrullaban el río asegurando la defensa del Ebro y controlaban los movimientos enemigos.
Una estela coronada por una cruz de piedra colocada en una arcada del Puente de Piedra, indica el lugar donde los sacerdotes y consejeros de Palafox, Basilio Boggiero y Santiago Sas fueron asesinados y arrojados al Ebro por los franceses, incumpliendo los acuerdos de la capitulación.
Zaragoza formará parte de otro capítulo del blog de mis culpas…
Jaca
La primavera ha venido
de brazos del capitán.
Niñas, cantad a corro:
¡Viva Fermín Galán!
La primavera ha venido
y don Alfonso se va.
Muchos duques le acompañan
a la orilla de la mar.
Las cigüeñas de la torre
quisieran verlo embarcar.
Don Antonio Machado
El día 2 de julio por la tarde llegamos a Jaca, una bella ciudad geoestratégicamente situada en el Pirineo Central como importante nudo de comunicaciones a lo largo de su historia.
Nos ubicamos en el Gran Hotel*** desde donde nuestra retina captaba la Ciudadela entre escarpas, cortinas, troneras, cañones, parapetos, flancos y fosos cargados de historia. Nuestra guía Pilar nos ilustraba sobre el legado histórico de la ciudad jacetana.
Nos ubicamos en el Gran Hotel*** desde donde nuestra retina captaba la Ciudadela entre escarpas, cortinas, troneras, cañones, parapetos, flancos y fosos cargados de historia. Nuestra guía Pilar nos ilustraba sobre el legado histórico de la ciudad jacetana.
Jaca se encuentra ubicada en un importante cruce de caminos que favoreció el intercambio y el comercio. La ruta comercial de norte a sur cruza el Somport y enlaza en Jaca con la otra ruta Este a Oeste, comenzando a ser utilizada como vía de peregrinación hacia Santiago de Compostela a través de la comarca y adquiere gran importancia en el ámbito cristiano europeo con la fundación del Monasterio de Santa Cristina de Somport, la consolidación de Canfranc como punto estratégico para el cobro de impuestos y la propia existencia de la ciudad de Jaca.
Las calzadas romanas serían utilizadas por el Imperio Carolingio para entrar en el Valle del Echo y fundar el monasterio de San Pedro de Siresa en el siglo IX.
La pertenencia de estas tierras a la Marca Hispánica abre un largo periodo de conflictos políticos y religiosos, que desembocó en la formación del Condado de Aragón, germen del futuro Reino. En esta época el Monasterio de San Juan de la Peña se convierte en el gran centro de poder político, cultural y religioso aragonés.
Cuando en 1035 muere el rey pamplonés Sancho Garcés III, se entrega el Condado de Aragón a su hijo Ramiro I con el título de rey. Se inaugura así la Casa Real aragonesa cuyos límites coincidían básicamente con lo que hoy conocemos como Jacetania. En 1077 su hijo Sánchez Ramírez hizo de Jaca la capital del nuevo reino siéndole otorgados unos privilegios económicos y sociales que provocaron una formidable expansión.
Durante el siglo XVI el miedo a las ideas reformistas lleva a Felipe II a blindar el Pirineo con la construcción de numerosas fortalezas por toda la cordillera, entre las que sobresale la Ciudadela de Jaca. El férreo control en las fronteras no impide que los habitantes de ambas vertientes firmen acuerdos, tratados y pacerías que en muchos casos siguen vigentes hoy en día. La ganadería, la agricultura y el contrabando hasta principios del siglo XX son los principales medios de vida de sus habitantes.
Durante el siglo XX se realiza la
estación de ferrocarril de Canfranc. Actualmente el turismo es el principal
potencial de la comarca. Sus impresionantes recursos naturales y las estaciones
de esquí de Astún, Candanchú y los Valles atraen a miles de visitantes y
deportistas.
La Ciudadela o Castillo de San Pedro
El nombre de Castillo de San Pedro es debido a su ubicación en el Campo de San Pedro entre la ciudad medieval y el río Aragón. Su construcción fue encomendada por Felipe II al ingeniero de origen italiano Tiburcio Spanochi, que eligió para su ubicación unos terrenos extramuros, en el arrabal septentrional de Jaca. Comenzó a construirse en 1592, concluyéndose en el siglo XVII, dentro de un programa defensivo ambicioso, que tenía como fin proteger de la vecina Francia los puntos estratégicos fronterizos así como frenar posibles incursiones dentro de las guerras de religión entre protestantes y católicos desencadenadas en Europa. Su construcción fue rechazada inicialmente por la ciudad, al ser considerada una amenaza para sus fueros y privilegios.
El modelo arquitectónico elegido por Spanochi correspondía a los nuevos esquemas de la arquitectura militar derivados del uso de la artillería, en la que predominaban los muros más bajos y gruesos, con taludes y emplazamientos específicos para cañones.
Tras la marcha de Spanochi quedó a cargo de la dirección de obras el maestro Angelo Bagut. En 1593 estaban ultimadas las obras exteriores -a falta de revestimiento con piedras sillares- y avanzada la construcción de los cinco cuarteles del interior, proyectados para albergar a 300 hombres. En 1613 bajo el reinado de Felipe III se terminó la portada de acceso, pero la excavación completa de los fosos y obras complementarias llegará a completarse en 1669.
La defensa del Pirineo obedece a una estrategia defensiva adoptada por Felipe II en enero de 1592. La red defensiva se integraban las torres de Ansó, Hecho, La Espelunga (Canfranc) y Santa Elena, en el Valle del Tena, más los castilletes de Berdún y Canfranc. El tiempo ha demostrado que la decisión de Felipe II de construir la Ciudadela fue acertada, por cuanto no se repitió el intento de invasión de 1562.
La Ciudadela de Jaca es un prototipo perfecto de la arquitectura militar derivada de la necesidad de responder eficazmente a los ataques de un ejército provisto de artillería de sitio, fruto de los avances procedentes del sur y del Centro de Europa durante el Renacimiento.
Su planta dibuja un pentágono regular, reforzados sus ángulos mediante cinco baluartes artillados (nombrados de Santa Orosia, San Francisco, San Felipe, Santiago y San Jorge). Las defensas avanzadas disponen del correspondiente foso perimetral, caminos cubiertos, plaza de armas y glacis exterior o pendiente. El escudo de los Austrias corona la entrada de la fortificación.
En torno al patio central se alinean edificios destinados a albergar la guarnición, oficinas, almacenes y pertrechos, organizados en cinco manzanas paralelas a las cortinas de las murallas. Constan de un subterráneo, piso bajo para la tropa, piso alto para oficiales y buhardilla, todos ellos recorridos para una vistosa galería de ladrillo. Destaca con su espadaña la capilla castrense de San Pedro, edificio barroco con portada de piedra construida en la segunda mitad del siglo XVII.
A comienzos del siglo XVIII con la Guerra de Sucesión española se atisba para un cierto protagonismo de la fortaleza, con la incursión de las partidas antiborbónicas en Jaca y su comarca.
Castellanos, vascos y navarros apoyaban a los Borbones mientras que Aragón, Austria e Inglaterra apoyaban al Archiduque Carlos que aspiraba a reinar como Carlos II durante la Guerra de Sucesión española.
El episodio más destacado ocurriría el 21 de mayo de 1809 durante la Guerra de la Independencia, al ser tomado por el ejército francés la ciudadela ante la capitulación de la ciudad que será recuperada de nuevo por las tropas españolas, al mando del general Espoz y Mina, el 17 de febrero de 1814, tras varios meses de asedio.
Desde esta Ciudadela salió de madrugada el día 25 de agosto de 1809 la columna de tropas napoleónicas llegadas la noche anterior desde Zaragoza al mando del general Luouis Francois Felix Musnier de la Coverserie.
Habían sido enviadas para, en una acción conjunta con otras columnas, desalojar a los guerrilleros españoles, comandados por Miguel Sarasa, de su refugio en San Juan de la Peña y acabar con la insurrección de los valles aragoneses de Ansó y Echo y del Roncal navarro, desde donde eran coordinados por el brigadier Mariano Renovales, escapado de la cuerda de presos tras la capitulación del segundo sitio de Zaragoza.
La columna, compuesta por 1.800 infantes de tres batallones de élite de los Regimientos 5º de infantería ligera, 115º y 117º de Infantería de Línea, más de 250 jinetes polacos, 2 piezas de artillería de campaña y 2 cañones de montaña, se vio reforzada por 2 compañías de Cazadores de L´Ariege que tenían su acuartelamiento habitual en esta ciudadela.
La ciudad y la Ciudalela de Jaca habían capitulado ante el ejército francés el 22 de marzo de 1809 sin dispararse ni un solo tiro. Mientras el castillo era entregado, 200 de los 250 hombres que lo defendían se descolgaron por sus muros para huir e incorporarse al combate en otros puntos. Entre ellos se encontraba el que sería posteriormente uno de los jefes guerrilleros más conocidos, Francisco Espoz Illundaín, que se incorporaría al “Corso terrestre de Navarra” bajo el mando de su sobrino Francisco Xavier Mina, “Mina, el mozo”, al que sustituiría cuando éste fue apresado por los napoleónicos, añadiéndose su apellido y pasando a la historia con el nombre de Francisco de Espoz y Mina.
Ruta de la Insurrección de los Valles. La Guerra de la Independencia fue la consecuencia de la resistencia española ante la invasión francesa de 1808. Aprovechando el paso franco para invadir Portugal concedido por Carlos IV, Napoleón ve la oportunidad de anexionarse España ante la crisis de gobierno provocada por el príncipe Fernando y la debilidad del Ejército español. Es entonces cuando los aliados franceses comienzan a comportarse como conquistadores y estalla una revuelta popular el 2 de mayo, a partir de la cual seguirán seis años de guerra cruel y devastadora.
A finales de agosto de 1809, las tropas napoleónicas que en febrero habían hecho capitular a la ciudad de Zaragoza, se encontraban hostigadas en sus vías de abastecimiento por partidas de guerrilleros y restos del ejército regular español. Para acabar con aquella situación, el ejército francés preparó un operativo de 2.000 soldados llegados de Zaragoza que, reforzados por otros 500 de Jaca, atacó la base de los guerrilleros comandados por Miguel de Sarasa, situada en el Monasterio Nuevo de San Juan de la Peña, de donde lograron desalojarlos, y en su persecución se adentraron en los Valles de Aísa, Aragües, Echo y Ansó, dejando a su paso un panorama de muerte y destrucción.
Bajo su dirección se unificaron las partidas de guerrilleros que actuaban en Navarra y norte de Aragón. Las fuerzas españolas del 51º y 7º Regimiento de Infantería al mando del Teniente Coronel Marcelino Oraa, pertenecientes a la 8ª División de Francisco Espoz y Mina, recuperaron la ciudad de Jaca, al asalto, la noche del 4 al 5 de diciembre de 1813. Tras dos meses de asedio sobre la Ciudadela, el 17 de febrero de 1814 las tropas francesas capitularon con honores tras una fuerte resistencia.
Se da la paradoja de que en enero de 1814 las tropas del mismo Espoz y Mina, sitiaron y lograron tomar la Ciudadela de Jaca de la que había escapado cinco años antes.
Otro acontecimiento histórico importante será “La sublevación de Jaca” de 1930. Un pronunciamiento militar contra la monarquía de Alfonso XIII siendo fusilados los capitanes Fermín Galán y García Hernández. Las ejecuciones de Galán y Hernández considerados “Mártires de la República” causaron una enorme conmoción en toda España causando un sentimiento antimonárquico, lo que traerá como consecuencia la caída de la monarquía y el advenimiento de la Segunda República.
A partir del siglo XIX el castillo fue perdiendo importancia estratégica y sus muros y edificios interiores se fueron deteriorando, hasta que se acometió la restauración del conjunto en 1968, reconocida con el premio Nostra.
En el exterior de la Ciudadela existe un foso de dos alturas que nunca ha contenido agua sirviendo actualmente de hábitat para algunos ciervos.
La Catedral de Jaca
La Catedral de San Pedro de Jaca es una de las joyas del románico español y una pieza clave del camino de Santiago Aragonés. Se encuentra ubicada en el Camino de Santiago Francés a 829 km, de Santiago de Compostela.
Comprende varias etapas constructivas a lo largo de más de un siglo. Se iniciaron a finales del siglo XI, hacia 1077 por iniciativa del rey Sancho Ramírez. En la primera etapa se construyeron las tres naves separadas por grandes arcadas de medio punto sostenidas por dos clases de soportes, unos de sección circular, y otros cruciformes, y los tres ábsides de planta semicircular. Sólo el meridional se conserva inalterado.
Los ábsides se cubren con bóveda de horno, mientras que los brazos del falso crucero lo hacen con cañón y crucero con un casquete semiesférico sobre trompa. Las naves se cubren con bóvedas de crucería estrellada. Las capillas laterales responden a ampliaciones de los siglos XV, XVI, XVII y XVIIII, de entre las que destacan la de Santa Orosia, patrona de Jaca, San Miguel y la Trinidad. A los pies del templo se sitúa el pórtico, de aire primitivo y abovedado de cañón, en el que se abre la portada principal, con un tímpano decorado con un crismón entre dos leones.
La portada meridional aparece protegida por un pórtico renacentista, en el que se reaprovecharon excepcionales capiteles de estilo románico atribuidos al llamado “Maestro de Jaca”.
Se presenta adosado un claustro barroco construido sobre el primitivo románico, donde hoy en día se ubica el Museo Diocesano que contiene una impresionante colección de escultura y pintura mural e la Edad Media.
Cuentan las páginas de la historia que ya el geógrafo Estrabón hablaba de la tribu de los “iakketaoni”. Las tropas del Imperio Romano atravesaron el Somport hacia en 195 a.C. ocupando “Iacca”, cebecera de la región poblada por los “Iaccetanis” que viera pasar el legado de los íberos, celtas, vascones, romanos, visigodos, francos, árabes, judíos y cristianos.
Por la Calle Mayor como arteria principal de la ciudad, llegamos al Ayuntamiento de Jaca donde se percibe su bella fachada como bello exponente del plateresco aragonés. La Casa Consistorial fue construida en dos fases durante los siglos XV y XVI siendo diseñada por Juan de Rosellet y construida por canteros vizcaínos en 1544.
Destacan las tres ventanas arquitrabadas de la planta baja protegidas con sendas rejerías de hierro forjado, realizadas por el artesano jacetano Simón de Maisonabe, heredero de la antigua y ardua labor artesanal de la forja.
En la planta baja del Ayuntamiento se exponen tres campanas de bronce: la más grande marcaba las horas, la mediana, los segundos y la más pequeña los cuartos. También en la planta baja, junto a la puerta lateral se puede observar un panel ilustrativo que honra la Memoria de los cargos electos y empleados municipales del Ayuntamiento de Jaca que fueron asesinados tras el golpe militar de julio de 1936, solamente por defender el Orden Constitucional, la libertad y la Justicia Social.
3 de julio
La mañana del 3 de julio la dedicamos a visitar el Valle del Tena. Entre sinuosas y angostas carreteras llegamos a Panticosa, en la comarca del Alto Gállego, al norte de la provincia de Huesca. Panticosa se halla en el interior de la cubierta glaciar del río Caldarés, cuyas paredes graníticas están formadas por picos de más de 3.000 m. de altura donde comienza a discurrir el agua en forma de ríos, torrentes y cascadas. Dichas aguas son recogidas inicialmente en los Ibones, Azules, Pecido o Bachimaña.
La cascada de Argüalas baja desde su pico homónimo y de los ibones o lagos de origen glaciar que desemboca en la entrada de los Baños de Panticosa. Un paisaje de ensueño rodeado entre un manto vegetal de pinos, abetos, robles, nogales, hayas, enebros, saúco, abedules, álamos, temblón, avellanos y sobre todo la reina de las alturas que es la flor de nieve o Edelweis (especie protegida), rosal alpino, belladona (venenosa), la amapola amarilla (Meconopsis cambrica), la corona del rey (Saxifraga longifolia) que se observa entre las piedras y los abetos (Albies alba) erguidos que resisten las durísimas batidas de los gélidos vientos alpinos.
En cuanto a la fauna se encuentran especies autóctonas como la marmota, el sarrio, ardillas, zorros, tejones, jinetas, jabalí, lirones, águilas, milanos y anfibios como el tritón alpino, entre otros.
Cuenta la historia que los romanos del siglo I d.C. sólo conocieron los manantiales de Tiberio y Estomago.
En el pueblo de Sallent de Gállego visitamos el monumento dedicado al gigante aragonés de 2,29 m de altura “Fermín Arrudi Urieta”, obra en bronce realizada por el escultor Pedro Javier Larraz.
La estación del Formigal se encuentra a tan sólo 5 km. de Sallent. Visitamos la iglesia mozárabe de Basarán, del siglo XI. A orillas del embalse y a unos 3 km. de Sallent se encuentra el pueblo de Lanuza, sede de importantes festivales de verano en los Pirineos Sur.
Pero sin duda alguna, el gran protagonista de todos y cada uno de los recorridos que hemos recorrido a lo largo de los Pirineos será la naturaleza elevada a su máxima expresión, donde las rocas y la vegetación se solapan formando un bello tapiz de intensas tonalidades.
Un idílico mosaico natural entre frondosas masas forestales de la que emanan decenas de arroyos y pastizales donde vagan y pastan los ganados mientras los aficionados a la fotografía, al cicloturismo, equitación, montañeros o senderistas disfrutan del entorno natural.
El hombre y el río
“El perfume de los pinos regala nuestro olfato y ensancha nuestros pulmones…”
José García Mercadal (1923) dedicado al puerto de Ansó.
Debido a la gran cantidad de precipitaciones, existen en los Pirineos un alto número de cursos fluviales. Son pequeños ríos y torrentes que, determinados por la gran pendiente del terreno y el aumento estacional de sus caudales, provocan una intensa erosión en sus cauces dando origen a profundos valles con perfil en forma de “V”. Todos ellos, han visto surgir en sus orillas, desde tiempos inmemoriales, diferentes asentamientos humanos atraídos por la cercanía del agua. Fruto de esa convivencia milenaria entre el hombre y el río, ha llegado hasta nuestros días un valioso patrimonio como el que podemos apreciar en la misma orilla del río Aguas Limpias a su paso por Sallent.
Antiguamente la ribera del río Aguas Limpias a su paso por Sallent, con su frondosa vegetación de ribera, el nivel de sus aguas podía subir hasta un metro más de su altura habitual, cuando se producían sus famosas crecidas a causa del deshielo, aunque no se recuerda en la memoria popular que alguna vez llegara a inundarlas calles de la villa. En la actualidad, la orilla del río cumple como función un uso temático. En el invierno en el río se produce un fuerte estiaje debido a la retención del agua de la innivación.
El río Aguas Limpias nace en el circo de Piedrafita, donde se deposita una enorme cantidad de nieve durante la estación invernal. Por ello, con sus crecidas en primavera, ha ido oradando el relieve por el que discurre formando numerosos pasos estrechos y cascadas mitigadas en parte por la construcción de los embalses de Respomuso y la Sarra.
El río Gállego “en latín Gallicus flumen”, tiene más de 200 km. de longitud total y nace a 2.200 m. de altura, en una de las zonas más lluviosas de España, aguas arriba de la estación invernal de Formigal. En la parte más alta de su recorrido fluye por el Valle del Tena recorriendo los municipios de Sallent, Panticosa y Biescas, recibiento las aguas de algunos afluentes, como el Aguas Limpias, el Caldarés y el Escarra, que determinan el carácter nival de su régimen. A partir de Sabiñánigo prosigue de nuevo su primitivo curso norte-sur hasta su incorporación al río Ebro, en Zaragoza.
La tarde la dedicamos a visitar el Valle de Echo y Ansó donde destacan la arquitectura popular en forma de casas de piedras entre callejuelas sinuosas y empedradas. El Parque Natural de los Valles Occidentales colinda con Francia y Navarra, en el extremo occidental del Pirineo Aragonés. Su relieve ha sido modelado por la gubia de la naturaleza “los glaciares y la erosión de su terreno kárstico”.
Posee un pasado histórico, poblado desde la Antigüedad. El territorio ha sido testigo de la presencia romana y de parte de la infancia de Alfonso I el Batallador, primer rey de Aragón, en cuya gestación desempeñó un importante papel el Monasterio de Siresa.
Un hermoso paisaje que conjuga elementos naturales con la mano del hombre manteniendo la arquitectura popular, en armonía con el casco urbano. Unas importantes señas de identidad que van desde el traje tradicional hasta el folklore y la lengua en vías de extinción.
Su término municipal abarca toda la frontera con Francia hasta Candanchú debido a los complejos procesos históricos. El aislamiento orográfico lo ha convertido en uno de los valles pirenáicos mejor conservados, tanto medioambiental, como cultural.
Tras el fracaso del Reino de Navarra y el Vizcondado de Bearn en una disputa entre Roncal y Baretous, ambos bandos eligieron a los ansotanos como jueces. El 6 de octubre de 1375 “seis hombres buenos de Ansó” con el alcalde a la cabeza dictaron sentencia en un juicio que tuvo lugar bajo el atrio de la iglesia de San Pedro de Ansó emplazando a sus vecinos a la firma del Tratado de las Tres Vacas, que se ha cumplido hasta el día de hoy.
Ansó está situado en el valle más occidental del Pirineo Aragonés, en el Valle Natural de los Valles Occidentales. Sus habitantes se dedican a la ganadería, la explotación forestal y el turismo. Es un pueblo rodeado de una naturaleza muy bella, rodeados de verdes prados ganados al bosque con mucho esfuerzo.
En el término de Ansó se pueden ver valles glaciares, cotas que superan los 2.000 metros, amplias masas forestales muy bien conservadas, flora autóctona de alta montaña. Es sin duda alguna, uno de los enclaves más interesantes del Pirineo Aragonés, por los valores que alberga.
El Parque Natural de los Valles Occidentales abarca los términos municipales de Aísa, Ansó, Aragües del Puerto, Borau y el Valle del Hecho. Con un total de 27.073 ha. cuya altura máxima es el pico de Bisaurín con 2.676 m.
Hielo, agua y la mano del hombre, son los tres elementos claves que han configurado estos paisajes pirenáicos. Los hielos del Cuaternario fueron los encargados de esculpir esbeltos picos. Al tiempo que excavaban circos y valles en forma de “U”, como los Valles de Ansó, Hecho y Aragües del Puerto. El agua ha ido disolviendo a lo largo de miles de años el carbonato cálcico de las rocas calizas dando lugar a impresionantes Fozes, como la Boca del Infierno.
Menos visible es el mundo subterráneo de simas, galerías, surgencias y sumideros que otorgan un valor añadido a este Espacio Natural Protegido.
Los romanos dejaron como patrimonio puentes y vías de tránsito, como la vía romana Cesaraugista Benearnum, origen del primitivo Camino de Santiago que entraba por el Aragón a través del Puerto de Palo.
Los romanos construyeron la calzada, todavía visible, que, atravesando el Pirineo por el Puerto de Palos, unía las dos vertientes y llegaba hasta Césaraugusta (Zaragoza).
El uso y explotación del monte ha supuesto una pieza básica en la vida social de los Valles Occidentales “extracción de madera como combustible para el hogar.
A partir del siglo XIX, estos montes fueron explotados con fines comerciales, lo que tuvo consecuencias en la desforestación de las zonas altas, aprovechándose el pastoreo de esta situación, convirtiendo las zonas desforestadas en zonas de pastos. Un importante recurso para la supervivencia de los habitantes de los valles.
No debemos de olvidar la importancia de los bosques en nuestra vida ya que las masas forestales regulan el ciclo del agua facilitando una lenta absorción de la humedad y evitan la erosión con su entramado de raíces. También fijan y acumulan el dióxido de carbono favoreciendo la disminución de gases contaminantes en la atmósfera, son productores de oxígeno. En definitiva, son los pulmones verdes del planeta.
Acogen un gran número de especie, lo que constituye las principales reservas de diversidad biológica.
Entre las formaciones boscosas destacan:
Robledales. El quejigo o caxico, así se llama en Aragón al Quercur cerrioides, es el mejor roble que mejor aguanta las bajas temperaturas.
Hayedo-Abetal. El Haya (Fagus silvatica) especie dominante en estos bosques, posee ramas gruesas con una disposición horizontal, generando grandes sombras y por lo tanto, bosques especialmente húmedos y sombríos. Junto las Hayas, algunos pies de Abeto común (Abies alba) dan lugar a esta característica formación.
Pinares. Pino Silvestre (Pinus sylverstris), constituyen masas boscosas a las que les gusta la luz, muy resistentes y que tienen asociada una flora muy variable. Un rasgo peculiar de este pino, lo constituye su corteza que presenta una tonalidad anaranjada.
Pino negro (Pinus uncinata), representan los bosques más alpinos que se puedan encontrar en Aragón y conforman el límite entre los bosques y los pastos asociados a usos ganaderos, muy resistentes a las duras condiciones climáticas, al permanecer cubiertos por la nieve durante gran parte del año, produciéndose una floración explosiva al comenzar el año.
En el bosque también existe una estructuración donde podemos observar diferentes estratos: arbóreo, arbustivo, herbáceo y edáfico o relativo al suelo.
En las zonas más elevadas, las condiciones se endurecen, las temperaturas son más frías y escasean los alimentos.
Los ríos, arroyos e ibones también albergan la trucha (Salo trutta), el Tritón pirenáico (Euproctus asper) como anfibio del Pirineo y Prepirineo. En los diferentes bosques situados en altitudes más bajas, donde la temperaturas menos bruscas encontramos robles, hayas, abetos, pino silvestre y un sinfín de plantas que producen gran cantidad de semillas, frutos silvestres y brotes tiernos…de los que se alimentan los mamíferos como los corzos (Capreolus capreolus), zorros (Vulpes vulpes), etc…
Por otro lado, la humedad y sombra que se dan en estos ambientes facilita la existencia de insectos, de lo que se benefician aves o reptiles como la salamandra común.
Los Parques Nacionales son espacios naturales de alto valor ecológico y cultural, cuya conservación de considera de interés general para la Nación mientras los Parques Naturales son espacios poco transformados por la ocupación humana. Poseen grandes valores ecológicos, estéticos, educativos y científicos.
Los Valles al igual que el resto del Pirineo han sido siempre un territorio poco poblado, perdiendo en el siglo pasado hasta un 68% de su población, continuando en la actualidad un proceso de regresión demográfica por causas variadas: la crisis de las explotaciones tradicionales, el desarrollo industrial en áreas urbanas (años 60 y 70) que demandaban mano de obra junto con el envejecimiento de la población.
Los orígenes de la iglesia de San Pedro de Siresa se remontan a la época carolingia. En el siglo IX el Emperador Carlomagno, para detener el avance musulmán hacia el norte, organizó el Pirineo en condados bajo la tutela francesa, este es el origen del Condado de Aragón, que agrupó los Valles de Echo y Canfranc, a los que se unió Ansó.
La población se reparte en pequeños pueblos y aldeas. Las villas de Ansó y de Echo, cabeceras del valle, han sido siempre de mayor tamaño. Las casas tradicionales son de piedra grandes y sólidas, con aleros de madera. Los tejados son de teja plana de cerámica, material típico de los valles de Ansó y Echo, sobre los que destacan las altas, cilíndricas y macizas chimeneas altoaragonesas.
La trashumancia descendente ha sido otra respuesta al medio, una estrategia en la que el hombre se acomodó a los ciclos en la naturaleza, aprovechando el ganado los puertos “pastos estivales de alta montaña” y trasladando sus ovejas a los pastos de invernada, alquilados en la Tierra Baja. El viaje se realizaba andando y dentro del territorio aragonés recorriendo distancias de hasta 200 km, entre 7 y 15 días. Durante la primavera y otoño se realizaban paradas estacionales en los pastos próximos al pueblo del ganadero. En otoño, en el tránsito hacia la ribera del Ebro, los rebaños e los valles occidentales, aprovechaban los pastos de los “alborrales” del Pre-Pirineo.
Actualmente los ganaderos han optado por la transterminancia, una variante de la transhumancia en la que vacas y ovejas pastan en los puertos de montaña en verano y permanecen en los establos, durante el crudo invierno. Enero es la época de parizón y el pastor debe atender a los partos. Las ovejas han sido cubiertas durante el mes de julio en los puertos para que los partos de produzcan en la tierra baja. Las gentes de los valles se han adaptado a un territorio muy duro, poco apto para la agricultura, y aprovecharon el recurso que la montaña puso a su alcance los pastos de alta montaña, que ampliaron arañando tierras al límite superior del bosque. Se convirtieron en expertos ganaderos y eficientes pastores.
Los bosques han sido tradicionalmente al aprovechamiento forestal, constituyendo uno de los principales recursos naturales de este territorio. En las caras soleadas predominan los pinos silvestres y robles mientras el pino negro ocupa las zonas más escarpadas. Para las aves se trata de un lugar privilegiado, destacando la presencia del quebrantahuesos (en peligro de extinción). Entre los mamíferos, la especie más emblemática es el oso pardo u onso, catalogada en peligro de extinción.
El museo del traje de Ansó se encuentra en la antigua ermita de Santa Bárgara, en su calle homónima. Los trajes tradicionales ansotanos están considerados de los más interesantes dentro de la indumentaria popular española, con prendas que se remontan a la Edad Media y el Renacimiento. Una indumentaria que fue de uso común hasta bien entrado el siglo XX, lo que ha permitido que llegara hasta nosotros muchas prendas originales que ahora se pueden ver en el Museo del Traje.
El lenguaje del traje de Ansó
El Valle de Ansó es el más occidental del Pirineo Aragonés, limitado con Francia y Navarra. Es uno de los valles donde durante más tiempo han perdurado los modos de vida tradicionales del conjunto del Pirineo y su indumentaria ha sido uno de los máximos exponentes de su cultura. Después de la Guerra Civil, la mitad de la población del valle todavía seguía vistiendo su traje tradicional. Hacia 1950 lo vestían diariamente más de 80 personas.
El traje ansotano es uno de los trajes más antiguos de Europa, inmortalizado por pintores, grabadores, fotógrafos, etc…cayendo en desuso a finales de la década de los 70 del pasado siglo siendo declarado en 2011 “Fiesta de Interés Turístico Nacional”. Los ansotanos han sabido conservar sus costumbres y prueba de ellos es la vestimenta, una de las más ricas y variadas de la península ibérica, que cada año, en el último domingo de agosto, se muestra en el “Día de la Exaltación del Traje”.
Los últimos en llevarlo fueron María Mendiara, que murió en 1986, y Jorge Puyó, que murió en 1992. Ninguno de los dos llevaron a lo largo de su vida otros trajes que no fueran los tradicionales de Ansó.
El traje ansotano deslumbró ya a principios del siglo XIX a pintores como Sorolla, novelistas como Galdós y, más tarde,a etnógrafos como Violant i Simorra, fotógrafos como Compairé, Ortiz Echagüe, etcétera.
En la antigüedad desempeñaba unas funciones que hoy no tiene. Lo ritual estaba presente en la mayor parte de las manifestaciones, sobre todo religiosas, con atuendos específicos para cada una de ellas. No marcaba diferencias entre clases sociales, pero sí encontramos trajes para cada uno de los ciclos de la vida, marcados por las creencias religiosas: bautismo (traje de cristianá), confirmación (traje de periquillo), primera comunión (traje de sagüelo coloráu o basquiña verde según la edad), y trajes de novios (de iglesia y de calle). Entre la indumentaria masculina destaca el contraste entre las ropas de diario, de trabajo y festivos.
Los materiales utilizados en la elaboración de las vestimentas procedían del propio valle (lana, cuero de vacuno y caballar para los calzados y prendas de abrigo, lino para las prendas más delicadas: camisas, zaragüelles (calzoncillos), pañuelos. El cultivo del lino llegó a estar protegido en Ansó, como recogen las Ordenanzas Reales del siglo XVII, pues era vital en un momento en que la autarquía era inevitable entes las dificultades de importar productos alternativos desde el exterior. En Ansó llegaron a funcionar seis telares que reflejan una actividad artesana de gran interés económico. El tintado de basquiña verde se hacía en el valle y posteriormente en Jaca. El tinte verde de obtenía de una planta llamada pastel, que se traía de la zona de Toulouse (Francia). Para ir a la iglesia las mujeres se ponían sobre la basquiña verde el sagüelo negro, prenda de respeto y elegancia que acompañaba a los trajes religiosos, cofradía y saya. La primera comunión marcaba la diferencia en el vestir según sexos y edad. El primer calzón para los niños y el sagüelo coloráu o basquiña verde para las niñas.
A través de nuestra visita al museo del traje hemos realizado un completo recorrido por las distintas etapas y transiciones en la vida de los ansotanos a través de su indumentaria, ligada a su vida cotidiana y a los diferentes actos litúrgicos. El alcalde era el único ciudadano que vestía diferente, al llevar capa negra.
La construcción de esta iglesia puede fecharse en las segunda mitad del siglo XVI. Participaron varios maestros constructores destacando Esteban de Olariaga, Ochea (o Bengoechea) y Bartolomé de Hermosa.
El templo presenta una planta de cruz latina de una sola nave, con cabecera poligonal y coro elevado a los pies. En esta misma zona se encuentra la torre campanario, muy sencilla, de planta cuadrangular. La bóveda empleada es la crucería estrellada. De las ménsulas arrancan las bóvedas, las pilastras cajeadas del crucero o la estructura arquitectónica del coro.
Destaca el Retablo Mayor barroco, contratado en 1671 con el maestro mazonero “albañil” Cristóbal Pérez de Oñate y el escultor Pedro Camarón. Consta de tres calles separadas por columnas salomónicas. La central está presidida por la imagen de San Pedro en cátedra, y los laterales por las tallas de San Juan Bautista y San Pablo.
La piedra, el hierro y la madera nos dibujan al pasear entre sus calles sinuosas y empedradas un entramado urbano donde las altas “chamineras” o grandes chimeneas nos advierten de un pasado mágico donde el tiempo da la impresión de que se ha estancado.
Pueblos de recia arquitectura y de gente noble, herederos de una historia y cultura que impregnan los sentidos del viajero.
El epílogo de nuestro día cultural y gastronómico terminó con la visita al cercano pueblo de Echo donde degustamos en una taberna junto a la iglesia de una cerveza tradicional "Pirineos". La Iglesia Parroquial románica de San Martín se remonta a los siglos XI y XII, aunque sufrió un devastador incendio durante la Guerra de la Independencia. Se conserva su estructura y ábside.
En la fachada del Ayuntamiento se podía observar una placa dedicada a la memoria de los 20 evadidos de la Francia ocupada por los alemanes entre el 10-12 de febrero de 1944.
En días posteriores visitamos Pamplona, el castillo de San Francisco Javier, el Parque de Ordesa y Monte Perdido, atravesamos los Pirineos en busca de la estación de esquí Artouste-Fabréges donde se encuentra el tren más alto de Europa o el Monasterio de Piedra.
Pero eso formará parte de otro capítulo en la visita a los Pirineos navarros, aragoneses y franceses que compartiré con los amigos del Aula de la Experiencia de la tierra de Villalón...
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