domingo, 25 de mayo de 2025

Los Reales Alcázares [antigua Dar al Imara], un crisol de culturas junto al Guadalquivir [II]




...Fernando III de Castilla "el Santo" no tuvo oportunidad de realizar obras en el Alcázar de Sevilla. Sin embargo, será su hijo Alfonso X el Sabio (1252-1284) quien mande construir sobre un antiguo palacio almohade el Palacio Gótico:
  • Patio del Crucero
  • Salón de Tapices y Capilla
  • Sala de Bóvedas
  • Y Baños de Doña María de Padilla




La Sala de las Bóvedas con sus techos de crucería gótica representa el triunfo del ideario cristiano frente al pasado musulmán. Fue el escenario del banquete de boda de Carlos V con Isabel de Portugal el 11 de marzo de 1526.



En el Salón de Tapices  destaca la toma de Túnez el 21 de julio de 1553 por el emperador Carlos V frenando los ataques de la flota turca. Una victoria decisiva para la flota española, liderada por Andrea Doria y Álvaro Bazán, que derrotaron a la flota turca, convirtiéndose el Mediterráneo en un símbolo de la hegemonía cristiana. La obra se debe al tejedor flamenco Willem de Pannemaker entre 1550 a 1554.



La Capilla alberga el Retablo y la Virgen de la Antigua de estilo bizantino realizado por Diego de Castillejo en el siglo XVIII. El original de la Virgen de la Antigua se encuentra en la Catedral de Sevilla, donde fueron a orar Elcano y su tripulación tras haber dado la Primera Vuelta al Mundo «Primus circumdedisti me».


Capilla de la Virgen de la Antigua
Catedral de Sevilla


Y llegamos a los Jardines del Alcázar




Desde el Jardín del Crucero, paseamos hacia los Baños de Doña María de Padilla, amante de Pedro I. Dicen que se bañaba en estos baños situados debajo del patio del crucero. Un lugar fresco de crucerías góticas con un algibe almohade del siglo XII. Existe actualmente la costumbre de arrojar algunas monedas al aljibe, posiblemente para pedir un deseo. 

Algo similar a lo que ocurre con la Fontana de Trevi. Si lanzas una moneda volverás a Sevilla, si lanzas dos, encontrarás el amor, y si lanzas tres, te casarás con la persona que amas. Queda la grata satisfacción de que si no se cumple ningún deseo, al menos, se entiende que servirá para contribuir con alguna obra social. ¡Y todos felices!



Baños de Doña María de Padilla
Reales Alcázares de Sevilla


Subimos por una escalera hasta llegar al Estanque de Mercurio y la Galería de Grutesco donde poder estimular nuestra retina bajo una bella panorámica de jardines entre innumerables palmeras bajo los efluvios del azahar. Las palmeras eran consideradas árboles sagrados para los musulmanes, el olivo para los judíos y los cipreses para los cristianos.



La Galería del Grutescos se debe al arquitecto milanés Vermondo Resta entre 1.613 y 1.621. El autor de las pinturas es Diego Esquivel quien las terminaría en 1629 tras siete años de elaboración. De la galería de Grutescos conviene decir que fue un ejercicio de fantasía del arquitecto milanés Vermondo Resta al cubrir y revestir en su lado interno los lienzos de murallas almohades. El tránsito por la galería, antiguo adarve o paseo de ronda, permite el disfrute visual de la casi totalidad de los jardines. Destaca el material de acarreo que se utiliza para crear el cuerpo de arquería de cerca de ciento setenta metros de longitud de adarve.






Estanque de Mercurio, dios del comercio romano que posiblemente tenga algo que ver con "Melkart", dios fenicio del comercio desde Tiro hasta Cartago y Gades en el siglo VIII y VII a.C.


En el Jardín de la Galera destaca una columna en memoria del destierro del último rey de la dinastía abadí de Sevilla, Al Motamid ibn Abbad.



«Aún si los enemigos me arrebataban el reino / y el pueblo me traicionara, / mi corazón permanecería entre mis costados, / y costados no entregan corazones... / Mi nobleza no ha sido arrebatada. / ¿Acaso se puede arrebatar la nobleza?». No se puede. Ni aunque haya estado mil años bajo tierra.

En Agmat [cerca de Marrakech, Marruecos] se encuentra un morabito con los restos del último rey abadí de la antigua Isbiliya.


¡Pero, quien fue Al Mutámid al que tanto recuerda Sevilla!

Al Mutámid estuvo vinculado con el campo de la cultura de su época. Sin embargo, le esperaba un final desconsolado y cargado de nostalgia bajo el inhóspito destierro de Agmat, cerca de Marrakech, añorando su antigua “Dar al-Imara” bañada por el río Guadalquivir “Wad al-kabir” y recordando los olivares sevillanos de cuyas aceitunas “azzaytúna” se obtenía el zumo virgen en las almazaras “al-ma’sara” en forma del preciado aceite “azzeit” del Aljarafe “Al-Xaraf”.

El aceite lampante que no se utilizaba para consumo humano se utilizaba para las lámparas “qandil” de barro cocido.

En su viaje a Marruecos en 1924 Blas Infante visitó la tumba del último rey abadí de la antigua Isbiliya “Al-Motamid” en Agmat, al este de Marrakech. Al Motamid encarnaba para Blas Infante un ejemplo de pacifismo y tolerancia encarnado por el espíritu de Andalucía. Blas Infante otorga una gran importancia al periodo de convivencia entre musulmanes y cristianos de Andalucía y se inspira en los enamorados de Antequera que proviene del siglo XV, cuando ésta ciudad, llegó a ser frontera entre los reinos de Castilla y Granada.

Tras haber escuchado allí las nubas magrebíes será el primero en poner en relación los cantos populares de ambos lados del Estrecho de Gibraltar . En su obra “Orígenes de lo flamenco y secreto del cante jondo” [1929] da forma a una de las teorías más serias sobre el origen del término “flamenco” cuyo origen estaría en los cantos de los moriscos que se escondieron en los montes tras el decreto de expulsión de Felipe III, que con el tiempo se confundirían con los gitanos errantes. Flamenco vendría de la expresión “fellah mengu” cuyo significado sería “campesino huido” en el dialecto andalusí.

Entre la judería y el Callejón del Agua, pudimos observar antiguas conducciones de la época islámica [siglo XI y XII] que suministraban agua al Alcázar [antigua Dar al-Imara] y a la medina de la antigua Isbiliya.




Al Motamid no midió bien las consecuencias de pedir ayuda a los almorávides

Históricamente los grandes ríos peninsulares han formado parte de las antiguas fronteras o marcas. El río Ebro formaba parte de la marca superior “al-Tagr al A´la” de Al Ándalus con capital en Saraqusta. El río Tajo de la Marca Media “al Tagr al Awsat” con capital en Tulaytulah “Toledo” y el Guadiana de la Marca Inferior “al Tagr al Adna” con capital en Mérida. Por tanto, cuando Toledo fue conquistada por Alfonso VI, comenzaron a saltar todas las alarmas “ya se encuentran las tropas cristianas en el Tajo”.

Después de la conquista de Toledo por Alfonso VI (1085), y viendo Al Motamid que la frontera del río Tajo estaba en peligro decidió pedir auxilio a los almorávides, que el 30 de julio de 1086 desembarcaron en Algeciras. Las tropas de la taifa sevillana ayudaron, junto con tropas de las taifas de Granada y Badajoz a derrotar a los cristianos en Zalaca (1086). Sin embargo, el emir almorávide Yúsuf ibn Tafsún, requerido en África, vuelve a su reino.

Ante las nuevas desavenencias y desencuentros entre las taifas, Al Motamid en persona se dirigió de nuevo a Marrakech para pedir a Yúsuf que acudiera en ayuda de los musulmanes en Al-Ándalus. Pero Al Motamid ignoraba que la petición de ayuda a los fanáticos almorávides convertirá su hermoso destino en un final desconsolado.

El 7 de septiembre del año 1091 fue tomada Isbiliya “Sevilla” por los almorávides. El emir Ibn Tafsún ordenó que el rey depuesto fuera conducido a Marruecos y desterrado en el aduar de beduinos de Agmat, donde moriría en 1095 “extranjero y cautivo”, después de haber pasado los últimos cuatro años de su vida cargada de nostalgia y tristeza. Un hombre culto que vivía en el Alcázar se ve desterrado hacia un lugar solitario e inhóspito que le llevará a una profunda melancolía. Será el tercer y último rey sevillano de la dinastía de los abbadíes.

Al Mutamid llegaba a Tánger en tránsito hasta su triste destierro en Agmat, al pie del Atlas [cerca de Marrakech] donde se dedicó a escribir los más bellos poemas cargados de nostalgia y melancolía, desconociendo sus habitantes su verdadera identidad. En 1095, en el aduar de Agmat, la esposa de Al Mutamid fue enterrada mientras un nuevo dolor se añadía al lacerante dolor del destierro. A los pocos meses de la pérdida de su esposa, Al Mutamid, el poeta rey, dejaba de existir y comenzaba su leyenda.

En el morabito de Agmat se encuentra la tumba de Al Mutamid a la izquierda y la de su esposa I’timad Al Rumaikyya a la derecha. Entre ambas tumbas se encuentra la de uno de sus hijos.

Allí compuso “Elegías de Agmat”, uno los más bellos poemas de dolor de la literatura universal.

“¡Sevilla, que lejos!
¡Ay, qué lejos!
¡Ay, Sevilla!
La única cadena que yo siento…”

 

No cabe duda de que Al Mu’tamid de Sevilla llegó a ser mejor poeta que rey. Su poesía culta, intensa y nostálgica podría considerarse una especie de autobiografía sentimental. Al Mu’tamid de la dinastía de los abadíes es considerado uno de los máximos exponentes de la poesía andalusí.

  

Al Mu’tamid e Itimad Al Rumaikyya, la reina poeta

Cuenta la leyenda que Al Motamid paseaba durante las tardes por la ribera del Guadalquivir junto a su amigo, consejero y poeta Aben Amar. Caminaban despacio y se paraban de trecho en trecho hablando de poesía.

Una tarde, paseando junto al puente de barcas que unía el antiguo arrabal de Triana con la antigua Isbiliya se detuvieron a contemplar el río Wad al Kabir “Guadalquivir”. Al Motamid llamó la atención de su amigo sobre la belleza que emanaba del efecto de la luz del sol de poniente sobre el agua rizada por la brisa.

Aben Amar comentó adulador:

“Una cota de oro digna de un rey”

 

Inspirado Al Motamid comienza a hacerle un verso y empieza:

 

La brisa convierte al río
en una cota de malla…

 

De pronto a sus espaldas una voz femenina bien timbrada con perfecta entonación y dicción, exclama:

La brisa convierte al río
en una cota de malla,
mejor cota no se halla
como la congele el frío.

Sorprendidos, se vuelven para ver quién era la que con tanta inspiración había completado la estrofa. Vieron a una joven descalza que llevaba un borriquillo por el ronzal [razan] y que sin hacerles caso se dirigió a Triana por el puente de barcas.

El rey encargó a su amigo que se enterara de quién era y a quien pertenecía la muchacha pues parecía una esclava. Y efectivamente lo era.

Se trataba de Itimad, esclava de un alfarero llamado Romaicq, por eso la llamaban “Itimad la Romaiquia”.

Itimad era de Triana y se dedicaba a la faena de hacer ladrillos y tejas en el horno de este alfarero. Aunque el rey le propuso comprarle la esclava, el mercader muy a gusto se la regaló ya que decía que era muy fantasiosa y que trabajaba poco.

Así que, Al Motamid se la llevó a la antigua Dar al Imara “El Alcázar” aunque hasta ese momento el rey sólo se había preocupado por la poesía y las artes sin preocupación por las mujeres, quedó enamorado de ella hasta el tuétano [un claro “flechazo”] y la hizo su esposa. Tuvieron 3 hijos.

Itimad fue una esposa y reina prudente que consiguió logros notables como que las mujeres sevillanas se quitasen el velo del rostro en contra de la ley islámica, lo que le valdría al rey poeta enemistarse con los juristas malikíes aunque su talento natural para las artes literarias y sus ideas “feministas” fueron siempre respetados.

Cuenta la leyenda que Itimad dio muestras de melancolía, se acordaba de Triana y tenía ganas de pisar el barro como cuando fabricaba ladrillos y tejas para el mercader Romaicq.

El rey Al Motamid para no verla triste llenó el patio del Alcázar con barro perfumado con todas las especias y aromas que pudo encontrar en su reino, como azúcar, canela, espliego, clavo, almizcle, ámbar y algalia.

Allí estuvo Itimad jugando con sus doncellas un buen rato, amasando con los pies el perfumado barro al igual que lo hacía de niña en Triana, y riendo entre alegres y estrepitosas risas.

También cuenta la leyenda que en otra ocasión volvió a estar triste porque nunca había visto la nieve. El rey se la llevó a Córdoba para distraerla. En la Península no había nieve, si no era en el Norte que era tierra de cristianos, o en Granada que era tierra de Almudafar, y no era plan de molestar a nadie por un capricho.

Un día de febrero el campo de Córdoba amaneció nevado. No era nieve, pero Itimad no notó la diferencia. El rey en secreto había hecho plantar un millón de almendros frente al Alcázar viejo. Cuando ese día de febrero los almendros florecieron, el campo parecía nevado y dejó contenta a su esposa.

Itimad y Al Motamid fueron felices. Aunque él podía tener un harén porque su religión se lo permitía, ella fue su única esposa y su amor duró toda la vida de ambos, sobreviviendo a los buenos y a los malos tiempos.

Una de sus hijas Zaida, fue pedida en matrimonio por el rey Alfonso VI mediante embajadores cuando cumplió 15 años. Ésta fue enviada a la frontera con lucida escolta y tras convertirse al catolicismo y tomar el nombre de Isabel, se casó con el rey.

Al Motamid destacó por sus dotes como poeta y por su pasión por las artes y la cultura, y por eso, precisamente se quedó sin reino al abrir las puertas de Sevilla a Yusuf quien lo desterró a Marruecos.

 

¡Más le hubiera valido que hubiera destacado como estadista y estratega!

Los sevillanos los despidieron con pena agolpados en la orilla del río cuando partía para el destierro. Las mujeres se quitaron el velo del rostro y se lo arañaban en señal de dolor.

Itimad estuvo con su marido no sólo durante los años de esplendor, sino también en los momentos duros; lo acompaño al destierro. La reina de nuevo volvió a vivir en la miseria como cuando era la Romaiquía de Triana, una simple esclava.

Invisible a mis ojos, siempre estás presente en mi corazón.

Tu felicidad sea infinita, como mis cuidados, mis lágrimas y mis insomnios.

Impaciente al yugo, si otras mujeres tratan de imponérmelo, me someto con docilidad a tus deseos más insignificantes.

Mi anhelo, en cada momento, es tenerte a mi lado: ¡Ojalá pueda conseguirlo pronto!

Amiga de mi corazón, piensa en mí y no me olvides aunque mi ausencia se larga.

Dulce es tu nombre. Acabo de escribirle, acabo de trazar estas amadas letras.

Al Motamid a su esposa



Un equipo de peritos supervisa la puerta de Marchena


Terminamos en la Puerta de Marchena del Alcázar que fuera levantada durante el reinado de Isabel I de Castilla. En su origen estuvo en la fachada de los duques de Arcos, en la villa de Marchena, con decoración gótica y con posteriores elementos renacentistas abundando los motivos heráldicos, con rasgos mudéjares.

La Puerta de Marchena será instalada en 1913 en los "Jardines de la Vega Inclán" de los Reales Alcázares. El traslado fue llevado a cabo por los arquitectos Vicente Traver y José Gómez Millán.
 




Salimos al exterior por el Apeadero -antiguas caballerizas- por el Patio de Banderas. La Giralda con su elevada altura nos observa bajo los efluvios del jazmín y azahar que estimulan e impregnan nuestros sentidos.



Esta fachada ubicada en el Patio de Banderas es de estilo manierista, incluye el escudo heráldico de Felipe V. Es obra del Maestro Mayor Vermondo Resta (1555-1625) del manierismo al barroco.


Tras más de dos horas de charla magistral estimulando nuestra mente a cargo de nuestro amigo Manuel, nuestro cicerón, tocaba ahora reorientar nuestras frágiles naves hacia la calle Rodrigo Caro, para hidratar también nuestro cuerpo con alguna cerveza fría en el bar “Las Columnas”, antigua calle de Atambor, donde los negros de Sevilla [una historia silenciada] se juntaban para tocar y cantar en su plaza.




Tras haber degustado nuestra primera cerveza fría [mientras el termómetro marcaba 35º C a la sombra] orientamos nuestro sextante gastronómico en busca de la bodeguita Antonio Romero, en la calle Arfe, en el corazón del barrio del Arenal; un espacio gastronómico variado donde destaca el jamón ibérico, la caña de lomo, los boquerones y chocos fritos o las croquetas, todo ello acompañado de algunos “piripis”, entre otras tapas, que estimulan nuestro paladar. 

Nuestro amigo Antonio, experto en tascas, tabernas, bodegones y fiel conocedor de los templos de la cerveza sevillana nos recomendó maridar la cerveza o el vino con los tradicionales platos para potenciar y realzar el sabor de los alimentos.

Terminada tan grata jornada cultural y gastronómica nuestro amigo Juan nos acercaba de nuevo a nuestro lugar de origen ubicado en la tierra de Villalón, de la Cal y del Flamenco.


Desde la antigua Dar al Imara [Reales Alcázares de Sevilla] en compañía con Manuel, Jesús, Javier, Juan y Antonio, para el blog de mis culpas...


 

P.D. Como complemento a nuestra visita nos encontramos junto al Palacio Gótico, en la Sala Cantarera una Exposición denominada “Marco Polo y las maravillas de los manuscritos iluminados”, donde el arte y la sabiduría se fusionan a través de estos códices que cautivan a los visitantes.

Una exposición que nos invita a sumergirnos en “El Libro de las Maravillas del Mundo”, una joya bibliográfica que transportó a Europa hasta las lejanas tierras de Oriente. Este códice, encargado como presente, entre 1410 y 1412 para Juan sin Miedo, duque de Borgoña, y posteriormente obsequiado a su tío el Duque de Berry, constituye una de las primeras descripciones del mundo asiático. A través de sus páginas se puede recorrer los vastos territorios explorados por el veneciano Marco Polo y por el misionero franciscano Odorico de Pordenone, quien viajó en el siglo XIII por Turquía, atravesó Irán, el sur de la India, Sri Lanka, Sumatra,Java, Borneo, Vietnam, y la costa este de China hasta llegar a Pekín; de donde se cree retornó a Europa.




La primera parte de la obra sigue el relato del veneciano Marco Polo, quien tras servir como emisario del Gran Kan entre 1275 y 1290, narró sus vivencias y descubrimientos en un testimonio que marcaría la historia de la literatura de viajes. Sus descripciones detalladas de la corte de Kublai Kan, las costumbres exóticas y las grandes ciudades de Oriente ofrecieron a los europeos una visión sin precedentes del mundo asiático.

La segunda parte del códice recoge el testimonio de fray Odorico de Pordenone, quien emprendió su viaje en el marco de las misiones papales enviadas a Oriente. A diferencia del relato aventurero de Marco Polo, su narración adopta un tono más observador y misionero, describiendo con detalle los pueblos, creencias y costumbres que encontró a su paso.

Este manuscrito, además de ser un testimonio imprescindible de la expansión del conocimiento geográfico en la Baja Edad Media, es una obra de arte única. Sus miniaturas, de gran riqueza cromática y precisión narrativa, reflejan la fascinación que Oriente ejerció sobre la Europa medieval, un asombro alimentado por relatos y saberes que viajaban a través de la Ruta de la Seda.

Un códice que no sólo deslumbró a los monarcas y eruditos que lo poseyeron, sino que sigue cautivando a quienes, siglos después, se acercan a sus páginas en busca de un mundo de maravillas.

Los códices y libros antiguos abren las puertas de Oriente a los ojos de Occidente proyectando la astrología medieval y el saber de la época. Y todo ello en Andalucía como crisol de culturas y punto de encuentro de grandes civilizaciones.

Unas obras que fueron pieza clave en la transmisión del conocimiento a lo largo de los siglos y como joyas bibliográficas han pasado por las manos de Alfonso X el Sabio, los Reyes Católicos, Carlos V y Manuel I de Portugal. Un legado que ha cambiado la historia.





Términos interesantes

Mozárabes: Cristianos que vivían en Al-Ándalus.

Mudéjares: Musulmanes que vivían en territorio conquistado por los cristianos. El arte mudéjar se caracteriza por una albañilería andalusí autóctona con magníficos artesonados, arcos de herradura, yeso, ladrillos, azulejos vitrificados, etcétera. Muchos trabajadores musulmanes continuaron trabajando en las obras cristianas legando su sabiduría.

Muladíes: Habitantes de la Península que abrazaron la religión musulmana en Al Ándalus.


Enlaces interesantes




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