"In Memoriam", para nuestro amigo Manolo Mejías, desde la tierra de Villalón...
Breve introducción
De un tiempo a esta parte se ha incrementado la visita a los cementerios como actividad cultural. Antiguamente era tradicional realizar visitas a los cementerios cercano el Día de los Santos y Difuntos [1 y 2 de noviembre] donde se llevan flores y adecentan los sitios de los difuntos, se rezan oraciones por sus almas o se encienden velas.
Hasta no hace mucho tiempo existía un ritual por parte de nuestras abuelas [vestidas de riguroso luto] durante la noche de difuntos encender mariposas, en un plato hondo con velillas encendidas ensartadas en pequeños discos de corcho que flotaban sobre el aceite sobre el agua, por el alma de los fieles ausentes con sus fotografías correspondientes, y que daba miedo a los niños de mi época pasar por la habitación de la abuela. Aquel sagrado ritual estaba presente en aquella mentalidad de sotana y sacristía de tiempos pretéritos, que se irá diluyendo a mediados de los años 70 del pasado siglo.
En la actualidad se observan numerosas visitas a los cementerios más significativos como una actividad cultural. Se realizan visitas a los panteones de personajes ilustres o tumbas más significativas o visitas a las criptas de las catedrales atraídas por su valor histórico o patrimonial.
Cabe citar desde el punto de vista turístico por ejemplo, la visita a las Pirámides de Egipto como complejo funerario, la visita a las catacumbas de la antigua Roma, la tumba del Papa Julio II, esculpido por Miguel Ángel Buonarroti, la tumba del propio Miguel Ángel en la Basílica de la Santa Cruz de Florencia, la tumba de Leonardo da Vinci en el castillo de Amboise, en el valle del Loira, la visita al cementerio victoriano de Highgate, en el norte de Londres donde se encuentra la tumba del filósofo Karl Marx, la tumba de Napoleón en los Inválidos de París, la tumba de Emile Zola, Alejandro Dumas, Víctor Hugo, Voltaire y Rousseau, Pierre y Marie Curie, en el Panteón de París, la tumba de Franz Kafka en el cementerio judío de Praga, la tumba de Isabel I, Isaac Newton o Charles Darwin, en el cementerio de la Abadía de Westminster, la tumba del novelista ruso Tolstoi, en el cementerio de Yásnaia Poliana, Tula, Rusia, o de Fiódor Dostoyevski en San Petersburgo, la visita a los campos de concentración o memoriales como Auschwitz-Birkenau o Terezín en Praga o la visita a Muro de Berlín donde murieron miles de personas inocentes, entre otros lugares cargados de emotividad.
En España, cabe destacar la tumba del Cid en la Catedral de Burgos, la tumba de los Reyes Católicos, en la Capilla Real de Granada, la tumba de Cristóbal Colón en la Catedral de Sevilla, los posibles restos de Miguel de Cervantes en el monasterio de las Trinitarias en Madrid, la tumba de Goya en la Ermita de San Antonio de la Florida, en Madrid, la tumba de Miguel de Unamuno en el cementerio de San Carlos Borromeo de Salamanca, la visita al Barranco de Víznar donde fusilaron a Federico García Lorca, la tumba de Antonio Machado con su buzón en Collioure, la tumba de Miguel Delibes o José Zorilla en el cementerio del Carmen en Valladolid o el mausoleo de Joselito el Gallo y Aníbal González, en el cementerio de San Fernando de Sevilla, entre un largo etcétera.
Cuando se visitan estos lugares se da uno cuenta de que durante la vida predomina en el ser humano el clasismo, la ambición, el orgullo, la vanidad, el ego, la soberbia, la prepotencia, la envidia, la mediocridad, la arrogancia, la hipocresía, la ostentación, la tiranía, la avaricia... Sin embargo, la muerte, con su verdadero rostro, nos coloca a todos en el mismo sitio [como pobres delante de Dios] y nos debiera hacer reflexionar cual es el verdadero sentido de la vida.
Muchos campos santos singulares se encuentran incluidos en las rutas europeas de los cementerios. No cabe duda de que una visita a éstos lugares alcanza cada día más adeptos, siendo una tendencia al alza que permite al visitante acercarse a un patrimonio artístico, histórico y cultural de indudable valor, y que muchas veces se encuentran en el olvido.
Y el Mausoleo de Joselito El Gallo donde se encuentra la tumba de Ignacio Sánchez Mejías, mecenas de la Generación del 27, no podía demorar más nuestra visita...
Cuando el grajo vuela bajo en la tierra de Villalón orientamos nuestra brújula en busca de la capital hispalense donde nos espera la Plaza Ponce de León para tomar el autobús nº 10 que nos acerque al Cementerio de San Fernando para visitar el Mausoleo del torero Joselito El Gallo, denominado “el rey de los toreros”.
Joselito El Gallo murió trágicamente el 16 de mayo de 1920 en Talavera de la Reina con tan sólo 25 años de edad, como consecuencia de una grave cornada en el quinto toro de la tarde que le infringió el toro “Bailaor”, perteneciente a la ganadería de la Vda. de Ortega. Aquel toro quedará inmortalizado para la historia de la tauromaquia.
Joselito había protagonizado junto a Belmonte la “Edad de Oro” de la tauromaquia [década de 1910]. La tumba de Belmonte se encuentra enfrente del mausoleo de Joselito El Gallo que fuera realizada en mármol negro por José Luis Sánchez. Entre las tumbas de Joselito y Belmonte se encuentra el mausoleo de "Paquirri".
Ser torero llegará a servir en la mayoría de los casos para salir de la marginación social y de la pobreza. En aquella época, ser matador de toros era el equivalente del héroe fielmente reflejado en la ópera Carmen de Bizet.
Joselito el Gallo heredó la devoción hacia la Stma. Virgen de la Esperanza. En agosto de 1913, durante una corrida en San Sebastián, Joselito recibió un pitonazo de un toro a la altura del corazón, salvándose de la cornada gracias a que el asta tropezó con la medalla de la Virgen de la Esperanza que colgaba de su pecho.
En agradecimiento por haber salido ileso, Joselito adquirió, durante un viaje a París en invierno del mismo año, cinco broches verdes compuestos de pétalos de cristal de roca francés engarzados en oro blanco y rematados con brillantes, las famosas “mariquillas”, que donó a la Stma. Virgen a su regreso a Sevilla, y que luce desde entonces. Muy probablemente, y también en acción de gracias, su ingreso en la Hermandad se produjo en la misma fecha. Su ferviente devoción le llevó a entronizar una Imagen de la Virgen de la Esperanza en su casa de la Alameda de Hércules.
La misma medalla lo volvió a librar de un nuevo percance en abril de 1914, en la Plaza de Sevilla. El diestro sevillano, que, según sus propias palabras, “creía en Dios con toda su alma y tenía una fe ciega en la Virgen de la Esperanza”, la consideraba una reliquia y la portó hasta el mismo momento de su muerte.
Su hermano Fernando, le quitó la cadena al cuello con las medallas de la Esperanza Macarena y Jesús del Gran Poder junto a una foto de su madre “la señá Gabriela”. Entre su mozo de espadas y el picador le cortaron la coleta trenzada de pelo natural en un gesto de despedida al maestro. Ignacio Sánchez Mejías llegó al poco rato, le entregaron la coleta, que besó y acercándose a su cama, le acarició la frente y…comenzó a llorar.
La fotografía de Ignacio Sánchez Mejías abrumado por el dolor, sosteniendo con una mano abierta sobre la cara mientras con la otra acaricia la cabeza de Joselito yacente, tranquilo ya en su gloria, es quizás la más emocionante de la historia de la Tauromaquia.
«Ignacio Sánchez Mejías, el torero del 27», Foto. José Demaría Vázquez «Campúa”
Después de amortajarlo, el cuerpo fue instalado en un féretro que se trasladó por tren a Madrid. Hubieran querido llevarlo inmediatamente también en tren hasta Sevilla, pero el numeroso público congregado en la estación lo hizo imposible. Se decidió entonces llevar el cadáver a su casa de Madrid en la calle Arrieta, junto a la Plaza de Oriente.
Monumento a Joselito El Gallo en la Paza de la Esperanza Macarena de Sevilla
Desde el Cementerio de San Fernando paseamos en compañía del río Guadalquivir hacia la Plaza de la Macarena para ver a Joselito vestido de luces, "en su último paseillo hacia la gloria macarena", como lo ha calificado su escultor, el moronense y paisano Manuel Martín Nieto, se levanta sobre un pedestal de granito y mármol verde, donde su Hermandad de la Macarena le rinde homenaje con esta inscripción:
"A José Gómez Ortega, "Joselito el Gallo", hermano macareno ejemplar, rey de los toreros y héroe del pueblo, comprometido con los más desfavorecidos, generoso benefactor de esta Hermandad y del barrio de la Macarena, y ferviente devoto de la Satísima Virgen de la Esperanza.
Joselito El Gallo tenía una fe ciega en la Virgen Macarena
Durante la noche el cuerpo de José sería velado por los miembros de su cuadrilla y muchos toreros, entre ellos Belmonte, Machaquito y Vicente Pastor. El rey conocedor de la noticia remitió a Sevilla un sentido telegrama. Al día siguiente saldría el ataúd en un coche fúnebre tirado por caballos negros adornados con penachos blancos, amarillos y negros, hacia la estación de Atocha. A su llegada a la Estación sevillana de Plaza de Armas, un gentío acudió a su encuentro junto a infinidad de representaciones, instituciones y el alcalde de Sevilla.
Organizado el cortejo, se puso en marcha siguiendo un itinerario acordado hasta llegar a la Catedral donde se realizarían las exequias. Al pasar el féretro por la plaza de la Campana, una lluvia de flores cayó sobre la comitiva fúnebre como cuando por allí pasan los palios en Semana Santa. Después tendría lugar uno de los momentos más emotivos de aquel sepelio, cuando el féretro entró en el templo de San Gil, para despedirse de la Esperanza Macarena.
La Esperanza Macarena vestida de riguroso luto el 31 de mayo de 1920
por la muerte de Joselito El Gallo. Foto. Ángel Montes
Los hermanos de cofradía, en señal de dolor, encargaron a Juan Manuel Rodriguez Ojeda que vistiera a su Dolorosa de luto, aquella a quien llevaba las "mariquillas", esmeraldas engarzadas en oro, que Joselito le compró en una joyería de París.
En octubre de 2019 los descendientes Ignacio Sánchez Mejías [inmortalizado por elpoema de Federico García Lorca] entregan la túnica de nazareno y manoletinas de Joselito El Gallo a la Hermandad de la Macarena.
A su llegada al Cementerio de San Fernando le esperaban miles de personas. Entre la multitud destaparon el ataúd, con la idea de que la gente le diera el último adiós al maestro; pero rápidamente lo volvieron a tapar y se optó por darle inmediatamente sepultura. El cadáver de Joselito presentaba evidentes señales de descomposición.
El rey Alfonso XIII contempla el mausoleo de Joselito el Gallo aún en el estudio de Mariano Belliure. Foto. Serrano
De esta forma nacería la leyenda de "El Gallo", el que para muchos es el matador más completo de la historia de la tauromaquia… y que inspiraría al maestro escultor valenciano Mariano Benlliure y Gil, que dicen que asistió personalmente a aquel entierro.
Detalle del Mausoleo de Joselito El Gallo con Ignacio Sánchez Mejías mirando hacia el cielo y roto de dolor
Panteón de Joselito “El Gallo”
Meses después de la muerte de Joselito El Gallo, por encargo de su cuñado y torero, Ignacio Sánchez Mejías, Mariano Benlliure y Gil proyectaría un mausoleo donde reposarían para siempre los restos del desafortunado torero en el Cementerio de San Fernando.
Modelado en barro como don Mariano siempre hacía, después sería vaciado en bronce con la figura yacente de José, tallada en mármol de Carrara. La obra está firmada M. Benlliure, junto al nombre de los fundidores Ferrero y Mir de Madrid.
Mariano Benlliure representa en este monumento funerario, un expresivo cortejo fúnebre con 18 figuras que transportan a hombros y acompañan el féretro abierto con la imagen del torero sevillano. Entre las figuras se reconocen familiares y personajes del mundo taurino de la época: miembros de la cuadrilla de Joselito, la gitana María de las Cartas que encabeza la comitiva, el Duque de Veragua [o Don Eduardo Miura] en representación de los ganaderos, y un desconsolado Ignacio Sánchez Mejías que clama al cielo por la muerte de su cuñado Joselito El Gallo.
Esta maravillosa obra se presentaría en su estudio de Madrid a finales de 1924. Un año después se expondría en el antiguo Palacio de Bellas Artes de Sevilla, hoy Museo Arqueológico, y finalmente se instalaría en abril de 1926 en el sitio que todos conocemos en el cementerio hispalense de San Fernando.
En palabras de Andrés Amorós, “pocas veces ha conseguido un monumento funerario aunar como éste, la belleza plástica con el sentimiento, la tragedia con la serenidad, la soledad del héroe y la repercusión social de sus hazañas. La figura del diestro, en el mármol blanco, expresa una serenidad absoluta, sin el más leve gesto de sufrimiento. En fuerte contraste, le rodea un coro popular, en bronce: hombres y mujeres sumidos en la más absoluta desolación, niños llorosos y una jovencita que se tapa la cara, para disimular sus sentimientos”.
No hay duda alguna que merecería ser declarado BIC (Bien de Interés Cultural), y que tanto el Ayuntamiento de Sevilla como la Junta de Andalucía se comprometieran y asumieran su restauración y conservación en el tiempo.
El monumento se encuentra sobre la cripta que alberga los restos de Joselito El Gallo donde también se encuentran los restos de su hermano Rafael y la tumba de su cuñado, torero y mecenas de la Generación del 27 Ignacio Sánchez Mejías, pero eso formará parte de otra interesante historia...
Desde el Mausoleo de Joselito El Gallo, en el Cementerio de San Fernando de Sevilla, para el blog de mis culpas...
P.D. Quién le iba a decir a Ignacio Sánchez Mejías [gran torero y mecenas de la Generación del 27] en aquel momento en que acompañaba a Joselito yacente, que también sufriría una grave y mortal cogida el 13 de agosto de 1934 por la cornada de otro toro “Granadino” en la Plaza de Toros de Manzanares, en Ciudad Real.
Su amigo Federico García Lorca le dedicó una inmortal Elegía inmortalizándolo para la literatura “Llanto por Ignacio Sánchez Mejías":
A las cinco de la tarde…
Rafael Guerra "Guerrita" llegó a exclamar al enterarse de la muerte de Joselito: ¡Se acabaron los toros!, mientras que "Bailaor" pasaba a formar parte de la Historia del Toreo como el toro que mató al "Rey de los toreros".
En Gelves, donde nació el 8 de mayo de 1895, se encuentra un monumento a Joselito, obra en bronce del escultor Federico Coullaut Valera [1964].
[Paseo de Colón, frente a la Plaza de Toros de la Real Maestranza de Sevilla]
Al salir del mausoleo de Joselito El Gallo donde se encuentra también su cuñado Ignacio Sánchez Mejías se me vino de nuevo a mis frágiles entendederas que ser matador de toros en la última mitad del siglo XIX y comienzos del XX era el equivalente del héroe fielmente reflejado en la ópera Carmen de Bizet/Toreador [1875], parte central del preludio del acto I basado en la novela homónima de Prosper Mérimée.
Aunque la vida y gloria de un torero puede llegar a ser efímera, el dolor lacerante que produce en los suyos puede ser eterno.
…La plaza está llena, es día de fiesta,
está llena de arriba abajo,
los espectadores, pierden la cabeza,
¡se interpelan a gritos!
¡Exclamaciones, llantos y tumulto,
creciendo hasta el paroxismo!
¡Es una fiesta al coraje!
¡Es la fiesta de los hombres valientes!
¡Venga, en guardia! ¡Ah!
¡Toreador, cuidado!
(Coro)
¡Toreador, cuidado!
¡Toreador, toreador!..
De repente, se hace el silencio…
Bibliografía
Conferencia de Andrés Amorós en el Café Gijón
Fundación Mariano Benlliure
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