Pasado el ecuador de nuestra visita a los Pirineos Aragoneses y Navarros, la mañana del día 5 de julio de 2018 la dedicamos a visitar el Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido. Nuestro autobús nos llevaba desde el Gran Hotel *** de Jaca al pueblo de Torla-Ordesa, en el Sobrarbe aragonés, frontera con Francia -que en tiempos pretéritos formara parte de la Marca Hispánica- para acceder al Parque Nacional que cuenta con una amplia red de senderos debidamente señalizados teniendo siempre en cuenta que estamos en un espacio natural de alta montaña.
Entre glaciares y valles labrados por los hielos se puede observar atravesando puentes románicos las aguas transparentes del río Ara que atraviesa Torla-Ordesa. Un autobús lanzadera -que a estas alturas debería ser propulsado por electricidad y no por gasoil-, nos acercaba al Parque Natural.
El Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido se inicia a 1.320 metros de altura. Este fue el segundo parque nacional creado en España, en 1.918, gracias al empeño de personajes ilustres como el fotógrafo francés Lucien Briet (1.860-1.921), que describía el Valle de Ordesa como “la venerable selva de los Pirineos”.
La fuerza del agua, la verticalidad de la roca y el colorido combinan caprichosamente un paisaje único, fruto del modelo pirenáico, siendo catalogado por la UNESCO como "Patrimonio de la Humanidad".
La fuerza del agua, la verticalidad de la roca y el colorido combinan caprichosamente un paisaje único, fruto del modelo pirenáico, siendo catalogado por la UNESCO como "Patrimonio de la Humanidad".
Descubrimos la magia de Ordesa al realizar un pequeño recorrido de 2 horas deleitándonos con el sonido de sus aguas cristalinas y conociendo los bosques de riberas, entre hayas y abetos, aunque el recorrido total tiene 17 km. con un desnivel de 600 metros.
La Reserva de la Biosfera de Ordesa-Viñamala es la segunda Reserva de la Biosfera declarada en España por la UNESCO en 1977 y una de las mejores representaciones de los ecosistemas de montaña del Pirineo, con una extensión inicial de 51.396 hectáreas siendo ampliada en mayo de 2013 hasta alcanzar las 117.364 hectáreas extendiéndose a los municipios de Biescas, Hoz de Jaca, Panticosa, Sallent de Gállego y Yésero, en la Comarca del Alto Gállego, y por Bielsa, Broto, Fanlo, Puértolas, Tella-Sin y Torla-Ordesa en la Comarca de Sobrarbe.
El 16 de agosto del año 1918, mediante un Real Decreto, el Valle de Ordesa fue declarado Parque Nacional.
Glaciares Pirenaicos. Es una figura de protección que pretende conservar las masas de hielo más meridionales de toda Europa. Se trata de las últimas muestras de los glaciares que hace más de 10.000 años descendían por los valles pirenaicos. Hoy día se encuentran en una rápida recesión asociado al calentamiento global del planeta que puede llevar a su total desaparición. Dentro de la Reserva de la Biosfera encontramos varios glaciares como los del Macizo de los Infiernos, Macizo de Belaitús, Vignemale o la Munia que se localizan entre los 2.700 y los 3.000 m. de altura, presentando una flora y fauna endémica muy frágil y amenazada.
Como precaución es necesario extremar las precauciones ya que las tormentas pueden desatarse de forma violenta con rayos, caída de granizos y fuertes lluvias que pueden desbordar ríos y cursos de agua. El importante desnivel de las laderas puede hacer duro y pesado el recorrido aunque sea a poca distancia. Es necesario siempre llevar comida, agua y ropa de abrigo. La niebla puede hacer que cualquier persona se pierda en un terreno desconocido. Por tanto, no es conveniente abandonar los senderos, ni caminar de noche al existir grandes paredes donde puede haber riesgo de desprendimiento.
¡Aunque los responsables del parque Natural velen por nuestra seguridad, la responsabilidad es siempre nuestra!.
La orografía está dominada por el macizo Monte Perdido, de 3.355 m. siendo el mayor macizo calcáreo de Europa occidental, con las cimas de Tres Sorores o Treserols: Monte Perdido, Cilindro y Pico de Añísclo, desde donde derivan a modo de brazos los valles de Ordesa entre otros, cincelados por las aguas de los ríos Arazas, Bellós, Yaga y Cinca. Un clima riguroso que ha dado como resultado una elevada altitud con escarpadas pendientes.
En las zonas altas predomina la aridez de los desiertos kárticos, donde el agua de lluvia y el deshielo se filtran bajo el suelo a través de grietas y sumideros.
Y en los valles, el agua está siempre presente en forma de cascadas y barrancos cubiertos por una vegetación exuberante ensalzada por ilustres personajes. Se pueden observar cascadas de varios cientos de metros de altura entre bosques de hayas, pinos y pinabetes que deja absorta la retina del senderista mientras los ríos serpentean mansamente a través del “Paraíso de los Pirineos” entre selvas frondosas, regando praderas cuajadas de florecillas silvestres entre una tierra de pastos más elevada de los Pirineos.
Los pueblos de gente noble y sencilla aparecen jalonados a lo largo de los Pirineos como un desafío a las fuerzas naturales, que les rodean. Las casas del Alto Aragón muestran una arquitectura típica con tejado de losas de arenisca, paredes de piedra, chimeneas troncocónicas coronadas por la piedra del “espantabrujas”, cocinas-hogares con bancos de madera alrededor del fuego central.
Frente a nosotros se erige majestuoso las paredes del “Gallinero”, con una altura que oscila entre los 300 y 450 metros e altura. Los caprichos de la geología han que querido que su forma se parezca a un libro abierto donde enormes bloques de piedra cuelgan sobre el vacío desafiando las leyes de la gravedad. Estas rocas son “areniscas de Marboré”, provenientes del fondo marino existente en la zona desde hace 50 millones de años.
Las dos caras de este singular cañón entre la “solana y umbría”.
A nuestro pies se encuentra el río Arazas que desciende vertiginosamente hasta su encuentro con el río Ara en el puente de los Navarros, cerca de Torla. En sus orillas, aprovechando el fondo del valle en forma de “U” que en su día formaron los glaciares, se asienta el bosque de ribera de montaña, donde fresnos, adebules y sauces se alternan para dar refugio a aquellas aves como carboneros, herrerillos, pinzones o agateadores.
El río Ara es el único gran río pirenáico que mantiene intactas sus características naturales y que no parece regulado por presas u obras hidráulicas. Estas características de naturalidad y la elevada variedad de especies lo convierten en un enclave especial valor natural, declarado “Lugar de Interés Comunitario en la Red Europea 2000”.
Desde el río se eleva las laderas del cañón, que dependiendo de su orientación albergan diferentes tipos de bosques. Así en la orientación sur, expuesta al sol, predomina el pino silvestre acompañado ocasionalmente de arces y serbales, que el otoño le dan al bosque tonos ocres y rojos. Por encima del bosque se encuentran las murallas rocosas del Tozal del Mallo, Gallibero y Faucata, impresionantes “telones geológicos”, para un escenario de ensueño.
Las laderas en umbría y con orientación norte acogen bosques maduros de majestuosas hayas y abetos, refugio de algunas aves amenazadas como el picamaderos negro. En la ladera se eleva la proa del Calcilarruego, punto emblemático de la Faja de Pelay.
Los paneles interpretativos nos ayudan a entender este paisaje cambiante |
A partir de 1800 metros el pino negro es el único árbol capaz de resistir los rigores del clima y la altura. A mayor altitud, sólo quedan las praderas alpinas surcadas por torrentes y una gran extensión de piedra caliza donde se dan todo tipo de fenómenos kársticos. La gran mole del macizo de las Treserols (Tres Sorores) domina el valle, siendo Monte Perdido con 3,355 la cumbre calcárea más alta de Europa. Allí, todavía se conservan restos de glaciares que en otra época modelaron estos valles.
La Cascada de Cotatuero es uno de los mayores saltos de agua del Pirineo, con una caída vertical de 200 metros. Sus aguas proceden de las altas cumbres y en su frenético descenso al valle de Ordesa para conectar con el río Arazas, dividen las paredes del Gallinero y Fraucata en el circo de Cotatuero. Otro ejemplo de la compleja erosión de los glaciares a lo largo de los siglos.
El punto crítico para atravesar el circo sonlas aéreas clavijas de Cotatuero, instaladas por el herrero de Torla, Bartolomé Lafuente, en 1881 por encargo del cazaror inglés Edward Buxton.
Los hayedos son bosques característicos de zonas húmedas y de umbría de montaña. El haya (Fagus sylvatica) puede alcanzar los 30 metros de altura y su estrategia de supervivencia es única. Desarrolla un denso follaje produciendo abundante sombra sobre el suelo, lo que evita el crecimiento de otras plantas que puedan hacerle la competencia y favorece la retención de humedad. Sólo el abeto es capaz de hacerle compañía para formar los afamados hayedo-abetales pirenáicos.
Cuando comienza la primavera y emergen las primeras hojas con un color verde luminoso, casi transparente. Conforme avanza el verano, el follaje adquiere un color más oscuro y la sombra es cada vez más tupida. En esta estación el haya produce sus flores, en pedúnculos masculinos colgantes y femeninos erectos, que por su pequeño tamaño pasan desapercibidos para nuestra mirada.
Durante el otoño el haya madura sus frutos: los hayucos, semillas que constituyen una importante fuente de energía para muchos animales silvestres. Con las primeras heladas comienza la parada vegetativa al no llegar savia a las hojas, éstas comienzan a marchitarse dando lugar a una amplia gama de colores ocres-rojizos. Durante el invierno y con la llegada de las nieves, las futuras hojas, ya vivas, quedan protegidas por unas duras yemas hasta la próxima primavera.
Mientras tanto, la vida prosigue en el suelo. Las hojas muertas que caen al suelo crean un manto vegetal bajo el que existe una intensa actividad, resultante de la materia orgánica en suspensión. Es el hábitat ideal para insectos, hongos y microfauna que son a su vez fuente de alimento para muchos animales.
La mano del hombre ha ido modelando el paisaje, creando laderas, terrazas, bancales o fajas donde poder cultivar y recoger la hierba, pequeñas presas para aprovechar la fuerza del agua, o majadas pastoriles para pernoctar el ganado con su pastor, siempre respetando un equilibrio natural respetando el entorno.
Dentro de la flora existen más de 1.500 especies de plantas pirenáicas. Ordesa y Monte Perdido podría definirse como un gran jardín botánico de montaña donde conviven especies comunes con otras endémicas de alta montaña como es la madreselva de los Pirineos, la corona del rey o la oreja del oso, entre las grietas de las rocas o junto a la sombra de los hayedos. Estas plantas florecen cuando la estación es más benigna aprovechando que la nieve se va fundiendo mientras el valle permanece tapizado por los bosques.
El haya, el abeto blanco o el pino silvestre son las especies dominantes. A orilla de los ríos aparece la vegetación de ribera, amantes de la humedad, con sauces, abedules, fresnos y un largo etcétera. Los botánicos han descrito 19 clases de vegetación que incluyen 36 órdenes, 51 alianzas y 75 asociaciones vegetales.
Dentro de la fauna pirenáica ligada a los hábitats alpinos y subalpinos de alta montaña se han catalogado hasta el momento siete clases de anfibios, trece de reptiles, cuatro de peces, al menos ochenta aves nidificantes y más de cincuenta mamíferos.
El quebrantahuesos, una rapaz amenazada, cuenta con varias parejas reproductoras dentro del Parque. El águila real, la chova piquigualda y el buitre leonado son aves de costumbres rupícolas en un desafío permanente al vértigo.
En las aguas frías de los ríos, arroyos e ibones de montaña viven abundantes truchas, el endémico tritón de los Pirineos o el desmán. La rana pirenáica fue descrita en el año 1992. Marmotas y manadas de sarrios son mamíferos fáciles de observar en los altos pastizales subalpinos. El bucardo, subespecie endémica de la cabra montés, encontró a principios del siglo XX en la umbría del Valle de Ordesa su último refugio. En las zonas más altas tan sólo el gorrión alpino, el acentor alpino y el lagópodo alpino logran soportar las difíciles condiciones de estas inhóspitas temperaturas.
La grandeza de sus montañas impregnan nuestra retina a través de sus cumbres, cimas, nieves perpetuas, bosques, torrentes y lagos sin olvidar la nobleza de sus pueblos y de sus gentes bajo la armonía de los valles que nos ha ofrecido la oportunidad de seguir protegiéndolas para que puedan ser transmitida a las generaciones venideras como auténtico legado natural.
Nos queda por visitar el pueblo medieval Aínsa, Artouste en el Pirineo francés y el Monasterio de Piedra en Zaragoza, pero eso formará de otro interesante capítulo en nuestra visita con el Aula de la Experiencia de Morón a los Pirineos Aragoneses (V).
Nos queda por visitar el pueblo medieval Aínsa, Artouste en el Pirineo francés y el Monasterio de Piedra en Zaragoza, pero eso formará de otro interesante capítulo en nuestra visita con el Aula de la Experiencia de Morón a los Pirineos Aragoneses (V).
Desde Los Pirineos, para el Blog de mis culpas...
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